Do be toques
Declaimer: Todos los personajes aquí mencionados son propiedad de SEGA, la idea y el fic son de su servidora que solo quiere hacerlos pasar un buen rato.
Advertencias: Es un fic EspioxMighty. Este fic tiene una vinculación con el otro que escribí hace un buen :v jaja, se trata de "Can you love me again?" pero lo hice lo más independiente posible de él, bueno, en unas partes más que en otras. Lo siento UnU [explicación más detallada al final]
Me gustaría tanto que esta pareja fuera cannon ;-;
¡Feliz año nuevo 2017! Les deseo lo mejor a todos y cada uno de ustedes, que sus sueños y metas se cumplan en estos 365 días. Nunca dejen de luchar por lo que quieren. ¡Los amo!
— ¡Achis! — un estornudo volvió a provocarle un pequeño mareo, seguido de un abundante escurrimiento nasal que limpió enseguida y con el seño fruncido. Como odiaba estar enfermo y más en época de frío.
Un zumbido surgió desde las escaleras y dos sombras se asomaron a su cuarto en penumbras, sólo alumbrado por el blanco fulgor que la televisión sobre su cómoda proyectaba.
Vector prendió el interruptor de la luz y sus ojos se dilataron ante el resplandor.
— ¿Cómo te encuentras Espio? — Preguntó roncamente el cocodrilo enfundado en una chaqueta de cuero café y con una bufanda gris alrededor del cuello— ¿necesitas algo más antes de que nos vayamos?
Espio negó por toda contestación.
Vector y Charmy habían logrado ser contratados para resolver un caso urgente antes de Año Nuevo. Ahora mismo seguían una importante pista que podría culminar con la misión; tenían que tomar un tren para llegar a Central City y de ahí a sabe dónde, pero claramente, él no podría acompañarlos.
Charmy se acercó volando a su lado y deposito unas cuantas golosinas en sus cobijas y un cochecito rojo de peluche.
—Espero te mejores pronto Espy—susurró la joven abeja que en esos momentos parecía un bollito esponjoso ante las numerosas capas de suéteres y chamarras que incluso llegaban a cubrir sus mejillas rojizas por el descenso de temperatura; su fiel gorra de piloto estaba en su sitio y llevaba unas orejeras de color pardo bajo sus antenas.
Anoche había caído nuevamente una nevada y el frío era peligroso para los distraídos.
Espio apretó su garganta con los dedos, tratando de evitar toser al hablar.
—Gracias, yo también.
Charmy no pudo evitar darle un abrazo al momento que Vector se despedía con la mano.
—Adiós camaleón, nos mantendremos en contacto.
El cocodrilo comenzó a descender las escaleras mientras el pequeño seguía aferrado a su pecho.
—Si quieres puedes bajar y comer de mi azúcar si eso te hace sentir mejor—le dijo Charmy con una sonrisa de oreja a oreja—, pero tampoco te la vayas a zampar toda— le advirtió con la ceja arqueada y los brazos en jarras—.Te va a doler mucho la cabeza si no sabes controlarte.
Espio sonrió y le acarició la cabeza.
—Gracias.
Charmy le dedicó una última mirada antes de encaminarse con Vector, apagó la luz y entrecerró la puerta.
Minutos más tarde escuchó como la puerta principal se cerraba.
Espio suspiró mientras tomaba el control remoto y buscaba algo bueno que ver.
Montones de pañuelos desechables yacían sobre y alrededor de la cama haciendo arcos blancos de papel arrugado; una cubeta con líquido viscoso estaba a su lado, esperando.
Se sentía terrible. El cuerpo le temblaba violentamente y la cabeza la sentía estallar, sus ojos no paraban de lagrimear y su garganta de querer librarse de sus aquejados pulmones de una vez por todas. Tenía la nariz tapada y por mucho que se sonara, seguía igual. Lo único bueno era que la fiebre le había bajado considerablemente y ya no tenía delirios.
Pasaba canal por canal hasta dar con una de las tantas películas navideñas que pasaban durante esos días de alegría, luces de colores y canciones bajo la nieve.
Espio abrió un dulce de miel que Charmy le dio y lo mastico hasta que hubo desaparecido en su boca, de todos modos, no saboreaba nada del gusto dulzoso de aquella golosina.
— ¡Achis! — el estornudo provocó que se mordiera la lengua inconscientemente.
Soltó un gruñido mientras se limpiaba su nuevo escurrimiento nasal que incluso había llegado a caer en sus mantas, haciendo un pegote verde y viscoso.
Sí. Como detestaba estar enfermo.
Era una verdadera mierda.
Aburrido de esa película, apagó la televisión y se quedo a oscuras. Pensaba dormir un buen rato y luego pararse a tomar sus pastillas y un buen té.
Se arrellanó más a la cama y se subió las cobijas hasta la cabeza. Morfeo comenzaba a seducirlo cuando un molesto movimiento vibratorio sacudió su mejilla recargada en la almohada y la clásica cancioncilla de "Star Wars" surgía lentamente. Como le molestaba que Charmy tomara su teléfono y cambiara sus tonos que él llamaba "aburridos" por cosas como esas.
Bufo reprimiendo la tos y tomo el aparato que no paraba de sonar.
Inspeccionó en la pantalla luminiscente de quien se trataba, pero el número no lo tenía registrado.
Contesto de todos modos, podría tratarse de una emergencia.
— ¿Oda? — carajo, ¿justo ahora su voz ronca se modificada a una mormada? Gracias, muchas gracias.
— ¿Espio? — ¡Oh Chaos! ¡Era Mighty! Doble carajo.
— ¿Di? Oda Mighty ¿Qué pada?
— ¡Santo Chaos! — exclamó con lo que escuchó sería una sonrisa. El muy idiota…—. Te escuchas terrible.
—Do be digas—ironizó, aunque era imposible que se escuchara como deseara. Otra vez, gracias— ¿adgo mád don obvio?
Mighty rió al otro lado de la línea mientras la furia bullía en su interior como una caldera.
—Vaya, ¿la fierecilla en ti se despierta cuando estás mal? — preguntó con un tono sugerente que lo hacía sudar—. Creo que eso me gusta. Mucho.
El armadillo rozo con languidez la última palabra y Espio se restregó el entrecejo ¿por qué se empeñaba tanto en hacerlo desesperar?
—Dibe que quiedes y cuelga— rezongó.
—Bueno, solo te hablaba para saber si no querías ir a esquiar pero... mejor voy a otro lado. Ahora que te escucho creo que yo también podría pescarme tus gérmenes entre la nieve. Mejor iré con Sonic a ver que se nos ocurre hacer.
— ¿Y a mi...i...i ¡Achis! — se retiro el teléfono a tiempo antes de estornudarle la pantalla—...a mí qué me impodta?
