Antes que nada, quiero aclarar que la serie Inuyasha y ninguno de sus personajes (lamentablemente ¡_¡) U_U¡ me pertenecen, esta historia es totalmente producto de mi imaginación y cualquier semejanza a alguna historia, fic, película, vida real, ETC… es una total y completa "casualidad". Aclarado este punto quiero señalar que esta es una historia contemporánea, de universo alternativo y desde ya aviso, no es apto para todo público, espero les guste esto es un Kagome/Sesshomaru y a aquellos que no les guste esta pareja les aconsejo que simplemente escoja otro fic n_n¡.
Quiero dedicar este fic a aquellos que hemos atravesado el infierno de ida y vuelta en la vida para surgir, la vida es una continua lucha y la paz solo los cortes comerciales, besos y sigan luchando.
Atentamente:
La Autora
Makimashi Misao Futura de (S. S. L. A.)
"La oscuridad es mi única y eterna compañera en el miserable mundo lleno de inmundicia y porquería en el que vivo y del que soy esclava, el único rastro de luz que tuve pasó por mi corta vida como una estrella fugaz que se apagó muy rápido, demasiado rápido… ¿Alguna vez fui niña, joven y despreocupada? No lo sé… ya no puedo recordarlo, solo recuerdo arrastrarme de una sombra a otra para no llamar la atención, el hambre atormentando mi estómago y la comida envenenada allí a mi merced, tentándome a caer en su "engañosa" trampa mortal y ahora mientras huyo por mi vida, alejándome del infierno del que fui presa tanto tiempo, me pregunto también ¿Qué está mal en mí, acaso no soy también parte de este mundo, entonces por qué me rechazan? Tantas preguntas sin respuestas… que ya a estas alturas poco importan, están cerca de atraparme y mi vida acabará Kami… si hay algo de eso que llaman "amor" en tu corazón por mí, mátame antes que ellos me tengan, no me dejes aquí sufriendo más de lo que ya he sufrido, estoy cansada, tengo frio, hambre y mucho dolor… solo quiero ir… a casa… donde sea… que ese lugar este"
Nadie…
Cap. 2: Huyendo.
Dolor era lo único que su mente embotada podía registrar, el dolor era tan intenso que cada bocanada de aire que tomaban sus pulmones iba acompañado de un terrible dolor que le robaba el poco aliento que tenía y la hundía en la agonía; Su rostro ardía ligeramente y latía dolorosamente hacia el lado izquierdo y su boca se sentía dos veces más grande de lo que era, con un horrible sabor amargo y dolía horriblemente, su espalda, sus manos y sus costillas dolían también y con cada ligera respiración estas se quejaban con venganza, solo podía registrar que su cuerpo entero dolía y se sentía muy pesado, y el peor de los malestares que sentía estaba en su cabeza, que unido con el de su cara hacia que el dolor fuera insoportable y sabía que si se movía el dolor será aún peor, Azani ya la había golpeado brutalmente antes para saber por experiencia lo que se sentía, y no se sentía inclinada a exponerse a esa tortura, ella solo quería quedarse justo donde estaba hasta que dejara de sentirse como un saco de boxeo muy usado y dormir hasta que dejara de sentir dolor, o simplemente "dejara de sentir nada en absoluto" Dormir… Dormir… Dor-miiiirrrr cantó su mente tentadoramente.
Entonces como un balde de agua fría todo lo ocurrido cayó sobre ella y miles de recuerdos golpearon su agotado cerebro que luchaba para lidiar con aquel dolor físico y emocional que sentía y todo se repitió en su mente; toda su vida viviendo en las calles siendo un número más de los niños perdidos de Tokyo, una más en la larga estadística nacional y mundial de desaparición infantil, una rata callejera huyendo de todo y de todos, una sobreviviente de la miseria oculta de las calles "impecablemente maquilladas" de la capital Japonesa, el desecho de una familia de clase media en un mundo donde el dinero era el dios y el demonio de todos por igual y en términos económicos una hija tenía menos valor que un hijo, todos atados a un mundo lleno de apariencia y criada como una rata callejera destinada a venderse al mejor postor.
O al menos eso le había dicho innumerables veces Azani-sama la dueña y jefa del burdel del barrio Setagaya al borde de Shibuya, mas desde su tierna infancia ella había visto desde adentro, el mundo oscuro y crudo de la prostitución y nunca le había gustado lo que había visto y había planeado huir.
=========== Flash Back ===========
Todo olía mal, siempre había sido así y cada día que pasaba era exactamente igual e incluso peor, abrió los ojos a la oscuridad ignorando el olor a moho, madera podría, humedad y el penetrante olor a perfume barato que buscaba inútilmente disimular el olor a sudor, cigarros, alcohol, cuerpos sucios y el asqueroso olor de uno de los muchos baños que apenas funcionaba y nadie más que ella tenía que limpiar si quería usarlo. — Que suerte — Pensó con amargura estirándose todo lo que podía dentro de su escondite.
Con cautela asomó su rostro por el resquicio de su último escondite, un pequeño armario que alguna vez fue hecho para guardar vajillas o ropa de cama y ahora era uno de los precarios escondites de una niña en un burdel de mala muerte. No había nadie cerca, se aseguró de eso antes de decidirse a salir, así que con cuidado empujó la puerta con dificultad hasta que se abrió y silenciosa como un ratón se deslizó fuera del mueble y en silencio se movió por el sucio y oscuro pasillo.
No importaba que hora del día fuera, en aquel lugar no parecía entrar la luz del sol nunca, más bien parecía repelerla, como si no fuera digno de ser iluminado (y a su parecer estaba lejos de ser digno de nada) La única fuente de luz estaba hacia otro lado del laberintico complejo lejos de donde ella estaba, allí estaba la única ventana por la que podía verse el parque de Shibuya que sabía que conectaba con un tramo de bosque protegido por las autoridades y la ruta que había estado planeando tomar pronto, para huir de aquel maldito infierno de lugar.
— Deja de holgazanear y ve a recoger las malditas sabanas — Dijo Azani apenas la vio aparecer frente a su habitación/oficina, donde estaba en ese momento contando las ganancias de la noche anterior y fumando como una chimenea añadiendo su mezcla especial de "tabaco rancio y marihuana" al de por si fétido e insalubre ambiente. — Mueve tu flaco culo muchacha, antes de que te lo mueva de una patada, aun no eres la matrona en este antro, esa soy yo, así que muévete ya — Repitió mirándola con sus ojos oscuros llenos de amenaza, la mujer tenía el rostro demacrado cubierto de una gruesa capa de maquillaje que no hacía nada para ocultar la decadencia en la que había vivido desde siempre y se cobraba su cuota en un rostro sudoroso, con marcadas arrugas y un cuerpo moldeado por fajas que la ayudaban a mantener todo en su sitio, y una mata de cabello teñido, seco maltratado y tan opaco que parecía falso.
Aquella amenaza fue suficiente para que ella pusiera pies de pólvora y se moviera con toda la rapidez que podía conjurar a sus pies calzados con unos zapatos dos tallas más grandes que sus pies y muchas medias y relleno para sostenerlos en sus pies.
Con hastío, recorrió cada habitación vacía del lugar verificando cuales estaban vacías y cuales llenas (haciendo una pequeña colecta de las llenas) y con las manos envueltas en dos bolsas de compra y una cesta plástica rota donde planeaba arrastrar las sabanas sucias, por que bajo ningún concepto ella tocaría sabanas llenas de porquería de las putas del lugar y sus malditos clientes Ojalá todos se pudran en el infierno por siempre Pensó entrando en la primera habitación que encontró vacía y sin ver la tétrica y desgastada habitación, procedió a sacar las sabanas conteniendo las náuseas y haciendo su mejor esfuerzo por ignorar las manchas de humedad en los diferentes sitios.
