Disclaimer: Tengo tanto derecho a reclamar como propios los personajes y argumento de Orgullo y Prejuicio en la misma medida que el resto de la humanidad que no es Jane Austen.
Las situaciones y diálogos, así como los personajes no mencionados en la obra original que a continuación se muestran, son producto de mi imaginación. Esto es aplicable a este capítulo y los posteriores que integran este proyecto.
PRIMERA PARTE
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A la mañana del día siguiente al baile de Netherfield, el señor Collins solicitó un momento en privado con Elizabeth, finalmente haría un ofrecimiento. Él estaba seguro de su éxito, sin embargo, no encontró una respuesta favorable. Elizabeth dejó la habitación y de inmediato entró la señora Bennet que intervino para tranquilizar al señor Collins y convencerlo de esperar por la opinión del señor Bennet.
Fanny Bennet fue a la biblioteca, donde estaba su esposo. Él bajó el libro y preguntó por la interrupción. Ella procedió a explicar la situación, recalcando la importancia que una unión con el señor Collins daba protección al resto de las hermanas y a ella misma, en caso de que él muriera. El señor Bennet la escuchó, asintiendo de vez en cuando y fingiendo genuino interés. Cuando él vio que su esposa no dejaría de insistir, mandó a llamar a Elizabeth.
—Lizzy—comenzó él—, me dice mi esposa que estás decidida a no casarte con el señor Collins, ¿es eso cierto, mi niña?
—Es cierto, padre— respondió Elizabeth, tenía la frente en alto y la voz firme.
—Entonces no hay nada que hacer, asunto terminado. Pueden retirarse— dijo él, sacudiendo su mano como si las corriera.
La señora Bennet volvió a protestar, y fue entonces que la mirada de él se oscureció.
—Muy bien, señora Bennet, usted dice que ella es una ingrata, vamos a explicarle por qué.
El señor Bennet se levantó para cerrar la puerta de la biblioteca y le pidió a su hija que tomará asiento. Fanny vio con terror el aplomo de su esposo y le pidió que olvidara el asunto. Con lágrimas en los ojos, ella miró a Elizabeth y se paró junto al escritorio de él.
Elizabeth no entendía la reacción de su madre, quien repentinamente olvidó las recriminaciones por rechazar a Collins para en su lugar proponer olvidar todo el asunto, pero el señor Bennet no cedió ni un poco y solo murmuraba que ella merecía saber la verdad.
—¿No me vas a preguntar por qué no quiero forzarte a un matrimonio con mi estúpido primo, Elizabeth?—, preguntó con humor el señor Bennet.
El tono en la voz de él alteró a Elizabeth, quien por primera vez se sentía asustada en la presencia de su padre. El semblante dolido de su madre no ayudaba a tranquilizarla y pronto ella también se sintió inquieta.
—No, señor —respondió finalmente ella.
El señor Bennet sacó una botella de brandy de una pequeña vitrina y sirvió un vaso, se acomodó en su silla nuevamente.
—Cuando regresé para heredar Longbourn, Lizzy, no solo me hice cargo de una casa y las tierras, sino de un bebé que mi hermano tenía bajo su resguardo. No nos habíamos visto por al menos unos tres años y Frank murió antes de que yo pudiera saber los orígenes de este bebé, por lo que decidí tomarlo como si fuera mío; se trataba de una niña de ojos oscuros a la que mi hermano llamó Elizabeth. Tú.
Para cuando el señor Bennet terminó con su rápida historia, su esposa estaba deshecha en sollozos y Elizabeth pálida, incrédula a las palabras de él. Los gritos de la señora Bennet la sacaron de su desconcierto.
—¿Cómo te atreves, Bennet?—reprochó Fanny.
Thomas Bennet colocó las manos sobre su escritorio y solo observó a Elizabeth directo a los ojos. En ningún momento él hizo caso de las expresiones de su esposa.
—No eres la hija natural de algún hombre infiel, si eso te causa preocupación—comentó con sarcasmo—, todo sería más fácil de explicar si mi hermano hubiese dejado más detalles en la carta que me escribió.