—Oh nada, solo te avisaba por si me necesitas o simplemente para escuchar mi dulce voz— Mighty rió con sorna y él rodó los ojos. Definitivamente ser arrogante no era su estilo—. Adiós.
Y colgó. Espio puso en mudo aquel maldito artefacto y volvió a tumbarse en la cama.
En poco rato, se le podía oír silbar por la nariz al estar completamente dormido.
Mighty, siempre estaba en sus sueños.
Era como un actor recurrente en cada uno y este no era la excepción.
Recordaba esas noches donde las farsas más felices rodeaban su vida.
Sí, seguía pensando en eso.
Era como un capítulo de su vida que se negaba a acabar a pesar de que había hecho las paces con ese que años atrás había jugado con sus sentimientos; ¡como quería dejar todo el asunto fuera de su vida! De verdad se esforzaba por mejorar y volver a hablarle a Mighty como antes, sin embargo, se sentía reacio a dejar el asunto así como así, además ¿qué sucedería si todo se volviera a repetir?
¿Y sí se volvía a enamorar?
...
Porque, él sí había tomado ese riesgo en el pasado con aquel armadillo idiota.
Ahora ¿lo haría de nuevo?
No. No. No. No. Y mil veces no. Se encargaría de que nunca nadie volviera a jugar así con él.
Debía de poner barreras entre sus sentimientos y su amistad con Mighty para evitar que todo se fuera a mayores. Debía sepultar en un pozo sin fondo todo aquello que le daría paso libre a sentir nuevamente cosquilleos por ese cleptómano.
Él no era ningún estúpido para volver a enfilarse en una trampa mortal y esperar a que todo pasara de nuevo.
«Reprimir impulsos innecesarios es la clave de la supervivencia». Recordó y repitió como un mantra.
«Reprimir impulsos innecesarios es la clave de la supervivencia».
«Reprimir impulsos innecesarios es la clave de la supervivencia».
Un golpe seco le hizo abrir un ojo adormilado.
Otro golpe le hizo sentarse sobre las cobijas e inspeccionar la infinita oscuridad que tragaba todo.
Uno más y descubrió que le estaban tirando algo a su ventana.
Se calzó los zapatos más cercanos a su cama y con paso lento, y arrastrando las cobijas, se acercó al vidrio cubierto por las polvorientas cortinas que nuevamente lo hicieron estornudar, y corrió una esquinita para espiar a quien fuera que lo estuviera molestando.
Y mira sorpresa que se trataba de Mighty lanzando bolas de nieve a su ventana con una sonrisa bobalicona.
Espio recorrió más la cortina y su aliento empaño el vidrio lleno de copos. Mighty dejo de lanzar nieve y saco su celular de aquella sudadera gris que se ceñía en torno a su cuerpo bien formado.
El camaleón fijo su vista ámbar en el pequeño aparato que irradiaba luz en su almohada y lo tomó con indecisión. Le había llegado un mensaje nuevo:
Hola ángel púrpura,–Respingó ante la mención del apodo. Como lo detestaba– bueno, Sonic no estaba y me dio flojera ir a casa, –Maldito vago perezoso–así que…vine a hacerte compañía. No te apures en abrir, ya sé donde Vector guarda la copia de la llave. Mira tras de ti ;)
Apenas termino de leerlo, el armadillo acercó su fría nariz a su cuello desde atrás y le hizo pegar un brinco que lo dejo adherido al techo.
Mighty rió por su reacción y le interrogó, estando aún de cabeza.
—Creía que estabas enfermo, ángel.
Espio sacudió la cabeza y se soltó de la pared, cayendo en la cama con gracilidad.
—Sigo enfermo— contesto con una voz que raspaba como lija al salir. Al menos ya no hablaba mormado—, y te he dicho millones de veces que no me gusta que me digas así.
El ojiazul sonrió apacible entre las sombras de su cuarto.
—Pero a mí sí me gusta.
—Eres insoportable— Espio se puso de pie y comenzó a recoger las mantas que había dejado tiradas ante su salto repentino para volver a la cama y arroparse como Chaos manda.
Mighty se quitó la sudadera y la dejo a los pies del colchón, para seguidamente y sin ninguna invitación por su parte, tumbarse a su lado y tomar el control remoto.
Encendió la televisión y se detuvo en una película de zombies tan cliché como su título.
Mighty se giró a verle.
— ¿Quieres que te prepare algo o…?
Espio lo interrumpió con un ademan desinteresado y sacando un áspero refunfuño de lo más profundo de su ser, contestó:
—No.
Mighty arqueó una ceja ante la hostilidad que le brindaba, como evaluando la situación detalladamente, y él esperaba que entendiera su mensaje. No lo quería tener bajo su mismo techo y, mucho menos bajo la misma cama.
Pero, si el armadillo reconoció el peligro al que se acercaba al hacerle enojar, lo ignoró olímpicamente como siempre.
El ojiazul se arrimó más a su lado sonriendo como perfecto idiota.
— ¿Sabes que es perfecto para curar resfriados? — preguntó a la par que seguía vislumbrando una escena donde un zombie desgarraba las entrañas de una mujer que, a pesar de todo, no dejaba de gritar como loca al ser comida viva.
Espio se encogió de hombros, estando seguro de que Mighty lo habría percibido por el rabillo del ojo.
—Además de un buen baño, se trata de un caldo de pollo.
—Mph.
—Iré a preparártelo en lo que te duchas— se puso de pie con un salto mientras apagaba la televisión, no esperando ninguna confirmación de su parte—. Y no te preocupes, no incendiare nada… o tratare de no hacerlo.
Le regalo una de esas sonrisas con las que tantas veces se había salvado de sus deberes y regañidas, para marcharse de su habitación tarareando una de esas canciones de moda que no paraban de sonar en la radio.
Espio se quedó mirando la escalera desde la cama, sin entender la actitud tan repentina que el armadillo le estaba brindando. Se sonrojó momentáneamente al recordar su calor al lado de la cama y aquella última sonrisa que pareció derretirlo por un segundo.
Soltó un trémulo suspiro que acabo en una tos con flema –la cual la echo a la cubeta con un escupitajo rápido–, y se dirigió al baño.
Estando ahí, se dispuso a quitarse todas las mantas que había traído arrastrando desde su cama. Abrió el grifo de agua caliente, esperando que la bañera se llenara un poco.
Daba gracias a Vector que esa habitación era de las más cálidas gracias a las gruesas paredes que había mandado construir y que absorbían la irradiación suficiente de la calefacción para no dejarla salir; creando así, un pequeño oasis de clima delicioso e inalterable en ese gran cuarto.
Tanto el cocodrilo como él sabían lo que se sentía un descenso terrible de temperatura y las repercusiones en sus sistemas, y por ello había arreglado de esa manera esa pieza para abrigarse. En consecuencia también la tina era insufriblemente espaciosa, porque en varias ocasiones, Vector iba y se echaba ahí a dormir. En muy contados días, él hacía lo mismo.
