Plumas en la nieve
Hola, hola UuU
¿Cómo están todos?
Bueno, estás dos historias –y tenía planeada una tercera pero no pude terminarla –son independientes una de la otra más colisionan en una sola fecha: el 31 de diciembre. El último día del año donde puedes tomar las decisiones que definirán al nuevo.
Declaimer: Todos los personajes aquí mencionados son propiedad de SEGA, la historia es meramente mía.
Debo reconocer que trabajar con personajes en los que en mi vida he dedicado a escribir algo, es nuevo y da un poco de miedo el echar a perder sus personalidades.
Jet fue el más difícil de moldear :'v
Pero, aquí está.
Espero que les guste y disfruten como yo disfrute escribir esto para ustedes.
El crepitar del naciente fuego era lo único que lo mantenía todavía con la esperanza de hallar calor, ahí sentado en su culo congelado y con tres cobijas alrededor del cuerpo, dándole apariencia de una flor de loto a pleno despertar. Sentía sus manos frías y temblorosas aun debajo de los guantes que parecían no calentarlas para nada.
Siguió observando la danza de las pequeñas llamas que peligraban por extinguirse gracias a la leña que Storm había dejado afuera y que se había humedecido con la nieve.
Inútil.
En ese momento, el albatros tenía la misma suerte que él: arrellanándose en el sillón con un libro en las manos y cobijas y almohadas tiradas en toda esa sección, luciendo un suéter verde tejido con figuritas bordadas de pinos y galletas de jengibre.
¡Cuánto espíritu navideño hay por aquí!, deseó gritarle.
Jet suspiró y volvió a centrar su mirada en el fuego que solo duró unos minutos más antes de desaparecer por completo, dejando una espiral de humo gris como vestigio de su perdición.
El halcón gruñó.
— ¿¡Cuánto cojones te vas a seguir tardando Wave?! — gritó poniéndose de pie y comenzando a caminar hacia donde estaba la chica, con las mantas siendo arrastradas a cada paso que daba.
La silueta de Wave sentada surgió a la vuelta del pasillo, con una llave inglesa en la mano y un destornillador en la otra. Al verlo llegar solo rodó los ojos y volvió a lo suyo.
—Jet, estoy hasta la coronilla que me sigas apresurando en reparar la calefacción—habló concentrada en las vueltas que daban la tuercas de aquel viejo aparato— No consigo creer que no te puedes quedar allí sentadito, viendo especiales de Navidad o sacándote lo mocos, o yo que sé… el punto es ¡Déjame trabajar en paz! — Exclamó girando a verle harta— ¡Cada diez minutos me preguntas como si fueras un escuincle que no deja estar en paz! Bueno…— hizo una pausa mientras bebía algo de una taza azul que estaba a su lado— mami Wave ya se cansó de que su retoño la moleste. A la siguiente que me preguntes por la calefacción tú serás el que termine de componerla para nosotros ¿está claro? Y no me iré hasta que termines.
Jet torció el pico reprimiendo otro gruñido ¿Por qué a veces sus compañeros se empeñaban tanto en querer morir al hacerlo enojar? ¿No sabían con quien se metían los inútiles? Suspiro para apretarse el entrecejo porque, a pesar de sus incontables ganas de estrangular a ambos, una por mandamás y el otro por estúpido, sabía que Wave tenía razón. A él también lo sacaba de sus casillas que alguien estuviera ahí todo el tiempo como verdadero parásito, jode y jode y jode…
Aunque ¿qué no se supone que ella alardeaba de ser mejor que el pequeñajo zorro de dos colas? ¿Desde cuándo la complejidad de un calentador ordinario competía con la de una Extreme Gear o cualquiera de sus demás inventos? Llevaba un día y medio arreglando esa chuchería ¿cuánto habría tardado Tails? Nada, de seguro; pero si Tails se tardaba eso, Wave aseguraría que acabaría antes de que el zorro hubiese empezado.
Ja, ¿Y el arrogante era él?
Wave seguía esperando su respuesta, con sus ojos azules ansiosos porque Jet admitiera su derrota.
Ja, ja, sigue esperando ilusa, pensó.
Por toda contestación, el halcón cruzo una mirada furtiva con ella y se fue de ahí sin más.
De regreso a la sala, le arrebató una almohada a Storm y cogió un libro cualquiera del librero para volver a su sitio frente a la oscura chimenea.
Afuera aún nevaba y el frío apañaba las ventanas tanto por dentro como por fuera, aunque los pinos y robles del bosque situados alrededor de su casa evitaban que se colaran más aires invernales que los que deseaban.
Se acostó sobre su abdomen, repiqueteando sus congelados dedos sobre la madera mientras con otra mano pasaba desinteresado las páginas caneláceas de aquel libro sobre máquinas voladoras de la antigüedad.
El tic-tac de aquel cucú que habían robado hace algunas semanas era lo único que se escuchaba en la casa, además del sonido de tornillos caerse y llaves apretando.
Pasados unos minutos, Wave se adentro a la sala tecleando en la pantalla de su celular y sentándose al puro estilo indio a su lado. Jet refunfuñó y se giró a otro lado, evitando que su codo chocara con su rodilla, y para no quedarse ciego al contemplar aquel suéter rosa chillón-mata-pupila que lucía con total presunción.
El reloj marcó las once.
El cucú salió de la pequeña casita de madera tallada artesanalmente y con preciosas pinceladas simulando oro y musgo, bailoteo en la entrada de donde había salido con un sombrero que levantaba y bajaba al ritmo de su trino alegre. Sus miradas se concentraron en ese espectáculo que terminó cuando el pajarillo hizo una reverencia al público congregado y retrocedió hasta encerrarse nuevamente en el mecanismo del reloj que nunca se detenía.
Eran las 11:12 cuando tocaron la puerta.
Wave se llevó un dedo a los labios para indicar que se callaran; como si la tonta no supiera lo que deberían hacer.
Jet se quitó las mantas y Storm se puso de pie con un salto que trató de ser lo más silencioso posible para alguien con su mole. La golondrina comenzó a teclear códigos en una computadora cercana, activando su sistema de seguridad en fase uno, que consistía en pequeños pero eficientes robots camuflados entre el bosque y la casa en un radio de cien metros para contener riesgos potenciales o simplemente para espantar intrusos indeseados.
Los Babylon Rogues jamás estaban desprotegidos ante las amenazas, pero el miedo nunca era una de ellas. No temían de quien podría estar afuera, solo se protegían de alguien que pudiera acecharlos por el otro lado, como la policía. Pero al no escuchar el típico barullo que arman esos charlatanes gordos que creen tener control sobre todos, Jet se relajó.
—Oye jefe— susurró Storm que se había colocado a su lado—, ¿quién toca la puerta?
—Shh— le calló mientras se asomaba sobre el hombro de Wave para ver las cámaras de seguridad colocadas alrededor de su perímetro. Siempre encendidas e invisibles para mantenerlos alerta.
Wave bufó para desactivar la primera fase del sistema y dejar libre el campo de visión de lo que ocurría afuera mientras los golpes seguían en su puerta. Jet frunció el ceño tratando de buscar las palabras adecuadas para describir la situación extraña que veía venir.
Storm se adelantó a cualquier cosa que iba a decir:
—Son esas conejas amigas del tal Sonic— exclamó confundido—, ¿qué hacen aquí?, ¿cómo nos encontraron?
—Eso planeo averiguar, pero mientras…— Wave hizo una pausa prolongada y se giro a verle con determinación en sus ojos—no podemos dejarlas afuera.
A Jet le apareció un tic nervioso en el ojo derecho al momento que la golondrina abría un poco la puerta, dando clara evidencia que Vanilla y su hija estaban hechas cubitos de hielo ante el crudo invierno que parecía desatarse como un infierno duro y blanco hasta para los más preparados, como parecían estar ambas féminas.
La chica les comunico con la mirada que entraran y, mientras Vanilla aún veía vacilante a quienes le habían abierto, el viento se coló como un viejo fantasma que nunca ha sido invitado. Sacudió la alfombra y las cortinas e hizo volar las mantas de la sala; las lámparas tintinearon ante el nuevo intruso que para nada les gustaba. Jet se cubrió la cara con el antebrazo mientras el mal tiempo se arremolinaba para entrar también a su casa. Las plumas se le erizaron al punto cuando varios copos de nieve húmedos se le incrustaron en las manos y las piernas como pequeñas dagas hundiéndosele en la piel. Wave también se cubrió los ojos marcados por un ceño fruncido cuando el frío golpeaba con más fuerza, obligándolos a retroceder un poco.
