¡Hola a todos! :)
Quiero compartir con ustedes el proyecto que he desarrollado desde hace unos meses atrás.
Espero que les guste, que la disfruten y dejen sus reviews y favs. Se aprecia muchísimo.
Las actualizaciones las haré semanalmente, cada lunes para ser específica.
Sin más, los dejo. Gracias de antemano por leer.


Era martes por la mañana. Como otro aburrido día de la semana, no había nada fuera de lo común en él. Bebía lentamente mi café mientras observaba por la ventana como todo poco a poco cobraba vida: el sol comenzaba a salir, los niños iban tomados de la mano de sus padres camino a la escuela, los pájaros cantaban y volaban de una rama a otra, y los comerciantes abrían uno a uno sus negocios. Los días solían ser bastante rutinarios, y yo no podía evitar sentirme aburrido de hacer lo mismo todo el tiempo.

Desde la ventana pude ver como el rubio alto caminaba directo hacia mi casa, tan puntual como siempre. Erwin era mi compañero en el cuartel, ambos capitanes de la División de Reconocimiento y Exploración. Nos encargábamos de liderar varios grupos de cabos para que patrullasen la ciudad y buscasen a los imbéciles que alteren el caos. No suena para nada divertido. Y en efecto, no lo es.

Me levanté de la mesa y abrí la puerta incluso antes de que tocase. Me miró con sus ojos azules, entró y me saludó con un pequeño movimiento de cabeza. Me acerqué a la cocina y le serví una taza de café, como era de costumbre. Nos sentamos de nuevo en la mesa y lo bebimos en silencio, ambos mirando a través de la ventana.

—¿Listo para otro día poco interesante? —preguntó luego de un prolongado silencio.

—Siempre lo estoy.

Caminamos hacia el cuartel. Las personas alrededor nos veían siempre con respeto, abriéndonos paso en el sendero al pasar. Nuestros uniformes eran igual a los demás cadetes: camisa gris, chaqueta beige, pantalones blancos y botas negras hasta las rodillas. Pero, aun así, todos nos conocían muy bien. Era imposible pasar desapercibidos. En los pocos años que teníamos trabajando en esto, habíamos atrapado malhechores como nunca antes en la historia de la ciudad.

El recorrido hacia el cuartel caminando nos tomaba alrededor de 20 minutos. Podíamos ir en caballo o tomar otros atajos, pero a Erwin le gustaba ir por esta ruta. Realmente, a mí me daba igual.

Llegamos y todos nos saludaron como de costumbre, parados firmes con una mano empuñada en la espalda y la otra en el lado izquierdo del pecho, a lo que respondíamos con un ligero asentamiento de cabeza. Nos hicimos paso hasta la oficina de Erwin, ubicada en el primer piso.

—¿Qué hay para hoy? —pregunté, sentándome en la silla frente a él en su escritorio.

El ojos azules abrió la primera gaveta de su escritorio y sacó unos papeles. Los revisó sin detallar demasiado y me los entregó.

—Lo de siempre.

"Lo de siempre" quería decir llevar a cabo los típicos patrulleos por la ciudad, prestándole especial atención a la parte central del comercio, a las afueras y al Distrito Subterráneo. Erwin y yo siempre hacíamos esto de manera individual, ya que normalmente se realiza en grupos de dos, divididos en dirección a los diferentes puntos cardinales.

Me levanté y me dispuse a salir de la oficina, pero justo cuando iba a abrir la puerta, alguien más lo hizo, tropezándose conmigo. La cuatro ojos me miró y justo cuando se encontraba a punto de decir alguna maldición, se relajó y me sonrió de una manera bastante desquiciada.

—¡Buenos días por la mañana, Levi! —dijo con entusiasmo.

La miré de reojo, sin siquiera cambiar mi expresión o saludarla de vuelta. "Es demasiado temprano para lidiar con esta", pensé.

—Siempre tan expresivo y cordial nuestro muchacho —dijo entre risillas, pasando por mi lado y sentándose en el escritorio, mirando a Erwin—. El ascenso a Capitán lo puso de peor humor.

No escuché nada más al cerrar la puerta y dirigirme a mi oficina justo al lado de esta. Solté un largo y pesado suspiro cuando me paré frente a la ventana y miré hacia el jardín. Varios cadetes se encontraban reunidos ahí; hablando y riendo, todos relajados y felices. No sé exactamente cuánto tiempo pasé parado ahí con la mirada fija hacia afuera, hasta que el sonido de alguien tocando la puerta me trajo de vuelta de mi distracción.

—Adelante.

—Capitán Rivaille, ya su caballo está listo para comenzar con el patrullaje del día —dijo un cadete, con el típico saludo de respeto ante mí.

Sin decir nada más, caminé hacia la entrada del cuartel, donde se encontraban los integrantes de los grupos ya organizados: Reiner, Bertholdt, Annie, Marco, Ymir y Christa. También me saludaron con respeto y yo simplemente asentí de vuelta. No necesitaba decir nada más, ellos ya sabían la ruta que les tocaba cubrir: Reiner y Bertholdt al Este, Annie y Marco al Oeste, Ymir y Christa al Sur y yo al Norte. Nos subimos en los respectivos caballos y salimos del cuartel.

