Disclaimer: La Saga Crepúsculo (The Twilight Saga) y todas sus escenas, personajes, etc., así como las películas basadas en ellos, incluyendo la banda sonora, etc., pertenecen a sus respectivos dueños (Stephenie Meyer, etc.). Escribiendo este fic no pretendo otra cosa que entretener, sin ánimo de lucro alguno.

Nota: Encontré esto mientras revisaba mis fics viejos y me dio mucha risa, así que he decidido publicarlo a pesar de que es la primera historia que escribo completamente lemon y me da un poco de vergüenza, pero también me gusta, así que aquí lo tenéis, espero que os guste. xD


No me pude contener

Allí estaba, encerrada en aquel maldito ascensor con el tío más bueno de todo el instituto. Estas cosas solo me pasan a mí. Para colmo de males, cómo no, era el chico del que estaba enamorada prácticamente desde que le puse los ojos encima por primera vez, cuando se mudó a mi bloque, y de paso se vino a mi instituto, a mi misma clase, para volverme loca. Topicazo. Lo mismo que en todas las pelis. Solo que en las pelis no pasan situaciones ridículas como esta.

—Bueno, pues parece que estamos atascados, Esme—me dijo él por fin, después de probar todos los botones del maldito ascensor.

No me digas.

—Ya.

—Bueno, así tendremos tiempo para hablar— dijo, acercándose un poco más a mí.

No, no, no…

Me ponía de los nervios tenerlo cerca, pero tenía que calmarme. Él no debía saber lo que sentía por él. Bastantes chicas tenía ya a sus pies, no necesitaba saber que había una más.

Él cada vez estaba más cerca, y yo cada vez estaba más nerviosa. En esas me acorraló contra la pared, con cada palma de la mano apoyada contra ella. Yo abrí los ojos como platos. Aquello me había dejado sin respiración. El ritmo de mi corazón aumentaba por momentos. Su maravilloso perfume me embriagaba. Mis ojos estaban justo delante de su pecho perfectamente esculpido y yo solo podía pensar en lo mucho que me gustaría poder quitarle la fina camiseta de algodón que llevaba y poder tocar esos pectorales… Dios mío… ¿Qué clase de loca salida soy?

Acercó más su cara a la mía y me miró a los ojos.

Madre, va a violarme…

Pero el caso era que no estaba asustada. De hecho, no me violaría. Sería mutuo. Porque yo quería tirármelo… Sí, quería follármelo allí mismo, en aquel ascensor, en medio de nuestro bloque… Besarlo en la boca, en el cuello, aspirando su delicioso aroma, quitarle esa camiseta tan fina, chuparle las tetillas, desabrocharle cinturón, bajarle los pantalones, los calzoncillos y…

¡BASTA, ESME! ¡¿En qué diablos piensas?! ¡Es un maldito creído! ¡No puedes enamorarte de él! ¡Ni follártelo! ¡No puede gustarte!

—Sé que te gusto, Esme Anne Platt…—susurró a centímetros de mis labios.

Aquello me pilló por sorpresa, desprevenida, completamente con la guardia baja. No sé cómo conseguí ignorar el jodido tambor en el que se había convertido mi corazón. Parecía el de un maldito colibrí.

—No puedes saber nada de mí, Carlisle Cullen. No me conoces— rebatí. Traté de mantener mi voz firme, pero la verdad es temía que las piernas me fallaran. Eran como de gelatina, las putas.

—Sé que te gusto—repitió, sus labios casi rozando los míos—. Detecto las miradas de anhelo en un radio de diez o veinte metros, y las tuyas son especialmente… insistentes. No recuerdo ni un día en el que no me hayas dirigido alguna, por breve que fuera…

Mierda, se había dado cuenta. Qué vergüenza. Vale, maldita sea, tenía razón. Pero no tenía que estar acosándome en el maldito ascensor por eso. Aunque, en el fondo, me encantara…

Evité su mirada. Seguro que tenía las mejillas coloradas como tomates, porque me ardían.

Él se inclinó más, buscando mis ojos.

—Esme, ¿tienes miedo?—me preguntó de pronto.

Lo miré directamente a esos malditos ojos azules tan hermosos que tenía.

—No—respondí, con la voz más firme que antes. Al menos, no tenía miedo de él

—Bien, porque no quiero que me tengas miedo—me acarició la mejilla. No entendía qué diablos le pasaba por la cabeza, pero me estaba volviendo loca—. Jamás te haría daño, Essie—. Bueno, eso era un alivio. Pero espera, ¿Essie? ¿Ahora tengo un apodo? —Solo me gustaría que admitieras que te gusto, que me deseas.

Así que solo era eso. No pretendía besarme ni follarme, no era lo bastante buena para eso. Yo no era nada para él. Sólo otra embobada más que babeaba viendo su cuerpo. Me pateé mentalmente por ser tan ilusa. Sólo quería que admitiera que él era el cabronazo que tiene en el bolsillo a prácticamente todas las chicas de su clase, y otras también fuera de ella. Debí haberlo sabido. Era un maldito engreído gilipollas. Bueno, ¿qué esperabas, Essie?

