FANDOM… Hola otra vez. (?)
Hey… ¿Recuerdan que mencioné en "Curse of roses" que haría otro fanfic? Pues aquí está :v
Lo estaba planeando hace más tiempo atrás que el otro, por lo que tal vez piensen "¡¿Y POR QUÉ NO LO PUBLICASTE ANTES?!". Sencillo… Porque no me dio ganas hacer el prólogo xd Soy re vaga, lo siento, además no sabía cómo empezarlo hasta que la inspiración me dio de sopetón.
Este fic, al contrario del otro, no contiene tragedia, ni sangre, ni ninguna de las weas sádicas que amarían ver, pequeños enfermos. (?) No, este contiene más comedia, dulzura, drama del que te da ganas de golpear a los protagonistas con una sartén, que te generan hasta simpatía por los más odiosos y quizá algo de cariño a ships raras, etc.
En resumen: Es más ligero que el otro. Tengo que aprender a hacer un balance entre la comedia y los momentos sad, así que espero no cagarla.
El enfoque en los puntos de vista irán cambiando una que otra vez. A veces en el de Licorice y otras en el de Ivlis. Quizá hasta haya de otros personajes si lo requiere.
Cabe a decir, que está inspirado en la canción con el mismo nombre "Ikanaide", o como le dicen por ahí "No me abandones/No te vayas/Don't go" ¿Por qué? ¿Por qué pensé en la trama al oírla y queda en honor a la canción. Si alguno quiere puede ir a oírla mientras lee esto.
Cómo siempre debo decirles: Este fic contiene yaoi, yuri, hetero, incesto, parejas raras y muchos Head Canons que si ustedes no comprenden, podré explicarles en los mensajes de escritora (Que soy yo xd) y en el futuro tendrá lemmon.
Fic dedicado a mi hermosa senpai MisakiAshuraUchiha porque ella también me ayudó con este ¡Ay, adoro trabajar contigo, diosa mía! :'D
Sin más preámbulos, los dejo con el prólogo. La portada la hice yo, está en DeviantART por si quieren verla.
Recuerden que actualizo cada muerte del Obispo xd Sigo con escuela hasta el 24 de noviembre y es probable que deba rendir la materia de Física.
¿Cómo funciona aquí en el prólogo?:
Cursivas: Relato.
Normal: Escenas.
Negritas cursivas: Citas y pensamientos.
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Existió alguna vez en uno de los tantos mundos del universo… Un diablo.
Un diablo que alguna vez estuvo retenido por el rencor, la venganza y el deseo de destruir a cada persona que lo había humillado. Su Dios, su nuevo amo, los superiores de otro mundo. No había espacio en ese corazón para el amor, todo estaba perdido para él. Su pureza había sido arrebatada, sus sonrisas deformadas a muecas de desagrado cada día, su brillante mirar dorado se había opacado.
Ya no había rastros del inocente y feliz ser que alguna vez fue. Toda esa alegría se fragmentó en simples recuerdos que pasaban por su mente para recordarle cuan miserable era su actualidad.
Su día a día era tortura, hasta respirar se volvía innecesario.
Ya nada parecía tener sentido, el color se esfumaba a su alrededor, la luz se apagaba, moría cada vez más… Como una flor marchitándose.
Hasta que el destino dijo… ¡No! ¡No podemos dejarlo así! Hay que darle algo que lo haga querer vivir, una razón para levantarse cuando cayera, algo por lo cual luchar, algo que también luche por él, algo que dé su vida por protegerlo, que luche cada día por hacerlo sonreír…
Algo que lo haga feliz, que reviva ese congelado y herido corazón del diablo de llamas, algo que lo haga palpitar nuevamente.
El destino supo entonces qué obsequiarle…
Sin embargo, aquello no fue bien recibido por parte de aquel diablo. El destino buscó la manera de llevarlo a él, pero de una forma cruel. Un engendro, un niño no deseado, el hijo de la persona que hasta ahora formaba parte de sus pesadillas también. Un niño que nació mediante la tortura, las lágrimas, el incesante y ardiente dolor en sus entrañas.
No pudo aceptar tan bello regalo, pues estaba envuelto en una decoración de basto dolor y oscuridad, con solo mirarlo venían a sus ojos las memorias de los gritos, la sangre, la tortura, las risas, los insultos, la humillación, esa colmilluda sonrisa que le acechaba… Pues no era ni menos que la viva imagen de su padre.
Su herido ser no era capaz de ver más allá de un simple envoltorio y una fea circunstancia.
Nacido de un abuso, de su vientre, el fruto de las pesadillas.
No es mi hijo, es un error, es un engendro… ES HIJO DE ESE MONSTRUO.
Afiladas y concretas palabras capaces de hacer a sus servidores obedecerlo inmediatamente, decididos a cuidar por sí mismos al pequeño.
Sin embargo… El llamado de una madre no puede ignorarse.
Oh, dulce regalo del destino, envuelto de dolor, pero siendo por sí mismo la cosa más bella por existir ante sus ojos ¿Cómo pudo rechazarlo así? ¿Era acaso la culpa de esa inocente criatura tener la sangre de quien más odiaba hasta ahora? ¿Qué podría haber hecho para merecer el repudio de su madre además de nacer?
Quizás esa criatura tenía rasgos similares al diablo de las sombras, pero irradiaba la luz que en su vida se había extinguido. Había heredado de sí sus hermosos orbes dorados como la miel, tenía una sonrisa dulce y sincera capaz de contagiarse sin dificultad. Apenas lo sostuvo en sus brazos, el destino habló.
Este es tu regalo, Ivlis. Es tu razón de vivir, la persona que dará la vida por ti y tú harás lo mismo. Él nunca te abandonará… Así que no lo hagas tú.
Él merecía un nombre digno de un ser tan dulce.