El halcón se desesperó ante la indecisión de la coneja mayor y trató de hacerse oír por encima del escándalo que la tormenta estaba haciendo:
— ¡¿Vas a quedarte ahí o qué?! —replicó con una voz ronca que, supuso, era producto de la exposición del cambio brusco de temperatura que su cuerpo estaba sufriendo.
Vanilla entró a la casa tambaleante y con Cream en brazos. No dijo nada cuando paso frente a todos y se desplomó en el suelo.
Storm ayudo a Wave a cerrar la puerta, luchando contra ese endemoniado clima que calaba hasta los huesos y se anclaba en el corazón para no salirse jamás.
El frío que se había colado, persistía en la casa como una presencia más que quería hacerle recordar de nuevo la ausencia de su queridísima calefacción, y que se lo hizo saber a la golondrina con un gruñido acallado que ella respondió con un encogimiento de hombros.
Jet trato de controlarse mientras veía a ambas conejas, aún abrazadas sobre el piso de madera y hechas un ovillo temblando violentamente a causa, de seguro, de una tremenda hipotermia que las pobres habían pescado al ser tan estúpidas como por andar caminando a la hora de la tormenta.
—No quiero mi piso manchado por sus congelados cadáveres— susurró a sus compañeros con una frialdad que combinaba con su sonrisa sin diversión.
Storm lanzó un quejido al imaginarse el escenario caótico que ofrecía, y Wave negó con la cabeza al momento que tocaba con cuidado la cabeza de Vanilla.
Jet se acuclilló a su lado y vio la nieve en su ropa, humedeciéndola y pegándosele a la piel cada vez más. Su pelaje yacía opaco, casi parecía sin vida…y qué decir de sus entumecidas orejas con frágil y traslucida apariencia que hasta incluso, podía ver los nervios y venas saltas por el frío. Creía que si la movía o tocaba pudiera caérsele con un simple crick.
Jet se giró a ver a su equipo y miro también la preocupación sobre que deberían hacer con ambas, pero antes de cualquier cosa, Vanilla soltó un quejido y se incorporo tan repentinamente que hizo pegar un brinquito a los tres.
La coneja tenía copos en las pestañas y en el resto de su cuerpo; sus labios amoratados por el frío les brindaron una estremecida sonrisa con lo que creyó, sería agradecimiento. Vanilla volvió sus cálidos ojos castaños a su querida Cream, quien se apretujaba más a su pecho; escondiéndose del mundo al cerrar fuertemente los ojos. La niña no parecía afectada por las inclemencias del tiempo como su madre. Al parecer, Vanilla protegió a su cachorro del temible frío que ella, parecía haber absorbido por las dos.
Cream dejo de temblar y alzó la vista hacia su madre al fin, quien le sonrió y acarició su cabeza entre espasmo y espasmo, para ver como la conejita se ponía a llorar ante su mal aspecto.
— ¿Mamá? ¿Mami? —susurró mientras limpiaba la nieve de su cara y le sacudía rápidamente su abrigo carmesí que, por la humedad del frío, se había vuelto color vino.
Vanilla suspiró y cerró los ojos calmadamente. Jet vislumbró por el rabillo del ojo como Wave se aproximaba rápidamente donde la coneja mayor y la envolvía con las mantas que habían estado regadas por toda la pieza. Ella giró y mantuvo una silenciosa conversación con la mirada de la golondrina puesta en la suya, para que luego Wave la sostuviera por los codos y comenzara a conducirla por los oscuros pasillos de la casa, sin mediar palabra con ninguno de los dos ni con la niña. El halcón siguió a ambas con la mirada antes de darle una ojeada a Cream, quién retorcía sus manitas con nerviosismo y las lágrimas bajaban por su barbilla en un silencioso borboteo.
Cuando ninguna de las dos siluetas de las mujeres se veía, ni unos pasos apantuflados se escuchaban, Cream se fijó en él y ladeó la cabeza como un pájaro confundido.
— Señor Jet, — masculló con una voz aflautada e inocente— ¿A dónde llevó la señorita Wave a mi madre?
El ave bajó los ojos a la conejita, que parecía desbordar ternura por cada uno de sus poros: su cuerpo esta abultado por lo que creyó ser varias capas de suéteres y chamarras que le quedaban más grandes de lo que deberían, dándole apariencia de un esponjoso panecillo recién horneado. Dos bufandas se encontraban alrededor de su cuello y tenía unas orejeras rosas que simulaban a algodones de azúcar.
Seguido del rápido barrido en la niña, Jet bufó por toda contestación y le dio la espalda. No tenía tiempo para lidiar con eso.
Cream bajó la mirada al no obtener respuesta a sus dudas y se giró a Storm, quién en esos momentos había considerado –para mala suerte de la conejita, pero muy entretenido para él– inflar el pecho, como tantas veces antes de competir en alguna carrera, y darle un mensaje con el desdén de su mirada y sus puños apretados a los costados.
La conejita se encogió en su sitio, como deseando desaparecer de su vista, y las lágrimas afloraron más deprisa pero en silencio continuo. Trato de ignorarlos a ambos mientras se arrodillaba al principio del oscuro pasillo, deseando escrutar el abismo negro y encontrarse con su madre.
Jet se acomodo las plumas que se le habían alborotado por el viento y se sentó a descansar en su sillón reclinable favorito.
—Oye jefe— Storm se colocó a su lado con los brazos cruzados y sin dejar de ver a Cream—, ¿crees que se vayan pronto de aquí?
El halcón fijo una mirada depredadora sobre la nuca de la coneja, como si con eso consiguiera que se diera la vuelta y lo volviera a encarar.
A decir verdad, nunca había conocido muy a fondo el perfil que la niña mostraba cada vez que la veía en las carreras. No le interesaba para nada una mocosa pacifista con una bola de pulgas como mascota que cagaba todo el día con su chao, chao; Cream jamás presento ser un reto o un oponente del cual no fiarse. Ella y su equipo conocido como "Team Rose" jamás habían fijado una atención especial en cuanto a su campo de rivalidad. Esa se la profería únicamente al "Team Sonic" –que parecía tener a un espejo de personalidad que reflejaba lo contrario de cada uno–, y en reducidas pero necesarias ocasiones, al "Team Dark".
Cream era tan inofensiva como una mariposa; tenía una inocencia desbordante y actitudes tan respetuosas, que juro ya no se veían en la vida diaria: amable, cortés, humilde, solidaria, empática y con un gran dote para animar y desear lo mejor tanto a enemigos como amigos.
Aunque eso le venía valiendo un comino.
A él le interesaba el potencial en las competiciones y el cómo se desenvolvían sus contrincantes en ellas. Le interesaba lo que podrían hacer, lo que podrían alcanzar y cómo.
Le gustaba reconocer que podría aprender de ellos y que no.
Esa chiquilla no le interesaba en absoluto porque sabría que le ganaría con los ojos vendados, las manos atadas y conduciendo su Gear en reversa. Estaba al tanto de que ella como Amy –una tonta que para nada tampoco tomaba enserio– tenían diversos ases bajo la manga a la hora de competir, pero jamás se acercarían a su nivel ni el de su equipo.
Eran peones en un juego de ajedrez mayor que no llegarían a comprender en absoluto.
Y eso era lo que más le divertía.
—No lo sé, Storm— respondió al albatros gris que para nada se había movido de su lado, esperando pacientemente su respuesta—. Aunque esperemos que sea pronto. No me gusta tener desconocidos en mi casa.
Storm sacudió la cabeza, como si no hubiera entendido las palabras que salieron de su boca.
—Pero no son del todo desconocidas— murmuró—; además… la tormenta ha empeorado.
Jet se volvió a ver la ventana siendo golpeada sin cesar por la nieve y el viento silbar por sobre el bosque, arqueando frágiles troncos muertos que luchaban contra él. De verdad era una noche terrible.
Pasaron los minutos y Wave no daba señales de salir de donde quiera que se hubiera metido. Cream no se había movido para nada, seguía observando el pasillo en sombras esperando cualquier indicio para correr con su madre. ¡Qué patético se escuchaba eso!
—Jefe, ¿quiere café? —ofreció Storm que se mantenía a su lado como bravo perro guardián.
Asintió. Y apenas lo hizo vio como la conejita se giraba a verles con una mirada de cachorrito suplicante, dando a entender que ella también quería algo.
