Nota de la autora: Hola, ¿me extrañaron? Como pueden ver, esta es la segunda parte de mi historia recién terminada Pide un Deseo. Si aún no has leído Pide un Deseo, realmente sugiero que lo hagas. De lo contrario esta historia podría no tener mucho sentido. Pero en realidad no puedo obligarte a hacer algo, así que si por cualquier razón no deseas leer mi historia completa, pues... diviértete :D
Nota de la traductora: Bueno, ya he vuelto. He terminado todos los proyectos que tenía pendiente y al fin pude empezar con la traducción de la segunda parte de la historia. Como siempre quisiera aclarar que esta historia es solo una traducción del fic Aftershocks, escrito por aria710.
Réplicas: Movimientos sísmicos que ocurren después de un terremoto.
Parte II
Capítulo 1
Doce años después
No podía creerlo. Iba a llegar tarde. Demasiado tarde. Lo último que ella necesitaba en ese momento era escuchar los sermones del Maestro Roshi o de Krilin sobre cómo administrar mejor su tiempo. Bulma agarró su bolso, deteniéndose frente al espejo de la puerta principal para inspeccionar su apariencia. Habían pasado años desde la última vez que había visto a sus amigos, pero ella no había cambiado demasiado. Su cabello estaba más corto, mucho más práctico para trabajar en los laboratorios de la Corporación Cápsula. Llevaba ropa más holgada, pero eso era más para protegerse de las inapropiadas miradas de Roshi. "Tal vez piense que soy demasiado vieja ahora, y me deje en paz." Aquel pensamiento le produjo una desconocida combinación de miedo y alivio. Bulma no parecía de 28 años. Al menos, eso opinaba ella. Claro, su estilo había madurado mucho, dejando atrás los enormes lazos y los vestidos cortos, pero ella no tenía arrugas ni marcas de edad. Lo cual era una bendición tomando en cuenta su trabajo.
Si había pensado que viajar con Goku y los demás había sido estresante, fue porque no tenía idea de lo que sería trabajar junto a viejos charlatanes todo el día. A la mitad de ellos le importaba un bledo su opinión, a pesar de ser la vicepresidenta de una de las compañías más ricas del mundo, y la otra mitad hacía a Roshi lucir como un monje recién ordenado. Las reuniones de junta eran un gran desafío para su naturaleza verbal y agresiva. Pero si ella tuviera opción, preferiría mil veces quedarse encerrada en su laboratorio, trabajando en alguna invención inútil hasta que sus ojos ardieran por el agotamiento.
Pero, ¿a quién quería engañar?
Si ella realmente, realmente, tuviera opción a elegir, estaría viajando por el mundo de nuevo. Aire fresco. Nuevos desafíos. Parecía no haber límites, cuando había estado junto a sus amigos en su tan aclamada juventud. Su vida había caído en picada después del último Torneo de las Artes Marciales. Goku se había casado con esa chica, mientras que el resto de sus amigos habían regresado a sus respectivos entrenamientos. Bueno, todos excepto Yamcha, si es que él contaba como amigo. La mujer apretó los dientes inconscientemente, pensando en él. "Qué imbécil. ¡Cómo fue capaz!"
Bulma estaba contenta de haber podido dejar un mensaje en su máquina contestadora, diciéndole que si se le ocurría aparecer en la reunión de hoy, ella no descansaría hasta verlo castrado. Ellos habían sido sus amigos primero. Y de ninguna manera los compartiría con un bastardo infiel y mentiroso.
Habían estado saliendo desde hace diez años. Diez años. Ahora que lo pensaba, eso era más de lo que duraban muchos matrimonios. Había sido algo tonto al principio, tratar de integrar a un bandido del desierto a la vida cotidiana de un habitante de la Capital del Oeste. Bulma y su familia se habían reído mucho cuando Yamcha conoció a los dinosaurios que su madre tenía como mascotas, o cuando fue introducido por primera vez a las películas de cine. Esa había sido su primera cita verdadera, el chico ruborizado, sosteniendo su mano, mientras ordenaban una gran porción de palomitas, sentados uno junto al otro e intercambiando miradas durante las escenas más románticas. La chica estaba feliz de que él finalmente se relaje un poco a su alrededor. No quería que su novio tuviera un ataque de asma cada vez que ella lo tocara. Y no fue así. Yamcha había superado muy bien sus temores. El una vez tímido y torpe ladrón del desierto, pronto se había convertido en un galán de ensueño. Comenzó a traerle rosas y chocolates, como cualquier novio normal. La llevaba a buenos restaurantes, le compraba osos de peluche que cantaban cursis canciones de amor, y nunca olvidaba su cumpleaños. Era prácticamente perfecto. Hasta que lo jodió todo.