No me pude contener.

—Que te follen—le espeté.

Carlisle se alejó de mí un poco y me miró sorprendido. Estaba claro que no se esperaba esa salida. Pero se recuperó enseguida.

—¿Quieres hacerlo tú?—me preguntó sin ofenderse en absoluto. De hecho, sonreía.

Me quedé de piedra. Ahora me tocaba a mí sorprenderme. El muy cabrón. ¿Quién diablos se creía que era? ¿Creía que todas las chicas y/o mujeres querían follárselo o qué? Vale, muchas querían, y mierda, yo también, pero jamás se lo diría. Y además, ¿por qué me lo decía a mí? Tenía una clase entera de chicas deseando tirárselo. Debía estar cachondeándose de mí. Todos estos años ignorándome y ahora de repente quiere que le folle. ¡Ja! Muy graciosa la bromita. No sé qué me dio, pero le abofeteé a modo de respuesta.

Él se llevó la mano a la mejilla y se la frotó suavemente.

—Buen gancho de derecha, señorita Platt. ¿Debo entenderlo como una negativa o como un aliciente?

No podía creérmelo, volvía a sonreír. El muy cabronazo. No se rendía.

—Eres el mayor gilipollas que he conocido, Carlisle Cullen, y jamás me acostaría contigo, por muy bueno que estés—le espeté enfadada.

—Entonces crees que estoy bueno… Muchas gracias, tú tampoco estás nada mal, debo añadir—me miró de arriba abajo como nunca había hecho antes, sin cortarse un pelo, como si fuera algo que estuviera dispuesto a comerse enterito. Sentí que me ponía roja otra vez de la vergüenza y la furia.

—Si te crees que así vas a conseguir…

—¿Qué me folles? No pierdo nada por intentarlo, ¿no te parece?—esbozó una sonrisa torcida mientras volvía recorrerme el cuerpo de abajo a arriba, desnudándome con la mirada… Qué hijo de puta…

—¿Por qué coño quieres que yo te folle?—la verdad es que no lo entendía. Yo no era la tía buena de la clase ni mucho menos. De hecho, era la única que iba siempre sin maquillar y con vaqueros o chándal y deportivas en vez de minifaldas o shorts con medias y tacones. Era la típica empollona sin el menor sexy. ¿Cómo es que ahora se fijaba en mí?

—Huuummm… No lo sé, Essie, ¿por qué las personas quieren follarse las unas a las otras, eh? ¿Tú qué crees? Me gustas y me pones muchísimo, Esme. Eres diferente a las demás, tienes algo que me atrae como un imán y no sabes cuánto quiero besarte. Sé que yo también te gusto, por más que lo quieras esconder. Y ya no me puedo contener.

Y sin otra palabra se abalanzó sobre mí, me estrechó entre sus brazos y presionó sus labios contra los míos con pasión y con urgencia. Me pilló desprevenida y me dejó sin respiración. Abrí la boca para tratar de conseguir más aire, y eso fue un error, porque aprovechó para meterme la lengua hasta el fondo.

Intenté resistirme (¡venga, no podía ser otra que caía en sus redes!), pero no pude. Yo también le deseaba, maldita sea. Así que decidí disfrutar de ese sueño largamente anhelado (cosa que jamás le admitiría) y besarlo también, tal y como había visto en tantas películas y leído en tantos libros.

Exploró mi boca y saboreó cada parte de ella como quiso. Así que pensé que yo podía hacer lo mismo y exploré su boca también, mezclando nuestras lenguas y nuestra saliva como en una coctelera. Sabía delicioso…

Cuando tuvimos que separarnos para respirar (creo que si no podríamos habernos tirado así toda la eternidad) él me miró con una sonrisa traviesa.

—Vaya, esto no me lo esperaba de ti, Essie. ¿Dónde aprendiste a besar así?

—Viendo la tele, películas y eso... Y leyendo.

Me miró admirado.

—¿Nunca habías besado a nadie antes?

—No—admití con orgullo. Estaba claro que estaba impresionado. La verdad es que para ser mi primer beso no estaba nada mal. Claro que había practicado muuuucho en mis sueños…

—Vaya, Es, eres mucho, mucho mejor de lo que me imaginaba…

Claro, porque eres un idiota machista… y yo una imbécil que no puede evitar dejarse atrapar…

Se acercó peligrosamente a mi cuello, pero le paré poniéndole la mano en el pecho y tuvo la decencia de pararse. Quizás no fuera tan cabrón como pensaba…

—¿Y tú? ¿A cuántas chicas has besado?—le pregunté. Si él podía interrogar, yo también.

Me dedicó una sonrisa culpable.

—A cuatro o cinco, Esme. Pero te juro por lo que tú quieras que jure que a ninguna le metí la lengua tanto como a ti. Por cierto, ¿te ha gustado?—me preguntó con interés.

