Shingeki No Kyojin no me pertenece. Mis respetos a su respectivo creador.
-RivaMika-
SemiAU
Linaje Ackerman
1
La vida suele definirse en un giro improvisado. En un suspiro de la noche plena, el ruido imperceptible, los cuadros renacentistas de las paredes de una vieja casa. El olor que circundaba kilómetros a la redonda. Un escenario lúgubre y transpirable, un escenario del aire transformado en algo tenso plagado de cuchillas y de muerte. El viento meneaba las copas de los árboles, alguien susurraba oraciones...
Cuando no se la tenía fácil, había que luchar. Había que pelear, hasta el último segundo. ¿Qué es un cuerpo vacío de emociones y sueños a cumplir? ¿Qué sentido tiene vivir cuando se está muerto? Era la peor de las condenas... vivir vacío era la cúspide de la más triste de las muertes, por eso, había que aferrarse hasta la mínima esperanza de vivir... de vivir tanto cómo fuera posible.
Vivir implicaba sin embargo una batalla. Una guerra silenciosa. A veces, no tanto. Pero era preferible vivir luchando a entregarse a la muerte más deplorable que un humano podía experimentar. Entonces llegaban los enredos, las telarañas de cada nuevo día, los sucesos que nos golpeaban más allá de lo meramente físico. La vida no ponía la cosa fácil cuando decidías el reto de aprovecharla. Había que pelear y guerrear hasta el último segundo y entonces, nada será en vano. Creemos que los esfuerzos, aquí o en "el más allá" serán recompensados. Buscamos el sentido de nuestras vidas en un frenesí diario, ligados a la poca o basta cordura que tengamos.
La vida tenía distintos ángulos de los cuales podía ser presenciada y saboreada. El sabor que tuviera, dependía de cada individuo. Algunos la tenían amarga y ácida, otros dulce, otros salada. Algunas personas vivían en una burbuja de ignorancia hasta que les llegaba el duro golpe. Algunos quizás fueran más conscientes y eficaces para tener el preciso conocimiento y sabiduría de como saciarse de la vida. Era el típico "sólo los fuertes llegan a sobrevivir".
Ella lo aprendió por la malas.
Sus cabellos azabaches se menean de un lado a otro. Algunas hebras humedecidas por el líquido extenuante de su entrenado cuerpo: patada, golpe, arriba, abajo. Practicó su rutina diaria; incontables golpes a un saco de boxeo y ejercicios que tonificaban y fortalecían su cuerpo. Mikasa Ackerman, la mujer de acero del ejército eldiano. Inmutable e indudable al frente de batalla, algunos la consideraban invencible, una fiera en todos los sentidos, una máquina de matar. Especulaciones la rondaban: comentarios aludían a que se trataba de un experimento del ejército, puesto que era muy inusual. Por supuesto, la naturaleza humana tratando de hallar respuestas a lo desconocido.
Mikasa era la única mujer de las filas, además, en tener esos rasgos asiáticos tan peculiares. También era una preciosidad. Destacaba un porte sereno y calmado, siempre sin rasgos de expresión detrás de esos ojos grises y melancólicos. Tenía características europeas también, en conjunto, era toda una belleza.
Aunque no era un tema muy resaltado, los asiáticos habían dejado de tener representación entre los nobles. La ancestral raza había desaparecido hacía más de diez años atrás, de modo que no era de extrañar qué pensaran tantas ambigüedades respecto a ella. Sus habilidades superaban a las de cualquier soldado promedio. Había cumplido positivamente las misiones asignadas en el período de actividad militar. En sus años de escuela militar, se graduó con honores.
Una mujer de armas tomar.
Tomó una toalla al cuello puesta sobre una de las máquinas del gimnasio y su botella de agua, procediendo a verter sobre su cuerpo el líquido de la botella. Sacudió su cabello; era muy corto, incluso más que en el pasado.
