Ya que a Magia Liberal solo necesita un epílogo, decidí subir esta historia que es algo así como la continuación de "Compañías compatibles y parejas disparejas" (pueden leerla en mi perfil o saltársela, no influye en la lectura de esta historia), serán 16 capítulos de Remus y Hermione superando momentos difíciles, ayudándose y encontrándoselo sin querer. Espero que esto sea rápido ya que todos los capítulos ya están planeados y espero me de tiempo para otras dos historia más complejas que ya están en proceso (¡PRONTO!)
Esta historia tiene escenas explícitas de muertes (primeros dos capítulos) y sentimientos de duelo, por lo que espero que como lectores puedan decidir si es algo que les pueda afectar o no, por su edad o experiencias de vida. Si alguno se siente incómodo o necesita ayuda con estos temas, es bienvenido a escribirme un review o un mensaje directo.
Como siempre, les recuerdo que no soy millonaria, lo que significa que estos personajes no me pertenecen, no estoy lucrando con esto, solo disfrutando de libertad literaria.
Espero disfruten y me comenten que piensan.
I NYMPHADORA
Había perdido el contacto con Kingsley y Dora.
Habían decidido no separarse, luchar juntos contra los mortífagos, porque si se separaban era más probable que perdieran. Todo iba relativamente bien, dentro de lo bien que se podía estar en una batalla. Habían podido neutralizar a algunos magos, salvar a algunos compañeros y estaban trabajando muy bien como equipo, pero justo cuando estaban volviendo a la entrada del castillo un bombarda hizo caer una muralla. La pared le iba a caer encima, pero sus instintos actuaron mejor que su cabeza y su cuerpo saltó antes de ser aplastado.
Pero su amigo y su esposa estaban al otro lado de los escombros que la explosión había provocado. No le gustaba la idea de estar lejos de Dora en la batalla, aunque en realidad, no le gustaba que ella estuviera en la batalla y punto.
Sabía que era una bruja calificada, una auror que sabía cómo batallar y defenderse, pero eso no lo tranquilizaba. A pesar de que sabía que ella no iba a aguantar quedarse con Andrómeda y Edward, no podía dejar de pensar que debió haberla dejado amarrada en casa, para asegurarse de que por lo menos ella sobreviviera.
Porque ya había aceptado que él podía morir, pero no aceptaba que su mujer sufriera el mismo destino.
Remus Lupin se levantó del piso y miró a su alrededor en busca de peligro, debía dejar de pensar en Dora y enfocarse en la batalla que estaba ocurriendo en ese momento. Sujetó su varita, activó sus escudos y sin mirar los escombros, empezó a lanzar los hechizos y maleficios contra los enemigos.
Las luces de las varitas iban y venían, chillidos de terror por todas partes y tuvo que detenerse al sentir el olor familiar. A pesar de no estar en luna llena, sus instintos estaban alerta, podía oler a otros hombres lobos. Un escalofrío recorrió su espalda, el escalofrío que siempre sentía cuando pensaba en la bestia que lo había convertido.
Fenrir.
No importaba si ya lo había enfrentado antes, era una reacción involuntaria al hombre lobo, como si esa bestia siempre fuese parte de sus pesadillas. No se dejó influenciar por esos temores, tenía que prepararse, porque sabía que Fenrir estaba muy cerca. Podía sentirlo, podía olerlo, podía saber que estaba acechando una presa y debía detenerlo.
Corrió hacía donde su instinto lo llamaba y se encontró con la terrorífica escena de una muchacha rubia en el piso, bajo la enorme figura de la bestia. Fenrir no parecía humano, el uso de la magia negra y todos los terrores que habían causado, probablemente lo habían encarcelado en una permanente figura semi-humana.
- ¡Fenrir! - llamó antes de que atacara a la muchacha en el piso - ¡No seas cobarde! Vas contra una niña porque no puedes contra un mago de verdad.
Milagrosamente, funcionó.
Fenrir gruñó y fue directo hacía él, como un animal en rabia, olvidándose de la rubia. Remus que estaba listo utilizó su varita para hacer explotar el piso por donde la bestia corría, haciendo que se tropezara y sin saber lo que hacía, en una mezcla de venganza y supervivencia, lanzó un Avada Kedavra, directo hacía el monstruo que se preparaba para levantarse.
La luz verde chocó contra el rostro colérico de Fenrir y sus gruñidos desaparecieron. Esperó por un momento con la varita aun levantada, preguntándose si el hombre lobo iba a reaccionar y atacar, pero no paso nada. Era la primera vez que realizaba un imperdonable, nunca lo había intentado en realidad, porque para poder lograrlo, tenías que de verdad desear la muerte de alguien.
Sintió que lo llamaban mientras alguien lo tironeaba de la túnica para que se cubriera tras de una de las estatuas. Torpemente lo hizo pero solo pensaba en lo que acababa de pesar. Pensaba que iba a sentir algo luego de lanzar el hechizo, un desgarro en el pecho, como si uno sintiera cuando el alma es corrompida, pero no ocurrió nada.
Fenrir estaba muerto.
