— ¡Quiero matar a mi jefe!—dijo con gran frustración a través del teléfono, escondida bajo su escritorio. Ya estaba hasta el límite de su cordura. Si su jefe seguía actuando de esa manera, ya no sabría cómo lidiar con eso.

Ya hemos hablado de esto, si tanto te molesta seguir allí solo tienes que renunciar. —respondieron a través del auricular.

— ¡Ya lo he hecho! En los últimos dos meses he presentado 4 renuncias y todas han sido rechazadas. Ya te lo he dicho.

¿Has intentado que te despidan?

—Eso es lo que estoy intentado ahora, pero no ha dado resultados. Hago lo que quiero, le respondo, lo ignoro, le alzo la voz, lo trato de mala gana... Nada funciona, no quiere dejarme ir. —contesto enumerando con los dedos sus acciones. De vez en cuando se asomaba levemente sobre el escritorio, vigilando que nadie se diera cuenta, o que su jefe apareciera.

¿Pero qué es lo que hace tu jefe para quieras dejar el trabajo tan desesperadamente? Nunca me lo has contado.

—Si te lo cuento no me creerías. Además, esas cosas no se discuten por teléfono.

No me digas que se ha propasado contigo. —dijo sonando más a una afirmación que a pregunta.

—Am...—logro articular sin poder generar una explicación coherente.

¡Si lo hace!—dijo suspirando. —Dime que por lo menos te defiendes.

—Oh... Si, lo he hecho.

¿Como que lo "has hecho"? ¿Ósea que ya no lo haces?—cuestiono. —Oh por dios... Te estas acostando con él, ¿cierto?—el silencio al otro lado de la línea dice más que 1000 palabras. — ¡Por fin! ¡Al fin haces algo fuera de tu rutina hermanita!

—No se supone que reacciones de esa manera.

Oh vamos. ¿Qué es lo que tanto te molesta?

—Me molesta el hecho de que me siento como una cualquiera, acostándome con un hombre que coquetea con todas las mujeres que encuentra.

Entiendo. Aunque suenas un poco celosa.

—Yo no estoy celosa, ¿Ok? Él y yo no somos nada como para ponerme celosa. —se defendió.

Si claro, solo te acuestas con él. —contraataco, touche. —Bueno, mi consejo. Disfruta el momento. Aunque no sean nada, su relación física es algo, habla de eso con él. Debes poner las cartas sobre la mesa, si él no se ajusta a tus estándares dile que no te importara irte, con o sin renuncia, o despido.

—Es un buen plan, gracias, Winry. Por eso te quiero.

—Mi linda Riza. ¿Qué estás haciendo?

Escuchar la repentina voz de su jefe la hizo sobresaltar, lo que causo que se golpeara la cabeza bajo el escritorio, soltando un leve gemido de dolor. Salió como pudo, afincándose del escritorio. El hombre observaba divertido a su asistente, nunca se cansaba de ella.

—Debo irme, hablamos luego. —colgó sin esperar respuesta de su mejor amiga Winry. Se puso de pie, alisando levemente su vestido. —Buenos días, o debería decir buenas tardes. —Dijo mirando el reloj de la computadora. —Debías estar aquí hace una hora.

—Lo siento, me quede dormido. —dijo fingiendo inocencia. —Me desvele anoche.

—Por tener a una mujer en tu cama, seguro. —se burló, ocultando un dejo de amargura en su voz.

—Estas calumniándome Riza. Lo que hice anoche fue pensar y pensar en ti. —confeso sonriéndole, ella esquivo su mirada. Rodeo el escritorio para llegar hasta la rubia. —Sabes que la única que entra a mi cama eres tú. —la tomo de la cintura para acercarla. Riza soltó una carcajada y lo alejo con un brazo.

—Eso no te lo crees ni tú mismo. —dijo riendo. —Ahora vete, tienes una junta en una hora.

—No me iré hasta que me digas con quien hablabas. —se cruzó de brazos.

— ¿Te importa?—pregunto de mala gana.

— ¿Era un hombre?—ignoro la pregunta, respondiendo con otra.

— ¿Y que sí lo era?—lo desafió con la mirada, cruzando los brazos igual que él.

