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ATRACCIÓN
Se alquila departamento en el quinto piso del edificio del bulevar, vista al mar, dos recamaras, un baño, sala comedor y cocina; SOLO PAREJAS
El cerrojo se destrabo, abriendo la puerta de par en par, mostrando la amplia sala con un gigantesco ventanal que ocupada en su totalidad el espacio de la sala comedor, justo a un lado de la entrada de la casa estaba la cocina y un largo pasillo, al frente de la puerta mostraba dos puertas abiertas, esas sin duda eran las dos recamaras.
-El lugar es bastante amplio –dijo la mujer que con ligero abultado vientre, entro primero, seguida de un muchacha y un chico que cargaba unas cajas hasta el tope –al fondo podrán ver las recamaras, una de ellas con vista al mar y la otra tiene solo una ventana con vista al edificio vecino –la mujer no era muy mayor, apenas unos veinticinco, castaña y ojos a juego, se movió hasta el lugar más amplio del departamento –en el pasillo esta la puerta del baño.
-Kagome… hazte a un lado –el muchacho que con dificultad caminaba dejo caer las pesadas cajas de cartón al suelo: cabellos plateados, mirada dorada y con un semblante rebelde observo el lugar fugazmente.
-¿Cómo lo ves Inuyasha? –le pregunto la muchacha de unos ojos azules cobalto, aunque opacados por aquellos inmensos lentes, cabello azabache y sujetado por un lápiz en un chongo descompuesto. Camino hasta el pasillo, observando de reojo las dos recamaras –a mí me gusta –su azulada atención se concentró en la recamara con vista al mar.
-Tiene potencial –respondió al estirarse y dando un tremendo bostezo.
La castaña se movió entonces hasta el ventanal gigante y tirando de la corrediza dejo entrar la brisa marina, moviendo un poco sus cabellos castaños.
-En carnaval tendrán una perfecta vista del desfile –agrego al notar la poca seguridad del muchacho de cabellos de plata.
-¿Carnaval? –indago Kagome curiosa, acercándose a Inuyasha para darle un codazo en la costilla debido a su falta de atención, este replico con un quejido, mirándola con reclamo y ella respondiendo con una señal de decapitación en su cuello.
-La festividad más importante de esta región, se hace un desfile para conmemorar la quema del mal humor y llegan turistas de todo el mundo… -la castaña se giró en el momento en que ambos dejaban de hacerse señas con las manos, ambos sonrieron al sentirse descubiertos –amm… ¿entonces? –la pareja se vio un momento a los ojos y luego de una sonrisa cómplice asintieron.
-¡Bien! –exclamo la castaña y caminando hasta ellos deposito las llaves del departamento en las manos del muchacho –el alquiler se paga cada fin de mes, el agua, la luz y el gas corre por su cuenta; yo soy Sango la casera, vivo en la planta baja del edificio, el salón de belleza que vieron al entrar es mío y la tienda que está junto es de mi esposo, cualquier inquietud que tengan podrán encontrarnos a ambos con facilidad –los observo por unos cortos segundos, al decir verdad ambos lucían muy jóvenes y era altamente notorio la diferencia entre ambos: él muchacho que tenía cierto aire de inferioridad era muy guapo, llevaba unos pantalones de vestir negros a juego con una camisa roja, ligeramente abierta por los tres primeros botones de arriba, mostrando parte de su pecho, su largo cabello plateado era sujeto por una alta coleta, sus ojos dorados irradiaban determinación y esa sonrisa ladina solo enmarcaba cada una de sus bonitas facciones, hasta todo bien, un muchacho joven, extremadamente guapo y varonil pero ella… ella de verdad que dejaba mucho que desear, llevaba puesta una sudadera blanca exageradamente ancha, a leguas se notaba que no era de su talla porque le quedaba grande, incluso de las mangas cubrían casi por completo sus manos, un pans negros que al igual que la sudadera no le quedaba en absoluto, su melena negra era recogido por un lápiz que sobresalía del feo chongo mal hecho, tenía una bonita cara pero esos lentes cuadrados y gigantes opacaban el azul cobalto de sus ojos, nadie, absolutamente nadie en su sano juicio podría ver la perfecta simetría en sus facciones porque estaría más ocupado en burlarse por su forma de vestir y luego ambos parados uno junto al otro era casi como decir: lo bonito y lo feo -¿de verdad son pareja? –la pregunta se la había hecho ella misma pero estaba tan impactada con la apariencia de ambos que se le había escapado de su boca –los muchachos se miraron entre sí y nerviosa quiso agregar algo más antes de ser tachada como grosera –lo siento, es que son demasiados jóvenes…
-Usted también lo es –respondió rápidamente Kagome antes de que un imprudente Inuyasha resoplara –incluso me atrevería a decir que de nuestra edad –la castaña se sonrojo.
