Aquí estoy dispuesta a defender que necesitaba para mi paz mental crear una historia con esta pareja a pesar de que soy fiel(? shipper del Kouyako.

El Daiyako también está bonito. Hagánse la idea porque esta no es la única historia que tengo pensada de ellos.


I


La fría brisa la recibió apenas se bajó del autobús y entonces se reprochó no haber aceptado los guantes que Koushiro le ofreció ni el haber optado por un abrigo más grueso que la protegiera mejor del invierno que estaba más que instalado en la ciudad.

Frotó sus manos entre sí, sopló en ellas para que se calentaran un poco y las metió en sus bolsillos.

La pequeña torre del reloj cercana a la parada del transporte público marcaba casi las once de la noche.

Eso hizo que se diera cuenta de cuánto tiempo divagó sobre su vida desde que se despidió de su exnovio hace unas horas.

Comenzó a caminar con dirección a su edificio con pasos lentos y ligeros.

En el momento en que vio a Koushiro alejarse de ella en verdad creyó que lloraría desconsoladamente. Cualquiera lo haría al saber que una bonita relación de más de un año se terminaba por una triste razón, pero ella… no lloró más. Quizá fue porque desde hace un tiempo ya había aceptado que ese amor que decía sentir por el pelirrojo ya no estaba y que él tampoco la quería de esa forma, ya no más. Que su relación se basaba en la temible rutina y no hicieron nada por cambiar eso en el tiempo prudente.

Pasó horas deambulando por aquel amplio parque y luego se quedó un rato en la librería que le quedaba de camino a la estación.

No actuaba como debería hacerlo alguien que recién terminó con su novio.

Y eso debería irritarla, pero es como si su corazón también se hubiera quedado detenido en el tiempo.

— Deja de auto compadecerte — Se dijo en voz alta. Sacudió la cabeza y apresuró el paso.

Realmente quería llegar a su departamento y caer dormida sin darle tiempo a su mente para pensar en nada.

El complejo de apartamentos donde vivía comenzó a ser visible conforme se acercaba. Casi todas las luces estaban apagadas, sobre todo las de su piso. Todo parecía relativamente en calma.

Excepto por alguien que parecía estar discutiendo en la entrada con el portero del edificio.

La peli morada arqueo una ceja con extrañeza.

El señor Genai se llevaba bien con todo el mundo. ¿Quién se molestaría con él?

Al acercarse más distinguió a un muchacho enfundado en una gruesa chaqueta roja, cargaba una mochila y dos maletas.

No parecía muy contento.

Ambos notaron su presencia y entonces escuchó su nombre ser gritado por el desconocido.

— ¡Hasta que te dignas a llegar, Miyako!

¿Daisuke?

¿Qué hacía Daisuke a esas horas en su edificio…?

Se llevó las manos a sus labios a la vez que sus ojos se abrían al recordar.

¡Lo había olvidado por completo!

Daisuke se quedaría con ella un tiempo mientras él conseguía un apartamento. El moreno había estado fuera del país por casi un año, y no podía ir a su casa porque estaba en remodelación. Y como su apartamento tenía una habitación libre desde que Mimi se mudó con su madre… ella quiso ser buena samaritana y ayudar.

Y con todo el desafortunado desenlace de su relación se olvidó que Daisuke llegaba ese día.

— Lo siento, Daisuke — Respondió terminando de acercarse a su amigo. Sintió un poco de remordimiento al ver las mejillas de él rojas por el frío. Seguro llevaba mucho tiempo afuera.

— Llevo aquí más de una hora y este anciano no me dejó entrar a pesar de que le dije que me quedaría contigo — Se quejó señalando al pobre portero que parecía querer golpearlo con su escoba.

— Más respeto, joven. Ya le dije que no puedo dejar que cualquier persona ingrese. Podría ser un criminal.

— ¿Tengo cara de ser un criminal? Solo quiero cambiarme y dormir. Pasar horas en un avión tiene mi espalda hecha polvo.

— Estás muy joven para quejarte. Cuando tenía tu edad…

— Lamento los inconvenientes, señor Genai — Interrumpió Miyako al ver el rumbo que tomaba esa discusión. Le sonrió quedamente al anciano, sujetó una de las maletas que Daisuke llevaba y comenzó a caminar hacia los ascensores — Subamos. No eres el único cansado.

El moreno miró extrañado a Miyako, pero no dijo nada y la siguió luego de recoger el resto de sus pertenencias.

Una vez en el ascensor, Daisuke volvió a hablar — ¿Tan difícil era atender una sola llamada?

— Mi batería se descargó.

— Incluso así, Miyako. No puedo creer que te olvidaras de que llegaba hoy. Te envíe e-mails y mensajes para no llegarte de improvisto.