Caminó hacia la salida del gimnasio. Una vez afuera, el aliento de los soldados adyacentes se cortó en la mayoría. En su rostro, no era perceptible emoción alguna, ni un mínimo rastro, más sin embargo las miradas mal disimuladas la embargaron. No podía culparlos: hacía pocas horas había culminado la misión encomendada aquel día: acabar con los escuadrones de ataque dispuestos al norte por la nación enemiga de Marley. Los comentarios que circulaban por los pasillos de aquella base traían consigo el hecho de que, la morena en cuestión, había sido la perpetradora de la mayor parte de los asesinatos en la misión, cuestión que imponía el respeto y admiración en el resto de soldados y cadetes.
Más cuando los comentarios eran tan certeros...
—Ackerman.
Terminaba de acomodarse las botas del uniforme militar e inclusive sus cabellos estaban húmedos por el baño reciente. Recién lograba que se le destensaran los músculos un poco y, en el proceso de vestir su cuerpo, encontró unas cuantas heridas que se curó a sí misma. Tenía unos cuántos utensilios de enfermería a la mano en su habitación, que mantenía lejos de la vista de su compañera. Las veces en que había acudido a la enfermería de la base, habían sido para llevar compañeros, jamás por ella misma. Y seguiría siendo así el tiempo que fuera necesario.
—Ackerman ¿Se encuentra ahí?
—Sí.
Distinguió la voz de una soldado al otro lado de la puerta. Se apresuró a su llamado, seguro para ser solicitada en el planteamiento de la próxima misión. La mujer de aparente inmutabilidad tragó grueso cuando ella le abrió la puerta, y empuñando la mano derecha en su pecho le informó.
—La capitán la solicita.
Asintió y, envuelta en su bufanda, caminó por la base hasta llegar al despacho de Hange Zoe. Pertenecía a la división de la capitán, y al ser soldado por excelencia los llamados para la formulación de la siguiente estrategia eran comunes.
Sin embargo, ella no se imaginó nada de lo que le esperaba.
—Con permiso, capitán.
—¡Mikasa! ¡Adelante, adelante!
La ausencia de formalismos de Hange la hacían una de las militares más peculiares de su generación y toda una excentricidad de la base. Mikasa sin embargó respondió con lo correspondiente, realizando el saludo del cuerpo de exploración a su superior. Al hacerlo, Mikasa parpadeó un par de veces distinguiendo al uniformado junto a la capitán, quién por la insignia en su chaqueta se trató de un capitán. Mikasa realizó el saludo a éste: un hombre más bajo del promedio, ojos oscuros cómo dagas y nada de expresiones salvo la frialdad e indiferencia que transmitía. El cabello, lacio y negro como la noche, estaba algo largo desde arriba.
—Tch.—Fue la respuesta del capitán. Ladeó la cabeza, cómo obstinado. Mikasa no entendió para nada ¿Acaso había hecho algo fuera de lugar?
Al otro lado de Hange, estaba ni más ni menos que el comandante Erwin Smith a quién dio una reverencia.
Lo primero que le vino a la cabeza es que discutirían una importante estrategia para defender su territorio de los ataques de Marley, pero dudó de ello cuando observó la sala a su alrededor. Sólo estaban ellos y de pie unos cuántos desconocidos vestidos con trajes formales. Era la única soldado en el sitio. A lo mejor impartiría cómo escolta de algún adinerado, o tendría que hacer una misión en solitario.
—No seas tan amargado, Levi.—Comentó con un aire divertido la capitán hacia el capitán de baja estatura.— ¿A qué no es una preciosidad? —.Mikasa frunció ligeramente el ceño ¿Por qué añadía algo cómo eso en esa situación?
—Ackerman.—El comandante se entrometió en la conversación, con los correspondientes formalismos y cortando los comentarios imprudentes de Hange.—Su presencia fue solicitada ante éstos hombres, para hacer valedera su posición en la familia de la nobleza Ackerman.
Mikasa no dio crédito a las palabras de su superior ¿Ella? ¿Posición en la nobleza? ¿Ackerman? No era posible que su apellido fuera parte de la nobleza, cuando había crecido con sus padres en las montañas. Su mente procesaba cada palabra y hasta creyó que le estarían jugando una broma, pero a juzgar por la presencia de los hombres formalmente vestidos, no era nada de eso.
