Ranma saltó de la ventana, aterrizando silenciosamente en el patio trasero. Él dirigió una última mirada a la casa Tendo, observando el dojo, recordando con una sonrisa melancólica todo el entrenamiento por el qué había pasado dentro de esas cuatro paredes; el estanque koi y sus batallas matutinas, el patio y sus continuos argumentos con Akane, el pequeño rincón donde su padre y Soun se sentaban a jugar durante horas.

Dijo un silencioso adiós, luchando contra el impulso de pasar más tiempo recordando la casa que tanto le había cuidado, su hogar.

Corriendo hacia la puerta principal, las emociones de Ranma empezaron a mostrarse en su rostro.

Sólo unos pocos metro más y ...

Sus talones cavaron en el húmedo césped del patio, deteniéndose bruscamente.

Una delicada mano estaba bloqueando su camino.

Ranma suspiró, sabiendo muy bien de quien era esa mano. Las precauciones que había tomado no habían sido suficientes, notó con sentimientos encontrados. Reajustando el morral que reposaba en sus hombros miró a los ojos de la persona que le había impedido el paso.

"¿Por qué?" Ella le preguntó, sus ojos estaban nublados con un sentimiento de traición.

La acusación silenciosa le hería más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Ranma abrió su boca con resignación, sabiendo bien que sus palabras terminarían hiriendo a ambos.

Siempre había sido así, y esa noche las cosas no tenían por qué cambiar. ¿O no?


Él la amaba con todo su corazón, de su devoción no cabía duda. Él sería capaz de cometer incluso los más viles actos por ella, con tan sólo una de sus palabras, un comando, un deseo...

Sin embargo, su señora era incapaz de dar la orden, de expresar su deseo. Por ello, él sufría estoicamente ante el continuo silencio, impotente sin saber qué hacer para aliviar su dolor.

La dolorosa verdad era que él simplemente no podía hacer nada por ella, quién si podía hacerlo se había marchado hace mucho tiempo.

Desde aquél día todo había cambiado. Antes de aquél día su ama sabía que jamás podría 'vencer' a la otra, en sus adentros ella sabía que ella siempre sería 'Ucchan' su mejor amigo, eso y nada más. Su ama no lo había querido reconocer, sabiendo que de hacerlo tendría que reanudar su búsqueda de venganza en contra de el hombre que amaba, a ella le bastaba simplemente con pretender que todavía tenía una oportunidad, cuando era obvio que tal cosa nunca hacía existido para ella.

Tristemente, los juegos de pretensión y auto engaño habían terminado. Los sueños, aspiraciones y esperanzas de Ukyo habían muerto aquél fatídico día. A pesar de que Ukyo sabía que tenía la obligación de perseguirlo en una búsqueda para restaurar su mancillado honor. Su cuerpo también le había traicionado, negándose tercamente a responder a sus deseos.

Ella había entrado en un episodio de auto reclusión. Las atenciones de Konatsu eran lo único que previnieron que le sucediera algo drástico a la chef de okonomiyaki. Konatsu visitaba fielmente la habitación de su señora en cada oportunidad que tenía para asegurarse que estuviera bien, le llevaba sus comidas, o cualquier otra cosa que necesitase.

Por ello, Konatsu no pudo evitar sorprenderse cuando Ukyo entró repentinamente a su habitación.

"Ukyo-sama." Konatsu habló, no pudiendo ocultar del todo su sorpresa. No era común que ella saliera de su habitación, no desde aquél día.

Ukyo había cambiado mucho en muy poco tiempo, atrás habían quedado sus apasionadas emociones, sus sonrisas juguetonas se convirtieron en contemplación silenciosa, incluso su pasión por el arte de su familia había desaparecido bajo capas de indiferencia. La pasión, la ardiente llama que antes vibraba en los ojos de su ama se había ido extinguiendo poco a poco ante el impotente Konatsu.