A aquellas horas las prostitutas del lugar estaban en algún lugar de la segunda o tercera planta, hundiendo sus miserias en alcohol o las drogas baratas a las que Azani las había enganchado y con lo que controlaba sus voluntades a la espera de ser llamadas por un nuevo cliente o a que la noche cayera para recorrer los puntos de "venta" en busca de nuevos clientes.
Al principio recién forzadas a trabajar allí, las mujeres lloraban después de los primeros "clientes" y se restregaban la piel hasta casi arrancárselas en alguno de los fétidos baños del lugar, mientras en pequeñas dosis Azani las introducía a las drogas en la poca comida o en el agua que al principio les daba, hasta tenerlas completamente bajo su dominio completamente moldeables y manejables, haciendo lo que fuera por la próxima dosis, entonces olvidaban las lágrimas, el asco y todo lo que inicialmente sentían y pensaban, volviéndose marionetas y esclavas de Azani y dedicándose únicamente a sus clientes y a mantener sus vicios, todas habían sido exactamente iguales.
Se agachó sobre sus tobillos evitando tocar el suelo sucio y con atención revisó el suelo con la mirada, maldiciendo mentalmente al solo encontrar un par de monedas, antes de encogerse de hombros y seguir a la próxima habitación arrastrando la cesta con las sabanas sucias dándole ligero golpes con sus pies; lanzó una sonora maldición al ver las manchas marrones en las sabanas y el inconfundible olor de excremento, era obvio que alguien no había podido controlar las ganas de defecar durante el sexo anal. Siempre había alguna puta que tenía esa clase de accidentes pensó con asco e irritación sabiendo perfectamente que tenía que lavar eso o soportar una paliza monumental, tras sacar la asquerosa carga del lugar siguió su recorrido.
Para cuando terminó tenía veinticinco yenes en monedas y doscientos sesenta y seis que había sacado directamente de varias carteras de clientes que aún estaban dentro de las habitaciones inconscientes por las drogas y el licor.
=== S S ===
Mientras llenaba la lavadora de segunda mano, desenchufándola cada vez que tenía que sacar las sabanas limpias para evitar la descarga eléctrica que solía darle, pensó una vez más en sus planes de huida, hacía tiempo que deseaba salir de allí, pero habían tantos ojos vigilándola, tantas almas compradas a base de drogas y licor dispuesta a traicionarla, que ella no podía hacer más de lo que estaba haciendo así que suspiro internamente y siguió haciendo su parte para sobrevivir en aquel infierno, mientras soñaba despierta con salir de ese horrendo lugar.
Ella jamás había contado con que Azani descubriera su plan de huida y la vendiera antes de que ella creciera un poco más sin siquiera ella saberlo sino hasta el final cuando estuvo frente al cliente, pues cuando ella había llevado la botella de whisky escoses a la salita donde las prostitutas recibían a sus clientes, ella no sabía que esa noche ella sería la anfitriona y mercancía del degenerado hombre que esperaba ansioso por lo que había pagado. — Lleva esto a la salita nueva — Había ordenado la cruel mujer mirándola con la misma mascara de malicia y odio de siempre, ¿Qué podía sospechar ella entonces?, absolutamente nada.
Tampoco esperaba que un golpe de "suerte" del destino y antes de que aquel hombre asqueroso la obligara a recibirlo en su cuerpo aun inocente, después de batirse a golpes con el tratando inútilmente de defenderse, el cabrón fuera acribillado a tiros mientras ella permanecía oculta detrás del espaldar cubierto de espejos de la cama occidental de aquella salita, mientras escuchaba más detonaciones y los gritos de Azani y las otras prostitutas y algún que otro cliente silenciarse abruptamente, cubriéndose la boca para no chillar aterrorizada.
Cuando ella había reunido el valor para salir de su escondite había tenido que controlarse para no chillar horrorizada ante la visión ensangrentada del cadáver del hombre que había pagado para violarla, no por lastima por el maldito bastardo (él podía pudrirse en el infierno si alguien le preguntaba a ella) sino por ser la primera vez que estaba tan cerca de un cadáver y estaba en shock al ver las horribles heridas abiertas que sangraban formando un charco bajo el deformado cadáver que ya no parecía humano.
Entonces ella se había obligado a reaccionar y había salido huyendo de aquel lugar del infierno tratando de evadir a los atacantes, una banda Yakuza que buscaban sobrevivientes o simplemente estaban cargando con lo que creían tenía valor e incluso algunos de drogaban al lado de sus víctimas o tenían sexo libremente con los cadáveres, mientas ella se escurría de una sombra a otra tratando de escapar de aquel lugar.
Por tiempo indefinido se había mantenido congelada de terror debajo de un sillón barato, donde poco después de ella escurrirse bajo el, uno de los asesinos se había sentado dando órdenes con la voz extrañamente calmada y contenida, mientras ella se tapaba la boca con una mano temblorosa sintiendo la histeria ahogarla y morderse los labios hasta hacerlos sangrar aún más para no gritar presa de la histeria.
Cuando él había le ordenado retirarse al resto de los hombres antes de levantarse e irse seguido de los demás, ella había respirado con algo de alivio y había esperado hasta estar segura de estar sola, antes de salir de su escondite y proseguir su camino en la huida de aquel maldito lugar; su horror y espanto había sido enorme cuando había chocado de frente con uno de los Yakuza demasiado drogado para comprender bien lo que estaba ocurriendo, más cuando la comprensión se registró en su mente nublada por los narcóticos se había lanzado sobre ella con torpeza y ella había luchado una vez más con fiereza para salir de sus garras.
La suerte le había sonreído una vez más aquella noche cuando mientras él la aplastaba con su enorme cuerpo dominándola con su tamaño y peso, su propia mano encontró el cuello de una botella y sin detenerse a pensarlo, la estrelló con todas sus fuerzas contra la cabeza del hombre noqueándolo al golpear su sien derecha con un golpe sordo.
Mas la desesperación había alcanzado entonces nuevos niveles cuando se encontró atrapada bajo el cuerpo inconsciente del hombre y había luchado y se había contoneado desesperadamente con todas sus fuerzas hasta liberarse de él y notar finalmente donde estaba, entonces había entrado a la habitación/oficina de Azani encontrándola desplomada y aun sentada en el horrible sillón tipo trono alto, pintado de dorado y joyas tan falsas y de mal gusto como la misma Azani, con un hoyo entre los ojos negros muy abiertos de horror y otro en su negro corazón, ella no había sentido ninguna lastima o remordimiento al verla, la mujer había sido la personificación más clara de sus pesadillas, así que cuando ella había arrancado las dos llaves de la cadena en su cuello, no había sentido absolutamente nada, antes de correr hasta el escritorio y abrir con las llaves una de las paredes bajo este, sacando la enorme y pesada cartera donde sabía que la mujer había guardado todo el dinero del burdel y las identificaciones e incluso pasaportes de las prostitutas que mantenía allí contra su voluntad, sabía que sus propios documentos estaban allí la bruja se los había enseñado de lejos una vez para burlarse de ella y torturarla mientras le decía que ella le pertenecía.
