Aún sentía el palpitar de su corazón agitado por lo ocurrido. Era un conjunto de pensamientos los que aquejaban su mente; entre la experiencia tan particular y surreal de encontrarse en lo que parecía era otra dimensión, haber atestiguado el ataque de un ser sobrenatural y la trágica posibilidad de presenciar una muerte ese día estaba de más decir que Kagome se sentía sumamente abrumada. En el camino de regreso, los aldeanos del pueblo se percataron de que algo le había ocurrido a Kikyo quien fungía como la protectora de esas tierras. Desesperados, rodeaban la cabaña sobre sus rodillas extendiéndole rezos a los Dioses para que mantuvieran con vida a la mujer.

La joven estaba confundida, perdida en una confusa experiencia sin poder cobrar cordura. Fue quizá el tacto de InuYasha al colocar un trapo húmedo en una de sus manos lo que la ayudó a brindarse algo de paz. -Ayúdame – dijo con un tono seco y sombrío.

La anciana se encontraba tendida sobre el piso con los ojos cerrados y el ceño fruncido por el dolor. Estaba consciente. La sangre brotaba de la herida a montones… Sino hacían algo… pronto la perderían. "Pinchó una vena" pensó Kagome pero no era ni siquiera docta en anatomía como para estar totalmente segura. Siguió las instrucciones del mitad bestia, presionando la herida mientras éste envolvía el brazo de la mujer con varias vendas. Kikyo se quejó suavemente. -No debiste haberte ido así – recalcó molesto con la mandíbula tensa intentando contener la furia.

Sin embargo, la anciana sonrió apenas teniendo fuerzas para que una ronca risa saliera entre quejidos. -Basta InuYasha… esto tarde que temprano debía suceder -. Kagome dejó la vergüenza nuevamente por la confusión. ¿A qué se refería?… ¿A la inevitable desgracia de toparse con un violento demonio…? ¿O precisamente a su descuido que terminaría por desencadenar esto? No sabía. Las manos le temblaban pero hizo su mayor esfuerzo por mantenerse entera y no ser un estorbo.

De pronto las manos de la chica empezaron a dejar escapar un brillo y una calidez que provocó que InuYasha de inmediato se alejara. Al tener contacto con Kikyo esa energía se transportaba hacia él y era dolorosa… Conocía perfectamente ese calor. -...¿Tú? -. Eran los poderes de Kikyo… con menos fuerza pero poseían la misma esencia. -Kikyo… ¿qué está pasando? -

Kagome apartó sus manos, llevándolas frente a su rostro para mirarlas. Debía cerciorarse de que lo que había ocurrido había sido sólo una alucinación… Una alucinación compartida… Eso debía ser. Por la histeria del ataque era seguro que todos estaban experimentando síntomas de histeria colectiva… Sí… Pero su escepticismo no pudo ser por mucho más tiempo. Las palabras de Kikyo llenaron de duda y miedo su corazón.

-Somos una misma alma, InuYasha… Ella y yo – murmuró. Dejó escapar un débil suspiro. -Estoy por ver los últimos rayos de Sol -.

-Estás delirando – replicó el hanyou en un tono alterado.

Pero no era así. Todo indicaba que el tiempo de la sacerdotisa estaba por terminar. Ya lo veía venir… Desde hace varios años había sentido cómo su esencia estaba apagándose especialmente sus poderes. Había optado por no decirle nada a InuYasha muy a pesar de que el entendimiento al que habían llegado era el de aceptar el poco tiempo que tendrían juntos… Kikyo sabía que el hanyou era de naturaleza caprichosa y buscaría maneras de pelear hasta con la propia muerte a falta de aceptación por su partida.

Por su parte a Kagome le costaba trabajo creerse todo aquello. No era mentira que habia experimentado una extraña sensación al tener contacto con Kikyo y que… estar en aquél lugar debía ser suficiente para cambiar la percepción de la chica ante todo lo que creía conocer… Pero aún así se aferraba a su escepticismo; era quizá una manera de poder tener control sobre algo considerando que todo a su alrededor parecía que estaba yéndose en picada.

Inuyasha miró a Kagome quien al sentir la mirada sobre ella respondió, conectando los ojos con los del hanyou. Había algo en su mirada; no se veía molesto con ella ya. -Por favor discúlpenme – murmuró entrelazando sus manos sobre su regazo no encontrando las palabras correctas para enmendar lo ocurrido. Se sentía sumamente responsable, sin embargo, Kikyo extendió las suyas para envolver las de Kagome.

