Your heart is far too young
"... You taught me the courage of stars before you left.
How light carries on endlessly, even after death.
With shortness of breath, you explained the infinite.
How rare and beautiful it is to even exist.
I couldn't help but ask
For you to say it all again.
I tried to write it down
But I could never find a pen.
I'd give anything to hear
You say it one more time,
That the universe was made
Just to be seen by my eyes …"
Saturn fragment by Sleeping at Last
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Desperté una vez más, con un insoportable dolor del lado derecho de la cabeza, misma que me había golpeado contra el suelo al caer.
Finn no estaba allí, Ben no estaba allí.
Pero Poe sí y su mirada estaba fija en mí mientras me toqué el golpe con la mano, tendida en la cama en que Ben había estado.
Estaba confundida y asustada.
En un instante, los recuerdos inconexos de cómo Ben simplemente se había ido dejándome allí, me golpearon y la cabeza sólo me dolió más aún, lo que me obligó a entrecerrar los ojos.
Poe no decía nada, pero su rostro mantenía una expresión inescrutable. Al fin, rodó la vista un momento, se sentó a mi lado y comenzó a reprochar suave pero firmemente.
- Rey, no quiero decirlo, pero... - y me tomó la mano- Te advertí que no había cambiado. Finn te lo advirtió. Su propia madre, la General, también te lo dijo... ¿En qué demonios pensabas? Debíamos haberlo asesinado. Ahora mismo, no sabemos su paradero.
Eso último había roto mi corazón, aunque Poe no pudiera percibirlo. Una sensación de amargura me embargó. Había pensado confesar mis sentimientos, había imaginado todo tan diferente de como realmente era. Asentí y permanecí en silencio.
Poe salió.
A solas, traté de reestablecer una conexión, algo que le dijera a Ben que volviera. Nuestro enlace, que parecía no podía romperse.
Pero no respondió. Parecí no haber podido ni recibir el mensaje, como cuando el dispositivo receptor de señales de una nave se ha apagado, aunque sabes que funciona correctamente y no tienes idea de cómo podrá recibir las señales que le has enviado.
No sabía a dónde ir. Qué hacer. Dónde buscar.
¿Y para qué?
Permanecí tendida allí. Algo en esa conexión, de pronto pausada, porque no se sentía rota, me dio una certeza única, inconfundible de que regresaría.
Y regresaría por mí.
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Los señores Sith de antaño, grandes guerreros entregados a sus más obscuros deseos, habían instituido una especie de sociedad, que si bien no era respetada ni por ellos mismos, les había dado el poder de, en las sombras, controlar ciertos sectores de la Galaxia.
Darth Maul era uno de ellos.
Savage Opress era considerado veladamente también un Lord Sith, alabado y temido, pero dado que no existía nada que hubiese oficializado tal poder, nunca se le hizo llamar igual que a su hermano.
En su fuero interno, él se consideraba mucho mejor, más fuerte y con mayor habilidad.
Pero, para los zabrak, la sangre venía primero. Y Maul era su hermano de sangre.
Le apoyaba en su proyecto y ahora, en ese instante, iba cristalizándose para ambos, visualizándolo ya como una real posibilidad.
Tenían al nieto de Anakin Skywalker en su poder, al fin y al cabo.
El joven, agonizante, temblando entre absurdos y terribles dolores, emitiendo alaridos de profundo sufrimiento físico, estaba, sin saberlo de forma consciente, aceptando en su cuerpo las almas de ambos hermanos zabrak.
¿Cómo lo habían hecho? ¿Cómo habían podido apoderarse de él y estar dispuestos a deshacerse de sus propios cuerpos?
Con sus sables.
Habían realizado el ritual de posesión de cuerpos que las brujas hermanas de la noche de Dathomir les habían enseñado y que sólo podía realizarse si el cuerpo del receptor era suficientemente malherido para drenar la tercera parte de la sangre de su cuerpo.
El ritual, por supuesto, no incluía el sable de luz de los hermanos. Y no habrían podido hacer sangrar a Ben tampoco. Por eso habían adaptado los sables, de modo que ahora el cristal kyber que generalmente sus sables poseían, había sido sustituido por una unidad de láser, la que no cauterizaba las heridas que Ben había recibido y les había permitido herirlo de gravedad, perdiendo la mayor parte del vital líquido de su cuerpo.
Ben sufría. Pero no era sólo la posesión, que sin siquiera saber los propios hermanos, no se había llevado a cabo como debería.
Ben llevaba dentro un profundo dolor.
Y ese dolor lo había guiado hasta la joven de Jakku. Una vez más.
Siempre regresaba al mismo sitio.
En su cerebro, imágenes de su propia batalla con la joven, mezcladas con las de su rostro angustiado mientras lo sostenía, a su vez mezcladas con imágenes de su convalecencia y de Rey dormida a su lado en la unidad médica de la Resistencia pugnaban por abrirse paso como una especie de luz cegadora, siempre interrumpida por una especie de nube negra en su conciencia, que terminaba por adormecer sus recuerdos, llevándolo de vuelta al abismo de dolor que sentía y que despierto le habría sido imposible de soportar.
Fuera de su mente, los hermanos comenzaban a consumirse a su lado, marchitándose sus cuerpos como si fuesen de ceniza.
Junto a él, día tras día de agonía, iba absorbiendo un poco más a ambos hermanos para lograr sobrevivir, sin saber que en realidad, pasaba lo opuesto.
Los hermanos zabrak sacrificaban sus cuerpos para entrar en el cuerpo de Ben, que, presa del dolor, los aceptó.
Los aceptó porque pensó que podría vivir todavía. Vivir junto a Rey. Olvidarse de los jedi, de los sith, de que había matado a su padre, de que su madre lo odiaba por tener tanto de Vader en él.
Él sabía que los sentimientos que tenía por Rey eran lo único que podría salvarlo. Pero de algún modo, no sentía que estuviera siendo salvado. Estaba asustado.
Sentía como si se estuviera perdiendo a sí mismo de alguna manera, como si su existencia estuviera siendo absorbida por un abismo interno.
Recordaba el rostro redondo de su madre, sus ojos suaves y castaños que podían ser como el acero más afilado, que podían ser realmente duros y juiciosos. Recordó a su padre, al que había asesinado bajo la influencia de Snoke. Recordó su niñez y la primera vez que sintió tanta soledad. La primera vez que lo conoció y se dejó llevar por el timbre de su voz, que parecía provenir de alguna especie de ultratumba, de otra galaxia, más allá del tiempo y el espacio, pero estaba allí, encorvado, con la piel a punto de caer de su rostro sin facciones, frente a él, mirándolo fijo, con sus enormes y negros ojos vacíos.
Ben despertó y no estaba preparado para lo que encontró.
Aún en la obscuridad, pudo percibirlo todo.