Se cruzó la correa de la pesada cartera amarrando el exceso de la correa alrededor de su flaco cuerpo para asegurase de no perderla, antes de echar a correr una vez más fuera del lugar sin volverse a mirar nuevamente a la maldita mujer que la había torturado toda su corta vida y esperaba se derritiera en el infierno junto al maldito que la había comprado aquella horrible noche y todos los hombres y mujeres como ellos.
=== S S ===
Corría, corría entre las sombras tratando de no hacer ningún ruido entre el laberinto de tétricos, decadentes y largos pasillos que atravesaba a lo largo de dos calles interconectando a Setagaya con Shibuya y la fachada de un diminuto y "respetable" hotel, que había sido la trampa perfecta para más de una chica extranjera y local que ahora yacían muertas más allá de la fachada o en algún hotel de mala muerte atendiendo al cliente de turno sin saber aún que eran libres de sus cadenas, igual que ella.
Tardó unos minutos en comprender que a lo lejos y muy torpemente estaba siendo seguida y comprendió que el hombre que ella había noqueado frente a la "oficina" de Azani ya había despertado y estaba tratando de rastrearla entre aquel laberinto oscuro y si bien ella no podía verlo, ella podía escucharlo atravesando el lugar haciendo suficiente ruido como para levantar a los muertos desperdigados en el lugar, mientras se esforzaba para aumentar la distancia entre los silenciosa como un ratón ella notó que estaba empezando a sentir el forcejeo con el difunto bastardo que la había comprado y la lucha desesperada que había tenido con el hombre muy drogado que ahora atravesaba los pasillos chocando contra todo y maldiciendo abiertamente.
Ella no se rindió, estaba cerca de salir de aquel infierno para no regresar jamás y estaba decidida a vivir, así que ignoro las propias quejas de su cuerpo y avanzó con toda la rapidez que podía y tratando siempre de no ser vista o escuchada, tardó unos minutos en sortear el límite de pasillos entre un barrio y otro, cuando olio el sofocante humo que se sumó horriblemente a la perene fetidez de costumbre y vio a unos metros frente a ella, las llamas naranjas bailando y lamiendo las paredes de madera con alarmante rapidez, también escuchó una vez más al hombre que la seguía ahora para su espanto hablando con otro y no tuvo que pensarlo dos veces cuando brincó hacia las llamas pasando entre ellas que lamieron su delgado cuerpo calentándola por primera vez en su vida, oliendo su cabello quemarse mientras sentía el calor que irradiaba de las llamas en la cara y los bazos, e incluso bajo la ropa casi dolorosamente dejando un sordo ardor a su paso, mientras se obligaba a ignorar a los muertos que se quemaban con las llamas y el horrible y nauseabundo olor de carne quemada y el acre del humo que mezclado con la fetidez del lugar la hacían dar arcadas, y buscó desesperadamente hasta dar con una de las ventanas que daban hacia el diminuto parque que conectaba con unas hectáreas de bosque donde se había prohibido construir mucho años atrás.
Cuando encontró lo que buscaba la ventana ya había estallado con el fuego rodeándola amenazadoramente pero no tenía a donde más huir, ella solo rogó al cielo por algo más de esa suerte que le había otorgado aquella noche, antes de correr para tomar impulso y lanzarse por la ventana rota cayendo pesadamente un poco más allá de la mayoría de los vidrios con un golpe seco que arrancó el aire de sus pulmones y la dejó privada del dolor, antes de recordar de lo que estaba huyendo y obligarse a levantarse a duras penas y echar a andar lentamente hacia el parque tratando de ignorar el dolor en su cuerpo mientras aumentaba la velocidad al escuchar a lo lejos a los hombres una vez más sobre su pista, contando con que tuvieran que buscar otro lugar para poder salir y así poder perderlos.
El golpe la había dejado desorientada pero no por ello se había permitido detenerse, ni la primera, ni la segunda, ni aun la tercera vez que había caído dolorosamente en el suelo de tierra y rocas se había permitido detenerse a descansar aun cuando su cuerpo adolorido suplicaba por descanso y el humo que había inhalado la hacía sentir mareada, para entonces ya había perdido la cuenta de las veces que había caído y se había levantado e incluso gateado su huida, hasta tener de donde apoyarse para levantarse una vez más y seguir sin importarle que volvería a caer poco después, su mente solo le ordenaba "huir, huir, huir".
No sabía cuánto tiempo había estado avanzando de un árbol a otro arrastrándose en las sombras y corriendo cuando lograba reunir suficiente fuerza para eso, a lo lejos ella podía escuchar aun a los hombres siguiéndola y ella estaba decidida a no dejarse atrapar por ellos sin luchar por su vida, contra Azani no había podido luchar, la maldita mujer tenía todos los ojos de las prostitutas sobre ella, a los chulos no le permitían acceso a ella aun, pero esta vez ella moriría luchando y no sentada esperando por el veredicto, esta vez ella lucharía con todas las fuerzas que le quedaban.
Vamos…un pie delante del otro, no te detengas ahora Pensó forzándose a avanzar, viendo frente a ella los arboles gruesos y la espesa vegetación cubriéndolo todo, a unos metros frente a ella podía ver a unos ocho o diez metros por encima de un enorme tumulto de tierra, los postes de luz alumbrando ligeramente el bosque por donde ella estaba huyendo, no se atrevía a mirar por encima de su hombro a ver si la seguían porque sentía que si se volvía a mirar la atraparían, así que avanzó un metro más sintiendo agudizarse cada golpe, sobre su cuerpo y el humo que había respirado volverse contra ella con venganza. ¡NOOOO! se escuchó gritar con horror en su mente, mientras la oscuridad se lanzaba sobre ella, su garganta estaba demasiado inflamada e irritada para permitirse hablar mucho menos "gritar", aquel era el final del camino para ella comprendió sintiendo apenas el golpe seco de su cuerpo contra el suelo y sus manos soltar por primera vez la enorme cartera negra que llevaba consigo y que representaba su verdadera libertad, y entonces nada "oscuridad", la misma en la que había vivido rodeada y oculta desde que podía recordar.
=========== Fin de Flash Back ============
Sentía su rostro inflamado, tirante y latiendo de dolor como un corazón, sobre todo hacia el lado izquierdo y cuando apenas pudo abrir a medias su ojo derecho lo primero que notó fue el techo de piedra con manchas blanquecinas de humedad y con vigas decorativas de metal atravesando el techo de un extremo al otro, sobre el cual podía ver una ligera luz amarillenta parpadeante que bailaba sobre la superficie de concreto y el hierro forjado, alrededor de ella todo se veía oscuro y no podía si no percibir el olor del humo impregnado en ella y sus fosas nasales y en el lugar no se escuchaba nada más que el fuego crepitar y el ligero ronquido de otra persona, entonces sintió el pánico reptar por su cuerpo adolorido.
¿Dónde estaba, la habían atrapado, que sucedería ahora, la violarían, la torturarían, la matarían o se convertiría en la esclava de aquella facción Yakuza que había acribillado a todos… que sucedería con ella ahora? Las preguntas se acumularon todas de golpe en su aterrada y traumada mente.
Ella no lo sabía y el pánico que una u otra opción le causaba era tal que había gemido en voz alta contra todo pronóstico sin siquiera notarlo, mientas las lágrimas silenciosas corrían por su ojo "sano" y el inflamado completamente cerrado, mojando todo el camino desde la comisura de sus ojos hasta sus cabellos, sabiendo que esta vez ella no podría correr ni hacer absolutamente nada para salvar su vida, su cuerpo adolorido pesaba una tonelada y solo respirar era una tortura física, ella no podría siquiera gritar una maldición en aquel momento.