-No pidas perdón… Esto es quizá una bendición. Estás aquí… llegaste a tiempo antes de que me marchara -

Las palabras de la sacerdotisa causaron molestia en InuYasha quien no se midió y golpeó con sus puños el suelo. -No. ¿Cómo puedes decir eso? Si ella no hubiera venido, tú no estarías así – apretó los dientes. Eran locuras.

-Todo es parte de nuestro destino… Esto… debía ocurrir… Lo vi en sueños… No insistas más – sentenció. Apretó con más fuerza las manos de Kagome. -Este ataque no debería causarme ningún daño… mis poderes en su momento debieron ser lo suficientemente fuertes para mantenerme de pie ante heridas como ésta pero… Todo tiene su fin… Y no soy excepción. De no haber ocurrido esto no habríamos encontrado a aquella alma como la mía… -

¿Por qué era eso importante? Kagome intentó buscar respuestas en InuYasha pero éste ni siquiera la miraba. Sus ojos se encontraban cerrados, manteniéndose aislado a lo ocurrido a la par que sus puños se cerraban con fuerza… Temblorosos.

-Mi labor ha sido la de proteger una reliquia tan poderosa que de caer en manos equivocadas… Estas tierras caerán en la perdición… En estos últimos años he perdido fuerza… Los seres más poderosos de estos territorios lo perciben… Es por eso que rondan la aldea, esperando un fatal descuido y así arrebatar el poder que resguardo para ellos mismos -. La anciana tosió… Era claro que hablar estaba costándole trabajo. InuYasha se sobresaltó preocupado… Debía de descansar mas en ese instante la necedad se apoderó de ella. -Irme había sido una lucha todos estos años… He sido escurridiza con la muerte y todo porque temía por el futuro de la Perla… ¿Quién se encargaría de cuidarla? ¿De mantenerla a salvo y purificada?… - rió suavemente. -El destino encuentra maneras misteriosas de responder a nuestros llamados… -.

InuYasha no pudo más y colocó sus manos encima de las de Kikyo quien aún se mantenía aferrada a las de Kagome. -Por favor ya no hables – imploró. Su voz se quebró mostrando su vulnerabilidad, mostrando el dolor de verla en aquél estado. -Debes descansar… esta no será tu última noche -.

-Deberías alegrarte InuYasha… Ya no estarás atado a cuidar de mí – sonrió.

Kagome miró al hanyou quien transmitía através de sus ojos un dolor inmesurable… ¿Eran pareja? Pero la diferencia de edad era bastante notable… Aún así… Si estaba en lo correcto, no podía imaginarse la angustia de InuYasha de ver a la sacedotisa así. Al darse cuenta que estaba quizá de más en aquella situación, lentamente removió sus manos, permitiéndoles a los dos mantener un tacto íntimo sin su intervención. Fue entonces que se permitió digerir las palabras de la mujer; ¿qué pretendía? No podía quedarse a cuidar esa reliquia… debía volver a casa. Sintió un hueco en la boca de su estómago al sentirse comprometida por un silencio que pensaba debía mantener… No quería que la mujer se quedara con esa inquietud y menos si… Si todo parecía indicar que estaba por dejar este mundo.

-Nunca ha sido una atadura – murmuró.

La joven les dio la espalda, sintiéndose abochornada de estar ahí, interviniendo en un momento que no consideraba suyo. Sacó su celular el cual aún tenía algo de batería para mirar la hora… Era coherente con su tiempo… Pero como era de esperarse, no tenía señal. Decidió apagarlo; tal vez en otro momento le serviría. Se puso de pie, caminando hasta la puerta principal de la choza y salir. Topó afuera a decenas de aldeanos, todos en silencio, hincados con las frentes sobre el suelo aún rezando por la mejoría de Kikyo. Estaban ensimismados en sus rezos que no repararon en ella.

Caminó un poco por la pequeña aldea la cual se encontraba suspendida en el tiempo ya que sus habitantes estaban poniendo todo su empeño en espíritu en ruegos y plegarias… Fue así que Kagome se dio tiempo para absorber todo lo que la rodeaba… Realmente estaba en el pasado. El aire se percibía distinto, el color del cielo incluso parecía más azul y el viento acarreaba un aroma puro y dulce. ¿Qué hacía ahí? ¿Era realmente cierto todo lo que decía Kikyo? ¿Era destino?No… ¿Cómo? De todas las personas en el mundo que pudieran poseer realmente el potencial para llenar los zapatos de una mujer como Kikyo, ¿por qué el destino había elegido a alguien que no creía ni siquiera en algo tan puro como la magia? Se cruzó de brazos, dejando que los suspiros se le escaparan del pecho.