—Sí—admití con una sonrisa torcida. Ah, para qué negarlo…

—A mí también. Ha sido el mejor de toda mi vida.

Se inclinó, me apartó el pelo y besó y lamió mi cuello, mandando una descarga tremenda a todas mis terminaciones nerviosas. Me mordí el labio para contener el gemido que casi se escapa de mi garganta. Dios…

—Carlisle… —jadeé, tratando de controlar mi voz—No quiero perder la virginidad contigo... No me amas, solo quieres follarme… Yo no puedo dejar que me hagas eso… Follarme y luego largarte como si no hubiera pasado nada… Tengo mi dignidad, ¿sabes?

Él se separó a regañadientes de mi cuello y me miró.

—¿Entonces eres virgen?

—Pues claro—dije—. Tengo solo dieciocho. Apuesto a que tú ya no lo eres.

—Vaya. Pues yo sí quiero perder la virginidad contigo, y perderme yo de paso—dijo, inclinándose sobre mí otra vez.

Hostia…

—Espera…—le pedí. Él paró y me miró otra vez—. ¿Me estás diciendo que con la cantidad de tías que te van detrás aún eres virgen?

Y yo que creía que ya se las habría cepillado a todas… Qué mal pensada soy… Pero, venga ya, eso no había quién se lo creyera… Tan lanzado, tan seguro de sí mismo… No podía ser verdad…

Él sonrió—Puedo parecer un promiscuo cabrón, pero solo por fuera. La verdad es que no quiero perder mi virginidad con cualquiera, Esme—me respondió—. No he tenido experiencias directas, no con alguien más, pero me sé muy bien la teoría, y me encantaría ponerla en práctica contigo.

—¿Y has… practicado solo?

Asintió.

—¿Para… controlar la eyaculación y todo eso?

Sonrió. Con una de sus sonrisas especiales, esas que te tiran pa'tras. —Pues sí, Esme. Lo hago desde hace mucho tiempo, y siempre pensaba en ti, en cómo gemirías, cómo gritarías mi nombre, cómo te correrías…

Dios, este tío había visto demasiado porno. Bueno… Yo, ver quizás no tanto, pero leer…

—E imaginaba que mientras más aguantara yo, más disfrutarías y más intensamente te correrías tú, así que…

—¿Y no te importa más tu propio placer?

Yo le miraba incrédula. Aquello era imposible.

Me sonrió otra vez. Con una sonrisa de esas. Menos mal que tenía la pared del ascensor justo detrás de mí. Ay, qué capullo…

—Claro que me importa mi placer, Essie, ¿a quién no? Pero da la casualidad que nada me pone más que imaginarte a ti corriéndote gracias a mí. Es algo que me encantaría ver.

Puse los brazos detrás de mi cuerpo y me pellizqué disimuladamente. ¡Au! No, no estaba soñando. Entonces tenía que estar intentando engañarme. Bueno, buen intento, Cullen. Pero nadie en su sano juicio se tragaría eso.

—¿Tan gilipollas te crees que soy que te crees que me voy a tragar eso?—le espeté. Estaba ya harta de que se riera de mí. ¿A dónde coño quería ir a parar con toda esta gilipollez? Una gilipollez que ojalá fuera real, pero no lo era, así que más gilipollez todavía.

Se me acercó, acorralándome antes de que pudiera zafarme, y me besó otra vez, mordiendo suavemente mis labios para después bajar por mi barbilla hasta mi cuello de nuevo, lamiendo suavemente... Me mordisqueó y no pude evitar que se me escapara un gemido. Mi cuello era muy sensible…

—Óyete—me dijo entre jadeos—. Lo estás deseando…

Bajó hasta mi entrepierna y acercó su cara a mí.

Me sobresalté. No iría a…

—Santo Dios, Cullen, ¿pero qué coño haces?

—Olerte. Y hueles a puro deseo, Esme. ¿No has notado lo húmeda que estás?

Dios, era verdad. Tenía las braguitas empapadas. Santo Dios, este tío me enloquecía.

Él subió otra vez, me levantó la camiseta y besó mi ombligo. Me sobresalté y contuve un gemido.

—Creo que estamos hechos para unirnos en uno, amor—susurró contra mi piel y yo no pude más que gemir a modo de respuesta, preguntándome si esa frase sería suya o la habría leído o escuchado por ahí... ¿Entonces ahora yo era su amor? Anda ya…

—Te juro que pararé si me dices que algo no te gusta o te hago daño, Essie… Pero hasta ahora no me has dado muestras de ello, así que…

—¿Y qué pasa si me quedo embarazada?—jadeé.

Me miró serio.

—Me haría cargo de mi hijo o hija como fuera.

Vaya, eso sí que no me lo esperaba… Increíble. Los mujeriegos no suelen ser así...

—Pero no te quedarás, porque tengo esto…—añadió.

Sacó un preservativo del bolsillo trasero de sus pantalones y me lo enseño.

Lo miré acusadoramente.

—¿Tenías esto planeado?

Me miró con una sonrisa torcida.

