El joven de pelo negro contemplaba las brillantes estrellas, que le bañaban con sus luces distantes. Sus ojos eran como los de una marioneta; vacíos y sin vida, su espalda se encontraba recostada sobre el frío tejado.

Permaneció allí durante mucho tiempo, sin importarle el implacable frío invernal que le helaba hasta los huesos.

'Fui tan tonto, ¿Por qué no pude haberme dado cuenta?'

Estaba sólo, con sus labios sellados y una muda voz que le acusaba silenciosamente, recordandole su más grande pecado.

Su atormentada conciencia se desplazaba lentamente a un lugar lejano, su entorno se desvanecía ante sus ojos siendo reemplazado por dolorosos recuerdos. Aunque no sabía la razón, la luz de las estrellas le hacía pensar con mayor claridad, le ayudaba a recordar con más precisión.

Y él quería recordar, pues, sus recuerdos eran lo único que le quedaba.

Una eternidad pasó antes que una voz osara perturbar sus melancólicos recuerdos.

"La cena está servida, Ranma." La voz de la ligeramente preocupada Kasumi le informó con un dejo de pesar, como si lamentara tener que entrometerse en su fugaz momento de privacidad.

No sabía si sentirse agradecido o irritado por la interrupción.

"Ya voy." Le dijo antes de caminar por el borde del tejado y entrar por la ventana desde donde le habían llamado.

Con un poco de suerte, la comida serviría para distraerlo un poco...


A veces, él se encontraba cerrando sus ojos, añorando poder dormir para poder verla una vez más aunque fuese en sueños. En sus sueños ella le susurraba palabras de aliento y fortaleza, imbuyendo su espíritu con esperanza. Sus sueños no siempre eran así, a veces ella simplemente se dedicaba a mirarle con sus tristes y cansados ojos como si estuviera lamentando sus acciones.

Era doloroso verla de esa forma.

A pesar de ello, diariamente se forzaba a recordar cada detalle que podía, su aroma, su voz... pues olvidarle sería mil veces peor.

"Te traeré de vuelta..." Pronunció, recordando la promesa que había realizado aquella tormentosa tarde. Fue un simple susurro, desprovisto de la arrogancia que tanto le caracterizaba, a pesar de ello, la convicción que emanaba de él era absoluta.

Era la más importante promesa que él había realizado y tenía pensado cumplirla.

Mentira, estás mintiendo.

La voz que siempre le atormentaba le susurró, provocando su silencio.

Mientras estos pensamientos ocupaban su mente, se podía ver a dos mujeres a lo lejos, observándolo desde la distancia. Una de ellas tenía el cabello corto color castaño, la hermosa joven frunció el ceño en una inusual muestra de preocupación.

"Algo le tiene que estar pasando. Desde que regresó del viaje su actitud es demasiado extraña, ¿Sabes algo al respecto? " Le preguntó a su compañera.

"No." La otra mujer admitió con amargura, pasando sus manos por su bandolera con frustración.

El hombre subió su mirada, observando las tormentosas nubes que cubrían el cielo. Odiaba la lluvia con toda su alma, eso no había cambiado.

Cuando importaba no hiciste nada, ¿de qué vale que ahora te lamentes?

A diferencias de otros días, él no quería recordar.

"Pronto..." Susurró, habiendo tomado una decisión.

Era egoísta de su parte, lo sabía, aún así no había remedio.

Tenía que recuperar lo que había perdido.


Las luces artificiales humanas titilaban a lo lejos como luciérnagas, siendo opacadas por el lejano esplendor de las estrellas.

'Ahhhhh' Él joven tomó una gran bocanada de aire, como había extrañado el aire puro de las montañas.

Él se encontraba dentro de un pequeño lago, las frías aguas le envolvían hasta el pecho. Su pecho estaba desnudo, su piel expuesta ante la helada brisa nocturna. El hombre de pelo negro miró hacia la luna que se imponía majestuosa sobre el cielo nocturno, su pálida luz iluminaba su silueta. Sus melancólicos ojos azules se cerraron lentamente en cuanto sus manos se alzaron ligeramente sobre su cintura como si estuviera acunando algo valioso entre sus manos. Y en cierta forma lo estaba; sus preciados y dolorosos recuerdos.

Detrás de sus parpados cerrados podía observarla tan claramente...

Ranma sumergió su cabeza dentro del agua, liberando el peso imaginario en sus manos.

'Estoy seguro que ella amaría este lugar...'

¿A quién crees que engañas?

Él emergió de las ominosas aguas, inhalando con hambrienta avidez.

Abrió los ojos y miró su reflejo en el lago. Su larga cabellera se encontraba suelta, habiendo escapado de los confines de su trenza. Sus ojos le devolvieron la mirada, una tormentosa mirada llena de desprecio, de asco.