-Bueno… sí, la verdad es que no soy tan grande. Me case joven y –la cara de los muchachos la sacó de sus vacilaciones –perdón, lo que quiero decir es que son bienvenidos.
La mujer ligeramente embarazada camino hasta el umbral de la puerta.
-Los dejó para que puedan acomodarse –y cerró la puerta sin decir más.
Una vez que sus suaves pasos dejaron de ser escuchados por los chicos estos dejaron sacar el aire y bajaron los hombros completamente tensos.
-Estuvo cerca… -opinó Kagome.
-Es una metiche –siseo Inuyasha que ahora se dirigía a las cajas en el suelo –espero no vuelva hacer ese tipo de preguntas.
-Y yo espero que seas cortes y no un grosero como siempre.
-¡Keh! Voy a bajar las demás cajas del coche y les diré a los del camión de mudanza que empiecen a bajar las cosas, tú mientras acomoda las qué hay aquí.
El peliplata salió, dejando una rica estela de perfume que Kagome inhalo con fuerza dejándole escapar un suspiro, inmediatamente movió la cabeza y tomo la primera caja, sonrió de lado al leer su propio nombre en la tapa y casi corrió hasta la recámara con vista al mar, ese sin duda sería su espacio y haciendo uso de su buena imaginación empezó a detallar en su mente el lugar exacto que ocuparían sus cosas, hasta que escucho bramar a Inuyasha desde la sala.
-¡KAGOME! ¡KAGOME! –vocifero Inuyasha con un tilde de enojo -¿¡Me puedes explicar qué demonios es esto!? –la muchacha apenas saliendo de su futura habitación vio la jaula que Inuyasha movía con furia.
-¡Buyo! –exclamo al tomar la caja transportadora de animales y moviendo su nariz en contra del minino blanco y estilizado que se encontraba adentro.
-¡No y no Kag! –los ojos azules de la muchacha se centraron en los dorados -¡Te dije claramente que no quería que trajeras a este maldito gato del infierno! ¿Por qué lo trajiste?
-No tenía con quien dejarlo y no tengo el corazón para abandonarlo –ella abría la puerta de la jaula permitiéndole al elegante gato salir y posándose en sus patas traseras mientras observaba curioso el lugar –es una mascota muy noble y leal.
-¡Eso! –lo señalo con su dedo -¡No es una mascota, es una bola de pelo letal y peligrosa! ¿Por qué no eres una mujer normal y te compraste un perro? Eso sí es una mascota y ese si es leal –los ojos verdes del gato se entrecerraron casi desafiando la autoridad del peliplata.
-Sigues molesto porque te araño ¿verdad? –Inuyasha se cruzó de brazos –no puedes darle cariño a un gato cuando él no lo quiere, ellos son –la pelinegra se llevó la mano al mentón luciendo pensativa –como nosotras las mujeres, no nos pueden dar afecto cuando no lo queremos, terminarías dañado y los perros no son fieles –se acomodó los lentes en el tabique de su nariz –dale un pedazo de filete a un perro con dueño y te aseguro que saldrá corriendo al que se lo ofrece sin dudarlo un segundo… ellos son como ustedes los hombres… Buyo se queda y tú no te quejas.
-Eso no era el trato Kag.
-Tampoco era trato compartir el alquiler y míranos.
-Ya te dije que fue lo único bueno que encontré.
