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"... Some day, maybe, we'll make it right,
until that day, long endless nights...
We couldn't say them,
So, now we just pray them...
Words that we couldn't say..."
Words that we couln't say fragment by Steve Conte
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Entró a la habitación y aunque la lluvia no cesaba, había reducido su intensidad. Hanji pudo notar esto cuando se sentó en la cama y se llevó las manos a la cabeza, tumbándose luego con ademán cansado. Abrumada, se aflojó la camisa desabrochándose dos botones y se retiró el collar que Erwin le había entregado, el cual la designaba ahora como la Líder de la Legión de Reconocimiento.
Nunca antes le había parecido que el peso de aquel título representase tanto o que ella especialmente estuviese hecha para soportarlo. Nunca se le hubiera ocurrido que Erwin la designara a ella para tal responsabilidad.
Erwin la cuidaba y se preocupaba por ella, tanto como podía hacerlo un hermano mayor o incluso un padre, pero aunque Hanji secretamente se había sentido atraída por él durante un tiempo, - Hanji sentía especial atracción por los hombres mayores a ella- en ese momento apenas si podía sentir un sentimiento fraternal y por supuesto, respeto.
El mismo que ella no sabía que él sentía por ella.
Para los hombres, la Legión de Reconocimiento o cualquier otra ocupación dentro de la milicia o la Policía Militar, resultaba una obligación. Y los que no lo hacían, dado que eran demasiado cobardes o demasiado viejos para admitir que temían intentarlo, se ocupaban del comercio, el ganado o la agricultura para proveer de los víveres necesarios a la población, aparentemente sin riesgos. Pero para las mujeres, cualquier puesto, incluso pertenecer a los escuadrones, era un sacrificio del que podían desprenderse o incluso no pensar. Así pues, las mujeres que pertenecían al ejército, eran sumamente apreciadas. Pero las que formaban parte de la Legión de Reconocimiento, para los hombres eran casi joyas rarísimas y aunque era un conocimiento más bien tácito, se las cuidaba y apoyaba en lo posible, sobre todo por los altos mandos, aún más si demostraban habilidades que se consideraran superiores a las del promedio.
Hanji era excéntrica; curiosa por naturaleza, era la única mujer de toda la Legión y posiblemente de todas las secciones del ejército, que tenía manías tan raras que pocos convivían realmente con ella, cosa que realmente no parecía afectar su alegre temperamento.
Había algunas personas sí que la entendían. Moblit por ejemplo.
Su asistente. No lo habría cambiado por ninguna persona.
Hanji sabía que él tenía sentimientos por ella, y sonreía al pensar que era un hombre muy dulce que merecía otro tipo de mujer. Ella no se consideraba a sí misma una.
Desde luego, estaba Erwin. Su protector.
Mike, que provocó que, al pensar en él, se llevara las manos a la cara, cubriéndose los ojos. Sufría al saber que su mejor amigo y compañero de escuadrón había muerto.
Y estaba Levi.
Justamente pensaba en él cuando la puerta sonó dos veces.
- Hanji.
- Entra - respondió sin incorporarse.
- ¿Qué es lo que te pasa? ¿Sigues sin poder dormir? - Levi cerró la puerta en silencio.
- No voy a dormir, Levi. No puedo.
- Eres en verdad un fastidio - dio vueltas en la habitación, observando todo, repasando el dedo por aquí y allá y mirándolo todo con profundo asco - Podrías limpiar, ya que no piensas dormir - Hanji se incorporó, fastidiada.
- No puedo dormir porque pienso en las muertes de nuestros compañeros. Nunca tantas vidas habían estado bajo mi mando - y se sentó en la cama, frustrada y con las manos juntas sobre su rostro.
Levi se sentó junto a ella.
- ¿Sabes porqué Erwin me envió detrás tuyo?
- Porque le encanta fastidiarte.
- Porque sabe que soy el único que podría obligarte a dormirte de una maldita vez, Hanji.
Hanji sonrió de lado.
- No tienes que hacer el horrible sacrificio de ayudarme a dormir - y se acostó - Entiendo que tú... Bueno, tú y Erwin...
