Insatisfecho
Desear a alguien más ¿Es posible?
Por supuesto, si es ella sí. La conocí en mi adolescencia, un día cualquiera como tantos, pero fue un torrente de energía que revitalizó mi vida. Nos hicimos amigos, compartimos experiencias inolvidables, mostrándome otra forma de ver la vida.
Esa podría decirse la época más plena de mi existencia.
Luego ella se fue, no volví a verla. El tiempo pasó, mi vida siguió ese rumbo tranquilo que tenía antes de ella, me acostumbré...
Me casé con una vieja amiga, talvez fue por insistencia pero le tomé mucho cariño. Era dulce, amable, tranquila, la perfecta mujer de casa. Nada como ella.
No tengo por qué quejarme, tengo una familia, una hermosa y obediente esposa, un hijo tan parecido a mí que me asusta un poco. Creo que puedo decir que soy feliz, quiero a mi esposa. Lo creo.
Y es por eso que no lo entiendo. ¿Qué es lo que me pasa con ella?
Verla otra vez fue inesperado, pero me sorprendió más que todo fluyera tan natural, como si aún fuéramos unos chicos de secundaria. Almorzamos juntos, reímos tanto que el tiempo se pasó volando. Inconscientemente evite todo sobre la familia y el compromiso, sólo quería recordar viejos tiempos, escuchar que también lo añoraba. Estúpido y egoísta, un perfecto idiota.
De pronto estábamos en ese hotel, la besé con desenfreno, con pasión. Le arranqué la ropa, quería verla desnuda. Ella trató de decir algo, pero no se lo permití, no quería escuchar una excusa que nos impidiera continuar.
Fui poseído por un deseo tan fuerte como nunca antes lo había sentido, perdí la cabeza por completo y la llevé conmigo en esa espiral de emociones. Cuando terminamos me invadió la culpa, la abracé fuerte, no quería dejarla ir, entonces comencé a llorar y la asusté.
Le conté todo, me desahogue con ella incluso de aquello que no me atrevía a confesarme a mí mismo. Ella estaba molesta porque le oculte un detalle tan importante como estar casado y su furia era comparable a un demonio, lo había olvidado. Discutimos, tanto y tan fuerte, que fue muy extraño pues jamás he discutido con Orihime como lo hice con ella, pero contrario a todo fue excitante. No sé por qué pero me gustó, era como llenarme de energía, sentirme vivo.
La callé con un beso y volvimos a hacerlo, fue inevitable. No hablamos más de eso, fue un acuerdo tácito, comprendiendo ambos que así era mejor.
Nos despedimos en la recepción, y tarde comprendí que no podía verle la cara a Orihime, así que alargue la noche un poco más para asegurarme que estuviera durmiendo a mi regreso. Al día siguiente salí temprano, volví tarde y así dejé pasar más de un mes, cuestionando, dudando, odiándolas.
Aunque me dispuse a seguir con mi rutina ella daba vueltas en mi cabeza. Pensé que el licor me despejaría pero fue en vano, nada lograba arrancarme esta sensación de vacío en el pecho.
Ser tan absurdo, tan influíble. ¿Cómo llegué a esto, cómo me dejé arrastrar así por una mujer? ¿Por un deseo?
O un capricho más bien.
¿En qué demonios convertí mi vida? Me he vuelto solo un vago reflejo de mí mismo, que se consuela con recuerdos de una lejana vida que parece más un sueño que un pasado.
Porque ahora que ya no tengo un rumbo aún me sigo aferrando a esta absurda relación...
Porque lo sabe no me mira a los ojos, no cuestiona, lo entiende y no tiene el valor de aceptarlo. Y en su testarudez me arrastra, porque sabe que no puedo dejarlos, juega conmigo, me martiriza con su dulzura, su falsa ingenuidad.
La odio por amarrarme a ella, por no dejarme ir.
¿Será consciente?
Hola!
Esta mini historia surgió en mi cabeza uno de esos días después del final... Ya saben, la mente nos juega sucio y ofrece mucho material con esa información canon, jajaja no me juzguen.
Bueno, no sé qué les parezca pero no hace daño a nadie, o casi nadie.
Igual acepto comentarios. ^^