Viendo que su ama no se había movido ni reconocido su presencia, Konatsu decidió inquerir. "¿Hay algo en lo qué pueda ser útil?" Preguntó con suavidad, observando fijamente a su señora, notando con tristeza que ella había adelgazado considerablemente.

"Sí, lo hay." Ella respondió sin levantar la mirada con una voz seca y rasposa debido a la falta de uso.

"Dígame entonces, y cumpliré con sus deseos lo mejor que pueda." Dijo de manera animada al ver a su señora afuera de su habitación.

Ukyo lentamente negó con su cabeza.

"Olvídalo, fue una mala idea venir aquí." Ella admitió, dándose la vuelta y caminando en dirección a la escalera, en donde se encontraba su habitación.

Sus palabras le hirieron, sin embargo, él no permitiría que algo tan insignificante se interpusiera en el servicio que prestaba.

"Por favor dígame." Le rogó, "mi habilidad puede no ser suficiente para servirle como usted se merece, aún así deseo servirle con éste deficiente cuerpo. Le ruego por favor cumpla con mi egoísta deseo." Entonó con firmeza.

Konatsu!" Ella le reprochó sin haber volteado, conociendo bien lo qué el kunoichi estaba haciendo a sus espaldas.

Konatsu se levantó del suelo desde donde se había postrado ante su ama.

Ukyo se volteó de manera renuente, sin levantar la mirada. No se sentía digna de mirarle, no después de lo que había intentado hacer.

"Yo confío en ti, Konatsu, no eres para nada deficiente ni tampoco inadecuado." Ella le aseguró con sinceridad. "Lo que te iba a pedir no era algo justo para ninguno de nosotros, con mis palabras y deseos egoístas sólo terminaría hiriendo al único amigo que me queda." Ella le explicó, mirando el rostro de Konatsu tratando de trasmitir la convicción de sus palabras.

"Ukyo-sama..." Konatsu susurró, sintiendo una renovada devoción hacia su ama.

"Agradezco su consideración, Ukyo-sama. Sin embargo, debo insistir en que me diga, prometo que cumpliré con cualquier tarea que me imponga sin importar cuan difícil sea."

Por un corto instante el brillo en los ojos de Ukyo regresó.

En ése mismo momento Konatsu supo que sería capaz de todo para proteger a ese pequeño destello.

Ukyo le miró suplicante, rogándole con su mirada que se detuviera. Su rostro tenía un semblante frágil, casi cristalino, el más mínimo error que cometiera podría terminar el trabajo que dejó Ranma a la mitad.

Él la miro firmemente tratando de demostrarle con su mirada la sinceridad de sus palabras y la pureza de sus intenciones.

El duelo de miradas llegó a su fin después de largos momentos de silencio.

"¿Por qué?" Preguntó conociendo bien la respuesta.

"El cuerpo, el alma y el corazón de éste humilde sirviente le pertenece." Admitió sin sonrojarse ni tartamudear, hacerlo significaría que sentía vergüenza por sus sentimientos.

Ella respiró profundamente, tratando de organizar sus pensamientos.

"Sígueme." La chef le pidió con una mirada de reojo.

Konatsu le siguió obedientemente hasta que llegaron a la habitación de Ukyo.

"Espera aquí un momento." Ella le dijo con una sonrisa, la primera en mucho tiempo y la más hermosa que Konatsu había visto en su vida

'Cuán tonto fuiste.' Konatsu pensó amargamente en el hombre que lo había tenido todo.


Se rumoreaba que Furinkan era la institución escolar con mayor población de artistas marciales en todo Japón. Y observando el gran numero de peleas que sucedían en la escuela no sería nada raro. Con la reciente expansión en la población de artistas marciales en la zona esto parecía ser cada vez más cierto, y a pesar de que el campeón local había desaparecido las cosas en Furinkan no habían cambiado mucho.

