Baterista desalmada: Vacaciones al Subespacio
Capítulo 1. El brillo
Después de casi dos años de salir con Gideon, Kim comenzó a perfeccionar sus habilidades en la cocina, que al principio eran más bien nulas. En el último viaje a Montreal de Gideon, comenzó a buscar los pequeños lugares underground donde se decía, se preparaba aquel milenario plato canadiense. Pasó casi dos semanas buscando y cada noche, volvía decepcionada a la habitación de hotel. Hasta que una noche, casi al terminar la segunda semana, volvió igual que los demás días, quejándose para gran deleite de Gideon que sólo reponía ante su indignación:
- Kimberly mi amor – Decía, con esa forma de unir su nombre con el adjetivo cariñoso que comenzó a darle poco antes de su vuelta a la vida- Este país es celoso de sus tradiciones, incluso para los mismos originarios… Recuerda… No son estadounidenses pero hablan inglés, no son franceses pero hablan francés, como si fuese una regla… Además se te ven más pecas sobre la nariz cuando te disgustas – y decía esto riendo, intentando hacerla rabiar mientras se desataba las botas y se las quitaba con un gesto de furia.
- ¡No lo entiendo! Es decir, todos lo comen, y a todos les gusta. Pero hay algo que no logro descifrar en la receta. Hay ingredientes que tiene y que nunca te mencionan en la receta que te dicen que es la original. Es como… como la Coca-Cola… O la receta secreta del pollo de Kentucky Fried Chicken..! – y rabiaba caminando por la habitación iluminada exquisitamente por pequeños faroles eléctricos de herrería obscura.
- Encontraremos esa receta y la harás tantas veces como quieras. Podemos buscar ahora algo similar, si tienes hambre. ¿A dónde quieres ir? ¿Te gustaría que fuéramos de compras? Llevas la misma ropa y dirán que Gideon Graves no te trata como mereces – y sonriendo se acercó a ella, que aún tenía fruncido el ceño y los hombros rígidos mientras se ponía encima un gorro tejido a mano con grecas y un motivo de estrellas y le besó la cabecita pelirroja sobre éste.
Una vez que dejaron la habitación, el viento frío de Montreal, casi con la misma intensidad del de Toronto, los sorprendió dándoles de lleno en la cara. Gideon trataba en vano de cubrirse el rostro con la bufanda y rebuscó en sus bolsillos los guantes de cuero, mientras que Kim, se ajustaba el sombrerito ya de por sí ajustado y luchaba por acomodar la gruesa bufanda que cubría su cuello de piel blanca. Sus guantes tejidos eran de un color morado y cubrían unas manos blancas y pequeñas de dedos redondos y su abrigo se extendía, un poco más grande de su talla real, hasta debajo de sus pantorrillas que se marcaban tenuemente en los ajustados jeans. Los botines cubrían su tobillo y llegaban al inicio de la pantorrilla.
- Sólo a ti podía habérsete ocurrido esta grandiosa idea de salir a caminar. ¿Dónde están los choferes y todos los autos rentados y propios del poderoso G-Man Graves? – Cuestionó Kim, burlona - ¿Qué pensarán de que no lleves a tu novia en una camioneta blindada y más aún con semejante frío?
- Pensarán que estoy castigádola, es cierto… - y sonrió, no si sarcasmo - Pero vamos, Kimberly, hagamos este viaje interesante. Está bien si por ahora caminamos. ¿Quieres que busquemos una cafetería para que entres en calor o prefieres regresar al hotel y entrar en calor bajo las mantas con películas y chocolate caliente, como la niña pequeña que eres? – dijo entonces Gideon, burlándose igual que ella.
- Suena excelente lo último si ves las películas conmigo – dijo, reconviniéndole con una mirada indulgente.
- Suena excelente si pasamos por chocolate a alguna parte y llevamos donas. Ah… Y cómo olvidar las palomitas. Muchas palomitas – dijo Gideon, quien parecía francamente ilusionado y entonces tomó la mano de Kim pese al viento que soplaba intensa y furiosamente y que parecía rasgar sus ropas con facilidad. Ésta sonrió simplemente y caminó en silencio junto a él, quien, parlanchín como solía ser, comenzó a hablar de los proyectos que tenía en Montreal y de cómo quería extender su franquicia de Chaos Theater por todo Canadá y Estados Unidos. Luego de un momento, Kim le miró y sonrió. Y Gideon paró de hablar concentrándose en la mirada aceitunada de su novia.
