Hola =) Les presento mi nueva historia: Un Dramione que tenía en el congelador desde hace años. Vuelvo a mis inicios con este fic y eso me emociona. Espero que les guste y me dejen sus comentarios, estaré encantada de leerlos.
Es una historia más que tengo on going pero me las arreglaré. Lo prometo.
Este fic va dedicado a todas las Dramioneras de habla hispana que hay en el mundo =)
Besos.
Ldny
Disclaimer: Todos los personajes pertenecen a su majestad Rowling, yo sólo me divierto un poco con ellos.
I - EL NÚMERO 12 DE GRIMMAULD PLACE
1
Odiaba tener que volver a ese lugar y aún más por las razones por las que lo estaba haciendo. Movió en su mano el vaso con whiskey de fuego y el hielo tintineó en contra del cristal. Se pasó un trago lento y, después de saborear la sensación de ardor en su garganta, suspiró con alivio al sentir que las lágrimas contenidas a la fuerza en sus ojos se secaban antes de escaparse y deslizarse por sus mejillas.
'Los Malfoy no lloran.' le había dicho su padre muchas veces cuando niño. 'Los Malfoy no se muestran débiles frente a nadie. Nuestro apellido está por encima de tales cosas como los sentimientos.'
Draco alzó la mirada y divisó a través de los ventanales el último de los pavos reales blancos en el jardín de la mansión, estaba caminando con su cola majestuosa escondida y apagada como si supiera lo que acababa de pasar. Sintió una punzada de dolor atravesar su pecho y apretó con tanta fuerza el vaso que llegó a pensar que lo quebraría dentro de su puño.
—Te estamos esperando—la voz de Theodore Nott lo sorprendió a sus espaldas y se giró para encararlo. Su amigo estaba vestido de negro cerrado, acorde a la ocasión. Lo esperaba junto a la puerta del salón de brazos cruzados y, aunque lo disimulaba bien, un atisbo de preocupación cruzaba su rostro—. ¿Esa es tu cuarta copa?
—Quinta—fue toda su respuesta antes de tomarse todo el whiskey restante de un solo golpe y estrellar el tarro vacío contra la pared opuesta. El sonido de cristales que se hacían añicos le acompañó mientras salía de la habitación para encaminarse hasta el patio trasero donde muy pocas personas estaban reunidas para acompañarlos a él y a su madre en el funeral de Lucius Malfoy.
El sol brillaba antipático sobre la nieve sucia que cubría por partes el sendero de grava que llevaba al panteón de su familia ubicado en lugar más alejado de su propiedad de Wiltshire. Narcissa estaba desconsolada y él se sentía como un completo inútil al no poder ayudarla, eso sin mencionar que el no haber estado cerca de su padre todos los días hacia el final de su vida le hacía sentir aún peor, si es que eso era posible. No eran la familia perfecta pero jamás dudó del amor que sus padres le tenían.
Había ingerido demasiado alcohol desde la noche anterior, en uno de sus tantos actos de egoísmo había decidido no estar sobrio durante esos momentos de dolor. Así, cuando despertara con resaca, todo habría pasado como si fuera un mal sueño.
Miró de reojo a su madre y pudo ver lágrimas corriendo por su rostro a través de la malla negra de su sombrero que le ocultaba la mitad de la cara. Sintió que los ojos le picaban y desvió su vista hasta los presentes que habían llegado para acompañarlos.
Draco estaba sorprendido pues no esperaba que nadie fuera: a tres años de la Batalla de Hogwarts, se podía decir que su padre no tenía amigos, todos estaban muertos o en Azkabán, gracias a las declaraciones con las que el mismo Lucius los salvó de prisión a ambos.
Estaban allí un puñado personas que trabajaban para los negocios de su familia, el matrimonio Greengrass con sus dos hijas, Pansy Parkinson y Blaise Zabini con sus madres que eran amigas de Narcissa y Theodore Nott que asistió solo pues su padre estaba cumpliendo su condena de por vida por cargos de traición, rebelión y uso de magia oscura; la misma sentencia que Draco evadió con un poco de suerte y ayuda externa.
Este pensamiento le hizo esbozar una sonrisa adolorida y bastó eso para que, antes que comenzaran las palabras del funcionario del Ministerio de Magia encargado de coordinar el sepelio, el cierre de la tumba y la redacción del acta de defunción; el sonido de pasos sobre la grava le hiciera girarse para ver tres personas más llegando hasta la pequeña reunión.