Cobarde.


"¡RAAAANMAAAAAA!"

El pelinegro continuó caminando sin levantar la mirada.

"¡Vuelve aquí, cobarde!" El otro chico, que vestía unos pantalones negros y una camisa amarilla corrió en dirección a su amigo, quien continuó caminando como si nada.

Ryoga apretó sus dientes, sintiéndose enojado ante el percibido insulto.

"¡Ven aquí y lucha conmigo, cobarde!" Le gritó sosteniendo el hombro del otro artista marcial.

"¿Qué quieres?"

Ryoga retrocedió inconscientemente ante el tonó de su amigo.

"Quería golpearte un rato por lo que nos hiciste a mi y a Mousse el otro día... Pero ahora que te veo no creo sea necesario." Le dijo con sinceridad, "¿tan mal fue?" Hizo su mejor esfuerzo para sonar despreocupado.

"Peor de lo que piensas, mucho peor..."


"¿A dónde crees que vas, muchacho?"

"A China." Él respondió sin evitar la mirada del hombre al que quería como si fuera parte de su propia familia.

Le dolía tener que abandonar el único lugar que podía llamar hogar, sin embargo, las ganas de encontrarse con ella eran demasiado grandes.

"¿Por cuánto tiempo?" El señor Tendo le preguntó con resignación, sabiendo que no podía hacer nada detenerlo, no cuando reconocía la convicción en esos ojos. Nada que pudiera hacer le convencería de lo contrario.

"No lo sé." Y era verdad, ni siquiera tenía claro si volvería.

"Tu partida entristecerá a mis hijas." Dijo con un suspiró, deseando tener un tabaco en sus manos como consuelo.

"Estoy seguro que si me quedo les haré más daño..."


Viajar sólo era una extraña experiencia para él, quien desde joven siempre se había acostumbrado a tener a su padre junto a él, y a pesar que vivía quejándose de las malas mañas de su progenitor no podía negar que extrañaba la sensación, el sentimiento de camaradería al compartir la cena, el jubilo al aprender una nueva técnica. El viaje de entrenamiento que había comprendido su infancia y gran parte de su adolescencia era la más maravillosa experiencia de su vida. En el camino a la maestría en el arte había conocido a un montón de gente y lugares interesantes, aprendido una gran cantidad de cosas.

La vida en el camino era distintas a como él las recordaba, los caminos parecían más grises, los lugares carecían de aquella chispa que en su momento tanto le cautivó, era como si faltase algo. Y en cierta forma le afectaba, aunque no lo demostraba. Mientras más avanzaba por el camino, siguiendo la misma ruta que había tomado su padre hace más de diez años, empezaba a descubrir como las cosas habían sido realmente. En lugar de rostros conocidos y amigables terminó encontrándose con un entorno hostil que recordaba muy bien los hurtos que su padre y él habían cometido.

Para su fortuna, su viaje estaba a punto de llegar a su fin.

Ranma bajó la mirada con reverencia, observando el majestuoso valle que se extendía en todo el horizonte, la neblina ocultaba casi por completo la cordillera de montañas.

Te traeré de vuelta...

"Jusenkyou."

Quizás la culpa era lo que le había traído hasta allí, al lugar donde todo había empezado, un lugar donde el principio se convertía en el fin.


El protector de los manantiales, guía de almas, supervisor del valle, la labor que realizaba había recibido muchos nombres por los viajeros y por las tribu que habitaban el valle, actualmente se le conocía simplemente como guía. Un simple nombre que ocultaba un profundo significado.

El guía subió su mirada, mirando algo que sólo el podía ver. "Parece que tenemos un invitado." Pronunció para sí, dando un pequeño soplido a su cálido té.

"¿Quieres una taza?" Preguntó, observando con abierto interés al joven que había irrumpido en su choza.

El hombre ignoró las falsas cortesías del guía, caminando hasta que estaba a un par de pasos del hombre chino. Su mirada era firme y acerada, radiando convicción absoluta en sus acciones, era un hombre sin nada más que perder, un hombre que lo había perdido todo y estaba dispuesto a todo para recuperarlo.

"Llévame al manantial del Nyannichuan."


Notas del Autor:

Seamos sinceros; ¿quien es la mujer que siempre ha estado ahí para Ranma? ¿La única persona que jamás le traicionaría? ¿La única que siempre estará allí?

Pues Ranko. Ni Akane, ni Shampoo, Ni Ukyo, ni siquiera el amor que siente Nodoka por él puede ser llamado como incondicional.

Pues eso es todo amigos. Me complace el resultado y decidí dejarlo en un one-shot.