—Llevo tiempo buscando una oportunidad así, sí.

—¿También has atascado el ascensor?

—Eeeh... No, eso ya ha sido suerte. Vamos a tener que quedarnos aquí un buen rato. Es verano, y esto está prácticamente vacío. Así que, ¿por qué no aprovecharlo?—ronroneó con su voz más seductora.

Se lanzó otra vez a atacar mi súper sensible cuello, besándolo, chupándolo y mordisqueándolo como si fuera el manjar más delicioso jamás probado y yo, sintiendo descargas eléctricas tremendas por todo mi cuerpo, me aferré a sus brazos musculosos de jugador de béisbol para no caerme. Tenía las piernas de mantequilla derretida, aunque me esforzaba por no olvidarlo todo del todo, por no perder la cabeza. Me cogió la camiseta de nuevo por los bordes y la levantó un poco, pero esta vez deslizó su mano por dentro de mis pantalones.

—Carlisle…— repetí, jadeando de nuevo. Dios, qué difícil era esto. —No…

—¿Por qué no?—me jadeó al oído.

—Yo…—suspiré—. Yo quería perder mi virginidad con mi marido o con mi novio, con alguien que me quisiera…

—Vaya…—me susurró—. Una chica tradicional… No te preocupes, mi Esme, considérame tu novio a partir de ahora.

—¿Ah, sí? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Hasta que me hayas follado bien?

Me miró, repentinamente serio.

—No, Esme. Tanto tiempo como ambos creamos oportuno.

Coño, qué bien habla. Qué seriedad. Me hace sentir como una malhablada. Pero yo necesitaba saber más.

—¿Y te casarías conmigo si me quedara embarazada?

—¿Quieres casarte conmigo, Esme?

Santa María Madre de Dios. ¿De verdad…? ¿De verdad el tío más bueno del instituto y seguramente de la universidad a la que fuera el año que viene, me acababa de pedir en matrimonio?

Lo miré a esos ojos azules hipnotizadores, que me miraban, serios. Lo decía en serio. Dios, si no lo supiera diría que está drogado, o borracho, o controlado mentalmente, pero no…

—Sí quiero.

Me miró algo incrédulo.

—No es coña, Esme, que lo sepas.

—Lo mío tampoco. Sí quiero.

—Bien, pues entonces, prometida mía…— Me sonrío como para tirar de espaldas— No puedes poner más objeciones.

Se inclinó y me besó en la boca, ahh, otra vez, antes de bajar a mi cuello, ahhh, otra vez…

—Adoro tu cuello, nena… No pararé hasta que no quede un centímetro de él sin besar… No, maldita sea, no, a quién quiero engañar, tampoco pararé entonces…

Ay, Dios, qué bien habla… Le encanta mi cuello… ¿Qué haría cuando descubriera el resto de mi cuerpo?

Mientras cubría mi mandíbula y mi cuello de besos deslizó su mano dentro de mis pantalones otra vez. Eran de goma elástica, ni siquiera tenía que desabrocharlos… Acarició la suave tela de algodón de mis braguitas, justo encima de mi vello púbico… Cada vez más cerca de mis labios mayores… Gemí cuando colocó su mano justo encima de ellos, en mi entrepierna, al mismo tiempo que me besaba el cuello, suavemente pero con urgencia. Oh, Dios…

Deslizó su mano por debajo de mis braguitas… Separó los labios mayores… Casi me rozaba el clítoris…

Pero entonces retiró la mano y la sacó de mis pantalones.

Gemí de frustración sin poderlo evitar.

—Shhh, Essie… Mi libro de instrucciones dice que la estimulación genital es mejor reservarla para más tarde…

—¿Ah, sí? ¿El Kamasutra dice eso? No me lo he leído entero…

Rio entre dientes.

—No, Essie, lo dice otro libro muy bueno que tengo yo, un libro especializado en sexo. Y no, no es Cincuenta Sombras de Grey. Te diré que sus métodos castigadores y controladores no me atraen mucho, aunque lo de la corbata no está mal… Pero yo suelo ser más bien tierno, Essie… Espero no decepcionarte…

¿Decepcionarme? Él estaba más bueno que cualquier Christian Grey, mierda. Ahora mismo podría hacerme prácticamente lo que quisiera. He dicho "prácticamente". Pegarme no.

—De todos modos, no creo que esperaras azotes—continuó—. No me gusta pegar a las mujeres, ni siquiera jugando. Ya hay demasiados tipos a los que sí les gusta. Para mí tu cuerpo es un templo digno de veneración y respeto, y a lo que se venera y respeta no se le golpea, ¿no crees?

Ay, cómo habla, el tío… Me encanta todo lo que me dice, joder, a quién no…

—Ya, no, no quiero azotes de ningún tipo… Me pondría a gritar, te aviso.

Me besó, riendo entre dientes.

—Bueno, quiero que grites, pero no de dolor…

Me subió, otra vez, la camiseta hasta por encima del pecho, dejando mi sujetador al aire. Me miró un momento el escote. Cerré los ojos, con algo de vergüenza.

