Antes que nada, quiero aclarar que la serie Inuyasha y ninguno de sus personajes (lamentablemente ¡_¡) U_U¡ me pertenecen, esta historia es totalmente producto de mi imaginación y cualquier semejanza a alguna historia, fic, película, vida real, ETC… es una total y completa "casualidad". Aclarado este punto quiero señalar que esta es una historia contemporánea, de universo alternativo y desde ya aviso, no es apto para todo público, espero les guste esto es un Kagome/Sesshomaru y a aquellos que no les guste esta pareja les aconsejo que simplemente escoja otro fic n_n¡.

Atentamente:

La Autora

Makimashi Misao Futura de (S. S. L. A.)


"Todo es oscuro y frio, de noche todo se ve más aterrador aunque de día también hay fealdad a la luz del sol y eso es aceptado, se burlan de mí, todos ellos señalan mis "diminutas" diferencias "hibrida" me llaman en un mundo donde la diversidad racial es tan común como respirar, aun así me condenan por algo que no puedo controlar, yo no elegí ser así, solo lo soy… Mama Yuri, Mama Hina las extraño mucho, tengo frio, sed y hambre, tengo mucho miedo no puedo negarlo, quisiera tener a alguien que me ame y me cuide como ustedes lo hicieron, quisiera que todo fuera distinto ¿Por qué nadie me quiere, que está mal en mí?... intentare cumplir mi promesa mama Hina, desde el cielo, cuídame y ayúdame, Kami sabe que necesito mucha ayuda, este mundo oscuro está lleno de peligros y depredadores y yo solo soy un numero entre números, un error desechado, una rata callejera la hija de nadie…"

KH


Cap. 1: Sobreviviendo

Allí podría haber algo Pensó con una nota de esperanza, desesperación y temor mientras la pequeña mano manchada de tierra y suciedad se hundía con cautela ganada de la experiencia, en la bolsa negra que había apartado de dos bolsas más grandes detrás del restaurante, había pasado todo el día esperando aquel momento, su estómago ardía y dolía gruñendo con fuerza pidiendo alimentos, podía sentir los nudos con solo tocar la piel sobre su estómago, su boca estaba reseca y su saliva espesa y tenía una sed horrible, se sentía agotada con un sordo dolor de cabeza que empeoraba a cada minuto y algo mareada, pero ella no podía hacer más de lo que estaba haciendo.

Finalmente después de palpar entre la basura conchas de papa y restos de comida cruda y alguna cocinada mezclada con tierra y basura haciéndola inconsumible, sacó con suma delicadeza de la bolsa un contenedor de anime intacto que prometía la esperanza de alimento, no permitiendo que la emoción la dominara arriesgándose a llevarse una decepción al encontrar solo restos que no podría comer o peor que se le cayera y desperdiciara cualquier nueva oportunidad de comer aquella noche; finalmente al abrir el contenedor vio restos de vegetales con arroz frito junto a una pila de huesos de costillas ahumadas sin un gramo de carne en ellos, no era mucho pero para alguien que había pasado el día entero sin comer desde la noche anterior, era la gloria, era una verdadera bendición.

Con la rapidez ganada de la necesidad de moverse rápido, desecho los huesos y siguió escarbando en la bolsa hasta descubrir cada pequeño y bienvenido tesoro y para cuando había revisado la bolsa entera, tenía media botella de agua, media de refresco sin gas y a su puñado de arroz frito y vegetales, se habían sumado un onigiri destrozado, restos de ramen y un diminuto trozo de carne.

Con cuidado guardó sus tesoros en el saco que llevaba consigo y con cautela vio hacia todos lados asegurándose de que no había nadie cerca, cerró la bolsa y continuo con la segunda bolsa sin encontrar más que basura que no podía usar ni comer, la tercera fue una grata sorpresa, consiguió un olla con arroz tan quemado que se había vuelto uno solo con el fondo de la olla, una cuchara doblada, un cuchillo sin mango, un palillo, una camisa manchada y un trozo de unos dos metros y algo de tela gris, desteñida, áspera, gruesa y manchada de pintura verde manzana, apenas había dejado la tercera bolsa en su sitio cuando capto el ligero e inconfundible sonido de un juramento ahogado que solo podía significar algo "los otros estaban llegando" Pensó aterrada sintiendo la sangre helarse en sus congeladas venas y ella tenía que salir de allí de inmediato, si la encontraban esta vez, tal vez podría no sobrevivir a la paliza o no podría escapar después de las primeras bofetadas como había ocurrido antes.

Con rapidez se echó el saco al hombro y rápido como un silencioso ratón se pegó a la pared opuesta del edificio donde la sombra le daría algo de protección y vio con el corazón en la boca a un grupo de tres adultos abrir las bolsas que ella ya había revisado una a una y maldecir entre dientes con furia al no encontrar nada útil, barriendo el lugar con la mirada tal vez buscando a quien se les podría haber adelantado antes de encogerse de hombros y seguir su camino al no percibirla, mientras ella se quedaba allí congelada contra la fría pared tratando de fundirse con ella durante tiempo indefinido, ignorando incluso el agudo dolor de estómago que tenía por la falta de alimentos, esa noche ya no podría seguir buscando en esa zona, no podía arriesgarse a ser encontrada no deseaba ser golpeada, ni terminar siendo explotada por ellos, tan débil como estaba ella sabía que esta vez no podría escapar de ellos como en veces anteriores.

Con cautela y el corazón en la boca bombeando con puro y crudo pánico, se arrastró de una sombra a otra mirando con atención por encima de su hombro y la calle ante ella, tratando de localizar a los tres carroñeros y ver si podía evadirlos, colocando una mano sobre su estómago rogándole que guardara silencio, casi con temor de que ellos lo escucharan, ella dudaba que aquella noche pudiera correr muy rápido, menos aún perderlos, estaba débil y eso cualquiera con dos ojos y dos dedos de frente podía verlo, afortunadamente estaban dos cuadras abajo revisando el contenedor frente a la pizzería, se llevarían una desagradable sorpresa cuando no encontraran ni las orillas de pizza, ella ya había pasado por allí, George el cocinero le había dado la bolsa con sobras que había recolectado para ella y prometiéndole más desde aquel día cuando la había encontrado hurgando en la basura más temprano.

=== S S ===

Era una suerte que aun fuera tan pequeña y menuda, era fácil escurrirse entre las sombras y atravesar lugares que un adulto no podría ni en sus mejores sueños y era una suerte que ella fuera lo suficientemente flexible para atravesar algunos obstáculos en su camino que ni aun otro niño podría o se atrevería a superar, así que atravesando callejones y cercas rotas e incluso un par de techos, pronto se encontró en el borde Este del parque, el cual atravesó mirando siempre por encima de su hombro asegurándose de no ser seguida, ella ya había tenido que correr por su vida antes por descuidada y no quería volver a pasar por eso, menos ahora que había encontrado un buen escondite.