—Bien, si así quieres jugar...—dio la vuelta para irse. No sin antes darle una orden. —Quiero los libros contables de los últimos 3 meses, ahora.

—Bien, te los enviare al correo.

—No. Los quiero en físico, los libros. —asevero con burla. Estaba castigándola.

— ¿Que? —Casi grito, rodeando el escritorio, siguiendo a su odiado jefe. —Estamos en el décimo piso y tu pretendes que baje al primer piso y cargue hasta aquí tres meses de libros de cuentas?—Ella lo sabía, la está castigando por su altanería.

—Así es preciosa, y date prisa, la junta empieza en 52 minutos. —dijo caminando rumbo a su oficina a unos metros.

—Vete al infierno. —no lo grito, pero estuvo a punto.

El hombre se detuvo a escasos centímetros de la puerta de su oficina, se volteo de perfil para mirar a su irrespetuosa asistente.

—Riza, compórtate linda. Recuerda que no estamos solos. —dijo haciendo referencia al piso en el que trabajaban, era concurrido. —Ahora, ¿Puede hacer lo que le ordene, señorita Hawkeye?

Riza respiro profundamente, tratando de calmar sus instintos asesinos y no matarlo en ese instante.

—Sí, señor Roy. —respondió sonriendo con hipocresía. El mencionado le sonrió de vuelta, para luego encerrarse en su oficina.

Riza exhalo molesta el aire retenido. Estaba harta, cansada, frustrada, entre otras más emociones acumuladas.

—Algún día cometeré el crimen perfecto y te exterminare, Roy Mustang.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Suspiro pesadamente, dejando con nada de delicadeza los libros solicitados, sobre el escritorio.

—Tres meses de pesados libros contables. ¿Hay algo más que el señor desee?—dijo enmarcando la palabra "señor".

Roy solo sonrió de lado, le dirigió la mirada por primera vez desde que ella entro a la oficina.

—No que puedas hacer ahora. —respondió, mirándola de arriba a abajo.

—Bien, adiós. —dijo rápidamente para retirarse. Tomo la manecilla de la puerta para girarla, pero una mano detuvo su movimiento.

— ¿Qué quieres?—pregunto estresada.

—Preguntaste si deseaba algo más. —respondió mirándola intensamente.

—Sí, y dijiste que no. Ahora me voy.

—No. Yo dije que nada que tú puedas hacer. —la acorralo entre la puerta y él. —Pero hay algo que yo quiero hacerte. —la halo del brazo sin ser brusco, con rumbo al sillón.

Riza se estaba resistiendo. Roy, sin soltarla, ejerció un poco más de fuerza sin llegar a lastimarla.

—Suéltame. —su resistencia no servía de nada, claramente había mucha diferencia de fuerza. Ahogo un grito cuando Roy la arrojo sobre el sillón, y con él sobre ella.

—Vamos, Riza. Ya no te resistas. Tú me deseas tanto como yo a ti.

—Por supuesto que no. Ya suéltame, quiero irme, estoy molesta. —Riza la tenía agarrada de las muñecas sobre su cabeza.

— ¿Ah sí? ¿Y porque estas tan molesta?—pregunto curioso, mientras que con un movimiento de su rodilla hacia que las piernas de la rubia se abrieran para que estas lo rodearan.

—Tú me haces sentir molesta. —ya no sabía cómo impedir lo que, sabia, estaba por pasar.

—Entonces te hago sentir molesta. —dijo, para después besarla intensamente, siendo correspondido casi de inmediato. Roy se separó, mordiendo con delicadeza el labio inferior de Riza, para proseguir con sus besos por el cuello de esta. —Dime que otras cosas más te hago sentir.

—Me haces... rabiar todo... el tiempo. —Dijo sin poder evitar los suspiros que salían de su boca ligados con las palabras. —Me haces... trabajar de más. Me... haces odiarte.

Los besos se intensificaron con pequeños mordiscos de por medio. Lo que causo que Riza soltara algunos gemidos.

—Shh!—la silencio seductor, con un dedo sobre los labios de ella. —Recuerda que tengo una junta detrás de esa puerta. —dijo haciendo referencia a la puerta detrás de ellos, que conectaba la oficina con la sala de juntas. —Si nos escuchan podrían sospechar. Y no sé tú, pero no tengo ningún interés en tener público.