Draco abrió sus ojos sin poder ocultar el asombro y quiso enfadarse al ver a Harry Potter y sus amigos llegar. Les odió por aparecer en un momento en que su vulnerabilidad estaba al máximo, no recordaba sentirse así desde la época de los juicios. Entonces, lo sobresaltó el tacto de una mano suave que tomó la suya y se giró para ver a su madre acercándose a él y apoyando su cabeza en su brazo. Sólo en ese momento se permitió cerrar los ojos y olvidarse de todos los que estaban ahí.
—Lo siento mucho—Harry Potter se había acercado a dar sus condolencias después que finalizó el entierro mientras caminaba del brazo de Narcissa hasta el interior de la mansión.
Draco no sabía que decir y pronunciar un 'gracias' a Potter estaba totalmente descartado. Miró a otro lado sólo para encontrarse con la figura de Hermione Granger mirándole con cara de circunstancias un poco alejada de ellos y junto a Ronald Weasley que parecía querer irse volando de allí. Le llamó la atención la palidez del rostro de la chica y el tono grisáceo de sus labios, se veía enferma y temblorosa, como si la ropa abrigada que traía no fuera suficiente para ella en esa tarde invernal.
—Agradecemos tus palabras y su gesto de venir hasta aquí. Pero considero que deben irse ahora mismo—dijo su madre con voz firme y aun asida al brazo de Draco. Sus palabras lograron que los ojos de Harry se abrieran de sorpresa detrás de los cristales de sus gafas redondas, pero enseguida suavizó su expresión. Dentro de sus posibilidades al decidir ir al funeral de Lucius Malfoy siempre estuvo el no ser bien recibido—. Tu amiga, la señorita Granger, no luce nada bien. Creo que le pediste demasiado al hacer que te acompañara hasta aquí.
Sólo en ese momento Draco recordó la primera y última vez que ellos habían estado en su mansión y fue así que comprendió el estupor y el malestar en la apariencia de la joven. Bufó levemente y miró directo a los ojos de Harry:
—Los acompaño a la salida.
Caminaron en silencio por el jardín y Hermione agradeció el hecho que rodearan la casa por los jardines en lugar de entrar y ver esos muros de piedra con los que aún tenía pesadillas. Ron la tenía fuertemente agarrada de su brazo derecho, como esperando que se desmayara en cualquier momento. Al final, llegaron hasta las verjas de hierro que se abrieron para dejarles salir tan pronto se aproximaron lo suficiente.
—Gracias Malfoy—dijo Harry mientras Ron y Hermione se alejaban hasta donde podrían aparecerse para irse de aquel lugar. Él le miró alzando una ceja al ver que no se movía siguiendo a sus amigos.
—¿Se te ofrece algo más, Potter? —susurró arrastrado las sílabas de su apellido con desdén. Harry buscó dentro de su abrigo y le tendió un pergamino con el sello del Ministerio. Draco sonrió irónico y tomó la carta con un zarpazo—. Me tenía extrañado este acto de desinteresada bondad. ¿Matas dos pájaros de un tiro y aprovechas la ocasión del funeral de mi padre para entregarme una citación a nuevos interrogatorios?
—Es sólo una desafortunada coincidencia—escupió Harry controlando su carácter al saber que Draco no se encontraba bien. Él rodó los ojos y se dio la vuelta de regreso a su casa.
—Por supuesto que lo es—comentó irónico de espaldas a él—. Supongo que a muchos en el Ministerio les ha dolido esta partida. Nos vemos la otra semana, Potter y por favor, pide a tus aurores carceleros que no me aprieten tanto los grilletes de la silla del Wizengamot esta vez.
Harry siguió su camino tras Ron y Hermione que ya estaban a las afueras de los terrenos propiedad de los Malfoy. Ella miró preocupada su ceño fruncido y le dijo en voz muy baja mientras extendía su mano para que él la tomara:
—¿Se lo tomó a mal? —Harry sintió que era halado como espagueti durante la aparición conjunta que hicieron y, una vez frente a la puerta de su apartamento en Londres, suspiró con fuerza.
—Claro que se lo tomó a mal— abrió la puerta y les dejó pasar primero. Agitó su varita y de inmediato la tetera se llenó de agua y levitó hacia la estufa donde comenzó a calentarse. Ron se dejó caer sobre una butaca color mostaza que Hermione odiaba y miró por la ventana el atardecer que comenzaba a pintarse en el cielo.