Siguió hasta el pequeño bosque que rodeaba aquella zona residencial donde huyendo de los carroñeros más grandes seis meses atrás se había topado accidentalmente con una estructura abandonada y olvidada que se había convertido en su propia guarida, su puerto seguro.

Con dificultad debido a su debilidad física por falta de alimentos, sumado al peso y oxidación de la sólida puerta de metal puerta y las bisagras, con un forzado chirrido la puerta camuflada por los elementos y cubierta por una cortina espesa de vegetación cedió lo suficiente para dejarla entrar, con cautela extendió sus sentidos y escucho con cuidado cada ligero sonido, mientras tensa, miraba en la oscuridad tratando de distinguir algo, al final sabiéndose sola se volvió a empujar nuevamente la pesada puerta que cedió con un quejido más bajo que el anterior y empujando las barras de acero que había encontrado dentro de los huecos del cerrojo de la puerta asegurándola por dentro, estaba segura una noche más.

Avanzó ciegamente extendiendo su mano libre y guiándose por las paredes y el mapa mental que tenia del lugar hasta chocar ligeramente con un tambor de metal; con cuidado dejo el saco con su preciada carga en el suelo y empezó a palparse hasta encontrar lo que buscaba, el diminuto fosforo se encendió en medio de aquella opresiva oscuridad antes de que con sumo cuidado encendiera papel agrandando la flama dejándolo caer dentro del tambor metálico que le daba por encima de las rodillas donde había papel, ramas y hojas que pronto empezaron a quemarse dando luz y calor a aquel lugar donde estaba.

Las paredes desnudas de concreto hacía tiempo que habían perdido la capa de pintura que alguna vez había tenido, el lugar era enorme en otro tiempo debió de haber albergado algún tren o metro si el pasillo de rieles al final de la amplia estructura era una señal, mas después de alguna de las reestructuraciones viales, el lugar al parecer había sido abandonado y olvidado, le habían vaciado montones de tierra encima con la construcción de la zona residencial y alguna que otra modificación y con el tiempo la vegetación se cobró aquel espacio escondiéndolo del mundo y ahora era su hogar.

Con rapidez se arrancó los andrajos oscuros que vestía y se quitó la camisa oscura de la cabeza que cubría todo su rostro con la sola excepción de sus extraños y atípicos ojos azules y dejó todo en un montón, antes de acercarse a la olla grande y abollada que había estado recolectando el agua de una gotera particularmente grande, junto esta había un envase de plástico del tamaño de una caja de zapatos con un frasco sin etiqueta, un pedazo de jabón y una toalla raída que había visto mejores días, se lavó la cara y las manos sucias y regresó hasta donde había dejado el saco y con cuidado sacó su preciada carga, dejó la "nueva" olla en un punto donde sabía que tenía una gotera y se sentó a comer lo que había conseguido aquella noche guardando las orillas de pizza para el día siguiente que prometía tener dos comidas seguras, si llegaba a la hora acordada a la puerta trasera de la pizzería de nuevo, antes de buscar en otro lugar donde escarbar y buscar, ella sabía que había tenido suerte y la noche siguiente tendría que ir hacia otra zona para evitar ser encontrada por los carroñeros más grandes.


Un año, un año entero en que su vida había cambiado por completo, admitía que nunca había sido verdaderamente rica, pero jamás había llegado al extremo de pobreza en la que vivía ahora, ella había vivido desde que podía recordar en la cómoda casa de una pareja mayor, quienes la habían criado permitiéndole incluso el lujo de estudiar, hasta que cumplió los ocho años y la mujer había muerto y la familia de esta la había echado a la calle con lo que entonces tenía puesto… o al menos eso creían ellos.

Desde entonces todo había cambiado para peor; ella no se hacía ilusiones había aprendido muy temprano que era una mestiza ylos humanos la consideraban menos por que su padre había sido un extranjero y no un "respetable" Japonés, el color de su piel era igual de pálido que el de la mayoría de los japoneses, sus cabellos eran de un negro tan intenso que tenían un tinte azul, la forma de sus ojos era claramente asiática aunque ligeramente mas grande, pero la evidencia más clara de su herencia mixta radicaba justamente en ellos, el color de sus ojos era atípico en una japonesa humana, sin una gota de sangre Youkai o Hanyou.

Ella era el resultado de un error de juicio de una mujer de buena cuna que la había rechazado a favor de las apariencias, la vida cómoda a la que estaba acostumbrada y su círculo social y ella era un error, un estorbo reemplazable que nadie extrañaría, Mina-sama la dulce anciana que la había criado, que la había cuidado y protegido, que le había dado su nombre y un hogar, había muerto y ella nuevamente estorbaba a la familia y como si fuera una bolsa de basura la habían echado a la calle, nada nuevo para ella que había sido rechazada al nacer por su propia madre, la anciana le había dicho muy poco de su madre y de su padre que había sido un hombre de negocios Holandés y nada más.

La familia de Mina-sama la habían buscado después, ella se había ocultado de ellos y aún seguía ocultándose de ellos, ella no deseaba volver, Mina y Yuri la habían amado como a la hija que no habían tenido, pero el hermano y la familia de Mina siempre la habían tratado como una esclava contagiada de peste negra y había sido motivo de muchas disputas entre ellos, Yuri había sido hija única y no había tenido familiares vivos más que Mina y ella.

Y allí estaba ahora con nueve años y ejerciendo como una verdadera y talentosa rata callejera, hurgando entre la basura de otros y ocultándose de depredadores más grandes para sobrevivir, a sus nueve años ella no era ninguna niña inocente, había recibido muchos golpes en su joven vida y observaba todo desde un punto de vista demasiado cínico y crudo para una niña de su edad.

Tras comer lo que había encontrado en la basura, se dejó caer sobre el suelo cubierto con una capa de tela de diferentes colores y agotada hasta la medula, y se durmió de inmediato recordando a la dulce Mina y su promesa de cuidar de ella, y sin querer pensar mucho en lo que le esperaba al día siguiente donde tendría que luchar para sobrevivir otro día mas.

=========== Un año atrás ===========

La hermosa y cómoda casa de madera y de una planta era amplia para estar hacia el Este de Tokyo, la zona residencial era bastante concurrida y el espacio era muy apreciado por los que vivían allí y también muy costoso, afortunadamente el lugar pertenecía a Mina, las vacaciones de verano habían empezado y estaba haciendo suficiente calor como para usar ropa ligera.

— Ven aquí Kagome-chan, vamos a limpiar este jardín lleno de maleza — Dijo a mujer mayor abanicándose con el sombrero de paja antes de colocárselo nuevamente en la cabeza salpicada de canas y caminar con cuidado entre sus preciadas petunias.

— Hai Mina-san — Dijo Kagome de inmediato siguiendo a la mujer vestida con largos pantalones holgados negros y una camiseta verde manzana con el rostro de una sonriente rana estampada en ella.

