Una flor llamada Tu: El extraordinario secreto de Kim Pine
Kiyoshi Ijichi.
Kim escuchó la canción de rock japonés, extasiada, una vez más. La banda que escuchaba, Asian Kung Fu Generation hacía mayormente música para series de anime que para Kim realmente no salían de la clasificación de ñoñadas freaks, ñoñadas que no conocía, pero que poseían a uno de los bateristas varones más increíbles que jamás en su vida había escuchado tocar. Entró desde el móvil a Wikipedia y lo que descubrió la asombró sobremanera. Ingeniero de profesión, graduado en la Universidad de Kanto, Ijichi optó por la música y Kim entendió por qué.
La canción que escuchaba, Kimi to iu hana, tenía una intensidad y una potencia inolvidables en su totalidad y desglosada. Cada músico hacía su trabajo con disciplina y dedicación, pero al mismo tiempo tenía la banda esa actitud desgarbada y sencilla que caracterizaba tanto sus canciones. En general, la banda no le gustaba, pero el trabajo del baterista en esa canción específicamente, la tenía en un estado de emoción que no podía describir.
Seguía el ritmo con sus dedos, tamborileando sobre su pierna, totalmente concentrada, tratando de aprender toda la parte del baterista de una sola vez.
El mayor talento de Kim Pine definitivamente era la batería y una de las razones por las que debiera ser considerada un prodigio desperdiciado, era que para que su talento fuese notado necesitaba una banda, la que continuaba incompleta. Otra era que, Kimberly Pine no necesitaba leer la música pues había nacido con una condición denominada comúnmente como Oído Absoluto Muy Fino.
Kim podía reconocer cualquier desafinación, por mínima que fuese y era capaz de memorizar cualquier canción en su totalidad. Esta condición no era desconocida para ella, pero dado que antes de Sex Bob Omb, nunca recibió ningún tipo de instrucción apropiada, Kim no hacía alarde de ella ni hablaba de eso con nadie, dado que es una habilidad rarísima de por sí en países más grandes que Canadá, en proporción de un individuo por cada diez mil. Probablemente en miles de kilómetros a la redonda no existiera nadie que la poseyera además de sí misma.
La memorización de la batería no le tomó más allá de diez minutos, dos veces reproducida la canción. Y puso manos a la obra acomodándose unos guantes especiales para tal fin, finos de malla pero que protegían sus nudillos y parte de sus dedos y que le dejaban libres éstos para poder tomar adecuadamente las baquetas de alma de titanio que Gideon le había regalado.
Rara vez las llevaba con ella.
Ensayaba en el departamento de Gideon, en la batería que tenía en su estudio. Se resistía a mudar su propia batería y Gideon de todos modos a veces hacía uso de la de él, pues tenía que discutir con los músicos de las diversas bandas que representaba sobre ciertos aspectos técnicos que no había otra forma de discutir, más que tocando.
Se levantó del amplísimo sillón forrado en terciopelo borgoña, se alzó ligeramente el corto cabello que tenía algo más crecido y se lo ató con una goma para evitar que le estorbase. Puso los audífonos sobre sus oídos y reprodujo la melodía sin la parte de la batería, ajustando el sonido. Había aprendido incluso la letra, no sin la ayuda de la impresión de la misma en el ordenador, pues para su desgracia, la canción estaba en japonés.
Y comenzó a tocar, dejándose llevar. Kim tenía la costumbre de tocar con los ojos cerrados u observando hacia otro punto de la habitación, nunca a la batería, pues solía errar cuando lo hacía. Toda su habilidad era cuasi intuitiva y se dejaba guiar por ésta para lograr no distraerse en absoluto, aunque en esta ocasión y por su necesidad de identificar sus errores posibles, dejó la hoja con la letra impresa frente a ella, pues tendría que cantar.
Cosa que no le gustaba tanto.
Kim Pine tenía una cierta aversión a escuchar su propia voz cantando pues ésta sonaba grave, pero a la vez demasiado dulce cuando lo hacía. Pero en este caso, tuvo que hacerlo.
Al parecer, por la traducción, era una canción de amor.
Meh, estupideces, pensó.
Cuando alzó la voz en la parte en que el vocalista debe rasgarla y luego cantar en un tono más agudo casi al llegar a la tercera parte, casi erró. Pero se recompuso. Al terminar casi quería gritar de lo emocionada que estaba y así pasó gran parte de esa tarde en el estudio personal de Gideon Graves, tocando y cantando con una disciplina digna de un soldado.
Así que para cuando llegó la noche, Kim ya tenía la canción completa aprendida y le temblaban los brazos.
Gideon Graves entró a su departamento y saludó desde el cristal contenedor de sonido a su novia, sin entrar a su estudio. Y al sentarse en el área de controles, reprodujo las grabaciones de las cámaras de seguridad. Lo que encontró, lo dejó desconcertado, emocionado e impresionado, no como novio, no como amigo, no como músico.
