¡Mi primer oneshot GiyuShino! No tienen idea lo mucho que me costó, soy relativamente nueva en el fandom y escribir de unos personajes que acabo de conocer me hizo sufrir. Pero no pude evitarlo, de verdad amo esta pareja. Se robó mi corazón y en corto tiempo se volvió mi OTP. Creo que las bases que tienen son buenas, y el trope "partners to friends to lovers" es mi debilidad. Intenté ser lo más IC posible y mantener su esencia, aunque estoy consciente que debo tener algunos errores. Así que cualquier crítica constructiva o sugerencia será bien recibida.

Gracias a mi beta Ely, que ni siquiera está dentro del fandom y aún así aguantó mi llanto por el GiyuShino durante horas (y días).

Notas: Este oneshot está basado en Tomioka Giyuu Gaiden y en uno de los rumores sobre Shinobu.

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge.


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A él le gustan los perros, a ella no.

(O aquel momento en que Giyuu descubrió dos de sus secretos)

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Shinobu no odiaba, porque odiar es una palabra muy fuerte, a los perros y los gatos, solo estaban lejos de ser sus animales preferidos. Se podría decir que los toleraba bastante bien mientras no tuviera que acercarse a uno.

Es por eso que se vio obligada a fingir una de sus mejores sonrisas cuando una de sus protegidas se acercó con un cachorro entre sus brazos, alegando que estaba lastimado de una de sus patas y pidiéndole si por favor podrían quedárselo.

—No —respondió con una sonrisa, pero al ver la expresión de tristeza ante su negativa, cerró sus ojos y agregó—. Pero puede quedarse aquí mientras tratas su herida, siempre y cuando le busques un nuevo hogar ¿está bien?

—¡Sí! ¡Muchas gracias, Kochou-sama! —la niña hizo una pequeña reverencia y se llevó el animalito con ella, dando saltitos de alegría.

Es así que, una semana después, tenían al pequeño animal en la Mansión Mariposa. En todo ese tiempo no le prestó ninguna atención, ignorando deliberadamente al cachorro pues sabía que las chicas se encargaban de él y sus necesidades.

Hasta que en una calurosa mañana mientras caminaba por la finca, un haori bicolor captó su atención, descubriendo al honorable Pilar del Agua agachado frente al perrito. Detuvo su andar, solo para ver cómo alzaba la mano en un intento por acariciarle la cabeza.

Giyuu era alguien que, contrario a ella, jamás ignoraba a un animal con pelaje.

A pesar de que el perro le gruñera.

A pesar de que todos los animales le gruñeran, de hecho.

Shinobu sonrió con malicia y se acercó hacia donde se encontraba su compañero, posicionándose a sus espaldas, llegando justo en el momento en que el cachorro le daba una feroz mordida en la mano.

—¡Buenos días, Tomioka-san! —le saludó en un tono elevado con el propósito de pillarle desprevenido, logrando para su satisfacción que este diera un brinco—. Hoy llegas especialmente temprano para tu chequeo médico.

—Kochou —murmuró, sin dignarse a verla, limitándose a hacer una reverencia con la cabeza. Con el cachorro afianzado firmemente en su mano.

—Ah, tan amigable como siempre —respondió jocosa—. Pero dime ¿qué haces? ¿Planeas ser odiado por todos los animales, también? Admiro tu tenacidad, Tomioka-san. Creo que tu plan está saliendo a la perfección.

El aludido se quedó mudo, intentando soltar el agarre del perrito que seguía gruñendo con coraje. La chica ahogó una risita burlona con su mano y se sentó con elegancia a un metro cerca de él, con el único fin de poder admirar mejor el espectáculo.

—Eres increíble, Tomioka-san —elogió con un tono cargado de malicia—. Justo esta mañana Aoi me comentó que era el cachorro más dócil y dulce que había conocido en su vida. Debes tener un talento innato para ser desagradable ¿no te parece?