— Escucha Kagome-chan eres una niña muy inteligente, una buena educación es la clave para todo niña y quiero que me des tu palabra de que aunque yo no este, de que vas a seguir estudiando duro y te graduaras, tendrás un título que te de dinero que pueda mantenerte — Dijo minutos después de haber estado arrancando malezas en silencio junto ella. — Promételo niña — Insistió Mina taladrándola con los ojos negros, no que pedían, exigían una respuesta.

— Hai Mina-san, le prometo estudiar y trabajar duro para tener como mantenerme cuando sea grande — Dijo Kagome dedicándole una brillante sonrisa, empujando a un lado los recuerdos de sus compañeros de clases burlándose y molestándola constantemente.

— Eres una niña muy inteligente Kagome-chan no lo olvides, no naciste de mi pero eres mi hija, Kagome Higurashi es tu nombre el nombre que Yuri y yo te dimos a ti nuestra hija — Dijo la mujer sonriéndole con afecto y melancolía recordando a su pareja Yuri, quien había muerto un año atrás de un paro cardiaco.

— Yuri-san nos mira desde el cielo Mina-san y estoy segura que ella también nos extraña mucho — Dijo Kagome con una sabiduría atípica en una niña de ocho años, después de todo, no todas las niñas de ocho años habían vivido lo que ella. Mina sonrió con los ojos anegados en lágrimas y asintió antes de volver a la tarea de rescatar sus adoradas petunias del asedio de las malas hierbas.

Aquella tarde Mina y ella salieron de la casa tomadas de la mano, Kagome sentía que Mina no estaba sintiéndose bien, tenía días decaída y actuando muy extraño.

Mientras caminaban Mina le iba hablando de todos los lugares que iban pasado y después de un par de horas de caminar y detenerse para descansar o tomar un helado Mina se detuvo frente a un viejo edificio a una cuadra de la zona comercial-empresarial, la estructura era vieja y elegante pero maciza, rodeada por una amplia acera y una carretera por los cuatro lados, no era muy grande de cinco pisos con todas las ventanas cubiertas con paneles de madera incluyendo la puerta principal.

— ¿Te gusta el color Kagome-chan? Este edificio se construyó en 1409 con ladrillos negros de los Oni de Nara, incluso entonces era un material caro, pero fue un regalo a la familia de Yuri por servicios prestados a la casa del Norte cuando un antepasado de Yuri salvo la vida de la hija del lord y el cachorro que esperaba, su compañero les regalo la mano de obra y el lord la promesa de multiplicar los pisos cuando la familia Higurashi lo solicitara, creo que ellos aún tienen ese material guardado para cumplir esa promesa, el punto es que este edificio estará aquí para siempre — Dijo Mina mirando hacia la estructura oscura y ahora tapiada con planchas de madera sobre cada entrada y ventana.

— ¿Qué es este lugar Mina-san? — Pregunto la pequeña Kagome con curiosidad, comprendiendo que este lugar guardaba importancia para Mina y la difunta Yuri.

— Este lugar perteneció a Yuri, Kagome-chan y quería que lo conocieras, en este lugar nos conocimos, aquí Yuri tenía un acogedor café que ella misma atendía cuando se cansó de la vida militar y yo trabajaba en las oficinas de la torre Taisho una de las muchas secretarias, ese día estaba teniendo el peor día de mi vida, mi computadora se murió ante mis ojos con todo mi trabajo del día, la tinta de la impresora empezó a fallar, y solo quería tomar un café e irme a casa, vine aquí mientras los técnicos se encargaban de poner todo en orden y la vi en la barra sirviendo café y fue amor a primera vista niña, de esos que sacuden el mundo bajo nuestros pies, de los que no se puede ignorar — Dijo la mujer mayor con una diminuta sonrisa llena de nostalgia.

— Ohhh — Dijo la niña sin entender muy bien lo que la mujer mayor decía, Mina la miró conocedora y sonrió con más amplitud, sus ojos oscuros brillando con sabia comprensión.

— Este lugar fue muy especial para nosotras Kagome-chan, nuestro amor fue incomprendido y pocos fueron quienes lo aceptaron y muchos los que nos dieron la espalda, recuérdalo y prométeme que vendrás a este lugar cada vez que puedas y nos recordaras cuando estemos en el otro mundo, las tumbas son deprimentes y quiero que nos recuerdes con cariño y alegría, no con tristeza — Dijo la mujer apretando su mano con fuerza.

— Hai, lo prometo Mina-san vendré aquí cuando pueda y las recordare con cariño y alegría — Prometió ella con solemnidad.

Durante toda aquella semana, Mina la había llevado al mismo lugar por diferentes rutas y medios, había incluso pagado a un taxi para que las llevaran varias veces también por diferentes rutas, finalmente al inicio de la semana siguiente Mina le pregunto si sabría cómo llegar desde Ueno hasta Shibuya y ella le había contestado que sí. (Muéstrame) dijo Mina y le permitió guiarla hasta el edificio, y la premio con un enorme helado cuando llegaron sin pérdida de tiempo al lugar.

=== S S ===

— Kagome-chan, ve al cobertizo y trae dos maletas grandes y el bolso con tus uniformes y libros — Ordenó Mina días después con calma mientras se inclinaba una vez más sobre un fajo de papeles que le habían traído aquella mañana, Kagome obedeció y corrió hacia el cobertizo anexo a la casa y trajo consigo los artículos solicitados.

— Aquí tiene Mina-san… ¿Vamos de viaje? — Pregunto secretamente emocionada por la idea, desde la muerte de Yuri no habían ido a ningún lado.

— Algo así… ve y empaca todas tus cosas, deja fuera solo lo necesario, uniformes libros y ropa de diario — Dijo la mujer con calma sin despegar su vista de los documentos.

Kagome sintió el corazón golpearle con fuerza en el pecho y un sudor frio recorrerla — ¿Por qué tenía que recoger solo sus cosas, que estaba pasando, Mina-san no iba a echarla verdad? — Las preguntas bullían una tras otra en su mente, completamente aterrada de hacerlas porque entonces sería más real, cuando logró salir el Shock habían pasado un par de minutos y cuando desapareció por el pasillo arrastrando una enorme maleta tras ella, no vio a la anciana levantar la cabeza y quitarse los lentes restregando sus ojos con agotamiento y mirar hacia donde ella había desaparecido con los ojos negros llenos de tristeza y preocupación, antes de tocar su estómago con una ligera mueca de dolor, y de volver su atención a los documentos frente a ella.

Aquella tarde Mina y ella viajaron en un taxi hasta la enorme estación de Shibuya y atravesaron los amplios pasillos hacia las taquillas y las entradas y salidas de trenes hasta llegar al servicio de depósitos cerca de la estación donde Mina insistió en guardar las maletas y el bolso de Kagome en el deposito que ya contenía algunas cajas y bolsas y que confesó Yuri había contratado poco antes de morir y seguiría allí por quince años más, hasta renovar el contrato.