El agua siguió fluyendo por un rato más mientras los poros de su cuerpo saboreaban gustosos aquella atmosfera reconfortante que se creaba. Espio suspiró, pensando en pasar la noche ahí para ver si se mejoraba.
Se sumergió lentamente en el espejismo puro y trasparente creado en la bañera y se sintió bien.
Dejo de pensar en todo cuando comenzó a enjabonarse y el vapor a perlarle la piel.
Al menos la alarma contra incendios no había sonado –aún– cuando salió de bañarse. En vez de eso, había canciones de salsa surgiendo desde abajo, haciéndolo sonreír de lado.
Mighty nunca cambiaría.
Se secó bien y se colocó un suéter tejido que Vanilla le había regalado la Navidad pasada, de color violeta que se camuflajeaba perfectamente con él, y con una estrella ninja bordada en el centro.
Encima de eso, se puso una gruesa sudadera índigo y se la abrochó hasta el cuello. Se enfundó unos pantalones de pana negros sobre unos térmicos, y bajó.
En la cocina, el armadillo seguía en lo suyo: picando y rayando verduras, desmenuzando piezas de pollo y echándolas a una olla llena de agua que hervía sobre la estufa.
De la sala, provenían aun esos ritmos tan suaves como eróticos que solo la salsa sabía llevar de una forma armónica y distinguida.
—Vaya, hasta te ves más atractivo limpio— el armadillo le espetó viéndole de arriba abajo con una risa bailando en sus labios.
El camaleón le entrecerró los ojos con fastidio y torció la mandíbula. No le agradaba para nada que Mighty le hostigara soltando halagos y piropos al por mayor. Ignorándolo, se fue a la sala.
Pasó cerca de aquel pino natural que con tanto esmero habían adornado hace unos días, llenando toda la casa de magníficos olores que solo la naturaleza podía crear: bosque, tierra, madera. Charmy lo había escogido entre todos porque le daba buena espina que fuera de dos metros y medio para este año, y no pudo contener la euforia cuando apenas llegar a casa, comenzó a colgarle las esferas que había bajado del ático desde la noche pasada. Vector lo había calmado un poco mientras él desenrollaba las incontables series de luces. Cuando terminaron de decorarlo, la abeja había clavado unos cuantos dulces en las agujas del pino y qué aún se mantenían intactos. Se quedó viendo las paletas de caramelo rojo y los chicles de miel un rato mientras encendía las luces. Charmy lo hubiera matado si dejaba el árbol existiendo a oscuras en el rincón.
Espio se sentó en un sillón cerca de la ventana a esperar.
La noche era borrosa sin luna y estrellas, las cuales, eran ocultadas por pesadas nubes grises que habían estado acosando al cielo todo el día desde temprano, como pegadas a las fuentes de luz evitando que cualquier rayito se colase.
La nieve caía en un intenso torrencial de blanca crueldad y el viento aullaba lastimeramente sobre las casas. Se escuchaba el repiqueteo de los troncos vencidos de algunos árboles que no podían contra las inclemencias del clima, y el cómo sus ramas muertas se asían de algún lado, deseando encontrar apoyo a su dolor. Las farolas tintineaban ante el frío fantasma que calaba hasta los huesos. Pero, para su sorpresa, se encontró con la mejor noche que había visto de aquel diciembre atroz.
Se preguntaba como estarían Charmy y Vector…
Y como si hubiera tratado de una invocación, la luz de su celular silencioso atravesó la tela de la sudadera, indicándole que alguien estaba llamándole.
—Hola Vector— contestó al reconocer el número mientras bajaba el volumen de la grabadora que seguía sonando sobre la mesita de al lado—, ¿cómo están?, ¿han llegado a Central City?
— ¡Hola Espy!— fue Charmy quién hablo enérgicamente al otro lado de la línea—. Vaya, ¡te escuchas mejor que cuando nos fuimos! De seguro es el poder del azúcar.
El camaleón rió por la ocurrencia del chiquillo.
—Pues algo así— respondió mientras escuchaba una risa de victoria por parte de Charmy—. De igual manera, gracias.
—No hay de qué, Espy ¡Oh! Te paso a Vector, quiere deciros algo.
Murmullos apagados sonaron entre el cambio de interlocutor.
— ¿Aló? ¿Espio? —dijo Vector— ¿cómo estás?, ¿te sientes mejor?
—Pues sí, gracias por preguntar— pausa por tos— ¿Y ustedes cómo se encuentran?, Ojalá no se les ocurra venirse con plena tormenta.
—Oh, descuida con eso— el cocodrilo pareció de acuerdo con su afirmación—. Los caballeros que nos han contratado nos pagaron una habitación de hotel para pasar la noche. Dicen que la nieve no dejara de caer hasta más tarde, además de que se cancelaron todos los trenes hasta mañana, y eso si el clima mejora. ¡Uf! Este diciembre si que no tuvo piedad este año.
Se sintió aliviado con la explicación de Vector. Sus amigos estarían bien después de todo.
—Bien, nos iremos a dormir ya— comentó el detective—. Charmy quiere darte las buenas noches— y el cambio con la abeja se dio más rápido que el anterior— ¡Adiós Espy! Buenas noches, descansa y que te mejores. Te quierooo. — canturreo la última palabra antes de que Vector le quitara el teléfono— ¡Casi se me olvida! — exclamó el cocodrilo de nuevo al habla— ¿Qué crees camaleón? Hemos resuelto el caso.
—Vaya—Espio se encontraba anonado ante la oración que creía imposible de escuchar—, felicidades a ambos.
—Bueno, el crédito no es todo nuestro— el enorme reptil rio del otro lado de la llamada—. Para no hacértela tan larga: una hermana de los mapaches que nos solicitaron ayuda había buscado por su cuenta a otro detective que se encontró con nosotros en el mismo sitio. Hablamos un rato, conjuntamos pistas, documentos y datos; recreamos escenarios, sincronizamos mentes y ¡Voilà! El rompecabezas estaba armado. El culpable de seguro ya está siendo buscado por las autoridades y se presentara ante la justicia en poco. ¡Vaya! Me siento tan satisfecho del trabajo, y lo mejor de todo es que mañana es veinticuatro. Este caso contrarreloj está cerrado—Vector chasqueó la lengua—. Creo que fue nuestro milagro de Navidad atrasado ¿no crees?
—Sí, supongo.
—Bien, Charmy me espera en la habitación—el cocodrilo soltó un bostezo que terminó contagiándolo a él también—. Esta noche deberías dormir en el baño, bueno, es una sugerencia.
—Ya había pensado en eso. Gracias.
—De nada, camaleón. Estaremos por ahí a eso de las diez de la mañana. Descansa Espio, buenas noches.
