Capítulo 1: Viaje a Hogwarts

El último rastro de vapor se esfumó en el cielo otoñal cuando el tren tomo una curva. Harry todavía tenía la mano levantada.

Ya verás como todo sale bien murmuró Ginny

Harry la miro, bajó la mano y, distraídamente, se tocó la cicatriz en forma de rayo de la frente.

Sí, ya sé que todo le ira bien.

La cicatriz llevaba diecinueve años sin dolerle. No había nada de qué preocuparse, pero Harry se equivocaba.

El viaje de vuelta a casa de la estación transcurrió en silencio. Hermione se había ido rápido a trabajar, un asunto urgente del ministerio, y Ron había acudido a la tienda de Sortilegios Weasley; con todos los alumnos en Hogwarts casi no vendemos nada, pero ya sabéis George es un negrero; así que Ginny y Harry se dirigían en coche a casa con Hugo, que había quedado a su cuidado, y Lily sentados en la parte de atrás del monovolumen. Ambos chiquillos de entretenían jugando a un videojuego muggle mientras los adultos miraban fijamente la carretera.

—Le irá bien —repitió Harry después de 10 minutos de incómodo silencio—seguramente se comporte mejor que James, así que no nos dará muchos quebraderos de cabeza.

—Portarse mejor que James no es muy difícil. —Suspiró Ginny. —Le he tenido que sacar se su baúl tres cajas de pastillas vomitivas y dos 'plumas deslenguadas'. Mi hermano me va a escuchar, siempre con sus inventos del demonio, como si James no tuviera bastante peligro él solito sin tener que añadir sus estúpidos trastos.

Harry río.

—Son solo travesuras de chiquillos

—A veces sus bromas son demasiado pesadas, y tú lo sabes. Este verano hizo creer a Lucy que sí que tenía poderes mágicos, el chasco de la niña cuando se enteró de que todo era una triquiñuela de James fue monumental. Se paso casi una semana sin querer salir de su habitación.

—Eso es porque no se dio cuenta de lo delicado que es para Lucy ser una squib. Es muy pequeño para entender la gravedad de según qué cosas…

—Ya no es un bebé. Tiene 13 años, una edad más que de sobra para saber que sus actos tienen consecuencias.

—Creo que te tomas sus imbecilidades demasiado a pecho no…

Harry no siguió hablando, la mirada cortante de Ginny le hizo enmudecer.

—¿Y bueno a qué quieres que dediquemos el día libre? —preguntó Ginny conciliadora para cambiar de tema. No le gustaba discutir con Harry delante de sus hijos, y menos delante de Hugo.

—Podemos dedicar la mañana a lo que quieras, pero me temo que por la tarde me tengo que ir a la academia de aurores, me han rogado que dé la charla inaugural. Ya sabes que ellos también empiezan las clases hoy, y como jefe del departamento de aurores me gusta 'echar un vistazo' a las nuevas incorporaciones.

—¡Que bien! —dijo Ginny haciendo un esfuerzo para no sonar irónica.

—Otro día hacemos una escapada romántica — Harry le guiño un ojo a Ginny y esta trato de esbozar una sonrisa, pero en sus ojos se reflejó una gran decepción, algo que Harry, que volvió la vista a la carretera, no pudo, o no quiso apreciar.

0-0

El tren estaba abarrotado de colegiales que gritaban. Algunos iban vestidos con ropa muggle, otros se habían dado prisa en cambiarse y ponerse sus túnicas y había quien incluso había ido a la estación con la capa puesta, desoyendo los consejos del Ministerio de magia, pero si en algo coincidían los niños era en su parloteo. Chicos y chicas de los 11 a los 17 años contaban emocionados su verano a todo ser viviente que quisiera escucharlos.

Rose y Albus estaban apretujados en un compartimento con James, Fred y otros alumnos del tercer curso. Las cabezas de varios muchachos de 13 años rodeaban a James, que enseñaba a sus amigos un nuevo producto de sortilegios Weasley. Su tío le solía regalar sus nuevos inventos para que hiciera publicidad en el colegio.

Tras su demostración James reparó en su hermano y en Rose que lo miraban tímidamente sentados en una esquina del vagón. Esta última con una mueca de reprobación, seguramente había oído la discusión entre Ron y Hermione en la que su tía le decía a su marido que no era bueno incitar a James a hacer travesuras y que era mejor no regalarle productos de Sortilegio Weasley. Por supuesto Ron no le había hecho caso a su mujer y le había pasado a James una cajita como si de droga se tratase.

—¿Qué hacéis vosotros aquí? —preguntó James en voz muy alta

—Ir a Hogwarts, genio —respondió Rose

—Este es un compartimento para alumnos de tercero, no para bebés de primero, así que ya os estáis largando.

—Pero el tren está lleno —protestó Albus

—Lo hago por vuestro bien, para que conozcáis a vuestros futuros compañeros y amigos —dictaminó le mayor de los Potter dándole un empellón a James.

—¡Vamos! ¡Tu hermano es insoportable! —Rose agarró a Albus de la camisa y lo arrastró hasta el pasillo del tren —Seguro que encontramos un compartimento donde seamos mejor recibidos.