Una semana después mientras Kagome estaba preparando una limonada y Mina estaba en la sala, el sonido de vidrios estrellarse contra el suelo la hizo correr a la sala donde Mina estaba doblada sobre sí misma en el sofá donde la había estado esperando, su piel estaba pálida y sudorosa y sus labios blancos y luchando para llevar aire a sus pulmones.

— ¿Mina-san? — Llamó Kagome aterrada.

— Estoy bien mi niña, no te preocupes ya pasará — Dijo la mujer mayor sin aliento y resoplando con las manos arrugadas sobre el estómago.

— Hay que llamar a una ambulancia o a Riota-sama — Dijo Kagome en pánico tomando el teléfono.

— ¡NO! — Soltó la mujer con fuerza a pesar de no verse mejor que antes, sus ojos negros estaban muy brillantes y la miraban con desesperación. — No… escúchame Kagome-chan aun no llames a nadie, ven mi niña ayúdame a llegar a mi cuarto — Pidió la mujer mayor, Kagome dejo el teléfono en su sitio al instante y ayudó a Mina a levantarse dando gracia a Kami que la mujer era tan delgada que ella podía ayudarla, la guio hasta su cuarto y la ayudó a cambiar sus cómodos pantalones de algodón holgados negros y su camiseta rosa chicle, por una bata de algodón, antes de ayudarla a acostarse en su cama.

— ¿Por qué no quieres que pida ayuda Mina-san, estas enferma verdad? — Preguntó Kagome minutos después de traer te para ambas.

— No quiero pasar mis últimos momentos en una clínica, ni viéndole la cara al imbécil de mi hermano menor y su patética familia estrecha de miras, prefiero estar aquí contigo y mis recuerdos de Yuri — Dijo la mujer mayor mirándola con resignada tristeza.

— ¿Últimos… momentos… Mina-san? — Preguntó Kagome aterrada y sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.

— Tengo cáncer de estómago Kagome-chan, uno muy avanzado y agresivo, me dieron tres semanas yo les robe mes y medio más, siento mucho tener que dejarte Kagome-chan, pero no puedo detener el tiempo, estoy vieja y ya no puedo seguir cariño, pero desde donde estemos Yuri y yo seguiremos cuidando de ti — Dijo la mujer con calma.

Vas a morir — Dijo Kagome en un tembloroso susurro, el temor reptando por su cuerpo y clavando sus crueles garras en su pecho justo sobre su corazón, mientas su estómago se hacía nudos con la tensión y su garganta se cerraba espasmódicamente y sus ojos se llenaban de lágrimas.

— Cariño mío, todos tenemos que morir algún día, incluso los Youkai y hanyou mueren eventualmente o por alguna razón, mientras me recuerdes viviré junto a Yuri en tu corazón. Ahora ve y recoge el resto de tus cosas en la mochila negra que te compré la semana pasada y regresa — Respondió Mina mirándola con tanta suplica en sus ojos que le fue imposible desobedecerla.

Kagome corrió hacia su habitación, el lugar era pequeño, pero estaba limpio y ordenado, con rapidez abrió el pequeño closet y saco la enorme mochila negra y recogió lo que quedaba en el lugar, uniformes, libros, cuadernos y lo que le quedaba de ropa y zapatos metiendo entre sus cosas como inspiración la bolsa de dormir que Yuri le había regalado poco antes de morir su colcha rosa y una almohada.

— Mina-san ya está listo — Dijo Kagome de regreso a la habitación con la mochila al hombro, entrando en pánico cuando la anciana no respondió. — ¡Mina-san, Mina-san!

Hush Kagome-chan, solo me quede dormida un momento… — Respondió la mujer finalmente pestañeando con lentitud, sus ojos negros se veían desenfocados y brillantes y eso la asusto aún más.

— Ohh, lo siento creí que… — Balbuceó Kagome restregándose las lágrimas del rostro, a Mina no le gustaba que llorara.

— Toma la lata de galletas sobre la peinadora y guárdala en tu bolso, es para ti — Instruyó la mujer observándola cumplir su petición y volver hacia ella. — Ahora dame tu mano cariño — Dijo Mina y Kagome extendió su mano hacia ella viendo lo que le costaba a la anciana mantener la suya estable. — Quiero que tengas esto, mi familia vendrá aquí Kagome-chan y no les importara nada más que la propiedad, ellos no sienten ningún aprecio por ti, no le digas a nadie que tienes esto Kagome-chan esto es lo único que puedo hacer para protegerte — Dijo poniendo en su mano las dos llaves del enorme deposito cerca de la estación de Shibuya donde estaban todas sus cosas.

— ¿Ellos van a echarme verdad? — Preguntó Kagome finalmente armándose de valor para hacer aquella pregunta.

— Si cielo, ellos no sienten más amor por ti que por mí, la vergüenza de la familia todo por ser diferente — Respondió la mujer con la voz más forzada — Toma la mochila y las llaves y escóndelas en el jardín dentro del conteiner de reciclaje, cuando ellos te echen tómalas y huye no dejes que ellos te encuentren jamás.

— ¿Por qué querrían buscarme? Ellos no me quieren aquí — Dijo Kagome desconcertada.

— Te buscaran… créeme, ahora se una buena niña y llama al imbécil de Riota — Pidió y Kagome tomó el teléfono y tras una corta conversación incomoda le dio el mensaje al hermano de Mina y corto, luego corrió a dejar su mochila y las llaves en donde le habían indicado y regreso a la habitación.

— ¿Sabes que te quiero mucho Mina Okachan y a Yuri Okachan también verdad? — Dijo Kagome sosteniendo con fuerza la frágil mano que ya no tenía fuerzas para devolverle el apretón.

— Lo se cariño, tu nos diste mucha alegría Kagome… tu madre biológica fue una tonta, pero le agradecimos a los dioses que lo fuera… porque eso te trajo a nosotras y nos dio a la hija que nunca tuvimos, hiciste muy felices a un par de ancianas lesbianas— Dijo lentamente, mientras escuchaban un auto detenerse al frente de la casa seguido de otro más, Riota y su familia habían llegado. Kagome abrazo a la mujer con fuerza y respiro por última vez su agua de colonia de Sakura y el ligero toque de canela que siempre asociaba con ella, antes de dejarla ir. — Todo mejorara eventualmente Kagome-chan… no olvides tus promesas — Dijo antes de que Riota entrara a la habitación y con rudeza agarrara a Kagome de un hombro y la arrancara del lado de Mina.

— Tu… rata callejera fuera de aquí — Ladró el hombre mayor con el cabello entre cano mirándola con patente repulsión.

— Ni en mi último momento ablandas esa piedra que tienes por corazón Rio que Kami te perdone — Dijo Mina alterándose y lanzándole a su hermano menor una mirada desenfocada pero cargada de amonestación.

— Tú iras al infierno por tus acciones en vida pecadora, tus últimos momentos no me importan para nada, termina de morirte y deja de avergonzar a tu familia — Dijo el hombre con cruda ira.