—Buenas noches Vector, dale una palmada a Charmy de mi parte.
—Ja, por supuesto. Adiós.
Espio finalizó la llamada.
Volteó a la cocina donde Mighty le daba la espalda, moviéndose de un lado a otro, siguiendo un ritmo que solo él conocía. Admiraba tanta agilidad en sus movimientos, dando claro ejemplo de que los entrenamientos rendían frutos muy pronto.
Su caparazón rojo lanzaba los destellos que las guirnaldas azules de su lado emitían.
Regresó su vista hacia afuera y comenzó a empañar el vidrio –más de lo que ya estaba– con su aliento para poder pintar sobre él. Repitió el proceso una y otra y otra y otra vez. Estuvo dibujando un buen rato en el vaho hasta que sintió la presencia del armadillo tras él.
—Ya está todo listo. Ven a sentarte—pidió balanceándose en sus talones y con las manos inquietas.
Espio se puso de pie y lo siguió hasta el comedor donde un plato humeante de caldo de pollo ya le esperaba. El exquisito olor que el platillo despedía pareció terminar de destapar su nariz y reconfortarlo desde dentro. Una taza de té también caliente complementaba su cena.
—Sé que a esta hora te gusta beber el té como acostumbras— murmuró el armadillo que estaba recargado contra la pared cercana a la entrada de la cocina.
—Gracias— pasó saliva por su lastimada garganta, preparándola para lo demás.
Mighty elevó las comisuras de sus labios cuando vio como su rostro parecía deleitarse con ese sazón… y es que de verdad, no estaba nada mal. El camaleón engullo entre toses apagadas la cena en silencio, hasta que…
Elevó los ojos al armadillo, interrogante, y se dio cuenta de que comía bajo mirada ansiosa. Tragó duro.
— ¿Y tú? — claramente se refería a la comida.
Mighty sonrió de nuevo y pudo apreciar sus hoyuelos hundir sus mejillas.
—No te apures. Comeré algo al llegar a casa.
El camaleón ladeó la cabeza no creyendo haber escuchado lo que escuchó.
—No creo que puedas llegar a tu casa hoy ¿no te has asomado afuera?
Él se encogió de hombros.
—Ayer vi a Jet cruzar la ciudad nevada murmurando entre dientes como siempre. Si esa ave pudo salir y no congelarse las plumas, yo con mayor razón también.
—Pero dudo que Jet no lleva su Gear como siempre. Nunca tiene que caminar si es que no quiere— tomó un sorbo del té y continuó—. Tú ni un trineo traes.
Mighty le clavó su vista azul en la suya, y sintió como si le hubieran cerrado la tráquea en un tris. Aún no sabía cómo sobrellevar las sensaciones que lo azotaban cada que el armadillo se le quedaba viendo así, y terminó por apartarle los ojos.
—Bueno, supongo que la fuerza de voluntad hará que no me quede sin piernas o…
—Quédate.
Silencio.
Miradas de desconcierto.
Silencio.
Fue una orden tan clara, precisa e insólita que ambos se parpadearon, incapaces de procesar el momento. Espio había reaccionado de una manera tan espontanea que termino por avergonzarse ahí mismo. Tosió incontables veces queriendo alargar el silencio de Mighty y tratando de evitar que el carmín le subiera a la cara. Repitió su mantra en la mente una y otra y otra y otra vez.
Un segundo se volvió un minuto y luego dos, tres…
Deseo tener de nuevo fiebre, para culpar a sus delirios por haber soltado la lengua antes de pensar, pero ya no había de otra.
Debía de pensar que se trataba nada más de un acto solidario que cualquiera haría a un amigo.
Amigo.
La palabra ahora no tenía el mismo sentido cuando se refería a él.
Apuró el contenido de su taza y se quedo viendo el fondo, evitando nuevamente esas pupilas del color del mar.
—Yo dormiré en el baño, puedes usar mi cuarto o la sala para descansar. Ya te podrás ir después de que la tormenta aminore.
Y por infinita vez en la noche, Mighty solo atinó a sonreír.
No alcanzó a ver a Mighty cuando despertó en la mañana, lo cual era completamente extraño dado a que lo único que lo despertaría sería un vaso de agua… frío y derramado sobre su cabeza.
Tenía el sueño más pesado que jamás espero encontrar. De verdad.
Por eso se le hizo completamente anormal no verlo cuando salió del baño a eso de las siete en punto.
Tampoco había indicios del lugar donde su cuerpo había descansado: su cama destendida seguía tal y como la había dejado –sí, recordaba perfectamente la posición de sus cobijas antes de ir a dormir, incluso el ángulo de inclinación en la que siempre dejaba puestas las almohadas–, y el sillón ni hundido se encontraba. Por un momento pensó que ni siquiera se había quedado ahí ayer; pero una nota pegada en el refrigerador lo hizo confirmar que el idiota no había abandonado la casa en plena tormenta, sobreviviendo –o tratando de hacerlo–con su "fuerza de voluntad".
Un «Gracias, nos vemos en la cena de hoy. ;)» estaba plasmado sobre el papel de manera rápida y casi inentendible. Chasqueó la lengua.
Volvió a su habitación con una taza de café y se hizo un rápido chequeo de la salud. Tenía las mejillas un tanto calientes pero el termómetro le confirmo que tenía la temperatura óptima. La garganta la sentía considerablemente mejor que en días pasados y estaba seguro de haber expulsado la mayor cantidad de flemas posibles de sus pulmones. Eso era bueno.
Abrió las cortinas de su cuarto y dejo que los escasos rayos de sol se colaran por su ventana, calentando su piel por un momento. Tal parece que el clima también se había compuesto.
Cuando Vector y Charmy llegaron apenas tuvo tiempo de pensar en su enfermedad. Lo entretuvieron un rato explicando a grandes rasgos todo lo que habían hecho para encontrar al culpable; la abejita actuaba de sobremanera todas y cada una de los momentos que Vector iba narrando en un tono analógico y elegante, sacando a relucir sus acciones como siempre.
Después de ello, los tres salieron a limpiar la nieve que se encontraba obstaculizando la acera y parte de la entrada pero todo estaba limpio–lo que le hizo pensar que Mighty probablemente lo despejo al salir–.
Se encaminaron enseguida a ver a Vanilla para ayudarla con la cena de hoy.
No supo si eligió la ensalada de manzana o la griega.
O sí prefirió una Coca-Cola por sobre una Pepsi.
O sí había tomado o no sus pastillas.
La verdad, le valía un comino los preparativos que sus amigos estaban haciendo para la noche. No entendía en que se diferenciaba un platillo de otro o que guarnición se vería mejor con tal y cual cosa.
Su mente volaba por otros rumbos.
Su mente volaba a Mighty.