-Licorice… Mi pequeño y dulce niño… -Decía el de mechas rojas, arropando entre frazadas al bebé. La noche reinaba en su mundo, pero no había sombras que lo asustaran, no había nada que temer. En la oscuridad de la habitación, se oían ahora las melodías del progenitor hacia el niño que por fin después de tanto tiempo había sido bautizado como Licorice. –Mamá te cuidará y amará siempre…
El tiempo pasó, y esa dulce criaturita se había vuelto un niño. Inocente, amable, gentil, era simplemente perfecto. Su adoración hacia su querida madre no tenía comparación a ninguna otra lealtad vacía y banal hacia un Dios, era mucho más que eso. Era puro, sincero, de corazón… Era algo que nacía de él y que también lo hacía feliz.
Para ese tierno diablo… La sonrisa de su madre y el destello de vida en sus ojos dorados eran un tesoro que debía cuidar.
Alejado de la perversión y la oscuridad, Licorice pasó sus días felices junto a Ivlis, entre risas y amenos momentos amorosos. Desgraciadamente no todo era miel sobre hojuelas, había alguien allí que no respetaba esa intocable felicidad.
Te odio, padre… Te odio… ¡¿Por qué lastimas a madre?! ¡¿Qué te hizo él?! ¡DÉJALO EN PAZ!
Jamás perdonaría toda la angustia que sintió durante esos pocos años de infancia en los que no le quedaba más que observar como Ivlis era torturado y dañado por nadie más que su otro progenitor.
Satanick…
Fue mucho tiempo de lágrimas de desesperación, inútiles intentos por salvarle que eran en vano. A ese despreciable ser le bastaba con solo empujarle suavemente para que soltara a su madre y la dejara entre sus garras.
Yo solo quiero… Proteger a madre… Desearía ser mayor para alejarlo de esa basura… ¡No quiero que sufra! ¡YO LA AMO!
Y fue entonces que como una bendición, a Licorice se le fue concedido su deseo. Una forma adulta temporal, una fuerza digna de un verdadero diablo y la habilidad de aparecer lanzas de luz al igual que su tía Igls Unth. Tenía el poder, tenía el valor, tenía todo lo necesario para protegerlo.
-Fufufufu ¡Hoy nos divertiremos tanto, cucaracha! –Canturreaba maliciosamente el de orbes violeta, acomodado sobre Ivlis en el suelo, levantando su traje mientras el susodicho forcejeaba para quitárselo de encima. Esta era la rutina de siempre, huir de él, ya casi no entendía para qué esforzarse en intentarlo.
Cerró los ojos fuertemente cuando al final sus manos terminaron inmovilizadas sobre su cabeza y esos desagradables roces se extendieron.
Dios… Que alguien lo ayude.
-¡ALÉJATE DE MADRE, BASURA! –El joven apareció con toda velocidad, atravesando magistralmente la cabeza de su padre con una de sus lanzas, de una forma tan rápida que nadie dio tiempo a esperar aquello o siquiera reaccionar. Ivlis levantó la mirada con sus ojos abiertos de par en par, observando impresionado a su salvador. Un diablo alto de aspecto serio y mirada profunda… ¿Su hijo? –Madre… ¿Te encuentras bien? –Preguntó usando su dulce tono usual que hizo al de mechas rojas entender que realmente se trataba de su hijo. No podía convencerse de que eso estaba pasando, ni siquiera cuando fue cargado al estilo princesa para ser alejado del otro diablo que permanecía en shock por lo ocurrido. –Él no te hizo daño… ¿Verdad?
-N-no… T-tú me… Me salvaste… -Dijo sorprendido sin creer sus propias palabras. Por primera vez alguien había hecho algo por él, alguien lo había salvado. Alguien tuvo el suficiente valor y coraje para atender sus suplicas internas. –M-me… ¡Me salvaste! P-pero como… ¿Cómo es que tú…?
-No te preocupes, madre. Las cosas van a ser diferentes a partir de ahora… -Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, lo dejó incorporarse en el suelo. Pero entonces, dejando al diablo de llamas sin habla, se arrodilló frente a él tomando su mano. –Yo juro proteger a madre, nadie la lastimará de nuevo mientras yo siga con vida. Quien sea que se atreva a dañarla pagará las consecuencias. Porque… Yo te amo, madre.
-L-Licorice… -Le fue imposible no sentir sus labios temblar y sus ojos derramar lágrimas. Nadie hasta ahora le había dicho tales palabras, nunca había vuelto a experimentar antes la sensación de no tener temor. De importarle a alguien…
-No llores, madre. Estoy aquí para cuidarte…
El destino no había mentido, Ivlis tenía no solo una razón para seguir luchando por seguir viviendo, sino que contaba con alguien que lo amaba profundamente de manera incondicional, quien juraba lealtad, alguien dispuesto a dar sangre por su bienestar.
Aunque nunca fue capaz de notar que ese fraternal afecto se transformó con el tiempo en algo distinto.
Sin que se percatara, todo para Licorice empezó a cambiar.
Ivlis a sus ojos se volvía cada día más perfecto de lo que podría llegar a imaginar, no solo su apariencia, sino su forma de ser. Empezó a valorar de una manera cursi y sentimental cada detalle que muchos otros dejaban pasar por alto o no tomaban importancia.
Se hizo adicto a la calidez que le transmitía el estar arrullado entre los brazos del diablo, al reconfortante sonido de los latidos de su corazón cuando recostaba su cabeza en su pecho, a sus inocentes y cariñosas caricias entre sus hebras negras y su rostro, a su melodiosa voz al cantarle para dormir o cuando simplemente hablaba, a su suave y dulce aroma que desprendía su bufanda y su propio ser.
Deseó ver en cada momento los labios de su madre curveados en una sonrisa.
No supo cómo, no supo cuándo, no supo por qué… Pero se había enamorado perdidamente del diablo que le había dado la vida.
Se había enamorado de sus defectos, sus virtudes, su alma… Se había enamorado inocente y fuertemente de Ivlis.