—Cómo parte de una familia de renombre y al ser de las pocas representantes con vida, usted...
—Me parece qué está equivocado, comandante. —Se apresuró en detener esa equivocación.—Mi familia nunca ha sido parte de la nobleza.
—Entiendo que piense eso, Ackerman. O debería decir, Lady Ackerman.—¿Lady?—La familia Ackerman fue considerada extinta, hasta que un miembro de la misma fue hallado y prontamente recobró la distinción social y posesiones de los Ackerman. Él se encuentra en ésta sala y le dará todas las pautas características de la nobleza.
Mikasa miró entre los hombres que lucían como parte de la nobleza, esperando que alguno diera el paso al frente.
—Ejem.
El capitán de baja estatura carraspeó y dio el paso al frente que ella esperaba de cualquiera menos de él o cualquiera de los militares del lugar. Mikasa no pudo creerlo. Desde que ahora era parte de la alta sociedad eldiana como de que un capitán fuera representante en la misma.
—El capitán Levi Ackerman, pariente lejano suyo, la guiará en su nueva vida. Señores...
Erwin dio una seña con la mano seguida de sus oraciones, a lo que cada uno de los hombres procedió a pasar frente a Mikasa. La soldado sintió como era minuciosamente observada de pies a cabeza por cada uno, con intenciones que no quiso procesar puesto que las palabras del comandante seguían yendo de un lado a otro en su cabeza...
Cada uno le besó la mano, como los "caballeros" que eran. Y aunque no lo exteriorizó, la situación la tenía enormemente confundida. El último le dio unas palabras.
—Esperamos su pronta presentación en sociedad, señorita Ackerman.
El comandante fue el siguiente en abandonar la estancia anunciando tener asuntos pendientes, yendo tras él el capitán Ackerman. Mikasa lo observó, no encontrando más que el desdén e indiferencia hacia todo lo sucedido. Sus orbes grises se plasmaron todo el rato que estuvo a solas con la capitán en la puerta por la que se habían ido todos.
—¿Quién diría que éste día llegaría? Aunque a decir verdad no me sorprende. Por fin el enano tendrá compañía.—Hange soltó una carcajada.
—Capitán.
—¿Sí?
—¿Esto es una misión?
Hange no profirió ninguna palabra. A decir verdad, no esperaba una pregunta cómo esa. Creyó no haber entendido bien y miró a Mikasa esperando algo más, pero no encontró nada salvo su típica carita sin emotividad. ¿Sería cosa de genes? Era lo más probable. Aunque la duda de la soldado confirmó que obviamente estaba confundida. No había asimilado del todo esa situación.
Con toda seriedad, la superior la tomó por los hombros.
—Mikasa, eres una mujer de sociedad ahora.—De la nada, empezaron a descender lágrimas por los pómulos de la capitán.—¡La mejor soldado de mi escuadrón, lucharé por recuperarte!
¿Recuperarme?
Cuando Mikasa regresó a su habitación, ésta resonaba bajo los ronquidos de Sasha, su compañera que yacía dormida en la parte de arriba de la litera. La baba se deslizaba por la boca de la chica y resultaba en la colcha, mientras sus cabellos castaños se desparramaban en la anchura de la funda de su almohada. Mikasa la miró incontables segundos.
Miró su reflejo en una pequeña taza, sólo iluminada por una vela.
Su vida había dado un giro tremendo en una simple reunión.
Eres una mujer de sociedad ahora.
Ella, la soldado de acero, la jovencita que había crecido en las montañas hasta hace unos años. La mujer forjada de puños, que ni siquiera tenía la menor idea de lo que hacía una mujer de sociedad.
A primera hora de la mañana, Mikasa despertó. Tomó una ducha fría y se alistó con su uniforme para no levantar sospechas (aunque era más porque no quería desprenderse de éste por la costumbre) y su inconfundible bufanda roja al cuello. Sasha se levantó minutos después corriendo a ponerse el uniforme y lavarse la cara, cómo era típico, su compañera iba retardada.