— Ve Kao-chan — Dijo Mina dedicándole una sonrisa temblorosa, Kagome echó a correr por el pasillo y al llegar a la sala la esposa y los dos hijos de Riota la miraron con horror y las esposas con un deje de lastima en los ojos que se apresuraron a ocultar. Kagome no escucho a Mina maldecir a su hermano antes de tomar su último respiro y morir.

— Fuera de aquí, vete ahora pequeña zorra antes de que perdamos la paciencia y llamemos a servicios sociales — Dijo la esposa de Riota, Kagome no supo cuál de los dos había sido, pero su brazo derecho exploto con dolor mientras uno de los hijos de Riota la agarraba con fuerza bruta del brazo y la arrastraba fuera de la casa, antes de soltarla en la puerta, cerrándola a espaldas de ella después empujarla con fuerza por la escalinata haciéndola caer, raspándose las rodillas y las manos en un intento instintivo de amortiguar la caída.

El dolor en sus rodillas sangrantes y sus manos no se comparaba con el que sentía en ese momento en su corazón, Mina estaba muerta algo le decía que ella ya se había ido, con cuidado de no lastimarse más de lo que ya estaba, bajó toda la escalinata lo más rápido que pudo y sin perder el tiempo, abrió el conteiner de reciclaje y sacó la pesada mochila con el bazo sano antes de echar a correr a pesar del dolor físico y emocional, lejos de la casa donde había crecido y los restos mortales de una de las dos mujeres a la que había llamado madre.

En un callejón abrió su bolso y con un diminuto botiquín de primeros auxilios, limpió y curó sus heridas antes de ponerse un jean y guardar la falda que había estado usando y echarse por encima un suéter negro con capucha y seguir corriendo alejándose lo más que podía de la casa que había sido su hogar hasta aquella tarde.

Aquella primera noche no había pegado un ojo aterrada de sus alrededores luego había caminado hasta su escuela y se había quedado toda la mañana mirando ausentemente la estructura donde pasaba la mayor parte del año, su mente estaba en blanco y ni siquiera pensaba en el hecho de que la única persona que tenía en el mundo la había dejado, su cuerpo no había podido continuar más y ahora estaba sola.

========== Época actual =========

Habían transcurrido dos años desde entonces, ahora tenía diez años y recordaba aquellos días con melancolía y tristeza, y mientras corría hacia la escuela Kagome también recordó como después de un gruñido particularmente fuerte de su estómago, ella se había ido de la escuela y había deambulado por la zona, había comido unos dumplins y finalmente se había ocultado debajo de un templo cerca de la escuela, aquellas fueron las tres semanas más largas de su corta vida, tratando de evadir a los monjes y guadianés del templo, para poder ir a la escuela y regresar y ocultarse nuevamente, lo peor habían sido los bichos, ella había tenido que contener sus ganas de chillar cada vez que encontraba a algún insecto sobre ella, se aseaba en la escuela o cuando la familia que llevaba el lugar salía se bañaba en el patio trasero con la manguera del jardín, hasta que fue obvio que no podía seguir allí.

— Justo a tiempo niña sigue, sigue — Dijo el anciano portero antes de cerrar el portón de metal justo detrás de ella. Kagome se peinó el cabellos con las manos mientras se unía a las filas alumnos que pronto empezaron a entrar a sus respectivos salones.

Su día escolar transcurrió como siempre, entregar su tarea, evadir a los matones de los grados mayores y de su mismo salón que se empeñaban en hacerle la vida imposible por ser mestiza, ella se preguntaba en su joven mente ¿Porque tenían que atormentarla por algo que no era su culpa? No era que ella hubiera pedido ser una mestiza, o como si pudiera controlarlo, porque ¿Qué importaba si sus ojos eran diferente al resto? Vivian en un mundo donde habían Youkai y Hanyou de toda clase y no podía ver a nadie burlándose de ellos por eso, aun así se burlaban de ella por algo tan tonto como el color de sus ojos, o su falta de padres en las actividades académicas en las que participaba por formar parte de su puntuación final y no por gusto, a veces odiaba haberle prometido a Mina que seguiría estudiando hasta tener un título, odiaba la escuela y no por los deberes, eran sus compañeros y a veces algunos de los profesores los que le hacían desear salir de allí y no volver nunca mas.

Una promesa es una promesa Kagome-chan, si rompemos nuestra palaba, entonces no tenemos ningún honor y el honor Kagome-chan es esencial en una buena persona y tú eres una buena persona, no des tu palaba a la ligera, ni te restes crédito y respeto a ti misma y a tu honor Le había dicho Mina-san entonces, en sus últimos días mientras iban en el taxi hacia el edificio que había sido de Yuri, semanas antes de que confesara su enfermedad y le prohibiera llamar a su familia hasta completar todas sus instrucciones, las mismas que al final le habían salvado la vida.

Después de clases Kagome evadió por los pelos al grupo popular de la primaria Odaiba y después de despedirse de Yoshi el anciano portero echó a correr hacia el centro comercial más cercano donde se quitó el uniforme y los zapatos y los guardó dentro de su bolso y se cambió por un par de jeans raídos y una camiseta grande marrón y un par de zapatos tipo bailarina que habían visto mejores días y ya empezaban a apretarle, no era para menos, aquellos zapatos tenían dos años con ella y ella había crecido y seguiría creciendo más, al parecer Yuri había tenido razón y ella había heredado la estatura de su padre extranjero, después de haber sido diminuta ahora ella era la más alta de su clase, incluso era más alta que la mayoría de los niños de su salón lo cual era otra fuente de burlas despiadadas del valiente que se le ocurriera atacarla de frente.

Cuando eres una rata callejera aprendes un par de cosas mientras sobrevives a matones reales, los de la escuela solo eran fanfarrones pasivos, nada que ver con lo que ella había tenido que enfrentar en la calle y a más de uno le había dado su lección y a la mala habían aprendido a no meterse con ella, incluso los que habían sido tan estúpidos como para acusarla en la dirección para luego encontrarse en la delicada posición de enfrentarla una vez más sabiendo que no lograrían nada más que otra golpiza si seguían molestándola, ella se había vuelto muy dura y estaba determinada a sobrevivir como fuera.

Cuando salió del baño vio con cautela de derecha a izquierda y se movió por el lugar como una sombra hasta llegar a la salida y seguir calle abajo hacia la zona residencial hasta un pequeño mercado de cuatro pasillos de varios productos, mas uno de alimentos congelados y embutidos, una isla de cosméticos, papelería y varios artículos más y dos cajas de las que generalmente funcionaba una, en el que trabajaba por un sueldo limpiando, ordenando, empaquetando víveres y muchas veces cargándolos para los clientes rogando al cielo que le dieran buenas propinas para seguir reuniendo para sus útiles escolares y productos de higiene y aseo, aquel día el mercado recibiría nueva mercancía y si tenía suerte conseguiría lo que estaba caducado o por caducar de los mismos distribuidores, Hina-san la dueña del mercado la había descubierto hurgando en su basura seis meses atrás y había sentido lastima de ella y le había ofrecido empleo y ayuda, ella se había aferrado a esa oportunidad con manos y dientes aun cuando la mujer le había advertido que no obtendría las cosas fáciles y que tendría que trabajar por ellas, Kagome estaba más que dispuesta a tomar el reto si eso significaba dinero fijo en su bolsillo y comida en su estómago.