Fuera de tomarlo como algo malo, ajeno a prejuicios del mundo, el pequeño aceptó esos sentimientos con alegría, dispuesto a una sola cosa: Ganar el corazón de su amada madre y hacerla feliz por el resto de su vida.
Pero no era algo tan sencillo, claro que no. Satanick había alegado que amaba a Ivlis y que estaba dispuesto a ganárselo también.
La simple idea de ver a su madre junto a ese insoportable diablo le enfermaba… ¡¿Cómo se atrevía a reclamar el amor de su madre así?! ¡Qué descaro! ¡Inaceptable!
Satanick NO merecía estar con alguien tan maravilloso como Ivlis. No después de todo el daño que había ocasionado a este, no era justo ¿Qué sabía él sobre el de mechas rojas? ¿Qué había hecho por él? ¿Acaso se había puesto a pensar en su felicidad? ¿Había quitado la vista de esos métodos tan usados y cliché para ganarse a otros individuos? Su madre no era un cualquiera, era único en su clase y nadie podía ganarse su corazón con unas estúpidas frases cursis y melosas, un ramo de flores y una caja de chocolates. Con un simple "¡Ámame! ¡¿Por qué no me amas?!" no conseguiría lo que deseaba.
Si lo amaras como dices no lo retendrías aquí, no lo tendrías encerrado como a un pájaro en una jaula… Si lo amaras no lo harías sentir tan incómodo e infeliz cuando lo acosas, no lo golpearías, no lo harías llorar, no le causarías esas ojeras mañaneras por haber estado sufriendo cumpliendo tus deseos, no aparecería herido y lastimado después de verte, no lo lastimarías como lo haces, no harías que tus acciones opaquen el brillo de sus ojos… Si lo amaras lo llenarías de palabras hermosas ¡No para ganártelo, sino porque nacen de ti! No lo insultarías o humillarías ni le llamarías "cucaracha" como siempre haces… ¡Si lo amaras lo dejarías libre! ¡Lo harías sonreír! ¡Porque amar es mucho más que desear tener a alguien contigo!
Amar a alguien… Es desear su felicidad por sobre la tuya, su protección, su bienestar… Así no sea contigo.
Yo sí amo a madre, y quiero que sea feliz aunque no sea conmigo.
Era tan triste que aquel pensar tan hermoso no llegara a los oídos del diablo de llamas. Sí, ahora valoraba el hermoso regalo que el destino trajo a su vida, amaba profundamente a su pequeño Licorice.
Pero no de la misma manera que él…
Ivlis vivía cegado, amando a alguien que nunca lo miraría de la misma manera. Amaba a alguien que lo había hecho sufrir, una persona que no lo veía como algo más que un error que debería ser eliminado de la existencia; Su dios… Siralos.
Licorice no comprendía ¿Por qué su madre amaba tanto a alguien tan cruel? A quien lo había abandonado a su suerte, quien había arrancado sus hermosas alas, el que lo atacó y humilló. No hacía falta ser un experto para darse cuenta de lo mucho que el dios de los soles despreciaba y repugnaba a su propio hijo, de su mirada despectiva cuando lo encontraba, de esas viles y venenosas palabras que salían de su boca para humillarlo. A simple vista se notaba que el dios no pensaba en otro más que en sí mismo ¿Acaso se podía amar a alguien así? ¿Cómo es que su madre se aferraba tanto a un sueño lejano en el que su dios lo perdonaba y lo dejaba volver a servirlo? ¿Ivlis no era feliz antes?
¿No fue feliz al hacer su propio reinado en el mundo de las flamas? ¿Al tener seguidores demonios que lo admiraban y respetaban? ¿Al tener la compañía de dos maravillosos hijos y dos fieles subordinados? ¿Al ser poderoso y capaz?
¿Qué buscaba Ivlis en todo esto? ¿Por qué buscaba la aceptación de alguien que no la merecía? ¿Por qué no era capaz de ver que había otras personas que sí merecían su atención?
No solo él, sino todos los que se interesaban en el bienestar del diablo de llamas, como Emalf, Poemi y Rieta.
Madre debe estar confundida o algo… No importa si él no me ama, lo protegeré de todos modos, lo haré feliz… Porque yo lo amo.
Licorice estaba más que decidido a demostrar todo su amor y devoción. La oportunidad perfecta había llegado esa vez en la que su padre se encontraba en tan mal estado y podía acabar con él fácilmente. Después de todo… Él era un diablo también, no un simple demonio.
Ese día sintió que la gota colmó el vaso, ya no quería más la rutina en la que esperaba a que su madre estuviese en apuros para ir a rescatarla. Desafortunadamente para él, Satanick sanaba rápido y había veces en las que no podía salvar a Ivlis… Veces en las que corría a su encuentro para tratarlo y curarle sus heridas con dedicación y delicadeza aunque el susodicho se la pasara diciendo que no importaba, que estaba acostumbrado a esto desde antes que él naciera y que podía lidiar con ello, que no había caso esperar que se defendiera pues era un débil y patético diablo incapaz de lograr algo en la vida.
No podía notarlo, pero a veces esas palabras destrozaban el corazón del joven diablo. Era frustrante saber que Ivlis estaba tan resignado a seguir sufriendo, a seguir siendo humillado, herido, lastimado, ensuciado… A prolongar la monotonía en la que él era un juguete más, hecho para sufrir.
No importaba que tan reacio y fuerte quisiera demostrarse ante su hijo o cuanta agresividad y desinterés mostraba al ser atacado por el diablo de Pitch Black… El menor era capaz de ver más allá de todo eso y visualizar a su madre hundida en profundo pesar, un ser limpio que de un día para el otro había sido obligado a experimentar entre tortura y dolor como su pureza se veía arrancada de sus manos y no podía hacer nada para evitarlo.