Sentía el temor y el pánico hacer nudos en su estómago, al punto que de haber tenido algo que vomitar ya lo habría hecho y tal vez se habría ahogado con su propio vómito y aun cuando ella había luchado tan desesperadamente por vivir, ahora ella no sabía si podría soportar vivir bajo el yugo de otra matrona o peor una banda Yakuza entera, si eso era lo que le deparaba el destino, se haría matar en cuanto tuviera la primera oportunidad, se negaba a seguir así, se negaba a ser usada y esclavizada, se negaba a ser un títere en manos de otros, simplemente era mejor y más fácil morir en paz, tal vez en su próxima vida tendría mejor suerte que en esta.
Mientras la joven estaba presa del pánico barajando desde una óptica pesimista sus posibles opciones, desde el otro lado del área donde estaban Kagome la observaba en silencio analizando la situación y pensando en cómo abordarla, ella siempre había tenido el sueño muy ligero y con su estrangulado gemido de angustia ella se había despertado inmediatamente alerta a cualquier intruso, la observó durante dos minutos enteros mientras ella permanecía allí acostada, hasta que finalmente comprendió que no se levantaría de allí sin su ayuda, así que con un suspiro silencioso Kagome se estiró todo lo alta que era y se sentó con calma sobre su "futón" hecho por ella, que se había vuelto muy buena reparando cosas y armando lo que necesitaba con otras cosas que encontraba en la basura, confirmando aquella teoría que decía que "la basura de uno era el tesoro de otro" y llevándola a un nivel completamente nuevo, pues para ella "la basura de otro, con trabajo, habilidad e imaginación era definitivamente su tesoro".
Se levantó con calma y el silencio que se desarrolla al vivir como ella había vivido y antes de decidirse a acercarse a la joven desconocida, se aseguró de echarle más leña y papel al tambor avivando más el fuego que mantenía aquella zona donde dormía, caliente y encender el bombillo sobre ellas acercándose a la niña que la miró con un ojo marrón chocolate entrecerrado lleno de tanto pánico y temor, que sintió su cínica resolución debilitarse lo suficiente para sentir empatía con la golpeada niña, "empatía" no lastima, ella no sentía lastima de nadie, porque tampoco deseaba la lastima de nadie, eso era restarle merito a sus logros y consideraba que le faltaría al respeto, especialmente a la joven niña frente a ella que parecía haber atravesado el infierno físicamente a golpes, así que ninguna lastima, solo "empatía".
— Shhh cálmate estas a salvo aquí, nadie va a encontrarte aquí — Dijo Kagome en voz baja y suave tratando de sonar tranquilizadora, agachándose junto a la joven, que trataba inútilmente de hablar, mas solo podía emitir gruñidos inentendibles. — Ya, no te fuerces o vas a lastimarte más de lo que ya estas. — Añadió la suave orden con calma colocando una mano en la frente de la joven con cuidado notándola caliente y algo áspera como si se hubiera quemado con el sol. — Anoche te encontré y te arrastré hasta aquí antes de que esos hombres te atraparan, nadie sabe que estas aquí salvo yo y nadie sabe que yo vivo aquí salvo tú, este es mi escondite, mi guarida — Señaló ella mientras se levantaba y agarraba un envase redondo de platico, que alguna vez estuvo lleno de helado en una de las coloridas heladerías de Akihabara, y lo llenaba con una taza sin asa del agua que rodeaba la cava y un poco del agua de la cava y agarrando de regreso hacia su huésped, un pedazo de tela que había planeado usar para una nueva sabana y se agachaba una vez más junto a ella mojando el pedazo de tela y colocándolo con cuidado sobre la frente caliente de la joven que ahora la miraba perpleja y con un brillo de inequívoco alivio y esperanza.
Kagome la miró con atención mientras echaba más leña y papel dentro del tambor y colocaba sobre este una rejilla de acero que había conseguido tiempo atrás, con un hoyo en un lado y le hacía de cocina, Kagome colocó en él circulo de metal una olla que encajó hasta la mitad y tomó una botella de agua y vertió la mitad en la olla y empezó a reunir las verduras que le había comprado a Hina el día anterior y empezó a lavarlas en un envase con agua, cerca de su "cocina" y tras pelarlas y picarlas en cubos muy pequeños, las volcó en el agua a la que le hecho sal y algunas hierbas aromáticas que crecían en el bosque que la rodeaba y otras que Hina le había regalado, antes de colocarle una tapa enorme a la olla mediana y dejar que se cocinara, mientras la joven observaba cada acción perpleja.
— Voy a cuidar de ti lo mejor que pueda, pero quiero que entiendas que no puedo confiar en ti aun, este lugar es lo único que tengo y es el único lugar donde estoy a salvo, voy a la escuela y tengo un empleo de medio tiempo y cuando me vaya voy a cerrar este lugar con seguro y tú te quedaras aquí adentro hasta que mejores y puedas irte y si quieres quedarte tendrás que seguir mis reglas si quieres permanecer fuera de las garras de los carroñeros, chulos y los Yakuza — Dijo Kagome con seriedad tomando su decisión final y sentándose frente a ella, mirándola fijamente a los ojos y negándose a sentirse culpable o avergonzada por sus palabras. Ella estaba segura en ese lugar, lo había estado durante casi dos años y cuatro meses y estaba arriesgándose a perder esa seguridad para ayudar a aquella desconocida y la joven tenía que entender la posición en la que estaban, los hombres que la habían estado persiguiendo no eran simples chulos, estos eran de un grupo Yakuza. — ¿Entiendes verdad? — Añadió mirándola con atención. Con sumo cuidado la joven movió ligeramente la cabeza de forma afirmativa y ella pudo ver en su ojo el dolor que aquello le causaba. — Bien, ahora tenemos que ayudarte a ir al baño, sé que te duele, pero tienes que quitarte esa ropa sucia, darte un baño y volver a curar mejor esas heridas o te enfermaras y en tu estado actual no es buena idea — Dijo Kagome sintiendo las propias demandas de su cuerpo.
— Ssso - SSSan- ggo — Murmuró la joven entrecortadamente con la voz ronca mirándola a los ojos con total confianza y esperanza.
— Sango… ¿Tu nombre verdad? — Preguntó Kagome y nuevamente ella asintió con cuidadosa lentitud. — Bien Sango, mucho gusto yo soy Kagome, ahora vamos a tomar un baño, el desayuno tardara un rato más en estar listo — Dijo ella dedicándole una diminuta sonrisa antes de levantarse y avanzar hacia la puerta y se subía a un tambor vacío de pintura para abrir la ventanilla dejando entrar luz solar del amanecer que estaba cayendo al lugar iluminando una buena parte de él y cegando a Sango una vez más. — Esta la única fuente de luz natural, todos las ventanas, entradas y salidas de trenes fueron cubiertas con bloques y cemento, abro esta ventana de día y eso ayuda a circular el aire aquí adentro y a darnos luz natural, solo tenemos dos bombillos por ahora — Se sintió compelida a explicar mientras se asomaba y miraba entre las hojas asegurándose de que no había nadie alrededor, apagando el bombillo nuevamente y dejando que la tenue luz del nuevo día que ganaba fuerza conforme pasaban los segundos fuera su guía.