Aquél armadillo que había pasado la tarde con él, acompañándolo en su enfermedad como en un pasado. Aquél que a pesar de que le lanzara constantes desaprobaciones, desplantes y miradas de desdén, seguía con él. Seguía a su lado.
Pasó saliva cuando recordó sus ojos mar que le habían hecho cometer locuras, y que ahora evitaba a toda costa como si quemaran al contacto.
Suspiró. Dejó la mente en blanco.
Inhaló.
Exhaló. Se encerró en sí.
Quizás no estaba tan bien como el termómetro marcó...
Vanilla se encontraba preparando una gran cena para recibir al Año Nuevo. Vector, Charmy y Cream le ayudaban en lo que podían mientras él solo miraba por la ventana.
Minutos más tarde, el cocodrilo lo sacó de su ensimismamiento cuando lo arrastró a la cocina a pelar papas y hervir zanahorias.
Espio no recordaba una táctica peor de su compañero para estar con Vanilla, sabiendo que ella cuando está cocinando no presta atención a nada más.
Cuando el atardecer cayó, se despidieron de las conejas para ir a casa a vestirse.
Al llegar, Vector se encerró en su cuarto, sacando todo su guardarropa buscando el atuendo que había elegido desde hace semanas; dejándolo solo para lidiar con un malcriado y alterado Charmy que no paraba de volar en círculos por toda la sala con unos calzones sobre la cabeza.
Le tomó alrededor de media hora capturar a la abeja hiperactiva y engalanarla para la fiesta. Le dio un baño, la peinó y vistió correctamente con un smoking que no había usado ni una vez.
—Espy—le llamó mientras él le ajustaba el moño. Levantó la mirada— ¿Por qué me vistes así si solo vamos al taller de Tails? No voy a poder jugar bien con Cream.
—Porque Vector no quiere ser el único que vestido así—exclamó—. Además, te ves muy guapo con él, Charmy—sonrió—, apuesto que podrás jugar con Cream de todos modos.
El chiquillo hizo un puchero e inspeccionó las mangas de su camisa blanca almidonada.
—Aquí no caben cartas.
Espio se extrañó ante el comentario.
— ¿Cartas? —Preguntó para tomar una pastilla que descansaba sobre la cama de la abejita— ¿Para qué quieres cartas?
—Cream me enseñó a jugar póker y me dio consejos para tener "ases bajo la manga" de forma literal— una sonrisa se extendió traviesa por su rostro juguetón—. Dice que Jet es un maestro para eso.
El camaleón se sorprendió más. ¿Jet? ¿Cuándo cojones Jet enseñó a jugar póker a Cream?
Pero antes de cuestionarle a Charmy nuevamente, éste salió volando cuando escuchó la puerta de Vector abrirse.
Se asomó desde la habitación de donde estaba para ver al cocodrilo luciendo un traje de gala negro que al parecer le quedaba más chico de lo que creyó, dándole una pinta de vago elegante.
Espio rió por lo bajo y fue a su cuarto a prepararse también.
Del mismo modo, para él era ridículo vestirse tan formal para una simple fiesta entre amigos pero no podían dejar a Vector solo con su vergüenza. Se lo habían prometido.
No había de otra.
Llegaron al taller de Tails en compañía de las conejas y su chao a bordo de un taxi. Charmy ya no se sentía tan cohibido por usar una vestimenta tan elegante cuando la conejita salió luciendo un vestido ampón azul celeste y con un par de listones del mismo color atando sus orejas.
Vector no podía parar de ver a Vanilla: parecía irradiar luz cuando la vieron ataviada de un largo vestido vino y con un grueso abrigo blanco polar; sus ojos lanzaban destellos dorados que hasta él se sonrojó por su belleza.
Tails les abrió la puerta con un simple moño azul en el cuello y un sombrerito que le colgaba de lado con la leyenda de "¡Feliz Año Nuevo!".
—Pasen chicos—se hizo a un lado con una sonrisa—, ¡guau! Me siento alagado de que todos vinieran con sus mejores ropas aún cuando sabían que no era tan necesario.
Espio inspeccionó la instancia decorada con serpentinas, globos y mil y un cosas colgadas en el techo en conjunto con un inmenso árbol de Navidad brillando en el centro. Saludó a varios de los presentes que ya estaban congregados ahí y se fue derechito a pararse en una esquina de la habitación como auténtico antisocial.
Por varios minutos contempló llegar uno a uno a los invitados con la tambaleante idea de que él solo esperaba a uno. ¿De verdad era así? ¿En serio estaba aguardando por Mighty?
Sí.
¿Pero por qué? No lo sabía y eso lo hacía sentir peor de lo que ya estaba. Tal vez lo averiguaría cuando lo viera.
Ojalá no se trate de más delirios, pensó con disgusto mientras se pasaba una pastilla para la tos.
Tomó una copa de vino que Rouge le había ofrecido al pasear por ahí contoneando las caderas al ritmo sensual que solo ella dominaba.
Knuckles y Sonic se habían acercado a saludarle y platicar un rato hasta que la murciélago volvió a aparecerse con Shadow y Amy enganchados en sus brazos. Espio se sorprendió al ver a Shadow y Sonic charlando amenamente, dado que las únicas palabras que los había visto intercambiarse eran "púdrete" y "faker";definitivamente eso tenía huellas de eriza rosa por todos lados. Amy lo había abrazado como siempre solía hacer y se mostró emocionada cuando él le correspondió con una sonrisa.
Después de un rato, percibieron que los amigos no paraban de llegar.
Vio a la princesa Sally llevar un enorme pastel entre las manos con Bunnie y su esposo Antoine tras ella; seguidos de cerca por Sonia y Manic, los hermanos de Sonic.
El doctor Eggman hizo su aparición en un suéter mostaza con un Santa dibujado en el centro y con un sombrero de felpa tapando su cabeza pelona. Orbot y Cubot iban a su lado platicando animadamente entre sí.
Otros invitados que también llamaron la atención de todos fue la de los Babylon Rouges, luciendo chaquetas de cuero iguales con sus nombres grabados en la espalda; pero lo que más hizo abrir la boca a más de uno fue como Vanilla, Cream y Cheese corrían a los brazos de los tan afamados delincuentes para llenarlos de mimos y arrumacos. Miró por el rabillo del ojo como Vector retraía el hocico con enfado cuando Vanilla depositó un tierno beso en la mejilla de Jet y como éste se sonrojaba al contacto.
Pasado la mayor parte de la fiesta, en la que él no se había movido para nada, el ambiente lo invitaba a olvidarse de todo. Las copas llenas de espumosa bebida alcohólica que Rouge le seguía dando cada que pasaba se encontraban intactas en la esquinita de la mesa cercana a él.
Admiró a todos sus amigos reunidos bajo un mismo techo, riendo y disfrutando de la mutua compañía y deseó poder hacer lo mismo.
Pero… algo se lo impedía.