— Que bien que llegaste Kagome-chan, empieza a rellenar los anaqueles vacíos del pasillo de detergente, y limpia bien los estantes — Dijo Hina apenas la vio, Hina era una mujer alta y mestiza como ella la única diferencia entre ambas había sido que la madre de Hina no la había rechazado y su padre seguía felizmente casado con Amy-sama la madre de Hana.

— Hai Hina-sama — Respondió de inmediato dejando el bolso con sus libros y uniforme en la caja en manos de Hina.

De inmediato corrió hacia el pasillo y vio tres bultos con las marcas de detergente que vendían en el pequeño mercado listos para ordenar, junto a dos cajas de cloro, tres de detergente líquido y cinco de desinfectante; después de buscar un cubo de agua lleno hasta donde podía levantarlo y un paño, Kagome se dedicó a limpiar bien los anaqueles y a secarlos antes de empezar a ordenar cada artículo en su lugar, sabía que aquello apenas estaba empezando faltaban más distribuidores por venir aquella tarde.

Después de ordenar todos los detergentes nuevos y rellenar los huecos en el pasillo de limpieza, Kagome procedió a rellenar los anaqueles vacíos junto a algunos distribuidores que como parte de sus trabajos tenían que colocar ellos mismos la mercancía, aquel día recibió cuatro envases de ramen de muestra del distribuidor de Ramen y diez cupones de descuento en uno de los grandes supermercados que aceptaban aquellas cosas, desde que ella había descubierto aquellos cupones y su utilidad, su vida había dado un giro para mejor.

— Kagome-chan ordena los productos congelados por favor, luego vienes — Le dijo Hina desde la caja mientras Kagome terminaba de ordenar el Shampoo anti-caspa que acababan de recibir y del que ella había recibido seis sobres de muestra gratis.

Con calma desarmó la caja ahora vacía y la llevó con ella al fondo del pequeño mercado donde estaban enfiladas varias cestas plásticas desechables con la nueva mercancía.

— Ah que bueno que ya estás aquí Kagome-chan — Saludó Hachi un Youkai mapache de cabello gris oscuro lleno de anillos negros que rodeaban su cabeza, sus ojos negros estaban delineados por un anillo negro, era mucho más alto que ella y relleno pero no gordo y siempre tenía una disposición bastante amable.

— Buenas tardes Hachi-sama, me alegro que también este aquí — Respondió ella con educación, mientras dejaba la caja de cartón desarmada a un lado y empezaba a ordenar la mercancía con el amable y jocoso mapache.

=== S S ===

— Esos tienes que comerlos entre hoy y mañana, máximo pasado mañana en la mañana o si no te enfermaras — Dijo Hachi después de que terminaran de ordenar todo, entregándole una cesta más dura con la mercancía caducada que ya habían remplazado, señalando la fila de seis paquetes que había retirado y reemplazado. — Y estos son de mi parte — Añadió señalando al otro lado de la cesta donde había una muestra de cada uno de los que había traído aquel día y una tira de cupones para embutidos.

Kagome lo miró perpleja y muy emocionada luchando con las ganas que tenia de abrazarlo y echarse a llorar, pero ella no era una debilucha y se negaba a llorar.

— Gracias Hachi-sama — Dijo Kagome con genuina gratitud dándole una respetuosa reverencia al Youkai que solo sonrió levemente.

— No es nada Kagome-chan, voy a ver si puedo conseguir más cupones para ti con otros colegas. — Prometió el antes de regresar con Hina y tomar su próximo pedido.

=== S S ===

Aquella noche cuando Kagome regresaba a su guarida llevaba consigo cinco cestas plásticas desechables una dentro de la otra y tres paquetes de mortadela y bologna que caducaría en tres días, el resto seguía en la cesta dura que Hachi le había regalado dentro de la nevera del depósito donde Hina-san le permitía guardar los alimentos que necesitaban refrigeración y que ella o los distribuidores e regalaban.

Con su típica cautela, Kagome había dado un rodeo largo hasta llegar a su guarida siempre asegurándose de no estar siendo seguida, al llegar a la espesa cortina de enredaderas que cubría perfectamente la entrada de su guarida, dejó las cestas en el suelo junto a su bolso de escuela y levantó el manto de vegetación con cuidado empujando con el pie las cestas bajo el y su bolso siempre mirando por encima de su hombro asegurándose de no ser vista, antes de tomar una rama llena de hojas amaradas a un palo haciendo una escoba de hojas muy extraña junto a la puerta oculta y barrer toda la zona asegurándose de no dejar huellas y hacer lo propio y escurrirse ella misma detrás del manto de hojas, con calma se agachó hundiendo su mano con una llave en el hueco hacia la derecha camuflado por las enredaderas, donde tras abrir el enorme candado que había comprado y tras aferrar con fuerza una barra de metal y moverla hacia un lado escuchó el inequívoco sonido que anunciaba que la puerta estaba abierta y sacó su mano con el macizo candado antisizalla dejándolo dentro de la cesta superior; ella había tardado un poco en encontrar aquel dispositivo manual que había estado enterrado y cubierto de enredaderas y ella lo había descubierto mientras curioseaba en el lugar de día.

Empujó la puerta con su hombro y esta cedió de inmediato y sin quejas, ella había gastado medio litro de aceite para máquinas de coser en aquellas bisagras y había valido la pena al igual que el candado, empujó las cestas con el pie y levantó su bolso escolar sacudiéndolo allí donde había entrado en contacto con el piso y su pie, aquel era su bolso de escuela y ella debía mantenerlo en buen estado, ella no tenía el dinero para estar derrochándolo así que cuidaba sus cosas lo mejor que podía.

Con calma cerró tras ella y pasó los seguros desde adentro y palpando la pared tocó un cable que siguió palpando hasta dar con el botón que activó y de inmediato un solitario bombillo se encendió en el lugar iluminando el área donde ella vivía, el tambor de metal que le servía de luz y calefacción e incluso de cocina estaba en medio de todo, hacia la derecha sobre una alfombra raída y manchada había una manta en el suelo y sobe esta su viejo saco de dormir y una almohada verde llena de bultos que había visto mejores días, junto a su "cama" habían varias cestas desechables con ropa doblada, zapatos, articulo de aseo personal y de limpieza, uniformes y artículos escolares, y varias llenas de cupones para recortar, y varias cosas que ella había sacado de la basura incluyendo tres laptops que había logrado encender en el mercado de Hina-san y otros electrodomésticos que habían botado y que aun podían servir; el lugar estaba pulcramente limpio, el piso de concreto había recuperado la belleza de antaño cuando aquel lugar estaba en pleno uso, Kagome había barrido cada rincón del enorme lugar y había pasado casi cinco meses sacando a escondidas toda la tierra, polvo y basura que se había acumulado en el lugar y luego de haber superado su temor y recorrido todo el lugar, había encontrado tres baños, dos públicos y uno en lo que parecía ser una antigua oficina, los había limpiado y después de varios intentos había logrado abrir una de las llaves de agua de uno de los lavamanos y había descubierto que aún estaba conectado al sistema de tuberías de agua y tenía agua corriente y ella había lavado todo el piso del lugar incluyendo la zanja de rieles, la electricidad había sido un descubrimiento reciente y solo se había atrevido a colocar dos bombillos, uno sobre el lugar donde vivía y otro en el baño de la oficina que era el que usaba.