Se bajó nuevamente del tambor y volvió hacia Sango, que le devolvió la mirada en silencio antes de asentir e impulsarse tratando inútilmente de levantarse resoplado de dolor y cayendo pesadamente otra vez sobre la apresurada camilla que le había armado la noche anterior, era una suerte que no pudiera levantarse más que un par centímetros o se habría hecho más daño aun al caer sobre su espalda, Kagome se agachó de inmediato junto a ella y con una mirada de silenciosa advertencia, se pasó el brazo izquierdo de Sango por debajo de su hombro derecho sosteniéndola de la cintura y la ayudó a levantarse sosteniendo casi todo su peso, era una ventaja ser unos centímetros más alta, decidió en aquel momento.
— D-due-le— Resopló Sango por lo bajo sin poder evitarlo, ella no se quejaba en ese momento "dolor" significaba que estaba viva y esta niña mestiza significaba esperanza.
— Lo sé y me disculpo, vamos poco a poco — Dijo Kagome ayudándola a avanzar hacia el baño de los empleados que ella había habilitado y que contaba con el lujo de una regadera a solo unos metros de donde estaban, al entrar Kagome se detuvo un momento para permitirle a su carga recuperar algo de aliento antes de animarla silenciosamente a seguir, ayudándola a esquivar las cestas plásticas con toallas rescatadas de la basura, otras que le había regalado Hina y unas que había comprado ella con unos cupones especiales que había conseguido, jabones, Shampoo y todo tipo de artículos de higiene personal incluyendo toallas sanitarias a pesar de no necesitarlas aun y que había estado reuniendo durante los últimos seis meses y medio desde que descubriera esos cupones para toallas sanitarias mientras recogía basura.
Como dos borrachas entraron al baño y Kagome encendió el segundo bombillo y ayudó a Sango a sentarse en el retrete mientras en silencio la ayudaba a quitarse las medias (que era lo que había quedado en sus pies mientras huía) y el resto de la ropa, ver el cuerpo lleno de moretones de Sango llenó a Kagome de lastima y angustia por la joven, pensando en lo peor, ella podría ser joven pero estaba lejos de ser mentalmente inocente, ella conocía bien los peligros de la calle, los vicios y las depravaciones y sobre todo los riesgos de ser una niña sin nadie que la defienda expuesta a esa brutalidad.
— Déjame buscar un tambor para que te sientes, no te vayas a caer allí dentro y te hagas más daño — Dijo Kagome antes de salir del baño y dejar a Sango a solas un momento.
=== S S ===
Sango la observó salir y decidió que era lo mejor, ella necesitaba unos segundos más para poder asimilar todo aquello. Para empezar los Yakuza no la habían atrapado eso era claro ahora, en cambio una niña mestiza la había salvado de un destino mucho peor que la muerte misma,(porque sabía que ellos no la matarían tan fácilmente) y la niña "Kagome" parecía haber hecho de aquel lugar un verdadero refugio, de hecho ella había visto mientras avanzaban torpemente, el montón de cosas pulcras y ordenadas en cestas plásticas desechables, algunas cosas parecían nuevas con muy poco uso y otras parecían sacadas directo de la basura (y ella sospechaba que así había sido) en aquella habitación que estaba antes del baño las cestas estaban repletas de cosas usadas y productos nuevos y ella no podía entenderlo, la chica le había dicho que tenía un empleo, pero era una niña tal vez uno o dos años menor que ella misma sin importar su estatura Sango podía decirlo, y Kagome vivía en aquel lugar aparentemente sola y aun así tenía un empleo y lo otro que le había dicho le había impactado, ella estaba en la escuela ¿Cómo era eso posible? No podía entenderlo.
— Ya, aquí estamos — Dijo Kagome apareciendo con el tambor que había usado para alcanzar la ventanilla de la enorme puerta, colocándolo boca abajo justo bajo la regadera y cubriéndolo con una toalla raída y ayudando a Sango a sentarse sobre él. — No tenemos agua caliente — Advirtió, desvistiéndose sin pudor y abriendo la regadera sobre ambas, conteniendo la risa cuando Sango gimió ante el agua helada contra su piel enfebrecida.
Con cuidado Kagome lavó el cabello chocolate de Sango sintiendo los bultos en su cabeza donde se había golpeado o la habían golpeado (ella aun no sabía lo que le había pasado) y luego enjabono su espalda y el resto de su cuerpo con cuidado de no lastimarla dejándola a ella lavar su zona intima, sabiendo que ninguna de las dos se sentía cómoda con aquella situación pero no había otra forma, Sango necesitaba ayuda y allí solo estaba ella.
— Ne-ce-si-to… usar… el re-tre-te — Dijo Sango con la voz muy ronca, cuando Kagome terminó de bañarla, Kagome vio cómo su rostro de por si enrojecido por la fiebre, se enrojecía aún mas de vergüenza.
— Claro, ¿te importa si te dejo allí sentada mientras me doy una ducha rápida? — Pregunto ella mirando a Sango.
— Ba-ña-te, yo es-pe-ro — Dijo en un ronco murmullo, Kagome la ayudó a sentarse en el retrete después de secarla dejando la toalla por encima de su golpeado cuerpo, antes de volverse a la ducha y darse un merecido baño que la noche anterior había pospuesto al no poder darse el lujo de calentar agua cuando tenía a una persona herida a su cuidado.
Sango la escuchaba murmurar por lo bajo mientras se bañaba y ella hacía uso del retrete, mientras ella misma seguía mirado el lugar con un sentimiento de irrealidad que no podía superar aun y sospechaba que pasaría un tiempo antes de poder aceptar y creer todo aquello; el día anterior a aquella hora, estaba recogiendo las sabanas sucias de las camas de las habitaciones del prostíbulo para ponerlas a lavar en la lavadora de segunda mano que Azani había recibido como parte de un pago y no sabía aun que esa noche sería vendida y terminaría huyendo por su vida para terminar justo allí, sentada en aquel pulcro retrete, con una niña mestiza tarareando por lo bajo mientras se daba una ducha que podía congelar en infierno, sin quejarse.
Se sentía adolorida de los pies a la cabeza y muy confundida por su nueva y extraña situación, tras aliviarse e ignorando el dolor de sus brazos, y decidida a no forzar más la mano de la otra niña que la estaba ayudando, Sango se limpió con papel higiénico real y por costumbre se lavó con agua y se secó, esperó por que la chica "Kagome" terminara de bañarse, observando el baño cubierto de baldosas blancas del suelo al techo, el lavamanos con su espejo aun pegado a la pared, la raída alfombra verde desvaído bajo sus pies y la cesta plástica cuadrada mejorada con envases de platico cuadrado para crear divisiones y pequeñas gavetas que parecían estar llena de cosas, el envase de plástico recortado y decorado a mano donde podía ver un cepillo de dientes y crema dental, el lugar estaba ordenado y pulcro, incluso más limpio de lo que jamás había estado un baño en el burdel donde había crecido.
— Vamos, la sopa debe de estar casi lista o ya debe de estar lista — Dijo Kagome saliendo envuelta como ella en una enorme toalla verde con manchas de cloro, antes de ayudarla a salir del baño, el agua fría parecía haberle devuelto algo de vigor porque sentía que esta vez a pesar del dolor ella estaba caminando sin poner tanto de su peso en la otra niña y no se sentía tan pesada aunque aun así si se sentí adolorida.
— ¿Cuánto-tiempo-tienes-aquí? — Preguntó Sango pausadamente viéndola revisar una pila de ropa prolijamente doblada buscando algo que pudiera quedarle hasta que dio con una camiseta enorme que ella podía usar como bata y ropa interior limpia.