Riza entro en pánico. Había olvidado que la junta era justo detrás de ellos. Si los llegaban a escuchar o a encontrar en esa posición, sería la vergüenza total. Se movió inútilmente para deshacerse del agarre. Pero solo hizo que ciertas partes sensibles de ambos cuerpos se rosaran, lo que causo un gemido por parte de los dos.

—Te sugiero que no vuelvas a hacer eso, o ya no podre contenerme. —le advirtió para seguir con su labor de besar, lamer y morder el cuello de la rubia, bajando por este para llegar al disimulado escote del vestido.

—Roy... no podemos hacer esto... alguien puede entrar...—lograba decir con la respiración agitada.

Roy solo ignoro las palabras de Riza. Le libero las muñecas presas de sus manos, para ocuparse de atender las perfectas piernas de la rubia.

Aun teniendo las manos libres, no podía moverse. Su cuerpo no respondía a su conciencia, pero si correspondía a las caricias de Roy. Como lo odiaba por hacerla sentir de esa manera con solo tocarla. Cuando al fin pudo sentir que podía moverse, dirigió sus manos a la cabeza de Roy, acariciando su oscuro cabello.

Roy sonrió internamente. Riza se había rendido, y ahora la tenía bajo su merced. Siguió con su labor hasta llegar a uno de sus sitios favoritos en el cuerpo de la rubia. Sus pechos.

Con solo sus dientes abrió los botones del escote, dándole más acceso a su objetivo. Sonrió ladinamente.

—Veo que usas mi brasier favorito. —Comento delineando con un dedo las curvas de trozo de tela negra con encaje. —Me pregunto si el conjunto está completo. —dijo introduciendo más sus manos bajo el vestido, a su vez que este subía mostrando más cerca el final de las piernas de la rubia.

Riza respiraba con dificultad, evitando a toda costa mirarlo a los ojos. Ya tenía suficiente con haber cedido a sus caricias, como para caer en los hermosos ojos negros de su estúpido y sensual jefe.

Roy noto que le evitaba la mirada. Delicadamente le tomo el rostro para verla de frente. Tenía las mejillas rosadas, los labios entre abiertos y los ojos brillantes llenos de deseo. Era la visión más perfecta que había visto, toda ella era perfecta.

—Eres tan hermosa. —susurro, acariciando con el pulgar una sonrosada mejilla.

—Déjame ir. —dijo Riza, igualmente, en un susurro apenas audible.

Roy negó con la cabeza dándole un rápido pero intenso beso. Continuo donde se había quedado inicialmente. Con acostumbrada agilidad, abrió el brasier de encaje que se abrochaba al frente, y sin perder más tiempo hundió su rostro en los firmes senos de Riza, llevándose uno a la boca y estimulando el otro con una mano.

Riza ahogo un gemido con un jadeo apretando sus labios. Con una mano tiraba del cabello de Roy, y con la otra se sujetaba fuertemente del respaldo del sillón. Intentando inútilmente de callar sus gemidos, pero estos se escapaban como podían de entre sus labios.

Roy cambio de seno, haciendo el mismo procedimiento que al anterior. Jugaba con los pezones, lamiendo, mordiendo, chupando, apretando. Volviendo la respiración de Riza irregular, nuevamente, mientras se retorcía bajo su cuerpo.

Riza era la mujer más inquietantemente maravillosa que había encontrado. Ella siempre tiene algo nuevo que ninguna de las demás tiene. La primera vez que se dejaron llevar por sus instintos fue en esa misma oficina, a altas horas de la madrugada. Desde entonces sus encuentros sexuales pasaban de la oficina a la casa de alguno de los dos. Nunca se cansaría de tenerla a su merced. Nunca se aburriría de sus suspiros, jadeos y gemidos que salían de su dulce boca mientras repetía su nombre.

A Roy le encanta hacer enojar a Riza, pues, a su parecer, la hace más hermosa de lo que es. La rubia ha querido renunciar cuatro veces, pero él siempre se niega a dejarla escapar. Luego de probar ese exquisito cuerpo que tiene, cualquiera haría lo mismo que él.

—Roy...—soltó Riza en un gemido. Iba a volverla loca, ya estaba perdiendo la cordura, y ni siquiera iban a la mitad de lo que hacían frecuentemente.