— En serio lo siento — Dijo suavemente y deseando que el ascensor llegara a su piso; y como si sus plegarías fuera escuchadas el ascensor se abrió en el piso ocho y salió de prisa.

Él la siguió, pero con esa última disculpa decidió callarse.

Esa no era la Miyako que él conocía.

— ¿Pasó algo? — Preguntó con cautela al llegar a su lado.

— ¿Por qué habría de pasar algo?

— Te conozco. Hace unos minutos me habrías gritado algo como "Cállate y agradece que te dejo quedar en mi casa", pero solo te disculpaste.

En lugar de contestar, Miyako terminó de ingresar el código de seguridad y le permitió el paso al que sería su compañero de residencia por los próximos tres meses.

— Tu habitación es la del fondo a la izquierda, la puerta de enfrente es el baño. Ya todo está listo desde hace días, así que no te preocupes por ordenar nada — Dejó su bolso sobre uno de los sofás, se quitó el abrigo y fue directo a su habitación bajo la inquisitiva mirada de Daisuke — Si tienes hambre, siéntete libre de tomar lo que quieras de la cocina. Buenas noches.

Ella estaba siendo demasiado amable. Y eso era extraño.

Justo cuando Miyako estaba por cerrar la puerta de su propia habitación él se movió rápido y alcanzó a detenerla.

Los oscuros y serios ojos del moreno la escrutaron — ¿Estás bien?

Sintió el nudo formarse en su garganta de nuevo.

— Lo estoy, Daisuke — Contestó con una sonrisa apagada.

Él no creía esa respuesta, mucho menos esa sonrisa.

Sin embargo… ahí debía haber una razón que ella no parecía querer contar. Y que él no se sentía con el derecho de preguntar.

No dijo nada más y quitó su pie para permitirle a Miyako cerrar la puerta.

Se revolvió el cabello con confusión y se fue a su habitación temporal. Dejó sus pertenencias junto al armario. Mañana se encargaría de desempacar. Se quitó el exceso de ropa que llevaba puesta para evitar el frío y cuando quedó solamente en bóxer y la camisa interior apagó las luces y fue a acostarse a la cama cuyo suave colchón casi lo hace llorar de alivio.

Se estiró sobre las cálidas sabanas y frunció el ceño al recordar la excusa de Miyako para no contestar sus mensajes.

Esa tonta no debería andar sola tan tarde si ni siquiera tiene batería.


Miyako dio varias vueltas mientras aún se encontraba debajo de las cobijas. A pesar de haber caído dormida casi al instante en que su cabeza tocó la almohada se sentía terriblemente agotada, quizá no era agotamiento físico, puede que la carga mental que soportó durante ese mes se estuviera desquitando con su cuerpo.

Miró de reojo el reloj sobre su mesa de noche y suspiró con cansancio; eran casi las diez de la mañana y ella seguía en la cama con los ánimos por los suelos.

No creía seguir emocionalmente anestesiada como ayer, pero sí estaba segura de que no podía actuar como siempre lo hacía.

Tenía muy en claro que la decisión que tomó junto con Koushiro era la correcta. No sería justo para ninguno de los dos el seguir aquella relación, tratando de mantener en pie una tambaleante casa de cartas que acabaría no solo con su noviazgo sino también con la amistad que iniciaron hace muchos años.

Finalmente se desenredó de los cobertores y se ató el cabello en una coleta alta. Se puso un suéter delgado y luego de mirarse al espejo y darse aliento salió al pasillo para encarar a su nuevo compañero de casa.

Llegó a la cocina y encontró a Daisuke dando vueltas por el lugar. Del refrigerador al microondas y luego a la estufa y el tostador.

De repente se sintió cohibida por la presencia del moreno y dudó en sentarse al desayunador y por consecuencia detrás de él.

Hizo demasiado ruido al mover la silla y Daisuke se percató de su presencia.

— Hola.

Miyako se removió en su lugar.

Eso fue incómodo.

— Creí que dormirías hasta tarde — Dijo al recordar que Daisuke había tenido un muy largo viaje desde Londres.

— Supongo que no tenía tanto sueño.

Después de eso un feo silencio se instaló entre ellos. El moreno siguió con su labor en la cocina no queriendo decir algún comentario que moleste a Miyako. Ayer la había notado algo extraña así que prefería mantenerse al margen, aunque estuviera desesperado por quitar ese ambiente tan inusual entre ellos. Juraba que nunca había existido tanto silencio en una sala en la que ellos dos estuvieran presentes.

Miyako también percibía el vacío en la habitación, pero su humor no podía estar más en contra de cooperar con la situación.

