Commander Smith
Prologue
"… Two feet standing on a principle
Two hands longing for each others warmth
Cold smoke seeping out of colder throats
Darkness falling, leaves nowhere to go …"
Still fragment by Daughter
. . .
Erwin Smith era la persona a la que se podría decir que más admiraba. Las personas comunes, aquellas de adentro de las murallas, por donde solíamos pasar cada vez que había una campaña para salir o cada vez que volvíamos de una, eran incapaces de entenderle y había mujeres que le llamaban el Ángel de la Muerte, porque nadie estaba ciego; Erwin era atractivo, quizá tenía cejas demasiado espesas, quizá su rostro era demasiado anguloso, pero era un hombre alto y corpulento, de músculos marcados y gesto afable que los hombres envidiaban y las mujeres eran incapaces de ignorar. Y le habían puesto ese apodo porque, toda esa varonil belleza era usada con el fin de reclutar a todos y cada uno de los ciudadanos que estuviesen a dar sus vidas en pos de la salvación de la humanidad. Y él sabía que morirían en pos de ese ideal una vez que estuviesen dentro del Escuadrón de Reconocimiento.
De una sinigual habilidad para convencer de sus ideales a los demás, nunca permitía un no por respuesta y procuraba dar sentido a sus palabras, de modo que quien lo oyese, daba por hecho que todo aquello que decía era ley y sucedía del modo en que él lo profería. Por supuesto, Erwin había pasado una vida afinando estas habilidades, porque su objetivo se basaba en su afecto por su propio ideal, aunque nadie nunca conoció suficiente sus motivos como para saber el porqué de su férrea voluntad de cumplirlo.
Hoy, frente a mí, Erwin ha dicho "Adiós" y, tal como pidió a cada recluta del Escuadrón que diera su corazón y alma por la salvación de la humanidad, sacrificó su vida del mismo modo que tantas veces pidiera a otros hacerlo.
¿Qué puedo decir que los demás puedan entender sobre él? Nada, excepto que, para mí, era no sólo un colega, no era sólo un jefe. Era un querido amigo, un gran compañero y un incomparable Líder. No habría seguido el ideal de nadie más. No habría recibido órdenes de nadie más, lo que él siempre supo, y con seguridad, no habría querido a nadie más como a un hermano mayor que se había encargado de prodigarme no sólo lo necesario para alimentar mi aprendizaje y hacerme un soldado con la suficiente valentía y fortaleza para enfrentar a nuestro mayor enemigo.
. . .
"… You could still be,
what you want to.
What you said you were,
when I met you.
when you met me.
when I met you …"
Medicine fragment by Daughter
Conocí a Erwin Smith en la Ciudad Subterránea. Es extraño que nunca antes oyera de Levi o de su relación con Isabel y Farlan por aquel tiempo, pero no lo hice.
Yo era una niña curiosa y nada más.
Una niña huérfana y curiosa que no tenía a nadie, que comía restos de comida de las casas, de la basura y de donde pudiera hallarlos y que dormía en las escaleras que daban a la salida de la ciudad, hacia el exterior.
Sabía que no había nacido allí y sabía que, si había un adentro, por fuerza debía haber un afuera. Y eso me llevo a escapar un día y toparme con un joven, por entonces de unos veinte años.
En mi huida, no contemplé su fisonomía, ni nada sobre él, pero me distrajo. Y me distrajo lo suficiente para detenerme un segundo, tiempo sobrado para permitirle a su compañero, Mikel Zackarias, que me detuviera y comenzara a aspirar mi aroma.
Aroma a descomposición y suciedad acumulada por no sabría definir cuántos años.
Se alejó. La luz del sol me lastimaba los ojos terriblemente, no tenía un recuerdo de haberla visto nunca, pero sentí una impresionante fascinación por todo a mi alrededor. Nunca lo había visto. El cabello me caía en mechones desiguales, de color castaño, y me impedía aún más ver nada que no fuese el cielo. Pero entre más se alejó Mike, más se acercó Erwin.
- ¿Por qué corres? No te haremos ningún daño – Su mano, blanca, suave y fuerte se extendió para ayudarme a levantarme del suelo, pues Mike al atravesarse en medio de mi frenética huida, era una mole y me había obligado a esquivarlo cayendo al suelo lleno de pasto fresco que sentía picotear mis dedos agradablemente - ¿A dónde vas con tanta prisa?
Jadeaba.
- Señor – dije, agitada y casi murmuré – debo irme lejos de la entrada de la Ciudad Subterránea. No me devuelva allí, por favor – mi angustia debió ser evidente, porque negó de inmediato, mirándome intensamente.