Ivlis merecía ser sacado de ello ¡Así hubiese hecho cosas terribles en el pasado! ¡Ya había pagado por todo! ¡¿Por qué seguían torturándolo así?!
Al tener a Satanick indefenso frente a él mientras una lanza se formaba entre sus dedos, solo pudo recordar el daño ocasionado a su amada madre, su sufrimiento, las veces que lo encontró llorando solo, sus cicatrices, sus gritos de agonía cuando llegaba tarde para salvarlo…
¿Crees que serás perdonado por todo lo que le has hecho a madre?...
Estaba preparado para terminar con todo esto, liberar a su amado, acabar con la fuente de su sufrimiento… Pero no contó con un villano más en este cuento de hadas corrompido.
En aquel entonces Envi no era para él más que un subordinado amargado, apático y lame botas de su tonto padre. Sus amenazas contra sí no lo habían asustado ni un poco, hasta le daban risa ¿Un demonio tan común y corriente podía contra un diablo decidido y determinado?
Dolorosa y tristemente así fue…
¿Por qué tuvo que ocurrir?... ¿Qué hizo mal? ¿Cuál fue su pecado?
¿Tan malo era querer ayudar a Ivlis? Solo deseaba que ya no sufriera, ponerlo a salvo permanentemente, asegurarse de que estuviese bien, no tener que sentir esa angustia en su pecho cuando estaba lejos de él por temor a que en un descuido ese diablo despiadado podría ir a por él y hacerle daño. Ya no quería eso, ya no deseaba que el resto de su vida fuese una constante lucha por proteger a Ivlis, no porque no estuviese dispuesto a hacerlo si pudiera… Sino porque no podía evitar bajar la guardia a veces y eso no le costaba a él, sino al de mechas rojas. No quería ver a su madre con constante miedo y ver sus miradas de paranoia a cada esquina con el pensamiento de que él aparecería para ponerle fin a su paz.
Los héroes no siempre ganan.
Ese momento, vivió en carne propia lo que era estar en el lugar de su madre, vivió a una temprana edad lo que era que alguien le arrebatara su preciada pureza y lo maltratara, torturara e insultara hasta dejarlo tan destruido que era incapaz de ser reparado.
Maldita sea, era solo un niño… Un niño que solo buscó cuidar de su madre.
Pero desde ese momento, Licorice supo que no era tan heroico como desearía poder ser. A la hora de la verdad era un niño que tomaba esa forma adulta por unos instantes, un niño que se enfrentaba día a día a un adulto que no era capaz de lastimarlo o contra atacarlo por el aprecio que le tenía. Nunca había tenido que lidiar con un individuo que si se lo proponía era capaz de herirlo y mucho más.
No supo bien cómo es que no se derrumbó completamente después de eso. Envi no solo había lastimado su cuerpo, eso era lo de menos… Había arruinado algo que a futuro sería importante, un momento mágico y hermoso para cualquier persona que conociera el amor verdadero.
Solo era mi importante primera vez…
¿Cómo fue que siguió adelante? ¿Cómo es que desde ese momento no se acobardó más para rescatar a Ivlis? ¿Por qué…? ¿Por qué mostraba más esfuerzo?
¿Así es como se siente madre?... ¿Esto es lo que tuvo que pasar cada día de su vida antes de que yo pudiese usar mi forma adulta o naciera? ¿Es… lo que vive actualmente de vez en cuando?
Madre… Si tú pudiste seguir de pie a pesar de todo… Yo lo haré, por ti, para que ya no tengas que esforzarte tanto en levantarte... Yo quiero seguir dándote mi mano para que puedas hacerlo.
Su madre era valiente a sus ojos, nadie se lo quitaría de la cabeza. A pesar de todo lo que ocurría a su alrededor, a pesar de los golpes que la vida le ocasionaba él seguía de pie. Licorice no lo sabía, pero la realidad es que él era la razón por la cual su madre no se rendía tan fácilmente y demostraba su persistencia.
Ivlis llegaba a ser serio y cortante con otros, quienes lo conocían aseguraban que era un diablo bastante gruñón y terco para ciertas cosas. Ellos jamás tuvieron el honor de conocer esa faceta que Licorice había sacado a la luz.
Ivlis estaba dispuesto a cuidar como fuese de su hijo, no quería cometer los mismos errores que tuvo con Adauchi y Poemi. Licorice no lo abandonaría, él no se vería educado entre la masacre de inocentes ni se volvería alguien sádico y manipulador, se encargaría de que su pequeño tesoro creciera entre la inocencia y la felicidad.
La vida siguió su curso, Licorice había alcanzado una edad más de pre adolecente, Satanick no se rendía para conquistar al de mechas rojas, aunque últimamente fracasaba tanto para violar a Ivlis que tenía que acudir a su esposa Lil. Muchas cosas habían ocurrido… Como la reciente reconciliación con Reficul la cual recientemente se había vuelto más cercana a Ivlis, no se llamaban como tal… Pero eran buenos amigos y el de mechas rojas parecía llevarse bien con ella. Al fin y al cabo… Reficul se había disculpado con él.
Ivlis no podía darse cuenta, pero todo a su alrededor parecía ir mejorando para él, su vida empezaba a tener más color a medida que rencores y dolores del pasado se iban olvidando para dar nacimiento a nuevas oportunidades, y dar lugar al perdón.
Lo que había superado con creces todas las expectativas de sus cercanos era… Que hasta había decidido quedar en buenos términos con Kcalb y Etihw, los cuales al principio dudaron un poco pero empezaron a entablar una buena relación con el diablo de llamas en la cual Kcalb era el bulleado del trío. Las chicas no se quedaron atrás, sintieron tanta curiosidad que desearon ver al nuevo y cambiado Ivlis. Yosafire fue la primera que se atrevió a tomarlo con naturalidad y ser menos formal con "El viejo 2.0".