Algo dentro de su mente, dentro de su corazón le evitaba relacionarse como era debido con aquellos que eran parte de su vida. Tenía un bloqueo que no le permitía avanzar a su ritmo, que no lo dejaba ser feliz. Desde hace tiempo que lo sentía pero nunca lo sintió más pesado que esa noche, rodeado por todos pero sin nadie a su lado.
Parecía como si la crisis de depresión que meses atrás se había alimentado de él, lo estuviera seduciendo, proclamándolo para arrastrarlo nuevamente a la perdición.
No podía dejar de pensar en todo lo vivido, en todo lo pasado.
Que sorpresa sintió cuando se acorraló como oveja perdida entre la tormenta de sus recuerdos donde Mighty era el ojo del huracán. Estaba atrapado en la engañosa calma que le había permitido olvidar el pasado por un momento.
Maldita sea.
Parecía un niño traumatizado sin remedio. Un raquítico perro que desconocía cómo arreglarse. Un rompecabezas cuyas piezas se habían perdido y las sobrantes no servían más que para formar apenas una sombra…
Basta. Se demandó. Basta, basta, basta.
Suspiró por infinita vez en el día y enjauló dentro de sí todo lo que era o lo que sería.
A la mierda lo que sentía ya.
Uno a uno fueron despareciendo los tragos embriagantes que reposaban a su lado. Bebía con avidez y con una estupidez digna de alguien primerizo ante el alcohol.
El vino se le subió deprisa, como un fuego interno que atontaba el cerebro y liberaba la mente.
De pronto se sintió lento y perezoso recorriendo el taller de Tails con la mejor sonrisa que tenía, invitando a quien sea a bailar.
Había perdido la noción del tiempo cuando llamaron a la puerta otra vez. Él se encontraba jugando póker con Wave, Shadow y la pequeña Cream, sentada sobre las piernas de Jet, cuando Jay y Matilda entraron con una enorme caja llena hasta el tope de fuegos artificiales.
Y justo en ese momento apareció el armadillo de sus pesadillas: ataviado con unos pantalones oscuros que se ajustaban perfectamente a sus piernas, un suéter púrpura rematado en cuello de tortuga y sus típicos guantes marrones sin dedos con sus botas que le hacían juego.
Lo observó saludar amenamente a los invitados y cuando pasó frente a él, le lanzó una sonrisa perfecta.
No hubo más.
Y solo ese gesto basto para que Espio se sintiera enrojecer de vergüenza con el corazón latiéndole a mil por hora.
Trató de concentrarse nuevamente en la partida pero vio que era en vano cuando Cream se proclamó la ganadora.
— ¡Halcón de pacotilla! —Wave lanzó las cartas sobre la mesa—. ¡Te dije que sin trampas, imbécil!
—Oye, yo simplemente aconsejaba a Cream que hacer—se defendió tranquilamente, peinándose las largas plumas con altivez—. Aprendió del mejor.
—Del mejor tramposo de la historia— farfulló dispuesta a seguir discutiendo.
Shadow dejó su juego sobre la mesa y se fue simplemente.
Espio rió.
Cruzó una mirada al otro lado del lugar donde Mighty pero no fue correspondida.
«Reprimir impulsos innecesarios es la clave de la supervivencia», recordó con pesadez.
Se levantó del sillón con rapidez cuando una tentadora murciélago lo invitó a una ronda de shots de tequila, sabiendo que no sería la última.
A las once pasadas no sabía ni donde se encontraba o quién era.
Abrió los ojos con un jadeo cansado y la oscuridad abarco todo su plano visual. Tanteó la superficie donde su cuerpo descansaba y pudo dibujar con sus manos el borde de un colchón.
La cabeza la sentía a reventar y sus tripas pesadas por el alcohol.
La luz se filtraba por la puerta y se fue extendiendo poco a poco cuando alguien se introdujo a la habitación.
Un clic hizo su magia y todo se iluminó de repente. Gruñó molesto ante el cambio, haciéndolo enterrar la cabeza entre los cojines que se situaban sobre la cama.
—Largo—pidió con la voz amortiguada.
—Vaya ángel, ahora sí que te pasaste…—exclamó quién menos quería que estuviera ahí: Mighty. El hijoputa de Mighty.
Joder. ¿Por qué tenía una chingadera* de suerte?
—No quiero que estés de chistosito conmigo—levantó la cara y lo miró con humor de perros.
El ojiazul sonrió mientras se sentaba a los pies de la cama.
—Te pusiste hasta el culo, Espio—le reprochó con diversión latente en su voz para cerrar con pestillo la puerta—. Si no hubiera sido por mí, habrías hecho un ridículo allá abajo.
El camaleón rodó los ojos y se levantó con violencia, no haciendo más que agravar la jaqueca que le devoraba el cerebro.
—Tal vez tenías miedo de que dijera algo respecto a lo nuestro, ¿no? —ladró irritado—. No querías que nadie supiera que estuvimos saliendo por tres años, ¡Tres malditos años en los que tu mentira se sostuvo! —le gritó con todas las fuerzas que pudieron salir de su roto corazón, de su destrozado orgullo—. Engañándome sin yo saberlo de que para ti, solo éramos "amigos con derechos". Después de eso, un veintiuno de junio te cansaste de mí, me desechaste sin más después de convencerme que era tu todo. No pude recobrarme después de eso. No puedo recobrarme…
Y en ese momento sucedió lo que había estado reprimiendo hacer frente a cualquiera: lloró.
Vulnerables lagrimas comenzaron a resbalarle rápidamente y la vista a emborronársele por el dulce líquido salino.
Mighty abrió los ojos conmocionado y alargó la mano para tocarlo, pero él se apartó con brusquedad.
— ¿Por qué simplemente no me dijiste la verdad? Tal vez hubiera entendido desde un principio—murmuró—. Y eso de tus "reglas para el amor" fueron una autentica mierda que creí habías olvidado cuando descubriste que te quería de verdad. Que estaba dispuesto a entregarte mi amor… menuda mierda.
Volteó a ver la azulina mirada del armadillo con un solo pensamiento en mente: destrozarlo. Destrozarlo justo como él se lo había hecho.
— ¿Sabes que hice ese día después de que te fuiste de mi casa azotando la puerta? Me fui al bosque y no regresé pasado medio mes, no quería que nadie me viera—jadeó al recordar momentos tan amargos—. Durante ese tiempo me dedique a romperme. Entrenaba todo el jodido día sin descanso y solo bebía agua. Andaba borracho de tristeza, paseando por entre los arboles espantando a más de uno con mis lamentos. Al volver, Vector insistió en que necesitaba ayuda y me consiguió un psiquiatra aunque no fui más que a una consulta—sollozó—. Tomaba antidepresivos casi todo el tiempo porque no quería que se enteraran de lo que tenía. Obtuve el trabajo de la biblioteca a mediados del primer año que no te veía y casi de inmediato me puse a escribir mi libro como medio de escape. Redactarlo fue lo que me incitó a no pensarte más; al menos en el día...