La realidad era que Inuyasha era el mejor amigo de Kagome, ambos nacidos de un núcleo familiar imponente, adinerada y encumbrada. La familia Taisho y Higurashi habían planeado un compromiso entre ambos desde que estos eran unos niños, todo con el fin de algún día fundirse como una sola familia, y el como el conocimiento es poder y la educación exclusiva lo mejor de lo mejor, siempre fueron enviados a escuelas privadas que en su mayoría eran internados, ese era el resumen escolar de esos dos, hasta que claro tuvieron que ingresar a la universidad y siendo como parte de los intereses familiares no fue raro que se les impusiera una carrera muy diferente a los que ellos querían: Inuyasha quería estudiar Derecho y Kagome igual, aunque claro estaba la había elegido por no llevarle la contraria a su mejor amigo por aquel largo enamoramiento en secreto que le tenía y fue precisamente eso lo que la impulsó aceptar la loca idea de Inuyasha: ambos fingirían asistir a la universidad que sus familias habían elegido de antaño y en su lugar irían a la universidad que ellos habían escogido para estudiar la carrera deseada, después de todo sus familiares no estaban muy al pendiente de ellos y aquello era lo que facilitaba el plan.
-Tú crees que…
-No, ya te dije que no se darán cuenta -completo Inuyasha a la vez que caminaba con sus cajas hasta la otra habitación vacía -mis padres están sumamente ocupados en expandir la empresa -el eco de su voz se escuchaba en todo el apartamento mientras Kagome con una caja en manos lo escuchaba por quinta vez en el día -el baboso de Sesshomaru nunca sé a interesado en lo que hago -el peliplata regreso hasta donde ella estaba tomo la caja que Kagome sostenía y camino de regreso a su habitación -y los tuyos hacen lo mismo que los míos, no hay falla…
Y ella sabía que Inuyasha tenía razón, no habría nada que temer, después de todo la universidad de Derecho también era privada y una de las más caras del país, aunque no contaba con habitaciones en su campus y esa era la razón por la que ambos habían optado en alquilar un departamento por separado sin embargo habían tardado en llegar y la mayoría de los sitios buenos habían sido ya ocupados, le constaba que Inuyasha había hecho varios viajes en la búsqueda de un lugar que cubriera sus expectativas pero simplemente todo estaba lleno, hasta que le mostró el anuncio del periódico local, la ubicación era buena, no muy lejos de la universidad pero había un pequeño detalle que en letras mayúsculas resaltaba el anuncio: SOLO PAREJAS.
Unas horas después de debatirlo y reorganizarse llegaron a la conclusión de compartir el alquiler fingiendo ser una pareja, pues ¿Qué podría pasar? Inuyasha y Kagome se conocían desde el preescolar, amigos eternos y cómplices en varias travesuras aunque ella más de él y todo era por un bien común.
Y después de casi llevarse todo el santo día acomodando muebles y cajas al fin pudieron ver terminada su obra, la sala comedor lo ocupaban tres sillones junto con un televisor pegado a la pared y justo por detrás de los sillones un pequeño comedor para cuatro personas; la habitación de Kagome había sido la más complicada de acomodar porque después de muchos movimientos, quejas, órdenes y una larga discusión la cama de ella había quedado pegado justo a la ventana con la cabecera de lado a la puerta, una mesita de noche, un tocador invadido por peluches y un escueto guardarropa en donde abundaban casi todas las sudaderas del peliplata y algunos pans por otro lado la habitación de Inuyasha fue la primera en quedar lista, su cama matrimonial centrada, un ropero enfrente y un largo espejo pegado atrás de la puerta.
-Explícame otra vez porque a mí me tocó la habitación con la vista de ese feo edificio -le dijo a la muchacha que en ese momento le daba de comer al gato mientras él se reclinaba en el atizador de la ventana viendo fijamente al edificio vecino, altamente descuidado y lleno de humedad con una ventana en la misma dirección que la de él.
-Porque yo llegue primero al más bonito -Inuyasha rolo los ojos -no te quejes Inu, con una bonita cortina dejarás de verlo. Es más yo te la compro.