Al escuchar sus palabras Giyuu hizo una mueca que dejaba en evidencia que le había calado en su orgullo, para gran deleite de Shinobu.

—Solo debo ganar su confianza —respondió escuetamente, observando al cachorro que le devolvía la mirada con odio. Finalmente le soltó la mano, y en momento de tensión, cambiando de táctica acercó su palma al lomo para acariciarle, ganando una nueva mordida por parte del perro.

Shinobu soltó un suspiro teatral y negó con el dedo, de forma condescendiente.

—Lo estás haciendo mal, eres muy tosco —le explicó, señalando su mano—, debe olerte primero, hasta obtener su permiso para ser acariciado. Con un poco de comida sería más sencillo.

Giyuu soltó la mano del pequeño hocico, que seguía gruñendo sin parar, lanzando ocasionales ladridos de advertencia. Buscó entre los pliegues de su uniforme y sacó un poco de carne seca; entonces, para sorpresa de ella, se lo tendió en su dirección.

Le tomó unos cuantos segundos entender lo que su compañero le pedía en su mutismo.

Su primer pensamiento fue negarse, hasta que el orgullo la frenó. Ya se había burlado de él y le había explicado la manera correcta de hacerlo, se vería bastante mal si evidenciara sus sentimientos negativos hacia los perros… y no quería sentirse expuesta, mucho menos frente a alguien como él.

Así que con una sonrisa congelada tomó con delicadeza aquel trocito de carne seca.

El cachorro cambió por completo su actitud al oler el alimento siendo ofrecido de su mano, y se acercó en cortos pasitos a su dirección. Giyuu amplió ligeramente sus ojos, mirando con fascinación como el cachorro tomaba un pedazo de carne para comerlo con gusto, agitando con alegría su pequeña cola.

La Pilar del Insecto observó a su compañero en silencio, divertida ante la imagen de un joven embelesado por un animal peludo.

—Sencillo ¿no lo crees? —sonrió ella con suficiencia, entregando el resto de comida—, después debes dejar que huela tu mano, así.

Puso el dorso cerca de su hocico, sintiendo su húmeda nariz olisquear con curiosidad, reprimiendo con fuerza sus deseos de retirarla. Hasta que, al sentir la pequeña lengua del perro lamerla con cariño, fue que un escalofrío le recorrió toda la espina dorsal. Por suerte su sonrisa seguía intacta, como siempre, y retiró con elegancia la mano para acomodarla encima de sus piernas.

Pero su compañero ya no observaba al perro, sino a ella. Sus oscuros ojos azules la analizaban con detenimiento, en total silencio, con un profundo interés. Aquello le puso levemente incómoda, casi tanto como lo hacían los perros y los gatos, pero logró ocultarlo ensanchando aún más su sonrisa y ladeando la cabeza.

—¿Pasa algo, Tomioka-san?

—No has acariciado al cachorro —respondió, sin dejar de mirarla.

—¿Hm? —apretó levemente los puños y esquivó su mirada, tomándose un momento para relajarse. Le dio un vistazo al perro, que movía su cola y la miraba fijamente, totalmente cautivado por ella, listo para recibir su cariño—. Oh, sí. Te cedo el privilegio. Solo no seas tan tosco como siempre, ¿está bien?

Giyuu entrecerró los ojos pero no agregó nada más, dudó durante unos cuantos segundos mientras observaba al cachorro y finalmente se dispuso a acariciarle, hasta que el animal reparó en él, poniéndose nuevamente a la defensiva. El Pilar del Agua, visiblemente frustrado, emitió un suspiro.

La verdad es que no entendía su obstinación por ser aceptado por el perro. Podría ser como ella y simplemente pasar de largo, no había ninguna necesidad de complicarse.

A menos... que para él no fuera algo intrascendente.

La chica prestó más atención a sus facciones, a su ceño fruncido y sus ojos cargados de desilusión. Quizá, pensó Shinobu, que el perro le aceptara sería como una pequeña victoria.