Ni siquiera supo como se había arrastrado hasta el borde de la cama, a un lado de donde Mighty estaba sentado.
—Durante las noches tenía pesadillas y la única manera que tenía para combatirlas era el cansancio extremo, así que durante ese tiempo sobrepasaba mis límites solo para agotarme hasta el punto de no poder respirar y poder dormir sin sueños. Cuenta factible de mi decisión fue una pérdida de peso muy grande, lo que no hizo más que preocupar a Vector y Charmy pero yo siempre sabía marearlos para que creyeran que todo estaba bien—volteó a ver al ojiazul con amargura en su rostro y vio el reflejo del mismo sentimiento sobre el suyo—. Me mantuve ocupado en todo momento y monte una red de mentiras para no preocupar a nadie porque sentía que no lo merecía. Montones de pensamientos, malas ideas y sentimientos encontrados me hicieron un nudo en la garganta que se me hace imposible de tragar y…y—sollozó—… siento que me muero Mighty…—hipaba con las lágrimas floreciendo más deprisa cayendo hasta sus manos—. Quizás pienses que todo no es más que un dramón que lo he hecho más grande de lo que era, pero… te juró que no lo es. Así es como me siento ahora: marchito, podrido, cansado y desolado—suspiró—. No puedo dejar atrás todo el dolor que forjó mi nuevo yo.
No había separado los ojos de Mighty desde que sus miradas se entrelazaron. Ambas eran tan iguales y tan distintas al mismo tiempo.
Pasado y presente. Ayer y hoy. Estancada y libre. Antes y después.
Pero vio una afinidad que jamás descubrió en otros ojos, en otro alguien.
Y entonces supo –por Chaos que lo supo–, que no podía lastimarlo. Por mucho que quisiera, por mucho que lo deseara. Porque Mighty tenía escrita la misma historia que él. Ambos habían sufrido por lo que aquel ladronzuelo cometió. Él lo pagó en el pasado; Mighty lo pagaba en el presente.
Entonces, como una revelación, se dio cuenta de que él nunca se había perdonado.
Ni una vez.
No se había absuelto a sí mismo por lo que nunca cometió. Era inocente desde el principio que comenzó a martirizarse, cargando la pesada cruz del amor egoísta que aquel armadillo le ofreció, pero ¿qué acaso Mighty no le había pedido disculpas ya?
—He de reconocer que cuando fuiste a buscarme al bosque para pedirme perdón ni siquiera pensé en lo que te decía o hacía—farfulló apartándole la mirada—, solo quería que te fueras porque había pasado tanto tiempo que me planteé el propósito de comenzar a olvidarte y de repente ¡puff! Ahí estabas cagando mis planes otra vez, pidiéndome perdón lloriqueando y con un discurso demasiado bueno para ser improvisado—sonrió con tristeza para limpiarse las mejillas y sorberse los mocos con el dorso de aquel traje indeseado. Chasqueó la lengua—. En ese momento sentí algo más de mi enojo ciego...me ahogó un diminuto calor que no probaba hace tanto—recordó con melancolía—. Me recorrió como una descarga que logró reconfortarme por dentro, inundándome unos pocos segundos con una felicidad que creía perdida…
Alzó de nuevo la vista al armadillo y ahora fue él quien se sonrojó al verlo.
Sintió la mano de Mighty rozar la suya para tomarla con calma a pesar de que sus temblores decían lo contrario.
—Espio—el armadillo se aclaró la garganta—, créeme que me sentiría mejor si me hubieras dicho esto hace tiempo. Tú te hiciste daño para no alarmar a nadie, incluso a mí cuando ni siquiera tenías que—decía al ritmo que sus dedos acariciaban los suyos—. A pesar de que aceptaste mis disculpas y que dejes que nuestras vidas corran como una otra vez, siempre está latente en mi conciencia todo aquello que hice mal contigo. Mi pecado más grande fue destruir a quién me amó—apretó su mano más fuerte—y también el más estúpido…
Espio ladeó la cabeza con un gesto confundido.
— ¿A qué te refieres?
—Me refiero a que…—Mighty se rascó la cabeza dudoso, como si lo que estuviera a punto de decirle podría ponerlo peor—fue estúpido de mí parte hacerte pasar por todo eso cuando…—pasó saliva—cuando yo también te quería…
¿Había escuchado bien?
¿Mighty en serio lo había querido?
…
Ok.
Eso definitivamente lo volvió a encender.
Sintió los colores treparle hasta que estuvo consciente de que su piel se mimetizaba de carmín.
— ¿¡Qué?! —estalló poniéndose de pie—¿¡Me querías de verdad y todavía te atreviste a hacer lo que hiciste!? Agh, ¿¡Cómo pudiste!?
Comenzó a dar vueltas, furibundo, alrededor del cuarto.
Era increíble como hasta en los más sensibles momentos Mighty lograba echar todo por la borda. Era el don que más detestaba en él.
Ese gran idiota, ese perfecto idiota lo había querido todo este maldito tiempo.
¡Ahora resulta que lo hizo sufrir en vano!
Observó por el rabillo del ojo al armadillo acercarse con precaución. Ojalá hubiera metido un par de shurikens entre los pliegues del saco.
—Espio, de verdad lo lamento—se sintió cohibido cuando sus miradas se toparon—. Nunca quise decirte a pesar de saber que era correspondido porque… —se rascó la cabeza pensativo— ¡vaya! Ni siquiera sé porqué no te lo dije…—sus hombros se sacudieron desinteresadamente y eso lo hizo enfurecer más—p-pero eso no es todo porque verás, esto te sonará más extraño de lo que pudiera ser, bueno, no extraño sino curioso. Quizás esto te haga hacer enojar y me mates antes de terminar el año, pero de verdad necesito decírtelo porque quiero iniciar contigo este primero de enero; que quiero vivir si decides quedarte ahí y no rebanarme con esas estrellas mortales que te cargas a todas partes o tus dagas raras, o peor aún, tu katana escondida en la espalda—Mighty respiró y contuvo todo el aire en sus mejillas para soltarlo como un berrido—. Aquí voy, no te vayas a alterar más por favor. Espio, yo aún t…
— ¡Cállate! —le cortó con brusquedad. Como odiaba cuando comenzaba a divagar— ¡Eres un idiota, Mighty! Por eso no me lo dijiste—habló entre dientes, soltando bufidos de vez en cuando—, además, conociéndote no me lo hiciste saber porque pensabas que mis sentimientos eran falsos como los de Honey. Creíste que yo no te correspondía de verdad y solo te lo decía por compromiso, y entonces convertiste la relación en lo que fue y terminó como lo hizo—le refutó con el ceño fruncido—. ¡Sabía que eras imbécil pero esto te supera por mucho! ¡Sigo sin creerme la poca madurez con la que vas por la vi…
— ¡Aún te quiero, carajo! —fue turno del armadillo dejarlo con las palabras en la boca. Él detuvo sus vueltas cuando ambos quedaron separados simplemente por la ventana—. Sí, por eso precisamente no te lo dije, y sí, también soy todo lo que dices y más; conoces todo de mí: miedos, preocupaciones, hobbies, manías y demás. Explicas mi comportamiento cual psicólogo con doctorado basándote solo en mis antecedentes. Te sabes mi historia al derecho y al revés, lo que hice y el porqué. Me lees con tanta facilidad que no puedo esconderte casi nada. Me conoces mejor que yo, pero te faltan dos cosas para que te quejes en paz de mí: —levantó dos dedos frente a él para darle soporte a sus palabras—la primera es que cada día me disculpo contigo desde que no somos y tú no lo sabes. Te pido perdón en mis sueños y en cada silencio que me robas, en toda mirada que me lanzas y las palabras que no dices, con la esperanza de que puedas expiarme por todo algún día—Espio dejó que el enojo se disipara para volver a su habitual púrpura, aunque todavía mantenía una mueca de disgusto—. Lo segundo es que si te pudiera jurar algo es que si me observas con esos malditos ojos oro que tanto me enloquecen, sabrás que no miento en lo que siento por ti.
