Al otro lado de la ciudad, en un edificio discreto pero bien estructurado en un barrio de lujo, rodeado de tantos otros donde abogados y contadores atendían a sus clientes, una corta llamada le quitaba la paz casi nula que tenía uno de los hombres más poderosos del país del sol naciente.
Habían pasado tres días desde el incidente del coche.
"Sí, lo entiendo." confirmó Kuno Tatewaki. "Agradezco todo el esfuerzo que has hecho para aclarar tan desagradable malentendido." El líder de la mafia comentó, siguiendo la conversación con una multitud de cumplidos vacíos y palabras sin importancia.
"Hago lo que puedo, señor." Se escuchó la voz ronca de su empleado al otro lado de la línea. "A duras penas me las arreglé para contener los ánimos de Saotome. La próxima vez temo que no se contendrán…"
"Eso no sucederá." Afirmó el mafioso, con una sonrisa mecánica mientras agarraba el cable del teléfono. "Me aseguraré de ello. Adiós, comisario Tofu."
A pesar del deseo de destruir el teléfono que le inundaba, Kuno solo presionó el botón que puso fin a la llamada.
Su respiración era errática, ya que se estaba esforzando para contener su temperamento. Su padre le había enseñado de primero mano lo que sucedía cuando un hombre que se dejaba consumir por sus emociones, y Kuno no estaba dispuesto a seguir su ejemplo.
La oficina bien amueblada se encontraba sumida en silencio tras el final de la tortuosa llamada. Había otras dos personas presentes en la oficina además del líder de la mafia.
"Tú amigo, el policía se las arregló para hacer su parte, según tengo entendido." Dijo la única mujer en la habitación, ella se encontraba sentada frente al líder de la mafia. Se podía decir que la mujer estaba fuera de lugar, su cabello color castaño le llegaba hasta los hombros, vestía una blusa color amarillo y un short color gris, dando una imagen de joven universitaria. "Me alegra. Pues de algo sirvió encubrir sus desagradables pasatiempos..." A pesar de sus palabras, su expresión no denotaba más que aburrimiento y desinterés.
Kuno se reclinó sobre su silla.
"Hikaru."
El hombre de aspecto enfermizo se volteó ligeramente de la ventana por la que había estado observando a los peatones. Hikaru observó de reojo a su jefe, expectante.
"Sé que ya lo he preguntado varias veces." Dijo Kuno. "Y sé que tienes motivos para mentirme, pero te pido que no lo hagas."
Hikaru Gosunkugi, su mano derecha y la persona a cargo de todo el personal esperó pacientemente a que su jefe continuara.
"No tuviste nada que ver con el atentado, ¿verdad?"
"No." Respondió el hombre de prominentes ojeras. "Ya he respondido esa pregunta mil veces, señor. No oirás nada diferente de mi si sigues preguntando."
"Sé que es así." Kuno estaba exasperado. "Es solo que…"
"Estuve con usted todo el tiempo en ese restaurante." Hikaru le recordó. Y, sin embargo, sigues sospechando de mí. Fue la silente acusación de su empleado y amigo.
"Yo..." Kuno soltó un suspiró, apoyando la cabeza sobre su mano. "Quizás solo quería tener una respuesta fácil y rápida".
"Por mucho que me encantaría ver a ese desgraciado muerto. No me atrevería a hacer nada que pudiera comprometerle." Gosunkugi expresó con la misma expresión vacía que le caracterizaba.
"Sí, sí." El líder asintió, tratando de que la idea se le metiera en la cabeza de una vez por todas. "Te agradezco tu amistad y lealtad, Hikaru. Lamento haberte presionado de esa manera."
El otro hombre se mostró comprensivo.
"Le entiendo. Necesitamos averiguar quién fue la persona que lo organizó. Si fue alguno de nosotros o no."
"Para mí." Intervino la mujer, sin dudarlo. "No dudaría de que fue el mismísimo Ranma quién orquestó todo este teatro."
"¿Hablas de un autoatentado?" Repitió Kuno, ampliando los ojos. "Imposible. Saotome ni siquiera sabía que íbamos a estar allí."
"Pero esa parte de la ciudad nos pertenece." Insistió la mujer. "Que su coche haya detonado en nuestra zona no es más que una razón para renovar el conflicto."
"No lo sé..." dijo el líder, entrecerrando los ojos no del todo convencido.
Hikaru tosió ligeramente. "No creo que Saotome sea capaz de tal cosa. Si él tuviera la intención de reanudar la guerra, ya lo hubiera hecho. ¿O acaso ya se te olvidó como es él, Tendo?"