—Ess...—me llamó, tocándome la barbilla—. Mírame, por favor.

Abrí los ojos y lo miré de reojo, con la respiración acelerada. Entonces se acercó y me besó el escote, cubriéndolo de besitos cortos y dulces.

Gemí otra vez.

—No se te ocurra avergonzarte de tu cuerpo, Essie. Es lo más hermoso que he visto nunca. Te he observado muchas veces en la piscina del instituto… Creo que un bikini te sentaría mejor que ese bañador tan soso que llevas… Aunque admito que me alegra muchísimo ser el primero que ve tu escote…

Ay, qué capullo… Yo también lo observaba a él en la piscina... Y ahora estaba ahí, tan cerca, haciéndome todo eso… Oh, Señor… Gracias…

Deslizó sus manos por mi espalda y me desabrochó el sujetador. A tientas. Él solo. Este tío no dejaba de sorprenderme.

—Creía que a los tíos se os daba fatal desabrochar sujetadores.

Sonrió otra vez.

—He practicado con los de mi madre.

Me reí. Él sonrió.

—¿En serio?

—Sí.

—¿Y ella lo sabe?

—No. No creo que necesite saberlo.

Iba a añadir algo, pero solo pude soltar un gemido cuando me cogió los pechos, uno con cada mano. Le cabían perfectamente en ellas. Me los masajeó despacio, cariñosamente, y yo solo podía arañar la pared del ascensor. Pasó los pulgares por mis pezones, que se endurecieron todavía más de lo que ya estaban. Él sonrió.

—Son preciosos tus senos, Esme. Parecen hechos para mí. Y ellos ya me quieren mucho… Me están pidiendo que los chupe. Y no voy a decepcionarles…

Antes de que yo pudiera siquiera parpadear ya estaba chupando mi pezón izquierdo, lamiéndolo en círculos, desde el borde de la aureola al centro y luego succionando, como si quisiera sacar leche.

Solté gritos ahogados mezclados con gemidos. Dios, era maravilloso…

Se comió mis senos, literalmente, primero uno y luego el otro, y yo ya estaba tan cachonda que casi me corro allí mismo. Pero entonces paró y subió a mi cuello otra vez.

—Espero que te haya gustado, Essie…

Gustarme… Dios, gustarme… Por favor, quiero más…

Esto último se me escapó por la boca y él me miró con los ojos brillantes de pasión y lujuria. Rio suavemente y me besó con urgencia.

—Me alegro, Ess… Pero no seas egoísta, yo también quiero… ¿Harías tú lo mismo por mí?

Sonreí con picardía y le levanté la camiseta para quitársela. Dios, había soñado tanto con eso… Miré su pecho cincelado, tan blanco, tan hermoso, tan cerca… Sería mío. Le cogí y le apoyé contra la pared, agarrándole las muñecas, y me dispuse a atacar sus tetillas. Él cerró los ojos y me dejó explorar… Quería hacerlo tan bien como lo había hecho él… No, mejor, mucho mejor… Yo también había visto películas y leído libros… Y fanfics… Le chupé primero una tetilla y luego la otra, lamiendo y succionando como él había hecho conmigo, cubriendo de besos y lamidas el espacio entre ellas. Él alternaba gritos ahogados y gemidos, tal y como había hecho yo. El bulto que ya había en sus pantalones creció aún más, alcanzando un tamaño alarmante… Dios, qué bulto

Jadeé.

—Quiero chupártela—le susurré en el cuello, poniéndome de puntillas. No sé adónde había ido a parar la vergüenza y la timidez, pero no quería que volvieran. No iban a impedirme realizar mi sueño…

Me miró encantado.

—Vaya, nena, si ese es tu deseo… No puedo negártelo—dijo con una gran sonrisa torcida. Se iba a enterar—. Pero todavía no, Ess.

Gemí de frustración y descontento como una niña pequeña a la que le niegan un delicioso postre.

—¿Por qué no?

—Porque…—susurró, enterrando las manos en mi pelo y luego bajándolas, acariciando mi cuello. Me quitó del todo la camiseta y el sujetador y luego bajó las manos hasta mi cintura— quiero correrme dentro de ti, Esme. Y los hombres suelen aguantar menos que las mujeres, así que creo que seré yo el que pruebe tus flujos primero. Luego podrás hacer lo mismo conmigo… Y cuando esté a puntito de correrme, me sueltas y te penetro hasta el fondo… ¿Qué te parece el plan, mi Essie?

Me apretó contra su pecho de mármol, mis duros pezones aplastados contra su piel… Dios, qué bien me sentía… Pero el plan…

—¿Nos dará tiempo?

Me mordió el lóbulo de la oreja. Jadeé.

—Si nos damos prisa, sí… No creo que vengan a reparar este trasto hasta esta tarde, por lo menos. Es verano, Essie… Es mediodía. El edificio está prácticamente vacío… Y antes no he pulsado el botón de alarma. Nadie sabe que estamos atrapados aún.