"¡Cuán hermoso día! seguramente la mismísima Amateratsu posó su bendición en mí, sabiendo lo justa que es mi causa y lo noble de mi alma." Un estudiante proclamó con gallardía, disfrutando la calidez del astro rey.

Tristemente, ver a un trastornado hablando sólo mientras posaba y flexionaba sus músculos en poses ridículas se había convertido en algo común. El estudiante era nada más y nada menos que Tatewaki Kuno el auto proclamado Relampago Azul de Furinkan. Lo único que se podía considerar inusual en él era que en lugar de un bokken tenía un ramo de rosas rojas en sus manos.

Era para que Kuno ya se hubiera graduado con sus ex-compañeros de curso. No fue así, él se había negado fervientemente a graduarse, alegando que no podría dejar atrás a su amor, Akane. En otras palabras Kuno estaba LOCO.

Muchos de sus compañeros se lo atribuían a la locura característica de toda la familia Kuno, otros más osados pensaban que era producto de las drogas de Kodachi, era un tema de constante debate en el club de psicología de Furinkan.

"¡Oh! mi ferviente pasión por ella no conoce limites, ¡Los cielos llo-!" El kendoista se detuvo al observar como se acercaba su musa.

Kuno sonrío arrogantemente al ver que la mujer de sus sueños se dirigía a él, seguramente ella estaba ansiosa de verle, como era debido.

La mujer de sus sueños se veía un poco triste. Afortunadamente, él estaba allí para consolarla.

"Al parecer las palabras de mi retorcida hermana eran ciertas..." Susurró con sorpresa.

Kuno se irguió con confianza, bañándose en las miradas de envidia y admiración que seguramente dirigían en su dirección, ¿y cómo no? si el corazón de Akane le pertenecía.

"No tienes porqué estar triste amor mio, pues aquello que nos impedía estar juntos se ha marchado, huyendo ante el poder del invicto Relámpago Azul." Proclamó ante los cielos con su ramo de rosas en alto a la vez que el cielo se iluminaba con un relámpago, cortesía de los efectos especiales de Sasuke.

"¡Alégrate! Pues hoy finalmente es el día en el que tu corazón está libre para amarme libremente, pues te libré de aquél parásito que te aquejaba. Ven aquí amor mio y abrázame fuerte, deja que los campesinos de ésta institución sean testigos de nuestro amor."

Tatewaki bajó la mirada con lagrimas en sus ojos, conmovido, a su pesar, por su propio discurso.

"..."

Kuno subió la mirada ante el inusual silencio de su amada, para su sorpresa no la vio por ningún lado, era como si nunca hubiera estado allí.

"¡¿Incluso ahora te atreves a interponerte entre nosotros, Saotome!? incluso la más vil alma sería capaz de entender como mi amor no tiene limites ni fronteras."

"Que decepción, pensé que Akane le daría una buena tunda..." Uno de los espectadores se quejó.

"Me alegro no haber apostado... ¿Quién hubiera pensado que ella le iba a ignorar y continuar con su camino?"


Ya era primavera.

Había caminado hacía al norte, alejándose de lo que sintió ése día, vagando hacía donde sus pies le llevaban, siempre evitando a Tokyo en sus viajes, lo rodeó, le dio vueltas, pero nunca entró, nunca volvió.

Ahora no sabía donde estaba, ni tenía intenciones de averiguarlo, últimamente no se quedaba mucho tiempo en un sólo lugar, ¿y cómo? si tenía algo que hacer, tenía un lugar a dónde volver, aún así, se castigaba negándose a volver, sabiendo que no tenía derecho, ya no...

El cielo se había abierto de par en par mientras pasaba por la ciudad, la lluvia era ligera, casi una neblina, que envolvía a la pequeña ciudad y a sus montañas le daba un aura casi sobrenatural, trayéndole recuerdos de cierto valle.