- ¿Sabes? – inició Kim - Estaba pensando en que sería bueno que quizá hiciéramos algo más aquí. Tú no sabes si ganarás dinero en todos lados con un teatro/restaurant/bar y estoy pensando que sí ganarías siempre con una franquicia de alimentos…
- Pero Kimberly… Siempre he ganado dinero con el Chaos Theater donde quiera que se instale…
- Y luego comienzas a perderlo cuando pones uno más por falta de clientela en alguno… En un restaurante siempre ganarías dinero… La gente tiene que comer…
- ¿Qué propones? – preguntó entonces interesado.
- ¿Y si consigo esa receta y hacemos una franquicia? ¿Qué podríamos perder? Todos aquí aman ese plato. Ganarías mucho dinero.
- ¿Y tú no ganarías nada?
- Tu dinero es mi dinero, obviamente. Yo ganaría dinero por la maravillosa idea que acaba de ocurrírseme, Señor Graves – dijo burlona, y recargó la cabeza pelirroja en su brazo. Kim era de pequeña estatura y apenas si le llegaba por debajo del hombro.
- No suena nada mal, señora Graves – dijo Gideon bromeando para ver la reacción en el rostro de Kim. Ésta quedó estupefacta. Se detuvo en seco, pasmada.
- ¿Qué dijiste? ¿Estás burlándote de mí? – dijo, molesta, y comenzó a caminar un poco más rápido.
- Oye, Kimberly cielo - dijo entonces Gideon, confundido – Estoy bromeando, preciosa, no pensé que te ofendiera que la gente sepa que estás conmigo.
- ¡No, me ofende que me trates como a una cosa! Una de las tantas chicas a las que pusiste chips en la cabeza para controlar con tu brillo y tratar como basura en el pasado. Tal como a Ramona Flowers. O Courtney. O Nina. ¡O a cualquiera de las que secuestraste y metiste en frascos de conserva!
En esta ocasión, Gideon sí pareció exasperado, y eso que todo lo solía tomar a broma.
- Kimberly, basta. Lo que intentaba decir es que… Bueno, me gustaría que disfrutes un poco más de los lujos por los que he trabajado durante todo este tiempo y he estado pensando que nuestra relación debería ir hacia otro lugar.
- ¿Estás terminando conmigo?
- ¿Estás escuchándome siquiera, Kimberly? Quiero formalizar las cosas.
Kim permaneció con la vista fija y seria en la vista míope, escondida detrás de una carísima moldura Karl Lagerfeld de su novio. Gideon no evadió la mirada de Kim, sino por el contrario, la enfrentó como solía hacerlo, petulante y egocéntrico como el que más, sabiendo que se estaba jugando lo más importante que podía uno jugarse cuando se trata de formalizar una relación que ya de por sí parecía ser seria. La expresión honesta de Gideon fue interpretada como un gesto de obstinación por parte de ella.
- Te digo abiertamente que quiero que seas la pareja permanente de Gideon Graves.
- No está mejorando nada con la forma en que lo dices, G-man – dijo Kim, entre incrédula y burlona.
Gideon sonrió para sí y se acercó un poco al oído de la pelirroja.
- ¿Prefieres que me ponga cursi, Kimberly querida?
"Oh, no" pensó Kim.
- Preferiría que dejes por la paz ese tema, Gideon – Rara vez la baterista llamaba por su nombre a su novio – No es un buen momento para eso.
- Kim – igualmente eran mínimas las ocasiones en que Graves llamaba a su novia como todos los demás. Usualmente no le importaba recitar su nombre completo unido a algún piropo o palabra cariñosa - ¿Sabes tú cuándo es un buen momento para tomar una decisión o hacer una propuesta seria de matrimonio?
La respuesta era "no". Kimberly Pine no lo sabía.