"La gente cambia, Gos." Ella pronunció con diversión al observar como el rostro de Hikaru se retorcía de disgusto ante el irrespetuoso apodo. "No Podemos ser negligentes a la hora de investigar. Tenemos que tener en cuenta todas las posibilidades, si fue falsificado, si fue alguno de nosotros o incluso si fue obra de alguien más."
"Tienes razón, Nabiki" Asintió Kuno.
"Sea cual sea la verdad, lo cierto es que de ahora en adelante las relaciones con Saotome serán bastante inestables. Lo mejor es que seamos lo más discretos que podamos." Concluyó Hikaru.
"¿Fuiste a la estación de taxis, Hikaru?" Inquirió Kuno. "¿Conseguiste lo que te pedí?"
"Estamos progresando. Pero todavía no tengo nada concreto."
"¿En qué parte de ser 'discretos' entra la cacería que has armado en contra de ese taxista?" Preguntó la única mujer de la habitación.
"No haré nada." Rectificó Gosunkugi. "Tan sólo estoy aprovechando la oportunidad para conocer más sobre los escondites de Saotome, y algo me dice que esa taxista es la clave."
La expresión de la mujer se agrío por un instante, mostrando el primer atisbo de emoción genuina en lo que iba de reunión.
"Si rastreamos el origen de su bebida que terminó en nuestra zona, tendremos una ubicación mucho más útil." Protestó Nabiki, inconforme.
"Tienes razón." Dijo Kuno, sonriendo por primera vez desde la llamada. "En la mañana le ordené a Mu Tzu que se encargará de ello."
"De todos modos." Intervino Hikaru. "La carrera del próximo fin de semana será una buena oportunidad para observar que actitud tomará Saotome."
Nabiki asintió.
"Escuché que Kodachi se está dedicando en cuerpo y alma al equipo. Deberías darte una vuelta por el taller para ver cómo le está yendo."
"Eso haré." Kuno susurró con un dejo de renuencia ante la idea de visitar a su hermana.
Konatsu aparcó su vehículo frente a un edificio abandonado. Él salió de su sedan blanco, mirando a todas partes antes de entrar al callejón al lado de la deteriorada fachada. A pesar de su apariencia exterior, dos camiones estaban siendo cargados por media docena de hombres, quienes al verle le saludaron energéticamente.
El hombre les devolvió el saludo, yendo directamente a la administración.
Konatsu tocó la puerta de la oficina y entró.
"Ryoga." Saludó.
El otro hombre levantó la mirada del libro que había estado leyendo, sobresaltado.
"Llegaste justo a tiempo, Konatsu."
"¿A tiempo para qué?" Preguntó, tomando asiento frente a su amigo.
"Mira esto." Pidió, mostrándole el libro que tenía en sus manos. "Entre el décimo y doceavo asiento."
Konatsu posó su dedo índice sobre la línea que le indico su compañero. "Dos grandes cargamentos de mercancía llegaron el 10 de este mes. Partieron el día 12."
"Ese es el punto." Dijo Ryoga. "Para llevar sólo un cargamento de mercancía, necesitas usar a ambos camiones. Dos cargamentos necesitarían de dos viajes en el mismo día..."
"Sólo hicieron un viaje? Pero si un día es más que suficiente para que los camiones vuelvan y se lleven el resto."
"Ese día." Ryoga dijo, abriendo otro libro. "Según esto, el horario que salió la mercancía de aquí fue mucho más tarde de lo usual. ¿Ves? Dice que fue a las 3 pm."
"3 Pm… del 12 …" Masculló, pensativo. "¿Ese no fue el día de la tormenta?"
"Tienes razón." Ryoga asintió. "El clima de ese día no hacía sino empeorar, yo me había resignado a no poder entregar la mercancía a tiempo. La insistencia del jefe nos hizo entregar un solo cargamento a tiempo."
"Pero aquí dice que fueron entregados dos cargamentos." Konatsu dijo, señalando el cuaderno. "Solo que a tal hora no hay manera de que pudiéramos haber entregado ambos cargamentos a la vez..."
"El cargamento debería haber amanecido aquí, de lo contrario me habría dado cuenta".
"Quienquiera que tomó el otro lote debe haber tratado de disfrazar la adulteración aquí." dijo Konatsu, señalando el número '2' en la página número 12.
"Alguien nos ha estado robando... Y quién sabe desde hace cuánto tiempo."
La vida ordinaria, y un tanto aburrida de Akane Tendo había dado un giro de 180 grados. La bomba, el reencontrar a Ranma, la golpiza que había recibido a manos de Kuonji y su reconciliación con Ranma, le parecían a Akane algo salido de las novelas que tanto amaba Kasumi, había una parte de ella que temía despertarse y ver que todo había sido obra de su imaginación.