Mikasa se quedó eternos minutos viendo la valija en qué introdujo sus pertenencias. Ya no viviría en una habitación de las tantas del cuartel con esa atolondrada campesina, ya no pasaría horas en el gimnasio, ni trapeando, ni en los entrenamientos con sus compañeros.
—¿Qué pasa que no has ido al comedor, Mikasa?
Sasha preguntó confundida. La azabache lucía muy tranquila, cuando siempre era la primera en estar lista.
—Me voy, Sasha.
—¡¿Qué?! ¿Cómo qué te vas, Mika? ¡No me digas que te asignaron a otro escuadrón! —Ella negó con la cabeza.
Las dos soldados escucharon tres toques en la puerta y seguido la voz de la capitán.
—Mikasa, Sasha ¿Están listas?
—¡Sí!
—Sí.
Las dos salieron de la habitación, igual de confundidas aunque a una se le notara.
—Sasha, ve a montar tu caballo. Vendrás para escoltar a Mikasa hasta la residencia Ackerman.
¿Residencia Ackerman?
La mañana estaba algo fría afuera. Algunos soldados curiosos miraban el carruaje que estaba frente a la base, uno de esos que evidenciaban a una familia de nobles. Mikasa, desorientada, miró alrededor buscando un caballo, pero Hange le indicó que entrara en el carruaje con ella.
—¿Mikasa?
—¿Qué? ¿Vamos a escoltar a Mikasa?
Connie y Jean, dos compañeros de su escuadrón iban en caballos junto a Sasha que estaba en silencio observando a la morena, parecía estar comprendiendo la situación más que ella.
Cerca de media hora de trote de caballos y de charlas y charlas con Hange y Moblit dentro del carruaje, a las cuáles Mikasa no les hizo el mínimo préstamo de atención, llegaron a un camino en solitario que terminó en una enorme mansión. Habían jardines hermosos a los lados de su frente, los escalones parecían tallados en piedra y los acabados eran elegantes. Las puertas y ventanas lucían enormes desde allí. Tenía un aire renacentista. Unos cuántos sirvientes estaban al pie de los escalones y vestido con un traje formal y corbatilla en el centro, Mikasa vio al capitán Ackerman.
Mikasa caminó detrás de Hange, quién le dio un saludo con una seña de la mano al hombre inmutable. Parecía interesarle en lo mínimo todo lo que sucedía.
—¡Hey, Rivaille!—Exclamó la capitán. Miró a Mikasa cómo indicándole con la mirada qué se presentara y con un movimiento de cabeza indicó que fuera al frente.
Mikasa hizo lo mejor que concedió en ese momento; su saludo con la mano empuñada en el pecho.
—Capitán Ack—
—Rivaille.—Le cortó de repente el superior.—Capitán Rivaille. Pasa adelante.
—¡Esperen!
La voz de Sasha resonó alto. La chica bajó prontamente de su caballo y fue hacia Mikasa, la abrazó con fuerza y cerró sus ojos.
—Te voy a extrañar, Mika.
—Sasha...
—¿Extrañar?—Connie y los demás compañeros de la azabache seguían sin comprender qué sucedía.—¡No me digan qué Mikasa se quedará aquí!
—Así es.—Afirmó la capitán del escuadrón.—Mikasa es una noble.
—¡¿Quéeeeee?! —Gritaron un montón de soldados sin dar crédito a esas palabras.
—¡Te extrañaré tanto, Mikasa!—Gritó de nuevo Hange en lágrimas exageradas y un paño en su nariz, abrazando con Sasha a la imperturbable soldado.
—Basta ya.—Habló el capitán de traje, incomodado por los gritos de los soldados inexpertos.—Cumplieron con su deber de traer a la señorita Ackerman. Terminemos con ésto.
—...Qué malo, Levi...
—Largo, cuatro ojos.
Mikasa miró al superior por su frivolidad. Prácticamente mandó a todos a freír espárragos y estaba segura que era lo más condescendiente que podía con la situación. Levi Ackerman la hizo pasar dentro de la mansión con una orden y ella lo siguió sin reticencias.
—Te enseñaré el lugar.
