Two-Shot: Bajo el Hechizo.

-Ahora si te dio donde más te duele –canturreó Shippo sonriente –que bueno… te lo tenías merecido por infiel.

-Mira, enano… -lo agarro de las patas estirándolo todo lo que pudo, si, estaba enojado y Shippo era su mejor opción para desquitarse –será mejor que cierras esa pinche bocota porque no estoy de humor.

-¡Suéltame! –exigió el pequeño a viva voz.

-Lo que me tiene preocupada es su repentina actitud –dijo Sango sin prestarles atención –la verdad esperaba que esto pasara desde hace mucho pero…

-Nunca nos esperamos que fuera de esta forma –agrego Miroku –algo tuvo que a ver pasado en el inter en que fuiste a ver a la señorita Kikyou y ella al buscarte.

Se quedaron pensativos, meditando una a una las acciones de la sacerdotisa.

-¿De dónde regreso al irme?

-Del rio cercano al camino –respondió Shippo –casi de inmediato nos pidió que nos fuéramos sin importar que te dejáramos atrás.

-Voy a regresar –afirmo al ponerse de pie –tengo que investigar.

-Yo más bien creo que iras a espiarlos –opino Shippo –no están muy lejos de aquí…

Y otro coscorrón se hizo sonar mientras las cabezas de Sango y Miroku negaban.

-Me voy… -saltó sin dar más explicaciones.

El matiz rojo se perdió entre la oscuridad. Los tres amigos restantes se miraron entre sí.

-Impulsivo como siempre –agrego Miroku.

-No saben cómo deseo que el tarado de Inuyasha encuentre a Kagome y a Kōga en una situación comprometedora –comento Shippo sin dejar de ver por donde se había perdido Inuyasha, los rostros del monje y la exterminadora lo vieron con la boca abierta –así como cuando ella los encuentra a ambos…

-Shippo… -llamó Sango preocupada.

-¿Qué? Soy pequeño pero no ingenuo.

-Bien, bien… es hora de ir a dormir –Miroku se acercó a la fogata y la apago.

Libre, no exista otra palabra con la que pudiera definir lo que sentía más que esa; respiro hondo y por primera vez en mucho tiempo no saboreo el remordimiento.

-Kagome… -la voz de Kōga la atrajo de vuelta a la realidad. Había olvidado que estaba sobre su espalda corriendo a una gran velocidad –voy a detenerme, agárrate fuerte.

Asintió al mismo tiempo en que los pies del lobo se barrían en la tierra levantando una densa nube de polvo que la hizo toser sugestivamente.

-Lo siento –dijo inmediatamente en que la escucho –no estoy acostumbro a… -se sonrojo –lo siento mucho Kagome.

-No te preocupes, estoy bien.

Bajo de su espalda y lo que vio enfrente la dejo con la boca abierta.

-Te traje aquí porque pensé te gustaría –el lobo tomo sus hombros para mostrarle el hermoso panorama que se alzaba frente a ambos.

Había un acantilado adornado de hierba y flores de gran altura; la luna llena se elevaba por el frente de la piedra, iluminando de manera suave las aguas del mar que intentaba alcanzarla, el cielo salpicado de estrellas le daba ese toque mágico que nunca imagino ver en otro lugar, era simplemente hermoso.

-Esto es precioso –susurro al caminar hasta la orilla y sentarse, Kōga le siguió –es un gesto muy bonito de tu parte.

-Es lo mínimo que mereces.

Se volvió hacia él y por primera vez en el tiempo que tenía de conocerlo lo miro directamente a los ojos, no pudo evitar ruborizarse porque él también lo había hecho.

-Kagome –llamó a la vez que tosía para recuperarse de la hipnosis de la chica -¿Qué es lo que paso?

-¿A qué te refieres?

-Esa actitud que tuviste con Inuyasha me dejo impresionado –se volvió hacia ella –pero no es lo que acostumbras hacer –la muchacha suspiro girando su atención hacia la luna.