-No es necesario -se apresuró a decir porque no confiaba mucho en el gusto de su amiga -mejor vamos a repartirnos gastos.
-Me parece buena idea.
Kagome se sentó en la mesa con una libreta y pluma en mano mientras que Inuyasha arrastró los pies y dejó caer su cuerpo en la silla contraria, sacó su celular del bolsillo de su pantalón y abrió la aplicación de notas.
-Sugiero que tú te encargues de la despensa -los ojos ambarinos vieron a su amiga con una ceja arqueada, ella le sonrió de lado -tú comes más. Yo sobreviviría con té y galletas durante todo un año.
-Hecho -acepto escribiendo a la vez -entonces tú ocúpate del gas -está vez la mirada fue contraria pero Inuyasha sin verla se rio aún atento a su teléfono -tardas casi dos horas en el baño, Kag.
-¡Eso no es verdad! -se quejó.
-Claro que sí, te he tomado el tiempo.
-Bien… me ocuparé del gas pero pagarás la luz -Inuyasha rolo los ojos mientras su amiga se burlaba -eres el que más ocupa la televisión por tus videojuegos.
-Trató; pagarás el agua -un quejido se escuchó.
-De acuerdo
-Y te encargarás de hacer de comer -agregó antes de que su amiga terminara de escribir en su cuaderno.
-¿¡Qué!? ¿¡Porque!?
-De los dos eres la que sabe hacer de comer.
-¿Y tú de qué te vas a ocupar? El alquiler lo vamos a pagar ambos
-Yo seré quien pague la gasolina para ir hasta la escuela.
-Eso es trampa
-No, claro que no.
Kagome iba abrir la boca para protestar cuando la alarma de su gigantesco reloj de muñeca sonó llamando la atención del ambarino.
-¡Rayos! -dijo la muchacha mirando su reloj y corriendo hasta su habitación, Inuyasha la siguió con la vista hasta que la vio salir con una maleta.
-¿Qué es eso?
-Necesito que me lleves al campus -Inuyasha frunció el ceño.
-Pero si son casi las ocho de la noche y las clases comienzan en dos días ¿a qué vas a esta hora? ¿A limpiar?
-No seas tonto -empezaba a rebuscar dentro de la maleta sin verlo -hoy son las pruebas de ingreso a gimnasia -Inuyasha veía curioso como su amiga movía con rapidez el interior de la maleta escuchándose un buen de trastos ahí adentro, sacando un sinfín de cosas y poniéndolas en la mesa -tu mejor que nadie sabes cuánto me… -Pero el silencio de su amigo y la poca atención que le ponía hizo girar su atención hacia él -suéltalo -le dijo.
-¿Qué cosa?
-Lo que me tengas que decir… suéltalo
-No tengo nada que decir, no seas tonta -y ahí estaba el tilde de fastidio en su voz.
-Te conozco como la palma de mi mano y sé perfectamente cuando te pasa algo.
-Pues estás mal, no tengo nada.
-Desde que llegamos andas con una cara y un humor que ni tú solo te aguantas, comienzas a fastidiar.
-¡Estás loca!
-Ni siquiera me estás viendo a la cara -Inuyasha entorno su atención del teléfono a la cara de pocos amigos de Kagome. Parecía molesta -¿Qué pasa?
Inuyasha suspiró y se llevó la mano a su frente, masajeándose las cienes con fuerza.
-Yura… -en cuanto Kagome escuchó aquel nombre enrojeció de cólera.
-¿Sabes qué? Mejor me voy en taxi… -todas las cosas que había sacado de la pequeña maleta las volvió a meter pero con violencia.
-¡Oye!... -su amiga cerraba el zíper de la maleta y se la colgaba por el hombro -escucha…
-Eres un tonto, te dije que te causaría problemas pero puede más tu maldita calentura que los consejos de tu amiga -dio grandes zancadas hasta la puerta y de un portazo salió de ahí dejando a un Inuyasha pensativo. Su amiga tenía razón.