— Ya tengo casi dos años y cuatro meses creo, y espero estar mucho más tiempo aquí — Respondió Kagome lanzándole una mirada que le decía que esperaba que ella no la delatara o trajera problemas a su puerta. — Veo que ya puedes hablar, entonces quiero que me digas que fue lo que sucedió contigo, a cambio yo te diré lo que me sucedió a mi ¿Estás de acuerdo? — Dijo Kagome ayudándola a ponerse la camisa que le quedaba como una bata y la ropa interior guiándola a sentarse "al futón" que ella le había armado mientras la había dejado en el baño y que Sango podía notar claramente que había ordenado y cambiado la sabana sucia de tierra y sangre por una limpia, mientras ella estaba en el baño.
— Me parece justo… mi nombre es Sango, gracias por ayudarme… — Inició ella contándole su vida en el prostíbulo desde que la habían entregado con poco más de dos años a la matrona que había decidido criarla para que ella fuera la próxima matrona del lugar y así la historia de su vida mientras Kagome la ayudaba a comer la sopa que había preparado para ambas y un sándwich repleto de embutidos rebanados, a su vez Kagome le conto su propia historia como había prometido como ella, obviando algunas partes que aún no estaba preparada para compartir con nadie y tal vez nunca lo estaría.
Luego de contarse mutuamente sus historias, Kagome se excusó y salió del lugar para recolectar ramas y hojas para mantener el lugar caliente e iluminado por la noche, sabiendo que pronto tendría que buscar un nuevo tambor metálico que les sirviera de calefacción, lo que significaría el doble de leña para quemar, hizo siete viajes hasta reunir suficiente leña, ramas y hojas secas para dos días, que se sumarian a los sacos de carbón vegetal que había empezado a reunir y que le eran de mucha utilidad, sabía que pronto tendría que ir al parque Ueno a buscar ramas allí, posiblemente tendría que ir a Akihabara a buscar más paletas de los montacargas para quemar o para hacer algunos muebles, tenía que armar una buena reserva para la temporada de lluvia, quemar madera húmeda nunca era buena idea y ella lo había aprendido a la mala, y aún tenía que elevar una buena parte de sus cosas antes de la temporada de lluvias el tiempo diría que haría al final, lo bueno era que de día solo las brasas ardían y mantenían algo de calor en el lugar, ella había aprendido a la mala que era mejor dejar las brasas encendidas que llegar empapada de la calle y medio congelada, a terminar de congelarte en aquella estructura de concreto mientras encendía el fuego y esperaba que generara suficiente calor para descongelarla.
=== S S ===
— Estaré de regreso a las siete, siete y media maximo, no hagas ruido, desde afuera no puede verse la luz aun así yo pongo tela en la rendija de la puerta, más vale prevenir que lamentar, en la cava hay embutidos, puedes comerlos todos si quieres yo traeré mas hoy, en esa caja plástica de allí — Dijo señalando una caja plástica con la tapa en perfectas condiciones, esta era nueva y era obvio entre tantas cosas reparadas. — Hay pan y otras cosas de comer, si estas aburrida hay libros y manga para leer allá — Añadió señalando las cajas plástica ordenadas como si fuera una biblioteca hacia el lado izquierdo de la entrada repleta de libros de todo tipo y manga.
— ¿Que son esas entonces? — Preguntó Sango señalando las cinco cestas repletas de papeles coloridos que estaban una junto a la otra contra la pared de la habitación junto a la habitación donde estaba el baño.
— Eso son cupones, con esos compro comida y otras cosas que no consigo en la basura — Respondió con una sonrisa, mientras miraba dentro de su viejo bolso amarillo que había encontrado en su primera excursión al barrio Azabu y aún conservaba muy bien cuidado, asegurándose de tener todo dentro; su copia de partida de nacimiento e identificación, dinero y sus cupones, aquel día ella había planeado ir de compras y lo haría aun con Sango en su guarida, ella ya había ocultado su dinero y cosas de valor, aun no podía confiar ciegamente en la chica, menos con su dinero y poco importaba que se quedaría encerrada allí o que apenas pudiera moverse. — Ya me voy Sango, estoy confiando en ti y en que te cuidaras y no dejaras que nadie sepa que estamos aquí — Dijo Kagome mirándola con atención.
— No voy a moverme de aquí, de echo creo que voy a dormir como los muertos mientras no estas y a hundirme en la miseria, perdí el bolso que traía y allí estaban mis papeles y todo el dinero que tenía — Dijo Sango sin atreverse a decir que se lo había robado a la bruja que la había esclavizado y pretendido venderla, ella no quería que Kagome pensara que era una ladrona (aunque técnicamente ella había robado varias veces) no lo era y no tenía intención de robarle nada a ella y lo último que quería o necesitaba era su desconfianza.
— No lo perdiste — Respondió Kagome recordando el "bolso" y buscando detrás de la maleta donde había dejado caer la enorme y pesada cartera de cuero rígido, antes de ponerla junto a Sango que la miraba con los ojos como platos. — Aquí tienes, me voy o llegaré tarde — Añadió antes de ponerse los "nuevos" zapatos de cuero marrón oscuro con una mancha de pintura de uñas que le quitaría apenas comprara un bote de quita esmaltes.
Cuando Kagome pasó el candado lo cerró y dejó a Sango encerrada en su guarida no sintió remordimientos de conciencia alguno, ella estaba protegiendo su hogar y su propia seguridad, con cautela miró de un lado al otro entre el follaje y vio su reloj "digital" que marcaban las doce treinta, tenía que correr para llegar a tiempo al trabajo, ella no quería quedar mal con Hina, ni desaprovechar la oportunidad de oro que tenía con aquel empleo, así que una vez que confirmó que no había nadie, salió debajo de la cortina vegetal pegada a la pared borrando sus huellas mientras avanzaba con una rama, hasta que estuvo lo suficientemente lejos como para dejar la rama a un lado y echar a correr rodeando el enorme terraplén bajo el que estaba su guarida y atravesó varios patios sin cerca hasta salir por una vereda que interconectaba aquella zona residencial y se unió al resto de la gente que iba y venía por la calle.
=== S S ===
Media hora después de correr como si los demonios del infierno la persiguieran cuando entró al mercado Hina's, Kagome ya había escuchado los rumores del gran incendio entre un "hotelucho" de Shibuya y un antro de mala muerte en Setagaya.
Se decía que el número estimado de muertos no se podía calcular, pues el incendio había sido tal que había reducido a los muertos a cenizas y nada había quedado en el lugar, que según la gente decía que había ardido como las llamas del infierno durante toda la madrugada hasta las diez de la mañana cuando finalmente habían podido controlar las llamas, afortunadamente ambas propiedades estaban rodeadas hacia ambos lados por un muro de concreto poniendo a salvo a las propiedades de los alrededores y el único trozo de muro que daba hacia el parque no tenía vegetación cerca y los bomberos habían estado pendientes para evitar que el parque y bosque conectado a este no se incendiara también, tomándose incluso la tarea de mojar toda la división entre el incendio y la vegetación para evitar que se propagara, cosa que la llenó de pánico y alivio en partes iguales, pues ella vivía en ese bosque. Al escuchar aquello Kagome supo de inmediato que ese era el lugar de donde Sango había escapado y comprendió que la joven realmente había escapado de la muerte por los pelos.