El nombrado termino su misión arriba. Era hora de atacar el centro. Esto aún no acababa.

Le subió el vestido hasta la cintura. Sonrió al notar que la parte de abajo hacia juego con el brasier. Se acomodó mejor entre las piernas de su asistente, muriendo de ganas de enterrar su rostro en ese monte de venus que no importa cuántas veces pruebe, siempre será exquisito. Pero el sonido de su celular lo detiene. Soltando una maldición responde.

— ¿Qué pasa?—contesta con frustración, sabiendo de quien se trata.

Eso debería preguntar yo. ¿Dónde estás? Ya estoy en la sala de juntas, y los inversionistas están llegando. —respondió con molestia al otro lado de la línea.

— ¿Ya están aquí? Puedo oírlos. —dijo mirando la puerta que los conecta con la sala. Riza lo imito, sintiéndose asustada. Roy miro a Riza, y de nuevo a la puerta. Volvió a mirar a la rubia, regalándole una sonrisa pícara. —Estoy en la oficina, pero no entres. Estoy ocupado.

¿Que rayos haces, Roy?

— ¿En serio quieres saberlo, Edward?

Sabes que, en este momento soy tu abogado no tu mejor amigo, así que no gracias. —Roy soltó una risita por el comentario de su amigo. —De lo que sí estoy seguro es que, sea lo que sea que haces, estas con tu asistente.

—Que comes que adivinas. —Riza intento levantarse, pero se lo impidió en el acto.

Bueno como sea, deja a esa pobre chica en paz y ven aquí ahora.

—Estoy cobrando un castigo.

Riza lo miro confundida. ¿Castigo? ¿La está castigando? ¿Pero que había hecho mal? Aparte de todos los días, claro.

Termina ya, y cuidado con lo que haces o te escucharemos aquí.

—Empieza sin mí, cubre me 15 minutos, y estoy allá. —termino colgando la llamada.

Desde donde estaban se escuchaban voces como murmullos del otro lado de la puerta.

—Es mejor que nos vayamos. —comento Riza intentado levantarse, de nuevo. Por supuesto nuevamente fue detenida. —Roy...

—No iras a ningún lado señorita. Usted sigue castigada.

— ¿Pero que hice?

Roy no respondió. A cambio la levanto a horcadas sobre él, la acorralo contra la pared junto a la puerta, y la hizo ponerse de pie.

—No te muevas.

Se arrodillo a la altura del monte de venus de la rubia. Continuaría con lo que estaba por hacer antes de que lo interrumpieran. Le haría sexo oral, arriesgándose a ser escuchados. Después de todo era un castigo, para ella.

Riza entendió lo que pretendía cuando comenzó a bajarle las bragas tipo tanga que traía.

— ¡No!—trato de detenerlo, pero fue inútil. Este le quito las bragas, las guardo en su bolsillo, y la miro desde abajo.

—Serás castigada por hablar con otro hombre a mi espalda. —dijo con serenidad. Paso una de las esbeltas piernas sobre su hombro, mientras la otra ayudaba al soporte.

— ¿Que? Eso es lo que crees...—soltó un gemido ahogado sin querer. Se tapó la boca con una mano, mientras que con la otra se sostenía del hombro de Roy.

Roy continuaba con su labor de enloquecerla. Lamia, mordisqueaba y la penetraba con la lengua. Riza se retorcía en sus brazos. La mano con que se sostenía en su hombro, paso a revolver sus oscuros cabellos, empujándolo para que intensificara más el contacto.

Riza ya no estaba consciente de la situación. La excitación, el deseo y la lujuria, hacían mella en su cuerpo. Aun se escuchaban voces del otro lado de la puerta junto a ellos. La rubia con media conciencia intentaba que sus gemidos y gritos ahogados no fueran escuchados. Pero el riesgo a ser descubiertos y el placer en esa postura, era mil veces mejor que el peligro que estaban corriendo.

— ¡Ah!—se le escapo un gemido. Roy seguía inspirado entre sus piernas, sin indicios de querer parar hasta que ella alcanzara el orgasmo. Tenía que apresurar la situación.