Durante el día me topé con uno que otro disturbio en algún comercio provocado por algún joven rebelde robándose un pan o una manzana. Era lo más común que podía ocurrir. La jornada transcurrió realmente lenta, no ansiaba nada más que llegar a casa y descansar. Llegué de nuevo al cuartel y me dirigí a la oficina de Erwin para dar como finalizada mi guardia del día.

Abrí la puerta sin siquiera tocar. El rubio me miró con asombro desde la silla de su escritorio, y Hanji dejó de hablar sin voltear a mirarme. Me quedé parado en el mismo sitio mirando a mi compañero, frunciendo el ceño al notar que su rostro pasó de expresar asombro a revelar cierta preocupación. La peli-marrón se quedó inmóvil en la silla, sin decir absolutamente nada. Aun estando de espaldas a mí, podía imaginar sus ojos clavados en Erwin, sus piernas y brazos totalmente tensos.

—Levi, el General Pixis ordena verte en la sala de reuniones —dijo, haciendo un gran esfuerzo por mantener mi mirada.

—¿Qué quiere ahora ese imbécil? —murmuré, el desprecio haciendo eco en mis palabras.

—Iremos contigo —dijo, levantándose y mirando a Hanji.

Vi como ella se levantó también y salió sin hacer contacto visual conmigo. Erwin hizo exactamente lo mismo, y a mí no me quedó de otra que seguirlos.

Cuando entramos, Pixis se encontraba parado frente al asiento principal en uno de los extremos de la gran mesa, manos cruzadas detrás de su espalda. Su mirada se encontró con la mía, y me sonrió con hipocresía. Erwin y Hanji entraron detrás de mí y cerraron la puerta. Mi rostro se mantuvo inexpresivo, no dejé de verlo ni un segundo mientras caminaba al centro de la sala.

Fue entonces cuando vi alrededor: al menos 10 oficiales armados se encontraban distribuidos a lo largo de la misma, pegados de la pared. El ambiente estaba tan tenso que podía notarse el estés e incomodidad en la cara de todos los presentes. También se encontraban otros Sargentos y Capitanes, algunos políticos de importancia, e incluso un miembro de la iglesia ubicados en los demás asientos, eran 20 puestos en total; todos mirándome con interés. Por último, vi a Mikasa Ackerman sentada en la última silla a mano derecha. "¿Qué coño está pasando aquí?", pensé.

—Siéntese —dijo, haciendo un ademán hacia la silla vacía, justamente de frente a él.

—Tssk —siseé, sentándome de mala gana, mirándolo firmemente. Quizás era la única persona en este lugar que no le tenía miedo a este imbécil.

—Te preguntarás porqué estamos todos reunidos aquí —dijo. Rodé los ojos ante semejante comentario—. Comprenderás, mi queridísimo Rivaille, que los altos mandos políticos, religiosos y militares aprecian muchísimo los diferentes linajes que forman parte de esta sociedad. Desgraciadamente, varios de estos se han perdido con el paso del tiempo. Sin embargo, se han estudiado las posibilidades de reconstruirlos o recuperarlos de alguna u otra manera...

Con cada palabra que salía de su boca, el ambiente se hacía más y más pesado. Realmente no entendía nada de lo que estaba ocurriendo, no entendía qué coño tenía esto que ver conmigo, ni porqué estaban todas estas personas aquí, ni mucho menos porqué tenía a Mikasa Ackerman a mi lado. "De seguro es una de esas estúpidas misiones que este bueno para nada no puede organizar ni llevar a cabo él mismo", pensé. Cada segundo que pasaba sentía como mi espalda se tensaba más y más, y hacía un esfuerzo por mantener mis manos empuñadas sobre mi regazo, luchando contra mi deseo de ir y estamparlas en su horrible y asquerosa cara.

—...Como todos sabemos, ustedes dos comparten la misma sangre, la valiosísima sangre de la Raza Oriental. Se dice que fueron los más poderosos, inteligentes y ágiles, siempre estando muy por encima de los integrantes de todas las demás razas. Por esta misma razón, las demás fueron asesinando a su gente uno por uno... —hizo una pausa, soltando un leve suspiro— Fue un escenario lamentable, ojalá hubiésemos podido evitarlo.

Miré de reojo a la pelinegra, notando como ante estas últimas palabras, su cuerpo se tensaba por completo. Veía fijamente hacia la mesa, sus labios formaban una línea recta en su rostro, tratando de parecer lo más tranquila posible. Volví a mirar a Pixis, en sus labios sostenía una sonrisa burlona, sin apartar la vista de mí. Tras un silencio que pareció eterno, continuó:

—...Por lo que, se ha propuesto que usted y la señorita Mikasa Ackerman, contraigan matrimonio con el fin de mantener, proteger y garantizar la continuación de la Raza Oriental.