Jet rodó los ojos.
— ¿Tú también quieres, niña? —preguntó hostil.
Cream le sonrió tímidamente.
—S-sí por favor, señor Jet. Dos tazas—pidió.
El halcón alzó la ceja, curioso, por el encargo de doble guarnición de una chiquilla a la que ni siquiera deberían de darle café. Pero antes de hablar, le volvieron a cerrar el pico cuando Cream abrió una por una sus capas de suéteres y chamarras hasta que una cabecilla azulada en forma de gota con una bola amarilla flotando sobre ella, al fin pudo verse.
El fiel chao de la conejita salió de entre toda esa armadura de franela y comenzó a volar alrededor, observando y curioseando el nuevo entorno.
Jet tuvo que respirar varias veces para evitar saltarle encima a esa bola de pulgas insoportable que no dejaba de decir chao, chao por aquí y chao, chao por allá.
¿Podía este día ser más mierda?, pensó, y sus deseos se vieron cumplidos cuando el chao se dirigió hacia él con rapidez y se sentó en su regazo sin su consentimiento.
—¡LARGO DE AQUÍ CRIATURA APESTOSA! —gritó histérico con el rojo tintándole las plumas—¡NO ESTÁS EN TU CASA COMO PARA TENER ESTAS CONFIANCITAS CONMIGO!
El chao salió disparado a donde Cream y se escondió tras sus orejas temblando de miedo. Cream lo sacó de ahí y lo acercó a su regazo meciéndolo como un bebé.
—Cheese, no debes molestar al señor Jet o a sus amigos mientras estamos aquí—le suplicó con una sonrisa cálida—. Pórtate bien y no te separes de mí ¿vale?
—Chao—fue la única respuesta que recibió.
Estaba encabronado.
No soportaba tener a nadie más ahí que no fueran ellos. No soportaba que nadie se sintiera como en casa siendo solamente la suya. No soportaba tener a esas conejas y su mascota faldera bajo el mismo techo.
Fue entonces cuando la silueta de Wave comenzó a dibujarse poco a poco hasta llegar a la sala. En sus manos mantenía un termómetro y una toalla colgaba como estola en su cuello. Apenas Cream la vio se puso en pie con Cheese en brazos, pero la golondrina le hizo volver a su sitio con un ademán.
Se acercó a él y se inclinó para susurrarle.
—Necesitamos hablar. Trae a Storm—y luego tomó el control remoto de la mesita de al lado y pulsó los botones necesarios para hacer que su pantalla de 110 pulgadas recién instalada descendiera del techo y se encendiera en el noticiero de Mobius donde escuchó que se reportaba la peor tormenta de nieve jamás vista.
Ahora se dirigió a Cream.
—Toma— le dejó el control a un lado de donde estaba sentada—. Para ver el cable es el canal 2.
Sin dejar que la chiquilla mediara palabra, los enganchó a ambos del antebrazo y los llevó a su taller. Encendió las luces y se dejó caer sobre la silla más cercana con la mirada fija en un punto equis. Jet habló para quitar del ensimismamiento a su compañera:
— ¿Qué coño pasa? —se cruzó de brazos, zapateando el suelo molesto.
—Vanilla presenta un cuadro crítico— recitó como si hubiera esperado la vida entera para aplicar las frasecitas que escuchaba en sus series de doctores chafas—. La hipotermia estaba a nada de pasar a ser peor. Tiene 31°C de temperatura y su ritmo cardiaco es débil, los espasmos no se detienen y parece no calentarse con nada. Ha quedado inconsciente apenas la puse sobre la cama. Le tuve que cambiar las ropas empapadas de hielo y la deje cubierta con diez cobijas, colchas y edredones.
La golondrina hizo una pausa breve y sus ojos se encontraron, reflejando sentimientos contrarios: compasión en los de ella, mientras que en los suyos habitaba una molestia desagradable al ya saber lo que esa imbécil diría.
Suspiró.
Le volteó la cara y pudo ver como Storm apoyaba a Wave con una mirada igual de intensa en sus pequeños orbes azulinos.
Oh Chaos. Maldita sea la época donde la hipocresía se disfrazaba de buena voluntad.
Agh. Como le aborrecía.
Sintiéndose atrapado entre sus compañeros no tuvo más remedio que encogerse en su sitio murmurando cosas inentendibles como auténtico cascarrabias.
Por favor, quiso vitorear, seáis testigos del único momento donde los Babylon Rouges sacan a relucir su sepultado, hundido y escondido trocito de corazón de pollo con su buena acción anual.
Santa, toma nota.
—Creo que deben quedarse aquí hasta que Vanilla mejore. A pesar de que la ciudad más cercana está a diez minutos, correríamos un riesgo innecesario exponer a ambas nuevamente al clima del que escapaban y pudiera ocurrir un desastre—explicó con la mirada fija al piso—. Tengo el equipo y lo necesario para cuidarlas sin contactar a nadie.
— ¿Qué pasará con sus amigos? ¿No piensas que no las rastrearan al ver que desaparecieron? —preguntó Jet a quién la idea no le agradaba del todo. No le agradaba de nada.
—No tenía ningún comunicador y tampoco le vi alguno a Cream, pero si los tuvieran no son detectables al estar en nuestro perímetro—sonrió altanera—. Ni Tails con todos sus juguetitos lograría encontrarlas mientras permanezcan aquí.
—Igual deberíamos hacer que mandaran un mensaje de que están bien, atrapadas en la tormenta pero a salvo, para evitar cualquier situación desfavorable—propuso Storm—. No queremos ver el avión de los Sonic Heroes pilotando por aquí, o a la eriza rosa gritando por medio bosque.
Wave asintió.
—Bien. Pediremos que lo haga de inmediato, estoy segura que comprenderá.
Jet solo se paso los dedos entre sus largas plumas, evitando los malos pensamientos de querer arrancárselas.
Lo dicho y hecho.
Ahora la casa de los Babylon Rouges era una posada para dos conejas y un chao.
Wave había convencido a Cream de mandar un vídeo a sus amigos de que todo estaba viento en popa y que regresarían cuando el clima mejorara.
Después de eso, la golondrina se paso todo el día en la habitación de huéspedes –irónica para una casa donde no se admite ni uno– atendiendo a Vanilla que no había despertado de su inconsciencia, y no dejo que la chiquilla se acercase porque no quería ponerla peor de nervios, así que saco varías cosas del ático –incluyendo su ropa que la dejó usar–, para que se entretuviera con algo y la dejara trabajar.
Storm era el niñero a cargo para evitar que curioseara más allá de los límites que le habían marcado para que no encontrara sus tesoros o cualquier sorpresa desagradable.
Él, por su parte, se la mantenía encerrado en el taller armando y desarmando cualquier cosa con tal de evitar verlos a todos y a su teatrito de "feliz Navidad".
A este paso, terminaría considerando la idea de clavarse en un árbol a esperar que la helada fulminante que se lo llevara ya de este mundo.
A la mañana del segundo día de su nuevo infierno, se despertó con un exquisito aroma de chocolate caliente y pan recién horneado proveniente de la cocina.
Se detuvo en seco para analizar rápidamente…Wave a duras penas y sabía hervir agua sin que se le quemase, y Storm solo calentaba la asquerosa comida congelada que duraba meses en el frigorífico. De él, ni se diga: las quesadillas era lo único presentable que conseguía.
A pesar de la inexperiencia de todos, la alacena siempre estaba rebosante de alimentos frescos, esperando que algún día, por la intervención de Chaos, supieran como servirlos.
Cuando bajo se encontró a Cream preparando el desayuno. ¡Sí! Esa pequeñaja de escasos seis años ponía el ejemplo al preparar el desayuno sin siquiera causar desastres.
Se quedó al final de las escaleras observando cómo la conejita preparaba panqueques, huevos revueltos, sándwiches y pan francés con ayuda de Cheese. Exprimía naranjas y hervía tablillas de chocolate en leche con una habilidad impresionante.
—Chao—exclamó la criatura cuando se dio la vuelta y lo descubrió; una mirada recelosa se reflejaba en sus enormes ojos de canica.
Cream giró y le brindó una sonrisa.
—Buen día señor Jet—saludó con las orejas en alto—. El desayuno está casi listo, siéntese sí gusta.
Pero al instante, el encanto que lo había inundado por instantes se disipó, y su antipatía por la situación en la que estaban envueltos regreso a él haciéndolo soltar un gruñido.