La chica pensó que debió verlo venir. Las citas canceladas, las pobres excusas, aquel perfume barato que lo hacía oler como una atolondrada adolescente. Pero no sucedió hasta que fue a su apartamento sin avisar, el denso olor a sudor y humedad golpeándola en la cara tan pronto como entró en la habitación, que todo comenzó a cobrar sentido.
Sobre su cama, un par de bragas color rosa habían sido dejadas muy descuidadamente. Tan a simple vista, mirándola a la cara como para decirle: "Mira, Bulma. ¡Los novios perfectos también pueden ser mentiros hijos de puta!" Ella lo confrontó sin piedad, llamándolo "bastardo", "imbécil", "traidor". Él lo tomó todo sin decir una palabra, aunque primero trató de convencerla de que la ropa interior pertenecía a ella. "Como si yo compraría esa basura barata." Y después, intentó excusarse diciendo que había sido sólo una aventura.
A ella le importaba un comino. Aventura o no, habían terminado.
Había lastimado un poco su orgullo el hecho de que él necesitara recurrir a alguien más. ¿Acaso no estaba satisfecho con ella? La chica rió. Si ese era el caso, el sentimiento había sido mutuo. Ellos nunca tuvieron una relación estable, pero después de diez años, la monótona repetición se volvió un tema conocido y seguro.
Ella trató de calmarse, al ver la pequeña isla entrar en su campo de visión. Todos estaban afuera, obviamente esperándola. Ella no había tenido intención de llegar tarde. Bulma sólo había querido tomar una breve siesta antes de su pequeña reunión. Eso era todo. No había tenido ninguna intención de tener ese sueño de nuevo. Probablemente había sido culpa de Yamcha. Eso tendría sentido. Esos sueños solían ser más frecuentes en su adolescencia, cuando apenas había vuelto de Karbos. Pero eso fue hace más de una década.
El principio era siempre el mismo, no cambiaba nada, siempre la misma escena. Estaba oscuro. No se distinguía nada más que frío metal y pequeños paneles de vidrio, mostrando la cruel frontera del espacio, un vasto cuadro vacío y oscuro extendiéndose tan lejos como era posible ver, incluso desde los ojos de un Saiyajin. Él miraba a través de la ventana, con los brazos cruzados, la barbilla alzada, luciendo tan arrogante como ella recordaba. Luego se escuchaban pasos. Uno. Dos. Tres. El Príncipe Saiyajin se daba vuelta, mirando con el ceño fruncido a la nueva figura junto a él, para luego seguirla a través del pasillo.
Sus siluetas se deslizaban suavemente por el corredor, mientras la capa del hombre de piel azul ondeaba rítmicamente ante el paso rápido. Se detuvieron ante una gran puerta de metal, el lagarto azul tocaba ligeramente el hombro del Saiyajin, ganándose un gruñido por parte de éste.
-Es lo que mereces –decía él, mientras la puerta se abría lentamente, revelando nada más que una habitación oscura.
El Príncipe Saiyajin continuaba solo. De inmediato se puso de rodillas, su mano derecha pegada a su pecho mientras su cabeza se inclinaba hacia abajo. La chica odiaba verlo de esa manera.
-Mi señor –decía él, desde esa posición.
La otra voz replicó, esa voz enfermiza y casi afeminada que hacía eco en su cerebro en las noches más frías. Era en esas noches cuando se acurrucaba más cerca de Yamcha, disfrutando del calor que irradiaba su cuerpo. Los músculos de su brazo respondían instintivamente a los escalofríos de su cuerpo, abrazándola entre sueños con simulada protección. Pero Yamcha no había estado allí cuando ella tomó su siesta, y no había nada esta vez que la despertara de la pesadilla.