- Profesor Lupin - dijo la persona que lo había llevado detrás de la estatua.
Saliendo de la conmoción de haber matado al hombre lobo que lo había convertido y de darse cuenta de lo fácil que había sido, Remus dirigió la mirada hacía la muchacha que le estaba hablando. Su pelo rubio estaba enmarañado y sucio, la ropa estaba rasgada y su rostro estaba lleno de sangre por una gran cicatriz en su mejilla izquierda, pero incluso en ese estado, reconocía a su ex alumna Lavender Brown.
- No reaccionaba y era un blanco fácil en medio del pasillo - empezó a justificarse la bruja.
- Gracias - dijo Remus volviendo completamente a la realidad - pero tenemos que ver tu herida si no quieres desmayarte por la pérdida de sangre, avísame si viene alguien mientras te curo.
Sin más, Remus apuntó con su varita y empezó a hacer hechizos para evitar la hemorragia, limpiar la herida y sellarla antes de que causara más daño. Estaba acostumbrado a ese tipo de heridas, las que traían maldiciones con ellas, y por suerte para Lavender Brown, sabía cómo tratarlas.
- Gracias, profesor - tartamudeó la chica cuando este terminó - si no fuera por usted yo estaría...
- No sigas - le pidió el hombre analizando el pasillo - aun no esta curada completamente, tenemos que llevarte con Poppy.
- Si es que sigue viva - murmuró Lavender mientras seguía a su profesor por el pasillo.
A penas llegaron a la esquina del pasillo se encontraron con unas cuantas personas peleando, ninguna restringiéndose. Los maleficios llenaban de sangre a sus oponentes y las explosiones destruían lentamente las paredes de piedra del castillo. Era imposible no aterrorizarse por los gritos que escuchaba.
Angelina Johnson había sido acorralada, estaban apunto de matarla, pero Remus reaccionó y lanzó un hechizo aturdidor al atacante. No pudo pensar más, estaba en medio de la batalla, sin su esposa, creando escudos mágicos, recibiendo hechizos, lanzando ataques y preguntándose cuándo iba a acabar esto.
Esto es guerra.
- Te tengo, bestia - escuchó que gritaba una voz ronca desde su espalda.
Se dio vuelta y todo pareció en cámara lenta, su cuerpo no respondía, había recibido un hechizo inmovilizador y estuvo seguro que iba a morir. Mientras venía el hechizo pensó en James y en Sirius, iba a verlos otra vez, iba a poder decirle a Lily lo grandioso que era su hijo, iba a estar junto a sus padres, quizá en un lugar donde pudieran ser una familia normal, sin que la licantropía los interrumpiera... ¿Los hombres lobo van al cielo?
La luz verde se acercaba, el sonido desapareció y sólo pensó en Dora, lo último que le alcanzó a decir fue un "te amo" y se sintió feliz de haber alcanzado a decírselo, estaba simplemente feliz de haber podido tenerla, como esposa, como compañera, aunque sea por unos meses. Esperaba que ojala la guerra terminara y que ella pudiera seguir adelante sin él.
Y su hijo. Esperaba que Dora y Harry le contaran a Teddy que no debía estar triste por no conocerlo más que un mes, porque su muerte significó la lucha por la paz en el mundo mágico, una lucha que fue por él, para que viviera en un mundo mejor.
Sonrió pensando en el pequeño Teddy y supo que iba a morir feliz.
Pero un bulto salió prácticamente de la nada, recibiendo el impacto del Avada Kedavra por él. El sonido volvió, pudo enfocar la vista en el bulto que estaba en el suelo, frente a él. De inmediato reconoció la ropa, el cabello rosado y su pecho sintió el vacío y el dolor que no sintió cuando mató a Fenrir.
Dora, de alguna manera había llegado a protegerlo y ahora sus sentidos hipersensibles, no podían percibir ninguna señal de vida. No sentía la respiración de su esposa, ni su pulso y supo que la había perdido para siempre, que Dora estaba muerta.
La bestia dentro de él se desató, liberándolo del hechizo inmovilizador. Levantó la vista, directo a Antonin Dolohov que aun sostenía su varita y se dirigió rápidamente hacia él. Sintió como le llegaban hechizos aturdidores, pero no le afectaba, sintió que llegaban otros hechizos, pero no lo detuvieron. El rostro de Dolohov empezó a mostrar miedo, el típico miedo de un niño a quien le contaron toda su infancia sobre lo terrible que podían ser los hombres lobo.
No necesitó la varita, usó sus manos, que a pesar que en comparación a otros no eran tan grandes o musculares, tomaron la fuerza de la luna que aún no estaba llena y atacaron brutalmente al mortífago, por primera vez sin sentir culpa por usar la violencia de su maldición.
No recordó mucho más, supo que llegaron más mortífagos a atacarlos, pero inconscientemente se defendía y los atacaba, sin parar hasta que la voz de Lord Voldemort llamó a sus seguidores, dejándolo sin nadie para eliminar su rabia.
Fue directo al cuerpo de su esposa y se quedó allí, en el piso abrazando su cuerpo, sin escuchar cómo Kingsley le intentaba hablar.
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Simona Polle