Al igual que ella, Levi no era de muchas palabras. A su lado, Mikasa confirmó que le llevaba unos diez centímetros de altura y que sus ojos aparentemente oscuros y pequeños eran azules. Le habló lo justo para señalar las habitaciones, puertas, salas y pasillos del lugar. Los cuadros eran variados, el qué más le llamó la atención era uno de una mujer de cabello largo y negro de espaldas en una pradera.
—Ésta es tu habitación.
Mikasa jamás había tenido un sitio tan grande para ella sola. Las paredes eran altísimas y la cama parecía enorme y cómoda, había alfombras de flores, cortinas con bordes trabajados en rosa, una cómoda espaciosa y un ropero al fondo. Había dos puertas a un lado, una correspondía al ropero y otra al baño.
—Acomoda tus cosas. Creo que no tomará mucho tiempo.—Apuntó el hombre viendo la valija de la soldado.—Te espero en el salón principal, la modista no tarda en venir para tomarte las medidas.
—¿Medidas?
—Para los vestidos, Ackerman. Tengo qué entrenarte para que seas mujer de sociedad.
Todo era tan extraño. Tan confuso.
La cabeza de Mikasa daba vueltas.
En un segundo estuvo sola en la habitación, volteando en diferentes direcciones cómo esperando algo más, sin abandonar su semblante de piedra. Mikasa suspiró. Tomó la valija y fue hasta la puerta del closet. Un espacio específico y espacioso para sus pocas pertenencias. Acomodó seis blusas y tres pantalones, su chaqueta militar y cinco pares de zapatos, dos suéteres y sus lánguidas prendas de ropa interior. Cómo le indicó Rivaille, fue al salón principal. Las escaleras eran grandes, todo lo era. ¿Cuántas personas vivirían en esa mansión?
En el trayecto, vio pasar a dos mujeres del servicio. Mikasa les calculó unos treinta años a una y cincuenta y tantos a la otra.
—Bienvenida, Lady Ackerman.
—Es un placer tenerla aquí, señorita.
Mikasa las miró por unos momentos; las mujeres se miraron entre sí un tanto nerviosas y le pidieron "permiso" para retirarse a realizar sus labores, extrañadas. La soldado alcanzó a escucharlas murmurar por su agudizado oído.
"Qué mujer más extraña"
"Parece igual de cariñosa que Sir Ackerman"
"A diferencia que no tiene modales"
Tenían razón, su silencio había sido maleducado, pero no podían culparla. No eran requeridas muchas palabras en la vida militar y pensar en qué esa mansión sería su nuevo hogar era exorbitante. De un día para otro no heredas un linaje y una casa gigante, era un cambio drástico para ella que solía compartir un pequeño cuarto desde hacía cuatro años.
—Aquí está.—Escuchó la voz del capitán.
En el salón principal, sentada en uno de los sofás caoba había una mujer alta, muy delgada y con una expresión suave en el rostro. Usaba gafas, haciéndola lucir más tranquila. Unas cuántas arrugabas sobresalían en su blanca piel. Fumaba un cigarro que daba risa y usaba un vestido pomposo, de alta costura, en tonalidades anaranjadas. Sobre su cabeza usaba un bonito sombrero.
—¿Ella es su prima lejana, Sir Ackerman?—El susodicho afirmó. Los ojos, de color miel de la mujer, se abrieron como par de platos.—Mira nada más...
Mikasa se quedó de pie y enarcó una de sus finas cejas cuando la mujer comenzó a dar vueltas lentas a su alrededor, estudiando minuciosamente su cuerpo.
—Es una belleza... Ese porte... Apuesto a qué tienes un cuerpo de infarto debajo de ese uniforme.—De espaldas a ella, empezó a despilfarrar halagos. Parecía hablar más consigo misma qué a la propia Mikasa, quién estaba incomodándose con tantas observaciones hacia su persona. La rubia alargó uno de sus brazos delgados para tocar la espalda de Mikasa. La azabache reaccionó instintivamente y de un manotazo apartó el brazo y se movió de su sitio. La mujer qué intentó tocarla tambaleó, sorprendida, y hasta hubiera caído de bruces al suelo de no ser por el capitán.
