El día martes, Mikasa regresó al edificio contando cinco para las once. Arrastrando los pies y con la mirada gacha, ignoró al señor Milles cuando este se detuvo a mitad del pasillo para anunciarle algo. No estaba de ánimos para una reprimenda.
Gracias a las horas extras, pudo recolectar más de la mitad del dinero del alquiler y con ello poco a poco quitándose un peso de encima. Al entrar a su apartamento, se dispuso a colocar los víveres que alcanzó a comprar dentro del refrigerador, para así poder (por fin) comer algo hecho por ella misma y no fideos instantáneos o sobras del restaurante.
Mikasa amaba cocinar. Decidió estudiar gastronomía para cumplir su más grande sueño, tener su propio restaurante. Desde que era una niña, su madre le estuvo enseñando las artes culinarias incluyendo las de su país natal.
La pequeña Mikasa un día tuvo una idea; combinó una receta oriental con una local, obteniendo elogios de sus padres y de uno que otro vecino cercano. Con el paso del tiempo, practicó, así mejorando su habilidad. Tener un restaurante de comida mixta oriental/nacional era su más grande meta.
Cuando terminó de acomodar los víveres, se dio una corta ducha. Al salir, tomó su billetera sacando un pequeño fajo de billetes y lo dividió; una mitad la colocó en un sobre donde juntaba el dinero del alquiler y la otra en su cofre de ahorros etiquetado como "Restaurante".
(***)
Al día siguiente, luego de terminar sus clases y pasar un rato con Sasha, fue a trabajar. La cafetería donde laboraba estaba ubicada en el centro de la zona juvenil. Era reconocida por jóvenes empleados y estudiantes como el "El mejor lugar para trabajar, estudiar y pasar el rato" . Mikasa se detuvo y recordó que los primeros exámenes se aproximaban cada vez más, bufó en voz baja, esa semana era estresante para ella y la mayoría de sus compañeros de trabajo. Estudiantes a altas horas de la noche con computadoras y/o libros, pidiendo litros de café con grandes ojeras bajo los ojos, no era la forma más divertida de pasar un fin de semana.
El sonido de la puerta abrirse la sacó de sus pensamientos. Rápidamente terminó de atar su larga cabellera y se dirigió a la mesa donde se encontraba el recién llegado.
—Bienvenido, ¿qué le puedo servir? —preguntó, entregando el menú y sacando la pequeña libreta de pedidos de su delantal.
—Me gustaría un americano con un... oh, chica del restaurante.
Mikasa levantó la vista extrañada.
—¡Eres tú de nuevo! —exclamó, sorprendida.
Mikasa desvió su tímida mirada hacia otro lado recordando el incidente de hace dos días.
—Con respecto al pedido —habló luego de unos segundos, evitando que se formara un silencio incómodo—, era un americano con...
—Ah sí, un trozo de tarta.
—¿Algún sabor en específico? Tenemos manzana y limón.
—limón, por favor.
Después de pronunciar un "Espere un momento, por favor" fue a notificar el pedido. Regresó diez minutos después con una bandeja y cuidadosamente posó el café y el postre sobre la mesa.
—Disculpa, yo no pedí esto —comentó el muchacho, señalando un pequeño plato con galletas.
—Eso va por mi cuenta, es una disculpa por el accidente del restaurante.
—¿Tus disculpas incluyen siempre galletas? —cuestionó, extrañado.
—Usualmente suelen ser dulces baratos, pero esta es una excepción, siéntete afortunado —bromeó.
Él lanzó una ligera carcajada.
—Gracias, pero no debías molestarte. Ya te habías disculpado aquellas vez, y dije que no te preocuparas.
Ella intentó convencerlo, pero fue interrumpida por un llamado proveniente de la barra.
—Solo disfrútalas, adiós.
—Pero... —calló al verla alejarse.
Miró el plato junto a su postre, y tímidamente tomó una galleta. Sonrió después de llevarla a su boca, tenían buen sabor.
—Disculpa aceptada —Murmuró, viendo a las personas pasar la calle , atreves de la ventana.
(***)
Cuando Mikasa solía tener tiempo libre entre después de una clase, le gustaba leer. Sus amigas estaban ocupadas, así que decidió pasar por la biblioteca antes de que empezara su turno en la cafetería.