-Has sido un chico malo, Vegeta.
Ella sintió sus piel erizarse, como si los largos dedos blancos del monstruo se deslizaran desagradablemente a través de su brazo. El Príncipe Saiyajin no levantó la vista, pero empujó su barbilla más cerca de su pecho. Fue entonces cuando se dio cuenta que ella estaba de pie junto a la puerta, sin poder hablar o respirar, completamente inmóvil. La chica se quedó allí, congelada mientras el monstruo continuaba hablando.
-¿Pensaste que no habría ninguna repercusión?
-Yo… no sé de qué está hablando, mi señor –su sumisión la disgustaba. Ella quiso moverse, pero era como si sus pies estuvieran pegados al suelo-. ¿Qué fue lo que hice para…
-¡Estúpido mono asqueroso! ¡Debiste volar en pedazos con el resto de tu repugnante planeta! ¿Cómo te atreviste siquiera a pensar en rebelarte contra mí? ¡Usando a esa inútil muchacha como espía! ¡Ja! –su risa reverberó a través del cuarto, y Vegeta se encogió notablemente-. ¿Pensaste que te dejaría tenerla? ¿De verdad pensaste que ella permanecería a tu lado por su propia cuenta? Eres un tonto-. El monstruo entró al fin en su campo de visión, ya no estaba sobre ese artilugio flotante, sino de pie sobre sus cortas pero musculosas patas. Su cola se sacudió en el aire, golpeando a Vegeta directamente en la mejilla y lanzándolo hacia el suelo-. Todo el mundo está bajo mi control. Recuerda eso.
Vegeta se levantó sobre sus manos. Ella frunció el ceño, al ver los moretones formándose en su rostro y la sangre caer de su boca. Él aún era muy joven, no había envejecido ni un día desde la última vez en que lo vio. Su cabello negro lucía desaliñado, sucio, y ella observó el vacío en su mirada.
-Señor Freezer…
-Guarda silencio. La chica me habló de tu traición. No eres más que un sucio Saiyajin, Vegeta. Y por eso mereces ser castigado.
-¡No! –exclamó ella, pero nadie la oía. La chica gritó hasta quedarse sin voz, pero ninguno de ellos siquiera volteó en su dirección-. ¡Déjalo en paz! –sus puños se cerraron con tal fuerza que sus uñas rasparon contra su palma, otorgándole el húmedo premio de su propia sangre.
Freezer golpeó su cola contra el Saiyajin de nuevo, arrastrándolo por el piso. Sus blancas y frías manos agarraron violentamente la cola de Vegeta, haciendo al príncipe lanzar un grito desgarrador. El bramido hizo eco por toda la habitación, imprimiéndose permanentemente en la mente de Bulma.
-¡Detente!
El rostro de Vegeta estaba sangriento y morado. Freezer lo pateó brutalmente en el mentón y luego lo agarró por el cuello, lanzándolo contra la pared metálica.
-Me das asco. Tú y toda tu patética raza. ¿Qué orgullo podrían tener un montón de monos? ¿Cómo es que eres un príncipe? ¿Acaso eres el único lo suficientemente decente como para no rascarse el trasero en público? –Preguntó él, riendo cruelmente, para luego volver a golpear el cuerpo roto del chico contra la pared-. Una criatura tan patética no merece el título de príncipe.
Con eso, dejó caer el cuerpo abatido al suelo, encendiendo una ráfaga de Ki y arrojándola en todo el pecho del Saiyajin. Vegeta tosió sangre escarlata, y su cabeza lucía prácticamente sin vida. Ni siquiera tuvo energía para limpiar la mancha de sus labios.