Con calma se quitó los zapatos que le estaban matando los pies y casi lloro del alivio cuando puso los pies sobre el frio concreto, dejó los zapatos a un lado dentro de la especie de zapatera había hecho una con varios envases cuadrados de helado que había reciclado y unido para ese fin y que había repetido tantas veces como había sido necesario, luego tomó las cestas desechables que ya había lavado y secado en el trabajo y sacó los tres paquetes de embutidos y los guardó dentro en una cava de anime que estaba dentro de una bañera de agua, que había comprado en el mercado de Hina y que bajo su consejo había envuelto en varias capas de cinta adhesiva gruesa y le servía de nevera, dentro aun había hielo del día anterior, y luego se dedicó a ordenar en una caja plástica que había rescatado de la basura y fabricado una nueva tapa colocándole una plancha de aluminio que había conseguido por encima, el ramen que le habían regalado y otros artículos que los distribuidores le habían regalado y no necesitaba refrigeración.

Después de cambiarse de ropa por su ropa oscura de "carroñera" como solía llamarse a sí misma y a la gente que vivía como ella, Kagome tomó un par de panes de molde y abrió uno de los embutidos y cenó lo más rápido que pudo ayudándose un una botella de agua que llenaba en su baño, se cubrió el rostro con una camiseta oscura y tomó su saco, para luego salir y cerrar su casa, borrar sus huellas nuevamente con una rama suelta y perderse en la noche sintiéndose extraña e incómoda, algo le decía que debía quedarse en casa, mas ella sabía que no podía darse ese lujo, además aquella noche tenía que ir a la zona de los ricos, con suerte conseguiría un par de zapatos y tal vez ropa que le quedara más larga, pensó recodando sus viejos jeans que ahora o no le quedaban o le entraban y le daban por la pantorrilla y ya no le cerraban y si tenía un poco de suerte hasta podría encontrar dinero o algo de valor.

Con ese pensamiento Kagome atravesó el bosquecillo y salió lejos de su guarida siempre alerta de cualquiera que estuviera cerca de ella y pudiera seguirla.


Como de costumbre atravesó las calles desde Shibuya hasta Azabu, deteniéndose de vez en cuando a revisar los conteiner de papel de reciclaje rescatando las revistas y folletos de cupones y algún que otro libro.

Antes de llegar al límite del "exclusivo" lugar, Kagome se retiró la camiseta negra del rostro, eran más de las doce de la noche y habían pocas o ninguna persona fuera de sus casas en esa zona, los jóvenes parranderos se habían ido hacia las discotecas en Roppongi, así que con cuidado de no ser detectada Kagome avanzó entre las sombras directo hacia la fila de conteiners que tenían en el lugar y que al día siguiente el servicio de recolección de basura llegaría a llevárselo todo.

Mirando por encima de su hombro Kagome abrió el primer conteiner y empezó a trabajar, pronto su saco se había convertido en un saco y una maleta enorme repletos de ropa, zapatos y muchos artículos más, había sufrido para sacar la maleta y su saco del lugar sin ser vista y luego arrastrar todo por las calles sin ser descubierta por algún carroñero o algún miembro de alguna banda Yakuza.

Era pasada la una casi las dos y ahora estaba cerca de su guarida y ante ella se presentaba un nuevo dilema, cuatro metros frente a ella estaban un par de prostitutas discutiendo por lo bajo un precio con un posible cliente y ella había tenido que quedarse allí durante media hora más hasta que los tres habían llegado a un acuerdo y las mujeres se habían ido en el carro del hombre, y luego cinco minutos más para que el chulo saliera de la oscuridad y recogiera del suelo la nota que una de las mujeres había dejado caer mientras se subía al auto, y que seguramente decía el nombre del hotel donde estarían trabajando esa madrugada, por lo que tuvo que esperar y asegurarse que el hombre se había ido antes de salir de su escondite y apresurarse hacia su guarida arrastrando la maleta tras ella y su saco con dificultad, a medio camino Kagome comprendió que le sería imposible llevar ambas cosas por el camino accidentado de tierra hasta la puerta escondida de su escondite, por lo que dejó el saco entre los arbustos y resoplando bajó con la maleta que apenas tenía una mancha a un lado y la placa de la marca rota, hasta la puerta y la oculto detrás de la cortina vegetal antes de regresar por su saco, apenas había empujado la maleta dentro de su guarida cuando escucho el ruido de ramas romperse tras ella, Kagome se quedó congelada tratando de no llamar la atención sobre sí misma, mientras miraba entre el follaje de la cortina vegetal que la camuflaba del resto del mundo.

Entonces una figura apareció entre los árboles y Kagome sintió su corazón golpear aterrado contra su pecho mientras su boca se secaba y se mordía los labios para contener cualquier sonido que señalara su presencia, vio a una figura caer varias veces y levantarse mientras seguía avanzando torpemente hasta que al pasar frente a su escondite, Kagome pudo ver gracias a la iluminación de la calle ocho o diez metros por encima de su escondite que se trataba de una niña posiblemente de su edad o un poco mayor y estaba muy herida y magullada, antes de que unos pasos más allá de donde ella se ocultaba, la joven se desplomara y no volviera a levantarse.

No sabía qué hacer, por un lado quería ayudarla y por otro temía ayudarla y atraer todos los problemas de la joven hacia ella, que no necesitaba más problemas de los que ya tenía.

Kagome-chan si alguna vez estas en la situación de ayudar a alguien, observa bien a esa persona y piensa que pudiste haber sido tú, entonces pregúntate ¿Que habrías querido, qué te dejaran a tu suerte o te extendieran una mano amiga? Siempre hay riesgo de cometer errores, pero no puedes pasar la vida conteniéndote de hacer cosas por temor, no eres una cobarde para salir huyendo, además de los errores de la vida se aprenden las mejores lecciones Le había dicho Yuri-san cuando tenía siete años y había querido ayudar a una niña de los matones de la escuela y se había cohibido por temor a recibir ella la atención de aquellos matones y avergonzada le había confesado a Yuri lo que había hecho, nunca en su corta vida se había sentido tan avergonzada de sí misma que como cuando vio la decepción en los ojos marrones de Yuri brillar antes de dar un profundo suspiro y decirle aquellas palabras.