-Hoy me encontré a una anciana en la orilla del río y ella…

¿Pero qué rayos le pasa a Kagome? ¿Por qué estaba actuando así con él? ¿Estaba loca o qué? …pero deja de inflar tú ego en pensar que mi vida girar alrededor de ti, Inuyasha, yo también puedo decidir con quién me voy, con quien me pierdo o con quien hablo… esas habían sido las palabras exactas de la azabache, apretó la quijada; no regreso hacia el camino que lo llevaría al río más bien fue el señuelo perfecto para ir en búsqueda de esos dos que como dijo Shippo no estaban muy lejos de ahí, él también podía olfatearlos.

-Me las vas a pagar Kagome –dijo en el momento en que ambos aromas se intensificaban más.

Redujo la velocidad y empezó a caminar de manera cautelosa entre los árboles, estaban cerca; el corazón se le subió a la garganta al escuchar el susurro de ambas voces, hasta que pudo ver la silueta de ambos en el borde del peñasco se detuvo, se alivió de no encontrarlos en alguna posición comprometedora.

- Y la anciana me dijo que el hechizo solo se rompería si él me declara su amor de corazón –término por decir Kagome a un lobo que la miraba expectativo. Al menos ahora podía saber más o menos que era lo que había pasado, aunque necesitaba saber más.

-¿Quieres decir que tu actitud con él es debido al hechizo que te coloco esa anciana? –quiso saber Kōga más intrigado que antes.

-Sí.

-¿Y cómo sabes que el hechizo provoco que dejarlas de amarlo? –el peliplata sintió como sus entrañas se revolvían -¿De verdad estas segura que se ha suprimido en tu corazón todo cariño por él?

-Lo estoy, porque ya lo veo y ya no siento nada él –Inuyasha sintió como de repente se hacía muy pequeño.

-¿No le vas a decir a Inuyasha? –pregunto otra vez el lobo.

-No tendría porque –la respuesta de la joven lo hirió –él nunca tiene consideraciones conmigo, se va de mi lado y regresa como la fresca mañana, tampoco habla, ni explica ni menciona nada ¿Por qué tendría que hacerlo yo? Además… –la vio encogerse hasta abrazarse las piernas –él ama a Kikyou y yo estoy cansada de luchar contra un amor que empieza a lastimarme –las orbes doradas del peliplata se abrieron –quiero saber que se siente ser amada, sentir el amor en todo su plenitud y tener mi propia historia.

No sabía si estar enojado con ella, tampoco sabía muy bien cómo actuar, ese tipo de conversaciones no las debería de tener con el lobo sino con él; porque era él quien la protegía, era con él con el que viajaba y era él a quien le pertenecía su corazón entonces cayó en cuenta de lo que la muchacha sentía, no fue hasta razonar las palabras de la muchacha que le hizo ver el daño que le estaba causando; Kagome tenía razón.

-Kagome –Kōga volvía hablar y no solo eso, ahora sujetaba las manos de la azabache que si bien antes no parecía reproducir nada ahora le estaba sacando un rubor lo demasiado marcado para verlo desde su lugar –si de verdad quieres conocer el amor… -Inuyasha apretó los puños hasta dejarlos en blanco –si tú me dejas, si me permitieras, Kagome… yo podría… -un horrible monstruo nacía en su interior, ladrando en sus entrañas en un acto por cortarle la cabeza al demonio que osaba acercarse a su hembra y de repente Inuyasha reacciono –reemplazarlo…

-¡Kagome! –el grito se le escapó de su garganta, sus pies se movieron involuntariamente y cuando se plantó frente a esos dos obtuvo miradas diferentes: Kōga quien lo sonreía de una forma… ¿Por qué rayos parecía cómplice de algo? Y Kagome quien con las cejas juntas y los puños apretados se levantó de un golpe.

-¿Qué haces aquí? –demando a saber furiosa -¿¡Nos estabas espiando!?

-No… que diga… sí pero…

-¡SIENTATÉ! –vocifero furiosa.