Pero decirlo fue más fácil que hacerlo. El ferrocarril iba realmente lleno y casi todos los compartimentos estaban ocupados por alumnos mayores. Rose diviso a su prima Victorie en uno de ellos, pero estaba acompañada de dos prefectas y no se atrevió a entrar. Casi al final del tren encontraron a los alumnos de primero, que identificaron por su capa con la insignia de Hogwarts en vez de sus respectivas casas, pero el vagón iba tan abarrotado que ni se plantearon viajar en él. Parecía que todos los alumnos de primer curso habían decidido refugiarse allí.

Al final del tren por fin encontraron asientos libres. En un compartimento viajaba solo un niño rubio y espigado, también de primero.

—Pues ala, por fin hemos encontrado sitio —sentenció Rose agarrando la manilla de la puerta

—¡Espera! —la paró Albus apartando la mano de su prima de un manotazo. —¿No sabes quién es ese? —el pequeño bajó el tono — Es Scorpius Malfoy.

—Por mi como si es Merlín en persona. Estoy harta de estar en el pasillo, quiero sentarme. —Se encogió de hombros Rose.

Los dos entraron en el vagón y se acomodaron frente a Scorpius.

Los tres chiquillos se saludaron con un tímido hola.

—Sentimos interrumpir, pero es que estaba todo lleno —se disculpó Albus incómodo después de dos minutos de tenso silencio.

—No os preocupéis, no interrumpís nada. —Scorpius esbozó una pequeña sonrisa y se puso a contemplar el paisaje.

—Tienes suerte de tener tanto sitio, en el tren no cabe un alfiler más —volvió a la carga Rose, tratando de romper el hielo.

—Sí claro, suerte —la voz de Scorpius sonó realmente compungida.

Albus lo miró fijamente y comenzó a atar cabos.

—¿Nadie quiere sentarse contigo?

—Eso parece ¿no? —La voz de Scorpius ya no era triste si no que ahora perecía estar llena de resentimiento. —Pensé que en Hogwarts sería distinto, pero por lo que veo sigo siendo un apestado.

—¿Pero por qué? —Rose se introdujo en la conversación.

—¿Cómo que por qué? ¿Sois hijos de muggles? Pues ya os lo adelantó para que podáis salir huyendo. Soy Scorpius Malfoy, hijo y nieto de mortífagos, y por si esto fuera poco algunos críos estúpidos piensan que soy hijo de Voldemort, o incluso que nací de una poción que él hizo…

Al ver la cara de asombro que ponían Rose y Albus añadió.

—Para que lo sepáis Voldemort era un mago oscuro que mató a muchos magos en Inglaterra y…

—Sabemos quién es Voldemort —cortó tajante la explicación Rose — somos Albus Potter y Rose Weasley— añadió señalando primero a su primo y luego a ella misma.

La cara de Scorpius se puso blanca y el chiquillo volvió a mirar por la ventanilla, sumido en un profundo silencio.

—No puedes ser hijo de Voldemort —dictaminó tras unos segundos de reflexión Albus—murió mucho antes de que tu nacieras.

Scorpius asintió con la cabeza, pero no apartó la vista del paisaje.

0-0

Victorie Weasley tenía sentimientos encontrados. Por un lado, se alegraba de reencontrarse con sus amigas, aunque bien era cierto que las había visto varias veces ese verano gracias a la desaparición; sin embargo, por otro lado, sentía separarse de Teddy. Ese verano su relación se había afianzado, pero era posible que un curso entero separados echara a perder lo suyo. Los dos se habían prometido amor eterno, pero Teddy iba a conocer a gente nueva en la academia de aurores … No era que no confiara en él, pero en un año podían pasar tantas cosas.

Victorie suspiró, tenía coas más importantes en las que pensar, ya se preocuparía de los problemas con Teddy cuando surgieran. Su padre siempre le decía que no valía la pena estresarse antes de tiempo, pero en eso su madre y ella eran expertas. A pesar de eso en su cabeza se agolpaban una lista entera de preocupaciones, que revoloteaban con sus alas grandes y su zumbido ensordecedor impidiéndola pensar en otra cosa:

Teddy, Teddy y Teddy. ¿Se habría convertido en una imbécil enamorada que no podía pensar en otra cosa?

Su hermano Dominique. ¿Lo aceptaría todo el mundo, o lo mirarían como un bicho raro? Al fin y al cabo, a su propia madre le había costado hacerse a la idea.

Su otro hermano Louis. Era un caso perdido y solo creaba problemas a su familia. ¿Conseguiría este año ser expulsado de Hogwarts?

Hugo. Ese chiquillo entrometido la había visto con Teddy en los baños. Si le contaba a la tía Hermione lo que había visto recibiría una lechuza de su madre en menos de lo que tarda en matarte un basilisco, y otra de su tía, por supuesto. Su tía Hermione podía ser muy discreta cuando quería, pero también podía ser una perfecta alcahueta.

Los exámenes. Con tantas cosas en la cabeza tenía miedo de descuidar sus estudios, y ese año tenía que examinarse de los EXTASIS. Todavía no tenía claro a que se quería dedicar, pero no quería cerrarse puertas por no haber realizado un buen curso.

—¿Te pasa algo? —preguntó Carolina, sacando a Victorie de su ensimismamiento.

—No. —Victorie negó la cabeza negativamente y luego sonrió melancólicamente — Solo pensaba que es nuestro último curso en Hogwarts y tengo miedo no aprovecharlo como se merece.

—Va a ser un curso apoteósico. Te lo prometo.

Carolina sonrió misteriosamente.

—¿Hay algo que tú sepas que yo no?

—Confía en mí —sentenció Carolina alzando mucho las cejas.