Y así lo hizo y así fue.
Sus pupilas color mar le decían la verdad y nada más que la verdad.
Él lo quería.
¿Y saben qué?
Él quería quererlo otra vez.
¿Por qué? y ¿Cómo? Supuso que ni Chaos sabría.
A la mierda su mantra, a la mierda sus temores. Solo quería probar que tan bueno podía ser ese viejo nuevo amor
Y entonces, las cenizas resurgieron de sus corazones como flamas primerizas esperando crecer.
Esperando no marchitarse.
Sonrisas extasiadas se extendieron en sus rostros sabiendo que los esperaba un nuevo comienzo.
En ese instante, las luces de la habitación se apagaron pero no se quedaron completamente a oscuras, pues los foquitos y adornos navideños que bordeaban la ventana no cedieron.
Ambos observaron a través del empañado cristal a sus amigos salir del taller de Tails y prepararse para recibir el año.
Los copos caían tiernamente y escarchaban con alegría el último día de diciembre.
Mighty tosió para regresar su atención a él.
—Espio, sé que te me echaras encima apenas haga esto pero ya ves lo que dicen: más vale pedir perdón que pedir permiso. Y sí, no me importa que sigas siendo un foco de infección.
El camaleón ignoraba a que se refería y reaccionó media hora más tarde cuando Mighty sacó del bolsillo de su pantalón un pequeño muérdago.
Afuera se escuchaba el bullicio que sus amigos estaban haciendo al repartir la pirotecnia, esperando la llegada del Año Nuevo.
Empezaron a contar:
—10, 9, 8...
El armadillo lo acorraló entre la pared y su cuerpo con el adorno colgando sobre sus cabezas.
—7, 6, 5...
Entrelazó una mano con la suya mientras compartían una de las tantas miradas olvidadas entre ellos.
— ¿Te había dicho que tienes los ojos más preciosos del Universo?—asomó una sonrisa galante en la apacible oscuridad tintada de la intensa iluminación de las luces de la noche que entraban por la ventana. Espio le siguió el juego y negó por toda contestación—. Pues los tienes, ángel. Inefables ojos color sol.
—4, 3, 2...
Sus rostros se aproximaron, chocando frentes –cuidándose del filoso cuerno del reptil–; ambos temblando de miedo, de excitación. De felicidad.
Risas nerviosas escaparon para decirse todo.
— ¡1! ¡Feliz Año Nuevo!
Los vítores subieron de tono hasta hacerse un verdadero escándalo. El cielo brumoso se inundo de colores ante tan preciosas explosiones y fue ahí, fue ese día en el cuarto de Tails, donde un ninja y un ladrón compartieron el primer beso del año, seguido de otro y otro y otro...
Dulce amargura embriagante en los labios de Espio y jengibre nocivo sabor a humo en los de Mighty.
Y juraron que no había una mezcla más perfecta en el mundo.
Esa noche volvieron atrás para curarse uno al otro y reescribieron un presente para tener un futuro.
Y esta vez sería uno juntos. Juntos como siempre debió ser.
—Feliz Año Nuevo lagartija—medio jadeó Mighty cuando se quedó sin aliento.
—Feliz Año Nuevo—suspiró contra sus labios para unirlos otra vez.
Está vez harían las cosas bien.
Toda duda había quedado clara, todo temor se disipó y no quedó nada más que esas dos almas, juntadas y separadas, rotas y remendadas, volviendo a encontrarse después de tantos años para perdonarse.
Dispuestas a dejarse querer.
Dispuestas a amarse.
Dispuestas a quedarse.
¡Y así merengues concluimos con esto!
La verdad, tenía tantas ganas de hacer un fic EspioxMighty pero no sabía ni de que, es por eso que traté de darle una pequeña continuación al otro que ya había escrito.
Aparte, creo que solo si leen este se puede entender todo el problema de estos muchachones.
Estoy satisfecha con lo que logré y solo me falta aclararles varios puntos:
Quizás todos se quedaron con cara de "¿Por qué Espio cambio tan radicalmente de humor?" bueno eso es, como todos saben, causa de que estaba borracho. Digo, sabe cuántas copas, luego los shots, y la sidra… El punto es que el camaleón se encontraba bajo la influencia del alcohol, y por eso también soltó la lengua – ¡Al fin! – con todos sus problemas emocionales y aprendió que guardarse las cosas puede ser peligroso y muy dañino para sanar. ¡No sean como Espio!
Luego está la referencia que quizás ya conocen pero no es de más:
*La palabra "chingadera":
Según la RAE es utilizada como derivación de la palabra chingar que sería lo equivalente a molestar o echar a perder.
Según el Wikcionario, "chingadera" es:
1. Objeto de poco o nulo valor o importancia.
2. Tontería
3. Acto despreciable, desagradable, inaceptable.
Entonces cuando Espio pensó eso –ese camaleón sabe mucho de maldiciones–, se refería a que su suerte era una porquería y no tenía ni el mínimo valor para él.
Eso sería todo.
Eso sería todo.
¡Ah! Y sería una enorme disculpa del porqué lo subo hasta pasada –bieeeen pasada– la emoción del nuevo año, es porque no hallo momento para que me dejen de molestar con los quehaceres.
Aiudaa :'v.
Este año y los que siguen les deseo lo mejor Disfruten con su familia y que cumplan todos sus propósitos.
¡Se les ama muchísimo!
¡Gracias por leer!