Rio entre dientes.

Lo miré con reproche.

—Eres un cabronazo.

—Para pasar un rato como este contigo, seré lo que haga falta, Ess.

—¿Ah, sí?—Ronroneé, con una sonrisa traviesa—. ¿Y cómo sabe que no le haré sufrir de algún modo, señor C.—acosador—Grey?

Rio entre dientes.

—Me parece incapaz de hacer sufrir a nadie, señorita E. Anne Steele.

Yo también reí.

—Veremos si opina lo mismo después de mi mamada.

—Estoy impaciente… Pero primero… Túmbate, Ess, por favor…

Cogió nuestras camisetas e hizo un cojín improvisado con ellas para que yo apoyara la cabeza. Por suerte el ascensor de nuestro bloque es bastante grande, y pude tumbarme sin estar incómoda.

—Espero que te guste—me susurró al oído.

Me besó otra vez, mordiéndome el labio, luego bajó por mi barbilla, mi mandíbula, mi cuello, mi clavícula, mi pecho, dio un par de chupeteos a mis pezones (Aahhh), besó mi vientre, hasta llegar al borde de mis pantalones de chándal… Me los bajó despacito, despacito… Le gustaba torturarme un poco con esa maldita lentitud… Ay… Me desabrochó una zapatilla y sacó una de las perneras del pantalón. Luego hizo lo mismo con mis braguitas, dejando mi intimidad al aire. Por alguna razón, ya no me daba vergüenza eso. Me había chupado las tetas y me había encantado. Cuando me chupara el clítoris… Dios, iba a morir de placer. Notaba mi entrepierna empapada de deseo.

—Permíteme que te diga que tienes un coñito precioso, Essie. Triunfarías como actriz porno, pero te quiero solo para mí…

Yo me ruboricé, pero no pude evitar reír ante su comentario. El muy capullo atrevido—pervertido. Ooh… Suspiré cuando puso su mano en mi pubis y bajó lentamente hacia mi clítoris.

—Aaah, estás tan mojada para mí, nena… Tan mojada… Me encanta.

Me acarició el clítoris con suaves movimientos circulares antes de introducirme un dedo. Gemí mientras él me follaba con la mano, añadiendo poco a poco un dedo y después otro hasta que tuve tres dedos dentro de mí, embistiéndome deliciosamente mientras me chupaba los pechos en sincronía. Yo estaba desmadejada, respirando cada vez más rápido, jadeando, gimiendo y soltando gritos a intervalos regulares. Me mordió un pezón al mismo tiempo que embestía los tres dedos con fuerza y casi me corro allí mismo sin poderlo evitar. Bajó hasta mi entrepierna dejando un rastro de besos húmedos y exquisitos y rodeó mi clítoris con sus labios, lamiendo chupando y succionando fuerte mientras me embestía con sus dedos hasta que no pude me más y me corrí estallando en un orgasmo devastador que me dejó temblando.

Suspirando y jadeando sin parar, me aferré a él. Me sujetó y me besó en la frente, apretándose contra mí. Dios, tenía el miembro durísimo, lo sentía contra mi muslo.

—Creo que eso te ha gustado, Es.

Solté una risa ahogada.

—Dime, ¿te duchaste antes de salir, Essie?

Noté que me ponía roja de vergüenza. ¿A dónde coño quería ir a parar con esa pregunta?

—Sí—respondí, nerviosa, mientras él se observaba los dedos que había tenido dentro de mí.

Sonrió.

—¿Quieres probarte? Te aseguro que sabes deliciosa.

Me enseñó los tres dedos, mojados con mis fluidos.

Vaya. Aquello me daba algo de cosa, la verdad. Pero oh, qué demonios, él ya lo había hecho y yo estaba limpia…

Le cogí la mano y me llevé sus dedos a la boca. Estaban salados y eran tan largos y suaves… Los chupé uno por uno, de arriba abajo y vi como él cerraba los ojos de placer.

—¿Te gusta, Es?

—Sí. Sabe bien.

Me besó otra vez, saboreándome bien.

—Sabes mejor que bien, Ess. Eres lo más delicioso que he probado nunca… Te comería enterita…

Señor. ¿Cómo podía este tío enloquecerme tanto? Si al menos no pareciera un maldito dios griego… El típico tío bueno de ensueño, vaya. Qué original soy. Pero qué le voy a hacer… Me gusta el típico tío bueno rubio de ojos azules. Bueno, me gusta este típico tío bueno rubio de ojos azules.

Y me gustaba más aún que él, Carlisle Cullen, me deseara. Muy bien. Pues iba a hacer que me deseara y necesitara como no había deseado ni necesitado jamás a ninguna de esas malditas fulanas pijas de nuestra clase. Se iba a enterar. Lo iba a tener a mis pies suplicándome que me lo follara una y otra vez…

—Me toca, Carl. Ponte en posición…

—Pero despacito, Essie…

—No tengas miedo, no te voy a morder… a no ser que me lo supliques—reí, juguetona, y empecé a desabrochar sus pantalones, lentamente, despacito…

—Esme… Por favor, no me tortures… Esa lentitud me mata…

Le desabroché el botón…

—Tú has hecho lo mismo conmigo… Además, he leído que así lo disfrutarás más luego.

