12/04/2021:

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Mi primera aportación al fandom. Ruego benevolencia.

Descargo de responsabilidad: Orgullo y Prejuicio le pertenece a Jane Austen y a sus herederos. De la misma manera, la película del mismo nombre de 2005, dirigida por Joe Wright, le pertenece a sus pertinentes propietarios. En cambio, la historia que vas a leer es solo mía.

ADVERTENCIA: Capítulo de clasificación M, pero no demasiado gráfico.


SEÑORA COLLINS

Dolió. Como si la abrieran en canal, y de su garganta salió un grito, reflejo de la herida que la atravesaba; las piernas abiertas y mal colocadas, enviando punzadas de dolor a la cadera, y su vientre, acuchillado por el desgarro inevitable… Y él, como un cerdo resollante empujándose dentro de ella, aplastándole el pecho, robándole el aire… Llevándose lo que nunca debió haber sido para él…

El cabecero de la cama golpea contra la pared mientras ella lucha por respirar, por conseguir una bocanada de aire que le permita sobrevivir a su noche de bodas.

"Aguanta", le dijeron. "Pasará pronto".

Pero a ella se le hacía interminable. Cerraba los ojos con fuerza para no tener que verlo, aunque las luces estaban apagadas. La servidumbre hacía ya rato que se había retirado a sus estancias, y en ese lado de la casa, solo estaban ellos dos. No oirían la cama, ni sus jadeos de bestia en celo. No escucharon tampoco el grito de su doncellez deshecha.

Ella quisiera taparse los oídos y sus manos empujan, femeninas y débiles, el torso de él en un vano esfuerzo por respirar. Su sudor empapa los camisones, viscoso y caliente, y una arcada le sobreviene. Se asfixia, y le empuja con la fuerza que aún le queda, clavando sus pequeñas uñas en su hombro. Quiere arañarlo, hacerle daño, cualquier cosa con tal de que le deje respirar. Pero a su toque, desesperado y urgente, él gruñó y aceleró sus embates. La cama crujió con más fuerza y ella sentía ya acercarse la negrura del desmayo. Y de pronto, el silencio.

Él se detuvo, como atravesado por un rayo; luego se movió, clavándose más adentro, y apretando con fuerza los dientes. Se estremeció, temblando con violencia y un gemido primario, casi animal, se coló por entre su boca.

Luego se desplomó.

Y ella, que creía que por fin podría respirar, se vio sometida a su peso muerto encima, respirando pesadamente contra la piel de su cuello, manchándole las mejillas del sudor de sus cabellos mojados.

Pero por fin él debió percibir la incomodidad de ella, y colocando las manos a ambos lados, se alzó sobre sus brazos.

—Gracias, querida… —susurra entonces él, la voz enronquecida. En la oscuridad, siente su mano acariciar su mejilla, y ella teme, por un instante, breve y lleno de pánico, que él quiera hacerlo otra vez. Pero él se da la vuelta, mientras ella se aferra a las sábanas húmedas, sin prestar atención a los faldones de su camisón revueltos en su cintura. Solo quiere respirar.

Respira, sí… Inhala y exhala con fuerza, llenándose los pulmones del aire sucio y viciado de la habitación. Pero por fin respira.

Solo más tarde, cuando los ronquidos de su esposo quiebren el silencio de la casa, ella se levantará y buscará el aguamanil (insultantemente hermoso, de cerámica blanca y delicadas florecillas azules) y el alivio del agua, junto a las toallas allí dispuestas para asearse, pero sobre todo, para limpiarse y quitarse el olor a él de su piel y su semilla de entre las piernas.

Por supuesto, ella sabía lo que se esperaba de ella. Tendría hijos, porque la procreación es el fin primero del matrimonio. Y los hijos tan solo vendrían de las 'atenciones' de su esposo.

"Paciencia, hija", le había dicho su madre. "Resignación…".

Y la resignación es el papel que le toca cumplir…

A la mañana siguiente, en algo parecido a una sonrisa, los labios de él se estirarían formando una línea curva orgullosa al ver los dos círculos de sangre en las sábanas del lecho. La vieja Towers los verá también, cuando suba a arreglar el cuarto y a vestir a la señora. Sí, la fehaciente prueba de la virtud de su inmaculada esposa, la recién desposada señora Collins.

De soltera, Elizabeth Bennet.

Nunca más doncella.