Elizabeth se levantó y caminó hacia uno de los libreros hasta que su espalda chocó con este, el corazón le latía con fuerza y las lágrimas empezaron a salir.
—Incluso para usted esta es una broma muy cruel, señor, le pido que por favor se detenga—dijo ella con formalidad, estaba esforzándose por no perder el control y salir corriendo de la estancia.
—Mi niña, yo no podría inventar semejante cosa. Solo sé que tu padre era el segundo hijo de un caballero del condado de Norfolk y que estudió con mi hermano, al parecer, Frank iba a ser tu padrino. De la familia de tu madre solo sabemos que ella dejó su hogar en malos términos y mi hermano ni siquiera estaba seguro de donde localizarlos.
El señor Bennet no parecía afectado por las revelaciones, sino más bien entretenido, aunque él habría esperado una Elizabeth más curiosa y menos frágil que se tomara la situación con más humor, claramente se había equivocado.
Fanny corrió a abrazar a su hija y juntas lloraron como jamás lo habían hecho. Lo de Collins era irrelevante para Fanny al ver a la hija que cuido toda su vida destrozada por la falta de tacto del señor Bennet. Sentada en el piso de la pequeña biblioteca, Fanny envolvió a Elizabeth entre sus brazos para murmurarle palabras de afecto que parecían un recuerdo distante, acarició su cabello y besó su frente. Fue como si Elizabeth volviera a ser una niña pequeña.
Al principio, Fanny no favoreció mucho la idea de hacerse cargo de una niña desconocida, pero una pequeña Jane de poco más de dos años rápidamente le tomó cariño a una Elizabeth de casi ocho meses de edad. Al cabo de unas semanas, Fanny aceptó la idea y entre ella y su esposo decidieron que Elizabeth jamás sabría la verdad. Jamás partirían su corazón al decirle sobre su pasado, especialmente porque no tenían la certeza de los orígenes de ella.
Conforme fue creciendo Elizabeth, fue más difícil mantener su promesa, ya que había veces en las que el carácter de ella desquiciaba a Fanny; sin embargo, en alguna discusión, su madre prefería retirarse a su habitación que gritarle la verdad y herirla irremediablemente.
—Tú eres mi hija, Lizzy—dijo ella.
Después de que Thomas y Fanny explicaron más detalles a Elizabeth y ella pudo hacer algunas preguntas, ella se retiró de la biblioteca para salir hacia el jardín. Fanny miró a su esposo con el odio y frustraciones de muchos años.
—No tenías derecho a lastimarla de esa manera, Bennet, ya la habías liberado de aceptar a Collins—espetó ella, para sorpresa de su esposo— espero que te hayas divertido con la miseria de la que tanto llamas tu favorita.
—Sabes que en algún punto ella merecía saber la verdad— respondió él, reclinado contra la silla y con la mirada perdida.
—¿Y para qué, señor? ¿Para qué decirle si no tenemos suficientes respuestas? No eres tan superior como te jactas, Bennet, solo eres un hombre egoísta a quien no le importa nada, ni siquiera tu familia.
Sin dar oportunidad a su esposo a responder, ella dejó la biblioteca para ir a buscar a Jane. Fanny estaba segura que Elizabeth necesitaría a su hermana mayor para procesar lo sucedido, sin embargo, a la única persona que encontró en la sala fue el señor Collins.
El joven clérigo la esperaba ansioso con la confirmación de que Elizabeth sería su esposa. Fanny se sentía cansada.
—Señor Collins, me temo que tendremos que respetar la opinión de mi hija, aunque creo que Mary podría ser una excelente esposa para usted—, añadió ella en un último y pobre esfuerzo por asegurar a alguna de sus hijas como la señora de Longbourn. Era improbable que él aceptara, pero nada perdía preguntando. Tal y como ella supuso, Collins alegó que no tomaría a nadie más y salió de la casa esa misma tarde hacia la casa de la familia Lucas, quienes lo habían invitado a cenar.