Comenzó a caminar por el pasillo en dirección al taller cuando la vocecilla aflautada de la niña lo detuvo:
— ¿No se queda a comer?
Jet solo atinó a mirarla prepotente y con el pico retraído. Cream se encogió en su sitio mientras jugueteaba con sus manos nerviosas. Supuso que había quedado en claro lo que quería decir.
Retomó su trayecto sin más. Lo que menos quería era pasar tiempo con esos dos.
En los días siguientes, parecía que la paz y el amor se respiraban como gas tóxico en cada rincón de la casa.
Wave pasaba las horas cuidando a Vanilla, aprendiendo a cocinar con Cream y jugando con ella. Storm les hacía segunda y también pasaba el rato entreteniéndose con los demás.
Sentía que su casa estaba tan patas arriba que ni la reconocía.
Cream cocinó todas y cada una de las tres comidas diarias, incluidos varios tentempiés y postres tan elaborados que dejaban a todos boquiabiertos. Wave se emocionaba demasiado cuando la conejita guisaba. No parpadeaba hasta que la receta hubiera finalizado y al final anotaba todo en una libreta.
Al albatros le encantaba la compañía de Cheese, dado a que siempre había deseado tener un chao, y jugaba con él cada que podía.
¿Han visto a un gorila retrasado jugando con una bola de pulgas a las escondidas? ¿No? Pues imagínenselo.
¿Qué puta había sucedido con sus compañeros?
Quizás enloquecieron como él porque no había calefacción.
Sí. Sí, sí.
De seguro su cerebro era un simple cubito de hielo.
Una noche, sus compañeros desaparecieron en su propio mundo sin dejar una explicación; dejándolo involuntariamente a cargo para vigilar a los invitados.
Ya le daría tiempo de descuartizarlos después.
Se quedó en la sala leyendo el periódico de hace una semana al fuego reconfortante que devoraba los leños secos que habían almacenado, por casualidad, bajo las escaleras.
Cream estaba dándole la espalda, acostada sobre la alfombra con una cesta llena de agujas, listones, telas, estambre y ropa.
Al poco rato, el halcón se aburrió de releer la misma noticia una y otra vez y solo le quedó el observar como la niña regaba todos los artilugios de la canasta a su alrededor.
Desenrolló una cinta, al tiempo que su chao lo hacía con una tela.
— ¡Mira Cheese! Aquí hay de todo para entretenernos un rato confeccionando—Sacó unas largas y metálicas agujas que acomodó con una bola de estambre que comenzó a tejer.
—Chao, chao—llamó su compañero que husmeaba en el fondo de la gigantesca cesta, donde saco unos rectángulos de papel.
Cream los tomó y un jadeó sorpresivo lo hizo centrar su atención en ella.
Agh, niños y su curiosidad enfermiza.
¿Qué demonios habían descubierto? Esperaba que no fuera ninguno de sus viejos planos que trazaban para robar bancos.
Jet frunció el seño como su único gesto de comunicación que había usado a lo largo de esa semana y se inclinó como pudo para ver sobre el hombro de la pequeña lo que sostenía.
Oh santa mierda. ¿Qué era el único de la pésima suerte por aquí?
¿Quién demonios había puesto eso ahí? Si bien recordaba, eso debía estar dentro de su habitación, arrumbado en alguna caja polvorienta de su closet donde nunca de los nuncas vería la luz. Y sin embargo, ahí estaban esas vergonzosas fotos de su infancia.
Suspiró con pesadez incrementando su ritmo cardiaco.
Carajo. Carajo. Más carajo.
Enrojeció de cólera y alargó su brazo para arrancarle con grosería a Cream su reciente descubrimiento.
— ¡NOOO! —Cream se giró y lo encaró con mirada suplicante— ¡Déjeme verlas señor Jet, por favor! Le prometo que no se las mostrare a nadie más jamás en toda la vida. ¡Por favoooor!
La conejita mostró su más tierno puchero con los ojitos brillantes de curiosidad, ¿en serio pensaba que eso iba a funcionarle con él? Ja. El mundo está más lleno de ilusos cada vez.
Se puso de pie e inminentemente Cream tuvo que hacerse a un lado para dejarlo pasar.
Apenas había tocado el barandal de las escaleras, cuando escuchó a la niña murmurar creyéndose sola:
—No sé porque el señor Jet se enojó así Cheese, yo simplemente quería que me prestara las fotos otra vez para seguir viendo su sonrisa, porque ninguna vez me ha tocado verla.
El halcón sacudió la cabeza y subió.
Después de todo lo pasado, Vanilla despertó en la mañana del veinticinco de diciembre. Wave pasó la mañana haciéndole un chequeo rutinario para evaluar su salud que era más que buena gracias a la rápida asistencia que la golondrina le había brindado desde un principio.
La noche anterior, sus compañeros lograron que se sentara a la mesa con ellos a comer una deliciosa cena que entre Wave, Cream y Cheese habían preparado: crema de nuez, lasaña, pan de maíz, puré de papa, ensalada de manzana y un pastel de zarzamoras. Brindaban con sidra y ponche en copas recién sacadas de su destartalada caja.
Jet repiqueteaba la madera con aburrimiento mientras las chicas se encargaban de servir el festín.
Se sentía un ligero calor bullendo de los últimos rescoldos del fuego
—Cream, te agradezco todos estos días que me soportaste para enseñarme a cocinar—habló la golondrina mientras enfriaba una cucharada de la espesa crema.
La conejita rió ante el comentario.
—No tiene que hacerlo señorita—respondió—, porque yo soy quién debería agradecerle, agradeceros por lo que hicieron por mi familia—se sentó a la mesa con su plato vacío—. No puedo dejar de pensar en que hubiera sido de nosotras sin ustedes. Jamás olvidaré lo que hicieron y les estaré siempre agradecida—sonrió para todos los presentes en la mesa, incluido él—. He de decir, que de todos los que conozco, nunca me esperé que fueran vosotros quienes nos dieran la mano…sabiendo lo que ustedes dicen las malas lenguas: que no son más que rufianes buenos para nada…—las cucharas dejaron de chocar contra los platos para sumergir la estancia en un silencio sepulcral. Jet gruñó ante la mención de sus conocidas etiquetas; entonces la mocosa no era tan tierna como habían creído porque a fin de cuentas pensaba lo que todos: que no eran más que unos ladrones malnacidos. Eso no cambiaría.
Wave tosió nerviosa y Storm apretó los puños con la determinación de defenderse a capa y espada ante la lengua importuna de la chiquilla.
Pero antes de cometer cualquier cosa, la conejita siguió hablando.
—Pero para mí no lo son—susurró haciéndolos frenar—. Sí, conozco todo por lo que les dicen así pero no me importa en lo absoluto—sonrió desinteresadamente—.Tal vez piensen que solo soy una niña que no sabe de estas cosas, que me dejo guiar por las apariencias y las primeras impresiones de cualquiera…pero no. Yo conozco el mundo y lo he enfrentado, he visto lo peor de lo peor y aún me digno a pensar que lo bueno no puede morir tan fácil.
Cream levantó las orejas y volvió a sonreír tomando a Cheese entre sus manos.
—Yo los admiro. En serio lo hago—asintió con emoción—, ¡cada vez que compiten lo hacen asombroso! Son de verdad mi equipo favorito—Cream se sonrojó hasta la punta de las orejas—. Y esta situación en la que nos vimos envueltos me hace rectificar que no me equivoque con ustedes. No les digo esto solo porque nos salvaron la vida, si no porque fueron lo que pensé que serían… —comenzó a acariciar a Cheese tímidamente—; los Babylon Rouges también saben hacer lo correcto y reconocer la injusticia a donde quiera que van, puede que sean algo egoístas, peleoneros y tengan un incontable tesoro robado en su cobertizo, pero, vamos no hay que escandalizarnos por eso.
Jet se sentía anonadado con las palabras que salían de quién juzgo demasiado rápido para conocer.
Volteó a ver como sus compañeros aguantaban el aliento por el discurso tan apasionante que Cream les recitaba.
—Ustedes me demostraron tener un corazón digno de un héroe.
Wave agachó la cabeza entre sus codos puestos sobre la mesa. Jet percibió por el rabillo del ojo una sensación de agobio puesta en sus fieros orbes.
— ¿Cómo puedes estar tan segura de eso? Hemos hecho cosas terribles…—interrogó sin alzar la mirada.