Inuyasha no era un tonto, era el pendejo más grande sobre la faz de la tierra y lo era porque muchas veces le había advertido de las malas intenciones de esa maldita mujer. Yura había entrado a su escuela casi a finales del último semestre en la preparatoria, contoneando las caderas y mostrando más piel lo que debería, obvio llamó la atención no solo del platinado sino también de todos los varones; todos y cada uno de ellos postrándose a los pies de la hermosa mujer, todos con excepción de Inuyasha quien siendo un experto conquistador la capturó en la primera platica, unas salidas y unos cuantos regalos finos bastó para adquirir los servicios privados de la cotizada chica sin embargo a Kagome nunca le gustó ella y no era solo por celos sino también porque había visto el brillo de la codicia en ella, le advirtió a su amigo más de una vez pero como andaba empalagado por sus encantos no la escucho ¿y qué fue lo qué pasó? Pues como todo juguete usado Inuyasha la desecho después de un tiempo y está, al no querer perder su mina de oro ideo un plan para chantajear a su mejor amigo y aunque supo todo esto por boca del mismo Inuyasha la verdad es que nunca quiso enterarse de con qué lo chantajeaba no obstante al notar la cara de Inuyasha había deducido que el juego de Yura había dado en el clavo.
-Idiota… -murmuró Kagome mientras pegaba su frente al vidrio del taxi.
-¿Dijo algo Señorita? -parecía que el taxista había escuchado lo último, así que con su mejor cara negó.
Fastidiado era poco, encabronado era la palabra ideal; sentado en la gradas con todo el equipo de basquetbol yacía un moreno de ojos zafiros que movía su pierna en señal de desesperación y no era para más, pues el idiota de su entrenador había elegido ese día para prestarle la cancha a la maestra de gimnasia, de seguro se la andaba cogiendo porque era la primera vez que el entrenador accedía a dicha cortesía y ahora tenían que esperar a que esas niñas escuetas terminaran de hacer las pruebas para poder ocupar la cancha, ni siquiera las veía porque todas eran unas tablas, sin nalgas, ni chichis, aunque sus amigos si se estaban dando un buen taco de ojo porque alguna que otra que pasaba se ganaba el chiflido de alguno de ellos; intentando mantener la postura y el maldito dolor de cabeza, suspiro con fuerza estando a punto de levantarse y marcharse de aquel maldito lugar que le estaba haciendo perder el puto tiempo.
-Bankotsu -le llamó un compañero junto a él.
-¿Qué?
-Mira eso…
Y rolando sus ojos fijo su atención en la muchacha que ahora subía a la barra, hasta sus amigos habían dejado de cuchichear porque todos los ojos del equipo de basquetbol se centraban en la peli negra que levantaba las manos hacia arriba, la chiquilla tenía un cuerpo de Diosa, un enorme culo, caderas anchas, una delgada cintura y unas tetas del tamaño de unos melones maduros, no puedo evitar que se le formara agua en la boca porque aquel leotardo negro solo remarcaba aún más cada curva de su cuerpo y de repente el coraje por estar ahí metido, perdiendo el tiempo, se le pasó de sopetón al ver a la muchacha girar sobre la barra, voltear su cuerpo y sostener su peso con sus manos, ver subir y bajar sus tetas le provocó una maldita erección que no pudo controlar ¿Quién demonios era esa mujer? Tenía también una hermosa cara algo que pocas veces se veía en una mujer: blanca, de largas piernas, cabello azabache (porque el perfecto chongo eso mostraba), facciones finas, un largo cuello, toda ella irradiaba sensualidad pura. Definitivamente tenía que hablar con ella y obvio hacerle unas cuantas visitas a su cama que muy seguramente con un par de regalos y uno que otro encanto caería, pues no había mujer que se le resistiera.
-¿Quién crees que sea? -su amigo con la voz casi entrecortada no dejaba de verla al igual que todo el equipo, literalmente con la boca abierta parecía que ni querían respirar porque no habían emitido ningún ruido desde que la muchacha subió.
-Hay que averiguarlo –contesto él con una risa ladina en su rostro.