-¡Vegeta! –Gritó la chica. Freezer se había ido para entonces. Ella era la única allí, sólo su voz y el suave flujo de la sangre sonando en la vacía habitación-. ¡Vegeta! –Se arrodilló en el charco húmedo, mojando su bata de laboratorio. Esta parte del sueño era diferente. Ella llevaba el brazalete de oro que Yamcha le había comprado en su quinto aniversario. Era una mujer adulta ahora, con el cabello corto, las gafas y cigarrillos guardados en los bolsillos de sus pantalones-. Vegeta… -las lágrimas corrieron por sus ojos, nublando su visión, hasta que ella las secó rápidamente. Sus manos recorrieron el rostro del joven, limpiando la sangre, pero sintió todo su cuerpo debilitarse. Ella apoyó su cabeza en su pecho, la sangre fresca manchando su cabello azul. Sus lágrimas saladas quemaron su piel seca, y la chica envolvió sus brazos alrededor del Saiyajin-. Vegeta, despierta.
Pero sus ojos estaban abiertos, completamente negros y sin brillo. Ella se sorprendió al sentir la fuerza aún en sus manos, cuando él la agarró y la miró a los ojos con vehemencia.
-Tú hiciste esto –dijo él. Su dolor pareció desbordarse y llegar hasta ella-. Yo confié en ti.
-¿Bulma?
Ella se había desconectado por completo del mundo real. Le tomó un segundo darse cuenta de que había aterrizado en Kame House, su avión estaba a su lado, mientras Krilin y el Maestro Roshi la miraban sorprendidos.
-¡Oh, hola chicos! –Ella echó un vistazo a su alrededor y luego miró su reloj-. ¿En dónde está Goku? ¿Y por qué están todos afuera? ¿Tan desesperados por verme?
Krilin sacudió la cabeza.
-No te esperábamos a ti. Goku tuvo que irse con Piccolo.
"¿Qué?" Eso debía ser lo más extraño que había oído en su vida. Claro, tal vez Goku debía ir con Piccolo para luchar con él, o para evitar que intente conquistar al mundo, pero Goku nunca, nunca se juntaría con Piccolo por cualquier otra razón.
-¿Pasa algo malo?
Krilin tragó saliva, sin saber por dónde empezar.
-Un tipo vino… Tomó al hijo de Goku y voló lejos, diciendo algo acerca de que Goku provenía de otro planeta.
Su corazón se detuvo. Nunca tuvo intención de hablar a Goku sobre su verdadera raza. Eso hubiera sido demasiado confuso e inverisímil. Y por supuesto, esa conversación vendría acompañada con diversas preguntas sobre cómo obtuvo esa información. Lo cual daría lugar a preguntas sobre Vegeta, algo que ella nunca estaría preparada para responder. Había demasiado en esa frase para digerir. Bulma trató de estabilizar sus rodillas, tragando saliva antes de hacer la pregunta en la que estaba menos interesada.
-¿Goku tiene un hijo?
-Sí, quería sorprendernos con el niño –dijo Roshi, negando con la cabeza-. El pobre muchacho fue secuestrado por un tipo afirmando ser su propio tío. Qué desafortunada situación. Como sea, ¿trajiste mis trufas, Bulma?
Si la chica hubiera estado bebiendo se habría ahogado en ese instante.
-¿Su tío? –Ella se dio vuelta de inmediato, confundiendo a todos a su alrededor. "¿Raditz? ¿Es Raditz? ¿Qué está sucediendo?" Ella ya tenía una pierna sobre su avión cuando Krilin protestó.
-¡Bulma! ¿Qué crees que haces?
-¡Métete en tus asuntos!
Krilin negó con la cabeza, siguiéndola hasta el avión.
-Si vas a ir a ver a Goku y Piccolo, yo iré contigo.
-¡Entonces vuela junto a mí! No tengo suficiente espacio aquí –dijo ella, apretando los diversos controles del avión y abrochándose el cinturón. Sus manos tomaron luego una pequeña caja rosada-. ¡Y aquí están tus estúpidas trufas! –la chica lanzó la caja hacia al Maestro Roshi, antes de despegar con Krilin siguiéndola de cerca.
Su mente era un desastre, pensamientos corriendo y chocando entre sí, experiencias pasadas que deseaba olvidar de repente emergían al presente. "Raditz…" ¿Qué estaba haciendo aquí? Ella no suponía que se trataba simplemente de un reencuentro entre hermanos, no si Piccolo tuvo que involucrarse. Además, al parecer secuestró a su propio sobrino. "Esos si son problemas familiares." Bulma no pudo evitar preguntarse si otro Saiyajin lo había acompañado aquí.