—¡Ackerman!—. Le llamó el superior con claro enojo en su voz. Continuaba con esa expresión sombria a pesar de lo ocurrido y se dirigió a la rubia.—Perdone su comportamiento. Llegó hace unos minutos.—La mujer negó unas cuántas veces.
—No se preocupe usted, Sir Ackerman. Fue culpa mía.—La mujer se enderezó en su sitio y alisó los pliegues de su vestido, seguidamente apuntó toda su atención a la joven en posición de defensa.—Tiene unos increíbles reflejos, Lady Ackerman. Disculpe usted mi atrevimiento.—Hizo una reverencia que internamente repudió la morena.—Me llamo Sara Scostless, soy modista de la alta sociedad y me encargaré de su vestuario.
—Tengo asuntos pendientes qué atender.—Irrumpió el capitán mirando a ambas mujeres, aunque Mikasa percibió qué no parecía ponerle interés a esa situación y no podía culparlo. Finalmente, con ese tono tajante se fijó en ella posándole los ojos como dagas.—Ackerman seguirá al pie de la letra sus instrucciones, Sara. De todas formas, avíseme cualquier improvisto.
—De acuerdo, Sir Ackerman.
Mikasa se quedó mirando el lugar por el que se alejó el superior. Su boca había formado una diminuta "o" cubierta por su fiel bufanda de la vista de la mujer. Su ceño se frunció levemente, seguramente la modista no podría notarlo, pero aquello no le había gustado a la soldado. ¿Qué clase de desconfianza le tenía el capitán? Tenía un día de conocerlo, el tipo era un frío de primera, lo que la sorprendía porque era difícil que ella considerara a alguien más frío que sí misma. No sólo eso, sí no que no estaba asumiendo lo sucedido de forma dócil. ¿Cómo la iba a convertir en una señorita? Sólo parecía un capitán a capa y espada, inclusive con ese traje formal encima.
—Veamos... Mi Lady, por favor levante los brazos.
Obedeció sin rechistar, con la mirada fija en ningún punto. Sara comenzó a tomarle medidas de distintas partes de su cuerpo, tarareando melodías y comentándole asuntos que para la soldado eran banales. Estaba ajena a todo. La azabache en todo el rato sólo sentía que no debía de estar allí.
—Mmm...—La rubia suspiró.—¿No es de muchas palabras, no es así? Bueno, imagino que no debe ser fácil pasar de ser soldado a una dama en todos los sentidos.
Mikasa la miró. Destilaba un aire comprensivo.
—No será problema, señorita. Estoy segura que su presentación en sociedad dejará sin aliento a los otros nobles.
—Vale.—Habló al fin. Los comentarios de la modista la tenían cansada.
—¡Ah, logré qué dijera algo! —. Exclamó Sara con un aire divertido qué Mikasa no compartió en absoluto.—Usted y Sir Ackerman son muy parecidos por lo que veo.
¿Parecidos?
Ciertas dudas afloraron en la morena. Viendo de soslayo a la modista, la cual siguió comentando cosas absurdas, Mikasa se vio absorta en sus pensamientos. Habían tantos detalles qué asimilar y cosas por saber. No sabía nada de ese capitán ¿Por qué un capitán era parte de la nobleza? ¿O por qué un noble era capitán en el duro ejército eldiano? Era un caso de lo más extraño a su consciencia y el simple hecho de que a esas alturas se viniera a enterar de su "sangre noble" no era tampoco algo de digerir.
Definitivamente, tenía demasiadas preguntas encima...
Pobre Mikasa, está totalmente perdida... Y eso que es la punta del iceberg.
Aún falta que Levi la "prepare" ¿Cómo será?
Creo que esto llegará a un máximo de cuatro capítulos ¡Mis mejores deseos para ustedes, queridos lectores! Y mil y un gracias por llegar hasta aquí. Es mi primer fic en éste fandom y ¿Qué mejor que mi pareja favorita para comenzar? ;D (Aunque las probabilidades de que sea canónica ni existan jeje Mikasa y Levi son un par demasiado precioso y perfecto)
Se despide
Mio Siriban.