One-Shot
Clasificación: k
A/N: Hola~
Bien, este one-shot estaba planeado para ser un drabble mucho más corto, pero me emocioné y lo alargué bastante :'v
y así comenzaré mi recopilación de drabbles y one-shots, generalmente me pongo a hacer free writing mientras tengo bloqueo, algunos me gustan como para publicarlos, algunos terminan en la papelera de reciclaje X'D
Además de que se supone que lo subiría ayer por motivo de la noche de los sietes(?, si no conocen la leyenda, pues es la que conté en el fic, y sí, el festival de las estrellas -o tanabata- no se celebra ese día, pero por ahí va el asunto XD
Como sea, espero haya sido de su agrado y si les gustó, espero que me lo hagan saber por medio de un review (en serio, me encanta leer los reviews, sea positivo o negativo, son hermosos :'v). Por cierto, la frase "una de estas noches" es referencia a la canción One Of These Nights de RedVelvet, la cuál habla de esta leyenda, así que les recomiendo escucharla mientras lo leen, además que es muy hermosa. ~
Por cierto, sobre mi fic Time Lapse, quizás deje el próximo capítulo algo corto, pues es probable que salga del país por unos días y me da pena dejarlo sin actualizar... así que si lo sigues, espéralo pronto. Saludos~
— Entonces, ¿Por qué es que se celebra el tanabata? — preguntó el castaño, curioso. Miró a Mikasa, esperando su respuesta, mientras ella jugueteaba con la tela roja del obi que ataba su yukata azul.
— Es por la leyenda de Orihime y Hikoboshi. Es porque se reunieron y la gente lo celebra, incluso aunque lo olviden. — respondió. Eren quedó con aún más dudas. Era la parte difícil de ser un estudiante extranjero, tanto el idioma, como las diferencias culturales. La miró con confusión, ella le regresó la mirada, leyendo su expresión. — Cierto, no conoces la leyenda, ¿verdad? — preguntó, sonriéndole. El ojiverde asintió, un poco avergonzado por no tomarse la molestia de investigar él mismo.
— Creo que, debí haber leído un poco sobre la cultura japonesa en cuanto supe que me mudaría aquí. — admitió, desviando la mirada a la gente que colgaba las tiras de papel con sus deseos en los árboles.
— Sabes que puedes preguntarme.
Suspiró. Incluso para eso tenía que depender de ella ¿no?
Le dolía en el orgullo el tener que admitirlo, pero, ella le ayudaba cuando el idioma le era un obstáculo en la vida diaria, o todas aquellas diferencias que había entre Alemania, su país natal, y Japón, el de ella. ¿Quién más si no una chica que ha vivido en ambos para ayudarle?
— Bien, cuéntame la historia. — suspiró, dirigiendo su vista hacia donde el festival estaba. La azabache asintió, sonriendo.
— ¿Ves esas estrellas de ahí? — preguntó, apuntando con su dedo índice al cielo. Eren asintió. — Son las estrellas Vega y Altair, o como lo menciona la historia, Orihime y Hikoboshi. La leyenda es algo larga, pero, es muy bonita. — Eren bufó.
— ¿Es otra historia cursi? — preguntó, quejumbroso. Mikasa frunció el ceño.
— No es cursi, es muy bella. — corrigió. — Ahora calla y escucha. — ordenó. Eren obedeció, recargando los codos en el pantalón, descansando su cara en las palmas de las manos. — Bien, la leyenda comienza con la princesa Orihime. Ella teje telas, y a su padre le encantan esas telas, pero, ha sido tanto el trabajo que ha tenido, que no se ha dado el tiempo para conocer a alguien de quien enamorarse, y eso la ponía triste. — comenzó. Eren tenía esa aburrida expresión.
— Bah, cursilerías. — se quejó. Mikasa lo miró con ojos asesinos, advirtiéndole que si decía una palabra más, su vida correría peligro… quizás exageraba al pensar eso, o quizás no, así que optó por tragar saliva y morderse los labios para no continuar hablando.
Carraspeó la voz antes de continuar. — Bien, continuamos. — anunció. — Como sea, el rey se preocupaba por su hija, así que, arregló una reunión, donde conoció a Hikoboshi, un pastor que vivía al otro lado del río Amanogawa. Ellos se enamoraron al instante, y se casaron un tiempo después. — Estaba dispuesta a continuar, pero el testarudo Eren la interrumpió una vez más.