Por primera vez en años de conocerse, Levi se rió abiertamente. Su risa era una extraña mezcla de una risa normal y una risa sarcástica. Hanji no supo definirla pero le pareció la de un verdadero psicópata.
- ¿Yo y Erwin? ¿Tengo aspecto de homosexual para tí, Hanji? - En su tono, Hanji percibió ligeramente que se sentía ofendido.
- Levi, no seas ridículo. Las caras o aspectos de las personas no implican nada sobre su orientación sexual. En cualquier caso es algo muy natural. Tú y Erwin son bien parecidos, se llevan bien y se comprenden mejor de lo que cualquier soldado que yo conozca lo haría con su superior...
- No soy la perra de Erwin, si es lo que quieres decir.
- ¡Levi, basta! - y soltó a reír - Erwin es tu jefe...
- No, tú eres mi superior ahora. Ahora tú das las órdenes, pero no te permitiré humillarme con esa mierda de que soy la novia de Erwin.
- Levi, basta de una vez - Hanji se puso seria - Olvida que mencioné eso ¿Quieres? No sabía que no eran una pareja. Lo siento. Sólo lo pensé porque el único tiempo libre que tienen ambos, lo pasan con el otro.
- Eso es porque ninguno tiene una mujer.
- ¿Y es muy difícil de conseguir? En el ejército hay muchas de ésas - sin quitarse las botas, se dio vuelta en la cama dándole la espalda. Levi estaba sentado en un sillón igual que el de la habitación de Erwin y se reclinó, molesto, en el respaldo.
- ¿Y cual de las mujeres del escuadrón crees que quiera hacerme compañía para siempre? - Lo dijo sarcásticamente, pero Hanji sintió que en verdad quería su opinión.
- Veamos. Hay muchas jóvenes y bonitas además. Qué tal... ¿Mikasa Ackerman? Es una loca igual que tú.
- ¿La asiática amargada con los ojos puestos en Eren como una presa? ¿Es en serio, Hanji? ¿No dicen que eres un prodigio de inteligencia?
- Lo soy. Ambos tienen mucho en común. Ella es preciosa, los cadetes se la disputan y ella no tiene ojos más que para Eren. Si me preguntas a mí, es raro porque crecieron juntos. Pero ¿Qué no te gusta nada? Tiene potencial. Es joven y la mejor soldado que ha tenido la Legión no sé desde cuando.
- Demasiado joven, demasiado amargada y demasiado preocupada de Eren Jaeger. No, Hanji, por favor, dame algo mejor - Hanji se acomodó una almohada detrás de la cabeza y pensó un momento, mirándolo.
- La chica patata - Dijo entonces riendo, refiriéndose a Sasha.
- ¡Cuatro ojos de mierda! ¡Son mocosas! ¡Todas son unas mocosas! ¡Ackerman, Brauss, Renz! ¿Quién puede sentir nada por mocosas como ésas? Si quisiera una loca como Sasha Brauss como mujer, me lanzaría con gusto a una horda de titanes. Si quisiera una desquiciada como mujer, serías tú - y lo dijo así, sin disculpas, rápido y sin anestesia. Hanji lo miró asombrada.
- ¿Qué dijiste? - y se rió de buena gana - ¿Me amas, Levi? - por supuesto que bromeaba, no esperaba que lo dijera en serio - ¿Me quieres así, desquiciada y todo? ¡Vaya, soy una mujer afortunada! - y se rió bastante, cerrando los ojos, hasta que le dolió el estómago, mientras Levi se levantó sin ella notarlo a causa de su propia risa. Se sentó a su lado y esto obligó a Hanji a mirarlo y a acallar su risa, aunque trató de aguantarla. No se esperó una sola de las palabras de Levi. No sabía que la asombrarían aún más. Le quitó las gafas, las dejó en la mesilla de noche de al lado y la miró.
- Erwin también piensa eso. Me lo dijo. Por eso vine, Hanji. Pero esto es guerra. Y en la guerra, querer a alguien es una maldición. Así que sólo te dormirás ahora y descansarás y olvidarás lo que he dicho por la mañana...