Comenzó a mover las caderas levemente intensificando más el roce contra la boca de Roy. Este a su vez se impresiono por la acción de la rubia. Pero no dejo tiempo al asombro. Si Rize quería más intensidad, se la daría.

Con una de sus manos libres busco el clítoris de la muchacha, sabiendo que eso la enloquecería más.

Riza por poco suelta un grito pero, para su suerte, este murió en su garganta. El final estaba cerca.

Roy dirigió su mirada hacia arriba. Su asistente tenía los ojos cerrados, respiraba agitadamente por la boca, y de vez en cuando se mordía el labio inferior. Era la visión más excitante que podía desear. Toda ella le parecía excitante, desde la primera vez que vio ese escultural cuerpo que pedía a gritos ser poseído por él.

Continúo con su tarea, luego de un quejido de protesta de la rubia.

La respiración de Riza se volvió más rápida, el cuerpo le comenzó a temblar, se sujetó más fuerte de Roy, se tapó la boca con más fuerza, hasta que el tan esperado final llego.

El orgasmo fue tan intenso que, si no fuera por Roy, ya habría caído al suelo. Nunca había sentido tan débiles sus piernas. Trato de que su respiración se regulara. Sudaba como si hubiera corrido un maratón.

Roy terminaba de recoger los residuos líquidos de Riza, sujetándola por las caderas para que no se desmayara. Le acomodo el vestido, se puso a su altura sin soltarla y la beso intensamente. La tomo en sus brazos de forma nupcial, sentándola en el sillón. Sonrió complacido por su trabajo realizado.

—Fue un gran riesgo lo que hicimos hoy. —le acaricio la mejilla suavemente, agachado frente a ella. —No vuelvas a portarte mal si no quieres que se repita.

Riza rodo los ojos y suspiro.

—No era un hombre. —susurro, sin mirarlo a los ojos. Roy la observo con interés. —Era mi mejor amiga, con la que hablaba esta mañana.

— ¿Ah sí? ¿Y de que hablabas?—pregunto más interesado.

—De mi renuncia. Por quinta vez. —dijo esta vez viéndolo a los ojos.

Roy la miro fijamente y soltó un suspiro.

— ¿Porque quieres renunciar, Riza?

—Estoy cansada de ser la amante de un libertino como tú. —soltó sin remordimiento. Era ahora o nunca.

Roy sonrió saltando una pequeña risa, y suspiro de alivio. Lo que a Riza le pareció extraño, hasta confuso.

—Creí que querías irte para dejarme por otro hombre.

— ¿Dejarte? Ni siquiera somos algo. —dijo indignada.

—Te equivocas preciosa, si somos algo. —refuto con una sonrisa.

—Si porque ya lo dije. Soy tu amante.

—Ahí, hermosa Riza, es donde te equivocas. Tú no eres mi amante. —dijo levantándose, arreglando su traje y su cabello.

Riza se paralizo. Si antes se sentía como una cualquiera por una amante, ahora se sentía poca cosa por ser menos que eso. Y escucharlo por él, era mucho peor.

Roy noto el semblante de la muchacha, imaginando lo que pasaba por su mente. Se apresuró y le robo un beso.

—Tú eres mi novia. Que te quede claro. —Dijo volviendo a besarla. —Mi novia.

—C-Cuando... ¿Qué?—dijo en su intento de preguntar, pero la conmoción fue más fuerte.

—Desde la primera vez que dormimos juntos. Ya me voy. —contesto dándole un beso en los labios y luego otro en la frente. Camino con dirección a la puerta de la sala de juntas, pero antes se detuvo y volteo a ver a su asistente. —Por cierto... Me quedare con esto hasta que termine la reunión.

Riza se giró para ver de qué se trataba. Mejor es que no lo hubiera hecho. Roy se refería a sus bragas, que sostenía en su mano en ese instante. Había olvidado por completa la falta de estas. Estaba por insultarlo y lanzarse a quitarle la prenda. Pero su jefe fue más rápido, guardando la prenda en su bolsillo y se retirándose, dejándola con la palabra en la boca.

Soltó un quejido molesto y frustrado, golpeando el suelo con su tacón.

Ya arreglaría ese problemita y terminaría de aclarar las cosas. Pero definitivamente...

— ¡Quiero matar a mi jefe!