— Amor a primera vista. Sabía que era una cursi historia, además, ¿qué tiene que ver con las estrellas? — se quejó. Mikasa se golpeó la frente con la palma de la mano, murmurando lo que parecían ser maldiciones en un tono tan bajo que no alcanzaba a distinguir lo que decía. Se acercó para escucharla, cuando lo asustó la expresión en su rostro.
— Una interrupción más y te juro que… — en realidad, sólo quería sonar intimidante, pero acabó por ser amenazante, causando que el castaño se alejara hasta la otra orilla de la banca, con sus brazos cubriéndole el rostro a la defensiva. Mikasa rodó los ojos y relajó su expresión. — No te haré nada, pero, cállate, ¿sí? — dijo con tono más sereno. Eren volvió, inseguro, a su posición original, escuchando atentamente.
— ¿Dónde estábamos? — se preguntó, poniendo el dedo índice sobre su barbilla, mirando hacia arriba. — Ah, sí. — expresó alegremente. — Ambos enamorados estaban felices el uno con el otro, pero, ambos descuidaron su trabajo. Orihime dejó de tejer y Hikoboshi tenía a su rebaño todo desperdigado. El rey se enojó tanto con ellos, que los separó, uno a cada lado del río. Cada uno volvió a su trabajo, pero, la princesa estaba deprimida, lloraba por ver a su esposo, así que, el rey se apiadó de su hija, llegando a un acuerdo con ella. Ella podría ver a Hikoboshi una noche al año, el siete de julio, pero, con la condición de que ella terminara su trabajo. — se detuvo un momento pensando que sería interrumpida, pero se sorprendió al ver que Eren no había abierto la boca. El castaño arqueó la ceja en confusión.
— ¿Ahora qué hice? — preguntó, a la defensiva. Mikasa parpadeó un par de veces, llevándose una mano detrás de la nuca, desviando la mirada hacia el suelo, avergonzada.
— Creí que me interrumpirías o algo así. — se excusó, Eren trató de no reír. — Bueno, continuando. La primera noche que se verían, los dos se pusieron muy tristes, pues no tenían cómo cruzar el río para verse, ambos lloraron, haciendo que los pájaros sintieran tristeza por ellos. Así que, los pájaros, con sus alas, hicieron un puente para que la princesa cruzara el río y pudiera reunirse con el pastor. La vía láctea representa el río amanogawa, que es lo que divide a ambas estrellas. — finalizó. Eren asintió.
— Ya veo. — pronunció. — cursilerías. — bufó. Mikasa frunció el ceño e hizo un puchero. Eren sacó dos tiras de papel arrugadas y un marcador negro del bolsillo de su pantalón. Le entregó una tira a la azabache. — Como sea, ¿vas a pedir tu deseo?, si lo harás, apúrate, quiero ir a ver los fuegos artificiales. — ordenó. Mikasa asintió, escribiendo en la tira de papel sin dejarle al ojiverde verla. Se levantó y la ató a un árbol. Eren imitó su acción.
— ¿Dónde quieres verlos? — preguntó Mikasa al pensativo Eren.
— Ven, hay una pequeña colina donde no hay mucha gente. — indicó, jalándola de la manga de la yukata. — ¿Qué fue lo que pediste? — preguntó a la sonrojada joven que seguía sus pasos.
— Pedí algún día encontrar a mi estrella. ¿Qué hay de ti? — Eren desvió la mirada, sentándose en el pasto sin soltar la manga de la joven.
— No te lo diré. — respondió a secas. — Además, desperdiciaste tu deseo en cursilerías. — afirmó. Mikasa arqueó la ceja, sentándose junto a él
— No es cursi. ¿A caso nunca has deseado algo como eso? — interrogó. El castaño puso expresión de sorpresa, desviando la mirada hacia otro lado. — Yo espero encontrarlo, en alguna de estas noches. — sin haberlo pensado, recargó la cabeza en el hombro del joven.
— No desperdiciaría mi deseo en algo como eso. — contestó sin mirarla. Mikasa sólo recordó ver las orejas y cara de Eren colorearse de rojo antes de comenzar el espectáculo de luces.