Pasados unos minutos Daisuke puso frente a la peli morada un plato con un humeante omelet de queso que logró hipnotizar a Miyako.

— Esta es la razón por la que acepté que vivas conmigo — Murmuró casi en trance ante tal delicioso aroma.

Daisuke volteo a verla mientras se quitaba el delantal — ¿A qué te refieres?

— Vale la pena soportar tu presencia por tu comida.

Entonces por fin algo de la pesadez del ambiente logró desaparecer con el bufido indignado con el cual Daisuke intentaba disimular su sonrisa de alivio — Muy graciosa. Nunca acordamos que sería tu chef personal.

Ella apoyó el codo en la mesa y su barbilla en la mano — Dije que esa es la razón de por qué estás aquí. Piénsalo bien.

— Lo pensé bien. Yo también tuve una lista de pros y contras cuando Mimi me dijo que podía vivir aquí. Incluso consideré preguntarle a Taichi y a Koushiro, más que todo porque pensé que sería incómodo para él que viva con su novia, pero vamos, se trata de nosotros. No debería sentirse inseguro, nos conocemos desde mucho antes de conocerlo a él.

Ella estuvo a punto de ahogarse con un trago de jugo, y trató de disimularlo lo mejor posible — Mejor terminemos de desayunar, tengo mucho por hacer — En parte era mentira, pero Daisuke no tenía por qué saber eso.


Miyako terminó de secarse el cabello cuando escuchó el timbre sonar por toda la casa. Dejó la toalla sobre el respaldar de una silla y mientras se acomodaba la enorme y cómoda camisa de estar en casa fue hasta la puerta para desactivar los seguros.

La puerta se abrió y pudo ver a Mimi del otro lado. La castaña tenía su usual y brillante sonrisa, pero en cuanto la miró a los ojos su expresión cambio a la más desconcertante y exagerada expresión de tragedia.

Mimi se llevó las manos al rostro — ¡Miya! — Y entonces tenía a su mejor amiga asfixiándola con uno de sus abrazos — ¡Terminaste con Koushiro! ¡Lo siento tanto!

La peli morada frunció el ceño al escuchar a su amiga y aun en medio del abrazo habló confundida — ¿Cómo es que…?

Ella hizo que se separaran y terminó de entrar, cerró la puerta y sujetó a Miyako de la mano para llevarla al sofá — Puede que logres engañar a cualquiera, pero no a mí. Buen trabajo con tu expresión, en cuanto a tus ojos… reflejan tristeza, cariño. Si alguien conoce bien tus expresiones podrá adivinar que te sucede algo.

Bajó la mirada sintiéndose expuesta ante Mimi. Incluso tratándose de su mejor amiga, ella quería evitar tener que hablar con alguien acerca de su rompimiento porque sentía que la tristeza que intentaba contener acabaría por explotar.

— ¿Por qué no me avisaste que vendrías? Digo, eres bienvenida, pero siempre me avisas — Dijo evitando mirarla y tratando de cambiar de tema, cualquiera menos su vida amorosa.

— Miya… — La llamó Mimi a modo de regaño — Sé que es difícil. Terminaste una bonita y estable relación de un año, y si tomamos en cuenta que se trataba de un viejo amigo, es más duro. Si estás triste es completamente entendible. pero por favor no te encierres porque eso puede enfermarte — La castaña dio un apretón a sus manos y le sonrió —Sabes que estoy al alcance de una llamada, ¿Verdad?

— Gracias, Meems — Miyako consiguió sonreír apenas — Es solo que todo esto es tan deprimente. Cualquier cosa que piense respecto a Koushiro me pone triste. Es decir, si pienso en que terminamos por nuestro bien, porque ya no había nada más por hacer, ¡Eso ya es triste!, y luego pienso en que ya no había amor, y también está en medio nuestra amistad y la convivencia con todos y… Por eso quería hacer como si nada pasara. Ahora todo será incómodo incluso si estamos en buenos términos — Dejó salir un bufido y se recostó contra el hombro de Mimi.

— Ya te lo dije — Mimi puso los ojos en blanco. Entendía a su amiga, pero en serio que era cabezona — Es normal que estés triste, hasta yo lo estoy. Ustedes eran la pareja más goals que conozco.

— Eso decías sobre Sora y Yamato.

— A ellos no los veo hace tiempo, así que no sé si aún son goals — Admitió encogiéndose de hombros — Mi punto es que está bien que no estés de ánimo, debes dedicarle un tiempo de duelo a lo tuyo con Koushiro. Esa relación lo merece.