Él subió cuesta arriba por la ciudad caminando por las estrechas calles, pasó junto a un templo, un par de puertas Torii enmarcaban la entrada. Dos estatuas de guardianes flanqueaban el pequeño santuario. Siguió caminando, el santuario era agradable de ver y le traía recuerdos de su niñez, pero no era nada en especial.

Había viajado allí por una distinta razón, se dirigía a la montaña. La lluvia amenazaba con arreciar, continuó avanzando con seguridad, confiando en que su paraguas le mantendría seco.

Se alejó de la calidez del templo, dejando atrás la parte turística de la montaña, subiendo por la pendiente casi vertical detrás del santuario. Pasó a través de los arboles de cerezo, admirando su belleza y los recuerdos que le traían.

La lluvia se había esfumado hace poco, dejando atrás un montón de lodo en el terreno irregular de la montaña. La noche había caído mientras viajaba y el bosque que lo rodeaba se había convertido completamente negro, silencioso, excepto por una pequeña y solitaria luz que se cernía cerca de la cima, casi como si estuviera guiándole, cuidándolo de los espíritus que se susurraba habitaban en la montaña.

Él sólo se detuvo cuando llegó al origen de la luz, lo vio a unos cuantos metros de la cima, cerca de un pequeño monumento de madera.

"Pensé que no vendrías, estaba convencido que te habías olvidado." Ranma le dijo con una pequeña sonrisa, observando sus alrededores con nostalgia.

"Jamás podría hacerlo, aunque desearía que tú si pudieras hacerlo..." Su padre, su único compañero en todas su travesías le respondió con un suspiro, levantando del suelo su viejo morral.


Había perdido la noción del tiempo.

¿Cuánto tiempo habrá pasado?

Era una pregunta que se hacía todos los días. Y él, hasta ahora no había tenido el coraje para averiguarlo, pues, de hacerlo su voluntad de continuar con la búsqueda se desplomaría.

"Ne, ¿Alguien sabría decirme dónde estoy?" Él preguntó con una voz ronca en dirección a un par de ancianos.

La respuesta que recibió fue ininteligible para él, marcando que otra vez había vagado fuera de Japón...

Ryoga suspiró ante las miradas de preocupación que recibió.

Caminó en una dirección aleatoria acercándose a un pequeño bosque mientras ignoraba las extrañas palabras que le decían los viejos.

Las plantas eran extrañas para él, el clima era caluroso y húmedo, haciéndole desear que tuviera un poco de repelente para insectos.

"¿Cómo estará Akane?" Murmuró con melancolía a la vez que se adentraba en las profundidades del desconocido bosque.

Pensar en su primer amor era doloroso, le hacía recordar la promesa que había hecho.

En un momento de impulsividad había jurado que traería de vuelta a Ranma. Y él planeaba cumplir con su palabra.

Desde aquélla misma noche empezó a vagar por el camino, confiando que sus pies eventualmente le llevarían al paradero de su rival. Tristemente, los meses se desvanecían sin conseguir una pista de su amigo.

A pesar de su continuo fracaso se negaba a volver a Nerima con las manos vacías, su orgullo no se lo permitiría. Y por ésa misma razón no había visitado a Akari, pues, sabía que de hacerlo sabía que no querría abandonarla, no de nuevo y mucho menos para vagar por el frío y solitario camino en busca de Ranma.

Si había perseguido a Ranma durante años por un insignificante malentendido, ¿qué más daba buscarlo ésta vez por algo que si valía la pena?

Él siempre había creído que sin Ranma su vida sería mucho más feliz.

Cuán equivocado había estado...


Nota Del Autor.

Pues es bastante difícil escribir ésto, les juro que no es por falta de intentarlo ni mucho menos. Tan sólo es complicado para mí escribir algo de éste fic, por cada linea que escribo borro dos, por ello las cortas y distantes updates.

Me gustaría cambiar eso, pero no puedo prometer nada.

Por favor avísenme de cualquier error - o horror - ortográfico o gramatical que vean, les estaré agradecido.

Saludos.