—Es apenas lógico. Yo te habría dado un puñetazo en la nariz. Malfoy no me agrada ni su padre tampoco lo hacía, pero es duro… perder a alguien—murmuró Ron recordando sus propias pérdidas al tiempo que Harry en la cocina acomodaba sin magia las tazas en las que les serviría el té.
Hermione se veía desesperada y caminaba de aquí para allá por la sala. No veía a Malfoy tan mal desde aquella vez, en la mansión hacía más de tres años, cuando por milagro todos salieron vivos de aquel maldito lugar, bueno, casi todos por lo que se le instaló un nudo en la garganta al pensar en Dobby.
Draco se veía descompuesto, desequilibrado, hasta podía decir que peligroso. Lucius Malfoy había muerto después de caer enfermo sin explicación alguna. Su salud se fue deteriorando desde el final de la guerra y durante los juicios se puso peor. Éstos finalizaron hasta año y medio después de la Batalla de Hogwarts, en ese momento, Narcissa Malfoy presentó una petición de permiso para que la familia se retirara a una de sus propiedades en la Riviera Francesa para descansar. Esta fue negada en un comité presidido por Kingsley Shacklebolt donde Hermione actuó como secretaria y también votó en contra: alegaron que los requerían en el país, y sobre todo en Londres, para terminar con todos los trámites y sentencias legales donde actuaron de testigos.
Draco apeló la sentencia y esta también fue negada. Entonces, como último recurso y tragándose su orgullo, se apareció en el despacho de Harry una mañana y le pidió como favor especial que dejara que su padre se quedara en la Mansión y no le solicitaran movilizarse a Londres pues su salud estaba cada vez más quebrantada. Él actuaría en representación de su familia y se quedaría viviendo en la ciudad. A Harry aquello le pareció justo y habló con el Ministro en persona quien concedió la solicitud. Cuando Hermione se enteró tuvo una enorme discusión con Harry pues no la había consultado y no estaba para nada de acuerdo.
De una forma u otra, no podía evitar sentirse culpable por la muerte de Lucius Malfoy, aun cuando los medimagos que ella consultó afirmaron que aun con mucho reposo no se habría podido salvar. Diagnosticaron una especie de enfermedad degenerativa de origen oscuro, provocado por algún maleficio utilizado en una tortura, muy probablemente a manos de Lord Voldemort. Le fue debilitando poco a poco hasta que al final, el miércoles anterior había fallecido.
Draco le había acompañado ese día pues todas las semanas llevaba a sus padres documentos que debían firmar ambos, casi todos eran declaraciones juradas y acusaciones que él después retornaba al Ministerio. Ese lunes, dejó el último paquete en la oficina de Servicios Administrativos del Wizengamot en el Departamento de Seguridad Mágica en manos de Ron Weasley que se encontraba ahí por casualidad.
—Ey, Malfoy, debes esperar que revisen esto—. Le había dicho él recibiendo confundido todos los papeles. Draco bufó y se dirigió con prisa a los elevadores para volver a su mansión.
—Debo volver con mi padre, me puedes encarcelar cuando regrese mañana— pero no regresó. Lo que llegó fue la noticia de la muerte de Lucius habiendo finalizado todos los trámites que finalmente le darían absolución a él y a su familia.
El pitido de la tetera los sacó a los tres de sus ensoñaciones y Hermione exclamó al tiempo que Harry les llevaba el té:
—Debiste haberle explicado, le tenías que haber dicho— Harry enarcó una ceja entre molesto y preocupado. La tomó por los hombros y la sentó sobre el sofá púrpura que ella también odiaba. Sus amigos tenían un gusto terrible para la decoración de su casa.
—Hermione, debes calmarte, eso puede esperar— le ofreció la taza llena y caliente y ella la tomó mientras sus manos temblaban—. Malfoy apestaba a whiskey de fuego, aun cuando le hubiese explicado no me habría hecho caso.
—Y te habría dado el puñetazo que te merecías—concluyó Ron con una sonrisa débil. El dolor de las heridas seguía abierto y ya no importaba quien fuera, cada muerte después de ese primero de mayo todos la sentían como propia.
Espero que les haya gustado. Esto es sólo la introducción, ya veremos qué es eso que Harry y Hermione deben hablar con Draco en tales condiciones.
Besos,
Ldny