De verdad que espero caer al suelo como las muchas otras veces pero el hechizo del collar nunca llego, Kagome se quedó pasmada e Inuyasha apenas abrió un ojo con temor.

-¿Qué pasa? –adujo ella confundida -¡Abajo! –repitió ella –pero otra vez nada sucedió -¿Qué hiciste Inuyasha?

-Yo nada –paso entre sus dedos las cuentas del collar y por algún extraño motivo las sintió más ligeras, se preguntó entonces si podría sacárselo.

-¿Qué haces?

El peliplata agarró el collar y sin dificultad alguna se lo pasó por arriba de su cabeza; se lo había quitado ante la sorpresa de ambos pares de ojos.

-¿Por qué el cucho apestoso no trago tierra como antes?

-Se supone que el collar funciona para controlarlo en caso de que saliera de sus casillas –la azabache avanzo hasta él peliplata y sin avisarle ni nada le quito el collar de las manos, examinándolo meticulosamente.

Sin embargo Inuyasha parecía tener la respuesta. Si bien sabía el collar antiguamente había sido elaborado por Kikyou poniendo en cada cuenta su deseo por detenerlo de una forma cariñosa o al menos eso le había dicho Kaede; el regalo estaba destinado al lazo de cariño que había entre ambos cosa que nunca llegó al darse por los violentos acontecimientos que se suscitaron después; Kikyou murió y él quedo sellado en el árbol sagrado sin recibir el presente de Kikyou no obstante después llego Kagome quién siendo la reencarnación de Kikyou pudo hacer uso del collar subyugándolo a la voluntad de la joven y que sin querer se había convertido en el lazo de cariño de ambos pero ahora el amor de Kagome había desaparecido junto con el hechizo del collar, esfumando del todo, el lazo entre ellos, entonces la desesperación embriago su corazón al verla frente a él quien miraba cada perlita del collar detenidamente, ni siquiera le prestaba la más mínima atención a su rostro lleno frustración ¿eso era lo que había sembrado? ¿Eso era lo que quería? ¡NO! grito su interior, amaba a Kagome, no quería admitirlo pero había tenido que llegar a ese punto para darse cuenta de que no podía vivir sin su risa, sin aquel rubor que solamente él hacía nacer; no podía existir sin ella, no podía concebir su vida estando lejos de su presencia y mucho menos podía imaginarse un mundo sin Kagome; de repente tomo las manos la sacerdotisa haciendo caer el collar y obligándola a verlo a los ojos, la rodeo por la cintura y con la verdad latiendo en su corazón dijo:

-Te amo Kagome –la azabache abrió desmesuradamente los ojos al escucharlo –te amo con toda mi alma… -se atrevió a tomar su mentón que sin querer abrió su boca, invitándolo hacer más –permíteme seguir en tu corazón y te juro que… -la besó, uniendo sus labios a los de ella, no le importo que el lobo los viera, ni tampoco como se habían dado las cosas porque la necesidad de expresarle sus sentimientos iba más allá de aquellos que lo rodeaban.

Ninguno de los dos pudo ver como una cálida luz los envolvió, excepto el Kōga quien con una sonrisa de marcho antes de que ambos se separan del tierno besó que contemplo con amargura, al menos sabía que ahora Kagome podía ser correspondida plenamente y él podría vivir tranquilo al saber que la mujer que amaba era feliz al fin.

-Te pertenezco Kagome –dijo al separarse y abrazarla.

-Y yo te pertenezco a ti, Inuyasha.

El hechizo se había roto, devolviendo los sentimientos que en su corazón habían desaparecido; se quedaron un rato más en la orilla del acantilado observando a la lejanía, la luna llena que ahora era testigo de su confesión de amor, más tarde llegarían con sus amigos y más tarde Kagome se encargaría de devolverle el collar porque el objeto también había recuperado su poder, después se escucharían protestas y en respuesta un firme: Siéntate.

FIN.

IDEA: KAREN RAMOS

ESCRITO: XmeLi.