- No, calma. No te haré volver. Sé lo que ése lugar hace con las niñas como tú… - Se detuvo en silencio, parecía analizar la situación, alzó la cara y miró a Mike directamente. Éste sólo asintió. Parecían hablar el uno con el otro en un idioma mudo que nadie más comprendía – Supongo que no tienes entonces a dónde ir – Negué – por lo que, si no tienes problema, puedes venir con nosotros al complejo del Escuadrón de Reconocimiento.
Había escuchado cosas increíbles sobre el Escuadrón de Reconocimiento, pero jamás había conocido a ningún recluta, por lo que no pude evitar emocionarme.
- ¿Usted me llevaría allí? ¿Pero después que haré? – Comencé a llorar, con palpable angustia.
- No, no lo entiendes – Y me tomó el hombro con delicadeza – Te llevaré allí para que vivas allí. Puedes ser recluta cuando crezcas un poco. Nadie tiene por qué saber que tus padres no han dado su aprobación porque asumo que no tienes padres, así que nadie te echará de menos – me miró. Con los años, comprendí que me dijo aquello no para deslindarse de obligaciones con mis padres inexistentes, sino para medir el efecto que ésta declaración tendría en mí.
- Además de los vigilantes en la Ciudad Subterránea… Nadie.
- Entonces vamos. ¿Tienes hambre? Pareces pálida – Se irguió y me levantó con ambos brazos al fin – Mike, ¿Qué opinas si usa la habitación del barracón junto a la mía?
El enorme Mike, que rayaba los dos metros de estatura, asintió y me sonrió haciendo un gesto con la mano, dándome a entender que necesitaba un baño con urgencia.
. . .
Fue Erwin quien me enseñó el alfabeto. Me enseñó a leer, a escribir, a meditar. Fue el propio Erwin quien supervisaba mis necesidades y se encargaba, sin presión, de enterarse de cada una de las proezas que iba logrando. El médico del escuadrón por aquel entonces, un hombre demasiado gordo para ser un doctor, pero no tanto para ser un comerciante, le daba a Erwin toda la información necesaria sobre mi salud y mi estado físico general. La primera vez que me vio, unos días después de llegar al complejo, le dijo a Erwin que, por mi estatura, peso y complexión, no debía pasar de los doce años. Me hizo muchas preguntas y determinó que ni siquiera había llegado a la pubertad. No había tenido el período, no me había desarrollado y mis formas generales no correspondían a las de una chica de mi edad. El médico aseguró que era una chica normal con un desarrollo retardado y un problema de astigmatismo, así que me hizo unas gafas adecuadas y me despachó.
Con los años, nos reímos juntos de ello, porque jamás desarrollé las formas generales correspondientes a una mujer siquiera.
Pero Erwin jamás me trató como trataba a los varones y constantemente procuraba recordarme que era una mujer y como tal, había ciertos comportamientos que, aun desenvolviéndome con hombres, no me estaban permitidos. También solía ser detallista y, a sabiendas de lo mucho que amaba los libros, la naturaleza, el cielo y todas las cosas que tuvieran que ver con la investigación, solía cargar con infinidad de títulos de distintos autores, biografías de las grandes familias dentro de las murallas, información por escrito sobre todo y todos, flores, semillas, piedras semipreciosas, armas antiguas y todo tipo de elementos que pudieran resultarme interesantes para analizar.
A los catorce años, mi período por fin se presentó y aquello representó el caos, aun cuando ya tenía todos los detalles necesarios para haberlo previsto. En dos años, había absorbido tantísima información que en el resto de mi vida y tenía de sobra todo lo necesario para hacer frente a tal incómodo momento. Pero estaba con Erwin y Mike cuando sucedió, mientras entrenaba en el arnés para aprender a usar el equipo de maniobras tridimensional y, haciendo gala de un pudor recién adquirido, me había sentido muy avergonzada, sin embargo, incluso para aquello tan ajeno a un hombre de la edad y masculinidad de Erwin, eso no representaba mayor problema. Indicó a Mike traer una gran toalla de baño y me envolvió en ella, cargándome sin problemas al cuarto de baño. En silencio, sin hacer mención de mi vergüenza, me dejó allí mientras preparaba una tina llena de agua tibia y Mike le traía ropas y compresas. Yo no había sabido nunca qué hacer en ese momento y sólo podía contemplar cómo la mancha roja se expandía entre mis piernas, ensuciaba el blanco pantalón y se deslizaba ensuciando la toalla blanca en que Erwin me había envuelto. Aquello me hizo sentir muy inútil, pero ni en ese momento, Erwin me dejó sola.
- Desnúdate – Dijo con simpleza, dándose vuelta – No voy a mirarte – Y continuó – Ya era hora de que sucediera ¿No es cierto? Ahora seguro que nos dejas para casarte con algún recluta – y su voz sonaba a sonrisa orgullosa.