La vio girar con maestría una y otra vez, tomar la delgada barra colgante y girar como una trapecista experta y cuando sus pies cayeron en la colchoneta con ambas manos hacia arriba un pelotón de alumnos se puso de pie para aplaudirle y chiflarle con fuerza, noto como se sonrojó y miraba al grupo con desconcierto; sonrió de lado porque él también se puso de pie pero con los brazos cruzados queriendo hacerse notorio entre ellos, definitivamente aquel espectáculo había valido la pena el tiempo perdido. Pero el maldito escándalo que sus compañeros habían formado no le permitió escuchar el nombre de la muchacha que era llamada por la maestra. La vio casi correr a los vestidores y fue ahí donde tenía que actuar, sin perder tiempo bajo las gradas con premura con toda la intención de abordarla al salir, se recargó de la pared, acomodó su larga trenza y utilizó su mejor pose esperando a que la deliciosa mujer saliera. Espero paciente como los depredadores que acechan a su presa antes de engullirla, tenía que salir pronto sin embargo las demás niñas comenzaron a entrar al vestidor, pronto se convirtió en el centro de atención de muchas que no tenían recato en pararse cerca de él y murmurar cosas que no escucho porque él alzaba la cabeza con la intención de encontrar a la pelinegra sensual, comenzó a moverse entre ellas cuando un pelotón de mujeres obstruyó la entrada de los vestidores y cuando casi alcanzaba a llegar tropezó con una muchacha muy mal vestida, alcanzó a sujetarla por los hombros para que no cayera pero ni siquiera la vio porque su atención seguía en la maldita entrada.
-Perdón -la escucho decirle.
-Sí, si muévete vagabunda -no, tampoco no noto como la chica con lentes fruncía el ceño y se daba la media vuelta completamente indignada.
-¡Hey! ¡Bankotsu vamos a empezar! -el grito de su entrenador sólo lo enfureció.
Entro al departamento casi arrastrando los pies, dejo las llaves en la mesita y se encontró con la espalda de Inuyasha frente al televisor.
-¿Cómo te fue? –le pregunto sin verla.
-Bien, iré a dormir.
-Oye Kag… -le había puesto pausa a su videojuego y se giraba hacia ella.
-Olvídalo… dejemos ese tema, no quiero detalles de tu estupidez -las cejas de Inuyasha se juntaron en señal de reproche -aprende a la mala.
La escucho cerrar la puerta de su habitación y entonces se sintió observando por un par ojos verdes, el maldito gato estaba parado en la barra de la cocina, moviendo su cola de un lado a otro.
-Bájate de ahí -le exigió pero el gato le contestó mostrando sus dientes en un bostezo, se levantó dispuesto a quitarlo de ahí pero el desgraciado animal no se movió ni un milímetro a pesar de su actitud.
-Inuyasha -la voz de Kagome sonó desde su habitación -no molestes al gato sino te quieres quedar sin videojuegos -Inuyasha entrecerró los ojos y apretó los puños, Buyo desde su sitio se limitó a verlo casi con burla.
-Está vez tuviste suerte, maldito.
-¿Dijiste algo? -otra vez Kagome.
-¡Nada! ¡Ya duérmete!
El ingreso a clases fue más caótico de lo que ambos pensaron, porque de mala suerte, ambos habían quedado en diferentes salones y eso conllevaba distintos horarios, apenas si pudo verlo entre clases y obviamente no tuvo mucho éxito en hacer amigos porque todo mundo la evitaba por su forma de vestir, aunque en esa ocasión llevaba una falda beige larga hasta los tobillos con unas calcetas púrpuras y zapatos de charol negros ¿arriba? Una amplia sudadera que le daba por debajo de los glúteos, su típico chongo mal hecho y aquellos gigantescos lentos negros; por otra parte Inuyasha en un solo día se había convertido en la noticia del día, había escuchado por lo menos a la mitad de las chicas hablar de él, rolo los ojos e hizo caso omiso a los mil y un apodos que su amigo se ganó ese día. Entonces antes de que última clase empezara noto a un muchacho de larga trenza cruzar los pasillos y a pesar de que solo fueron unos instantes, lo reconoció como el tipo que la había llamado: vagabunda.