-¡Krilin! –Gritó ella desde el avión-. ¿Puedes sentirlos?
El chico calvo asintió y voló delante de ella, llevándola más lejos a través del mar hasta que encontraron tierra firme. Krilin se movió hacia un lado y se detuvo repentinamente cuando llegaron a un enorme campo junto a una cordillera montañosa. Bulma sobrevoló el lugar y examinó el paisaje, en donde logró distinguir tres figuras.
-Están ahí abajo, ¿verdad?
Krilin asintió levemente.
-Goku no quería que luchara, ya que las esferas del dragón no pueden revivirme de nuevo. Pero este tipo, Bulma… es increíble. Con una sola patada me mandó a través de ambas paredes de Kame House.
"¿Raditz se volvió más fuerte?" Recordó a Vegeta decir que el tipo era patético, pero ella no quería pensar que sus amigos eran tan débiles. La chica manejó el avión hasta el suelo, interrumpiendo a los tres luchadores. Krilin aterrizó justo delante de ella, con los brazos estirados.
-Bulma, ¿estás loca? ¡No eres rival para él! No permitas que te maten. Créeme, es una mierda.
-Krilin… -ella apenas oía lo que decía. La escena frente a ella era demasiado irreal. Allí estaba Goku, sin verse más viejo que la última vez en que lo había visto, en su traje Gi anaranjado junto a Piccolo. De todas las personas que podría haber elegido como aliado, esta era la que ella menos esperaba. Pero eso no era todo. El villano al que se enfrentaban era un rostro olvidado, una persona de un mundo completamente diferente-. Oh, Kami, es Raditz.
Era mayor ahora, como era de esperarse, su rebelde cabello negro lucía aún más desaliñado de lo que era hace una década, si es que eso era posible. El verde rastreador enmarcaba uno de sus ojos, y los recuerdos de Bulma regresaron en un destello fluido. Ella había estado entusiasmada la última vez que lo había visto. El chico había oído hablar de su planeta y conocía a Goku.
-¡Quédate atrás! –Gritó Goku cuando la vio acercarse. Pero Bulma no estaba escuchando. Sus recuerdos eran frenéticos. La armadura en punta, el cabello oscuro, los rastreadores… todo le recordaba su deseo, le recordaba a Vegeta-. ¡Bulma! ¿Qué crees que estás haciendo?
Raditz alzó una ceja cuando Bulma se acercó a él, sin una pizca de miedo. Sus palmas comenzaron a sudar ante la falta de reconocimiento en el rostro de Raditz. Él se la quedó mirando, estupefacto ante sus acciones.
-Goku… yo puedo manejar esto.
El Saiyajin frente a ella presionó un botón en su rastreador.
-Hum. Tu poder de pelea es de sólo 2 unidades. No durarías diez segundos contra mí.
¿Sigue siendo 2? ¿Es en serio? Pero este no era el momento adecuado para quejarse o pensar en ir al gimnasio más a menudo. La chica puso las manos en sus caderas, mirando a Raditz ferozmente.
-No pelearé contigo, Raditz –Bulma tragó saliva, sintiendo a Goku justo detrás de ella. Su viejo amigo la agarró de la muñeca, tratando de hacerla retroceder tras él, pero ella se mantuvo firme-. No quieres matar a tu propio hermano, ¿verdad?
El Saiyajin rió.
-Él ya no es mi hermano. ¡Ustedes terrícolas le lavaron el cerebro y le hicieron pensar que era un patético humano! ¡Incluso le cortaron la cola! –Raditz estaba furioso-. Lo menos que puedo hacer es tomar a mi sobrino para criarlo como un apropiado Saiyajin.
-Bulma, vete. Ahora.
Era raro escuchar un tono tan serio en la voz de Goku. Él la agarraba fuertemente ahora, casi rompiéndole la muñeca, pero Bulma se negó a retroceder. Raditz no la había reconocido, lo que era natural ya que no se habían visto en muchos años. Ella necesitaba estimular su memoria.
-¿Vas a llevarlo con Vegeta?
Con eso fue suficiente.
Raditz apareció justo frente a ella, sin tocarla, pero mirándola de cerca, con pura confusión plasmada en su rostro.