Jah… Era curioso, ahora que había dejado de ser tan vengativo y rencoroso su círculo de amigos y familia había incrementado increíblemente. Claro, aun no se tomaba la molestia de visitar el jardín Gris, hasta que se planeó la boda de la diosa y el diablo. Aunque eso era otra historia más del álbum de fotos.
Pero… Había ciertas cosas que no se olvidaban ni se podían esconder bajo la alfombra por siempre.
Siralos…
Envi…
El día en que todo salió a la luz nunca lo olvidaría… Su hijo había llegado a su cuarto después de haber tenido una pesadilla, por lo cual le permitió sin dudarlo dormir con él para calmar las pesadillas. Sin embargo, aquello había sido más fuerte. Las pesadillas de Licorice lo habían hecho despertar, estallando en llanto con su primer respiro asustado al abrir los ojos.
-¿Uh? ¿Licorice?... ¡¿C-cariño?! ¡¿Qué pasa?! –El diablo se removió alterado al ver a su hijo llorando con fuerza, cubriéndose los ojos mientras gritaba. Aterrado, Ivlis encendió la luz de la mesita de noche y llamó al nombre de su hijo una vez más, tomándolo de los hombros para hacer que reaccionara.
Los ojos de una madre aterrada y un niño herido se cruzaron por unos instantes antes de dar paso a un cálido y desesperado abrazo por recuperar la paz. Licorice hipaba y temblaba entre los brazos de Ivlis, sin dar a entender concretamente que es lo que tanto lo asustaba. Pasaron unos minutos hasta que el pequeño diablo fue capaz de respirar calmadamente y formular palabra.
-L-lamento haberte despertado, madre… -Dijo apenado, mirando hacia abajo tratando de secar sus lágrimas por sí mismo, fallando al sentir dichas acciones siendo cumplidas por el diablo de flamas, quien le miraba preocupado y con miedo ¿Qué ocurría con su dulce niño? Al susurrar su nombre, sus dedos frotaron dulcemente sus mejillas arrastrando su pesar.
-Licorice…
Pero él no habló sobre el tema… El joven diablo alegaba que fue una simple pesadilla tonta y no dio muchos detalles, decía que tenía memorias borrosas de eso, e Ivlis no tuvo de otra que creer en sus palabras y asegurarse de acurrucarlo más contra él cuando volvieron a dormir, deseando que así sus miedos se esfumaran… Aunque sea esa noche.
Al día siguiente se llevaría una reunión en las salas del castillo. Satanick y Reficul habían planeado beber té con Etihw, Kcalb y los subordinados mientras las chicas se dedicaban a explorar el castillo curiosamente, fue un milagro que Yosafire no rompiera nada pues tocaba cuan objeto cruzara su camino.
Ivlis aún se estaba arreglando, había escuchado tarde la noticia y tuvo poco tiempo para estar listo. Su hijo esperaba pacientemente sentado en su cama, mirando sus propios pies balanceándose mientras resonaba la voz del subordinado de su madre en su cabeza.
Licorice… Yo no le diré nada a Ivlis, pero… Tendrás que hacerlo en algún momento. Es bueno que te tomes tu tiempo, pero es un tema serio… Debes decírselo.
Pero… ¿Cómo hacerlo con el incesante temor a que su madre lo repudiara? No podría soportarlo, no podría… Sin embargo, pensó en las palabras de Emalf y eso lo hizo apretar sus puños contra el colchón de la cama. Estaba más que decidido.
Él te ama sobre todas las cosas…
-L-licorice… ¡Por favor, cálmate! ¡No entiendo! ¡¿Qué hizo Envi?! –Ivlis estaba alterado, Licorice no había dejado de llorar desde que mencionó tener que decirle algo. Había logrado entender que el pequeño tuvo un percance con Envi, pero luego de eso todo fue lágrimas y gritos. Esto lo estaba aterrando… ¿Por qué pre sentía que tenía que ver con lo de la noche anterior? –¡Por favor…! M-me estás preocupando cariño…
Y finalmente, al ver ese mismo brillo de angustia en sus ojos el más joven intentó calmarse y relatar lo ocurrido, dando todos los detalles que pudiese. Entre hipos, preguntas concretas del diablo de llamas y sus caricias en su cabello para tranquilizarlo; todo salió a la luz. Se sentía más aliviado, pero no quería ver su reacción, su silencio le aterraba.
-P-pero… Está bien… Está bien… Y-yo ni siquiera prefiero ningún género e-en particular… -Rio amargamente sin ser consciente de la gélida mirada de su progenitor y su sombría expresión congelada en su rostro. –S-solo era mi importante primera vez… Y-yo… -Se detuvo al sentir a su madre soltarlo… No… ¡No! ¡Él no lo repugnaría! ¡¿Cierto?! De cualquier manera… No tuvo el tiempo de averiguar si fue eso. Ivlis se había levantado y acercado a la puerta con un andar de muerto.
Las pupilas del menor se contrajeron y sus ganas de llorar se desvanecieron al notar cierto detalle que cambió su perspectiva.
Ivlis tenía su trinche de flamas entre sus dedos y sus hombros temblaban.
-Disculpa… Yo… Iré a… -Balbuceó como ensoñado o ausente, alejándose del cuarto con un objetivo fijo…
ENVI.
-¿Madre?... ¡M-MADRE, NO! –Apenas visualizó las homicidas intensiones de su madre, hizo lo posible por detenerle, pero no podía, Ivlis era demasiado rápido para él y solo alcanzaba a gritarle desde el pasillo que parase. Le aterraba… Le aterraba pensar que él no podía contra ese demonio, ni él pudo. No podía dejar que él se arriesgara. –¡ES PELIGROSO! ¡MADRE! ¡MADRE! ¡POR FAVOR NO! –Ni él ni nadie tendrían el éxito de frenarlo, estaba ardiendo de la ira lo cual se demostraba en su rojo tono de cabello y semblante furioso.