A sus veintiséis años, Kim no tenía la menor idea de cómo es que funcionaba todo eso de casarse, pese a que había ido como dama de honor a la boda de Stephen Stills y en realidad creía ciegamente que Gideon estaba obligado a saber que ella no estaba interesada en cambiar su vida. Lo afirmaba constantemente, aceptando que le hacía sentir cómoda la relación rutinaria y sin presiones que tenían.
Así que se limitó a dar la vuelta dejando a Gideon bajo la tormenta de nieve y caminó de vueltaa al hotel sin decir nada, sacando sus cosas y tomando el primer avión a Toronto, permaneciendo en silencio absoluto por unos días pese a los correos electrónicos, las incesantes llamadas de voz y facetime que Gideon le hacía. Pasaba por lo menos dos veces por día a su departamento, tocando la puerta hasta el hartazgo y permanecía fuera de su trabajo todas las tardes. Pero de una u otra manera, Kim evadió cada posible contacto con Gideon después de eso, pensando que eso le ayudaría a reconsiderar la cuestión y que al mismo tiempo le permitiría a él dejar todo el asunto de lado. Se sentía introspectiva, apenas le dirigía la palabra a su único compañero de trabajo y evadió también a sus propios amigos. Ramona le había llamado para invitarla a una fiesta, y Kim, mordaz pero cortés, declinó la invitación, por temor a encontrarse con Gideon y toda la conversación girase en torno a su última conversación, la que de la nada se había tornado sumamente desagradable.
Aquella propuesta casi hecha de Gideon la hizo sentir vulnerable, porque por primera ocasión en el transcurso de su relación, se sentía abrumada, como si hubiera perdido el control de sus emociones.
¿Quién cree Gideon que soy para pretender que fastidie mi vida así? ¿Por qué él querría fastidiar su vida así? ¿Por qué la acosaba tanto si mil veces ya había dicho que no quería verlo o hablar con él?
Respuesta número uno, Kimberly Pine: Gideon piensa que eres su novia, porque ésos fueron los términos de su relación de inicio una vez que volvió de la muerte. Respuesta número dos: Puede tener dos vertientes. A) Gideon Graves está obsesionado contigo como una vez lo estuvo de Ramona Flowers por lo que tú sabes, "Nadie deja a Gideon Graves. NADIE". B) Gideon Graves está enamorado de ti como ninguna vez lo estuvo de Ramona Flowers. Respuesta número tres: Te acosa porque no le has dicho una miserable palabra desde su ridícula discusión en la calle, días atrás.
Así pasaron dos semanas y al final de esos catorce días, una agotada Kim Pine llegó a su casa, con toda la intención de descargar toda su frustración en su preciosa batería.
La miró un momento. La había abandonado durante mucho tiempo y comenzaba a perder coordinación. Se decidió a ensayar un rato. Su apartamento, a sus ojos parecía estar físicamente en su estado normal pero la atmósfera de su espacio para ensayar se sentía distinta. Durante un momento se quedó observándolo todo atentamente, sin encontrar nada sospechoso y soltando el bolso en el sillón, sencillamente se limitó a sentarse en el banquillo, colocándose unos grandes audífonos Beats, tomó sus baquetas de madera, no las que Gideon le regalara, sino unas de las tantas de repuesto que tenía sobre la batería y comenzó a tocar Chop Suey furiosamente.
Cerró los ojos y frunció el ceño sin darse cuenta realmente de nada alrededor. Si algo podía abstraerla, era tocar y pocas veces en su vida encontró una actividad tan placentera para distraerse y descargar su enojo y frustración como tocar una canción que estuviese prácticamente dirigida por el ritmo de la batería durante toda su duración.
Así continuó durante toda la canción, sin errar y sin abrir los ojos. Y comenzó a tocar cada vez más furiosa, casi al borde del llanto.
Pero, casi al terminar, su manera de tocar ya estaba en medio de un lapsus enloquecido de violencia, al grado que una de las baquetas se rompió, sacándola de su abstracción y obligándola a abrir los ojos.
Y se quedó muda ante lo que vio frente a ella en el sillón.