Le bajé despacio la cremallera…

—Oh, Esme… Me vas a matar…

Reí.

—No. Solo te voy a follar con la boca.

Qué malhablada soy. Pero las cosas claras.

—Puede que baste para matarme… Hazlo despacio, Essie… Sé que no lo parece, pero de verdad que es la primera vez que me lo hacen… Ah, Dios…

Tuvo que dejar de hablar y ponerse a gemir, porque ya le había bajado los pantalones y agarrado su enorme pene con una mano, a través de los bóxers ajustados (Dios, qué sexys) que llevaba. Lo acaricié suavemente. Carlisle gimió. El bóxer ya estaba húmedo con el líquido preseminal. Ah, qué bien me vienen ahora las clases de biología y sexo del instituto e internet… Deslicé la mano dentro de los bóxers y toqué la suave piel de su miembro tan duro… Era un tacto delicioso. Carlisle gimió otra vez. Dios, cómo me ponía…

Le bajé los bóxers despacito y liberé su pene, que salió de los bóxers como un resorte. Él gimió de nuevo. Me reí y tomé su larga hombría con una mano. La verdad es que era un pene precioso, largo, suave y sonrosado. No es que hubiera visto muchos, pero viendo ese supe que jamás querría otro. Era perfecto. Besé su punta mientras lo acariciaba con ambas manos, de arriba a abajo. La punta estaba deliciosamente húmeda y chupé cada una de las gotitas que iban saliendo, una a una. Él se estremeció. Masajeé su escroto con una mano mientras le sujetaba el miembro con la otra y le pasé la lengua de abajo a arriba, como si lamiera un helado. Ese movimiento se llama "El beso de la mariposa", creo. Fuera lo que fuera, le hizo retorcerse de placer. Seguí lamiendo así toda su longitud antes de rodear el glande con la lengua un par de veces y metérmelo poco a poco en la boca. Noté que su agarre en mi pelo aumentaba y subía las caderas intentando desesperada mente hundirse más en mi boca. No me hice esperar y me lo metí tanto como pude, hasta que tocó el fondo de mi garganta. Comencé a lamer de nuevo, chupar y succionar mientras el no dejaba de gemir.

—Essie… Aaahhh… Es… Ooaahh… Para, para, por favor… Oooohh… Déjame correrme dentro de ti, por favor… Aaaah… Por favor, Esme… Oooohh, no quiero correrme aún, quiero hacerlo dentro de ti, por favor… Aaaaagghh…

Vaya. Podía estar orgullosa. Tenía al tío más bueno de todo el instituto a mis pies suplicándome. Estaba tan mono rogándome… Tuve compasión de él, y yo también quería que se corriera dentro de mí, así que lo liberé con un sonoro 'plop' que me hizo mucha gracia y me puse encima de él para que me penetrara. Lo iba a cabalgar como si fuera un semental… El mejor de todos…

Carlisle se sacó el condón del bolsillo y se lo puso con cuidado.

Le dediqué una sonrisa torcida.

—¿También has practicado eso?

Él me devolvió la sonrisa.

—¿Se nota mucho?

—No parece ser la primera vez que lo haces.

Se rio y me dio un beso antes de ponerse más serio.

—Es… Essie, nena, sabes que te dolerá un poquito, ¿verdad?—susurró.

Miré su miembro, erecto y duro, tan cerca de mi entrepierna… ¿de verdad me iba a caber eso dentro?

—No me importa. Confío en ti. Ya me has metido tres dedos y estoy lo bastante mojada…

De hecho, la humedad ya se me escurría por los muslos…

Él sonrió y me dio un casto beso en los labios.

—Lo haremos despacito hasta que me pidas lo contrario—me susurró al oído.

Entonces me incliné sobre él y dejé que me penetrara, con absoluta lentitud, con mucho cuidado, despacio… Dios, estaba matándome, pero yo también quería ir despacio… Por fin entró completamente en mí y solté un grito ahogado. Estaba tan… tan llena de él… Tan plena…Y no sentía dolor. Debía ser por la humedad.

—Esme… Oh…

—Dime, Carlisle…

—Por favor, muévete… Oh… Necesito que tú también te muevas… Aah… No seas mala…

Sonreí y le besé antes de moverme lentamente hacia arriba. Aaahh… Esto de controlar la penetración era fantástico. Le tenía completamente a mis pies.

—Esme… Oh… Dios… Necesito que te muevas más rápido

Entonces le hice salir de mí enseguida y le introduje dentro de mí de nuevo, de golpe, hasta el fondo, sin lentitud ninguna.

—¡AH!—gritamos al unísono.

Empezamos a movernos en sincronía, él embistiendo, empujándose dentro de mí una y otra vez, cada vez más rápido mientras yo hacía lo propio, como intentando hundirle para siempre dentro de mí.