—Ven —le pidió y el joven volteó hacia ella, confundido, hasta que en una fracción de segundo Shinobu posó su mano en la cabeza de él, y le despeinó de forma burda, con gracia—. ¿Ves que no es agradable? Así es como te acercaste a él, Tomioka-san.

—Deja eso —murmuró estresado, completamente despeinado por culpa de ella. Provocando una vez más una risita burlona, para pesar suyo.

—Ya, ya —dijo ella, con su voz cantarina—. Ven, tu cabello quedó hecho un desastre. Deja lo peino y te muestro cómo debes acariciar a un animal.

—No soy un animal.

Shinobu no esperó que su compañero cortara la distancia y alargó su mano nuevamente hacia él, peinando los largos cabellos negros que hasta hace unos momentos había dejado enmarañados. Apretó los labios para reprimir su sonrisa, pues la expresión de Giyuu en ese momento era demasiado graciosa.

—Así es como debes hacerlo —canturreó, pasando sus dedos entre su cabello que, para su sorpresa, era bastante suave—. Debes ser lo suficientemente dulce para que el animalillo no se asuste.

—Ya para, Kochou —pidió en un tono que se notaba más bien resignado.

—Buen chico —agregó ella, dándole palmaditas en la cabeza, divertida ante la actitud molesta de su compañero—. ¿Ahora tienes claro cómo hacerlo, Tomioka-san? —preguntó, acomodando algunos cabellos desordenados detrás de su oreja.

Hasta que los ojos de Giyuu se alzaron un poco, pero no para mirarle a ella, sino a alguien más que se encontraba justo a su espalda. Extrañada, Shinobu se giró, descubriendo a una sorprendida, y completamente sonrojada, Aoi.

—¡Shinobu-sama! Yo… lo siento —la pequeña cazadora intentaba encontrar las palabras adecuadas, como si acabara de ser testigo de algo indebido—. Venía por el perrito… le encontré un hogar y… ¡lamento llegar así! ¡No sabía que-!

Ara, ara —la Pilar del Insecto sonrió, sin ninguna pena, soltando bruscamente la cabeza de Giyuu—. ¿Por qué pides disculpas, Aoi? Es una excelente noticia que le hayas encontrado un hogar —juntó sus manos, mostrándose radiante. El perro al fin se iría de la finca—. Estoy muy orgullosa de ustedes, han hecho un increíble trabajo cuidando a la criatura.

Aoi parpadeó varias veces, sintiéndose muy confundida, como si intentara ordenar sus pensamientos antes de volver a hablar, con el fuerte sonrojo aun presente en sus mejillas.

—Pero, Shinobu-sama… no es lo que-

Shinobu soltó un suspiro, realmente divertida por la actitud de su protegida y se levantó, sacudiendo sus ropas.

—¿Podrías encargarte del perrito y del chequeo médico de nuestro querido Pilar, Aoi? —le interrumpió, con expresión serena—. Lamentablemente hoy me encuentro un poco ocupada. Así que te dejo en buenas manos, Tomioka-san.

Dicho esto se giró hacia él, levantando las cejas frente al desconcierto de ver cómo, por fin, aquel perrito se acercaba lentamente a él, tentado por el trozo de carne seca que le ofrecía. Y cuando el cachorro se mantuvo entretenido comiendo su premio, pareció aceptar (o más bien tolerar) el leve tacto que la mano de Giyuu ejercía en su cabeza.

Aoi, sobreponiéndose, les lanzó pequeñas miradas inquisitivas; algo que pasó desapercibido por ambos, pues cada uno estaba absorto en su propia incredulidad.

El joven al sentirse observado, volteó hacia su compañera Pilar, le sostuvo la mirada por unos breves segundos y finalmente asintió. Dándole las gracias.

Aquella fue la primera, de muchas veces, que Shinobu se permitió bajar la guardia y sonreír de forma honesta con él.

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