En la mañana del jueves, los temores de la taxista se esfumaron al observar con quien se encontraba.
"Buenos días, Akane." Le dijo el hombre que estaba acostado a su lado, en un estado no diferente al de ella.
Akane se sentó y cubrió su cuerpo con la sabana de lino blanco. Estaban en una suite de lujo en uno de los mejores hoteles de la ciudad. Ranma había reservado habitaciones en varios hoteles de la ciudad, y ella se alternaba entre ellos para vivir.
"Que milagro que todavía estás aquí. Normalmente, cuando despierto ya te has marchado con tu amiga Shampoo" Ella comentó, con expresión juguetona.
"Aún es bastante temprano." dijo el mafioso, levantándose y dirigiéndose hacia el baño de la suite. "Quiero desayunar contigo antes de empezar a trabajar."
Los dos se vistieron y ordenaron el desayuño. Mientras comían, alguien tocó la puerta de la suite dos veces antes de entrar.
"Buenos días, jefe." Shampoo saludó en un tono cordial. Akane se había acostumbrado a la expresión hostil de la otra mujer.
Ranma no le prestó importancia o simplemente no sé dio cuenta. "Buenos días, Xian. ¿Ya comiste?"
"Sí, ya comí. Gracias por preguntar. ¿Tiene alguna orden?"
"Ahora no." El hombre contestó, observando su comida. "Hablemos en cuanto termine aquí."
La mujer china asintió ante las palabras de su jefe, antes de abandonar la habitación.
"No le agrado mucho a tu amiga." Akane comentó, incapaz de evitarlo.
"No la culpo. Es una situación bastante delicada y todavía no me he tomado el tiempo de hablar con ella."
"¿A qué te refieres?"
Ranma soltó una risa incomoda, mientras evitaba la mirada penetrante de su compañera.
"Ranma."
"Xian y yo… bueno, desarrollamos una relación bastante cercana en todos estos años que trabajamos juntos. Ahora que tú apareciste, ella debe estar sintiéndose… un poco insegura."
"Ah." Akane levantó las cejas
"Podrías habérmelo dicho antes de que..."
"No fue necesario." Ranma enmendó, apresuradamente. "No es como si la fuera a despedir o algo así."
"¿No?" Preguntó ella, sintiendo confusión por un momento antes de darse cuenta de la intención de su pareja
"Así que quieres tenernos a las dos, ¿verdad?"
"Sí, pero no la de forma que crees." Se apresuró en enmendar al observar la expresión de Akane.
"Xian ha estado junto a mí apoyándome durante mucho tiempo, gracias a su respaldo pude asumir el control tras la muerte del maestro. Sin duda, Xian es importante para mí, y que estés tú aquí no cambiara eso."
El rostro de Akane se tensó a la vez que sus labios se arrugaban en una mueca de desagrado.
"Xian es mi mano derecha, la persona en la que más confío. Tú, en cambio, eres mi mundo, la persona a la que más amo."
El cerebro de Akane entró en corto, sin poder decidirse si quería estrangularle o hacerlo suyo en el acto.
"Eres de lo peor." Fueron las palabras que salieron a duras penas de los labios de la mujer de cabello azulado.
"Pensé que el hecho de que yo era el jefe de un grupo criminal era suficiente para que asumieras eso." Dijo, cubriendo la enorme sonrisa con el vaso de jugo.
"Quiero que Xian y tú se lleven bien." Le comentó una vez más, aunque esta vez con expresión seria. "Así que las enviaré a las dos a la pista de carreras para que revisen los preparativos para la carrera del domingo."
El gánster esbozó una pequeña sonrisa al ver que esta vez su pareja no protestó.
Ranma abandonó la habitación justo después de comer.
Akane intentó distraerse leyendo el periódico. Funcionó, pues apenas notó cuánto tardó en regresar su pareja.
"Le pedí a Ryoga que me llevara a la oficina. Así que eres libre de acompañar a Akane."
La guardaespaldas asintió, su expresión era un poco menos tensa que antes.
"Acompaña a Akane a la pista de carreras. Preséntale a los muchachos y vigila el comportamiento de la gente de Kuno."
"Entiendo." Xian dijo, dejando escapar una pequeña sonrisa. Expresión que desapareció inmediatamente cuando posó su mirada en Akane, aunque a diferencia de antes, no asumió una expresión de abierto desagrado por la taxista.
"Vámonos."
Notas del Autor:
Debo admitir que me moría de ganas de mostrar un poco la perspectiva de Kuno y sus secuaces, en especial Nabs.
La historia se ha asentado en algo que podríamos llamar 'calma', me pregunto si esto continuara siendo así…