La lucha.

Una guerra de miradas, con bombardeos silenciosos y tanques lanzando misiles en forma de chispas, aquellas que brotaban entre ambas miradas. Desde el pórtico el muchacho de mirada rojiza estaba casi blanco por el susto de ver a una gran masa de músculos y cabellos largos apretujar a su compañero de casa.

—¿¡Qué rayos hace Kagamichin aquí!?

Ellos se observaron. Himuro enmudeció, pálido y aterrado por lo que podría llegar a venir. En cambio, los otros dos hombres estaban coléricos, enojados y a unos segundos de escupir fuego. Entonces, el más ágil se movió hacia delante.

Kaiga recorrió los metros que los separaban de su hermano, sujeto su brazo con fuerza y empujo al gran hombre que lo aprisionaba. Entre tropezones y zancadas torpes, empujo a su hermano dentro de la casa y cerró la puerta, uso su propio peso para taparla.

Los golpes fuertes resonaban desde la calle, el sonido de la madera apunto de ceder los presionaba hasta el punto de sentirse pequeños, la mirada del chico mas pálido se llenaba de lágrimas. Su mente se llenó de recuerdos tormentosos, incluso la del moreno volvía a un pasado tormentoso.

Un grito de un vecino adormilado fue la causa de la tranquilidad, eso y el sonido de una patrulla de seguridad vecinal. Unos gritos y luego silencio, unos toques suaves en la madera hicieron que los hermanos voltearan incrédulos.

Taiga abrió la puerta, con el corazón en la garganta.

—¿Disculpe? ¿Qué fue eso?

Taiga observo los ojos de su vecino, un hombre de cabellos azules— Un problema con un... reencuentro.

Su interlocutor bostezo— Miren, no es de mi incumbencia, pero... molestan.

Himuro seguía en el suelo, con la respiración agitada y su mirada perdida en las memorias. El hombre somnoliento lo observo con pena, lastima e incluso con asco.

Se rasco la nuca y observando hacia otro lado susurro— Soy policía, si llegase a pasar de nuevo... podría ayudarlos. —Saco una tarjeta de su pantalón pijama— Siempre traigo una, úsala ¿sí? —Intento enderezarla y quitarle un poco las arrugas, estiro su mano y se la ofreció— Odio no poder dormir por la noche.

Taiga la acepto y se despidió del vecino, dejo la tarjeta sobre la mesa junto a las llaves. Abrazo a su hermano que aun permanecía en el suelo, quería gritarle y al mismo tiempo darle contención. Sabía que esa demostración de violencia por parte del mayor era una demostración de algo que, muy por dentro sabían perfectamente.

—Atsushi no ha cambiado, Himuro.

El de cabellos negros susurro— Pensé que había cambiado... todo parecía demostrarlo... él...

—No, la gente así nunca cambia.

Entre sollozos quiso aceptar eso, pero aun no podía hacerlo. Quería verlo, quería terminar el circulo, gritarle o abrazarlo, o ambas. Himuro no sabía qué hacer, solo abrazar a su hermano.

Su celular sonó.

Un mensaje había llegado a él, un simple "Necesitamos hablar" de alguien que estaba escoltado por dos policías en otro lugar no muy lejano de su hogar.