- Yo… - casi murmuré – Puedo estar sola, Erwin.
- No quiero que estés sola en esto. El florecimiento de tu femineidad es un milagro. Pensaba que jamás se me haría partícipe de tal acontecimiento. Pero me alegra haber estado contigo para hacer frente a esta experiencia.
Me detuve un momento a mirarlo. Erwin no era mi hermano o mi padre y sin embargo estaba más preocupado por mí que uno. Nunca tuve oportunidad de darle las gracias por enseñarme cómo debía usar una compresa, y fue una enseñanza que me ha servido hasta mis días adultos.
. . .
Levi no se negó a dar el suero a Armin. Simplemente afirmó que su decisión era darle el suero a Erwin.
Eren reaccionó muy mal y en una terrible decisión aún siendo Eren, enfrentó a Levi sin que éste diera más muestras de querer ayudarle o prestar atención a lo que él quería. Lo que estaba haciendo, también Levi lo había aprendido de Erwin.
Toma una decisión y no la lamentes. Haz lo necesario para hacer realidad tu ideal. No mires atrás. Sacrifícalo todo.
Las palabras que Erwin usara constantemente, parecían haber quedado impregnadas en la mente de Levi, porque se las repitió a Eren que, necio, intentó quitarle el suero. Inmediatamente Levi se sacudió a Eren, que rodó por las tejas de uno de los edificios sobre los que estábamos.
Mikasa no lo tomó nada bien.
Había tenido a Armin, aquella ocasión en que Levi había inflingido a Eren una golpiza en su juicio, para que la detuviera. Pero en esta ocasión, Mikasa no tenía a nadie, y se abalanzó contra Levi tratando de quitarle igualmente el suero. Éste no pareció dar muestras de sorpresa. Después de todo, Armin era su amigo. Lo defenderían. Como el habría deseado haber estado para Isabel y Farlan.
Lo cierto es que Levi era parte de mi equipo. Sólo nos teníamos el uno al otro.
Comprendía los sentimientos de Mikasa, su dolor ante la pérdida. Pero no podía dejarla asesinar a Levi.
En un movimiento, me abracé a ella apretándola para impedir que tocara a Levi.
"También hay personas a las que quisiera traer de vuelta, Mikasa…"
Se derrumbó. Mikasa lloraba convulsa, Eren era llevado a otro sitio por el soldado que antes trajera a Erwin y Levi entonces se hizo con el suero y se levantó, caminando hacia él.
Yo me apreté a Mikasa a propósito. Temía perder el control drásticamente.
La situación era decisiva. Tenía miedo, estaba herida. En el fondo de mi, había tanto que quería sufrir en ese momento pero que no podía permitirme.
Moblit había muerto. Erwin también estaba muerto. Y mi temor sobrepasó toda proporción al pensar en lo que podía pasar con Levi si Mikasa lo asesinaba, dejándose llevar también por su miedo. Porque en el fondo, yo estaba tan fuera de control como ella y sabía que estaba dispuesta a eso y más para proteger a sus compañeros.
Levi se acercó a Erwin. Y comenzó a hablar. Cosas que quizá nunca comprendería, porque en realidad nunca supe con exactitud.
Pero el rostro de Levi lo dijo todo. Del mismo modo que la sonrisa de Erwin lo dijo todo, un segundo antes de expirar.
"Gracias, Levi".
Todos sabíamos que Erwin apreciaba profundamente al enano y tampoco podíamos definir por qué, pero no hacía falta porque en cierto modo, era suficiente con que ambos se comprendieran y apreciaran. Su cercanía dejaba ver que habían sido un equipo que se había profesado amistad y confianza mutua, no sin un poco de caos. Mientras le era suministrado el suero a Armin, Levi se sentó junto a Erwin y lo miró fijamente, durante un largo tiempo. A su cabeza, me incliné en las tejas y miré cómo los ojos cansados de Erwin parecían reposar por fin. Las palabras de Levi me rompieron el corazón y al mismo tiempo me dieron un poco de alivio.
"¿Por qué hacer que un hombre que ha salido del infierno vuelva a él y lo viva de nuevo?"
Levi tenía mucha razón y es de las pocas ocasiones en toda una vida de conocernos y amarnos, en que, sin necesidad de comprenderlo, le apoyé por completo y me hice una con sus palabras.
Gracias, Erwin.
Porque sin tu existencia, yo jamás habría conocido la libertad.
El mayor de tus ideales.
Henos aquí, deseando que, ahora que eres completamente libre, disfrutes donde estés de todo aquello por lo que luchaste.
Ya es realidad.