Orgullo y Prejuicio pertenece a Jane Austen, el resto es producto de una mente inquieta.
Una lección para el señor Bennet
—o—
Con el constante parloteo de la señora Bennet en Longbourn, Thomas Bennet buscaba cualquier motivo para cruzar medio país y visitar Pemberley. Siempre era bien recibido en aquel lugar y ya se había acostumbrado a la naturaleza callada de su yerno, el señor Darcy.
Desde que Elizabeth se casó, unos quince años atrás, el señor Bennet llevaba resintiendo la ausencia de su hija favorita, especialmente que ahora lo único que hacía su esposa era llevar el conteo de nietos y presumir ante todos lo bien que la mayoría de sus hijas vivían. Él estaba harto. Y fue así que un día, a mitad del verano, Thomas se aventuró una vez más a ir a visitar a su Lizzy, sin previo aviso, como siempre.
Al llegar, fue bienvenido por Darcy, quien le dijo que por el momento Elizabeth no se encontraba pero que regresaría antes del anochecer. Thomas saludó con afecto a sus nietos antes de subir a la habitación que generalmente le asignaban, por lo que las gemelas (Charlotte y Jane, según Elizabeth; Anne y Elizabeth, según Fitzwilliam) junto con sus hermanos, Bennet y George, regresaron al jardín para seguir jugando mientras su padre volvía a la biblioteca para continuar revisado sus negocios.
Después de refrescarse, Thomas se unió a su yerno en la biblioteca y lo descubrió haciendo lo mismo que dos horas antes. Sintió curiosidad por lo que parecía demandar tanto tiempo de un hombre tan capaz, así que preguntó.
—Darcy, ¿puedo saber qué haces?
Darcy apenas sonrió y se quitó los anteojos que ocupaba para leer.
—Reviso propuestas de inversión, señor Bennet. Aunque no me agrada, debo aceptar la idea de que mis hijos están creciendo. Ellas necesitan tener dotes adecuadas; y en vista de que Ben heredará gran parte de las propiedades, tengo que garantizar que George no estará desprotegido a pesar de ser el segundo hijo.
—Tus hijas tienen nueve, Darcy—dijo Thomas con una sonrisa burlona—aún no debes pensar en listones y bailes de sociedad, deja eso para después.
Darcy frunció el ceño, como si no entendiera el comentario. Apreciaba a su suegro, ya que él había sido artífice en la crianza de la mujer que Darcy amaba, sin embargo, también había sido un padre negligente y a quien jamás le importó el futuro de sus hijas o esposa; y hoy no era un buen día para decir tonterías al dueño de Pemberley. No después de que no había visto a su esposa por dos días, ya que ella había ido a ver a Jane Bingley que estaba enferma. No después calcular tasas de renta de las cuatro propuestas diferentes que había recibido. No después de pensar en su hijo mayor yéndose a Eton en unas semanas. No después de haber visitado a la señora Reynolds que ahora estaba muy débil. Simplemente hoy no era un día en el que Darcy se sentía tolerante.
—¿A qué edad debo preocuparme, señor?—preguntó Darcy mientras apoyaba sus codos sobre el escritorio y su cabeza sobre sus manos—¿A los quince, o tal vez cuando entren en sociedad? ¿O no debo preocuparme en lo absoluto porque tengo un heredero y él verá que después de mi muerte nada malo le pase a sus hermanas y hermano? ¿Debo agradecer mi buena suerte de que Elizabeth sea una madre sensata que toma con ahínco la formación de nuestros hijos, para que de esa manera yo pueda fingir que no tengo la responsabilidad de preparar a mi descendencia?
—Darcy, yo—empezó el señor Bennet, pero su yerno lo interrumpió.
—Exacto, usted—replicó Darcy, sin alterar el volumen de su voz—No vuelva a hacer esa clase de comentarios, señor, ni siquiera de broma. Elizabeth me ha enseñado a reírme de muchos aspectos de la vida, pero jamás lo hacemos sobre el futuro de nuestros hijos. Es el único tema sobre el que nunca se piensa o actúa demasiado temprano.
Thomas Bennet asintió y regresó a su habitación con la cara ardiendo en vergüenza. Él sabía que su yerno tenía fama de ser bastante honesto, solo que hasta este día, no entendía qué tanto.
Saludos a quienes se toman el tiempo de leer esta historia, y un agradecimiento a aquellos que extienden un comentario o deciden agregarla a favoritos.
—D