Gideon Graves contempló a su novia, más admirado que nunca, por lo increíble de su voz y de su talento.
En la grabación, Kim, con los ojos cerrados, practicaba concentrada, una y otra vez y adelantándola, se dio cuenta que por horas. Gideon pudo escuchar las increíbles notas que logró alcanzar sin siquiera errar ni dejar de tocar la batería y todo en ella parecía deslumbrante. Ésta no era Natalie V. Adams con su cabello teñido de un rubio casi platinado, llena de maquillaje y un outfit ostentoso, llena de glamour, de rasgos faciales casi angelicales. La chica a la que observaba absorto, con la boca abierta y totalmente anonadado era Kimberly Pine, menuda y con el cabello pelirrojo atado en la nuca, pequeños pendientes brillantes en las orejas, con los brazos temblorosos pero firmes en su postura, vestida no más que con unos jeans rotos, unas botas mineras y un suéter enorme blanco y negro a rayas. Pero a Gideon nada de esto le pareció malo. Cuando observó la grabación más detenidamente, se dio cuenta que, si bien su novia no usaba apenas maquillaje, tenía los labios más bonitos que había visto, los ojos del más increíble tono de azul, la nariz pequeña y salpicada de pecas más natural y el cabello pelirrojo más encendido que nunca. Nada le hubiera gustado más que verla ensayar en vivo.
De pronto, como si una fuerza más allá de él lo obligara a levantarse, dejó todo encendido y salió de la sala de control de cámaras volviendo al estudio, esta vez no conformándose con mirar detrás del cristal, sino entrando estrepitosamente. Kim parecía estar revisando uno de los platos de la batería y le dirigió una mirada aburrida.
- ¿Qué te pasa ahora? – y dejó que los brazos descansaran a los lados de su cuerpo, casi sin fuerza.
- Hazlo una vez más – dijo Graves con vehemencia - ¿Qué canción es esa?
- Kimi to iu hana – Kim entornó la vista como hacía cada vez que algo la fastidiaba, es decir, muy comúnmente – una canción tan freak que da pena. Resulta que el baterista de ese grupo es demasiado bueno, y aunque todas sus canciones o al menos la mayoría salen en series de anime, videojuegos y eso, ésta me gustó y… - habló rápido para salir del tema, porque Gideon parecía demasiado interesado y eso no le pareció nada normal.
- Tócala de nuevo. Quisiera oírla.
- Llevo horas aquí, Gideon, estoy cansada de muerte – y se acercó como para bloquearlo, mirándolo, severa - ¿No preferirías pedir una pizza y sólo tumbarnos a ver algo en Netflix?
- Sólo una vez, Kimberly querida - Y Kim lo miró extrañada ante su insistencia. Una vez más, un muy ligero brillo verdoso se apoderó de la cabeza del genio musical.
- Está bien, Graves – y torció los labios con enfado – Pero que no se te olvide que sigo queriendo ver alguna película. Hoy se estrenó Cloverfield 12 y me gustaría criticar esa basura como se debe.
- Haremos lo que tú quieras, sólo toca una vez más y luego puedes pedir lo que sea.
- ¿Lo que sea? - Y sonrió levemente, con una expresión maliciosa - ¿Pizza con triple queso y carne de verdad y no esa porquería vegana de soya?
- Cuádruple queso extra, doble carne de ribeye y ensalada con nueces. Y Coca Cola. No soda de manzana ni Mountain Dew.
- Ése, Gideon Graves, es un buen trato- y habiendo ganado, se dispuso a acomodarse de nueva cuenta en la batería, esta vez sonriéndole abiertamente a su novio.
Ante la mirada atenta y extrañamente concentrada de Gideon, Kim comenzó a tocar. En el momento en que comenzaba la letra de la canción, Kim tarareó y Gideon le hizo una seña para decirle que cantara. Por supuesto Kim trató de evadirlo y pasarse la señal por alto, pero Gideon se levantó y le sostuvo uno de los platos, con expresión severa.
- Kimberly cariño – dijo, tratando de no exasperarse – Antes estabas cantando. Quiero escuchar la experiencia completa. Por favor, detestaría tener que rogarte.
- ¿Cómo sabes que estaba cantando? – Preguntó, incómoda.
Gideon le tomó la mano y se sentó en el suelo haciéndola sentarse también.
- Te vi cuando entré. Mi estudio tiene cámaras – y señaló varios puntos en la habitación, que Kim no había notado pero que no estaban en absoluto ocultos – y graban las veinticuatro horas. Sé que no te lo dije pero pensé que las habías visto. No quise abrumarte, pero… - Y le tomó la mano, admirado – Eres increíble. Nunca había escuchado a nadie que tocara y cantara simultáneamente así… - Y entonces la miró con extrañeza - ¿Por qué tocabas con los Sex Bombs entonces? ¡Son tan mediocres! ¡Ni pagando todo el dinero del mundo están a tu nivel! – Y Kim, casi sin inmutarse, respondió.