—Los héroes no tienen que ser perfectos—se encogió de hombros—. No tienen que ser como siempre los pintan: correctos, con principios bien fundamentados, súper altruistas, con un historial limpio como su sonrisa—negó—. Esos son héroes acartonados con corazones simples que solo buscan aprecio y aceptación. Yo prefiero a los reales, a los más humanizados que pueden tender a cualquier cosa, como el señor Shadow: utilizado como arma, tildado de inestable, tratado como bicho raro, y a pesar de eso, ha salvado Mobius tantas veces que podría igualarse a Sonic—explicó—.Los corazones así pueden estar en quién menos piensen y cuando menos lo esperen.
La pequeña tomó la mano de la golondrina incitándole a verla. Cruzaron miradas. Unas lagrimillas traicioneras resbalaban de los ojos celestes de Wave.
—Y de ahora en adelante, son mis héroes.
La chica púrpura se lanzó a Cream y la abrazó con fuerza.
Storm sonreía enternecido ante la escena y solo él se sentía avergonzado.
Se había portado tan mal con la niña y su mascota desde que llegaron que no tenía ni el valor de verlos a la cara.
Tenía un remordimiento que lo comía por dentro.
Así es, damas y caballeros, cuando Jet el halcón, maestro del viento, rey de las carreras y emblemático criminal, hace a un lado su pesado orgullo –pesadísimo–para aceptar que la había cagado.
Le debía una disculpa a la conejita que tan duro se había esforzado a lo largo de su estancia para tratar de agradarle cuando Jet ni siquiera se ganaba esa terquedad.
Recorrió la silla y se puso en pie para caminar donde ambas féminas no se habían separado. Wave le sonrió con malicia y terminó el abrazo.
Cream se giró a verle con duda en su mirar.
— ¿Qué ocurre señor Jet? ¿Necesita al…
La frase quedó a medio acabar cuando él le abrazó. La conejita se dejo llevar y se asió a su cuello riendo. Fue un contacto rápido y cuando se apartaron, el halcón se enrojeció de pena, en su vida se había disculpado con alguien y no quería que en su primera vez más de uno lo escuchara.
Que idiota.
Mejor le hubiera pedido a Cream un momento a solas.
—Cream…y-yo…emm—parecía un total retrasado, enrollando la lengua y tartamudeando al tratar de encontrar su voz. ¡¿Qué demonios le ocurría?! —Cream, y-yo…si-si…
Iba a seguir hablando como adolescente nerd en pleno despertar cuando la conejita le tomó de las manos y suspiró.
—No se preocupe señor Jet—habló la conejita. Cerró los ojos con una sonrisa—. Sé lo que quiso decir y Cheese y yo lo aceptamos. No tiene que decirme más.
Jet asintió e hizo lo que Cream había jurado nunca ver.
Sonrío.
Fue algo apenas perceptible pero logró contentar a la niña y su chao.
Al instante, su tierno rostro pareció recordar algo y se bajó flotando de la silla dejando a los presentes en duda.
Se fue corriendo al pequeño cuarto que le habían asignado a un lado de la cocina con Cheese tras ella.
Salieron al cabo de unos minutos con tres cajas envueltas y con moños enormes sobre estas. Las pusieron sobre la mesa frente a cada uno de ellos, a Jet se la entregó personalmente.
— ¡Feliz Navidad! —gritó sin poder contenerse—. Vamos ¡ábranlos! Quiero ver como les quedan.
Sonidos de papel rasgado inundaron la mesa en conjunto con risas mudas.
Jet sacó del fondo de la caja abierta, una chaqueta de cuero negro brillante, grueso y de calidad. La volteó para ver que en la espalda estaba grabado su nombre con una caligrafía impecable. Tormentas con intensos rayos, contorneaban las letras, resaltándolas aún más.
Wave y Storm sacaron chamarras similares también grabadas, a excepción de los diseños que presentaban: flores exóticas para la golondrina, llamaradas intensas para el albatros.
El halcón extendió más su sonrisa, regresando a ser el chiquillo emocionado por la Navidad. Habían pasado años desde que no recibía presentes en esas fechas. Se sintió conmovido hasta la médula el ver aquel obsequio tan perfecto que no merecía.
Wave acariciaba el relieve con una emoción igual a la suya.
— ¡Son preciosas Cream! —saltó de la silla con rapidez y se puso la chaqueta que le quedó como anillo al dedo—No me puedo creer que las hayas confeccionado sin pedirnos medidas o algo por el estilo, o mandar comprar las chaquetas para personalizarlas o…espera…—la golondrina se giró hacia ella pensativa—¿cómo lo hiciste sin nada de eso?
La conejita sonrió a Cheese con complicidad.
— ¿Recuerda que me dijo que podía tomar cosas del ático mientras no tocará nada de lo que había en la repisa de la izquierda? —Wave tardó un rato en procesar la pregunta pero asintió lentamente—, bueno, cuando me ayudo a bajar la canasta con hilos, agujas y demás, me ofreció que podría encontrar algo útil además de eso en su armario y ¡ta-da! Había un montón de ropa abandonada, entre ellas al menos una decena de chaquetas de cuero que suponía habían sido suyas; no se veían tan gastadas y por ellas me guié en las medidas. Claro, todo fue reutilizado pero lavé el cuero a mano y zurcí lo que debía. Tracé los diseños en papel y luego los plasmé en las chaquetas.
Jet, suspiró dichoso por primera vez en un largo tiempo.
Hace eones que los Babylon Rouges no se juntaban para celebrar esas fechas, ya que normalmente se iban de vacaciones al sur donde no había frío que te recordara la Navidad, o se encerraban en casa planeando los siguientes atracos del año siguiente.
Si alguien le hubiera dicho que recibiría visitas en el invierno que reunirían a él y a los suyos como cuando niños, no le hubiera creído ni loco.
Pero ahora veía como ese veinticuatro de diciembre, esa Noche Buena, sus compañeros estaban a su lado, celebrando como él cuando el cucú marcó las doce. Sus rostros se llenaron de una emoción reconfortante y corrieron rápidamente a abrazarlo. Ni todo el dinero o las joyas del mundo valían lo que estaba viviendo–aunque merecía la pena comprobar esa aseveración–.
Se sentía como un Grinch cuyo corazón crecía y crecía en su pecho emplumado.
Colocó una mano sobre la cabeza de Cream, sobresaltándola.
—Eres increíble niña—murmuró alegre.
Cream se sonrojó.
El veinticinco de diciembre llegó con la temperatura más soportable de todo el mes. La escarcha cubría las ventanas con una ligera capa de hielo y pintó de plata los troncos de cada árbol. Afuera nevaba con suavidad, dejándolo ver, por primera vez, la belleza salvaje del bosque en invierno. Los estoicos pinos habían encontrado un momento de paz al final de las tormentas, con las copas cristalizadas, y las agujas llenas de filosas y delicadas estalactitas. La nieve brillaba ante un sol perezoso que no había aluzado en días. Un débil calor llenaba la atmósfera, derritiendo lentamente los gruesos témpanos glaciares que habían infestado cada rincón del lugar.
Esa mañana de Navidad, Vanilla salió al fin de su cuarto oscuro, sostenida de los codos por Wave y temblando ligeramente cual pluma.
Cream y Cheese corrieron a sus brazos.
— ¡Mamita! —exclamó la pequeña cuando su madre correspondió a su abrazo—Que bueno que ya estás mejor mamá.
Vanilla sonrió cansada.
—Sí, cariño—contestó con voz ronca.
La golondrina la sentó en la sala y la cobijó maternalmente. Jet la evaluó de arriba abajo y se alegró internamente de que, efectivamente, su salud se había recobrado. Ya no era la paleta helada casi muerta que se había derrumbado en su piso hace una semana.
Storm se puso de pie y se acercó a la coneja donde le tendió el control de la televisión. Ella le agradeció con una risita.
Wave regresó con un cuenco caliente y vaporoso de la crema de nuez que había preparado ayer junto con una taza de té.
—Necesitas reponer fuerzas. Al fin podrás comer algo más que sueros y gelatinas—Wave acercó la cuchara humeante a sus labios y sopló, después se la ofreció a Vanilla, quien la engulló gustosa.
—Gracias—tosió.
—De nada Vanilla—suspiró mientras se arrimaba a su lado para seguir dándole de comer.
Ese día pasó más rápido de lo que suponía.
Habían acordado con la coneja mayor quedarse unos días más antes de que partieran, ya que Wave no quería arriesgarse a que tuviera una recaída al verse expuesta nuevamente al frío clima.