Estaba más que claro, que el diablo de flamas no iba a ceder a los gritos de su hijo ni a los de nadie más.
Ya había escuchado suficiente.
Imperdonable… Imperdonable… IMPERDONABLE.
-¡ENVI, MALDITO BASTARDO DE MIERDA!
-¡Y ni creerás como es que…! ¿Uh? –Entre las risas de los presentes, Etihw escuchó los gritos a distancia y sació su curiosidad viendo en el pasillo a Ivlis acercarse a toda velocidad con una muerta mirada y listo para atacar. La diosa no dudó en zarandear el brazo de su esposo y señalar con temor ¿Acaso Ivlis quería…? No, imposible, ellos estaban en buenos términos. –¿E-ese es Ivlis?... S-se ve molesto…
-Bah, la cucaracha debe estar apurada, es todo. –Dijo Satanick restándole importancia, levantándose de su lugar dispuesto a detenerlo en caso de querer atentar contra aquel par de tórtolos de nuevo, pero estaba tan equivocado… Lo supo cuando este le pasó de largo en menos de un segundo y saltó sobre una de las sillas, impulsándose antes de extender en los aires su arma y apuntar contra el demonio cabra.
Fue en cámara lenta, él volteó apenas percatándose de que los gritos iban hacia él… Y fue entonces cuando el de mechas rojas atravesó su torso y cayó sobre él, causado el horror de los invitados y subordinados.
Nadie pudo detenerlo.
Ni siquiera Satanick reaccionaba ante la escena de la cucaracha apuñalando una y otra vez el cuerpo de su subordinado hasta hacerlo pedazos.
Nadie se atrevía a hacer nada…
-¡MUERE, HIJO DE PERRA! ¡ESO ES LO QUE LOS TIPOS COMO TÚ MERECEN! ¡¿CÓMO TE ATREVES?! ¡¿CÓMO PUDISTE?! ¡ENFERMO, ASQUEROSO, DEGENERADO, MALDITA ESCORIA! ¡MUERE, MUERE, MUERE, MUERE, MUERE, MUERE! –La simple acción de la víctima del ataque levantando temblorosamente su mano para detenerle de alguna manera fue suficiente para encender por completo la furia de aquella madre, cegándolo de emociones que lo llevaron a desgarrar con fiereza la carne del peli verde.
No veía en él a un demonio… No… Veía en él todo el dolor de su hijo, los años que él pasó cargando con ese secreto, veía la inocencia de su querido pequeño desvaneciéndose, visualizaba en su mente los gritos de agonía de Licorice y mientras más fuertes eran, más rápido iban sus apuñaladas.
-¡NADIE TOCA A MI HIJO Y SALE ILESO, HIJO DE PUTA! ¡MUÉRETE YA! ¡ESO MERECES! ¡MUERE! ¡MUERE! –Casi sin notarlo… Finas lágrimas descendieron de sus mejillas, muriendo en los charcos de sangre.
¿Por qué…? ¿Por qué él?
-M-madre… -¿Acaso él había hecho lo que tanto temió hacer? Había esperado lo peor… Había visualizado el horror de ver a su madre siendo sometida fácilmente, no pudiendo defenderse… Y él… Con todo ese miedo tampoco podría. Sin embargo ahora notaba que su imaginación había volado gracias al miedo y pavor que tenía por ese despreciable ser, impidiéndole ver que Ivlis era más fuerte y tenaz de lo que había llegado a apreciar con ayuda de sus relatos sobre sus invasiones.
El balbuceo de Licorice despertó a Ivlis de su largo trance en el que se encontraba al observar lo que había hecho. Así, cubierto de sangre y con los ojos nublados entre lágrimas, el diablo evitó las preguntas de todos y se lanzó a abrazar fuertemente a su pequeño, murmurando disculpas y palabras dulces.
-No te preocupes… Él ya no puede hacerte daño… T-todo está bien, mamá está aquí… -Sus palabras hicieron reaccionar al de orbes dorados. Por fin… ¿Podría respirar en paz? Sí, el demonio que tanto lo había atormentado y atemorizado este tiempo yacía muerto a manos de su amada madre.
Ivlis no había demostrado asco… No lo había repudiado como había imaginado antes. Lo había salvado definitivamente.
Había desperdiciado tanto tiempo… Y ahora se daba cuenta, incapaz de controlar su llanto mientras se aferraba al de mechas rojas y los presentes aun no entendían qué ocurría.
Daba igual… Cuando lo supieran, quedarían con el deseo de por vida de haber participado en esa masacre.
-Shhh… Todo está bien ahora… Mi dulce regaliz, nada te puede hacer nada… No mientras mamá esté cerca.
Ese horrible episodio quedó grabado en la memoria de todos…
Todo aquel que alguna vez mantuvo el contacto con el dulce niño quedó espantada ante tales relatos y explicaciones que salían sin cuidado del furioso e indignado diablo de flamas. A medida que avanzaba, las caras de todos se iban deformando al asco, sorpresa o simplemente miedo mezclado con tristeza.
Ni siquiera la pobre Crea fue capaz de entenderlo… El señor Envi… ¿Realmente era un monstruo? Le costó creerlo, pero con lágrimas en los ojos se aferró a Medouco y murmuró que no quería ver el cadáver de "ese hombre" en su presencia.
Satanick tampoco supo bien qué decir, solo se limitaba a escuchar a Ivlis mientras este abrazaba a su hijo y le calmaba. Su mirada mostraba que estaba algo ido, pero la mantenía sobre el sollozo niño. De pronto la imagen de su fiel y servicial subordinado empezaba a tener otra impresión en su cabeza.
Por Vicers… Hasta tuvieron que elegir al azar quien lo enterraría, nadie quería hacerlo.
Pero…
Ivlis no pudo dejar de pensar al respecto del asunto durante todo el día.
Había fallado… Había roto su promesa.