- Sex Bob Omb, G-man, así se llamaba la banda. Y tocaba con ellos porque me gusta el anonimato. Nadie sabe que tengo oído absoluto muy fino, y dudo que a nadie le interese saber qué es eso, pero si tienes tiempo te lo explicaré y… - Pero Gideon la interrumpió.
- Sé lo que es.
- ¿Cómo vas a saber eso? Sólo uno de diez mil lo tiene, quizá en Canadá esa estadística sea un poco diferente y…
- Yo lo tengo. Oído Absoluto Activo.
- ¡Deja de burlarte! – Estalló la pelirroja de pronto.
- No me estoy burlando.
- Tienes que estar de broma, Gideon.
- ¿Cómo crees que me hice dueño de todo lo que poseo? Para reconocer la buena música debes tener una de dos cosas: Un gusto refinadísimo o una habilidad innata para encontrar los defectos de la música y corregirla antes de que sea distribuida.
- Para encontrar los defectos que dices tendrías además que saber de música y probablemente ser músico.
- Soy músico – replicó Gideon, indignado.
- ¿Tú eres músico?
- ¿Ramona no te lo dijo? Sé tocar piano, guitarra, bajo, batería, violín, violoncelo, arpa, flauta, saxofón, entre otros instrumentos como bongós y otras percusiones.
- ¿Ramona cómo sabría eso? – Kim comenzó a enfadarse a la mención de la ex novia de Graves, ahora novia de Scott Pilgrim.
- Sería un estúpido si no te lo dijera. Ramona no sabe ni pizca de música – dijo despectivamente – pero muchas noches esperaba fuera del estudio en Nueva York a que saliera para al menos hablarme.
- Vaya, parece que ustedes eran la pareja perfecta – Kimberly Pine por primera vez se sintió tan celosa que no pudo evitar que el comentario saliera de su boca.
- Pareces celosa, Kimberly querida – Y desviando la vista, la chica se hizo a un lado y se incorporó.
- Sigo queriendo esa pizza y dado que ya me viste tocar y cantar, estamos a mano – y desviando la conversación, miró a Gideon con cierto desdén.
- Toca una vez más y no volveré a pedirte ninguna otra cosa nunca- Insistente, pareció convencer a Kim.
- Bien – Y Kim se acercó a la batería de nuevo. Inició la melodía sin la grabación de la batería y comenzó a tocar. Su voz rompió el incómodo silencio en que permanecieron mientras ella se preparaba de nuevo y Gideon sólo podía contemplarla fijamente, casi con devoción. Cada nota que salía de la boca de la chica, parecía tener un efecto embriagador en Gideon que no podía quitarle la vista de encima a su novia. Y de pronto algo, un gesto de sus labios, la forma en que fruncía el entrecejo al tocar, como expresando placer y esfuerzo al mismo tiempo, el movimiento de su cabello que ya se había soltado mientras tocaba, lo hicieron sentir pequeño y miserable, y sin darse cuenta, el brillo que irradiaba su cabeza se intensificó a la vista de la pelirroja que lo miró con asombro y cada vez mayor preocupación.
Cuando Kim terminó de tocar, Gideon no pudo contener un aplauso. Le pareció magnífica, hermosa y más talentosa de lo que ella misma quería admitir, y su propio éxito personal, ante lo increíble de su forma de tocar y cantar, le pareció casi un insulto.
- ¿Y bien? ¿Pedimos esa pizza? – Recordó Kim.
- Pedimos dos. Esa es una recompensa.
- Tú si sabes dar recompensas – dijo sonriendo maliciosa, tratando de distraer a Gideon de la idea en su cabeza, pues el brillo ya era un aura verde en casi todo su cuerpo - ¿Qué opinas si primero… Te castigo por verme cantar sin decir nada y luego pedimos la pizza?
- ¿En la cama o en la estancia? - El brillo disminuyó un poco en tanto Gideon permaneció hablando y liberando estrés.
- Aquí - Kim se acercó a Gideon Graves y le besó en los labios.
- Hecho.
Esa noche quien despertó fue Gideon. Kimberly yacía dormida sobre la alfombra del estudio, con su rostro apacible y el entrecejo algo apretado, como si le molestara algo en los ojos. Gideon le echó algunos mechones de cabello rojo hacia atrás.
Al ver a su novia de la forma en que ahora la veía, no cabía duda, él no era nadie en comparación.
¿Por eso era que Kim no lo amaba del modo que él parecía haberse enamorado de ella?
¿Acaso ella siquiera sabía que él la amaba?
De nuevo, la voz que tenía el Brillo, buscaba apoderarse de él. Incómodo, sacudió la cabeza, se quitó las gafas dejándolas de lado y se abrazó al cuerpo menudo de la pelirroja que se removió un momento en sus brazos para luego reclamar su refugio entre sueños.