-… No puede ser…
Goku soltó su muñeca y se rascó la cabeza ante el repentino cambio de tensión.
-Bulma, ¿de qué estás hablando?
Ella levantó un dedo hacia Raditz.
-Espérame un segundo, ¿de acuerdo? –el aturdido Saiyajin asintió vagamente, y Bulma suspiró antes de continuar-. Mira, Goku, yo… ya sabía sobre ti. Sobre el hecho de que eres un Saiyajin.
Su amigo inhaló con fuerza.
-¿Qué?
-Yo… me encontré con algunas personas hace doce años, ¿lo recuerdas? ¿Cuándo pedí aquel deseo? –Ella suspiró cuando Goku solo la miró perplejo-. Conocí a Raditz en otro planeta… Sé que suena ridículo, pero…
Sus palabras se detuvieron en seco cuando un destello brillante calentó el aire y chocó contra algo suave. Hubo un profundo grito de insoportable dolor, y tanto ella como Goku miraron a su derecha, solo para ver la sangre púrpura de Piccolo derramada sobre todo el campo de hierba. Sus ojos se tornaron blancos, luciendo fríos y sin vida en su cuerpo inmóvil.
-Piccolo… -la voz de Goku era suave, como si le estuviera hablando a un compañero caído. El joven Saiyajin se volteó bruscamente hacia su hermano-. ¡Bastardo!
-¡Goku, no! –La chica se aferró a su brazo, dejando que sus ojos oscuros se posaran sobre ella con ira y sorpresa-. No lo hagas. No podemos darnos el lujo de perderte también.
-El Namekuseijin estaba tratando de salvar a tu hijo, Kakarotto. No podía dejar que suceda eso –Raditz sonrió con gravedad y luego volvió su atención hacia Bulma-. Tú, muchacha… ¿Cómo lograste escapar de Karbos? –El hombre gruñó con disgusto-. Zarbon tomó como pasatiempo patear mi trasero durante 5 años, por haber fallado esa misión. Aunque, supongo que debería darte las gracias.
-¿Eh?
La mirada de Raditz de separó de ella y se posó en Goku.
-Los Saiyajin se hacen más fuertes después de recuperarse de una experiencia cercana a la muerte. Tal vez debería hacerte un favor, hermano –en un instante, el puño de Raditz colisionó contra el abdomen de Goku. El peleador se agachó en tortuoso dolor, y su hermano tomó ventaja, lanzando su musculosa pierna hacia la espalda de Goku y enviándolo a volar contra un acantilado cercano.
-¡Idiota! –Bulma fue hacia él, la ira cegando su inteligencia racional. Levantó la mano para golpear al Saiyajin, pero Raditz simplemente la agarró, sosteniendo su brazo con brusquedad.
-¿Cómo escapaste de Karbos?
El miedo se extendió por todo su cuerpo. Sus ojos azules fueron desde el cadáver de Piccolo, al cuerpo inconsciente de Goku, y luego hasta la nave de Raditz, en donde un pequeño niño se encontraba sentado y llorando con terror.
-Yo… las esferas del dragón.
-¿Qué cosa?
-Ellas… conceden deseos… Goku las usó para traerme de vuelta.
El Saiyajin la observó, tratando de ver si lo estaba engañando, pero la sinceridad en los ojos de la chica sólo lo hizo confundir más.
-¿Pueden conceder cualquier deseo?
-Bueno, podían –respondió la chica. Ya no había ninguna razón para seguir ocultando las esferas, no con Piccolo muerto-. ¡Pero ahora que asesinaste a Piccolo, se han ido! ¡Así que buen trabajo! ¡Pudiste haber deseado lo que fuera, pero tenías que matarlo, eh!
Raditz ignoró su arrebato, presionando un botón en su rastreador.
-Vegeta, ¿escuchaste eso?
Bulma se congeló al instante. "¿Qué?"
Hubo un suave gruñido desde el rastreador, y Raditz asintió.
-Sí, parece que los Namekuseijins poseen estos dispositivos que cumplen cualquier deseo… ¡No! ¡No! No lo estoy inventando. Mira, esa chica… ¿qué chica?... Esa chica que tenías, la terrícola… Sólo tomará una año, por favor… -Raditz se quedó en silencio, asintiendo con la cabeza mientras escuchaba las bajas respuesta desde el rastreador.