Con un susurro, saludó amablemente al bibliotecario y se dirigió a los estantes. Observó la sección de clásicos literarios y decidió retomar un libro que hace mucho había dejado. Cuando sacó el libro de su lugar, alguien del otro hizo, lo mismo. Ambos se asombraron al verse.
Ella le hizo un ademán que la esperara afuera, luego de salir de su sorpresa.
Ya en la salida y su libro con fecha de devolución, Mikasa habló.
—No puedo creer esto.
—Yo también estoy sorprendido. Incluso me siento asustado, no estoy seguro si es destino o coincidencia.
—Dejémoslo en coincidencia, destino es...
—Es demasiado —concluyó.
—Sí.
Mikasa lo detalló rápidamente durante unos segundos. No era muy alto (ella debía ser por lo menos unos centímetros más alta) mas ese detalle no lo hacía menos atractivo. Tenía unos ojos hermosos y su cuerpo demostraba que pasaba buenas horas en el gimnasio.
—Estudias aquí —dijo al notar que llevaba la chaqueta de la universidad—,supongo que no eres un acosador
—¿Tengo la apariencia de uno, Mikasa?
No. El aura de aquel joven era cálida e irradiaba timidez, no lucía como una mala persona.
—No creo que lo seas, pero empezaré a hacerlo si no me dices como sabes mi nombre.
Él sonrió al ver la alarma en su rostro.
—Creo que muchas personas saben tu nombre ahora. Tu compañero grita muy fuerte.
Mikasa rezongó al recordar a su compañero. Billy era de las personas más ruidosas y escandalosas que trabajaba en la cafetería.
—Pero para que esto sea justo —Sacó de su billetera lo que parecía ser su carnet estudiantil y se lo extendió—Mira.
Su nombre era Liam Ackerman.
Después de entregarle su carnet y reír un poco al ver su foto (el flash de la cámara se reflejaba en sus lentes), ambos se dirigieron a las bancas que se ubicaban en el patio del campus. Hablaron de sus carreras, gustos, sobre los libros que habían prestado e incluso de sus apellidos.
—Así que Ackerman, curioso que también compartamos apellido, ¿de dónde proviene el tuyo?
—Alemania. Mi papá es alemán.
—Interesante.
—¿Qué hay de ti?
—Francia.
Liam tenía veinticuatro años, vivía con su madre (aunque mencionó que se mudaría cuando finalizara la carrera) y que tenía un hermano. Estaba en sus últimos semestres de derecho, contó que planeaba trabajar en el Buffet de abogados de su tío materno en la ciudad vecina cuando se graduase. Mikasa le contó por qué llegó a la ciudad, su familia y su más grande sueño. Se sintió cómoda hablando con él, era un buen chico.
La alarma de su celular la interrumpió indicando que era hora de ir al trabajo, ambos se despidieron y se fueron por distintos caminos.
—¿Qué tal me fue? —preguntó, ansiosa.
—Ocho punto cinco de diez.
Mikasa dejó caer su cuerpo al sofá resignada.
—¿Por qué no llegue al diez?
—El sabor y la textura está bien, pero aún me falta algo —el hombre sonrió al ver como los labios de la chica formaban un puchero inconscientemente— paciencia, Mikasa.
Cada viernes en la noche, posterior a que todo el personal se fuera, Mikasa preparaba platillos para que su jefe, el señor Furukawa, la evaluara. El hombre asiático veía en ella un gran potencial, así que le ofreció ser su tutor. Si ella lograba sacar un diez en alguna de sus recetas, él colocaría su platillo en el menú y la recomendaría a un chef de su confianza. Lamentablemente, Mikasa aún no lo había logrado.
El ser aprendiz de un chef y llegar a ser chef segunda era su meta a corto plazo para luego ir superándose y llegar a ser chef en un restaurante propio. Suspiró al notar que todavía tenía un largo camino que recorrer.
(***)
Dato curioso: Liam mide 1.62cm y Mikasa 1.70
Aquí el capítulo 2, espero les haya gustado.
El capitulo siguiente será un poco más emocionante así que por favor anticípenlo.
Actualizare todos los fines de semana (ya sea sábado o domingo) esto porque ya empecé clases virtuales y algunas las tengo en la mañana y otras en la tarde así que no tengo mucho tiempo.
Bueno, eso es todo
Nos leemos en la próxima actualización
Las quiere
Val