Escribir angst no es mi fuerte, aunque amo leerlo, así que quise intentarlo. Es una idea pequeña que tenía en mi cabeza desde hace tiempo. Creo que el ship es sumamente triste y complejo.

En fin, espero les guste (´・ᴗ・ ` ) btw el título es parte de una canción de Tamino llamada "Habibi".

Notas: Referencias a sucesos en el manga.

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge


•••

Hay días en que Giyuu lo siente, muy dentro de sí. Una intuición en el pecho muy difícil de describir, la premonición de que algo está por suceder pronto, algo que se vislumbra como el fin. Un dolor. Un desastre. Quizá la muerte.

Para aquel entonces ya estaba acostumbrado, en realidad. Solo que esa noche el vacío se volvió más insoportable de lo usual, viéndose en la necesidad de tomar aire, salir, meditar, al menos por un momento hasta que la sensación de ahogarse dentro de sí fuera tolerable para poder dormir.

Y nunca esperó verle llegar. Apareció en completo silencio, entre las sombras, con la elegancia de una mariposa. Se veía tan cansada como él aún cuando portaba la sonrisa de su hermana en el rostro; sus marcadas ojeras la delataron, la opacidad de sus ojos también.

Él tampoco habló cuando se sentó tan cerca, sin decir palabra, y le acompañó a ver las estrellas y la luna. La situación era extraña en sí pero a veces era mejor no hacer preguntas, con ella nunca estaba seguro de nada; tampoco descifró si pasaron varios minutos o si en realidad fueron un par de horas, el tiempo corrió distinto, se detuvo por un momento. Shinobu se quedó a su lado, sin mirarle a él sino al porvenir frente a ellos.

Hasta que ella cortó la distancia y en un leve movimiento posó la cabeza en su hombro. Giyuu se tensó ante el contacto y se quedó inmóvil, la miró por el rabillo del ojo y la descubrió con sus ojos cerrados, agotada. A veces olvidaba que solo tenía dieciocho años.

Fue la única vez que rompió el silencio—. ¿Kochou?

Pero la chica se limitó a soltar una risita floja y posó su dedo índice entre sus labios, pidiéndole que callara. Entonces fue silencio lo que le brindó. No le pidió nada más. No sucedió nada más.

Fueron solo ellos bajo la luna, en una noche cálida, haciéndose compañía. El vacío en su pecho disminuyó por un instante.

Es curioso, han pasado casi tres años de aquella noche y en ese momento él no fue capaz de comprenderlo, quizás ha sido el cansancio que aumenta cada día o la sensación en su pecho que ha vuelto a aparecer; pero es ahora que finalmente lo entiende.

Y se siente agradecido con ella, por tomarse el tiempo en despedirse.

•••