Bulma se mordió el labio. "Vegeta… ¿Esto es real?" Se mordió el labio con más fuerza, sacándose sangre. Sí, esto no era ningún sueño.
-Mira, muchacha –Raditz habló rápidamente-. Me llevaré a mi sobrino para entrenarlo, y si mi hermano y tú quieren verlo de nuevo, tendrán que ir a Namekusei en un año y ayudarnos a localizar esas esferas.
"¿Namekusei?"
-Pero, ¿cómo se supone que voy a llegar hasta allí?
Raditz se encogió de hombros.
-El Príncipe Vegeta dice que si de verdad eres Bulma entonces encontrarás una manera. Se supone que eras una especie de genio, ¿cierto?
Ella sonrió por dentro. Eso era algo que él diría. Bulma empujó esos pensamientos fuera de su mente, mirando al pequeño niño en la cápsula espacial.
-Si le haces daño…
-Es por su propio bien, muchacha. Será un gran peleador.
Bulma sacudió la cabeza.
-No dejes que Freezer lo toque… Por favor, Raditz.
-Soy su tío –respondió el Saiyajin, comenzando su vuelo de regreso a la nave, pero luego se detuvo, disminuyendo su Ki y mirando a Bulma extrañado-. Deberías sentirte afortunada de que mi príncipe me haya ordenado dejar tu planeta intacto. Pero espero que la próxima vez que nos encontremos, mi hermano no sea tan débil –hizo una pausa nuevamente-. El Namekuseijin tenía que morir, espero que lo entiendas.
En realidad, a ella no le importaba Piccolo. Claro, era horrible tomar la vida de otro, pero con el poder que tenía Raditz ahora, ella estaba agradecida que todo el campo no estuviera ardiendo a sus pies. Piccolo no era un buen tipo, y se había interpuesto en el camino del Saiyajin. Una parte de ella estaba feliz. El tipo probablemente había estado entrenando estos últimos años sólo para matar a Goku, y ahora no tendrá oportunidad de hacerlo. Pero sabía que su muerte significaba la desaparición de las esferas del dragón, y eso era un pensamiento aterrador. "Al menos, que ese lugar llamado Namekusei tenga esferas también." Ella siempre supuso que Piccolo era un extraterrestre. Su piel era verde, después de todo. "Tal vez Namekusei sea su planeta de origen. Tal vez la gente de allí tenga sus propias esferas del dragón." Eso explicaría por qué lo eligieron como lugar de reunión.
-Estos Saiyajin… -su voz se perdió, un solo pensamiento abrumando su mente-. Vegeta…
Raditz sonrió levemente y se volteó de regreso a su nave espacial. Él estaba lejos, pero Bulma notó el rápido movimiento de su mano. Había dejado inconsciente a su sobrino para luego entrar en el vehículo, marchándose como si nunca hubiera estado allí.
Bulma corrió rápidamente hacia Goku. Estaba sangrando y parecía tener rotas las piernas. Tenía diversas contusiones en su cuerpo, y Bulma se sacó su chaqueta blanca de inmediato, envolviéndola alrededor de una de las peores heridas en su hombro. Krilin estaba allí junto a él, sosteniendo la cabeza de su mejor amigo en su regazo. El chico miró hacia Bulma, completamente confundido.
-Te importaría decirme qué demonios acaba de pasar allí. ¿Por qué le permitiste llevarse a Gohan? ¿Por qué harías un trato con él?
Ella no sabía que decir. Goku estaría furioso con ella cuando despierte, y ella solo podía imaginarse cómo reaccionaría Milk; su pequeño hijo había sido secuestrado por un familiar psicópata. Pero esa parecía la única opción que había tenido. "Namekusei, en un año…" Aquella idea predominaba en su mente, empujando atrás todo los problemas cotidianos, y haciéndose cargo de cada pulgada de su memoria. Su sueño había sido sólo una pesadilla después de todo. Él no estaba derrotado, o muerto, o tendido sobre un charco de su propia sangre.
-Está vivo…