- No estás hablando en serio. Lo que estás diciendo...
- Lo que estoy diciendo es... Que ahora mismo no voy a verbalizar esto. Pero habrá un momento y si llega, entonces lo haré.
- No tienes que verbalizarlo - Hanji pareció mirar a la nada, con demasiado asombro para siquiera cuestionarlo.
- ¿Lo entiendes?
- Por supuesto - Y en vez de sonreír o mirarlo, permaneció mortalmente silenciosa, demasiado en shock por lo que acababa de decirle. ¿Levi? ¿Levi estaba enamorado de ella? Le pareció el colmo de la locura. ¡Era Hanji Zoe! ¡Nadie se enamoraba de la loca de los titanes! - se levantó y se aflojó la camisa de los pantalones quitándose el cinturón y las amarras de cuero del equipo de maniobras - Voy a cambiarme y dormiré un tiempo. ¿Está bien?
- Claro que sí. A eso vine en primer lugar. Me aseguraré que lo hagas y luego me iré.
Hanji entró en el baño y quitándose la ropa se puso una bata larga hasta los tobillos. Cuando salió, se removía la goma del cabello. Le caía, largo, pesado y extrañamente brillante sobre los hombros. Cansadamente se tumbó en la cama y se metió bajo las sábanas. Levi no se movió.
- Hanji, sé que lo que acabo de decir te puede parecer...
- ¿Extraño? ¿Enfermo? ¿Fuera de lugar? ¿Vergonzoso? - Esto último lo dijo dirigiéndose a él, aunque ni ella misma entendió porqué se lo reprochaba.
- No. Pero te parece que no debes confiar en ello porque no tengo sentimientos según tú.
- Yo no dije eso. Sólo... Yo no esperaba eso. Tú... Bueno, tú ya tuviste sentimientos por otra mujer y está muerta, puedes tener miedo y eso, por lo que creí que nunca volvería a suceder. Pero... ¿Yo? ¿Estás loco?
- Sí - y le tocó el cabello largo un momento - Ahora duérmete. Me quedaré hasta asegurarme que lo estés, Erwin vendrá a asegurarse, lo sé.
- ¿Sabes porqué lo hace? -. Se recostó tumbándose sobre la almohada.
- Porque Erwin te quiere.
- No juegues conmigo. Erwin me salvó. Cuando era niña. Si a eso te refieres con que me quiere.
- Si, a eso justo me refiero, Hanji. Por eso te deja al mando. Erwin te salvó y te enseñó a desarrollar tus habilidades y toda esa mierda porque le importas. El muy viejo está pensando en morirse. Vamos, ya, duérmete de una vez - dijo, impaciente.
- Okay. Me dormiré entonces. Pero... Con una condición.
- Ni hablar. Duérmete.
- ¡Oh, vamos! Es algo sencillo.
- Habla.
- Quiero oírlo. Un día.
- Duérmete.
- Bien. Pero si no hay una oportunidad, nunca lo escucharé, Levi.
- Lo escucharás. Un día. Duérmete de una maldita vez.
Hanji tenía ya los ojos entrecerrados y se abrazó a la almohada. No pasó un minuto y se quedó dormida.
Levi salió, asegurándose que Hanji durmiera profundamente y entonces murmuró, más para sí mismo que para ella, junto a la puerta, antes de cerrarse.
- Lo escucharás un día, loca. Hace mucho que siento esto.
Cerró la puerta y salió.
Y Hanji abrió los ojos y volvió a cerrarlos, apretándose contra la almohada.
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Erwin permaneció pensando durante un largo tiempo. Ya no podría cabalgar como lo hacía antes. No podría vestirse ni hacer ninguna cosa de las que hacía del modo que las hacía antes, porque ya no tenía los dos brazos de antes.
No echaba de menos en sí el brazo. Pero echaba de menos el tiempo en que no sabía que lo perdería.
Y en ese estado de cosas, se dio cuenta que en verdad su muerte estaba próxima a ocurrir.
Estaba preparándolo todo para ese momento en que ésta se hiciera presente, porque no tendría tiempo de echar de menos la vida.
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