Aquel día Kagome había limpiado, rellenando un par de estantes de dulces y pañales desechables y empaquetado bolsas para los clientes habituales del mercado, escuchando sus variados comentarios sobre el incendio y recibiendo sus propinas atenta a lo que dijeran, a las seis en punto Hina la dejó ir con su paga de la semana oculta junto a las propinas en sus medias, y al día siguiente solo trabajaría con ella durante el turno de la mañana porque ella solo abría el mercado medio día los domingos.
Así que Kagome salió del trabajo, corriendo nuevamente para no desperdiciar tiempo con el resto de los embutidos que se dañarían al día siguiente y uno de los nuevos que Hachi le había regalado en una bolsa de tela, atravesó las calles con rapidez y se dirigió al gran supermercado donde podía usar sus preciados cupones.
Al llegar ante las enormes puertas dobles automatizadas que se abrieron para ella, Kagome avanzó hasta el área de guardado donde una empleada del lugar custodiaba las pertenencias que no podían entrar al supermercado y dejó su bolso y sus embutidos en los anaqueles de guardado aceptando el número de cubículo con la llave del cerrojo y avanzó empujando el carrito con calma, mientras revisaba la lista que había hecho días antes y su enorme sobre con cupones, de los que ella siempre traía más de la cuenta aterrada de necesitar y no tener más, ella necesitaba ahorrar lo más que pudiera, por lo que evitaba a toda costa gastar su dinero.
Mientras avanzaba por los luminosos, ordenados y pulcros pasillos, recordó la primera vez que ella había ido a aquel lugar seis meses atrás a comprar con los cupones, Hina le había mostrado como hacerlo desde el primer día cuando la había contratado y ella le había exigido que le contara su vida, Kagome había hecho de tripas corazón y le había hablado con la verdad, Hina le había dicho que regresara al día siguiente lista para trabajar y así lo había hecho y tras una jornada de trabajo, había conocido a Matew el esposo extranjero de Hina, que se había quedado en el mercado cuando Hina le pidió a ella que la acompañara a hacer unas compras y ella no había podido negarse sin ser maleducada.
Entonces Hina le había enseñado a comprar con los cupones aunque ella misma no los usara realmente, desde entonces Hina le guardaba los cupones de sus padres y los de ella para ayudarla y Kagome había aprendido como usarlos con sabiduría, había guardado ese conocimiento muy cerca de su corazón y por eso y mucho más estaba profundamente agradecida con Hina y su familia, desde entonces ella no había sabido lo que era ir a la escuela con el estómago vacío o comer las sobras de la basura de otros, finalmente tenía un peso saludable según Hina y ya no se veía delgada como un palo de escoba a punto de quebrarse.
Kagome se arrancó del recuerdo y se apresuró a hacer sus compras sabiendo que Sango estaría esperándola y dado lo que había escuchado aquel día estaría completamente aterrada, y con toda razón.
— Buenas tardes Kagome-chan, día de compras ¿No? — Saludó una de las vigilantes del supermercado que siempre estaba de guardia los sábados cuando ella prefería hacer sus compras, la Neko Youkai era alta e increíblemente hermosa como todos los Youkai, sus ojos amarillento parecían poder ver todos los secretos de las personas y aunque muchos podían encontrar aquello perturbador a Kagome le gustaba, la hembra era franca y eso le gustaba y esperaba ser así cuando fuera grande.
— Hai Kumiko-sama — Dijo ella mirándola sonriente.
— Ve entonces, que tengas buena compra — Dijo la hembra sonriéndole con indulgencia.
Caminó por los pasillos buscando los artículos que tenía en su lista y atenta a alguna oferta en el camino, ignorando a los adultos que de vez en cuando la miraban con diversión y miraban alrededor tal vez buscando a el adulto que la acompañaba, entonces ella miraba a cualquier persona fijamente y les sonreía y cuando estos le sonreían en respuesta, los demás parecían pesar que "ese" era el adulto con el que ella estaba, antes de perderse del lugar en busca del siguiente artículo de su lista.
Aquel día Kagome compró cuatro paquetes de papel sanitario de seis rollos cada uno, cuatro litros de leche de larga duración, cuatro paquetes de cereal, dos jugos concentrados de larga duración, dos botellas de medicina para fiebre, una caja de banditas adhesivas, alcohol, agua oxigenada, dos tubos de crema que la farmacéutica le había dicho que servía para desinflamar, junto a una caja de pastillas sin receta para la inflamación con instrucciones de la farmacéutica de como tomarlas, para las que no tenía cupones para la que no tenía cupones pero juzgo necesarias y pagó de su bolsillo, al recordar el rostro de Sango, cuatro paquetes de fideos, dos detergentes líquidos con dos botellas de suavizantes gratis del mismo tamaño y su compra del día habían sido seis pastas dentales con sus cepillos de dientes y muestra gratis de dentífrico de una marca muy conocida de doscientos cincuenta cc.
Al salir Kagome recibió algunos cupones más por sus compras y se dedicó a guardar todo lo que pudo en su bolso, soltando todos los cierres ampliando el bolso el doble de su tamaño, de los cuatro paquetes de papel dos estaban dentro del bolso junto a dos litros de leche las medicinas, cremas desinflamatorias y pastas dentales, el resto lo llevaba en las bolsas, se tardó media hora en buscar y pagar todo lo que llevaba, Kagome no era de las que paseaba por los pasillos perdiendo el tiempo, ella iba directamente a lo que necesitaba, lo tomaba, canjeaba sus cupones y a veces pagaba algunos yenes y seguía su camino, con la practicidad de una veterana de sesenta años ansiosa por llegar a casa a ver su próxima novela, encerrada en el cuerpo de una niña de diez años "casi" once.
Nuevamente atravesó las calles mezclándose con la gente que volvía a sus casas, que estaban paseando aquel fin de semana o se apresuraban a entrar a sus guardias, y se mezcló con un grupo de gente que iba hacia la zona residencial cercana a su guarida y con habilidad ganada de la práctica se escabulló y pronto estaba empujando su bolso y sus compras bajo la cortina de enredaderas y antes de abrir el candado.
— Sango… soy yo — Dijo por lo bajo entrando después de borrar sus huellas del área.
— Que bueno que ya regresaste Kagome-chan estaba preocupada por ti — Dijo Sango desde la puerta que daba hacia el baño sosteniéndose de la pared para no caer. — ¿Todo bien?
— Si, todo bien — Respondió metiendo las bolsas y luego su bolso — fui de compras y conseguí un par de cosas para ti — Dijo Kagome cerrando tras ella y colocando todos los barrotes en su sitio asegurando bien la maciza puerta.
— No tenías que comprar nada para mí — Respondió Sango perpleja y sorprendida, jamás alguien había comprado nada para ella antes y se sentía extraña ante aquella situación, Sango no sabía que hacer o que decir mientras avanzaba lentamente hasta su "futón" y sentándose en el con una mueca de dolor imposible de ignorar.
— Tonterías, esto es algo que necesitas y te ayudara a recuperarte más rápido de tus golpes, dudo que quieras seguir sintiendo dolor — Señalo Kagome levantando una cesta que hacía de tapa a otra más pequeña y colocando dentro la leche y el jugo concentrado antes de volver a taparla y pasar a la siguiente donde metió el cereal y así siguió hasta que ordenó todo lo que había comprado. — Aquí dice que tienes que tomar una cucharada de esto, para la fiebre y el malestar general y dolor, esto otro tienes que tomarlo cada ocho horas para aliviar la inflamación y esto hay que aplicártelo sobre el ojo y la mejilla, para ayudarte a desinflamar también. — Decía Kagome terminando de leer las instrucciones que le habían dado y sirviendo la medicina rosa con olor a chicle en una tapa con número antes de dárselo a Sango quien sin dudar se lo tomó de inmediato, que luego la dejó aplicarle la crema que debía tener algunos gramos de anestesia en ella porque le estaba calmando el dolor, y por ultimo una diminuta píldora rosa.