Miyako no dijo nada más, tan solo se quedó mirando hacia el techo de la sala mientras jugaba con el borde de su camisa. No quería pensar más en Koushiro, en sus tristes y dolidos ojos, podía imaginarse perfectamente cómo se sentía el pelirrojo porque ella estaba igual. Por un lado, triste ante la evidente desaparición de su afecto por el otro y dolida porque a cualquiera se le quebraría un poco el corazón y el alma si alguien que decía quererte tanto ahora te dice que su cariño bajó en la escala de intensidad.

Y mucho menos quería pensar en relaciones amorosas.

Cerró sus ojos al sentir ardor en estos. No iba a llorar.

Por su parte Mimi observó en silencio a su amiga. Estaba intentado apoyarla con la intención de hacerla sonreír y que entendiera lo sano que era dedicarle un duelo a la bonita relación que tuvo, pero no parecía estar funcionando del todo. Por más que lo intentara no se creía capaz de borrar la sombra de tristeza en los ojos de Miyako.

No le quedaba de otra más que ofrecer su hombro y darle aliento en silencio, así que dejó palmaditas en la espalda ajena.

— Y para colmo… — Fue inevitable para Mimi dar un respingo al escuchar la repentina voz de la peli morada que se escuchó más frustrada que deprimida — Se me olvidó que Daisuke llegaba ayer y lo encontré casi congelado discutiendo con el señor Genai.

— ¿Cómo se te pudo olvidar? — Preguntó sorprendida — A pesar de haber aceptado pasaste varios días quejándote porque no creías que fuera buena idea. Incluso pensé que tenías la fecha señalada en el calendario con "Satán llega".

— En fin, eso no es todo. Lo peor es que me sentí mal al verlo ahí con frío. Su rostro estaba igual de rojo que su abrigo. ¿Te das cuenta de lo que está mal aquí, Mimi? — Miyako se acomodó para ver a la castaña de frente. Internamente Mimi se alegró al ver un poco de la Miyako usual de vuelta — Yo me sentí mal por Daisuke, y no solo eso, no respondí como lo hubiera hecho a ninguna de sus quejas y ah, eso no es todo, también está lo de… — Detuvo sus palabras en ese instante. Sabía bien el riesgo que corría con Mimi, ella jamás le permitiría olvidarse de eso si llegaba a decírselo.

Nadie necesitaba saber que durante la madrugada fue a la habitación de Daisuke a dejar otro cobertor porque estaba haciendo mucho más frío.

— ¿También qué? — La instó con una sonrisa curiosa.

— También… fui amable — Respondió en un hilo de voz — Romper con Koushiro ocasionó lo impensable, que fuera amable con Daisuke y me disculpara repetidamente incluso aunque estuviera quejándose peor que un anciano.

— Tienes un punto ahí, Miyako — Ella no era tonta. Su amiga no le quiso decir algo. Ya luego se encargaría de conocer ese secreto.

Y tenía que ver con Daisuke, eso era seguro.

— Ya que estás aquí, ¿Puedes hacerme un favor?

— ¿Qué necesitas?

— ¿Podrías pasarte por la casa de los muchachos y dejar la caja que tengo sobre la mesa?

— ¿Qué es todo eso? — Dijo arqueando las cejas.

— Algunas cosas que Koushiro ha dejado aquí — Miyako hizo una mueca al recordar el mar de emociones que la mareo mientras recogía las pertenencias del pelirrojo luego de que Daisuke se hubo ido del departamento.

— Oh dios — Mimi habló con voz pesimista — Estás haciendo limpieza de primavera.

— Seguimos en invierno, Meems.

— Me refiero a que estás limpiando, recogiendo las cosas de tu ex — La castaña se puso de pie y caminó hasta la mesa. Abrió la caja de tamaño mediano, sacó un cable USB y lo sostuvo como si fuera un preciado recuerdo — Ahora sí estoy triste.

Se habría reído del teatro que su amiga estaba montando de no haberse sentido triste por el mismo objeto cuando lo estuvo empacando, así que solo sonrió agradecida por los intentos de animarla de Mimi.

— ¿Vas a llevar esas cosas por mí?

— Miya, ¿No te dejaste ni un recuerdo?

— Las pertenencias de Koushiro no son un recuerdo, Meems.

— Claro, ¿Y qué me dices de la camisa que llevas puesta? — Dijo señalando la camisa que Miyako llevaba puesta.

— Esta sí es mía. La compré más grande a propósito.

— No digo que no te haré el favor porque de todos modos me queda de camino, pero ¿Por qué no vas tú a dejar esto?

— Koushiro y yo decidimos tomar un poco de distancia para asimilar bien las cosas. Además, estoy tratando de no sentirme triste. Ir a verlo y dejarle sus cosas es algo que definitivamente me pondrá triste — Aseguró cruzándose de brazos.