—Aahh… No pares… Por favor, no pares…—fue lo único que pudimos articular entre gemidos. Sólo podía sentir ese delicioso pene llenándome una y otra vez, sólo podía sentirle a él, embistiéndome, follándome tan deliciosamente… Oooh, Dios, aaah, aaaaggghhh, ¡AAAAAAAGH!

—Ooohh, eso es, Essie… Córrete… Córrete para mí, nena…

— ¡AAAAAAAGHHHH! ¡CARLISLE! ¡AH! ¡CARLISLE!

—Esme… Dios mío… ¡OOOOOOOOHHH! ¡ESME!

Nos cogimos de las manos mientras yo me corría y él me seguía, gritando como dos posesos mientras el orgasmo nos inundaba. Sentí mis fluidos deslizarse sobre su miembro y todo desapareció, solo existíamos él y yo, alcanzando el cielo juntos. Caí sobre su pecho, agotada, y él me rodeó con los brazos. Seguía dentro de mí.

—Joder, Essie… Te adoro.

¿En serio?

—Perdona, ¿qué?

—Que te adoro, preciosa. Eres increíble. Somos increíbles juntos y solo acabamos de empezar. Imagina cómo será en el futuro… Nuestros cuerpos hacen magia el uno con el otro. Tu cuerpo es perfecto para el mío y el mío para el tuyo. Jamás querré otro. Jamás querré a otra. Te… te amo, joder.

Suspiré y le abracé, deseando que eso fuera verdad, porque…

—Yo te amo desde que te conocí, más o menos.

Él esbozó una amplia sonrisa.

—¿En serio?

—Pues sí. Luego me desencanté un poco al ver que no me hacías ni caso y te ibas con las tías buenas del insti, pero siempre tuve una pequeña y absurda esperanza…

—Tú tampoco me hacías caso, así que pensé que yo no te gustaba hasta que te pillé mirándome con deseo… y entonces yo tuve esperanzas también. Joder, Esme… Eres lo mejor que he poseído nunca, ¿sabes? Te quiero.

Sonreí, intentando no reírme—Ya sé que me quieres… que me quieres follar otra vez.

Y ahí no pude evitar reírme a carcajadas. Sí, claro, me amaba. Y yo era la reina Isabel de Inglaterra, no te jode.

Para mi sorpresa, me miró dolido, como si de verdad le apenara que no le creyera.

—Entiendo que no me creas, Esme. Me has visto acompañado de unas y de otras. Y creo que tampoco me creíste cuando te dije que era virgen. Pero es la verdad. Y vale, lo admito, quiero follarte otra vez, o hacerte el amor, como prefieras llamarlo, quiero hacerlo el resto de mi vida, solo a ti. ¿Te casarías conmigo, entonces?

Me habría reído, pero estaba en shock. ¿De verdad hablaba en serio?

—Vale, muy gracioso, Carl. Eres un gran bromista.

Suspiró frustrado.

—¡Hablo en serio, Esme!—exclamó, cogiéndome la cara con las manos para que le mirara.

—Vale—respondí, intentando no reírme—. Cuando me enseñes el anillo de compromiso, me lo creeré. Hasta entonces…

No podía creérmelo, y no iba a hacerlo, no iba a hacerme ilusiones con él. Tal vez no había podido resistirme a follármelo y dejar que me follara, pero no era tan idiota e ilusa como para creerme que me amaba. Simplemente no tenía sentido que me amase… No me conocía lo suficiente, yo no era nada especial, y no podía amarme solo porque le gustara follarme… Para mí que confundía el amor con la lujuria…

O no…

—Esme…—me miró muy serio—. Tú crees que solo quiero follarte. Bueno, no te negaré que me encanta, pero no quiero solo eso de ti. No es lo único que quiero hacer contigo.

¿Ah, no? Lo miré.

—¿Y qué más quieres hacer conmigo?

—Pues… Todo. Todo lo que se nos ocurra. Simplemente… Simplemente me gustaría pasar tiempo contigo. Y… me gusta mirarte. Crees que solo me importa el sexo, pero… Podrías estar mirándote y ser tan feliz como cuando hacemos el amor.

Vaya, se puso rojo al decir eso y bajó la vista.

Le cogí la barbilla y le obligué a mirarme. Me acerqué y le di un beso en los labios. Él me respondió con entusiasmo, feliz. Podía notar su sonrisa a través del beso.

—Me quieres…—susurré entre sus labios—. Me quieres, me quieres…

—Sí, te quiero—. Me respondió él. Le ha costado creerlo, señorita Platt. Es muy testaruda…—Me mordió el lóbulo de la oreja, haciéndome temblar.

—Creo que te encanta mi testarudez…

—Mmmmm… No te negaré que a veces me pone muchísimo…

Los dos reímos y seguimos besándonos, como la pareja de tontos enamorados que somos. Tontos, pero felices. Y cachondos. Y con eso nos sobra.