Y-Yo… Yo juré que te cuidaría… Que no dejaría que nadie te hiriera… J-Juré que no serías como yo… De nuevo… De nuevo volví a fallar, como siempre hago.
Desde el primer día en que amó a su pequeño había quedado muy claro para él que no permitiría la más mínima ofensa a este, él no sería infeliz como él… Él no pasaría por las mismas cosas que él.
¿Pero lo cumplió? No…
Su hijo era tan dulce, tan amable… Tan gentil… ¿Por qué le había pasado esto a él? Entre todas las personas que podrían merecer esto ¡Entre la lista interminable de bastardos indeseables que se lo tenían bien ganado sin duda…! ¿…Por qué Licorice?
Y pensar que todo había sido por querer protegerlo.
Jamás imaginó que Licorice llegaría al extremo de intentar asesinar a Satanick o enfrentar a Envi solo por él. Era un riesgo tan grande para un simple niño, y todo eso…
…¿D-de verdad él hizo eso por mí?
No, no estaba justificando nada y mucho menos enorgulleciéndose. Simplemente comenzaba a darse cuenta de cuan sincera y precisa fue la promesa que él le profesó aquella vez.
"Yo juro proteger a madre, nadie la lastimará de nuevo mientras yo siga con vida. Quien sea que se atreva a dañarla pagará las consecuencias. Porque… Yo te amo, madre."
De solo recordarlo se sentía malditamente culpable de todo.
No pensaba en dejar las cosas así.
Licorice siempre había estado para él en todo momento, no importaba la situación. Si estaba herido él siempre lo ayudaba a vendarse, si estaba enfermo él se encargaba de cuidarlo sin darle importancia al posible contagio que obtendría, si estaba triste él aparecía a levantarle el ánimo con un simple abrazo, si necesitaba ayuda él acudía a salvarlo, si lloraba él secaba sus lágrimas…
Si sentía que nadie lo amaba…
Él solo tenía que sonreírle.
Le debía tantas cosas, casi parecía como si le debiese la vida misma. Su hijo era su tesoro, lo único de lo que no se arrepentía entre las desventuras de su agria vida.
Por eso mismo, era su turno de hacer algo por él… De valorarlo más.
Estaba dispuesto a borrar cada trauma, inseguridad y signo de baja autoestima. No importaba cómo, de alguna forma le haría saber a Licorice que no lo dejaría solo ahora.
-M-Madre… ¿Estás seguro de que no te molesta que duerma aquí hoy…? –Licorice se removió un poco entre las frazadas bajando la mirada con pena. Él e Ivlis estaban sentados en la cama del segundo. El joven diablo había despertado en plena madrugada cuando una pesadilla lo acechó y sin dudarlo un instante corrió a los brazos de su madre buscando consuelo.
No tenía planeado quedarse a dormir, solo ser calmado… Pero el diablo de flamas sugirió aquello al ver su miedo y lo hizo introducirse con él en las sábanas mientras aún lo abrazaba cariñosamente y acariciaba con delicadeza su cabeza.
No es que le molestara, pero temía que a él sí.
-No quiero ser molestia y… -Pero no terminó su frase a tiempo debido a que el de mechas rojas lo acurrucó afectuosamente contra él sin detener sus acciones una vez que se recostaron cómodamente. La dulce cercanía y calidez era tal que su garganta se cerró e impidió el paso de las palabras.
-Cariño… -Musitó sonriendo calmadamente alejando los mechones de sus aun aguados ojos. –No me molesta, de hecho me gustaría que duermas aquí. Siempre eres bienvenido, además adoro pasar las noches contigo. –No necesitó decir más para que su pequeño asintiera tímidamente y suspirara ya relajado, bajo los mimos y los besos inocentes que su madre le dejaba en la frente.
-Buenas noches, madre…
-Dulces sueños, mi dulce regaliz… Mamá cuidará tus sueños.
Licorice no lo supo, pero…
Ivlis alcanzó a ver su tenue sonrisa antes de dejarse caer en los brazos de Morfeo.
Las cosas comenzaban a llevar un buen rumbo ahora que se había deshecho de Envi y que Satanick prestaba más atención a Lil de la que usualmente daba a Ivlis. Claro, lo seguía acosando, pero no tan seguido como lo era antes.
Por fin un problema salió del tapete y fue a la basura donde pertenecía.
Sí…
Al menos uno de ellos.
Señor Siralos…
Era increíble que después de todo siguiese sufriendo por eso. Vamos… Tenía señales de que su vida mejoraría a partir de ahora ¿Por qué seguir amargándose por un amor sin esperanza? ¿Por qué?
¿Por qué no podía voltear la vista a su amada familia mantenerla ahí?
¿Por qué… Por qué no solo además de perder la fe en esto… También perdía el sentir?
Si era honesto, ni él sabía la respuesta, solo seguía sumido en su pesar.
Ya no más dolor… ¿Eh?
Él no estaba consciente de que el verdadero dolor estaba cerca y no se compararía ni un poco a aquella ligera tristeza que lo atormentaba y recordaba constantemente "Nadie me amó nunca.".
Soy un idiota…
A veces se preguntaba… ¿Realmente se arrepentía de esa noche?
Ya no estaba seguro de eso.
Una parte de sí la atesoraba en su corazón con recelo y amor. Lo recordaba como el día en que por fin abrió los ojos a la verdad y supo que sí era amado, más de lo que creía. El día en que dejó de estar ciego… El día en que creyó que se había liberado de todo rastro de sufrimiento.
Y la otra mitad lo lamentaba, viendo ese día como el verdadero inicio de sus problemas.
Todavía seguían en su mente sus palabras.
"Me importas… Me preocupas… Eres todo para mí… ¿Por qué sufres por quien no vale la pena? ¿Por qué no puedes ver lo maravilloso que eres? ¿Por qué no aceptas que eres digno de amar?"