Fanny reanudó la búsqueda de sus hijas mayores para encontrarlas en una de las partes más alejadas del jardín. Elizabeth aún no le contaba a Jane lo sucedido y su hermana solo la consolaba por un sufrimiento del que aún no estaba enterada. Con un nudo en la garganta, Fanny se acercó a ellas y empezó a decirle la verdad a Jane, quien por el momento sería la única del resto de hijas que sabría la verdad.
Jane era tan pequeña cuando Elizabeth había llegado a sus vidas que ella jamás dudó del parentesco. Cierto, Elizabeth no era tan alta como el resto de las hermanas Bennet y era la única con los ojos color café, su cabello era el más oscuro de todos, pero a ella jamás le importó eso. Para Jane, había sido solo algo que la naturaleza quiso de esa manera.
Lastimada por la revelación, Jane entendió el dolor de su hermana menor. Tres mujeres lloraron otra vez y después solo quedaron dos. La señora Bennet fue a ver que las instrucciones para la cena fuesen dadas, así como para supervisar que el señor Collins no se llevara nada de Longbourn.
Cuando las lágrimas finalmente se detuvieron, Elizabeth, con tal de hablar de otra cosa, preguntó si había noticias de la familia Bingley, a lo que Jane respondió que no.
Esa tarde, Elizabeth apenas comió y pasó todo el día siguiente encerrada en la habitación, por lo que no se unió al resto de sus hermanas hacia Meryton. Lydia y Kitty le dijeron que tal vez podrían encontrar al señor Wickham e indagar si ya había regresado de Londres, sin embargo, ella no estaba de humor ni siquiera para ver a ese hombre; nada le importaba por el momento. Ella estaba enojada, triste, decepcionada de todos, especialmente del señor Bennet.
Gran parte de las horas se le fueron pensando en su comportamiento hacia su madre, quien sin estar obligada realmente, la había cuidado como una hija nacida de su vientre hasta el punto de darle una dote. También estaba avergonzada, por años había copiado la actitud despreocupada del señor Bennet, haciendo mofa de la única persona que le dejaría un patrimonio.
Todo el día transcurrió entre llanto, reproches, y leer una y otra vez la carta de Frank Bennet. Ya la había memorizado, pero ver las palabras escritas hizo todo más real y doloroso.
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Mientras Elizabeth estaba arriba con su crisis, Jane leía la carta que llegó de parte de Caroline Bingley, donde ella le aseguraba de sus intenciones de volver a Londres. Dos veces revisó la carta antes de escuchar a la señora Hill regresar de la habitación de Elizabeth con más de la mitad de la comida intacta.
A Jane le dolía leer que las hermanas Bingley tenían sus esperanzas puestas en una unión con la señorita Darcy, pero su propio dolor no le interesaba demasiado. Jane estaba segura que aunque el señor Bingley se mostró gentil con ella, aquello solo obedecía a los buenos modales de él.
Jane leyó la carta por tercera vez y después la arrojó al fuego. Ella sabía que Elizabeth se molestaría por las palabras de Caroline, así que decidió que no le diría nada. Ese día, Jane determinó que los Bingley eran asunto terminado y subió de inmediato a ver a su hermana, quien hecha un ovillo en la cama, otra vez estaba llorando.
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Notas:
I. He leído historias en donde se plantea el mismo argumento, Elizabeth siendo hija de alguien más, y gran parte de éstas categorizan a los Bennet como villanos. No tengo nada en contra de esas ideas, de hecho tengo un par de trabajos (no publicados aún) con argumentos parecidos, sin embargo, este fanfic no tendrá ese enfoque.
Lo que pretendo es explorar qué pasaría si Elizabeth descubre que es hija de alguien más, los Bennet siguen vivos (a menudo Elizabeth solo sabe de su verdadero origen cuando el señor Bennet muere), y ella encuentra a su familia de sangre. Posterior a esto, ellos, en lugar de estar furiosos, muestran gratitud hacia los Bennet. ¿Cómo se alterarían las historias de amor de cada una de las hijas de esa familia?, ¿Cómo sería la relación de Elizabeth y Darcy?, etcétera.
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Saludos a quienes se toman el tiempo de leer esta historia y un agradecimiento a todos aquellos que extienden un comentario, deciden seguirla o agregarla a favoritos.
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