Sentado, con dos vasos de café, Gideon Graves la observaba absorto, como si estuviera contemplando una obra de arte. Kim sintió el deseo de golpearlo y se levantó del banquillo arrancándose los audífonos.
- ¿Qué haces aquí? ¿Ahora también te metes a mi casa como si te perteneciera? – Esto lo dijo en un tono bastante amenazador frente a un Gideon totalmente calmado, pero con una extraña expresión que a Kim se le antojó peligrosa. Al observar detenidamente su cabello, le pareció que emanaba un extraño brillo verdoso, pero en ese momento no reparó tanto en ello.
- Kimberly, no me has dicho una sola palabra y después de mucha meditación al respecto estos días, no comprendo aún muy bien la razón. De cualquier manera, me disculpo si cualquiera de mis palabras te abrumó. No volverá a repetirse – Y le dio uno de los vasos de café con una actitud casi solemne – Como te dije una ocasión, al inicio de nuestra relación, eres libre y tienes todos los derechos para mandarme al diablo si así lo deseas, pero me gustaría saber el motivo para hacerme una idea de si hay alguna reparación o debo irme por el mismo camino que Jason Kim – al pronunciar a Jason, a Kim se le hizo un nudo en la garganta – O incluso Scott Pilgrim.
- Sobre eso, no hay una sola palabra que discutir, Gideon – y Kim hizo énfasis en su nombre – y sobre lo otro… - Pero Gideon le tomó el brazo, atrayéndola un poco a sentarse a su lado. Una vez sentada, la miró y murmuró en su oído.
- Te dije que me pondría cursi. Y eso no podrás impedírmelo, señorita Pine. La razón por la que estuve a punto de proponerte un plan de convivencia compartida, es porque eres la única persona con quien tengo una vida en común. Eres tan mala cocinera como yo lo soy bueno, te irritas con todo el mundo por la más mínima cosa, eres la mejor si de patearle el trasero a alguien se trata, eres inteligente, mordaz, observadora, incisiva, creativa… Eres fascinante incluso mientras duermes – y le tomó la mano – Puedo darme muchos lujos por ser un gran magnate de la música, pero definitivamente hay uno que no puedo darme y es el de dejarte ir - Kim no sabía cómo sentirse, mientras que en Gideon, todo denotaba que hablaba en serio . Primero porque ella jamás había dicho cosas como las que su novio acababa de decirle y segundo, Kim Pine definitivamente no quería alejarse de Gideon, pero su orgullo no le permitía ceder, por lo que lo dejó seguir hablando – He sido muy tonto soltándolo así. Pero necesitaba saber qué dirías tú. Ahora sé que no debí decirlo y… Podemos seguir con nuestras vidas como hasta hace dos semanas. Sin reproches – Por algún motivo, el brillo sobre la cabeza de Gideon se intensificó más y aunque Kim sólo asintió, aceptando las disculpas por el error, lo cierto es que no quiso mencionar lo del Brillo por temor a que el Gideon de ahora, volviera a ser el Gideon anterior a ella.
Esa noche, Kim despertó aterrada, cubriéndose la boca abierta en una perfecta "O", de una pesadilla que nunca había tenido antes.
El Subespacio en sí mismo parecía haber cobrado vida y comenzó a reclamar habitantes para devorar.
Gideon Gordon Graves encabezaba la lista de posibilidades y en el sueño de Kim, la puerta blanca por la que finalmente él volvió de la muerte, no sólo no existía en ese momento, sino que nunca había existido.
Las luces de Toronto entraban raudas por la ventana de suaves cortinas de color teal. Gideon descansaba la cabeza en la almohada y las luces sobre su espalda la hicieron parecer más blanca de lo que realmente era.
Kim lo miró un momento, durmiendo apaciblemente y la pesadez en su respiración comenzó a apaciguarse, pensando que aquello no había sido más que un sueño. El brillo que había presenciado antes, se había apaciguado y Kim no vio ya nada raro sobre la cabeza de Gideon.
Sonrió, y con la mano, temblorosa de frío, tratando de cubrirse con la sábana la piel desnuda, le repasó el negro y lustroso cabello negro, sin que éste se diera cuenta.