Había visto demasiado, había atestiguado pruebas claras de que no era algo descabellado todo lo que se le había dicho… Esa tarea que parecía ahora estaba sobre sus hombros. Aunque fuera cierto, no podía. Tenía un hogar al cuál volver, una familia que se preocuparía por ella y responsabilidades qué atender. Quedarse ahí, en una época que no era la suya era realmente irresponsable.

Escuchó voces que la hicieron salir de sus cavilaciones. Miró hacia la choza y pudo ver desde la lejanía a los aldeanos de pie alrededor. Sintió su corazón hacerse pequeño; corrió. Llegó al tiempo en que la puerta se abría. Los aldeanos se hicieron a un lado, partiendo un camino para InuYasha quien llevaba cargando entre sus brazos el cuerpo de Kikyo. -Ha muerto – murmuró. Se encontraban rodeados entre la multitud, tan sólo los tres entre un grupo de personas que sentían lo habían perdido todo. En el corazón de la chica se sintió una inmensa tristeza… Claro, el saber de la muerte de alguien era algo desagradable aunque no la hubiera conocido en realidad, pero sentía un dolor muy grande, uno que le sacó el llanto de inmediato. Se llevó una mano a la boca, cubriéndose para no dejar escapar los sollozos. Le sostuvo la mirada al hanyou quien se mantenía serio, casi inexpresivo.

Los aldeanos lloraron, acercándose a InuYasha para quitarle el cuerpo de la sacerdotisa de las manos, llevándosela para llorarle y preparar su cuerpo. Era una tarea que no podía estar en manos de un youkai, mucho menos de un hanyou. Quedando nuevamente solos, al fin, el joven bajó la mirada, dejando caer un par de lágrimas que humedecieron la tierra debajo de él. Kagome no sabía qué hacer… Se sentía culpable y pensaba tal vez que sería última persona que InuYasha querría ver pero sin esperarlo éste se acercó y se fundió en ella con un abrazo. -Permíteme por favor… -. El gesto era cálido y Kagome no hizo más que darle ese consuelo.

-Lo siento mucho… De verdad -

El hanyou refugió su rostro en el hombro de la mujer, buscando encontrar una esencia de aquellos años en los que había conocido a la sacerdotisa, inútilmente buscando revivir un recuerdo en un momento de sufrimiento. -Tenía que pasar… - se desprendió del abrazo observando fijamente el rostro de la chica. -… Pero tú no puedes quedarte -.

Sintió alivio… Era realmente un gran alivio que InuYasha comprendiera que las expectativas que Kikyo tenía sobre ella eran… imposibles. -Estoy segura que habrá otra persona en estas tierras capaz de llevar consigo ese deber -. No estaba del todo enterada sobre cuáles eran las condiciones de esa encomienda y tal vez esa era señal que no era la elegida en realidad.

InuYasha asintió. -Ven… te llevaré al pozo -. Caminó en dirección al bosque, Kagome lo siguió. El camino hacia el sitio fue silencioso; tan sólo el viento de pronto les susurraba al oído como si estuviera llorando suavemente por la partida de Kikyo. Seguía pareciéndole un sueño… Lamentablemente, todo había sido real.

No pasó mucho tiempo hasta que llegaron al pozo; InuYasha se colocó de pie al lado, esperando a que la chica se acercara. -No veo la luz – dijo una vez que se asomara.

-¿Luz? - preguntó el hanyou asomándose igualmente al interior. -No sé qué decirte… Este pozo tiene años sin usarse… Está totalmente seco, sólo hay tierra al fondo. Tal vez debas simplemente bajar -.

Sí… era probable.

Tomó las enredaderas y comenzó a descender con cuidado, mirando de pronto hacia arriba para ver el rostro de InuYasha pendiente de su partida. Al llegar al fondo, el suelo era apenas iluminado por lo poco de luz que llegaba hasta ahí, sin embargo, no pasaba nada. -¿InuYasha? - llamó. El hanyou respondió… Eso quería decir que aún no estaba en su época; además la vista del cielo sobre ella era más que claro que seguía en el mismo lugar. Se hincó sobre la tierra, rascando pero tan sólo sacaba lodo, piedras… Nada. -Inu...Yasha… Creo que… estoy atrapada… -

No estaba soñando...