Sango se dio un baño ella sola y luego Kagome cambio las banditas y las vendas después de volver a limpiar y a desinfectar las otras heridas que tenía, de la lucha y cortarse con los vidrios sobre los que había aterrizado.
Tras eso Kagome avivó las llamas y preparó fideos salteados con los embutidos que había traído y sirvió para ambas con un enorme vaso de jugo de naranja cada una y luego en silencio ambas comieron hasta hartarse.
Sango sentía enormes ganas de llorar, ella jamás había comido hasta saciarse por completo, de las sobras que traían los clientes a veces robaba algo, de la comida drogada de Azani se negó siempre a comer por temor a convertirse en una marioneta sin alma en manos de la cruel y tramposa mujer, así que era la primera vez que ella había "comido" de verdad, sin temor a ser golpeada al conseguirla robando, o caer en la tentación guiada por la desesperación de comerse la comida drogada de Azani.
Luego de lavar todos los utensilios usados, Kagome se dio un merecido baño y se acostó a dormir, a media noche los gemidos terrados de Sango la despertaron y la dejó llorar sobre ella hasta volver a dormirse y solo así Kagome volvió a su futón y se durmió hasta la mañana siguiente.
Sango despertó al día siguiente nuevamente desorientada y con el olor de pan tostado y embutidos que trajo a su memoria los acontecimientos del día anterior aun sin poder creerse que era verdad y estaba a salvo y cuando finalmente abrió su ojo pudo ver a Kagome vestida para salir con el cabello húmedo suelto sobre los hombros sacando dos panes tostados de la sartén plana que estaba sobre el tambor metálico que hacía de cocina.
— Buenos días Kagome-chan — Saludó Sango somnolienta mirándola aun esperando que se disolviera frente a ella y el sueño se rompiera, más el dolor físico y tras pestañear un par de veces le confirmo a Sango que Kagome era muy real, había escapado de ese infierno y estaba a salvo.
— Oh… no quería despertarte Sango-chan, buenos días — Respondió ella apenada, mirándola con vergüenza sin preguntarle cómo se sentía, ella no era estúpida y sabía muy bien que debía sentirse como un trapo muy usado y era innecesario recordárselo o hacerla admitirlo.
— No te preocupes estoy acostumbrada a levantarme temprano, solo que esta vez no tengo que lavar las sabanas de ninguna prostituta — Señaló Sango sentándose con cautela.
— Supongo, déjame darte de comer al menos antes de irme a trabajar — Dijo Kagome animándose y sirviéndole en un plato de plástico dos tostadas con mortadela de cerdo un huevo frito y un vaso de jugo de naranja y preparando más comida para ella. — Estaré de regreso para el almuerzo, hoy a Hina-sama le traen carne congelada y ella me permite comprarla con descuento, así que hoy comeremos hamburguesas para almorzar y carne frita con vegetales para cenar— Dijo ella con calma mirando a Sango mientras le daba la medicina para la fiebre, el dolor e inflamación y le aplicaba con cuidado la crema desinflamatoria en el rostro antes de irse.
=== S S ===
Como había prometido ese día habían almorzado hamburguesas y Kagome había aprovechado para hablar con ella sobre su escuela y el horario que ella cumplía a diario entre su trabajo y su escuela, luego le había dado las medicinas y una vez más había atendido sus heridas y su rostro, durante la cena Sango le había preguntado una serie de cosas sobre su trabajo y la escuela y Kagome había contestado con entusiasmo.
Kagome cumplió su palabra y cuido de ella como había dicho que haría, al final Sango había tardado varias semanas en sanar y para entonces ninguna de las dos quería separarse de la otra, entre ellas se había formado un vínculo tan o más fuerte que el de las hermanas biológicas, porque también en la adversidad se forman lazos irrompibles y ellas eran el ejemplo vivo de esos lazos que pueden formarse entre dos o más personas sin compartir una gota de sangre.
=== S S ===
— Necesitamos más paletas de carga — Dijo Kagome casi tres meses después, ella había reforzado varias cestas desechables y las había llenado y cubierto de plástico que desechaban en las mueblerías y se había asegurado que sus depósitos de leña no se mojaría con las goteras del lugar, de echo las cestas para leña y los sacos de carbón estaban sobre una de las cinco paletas que había pasado casi tres días arrastrando por el bosque desde la tienda de donde las habían desechado, y las otras cuatro elevaban su "futón" hecho a mano, sus preciadas cestas de cupones y un par de cestas de ropa, lo demás lo había elevado en tablones de pino que desechaban en las grandes tiendas de maquinaria pesada y aun así no lo veía seguro, ahora con la llegada de Sango y el aumento de su despensa necesitaban más paletas y más plástico para evitar que todo se mojara y se perdiera.
— No tengo problema en dormir justo donde estoy Kagome-chan, créeme cuando te digo que nunca había dormido tan bien en mi vida — Respondió Sango levantando la vista de los viejos cuadernos de clases de Kagome, que ella había insistido en que Sango leyera, decidida a incluso darle clases si era necesario y Sango había estado absorbiendo como una esponja, con genuino interés y entusiasmo.
— Eso lo dices ahora, pero cuando estés nadando por las goteras no dirás lo mismo — Advirtió Kagome, trabajando sobre la lista de cosas que había que hacer en el lugar, y lo que necesitaría, ella ya había terminado sus deberes escolares y la lista de compra de aquella semana. Sango la observó con aire pensativo, mas no respondió nada más y Kagome no la presionó, ella sabía que Sango aún tenía mucho que entender y aprender por sí misma, una de esas cosas era cuando ceder.
Conforme las temporadas de lluvias se acercaban Sango no entendía el apuro de Kagome de conseguir más paletas de madera de las que tenía, al final tras sus continuos comentarios sobre la temporada de lluvias Sango accedió a dejarse arrastrar y empezaron la ardua tarea de ubicar y trasladar las paletas desechadas y otras cosas de utilidad que las tuvo entre Akihabara, Shinjuku y Tsukiyi a la caza de las benditas paletas hasta que lograron cargar quince paletas y levantar todo el lugar donde dormían sobre ellas, junto a un toldo hecho con largos palos de escoba sostenidos con las bases de cinco ventiladores enormes de metal, (cuatro haciendo de base y uno en el centro dándole la forma de cono invertido, como una carpa gigante para evitar que el agua se empozara sobre ellas y terminaran empapadas) atados con alambre y estirando grandes trozos de plástico transparente pegados ente ellos con cinta adhesiva transparente formando el techo y dejando caer una parte hacia la zanja de los antiguos rieles y cubriendo el lado donde dormía Sango, ella estaba contra la pared no se mojaba.
Cuando las lluvias finalmente iniciaron Sango entendió perfectamente la previsión de Kagome, aparentemente el concreto tenía una fisura por fuera que terminaba drenado el agua hacia dentro sobre ellas y todas las pertenencias de Kagome para entonces perfectamente cubiertas con plástico, aun así con goteras y todo el lugar seguía siendo el más seguro que sabía podían encontrar
Owari...
N.A: Agradecería mucho que se tomaran el tiempo en dejar un review con su opinión, pensando en el tiempo que me he tomado en tejer esta historia que comparto con ustedes.
Atte.
Yo.
Gracias