Volvió a mirar a la muchacha y con un suspiro pesado supo de inmediato que tenía que ayudarla, donde quiera que estuvieran ella no podía decepcionar más a Yuri o a Mina, así que empujó su saco hacia su guarida y lo apartó de su camino, antes observar bien por donde la joven había venido y asegurarse que nadie venia tras ella antes de levantar la cortina vegetal sosteniéndola con una rama enorme en forma de horquilla que había conseguido en el parque Ueno y que usaba cuando encontraba cosas grandes y necesitaba mantener la cortina en alto y sin dañarla y destruir su perfecto camuflaje.

Con cautela se acercó a la figura caída y con un empujón la puso boca arriba y Kagome contuvo el aliento, el ojo izquierdo estaba inflamado y morado cerrándose rápidamente, el labio estaba partido y tenía marcas de dedos en las mejillas, la ropa estaba rota en algunos lados y sus manos estaban sangrando y caían flojas por encima de una enorme cartera negra; con cuidado y sabiendo que igual estaba por lastimarla aún más, se agachó y metió sus manos por debajo de las axilas de la joven y tiró con fuerza moviéndola unos centímetros y resoplando por el enorme peso muerto y manteniendo su atención en sus alrededores buscando algún intruso cerca de ellas, tardo veinte minutos en hacerla atravesar por completo la entrada de su guarida y se tomó cinco más en usar su escoba de ramas para borrar el rastro que ella había dejado cuando arrastró a la joven muchacha, antes de retirar la horquilla y dejar caer la cortina vegetal, justo estaba cerrando la pesada puerta de metal macizo cuando escucho el sonido de pisadas pesadas.

— Estoy seguro de que esa perra vino hacia aquí — Dijo un hombre arrastrando las palabras claramente borracho o drogado, ella no podía decirlo y una vez más se quedó congelada tratando de no emitir ningún sonido mientras su corazón golpeaba con fuerza en sus oídos y sus manos sudaban y apretaban con tanta fuerza la puerta que estaba segura que podría ver sus nudillos si hubiera luz suficiente.

— Estas drogado idiota no había ninguna chica — Soltó otro igual de drogado.

— Si la había... — insistido el otro aunque pudo percibir una clara nota dudosa

— Vamos… regresemos, nos espera una nuestra fiesta, busquemos a una par de chicas de verdad — Dijo el otro avanzando por el bosquecillo con la delicadeza de un elefante, seguido del otro igual de delicado.

Desde la oscuridad Kagome vio a los hombres alejarse con el corazón en la boca y cuando determinó que estaban lejos, empujó la puerta con todas sus fuerzas hasta que cerró con un ligero sonido metálico y procedió en la oscuridad a colocar cada seguro en los diferentes orificios y tras soltar el aire que estaba conteniendo estiró su mano hacia la derecha hasta ubicar el cable accionando el botón y encendiendo el bombillo sobre el lugar en el que vivía y correr a tomar varias piezas de ropa sucia y a colocarlas en la rendija de la puerta, más por precaución nacida de los nervios que por verdadera necesidad, pues el bordillo alto de la puerta hacia imposible que se escapara la luz del lugar, más en ese momento a ella poco le importaba que ya hubiese confirmado que no podía verse la luz desde afuera, ella estaba lo suficientemente aterrada y tensa para añadir aquella protección innecesaria.

Con una calma que no sentía, porque estaba muerta de pánico y su corazón estaba por atravesar su pecho limpiamente, Kagome se volvió hacia la joven inconsciente en el suelo y tras quitarle con dificultad la enorme y pesada cartera negra de cuero rígido y dejarla a un lado sin molestarse en ver su contenido, empezó a revisar a la joven y a limpiar sus heridas y a cubrirlas con curitas y vendas, limpiando lo más que podía de su rostro, su cuello y toda la piel a la vista con un paño húmedo dando gracias a Kami que al día siguiente era sábado y no tendría que ir a la escuela en la mañana pero sí tendría que trabajar en la tarde.

Cuando termino le quitó los zapatos y con cuidado la arrastró y recostó sobre una camilla provisional que había hecho improvisada con ropa y una sábana raída arropándola con un pedazo de tela gruesa a la que ella había cosido retazos de otras telas convirtiéndola en una manta y luego tomara un hielo de la cava y lo envolviera en tela y lo pasara con cuidado por el rostro inflamado de la joven, disculpándose por lo bajo cuando esta aun inconsciente ella se quejó antes de hundirse en un profundo letargo, entonces encendió el fuego para que ninguna se congelara aquella noche.

Kagome estaba espantada de sus propias acciones allí estaba ahora mirando a la joven inconsciente frente a ella, sabiendo que a partir de aquel día ella estaba en riesgo gracias a aquella acción, frustrada se pasó las manos por la cabeza alborotando sus largos cabellos negro azulado sacándolos de la trenza en la que los había recogido para que no estorbaran y tras lanzarle una mirada cargada de preocupación a la figura inconsciente, Kagome se encogió de hombros decidiendo que no podía hacer nada ya, ella no iba a echar a la joven a su suerte como ella había estado antes de encontrar aquel lugar y se volvió a quitarse los zapatos que la estaban matando, dejándolos dentro de su zapatera reciclada, limpió la tierra y la sangre de la joven del suelo y abrió su saco para empezar a ordenar lo que había conseguido aquella noche, primero ordenó todos los folletos y revistas de cupones, y luego tres libros que había encontrado en la basura, luego dividió ropa, zapatos y artículos personales por tipo, había conseguido tres carteras una con el fondo roto pero reparable, otra con la fina correa partida que ella estaba segura que podía arreglar o al menos encontrarle una solución que funcionara con ella, allí había conseguido dinero en efectivo y la última estaba prácticamente nueva si ignorabas la aceitosa crema dentro de esta, cuatro pares de zapatos de los que uno solo podría quedarle en ese momento, tres camisas enormes un secador de pelo y varios botes de cremas, jabones que todavía tenían y medio frasco de perfume y dos cepillos de peinar solo en el saco, la maleta estaba llena de ropa zapatos cremas Shampoo y un bolsita con joyería, cosas para el cabello y varias cosas más, cuando Kagome había terminado de ordenar todo eran las tres y media de la mañana y le lanzo una mirada a la joven que dormía, antes de comer algo rápido, apagar el bombillo, aliviarse en el baño, lavar su rostro y sus manos, cambiarse la ropa por una bata y recostarse, demasiado preocupada y espantada por sus acciones y pensando en las cientos de miles de consecuencias que danzaban salvajes en su mente como para poder dormir, finalmente no supo cuando el agotamiento la había supera y se había dormido, mirado intensamente a la joven al otro lado del espacio de la antigua estación donde vivía.


N.A: Agradecería mucho que se tomaran el tiempo en dejar un review con su opinión, pensando en el tiempo que me he tomado en tejer esta historia que comparto con ustedes.

Atte.

Yo.

Gracias