Enemigo invisible

Cuento de la serpiente que le ataba las patas al león. Yamato X Taichi.

—Papá, ¿y si me ponen en Slythering?

—Yamato Ishida Takaishi, llevas el nombre de tu padre y de tu madre.

—¿Y eso que tiene que v…?

—…Déjame continuar: —interrumpió—. Ninguno de nosotros éramos de Slythering. Seguramente no hubiésemos entrado en esa casa ni sin querer.

—¿Porqué?

—Porque es la casa de los malos malosos, lo dicen las pelis.

—Ese comentario es un poco hipócrita. ¿Y qué pelis?

—…Pero si tanto significa para ti —continuó, restando importancia al anterior comentario—, puedes elegir Gryffindor. El sombrero seleccionador tiene en cuenta tus preferencias.

Al sombrero seleccionador le importaba una mierda las preferencias de Yamato, eso estaba claro. Le pusieron en Slythering, donde no conocía a prácticamente nadie, porque Taichi había acabado en Gryffindor —Yamato se alegraba y se apenaba al mismo tiempo—, Sora en Hufflepuff y Joe en Ravenclaw. Por tanto, las únicas veces que podía estar con sus amigos de la infancia eran durante las horas de descanso y los partidos de Quidditch.

El año, para su sorpresa, se hizo más ligero de lo que esperaba encontrar y es que sus compañeros de casa no eran lo que él se había imaginado. Simpáticos, amables y serviciales, la casa de las serpientes era bastante agradable y Yamato no tardó en formarse un grupito de seguidores con los que ir a molestar a aquellos orgullosos y sobreestimados leones.

—¡Que te den, Taichi!

—¡Que te den a ti, Yamato!

—¡Por favor, sois insoportables! —se quejaba Sora.

—¿Queréis callaros? Estoy leyendo —decía Joe.

Sin duda, era un grupito de los más peculiar.

Al año siguiente entraron Koushiro en Ravenclaw y Mimi en Hufflepuff, dispuestos a hacerles compañía. Koushiro no tardó en convencer a Taichi de que se apuntase a las pruebas de Quidditch, dado que un deporte tan activo lo desgastaría los suficiente como para, a ojos de Yamato, hacerlo menos insoportable. Por supuesto, Yamato también se apuntó, convencido por las palabras de Mimi y porque —¿A quién quería engañar? — todo fuera por joder.

Yamato superó la prueba sobresalientemente como uno de los mejores cazadores que el año le había dado a la casa de las serpientes. Taichi, por su parte, no tardó con hacerse con el título de uno de los golpeadores, siendo como era tan aplicado cuando se trataba de batear a diestra y siniestra. Era bien conocida la rivalidad entre la casa de los leones y de las serpientes, por lo que tuvieron grandes confrontaciones durante los partidos, con épicas idas y venidas y a un repulsivo moreno enviándole todas las Bludgers a Yamato. Era evidente que lo hacía a posta, pero… ¡¿Cómo narices tenía tanta precisión?!

Dos años más tarde, los hermanos de Yamato y Taichi entraron por fin en el curso escolar de Hogwarts y, como no podía ser de otro modo, sus respectivos hermanos mayores estuvieron con el corazón en un puño mientras veían a aquel maldito sombrero seleccionador posarse sobre sus cabezas y murmurar unas cuantas cosas como si fuera un sabelotodo. Cabe aclarar que ni Yamato ni Taichi se fiaban de aquel endemoniado sombrero.

—Por favor, sombrero, por favor, solo te pido que Hikari entre en Gryffindor. —rezaba Taichi con una alita de pollo en la mano que pretendía simular una cruz religiosa mientras se la acercaba a los labios para darle un grasiento beso—. A Takeru me da igual donde lo pongas, pero a Hikari…

—¡Oye, que es mi hermano! —gritó Yamato—. ¡Y no hagas cochinadas!

—¡Slytherin! —gritó el sombrero seleccionador sobre la cabeza de Hikari.

—¡Que te den, sombrero! —gritó Taichi.

Golpeó la mesa con un cabezazo y Yamato no pudo cubrir una sonrisita. Que se jodiera. Es más, para acentuar aquel júbilo por la desgracia de su enemigo, no tardó en decir:

—No te preocupes Taichi —alzó las cejas dos veces y le guiñó el ojo—, cuidaré muy bien de ella.