Jet estaba cambiando aburrido los canales cuando sintió una presión en las piernas, bajó la vista y encontró a un chao acurrucado sobre su regazo.
Suspiró. Siguió en lo suyo.
Cream llegó con algo entre las manos. Se situó a su lado.
—Señor Jet—él asintió para darle a entender que la estaba escuchando— ¿me podría enseñar a jugar baraja?
El halcón desvió su vista confundida.
— ¡¿Qué?!—cuestionó recargando sus codos sobre las rodillas, cuidando de no aplastar a Cheese—. Esos juegos son nocivos para mentes tan inocentes como tú—carcajeó—, a menos que planees entrar a prisión o apostar en bares de mala muerte. No creo que soportes los increíbles trucos que te pueda enseñar.
Cream torció la boca.
—Es que no sé jugar póker muy bien y no me gusta que Tails se aproveché de ello—murmuró—. Siempre gana y luego ni me explica bien; han de ser sus únicos momentos de gloria, porque el señor Sonic lo derrota en cada partida que hacen.
Jet no pudo aguantar más y explotó en estruendosas risotadas. La determinación reflejada en los orbes marrones de Cream era más graciosa que temeraria.
¿Cómo le pedía que le enseñara a jugar cartas? A su edad esperaría que le pidiera las reglas básicas de serpientes y escaleras, no póker.
Se limpió las lágrimas con los pulgares y observó a la conejita que mantenía una mirada furibunda con los brazos en jarras.
—Está bien, está bien—la calmó aunque una sonrisa burlona aún no se borraba de su rostro—. Serás mi Padawan*. Te enseñare todo lo que sé para que luego le patees el culo a ese zorro súper dotado con un juego impecable.
—No quiero patearle el trasero—corrigió Cream—, solo quiero ganarle.
—Tú dices "ganarle", yo digo "patearle el culo"—se encogió de hombros—. Es técnicamente lo mismo.
La conejita rodó los ojos y se sentó frente a Jet quien comenzó a barajear las cartas complacido.
Tres días más tarde, había llegado el momento en que Cream, Cheese y Vanilla abandonaran el hogar que los albergó durante la helada
Storm había insistido en llevarlas a su hogar en Green Hill para hacerles el favor completo, aprovechando para dar una vuelta por la ciudad y ver las nuevas adquisiciones de joyerías y museos.
Era veintinueve de diciembre y los adoquines, antes repletos de bastones de dulce, santas y trineos, ahora eran acaparados por decoraciones de año nuevo. El aire olía a jengibre con canela y yerbabuena. Las casas y calles se encontraban escondidas bajo un manto blanco brillante que las tormentas habían traído. Las risas revoltosas de los chiquillos hicieron eco por todos los lugares, como si hubieran esperado por mucho para hacerse escuchar otra vez.
Las Gears levantaban viento helado a cada acelerón que daban. ¡Como extrañaba sentir la adrenalina golpearle la cara con su característico ardor por la rapidez! El frío le esponjaba las plumas y le congelaba la piel al punto, pero no le importó. El aire rugió furioso ante la velocidad con la que lo enfrentaba y sonrió de lado. No podía dejar de doblegarse ante su rey.
Sobrevolaron suavemente por la ciudad escarchada y fueron descendiendo conforme más se acercaban a su destino
La mañana era fresca pero nada que no pudieran soportar.
Unas cuadras antes de llegar a la casa de Vanilla, tuvieron que bajarse de sus vehículos y esconderlos al ver montada una investigación a la entrada del banco principal. Observaron curiosos como el personal buscaba pistas sobre el robo de una esmeralda del caos ocurrido hace un mes. Los tres ahogaron una risa.
Tanto tiempo y ni una mísera huella había encontrado.
De verdad que el departamento policiaco daba mucho de qué hablar. Esos ineptos ni con la firma del ladrón frente a ellos sabrían de quién se tratara.
Todos agacharon la cabeza colocándose sus capuchas–inclusive Vanilla le insistió a Cream y Chesse que los siguieran– y cruzaron sin más.
Él se detuvo por unos momentos al sentirse observado, de soslayo miró una silueta familiar pero le resto importancia al escuchar a Wave chistarle a la vuelta de la esquina.
—Señor Jet—Cream subió nuevamente a la Gear del halcón cuando ésta se desplegó—, ¿ustedes robaron la esmeralda?
— ¡Cream! —le llamó la atención Vanilla sujetándose de la espalda de Wave para no caer de la Gear. Su mirada impávida combinaba con el carmín de su abrigo ondeante.
La golondrina sonrió de lado.
—Querida, sí esos idiotas tuvieran más de dos dedos de cerebro hubieran visto el labial "Rojo francés"**atorado en la coladera sobre la que estaban parados.
— ¿Eh? —la conejita ladeó la cabeza sin entender la explicación.
Jet rió flojo y animó a sus compañeros a encender las tablas.
—Rouge no sabe ni qué hacer con tanto maquillaje—agregó el halcón tras ponerse sus goggles y arrancar.
— ¿Sí irán a la fiesta de fin de año, no?—habló Cream cuando Jet la ayudo a bajar. Se refería al evento que Tails había planeado para recibir al año nuevo y, al cual, Cream y su madre los invitaron.
El halcón miro a sus compañeros que habían aterrizado a su alrededor.
—No lo sé Cream—reconoció mientras metía sus heladas manos en su chaqueta con las plumas completamente erizadas—. No parece buena idea aparecer ahí cuando no somos cercanos a ningún círculo de tus amigos.
La pequeña extendió una sonrisa como la del gato de Cheshire.
—Ya son cercanos al mío—guiño un ojo y flotó a la altura de la cara distraída de Jet para plantarle un sonoro beso en cada mejilla.
El ave se sonrojó tremendamente.
Wave se subió la bufanda y su voz sonó atenuada:
—No te preocupes, quizás estaremos por ahí—sus ojos se cerraron con alegría.
Las conejas y el chao se encaminaron a la puerta de su casa sin antes abrazar nuevamente a esos ladrones misericordiosos que conocieron durante una helada en Navidad.
Cuando se separaron, las lágrimas brillaban en los grandes ojos de Vanilla.
—Nunca duden en venir a visitarnos—sostuvo las manos de Storm y fue pasando con cada uno hasta detenerse con él. Su mirada café oscura se clavó con ternura en la suya—. Si necesitan cualquier cosa, cualquiera, aquí estaremos para vosotros.
Jet asintió y apretó las manos de la humilde señora.
—Cuídense—exclamó para subir nuevamente a su Gear, con Wave y Storm suspendidos sobre él a su espera—. Nos vemos.
— ¡Adióoos! ¡Los quiero muchoooo! —chilló Cream cuando se perdieron de vista.
—Bueno, henos aquí—Wave terminó la oración con la explosión de su bomba de chicle.
Jet suspiró y el vapor lo distrajo.
Estaban frente al taller de Tails el treintaiuno de diciembre, con la duda de si debían llamar o no. Aunque ninguno lo quisiera admitir, se encontraban nerviosos de lo que pudiera suceder allí adentro.
No podían pegarse a Cream como lapa toda la noche, tendrían que verse obligados en algún momento a convivir con el resto de los invitados. Y eso era lo que menos le agradaba…
—Adelante jefe—le animó Storm con un empujón.
El halcón tocó la puerta suavemente, y los pequeños murmullos que se oían en el interior se apagaron al instante.
Tragó saliva.
Tails abrió y casi se atraganta con el canapé que bailoteaba en su boca.
—Buenas noches—Wave se adelantó, sacudió sus plumas frente al zorrito con un movimiento coqueto y entró.
Le siguieron el paso y se encontraron con la casa llena que aguantaba la respiración. Dio un vistazo a los presentes que parecían haber quedado mudos antes su repentina llegada.
Escucharon un grito ahogado y todas las miradas se posaron sobre Vanilla que corría hacia los ladrones con Cream y Chesse riendo tras ella.
La conejita saltó a sus brazos y acarició su mejilla suavemente.
—Sabía que vendría—musitó alegre.
—Al menos tú lo sabías—contestó con una sonrisa socarrona.
La niña rió y enterró la cara en su cuello.
—Definitivamente se ven muy guapos con esas chaquetas—dijo cuando se separó.
—Guapos ya somos, más bien, nos resaltan—contestó para apartar sus plumas con total presunción.
El pequeño chao revoloteaba sobre sus cabezas y se posó sobre Storm, quien lo tomó cariñosamente entre sus manos enormes. Wave abrazaba a Vanilla y parecía no querer soltarla.