Aquellas mismas que lo dejaron pensativo por un rato y detuvieron sus lágrimas, que mermaron su respiración entre la calidez de un suave abrazo, que de forma inexplicable hicieron retumbar su corazón desesperanzado como nunca antes nadie había logrado.
Así es… ¿Cuándo le importas a quien amas?... ¿Es así sentirte tan cercano y esperanzado?
Amor… ¿Así se sentía ese sentimiento? Había vivido creyendo que no traía más que dolor y miseria, al menos para él. Sin embargo esa vez que se percató de lo que realmente sentía… La explosiva y eufórica emoción de alegría lo llenó por completo.
-Uh… ¿Señor Ivlis? Lo estaba buscando. Yo… ¡W-WAHHH! –Rieta había querido hablarle a su amo sobre la cena apenas lo vio acercarse apresuradamente por el pasillo, tan veloz que la pobre genio no pudo prever el ser tomada de las manos para hacerla girar en el lugar junto a él. No fue hasta que Ivlis la soltó que cayó mareada al suelo y alcanzó a escucharlo gritar.
-¡ESTOY TAN FELIZ, RIETA! ¡Tan, tan, feliz! –Chillaba preso de la alegría al levantarla sin delicadeza para darle un corto abrazo y volverse a alejar en dirección a su cuarto dejándola confundida pero medianamente contenta de verlo así.
Ella se alzó de hombros decidiendo dejar la cena como una elección suya. No tenía idea de qué provocó tal reacción en Ivlis, pero no se quejaba… No lo había visto así de dichoso en toda su vida.
-Él es tan… Maravilloso… -Suspiró al dejarse caer en su cama y perder su mirada en la nada con la misma boba sonrisa de hace un rato.
¿Por qué rayos se iría a sentir así? Cualquiera se lo preguntaría después de haberse enterado que el día de hoy, como se acostumbraba, Satanick había tratado de hacer de las suyas amargando el día del de mechas rojas. Eso se dio a creer, usualmente tales acciones lo dejaban muy molesto y fastidiado.
Ah, pero ellos no habrían sido testigos, por lo que no habían presenciado a Ivlis sonriendo pacíficamente entre los brazos de su hijo a la vez que este lo llevaba lejos del apaleado diablo de Pitch Black.
No lo habían visto acurrucarse en él y sujetarse con tanta insistencia, como si buscara no ser soltado. Lo cual, no pasó hasta que Reficul llegó y se llevó a Licorice a una visita para ver a Mors.
-…Quizás podría decírselo alguna vez. –Murmuró para sí mismo abrazándose inconscientemente a la almohada a su costado.
Aun sentía la calidez y delicadeza de Licorice al sujetarlo contra él.
"¿Ves? ¡Esa es la sonrisa que me gusta ver! Me gusta el brillo de los ojos de madre cuando está feliz. Es único, incomparable y me hace sentir igual."
Una sonrisa se dibujó en sus labios y se acurrucó más en la almohada soltando un suspiro.
-Lo amo… Por Vicers, lo amo, lo amo tanto.
Estaba enamorado.
Estaba locamente enamorado de su hijo.
Normalmente pensaría que debería sentirse un enfermo, pero… Vamos, se había enamorado de su padre antes, esa faceta ya estaba en el olvido y la moral humana no le afectaba.
Era feliz, incomprensivamente feliz.
Por fin amaba a alguien que no aplastaba su corazón con las intenciones de mofarse de su miseria.
Al fin estaba enamorado de alguien que constantemente le recordaba cuanto lo apreciaban, alguien que le hacía sentir maravilloso y no como una indeseable basura.
Finalmente… Su corazón estaba en buenas manos.
En aquellas que lo protegieron, mimaron, curaron y limpiado sus lágrimas a lo largo de los años.
Oh, pero… Tan bello sentir no podía durar para siempre. En algún momento Ivlis tuvo que reventar la burbuja y darse cuenta de lo obvio.
Para empezar, no tenía la más remota idea de si era correspondido y era posible que no lo fuera, estaban hablando de un menor de edad (No, su forma adulta no era excusa) y… ¿En serio merecía estar a su lado?
¿Alguien como Licorice no merecía más que alguien como él?
Él es tan tierno y amable… Tan perfecto, y yo… Y yo ya estoy echado a perder.
Él jamás consideraría verme de esa forma.
No podía perdonarse todavía el haber desprotegido a su hijo como para que algo tan horrible le pasara. No importaba cuanto insistiera Licorice en que no era su culpa, seguía sintiendo que sí lo era… Era su madre ¿No? El supuesto adulto responsable de él. Era normal pensarlo así.
Deseaba tanto dejar de ilusionarse.
Pero tanto amor reflejado en sus ojos lo dejaban indefenso ante sus más románticos y soñadores pensamientos. Tanto así, que aun veía la posibilidad de que algún día tendría el valor de decirlo y tal vez… Escuchar de su parte un "¡Yo también te amo!" de aquel que tanto deseaba.
Gozó tanto como pudo esa ilusión.
Lo hizo como nunca antes… Hasta que inevitablemente llegó a un fin.
"Yo sí te amo, madre… Te amo más que a nada ni nadie ¿Lo recuerdas? Yo te dije que siempre te protegería y estaría ahí para ti."
Sí… Lo había dicho.
Licorice era su regalo del destino, él jamás lo abandonaría, por ende Ivlis tampoco debía hacerlo.
¿Y entonces por qué no lo cumpliste?
¿Por qué…?
¿Por qué tuviste que abandonarme?
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Hasta aquí llega ¡7000 palabras! ¡El prólogo más largo que nunca hice, joder!
Me inspiré horrible, no me culpen. Si quieren dejar críticas constructivas las aceptaré, me ayudan a mejorar.
Sé que he dejado muchas incógnitas, pero esto es solo para introducirlos en la historia. A medida que los capítulos se publiquen se explicarán las situaciones de manera más concreta y detallada.
Sin más que decir, me retiro ¡Los amo, nenes!