El acto de Yamato era pura y deliberada maldad, tomando a Hikari como vehículo de su tortura hacia Taichi.

—¡Ni se te ocurra! —rugió el león.

Y es que, si este tenía un talón de Aquiles, ese talón era su hermana, la cual, con una sonrisa arrebolada y llena de felicidad, se acercaba a la mesa en la que se encontraban sus amigos.

—¡Ravenclaw! —anunció el sombrero sobre la cabeza de Takeru.

—¡Que te den, sombrero! —esta vez fue Yamato.

—No te preocupes Yamato —dijo Mimi, haciendo el mismo gesto que, segundos antes, le había hecho la serpiente al león—, cuidaré muy bien de él.

—¡Ni siquiera estáis en la misma casa! —dijo Yamato.

—Ni que eso fuese un impedimento…

—¡Ni se te ocurra!

Taichi soltó una sonrisita. Sora, por su parte, se masajeó las sienes mientras murmuraba:

—He tenido un deja vu. Os comportáis como animales y Yamato es como una serpiente que le enreda las patas al león.

—¿Eso qué significa? —inquirió Koushiro.

—Significa que Yamato lo hace para molestar a Taichi —dijo Mimi—. Aunque no creo que Hikari corra peligro, después de todo ya conoces el dicho: Los que se pelean…

—¡Cállate Mimi! —regañó Yamato.

—¿Os referís al cuento de la serpiente que se enredó entre las patas del león? —dijo Joe.

—Ese mismo: —dijo Mimi—. Un día el león y la serpiente estaban discutiendo sobre quién era más orgulloso y comenzaron a pelearse. El león intentaba aplastar a la serpiente y la serpiente se enredaba entre las patas del león.

—¿Y qué paso? —preguntó Koushiro.

—Pues nada, que acabaron en el suelo, enredados y sin poder moverse, de manera que el resto de animales se burlaron de ellos por ser tan tontos.

El año siguiente fue la gota que colmó el vaso.

Fue durante el partido de Quidditch, batalla de leones contra serpientes, que novedad. Yamato volaba con la Quaffle en la mano y el objetivo en la mira. Cuando se acercaba al área de tiro, ya en su tercer año, se había ganado la reputación suficiente como para que cualquier guardián se echase a temblar. No era para menos, porque donde ponía el ojo ponía la Quaffle. El único que podía pararle y detener su racha de victorias era el propio Taichi que, por algún extraño motivo, siempre encontraba una Bludger libre a la que golpear en dirección al cazador. Así se hizo, y la cabeza de Yamato dio tantas vueltas al recibir el golpe que no pudo maniobrar con la escoba y acabó cayendo al suelo, con los lamentos del público detrás. Sin embargo, otra Quaffle golpeó al propio Taichi, que cayó justo encima de Yamato, cuerpo contra cuerpo y cara contra cara… Ah bueno, y labio contra labio.

El partido terminó con la victoria de Slytherin, pero Yamato no pudo saborear la derrota. De hecho, estaba saboreando otra cosa y le dio tanta repulsión que tuvo que lavarse la boca tres veces.

Sus compañeros hicieron comentarios sarcásticos al respecto. Hasta a su grupo de fans le fue incapaz de contener aquellas sonrisas de complicidad.

—Vaya, Yamato, con razón las rechazabas a todas.

Si había llegado a un punto en el que incluso Hikari se burlaba de él, es que la situación era grave.

—¡No es eso! —se apresuraba a negar la serpiente.

¡No se lo podía creer! En cuanto encontró a Taichi, se abalanzó contra él con uñas y dientes.

—¡Mira lo que has hecho, imbécil!

—¡Mira lo que has hecho tú, idiota!

—¡No tú!

—¡No tú!

Y los dos acabaron revolcándose en el suelo entre arañazos, tirones y estrangulamientos. Una lástima que Yamato no se hubiera percatado de dónde se estaban peleando.

—¿Qué demonios estáis haciendo? —inquirió Mimi, con los ojos completamente abiertos y tapando su boca, alejada del marco de la puerta.

Una verdadera pena, la verdad porque, aunque Yamato y Taichi intentaron explicarse, no pudieron evitar que Mimi saliese corriendo hacia el gran comedor, donde gritó a todo pulmón.

—¡Taichi y Yamato estaban juntos en el suelo del baño!

¡Maldita Mimi! Si no se la comía un basilisco lo haría Yamato.

Fin.