Los murmullos comenzaron a resonar a su alrededor, sofocando la atmosfera en un mar de preguntas. Vislumbró como Amy y Knuckles se rascaban la cabeza, confundidos mientras que Sonic no dejaba de ver aquel espectáculo que lo tenía tan impresionado; Rouge sonreía con sutileza y Tails seguía tosiendo en un rincón.
Pero nada le importaron la multitud de ojos que acechaban cada uno de sus movimientos por el simple hecho de que estaba feliz.
Feliz de ver otra vez a esa pequeña familia que en su vida espero apreciar.
Feliz de celebrar una vez más a su lado.
Cream bajó de los brazos de Jet cuando vio a su madre aproximarse hasta él y plantarle un sonoro beso en la mejilla que le hizo sonrojarse tremendamente.
Nadie se podía creer lo que estaban viendo; todos estaban boquiabiertos.
— ¡Vamos, vengan! —la chiquilla corrió tomando su mano, dirigiéndolo a la mesa de comida, haciendo que los presentes se abrieran a ambos lados dejándolos pasar.
Momentos más tarde, la fiesta reanudó su barullo.
Y él se sintió mejor cuando pudo relajarse con una cerveza que Omega E-123 le había ofrecido.
Varios se le habían acercado a preguntarle sobre la escena que había protagonizado con Cream y su familia pero él simplemente se encogía de hombros, provocando más dudas que respuestas.
La chillona eriza rosada lo saludó afanosamente y, por primera vez, se dio la oportunidad de disfrutar la otra cara de la moneda de quienes no quería tener ni el placer de conocer.
Suspiró y sonrió sin más.
Dejaría la antipatía en un rincón junto al camaleón púrpura receloso y perdido.
Después de un rato, ya no se sentía ajeno de los demás.
¿Quién diría que toda esa panda de idiotas fuera tan interesante?
Paso un rato platicando con Rouge y le entregó el labial que Wave había cogido de camino ahí –dado a que los imbéciles come donas, que no veían ni la punta de sus pies, lo habían siquiera detectado–. La murciélago enrojeció ligeramente y lo cogió con una sonrisa traviesa.
Había intercambiado un par de palabras con Shadow y no pudo evitar bromear acerca de su romance con Amy antes de saber que había firmado su acta de defunción.
— ¿Entonces te gusta el color rosa? —se mofó—. Nunca me lo hubiera esperado.
Y por toda contestación, el erizo negro centró su mirada carmín en él, haciéndolo recordar con quien estaba jugando.
Se mordió la lengua torpemente mientras veía esos rubíes fulgurosos sin parpadear.
El sudor comenzó a perlarle la frente y el calor vibrante del lugar pareció ser absorbido por su cuerpo, a la espera de los impulsivos ataques de furia que dominaban a Shadow, quién sin pensarlo dos veces, obedecía sin más.
Una sonrisa desdeñosa brilló en su rostro y los nervios se le congelaron. Eso equivalía a una patada en los huevos.
—En realidad, me gusta el morado oscuro…—murmuró en un tono divertido desconcertándolo por completo—pero no ha de ser tan difícil hacerlo con ayuda de Amy…
El halcón se quedó en blanco por unos instantes para después descubrirse vivito y coleando. Respiró repetidas veces hasta relajarse. Hablar con Shadow por primera vez podría cambiar a ser la última, sin embargo, no dejar pasar el chance para reír con la Forma de Vida Perfecta sin peligro de morir.
El erizo negro se permitió dejar escapar risillas casuales después de que entablaran una conversación más abierta.
Cuando se dirigía por otra cerveza, vio a Wave jugar ajedrez con el gordinflón de Eggman y a Storm platicar plácidamente entre un erizo albino y un cocodrilo más grande que él.
Se entretuvo un rato con unos cuantos juegos de póker entre Sonic y Tails, donde ganó cada una de las rondas. Después animó a Cream a continuar con su buena racha y terminó venciendo a todos con quienes le hacían frente.
Wave se molestó cuando la conejita arrasó por tercera vez consecutiva en el juego y lo culpó de enseñarle trampas a la pequeñaja.
Entonces irrumpieron en la estancia una ardilla color sol con traje de esquimal y una armadillo de coraza verde con ojos caídos que se contrarrestaban con su sonrisa. Cargaba sobre sus prótesis mecánicas una caja enorme llena a tope de fuegos artificiales.
Espera…
¡Prótesis mecánicas! Regresó su vista a la chica y observó impresionado sus poderosos brazos artificiales que sobresalían de un suéter marrón: era tecnología de la más avanzada y altamente resistente, flexible, casi indestructible.
Guau.
Eso era más de lo que podía soñar con unas alas de fibra de carbono son aleación de cromo y titanio no lo harían ver nada mal…
Tras ella venía otro armadillo a quien reconoció como Mighty, que se detuvo ante cada invitado para saludarlo.
¡Cuánta cortesía!
¿No será acaso un príncipe bastardo heredero de los magníficos modales reales?
Ah, que grandioso comediante era.
— ¿Quieres otra ronda? —preguntó a Wave que mantenía en rostro sobre sus codos admirando a los recién llegados. Era la única que seguía en la mesa; Shadow y Espio habían desparecido.
Wave volvió sus ojos a Cream sentada sobre sus piernas.
—Vale, pero tú juegas también—le entrecerró los ojos con desconfianza.
Se encogió de hombros, barajeó y comenzó a repartir.
Más avanzada la noche, todos comenzaron a llenar sus vasos con la sidra añejada que Tails había sacado mientras los invitaba a salir.
El oscuro cielo al fin despertaba despejado, las estrellas brillaban más que nunca y la luna coronaba el firmamento con su plateada luz.
El viento frío no dejaba de arrastrarse por los alrededores, cubriendo de bruma el suelo irregular.
Cream le pidió que la cargara sobre sus hombros y así lo hizo.
Matilda –como luego escuchó que le llamaban a la armadillo-cyborg–, comenzó a repartir bengalas a cada uno. Pudo contemplar más de cerca aquella magnífica creación que había convertido en parte de sí.
Knuckles clavó los cuetes más grandes en la nieve, esperando el momento para encenderlos junto con Rouge colgada sobre su cuello.
Barrió con ojos cazadores a la multitud congregada y de pronto sintió una mano colocarse sobre su hombro.
—Aquí está mi ave de presa favorita—se burló Sonic.
Jet rodó los ojos.
—Genial, el erizo de mis pesadillas—murmuró con sorna.
—Vaya Jet, he de decir que nunca esperé que los viera asistir a alguno de los tantos eventos a los que los hemos invitado—un ligero temblor lo sacudió de arriba a abajo—. Pero bueno, de seguro fue nuestro milagro de navidad el que nos honraras con tu presencia, gran maestro del aire—lanzó una sonrisa hilarante—. Y, bueno, si no es demasiada intromisión su majestad, me pudiera decir ¿qué lo trajo aquí? Puedo hacerme una idea, pero necesito la confirmación…
El halcón le lanzó una mirada furtiva y cerró su pico con un chasquido.
Erizo idiota, nadie se metía con él sin recibir una buena lección. Pero hoy no podía tratarlo como la basura que era.
Demonios.
Se lo había prometido a sí mismo. No se fallaría en el último día del jodido año donde había renunciado a ser todo lo que era.
—Me trajo lo mismo que a ti—suspiró para acomodar a Cream que resbalaban sobre sus hombros—:la invitación de un amigo.
Sonic sonrió auténticamente está vez.
—No creí que fueras mucho de hacer amigos—habló para calentar sus manos con su aliento—. Eres más de los que hacen aliados.
—Te sorprendería saber que no siempre soy como me describes—contestó simple y llanamente—. Puedo cambiar.
El erizo azul ladeó la cabeza, con un gesto perdido. Sus irises esmeralda reflejaban una extraña mirada de complicidad.
¿Qué tramaba?
—Pues, me gustaría ver otras facetas de ti aparte de la que me muestras en las competencias—exclamó—. Porque, lo creas o no, aquí eres bienvenido como cualquiera de nosotros.
Oh no, aquí vamos. Discurso incluyente con tinte de paz y amor, aproximándose.
Pero vaya sorpresa que se llevó cuando vio a Sonic llamar a una gata lila que se encontraba encendiendo las velas, ignorándolo olímpicamente.
Eso sí que no se lo esperaba.
—Hola Blaze—saludó el erizo azulado cuando la chica llegó a su lado—, ¿te molesto? —le acercó una bengala que ella encendió con un pulgar en llamas.
El halcón soltó un chillido que hizo que los luminosos ámbares de Blaze se fijaran imperturbablemente en él.
Jet se asombro al ver el fuego en su mirar y la calidez que su piel irradiaba cuando levantó su mano abierta a la espera que la estrechara.
—Blaze—se presentó cortésmente.
—J-Jet—balbuceó al sentir un hormigueo causado por el tibio ardor recorrer su mano—, un placer.
—Lo mismo digo—asintió para levantar la vista y saludar a Cream que vitoreaba sobre sus hombros.
Después de un breve dialogo, la conejita descendió con gracia de él y partió de ahí con la felina.
Sonic admiraba las chispas que todavía no se habían consumido del todo en su mano y rió.
— ¿Qué pasa Jet, te comió la lengua el gato? —lo miraba con media sonrisa.
El halcón negó por toda contestación.
—Tienes unos amigos muy interesantes Sonic—masculló—. En mi vida pensé que tantas personalidades tan distintas entre sí al grado de repelerse puedan encontrar un punto, una fecha o algún momento que pudieran compartir. Digo, solo míralos—su afilado pico fue recorriendo a cada uno de los invitados que platicaban alegremente en la ventisca de la noche. Ninguno tenía nada en común—, son unos completos fenómenos que son polos opuestos y a pesar de eso…pueden convivir. No entiendo el porqué.
—Porque todos eligieron estar aquí.
El ave frunció en entrecejo y sacudió los copos que se almacenaban en sus plumas.
—Sigo sin comprender.
El erizo bajó los ojos.
—Cuando conocí a cada uno de ellos he decirte que no eran lo que ves—exclamó con una voz parecida a un lejano suspiro—. Todos trazaban caminos tan distintos que si por el destino fuera, jamás se hubieran cruzado… Pero las circunstancias, nuestros actos marcaron lo que hoy vivimos—susurró para levantar la mirada y encararlo—. Por ejemplo: Blaze y Silver fueron engañados para asesinarme con tal de salvar su reino hecho cenizas; sin embargo, mis acciones y la de mi familia los hicieron cambiar de parecer al darse cuenta que eso no serviría de nada. Fuimos nosotros quienes les trazamos nuevos caminos para resolver sus problemas y ellos simplemente eligieron. Decidieron ayudarme a detener la maldad, a volverse héroes… a convertirse en mis amigos.
Sonic esbozó una sonrisa gigantesca que terminó por contagiarlo a él también.
—Lo mismo pasó con todos aquí—dijo—, les dimos a escoger sus propias decisiones…
—Y entonces optaron por venir a celebrar— completó Jet por él—, no les importó quién estuviera o que sucedería al llegar, solo quieren estar aquí…y pasar un año en compañía de aquellos que les mostraron una nueva forma de vivir.
El azulado cerró los ojos plácidamente, rindiéndose ante el estrellado cielo oscuro.
—Tal parece que te dieron esa lección también—habló sin despertar mientras colocaba los brazos tras su cabeza en su característico gesto de relajación.
Antes de poder agregar algo más, Tails pidió a gritos la atención de los congregados:
—Chicos, faltan doce segundos para el año nuevo, ¡comencemos a contar!
Un griterío infernal se desató como olas salvajes en el mar hasta que la unanimidad reinó por sobre todas las voces.
La cuenta regresiva inició:
—10, 9, 8…
Sonic hacia una corneta con sus manos para que el clamor de su alma pudiera hacerse oír entre toda esa locura.
—7, 6, 5…
—Hola jefe—la voz de Storm atronó entre la multitud y lo descubrió a su otro lado con Wave sosteniendo una linterna encendida entre las manos.
Y Jet nuevamente pudo jurar que no existía nada en ese Universo que se pudiera comparar a la alegría que lo ahogaba de pies a cabeza al estar ahí con los suyos y disfrutar de la mutua compañía que los demás parecían hacerle.
—4, 3, 2…
—Por un año sin tanta mierda, por favor—masculló la golondrina al soltar la luz que cargaba en sus brazos, justo a tiempo cuando el reloj marcó las doce.
— ¡1! ¡Feliz Año Nuevo!
El cielo se iluminó por una gama de colores exquisita y los bombardeos no cesaron hasta bien entrada la noche. Blaze dibujó con fuego en el firmamento mientras todos se felicitaban.
— ¡Feliz año Babylon Rogues!—canturreó Wave para tomarlos a ambos de los antebrazos— ¡Los quiero chicos!
Cream se abrió paso entre las muestras de afecto hasta llegar a donde ellos, quienes no dudaron en apretujarla en un abrazo grupal.
— ¡Feeeliz añooo! —gritó cuando se hubieron separado—. Gracias por todo otra vez—besó a cada uno en la frente mientras Cheese aparecía en escena arrastrando a Vanilla.
—Les deseo lo mejor en este 2017, queridos. Nunca olviden que tienen una parte de mi corazón—murmuró para abrazarlos a todos—. Sin ustedes no estaría celebrando con mis seres queridos… no estaría celebrando con vosotros—una sonrisa bañada en lágrimas fue la que se dibujó en sus rasgos de niña adulta.
Cuando todos hubieron regresado al taller de Tails para continuar con la fiesta, pudo nuevamente ver la negrura de la bóveda celeste salpicada de plata.
—Oye Jet—escuchó una voz tras él y pudo adivinar de quien era antes de darse la vuelta—, deseo tengáis un buen año. De verdad, espero no tener que esperar hasta el treintaiuno de diciembre de 2017 para volverte a ver sin tu humor de perros.
Una mano amistosa se posó sobre su hombro y ahí estaba el héroe de Mobius haciendo digno uso de su idiota sonrisa.
El halcón levantó el cuello de su chaqueta con un mohín de molestia.
—Quizás nos veamos más a menudo cuando abandones esa actitud tan molesta que te cargas.
El erizo exhaló con calma admirando el vaho que escaba de sus labios.
—Podría ser un propósito de este año—soltó riendo.
Jet encontró la mirada verde de Sonic puesta en la suya, con la decisión tatuada en sus grandes orbes de cumplir lo que había prometido.
El ave negó con un gesto divertido.
—A ver si lo cumples —y comenzó a caminar directo a la casa del zorro.
—Ponme a prueba Jet —contestó el héroe, andando a su lado —. Pronto verás, nos llevaremos mucho mejor de ahora en adelante.
Genial.
Se moría de ganas por comprobarlo. No literalmente.
—Empezaremos con el pie derecho —propuso el erizo parlanchín antes de entrar al taller —, ¿quieres una carrera amistosa mañana en la tarde? Te prometo que si pierdes, te compraré una hamburguesa de consolación.
¿Él perder? ¿Acaso no sabía a quién retaba?
¡Ja, ja, ja!
Era imposible que perdiera en cualquier cosa que competía. ¡Era un campeón nato, imbéciles!
—Más bien —murmuró con una sonrisa desdeñosa —, sería al revés, azul —guiñó un ojo con altivez —. Nunca has sido capaz de ganarme en mi propio terreno.
—Eso está por verse, ¿no? —concluyó Sonic para enseñarle la lengua en un gesto altamente infantil y correr dentro.
Jet negó; regresó la vista a la inefable noche que acariciaba cada uno de sus sentidos, llenándolo de algo que jamás espero sentir…
Calor de hogar.
Dulce sensación que no dejaría jamás de alentar.
Jamás de marchitar.
Jamás de amar después de tanto tiempo perdida.
¡Aquí concluimoooos!
Oh Dios, dieciocho de enero de 2017 :'v ¡Demasiado lejos del año nuevo! Casi se acaba el mes :c
La verdad, estos fics los venía escribiendo desde el año antepasado pero durante todo este tiempo no me llegaba la verdadera inspiración para concluirlos de una forma específica y tampoco quería posponerlos hasta finales del 2017 porque me conozco y sería lo mismo. Cuento de nunca acabar.
Bien, solo les anotare las pequeñas referencias acerca de esta historia:
*Padawan: Aprendiz Jedi como lo era Anakin Skywalker.
Yep. A Jet le encanta la saga de Star Wars.
**Rojo en francés es Rouge, entonces el nombre del labial "Rojo francés" es un guiño sobre la murciélago. Esa Wave conoce muy bien a sus colegas ladrones ;).
¡Gracias por todo! Les mando muchos besos y abrazos.
¡Nos leemos pronto!