Disclaimer: El universo de Los Juegos del Hambre no me pertenece.

Escrito para el Reto #49: "Fandoms unidos, jamás serán vencidos" del foro Hogwarts a través de los años.

Elemento: Madge Undersee


Charlajo

—Hola Katniss.

La chica rubia que está parada del otro lado de la puerta la saluda. Katniss la mira con sorpresa. Es la última persona que esperaba ver a esa hora en su casa. El sol se ocultó hace unas horas y todos están reunidos ahí, preocupados por Gale. ¿Qué puede haber traído a la hija del alcalde a su casa precisamente este día? La visita la ha tomado tan desprevenida que no sabe cómo preguntar sin sentir que la está echando.

—¡Madge! Qué… —se aclara la voz— sorpresa. Pasa.

La hija del alcalde mira a su alrededor antes de entrar, como comprobando que nadie la haya seguido o vigilado. Da un paso e ingresa a la antesala, no avanza más.

—Traje esto —extiende un brazo con una bolsa blanca, Katniss no tiene idea de qué es—, creo que podría serles útil.

La morena recibe la bolsa extrañada.

—Es morflina. En casa tenemos varias cajas para mi madre, pensé que Gale podría necesitar un poco.

—¡Qué amable, muchacha! —una mujer mayor y morena aparece por la puerta que da a la sala, se acerca sonriendo agradecida. Madge piensa que, a pesar de las ojeras y el cabello maltratado, esa mujer es una de las más guapas que ha visto en la Veta. Debe ser la madre de Gale, Hazelle— ¿Cómo agradecerte?

—No es nada. Cualquiera habría hecho lo mismo en mi...

—Te equivocas. No muchos hubiesen hecho lo mismo —Haymitch sale detrás de Hazelle, interrumpiéndola—. No en tu lugar y siendo él precisamente el necesitado. No podemos decir que el chico sea lo más amable de la Veta.

Madge no dice nada. El hombre la escudriña con la mirada. Rubia, delgada, ojos almendrados, nariz mediana y recta… Es tan parecida a Maysilee. Más de lo que él puede soportar, de hecho. Nunca ha estado tan cerca de la hija del alcalde y ahora es como si volviera a estar frente a quien fue su compañera en los Juegos del Hambre. Malos recuerdos vienen a su mente, donde la rubia se toma el costado derecho ensangrentado y lo mira pidiéndole que él sobreviva por ambos. Murmura algo que parece una pregunta sobre si siquiera conoce a Gale y regresa al interior de la vivienda.

—Le daré esto a mi madre —Katniss desaparece detrás de Haymitch.

Hazelle y Madge quedan solas en el pequeño cuarto. La más joven se siente incómoda. Gale Hawthorne nunca ha sido amable con ella, pero la mujer frente a ella no parece compartir la opinión de su hijo. Los Hawthorne nunca lo ha pasado bien económicamente, y por alguna razón, en ese momento piensa que Gale ha tenido razón siempre que se ha desquitado con ella por las injusticias del Capitolio. Casi se siente como una intrusa ahí.

Ha venido en un impulso, preocupada por el chico. Ahora debe regresar a casa. Sin embargo, Hazelle parece querer decir algo más. Tal vez no encuentra palabras para expresar lo infinitamente agradecida que está. Madge abre la boca para despedirse, pero la irrupción de una figura pequeña se lo impide.

—¡Mamá! Posy no deja de preguntar si Gale… —un niño de diez años ha llegado corriendo hasta Hazelle. En cuando ve a Madge, olvida lo que está diciendo, su mandíbula cae levemente y la mira fijamente, entre tímido y sorprendido.

—¡No es verdad, Ma! Yo solo estaba —tras él, una niña mucho más pequeña llega corriendo— Ah, hola. ¿Quién eres? Nunca te había visto. ¿Eres amiga de mi hermano y Katniss?

La rubia le sonríe. No logra responderle porque el niño recrimina a su hermanita:

—¡Posy! ¿No ves que mamá está ocupada? Ven, vamos a preguntar a Rory y verás cómo me da la razón a mí —luego se acerca al oído de la pequeña—. ¿Por qué le has hablado? ¿qué te han dicho todos sobre hablar con desconocidos?

—¿Pero la has visto? ¡Es muy bonita, Vick! ¿Tú crees que…? —Madge no alcanza a oír el final de la pregunta porque la niña es arrastrada de la mano por su hermano de regreso a la cocina.

Así que Gale tiene una familia numerosa. El chico cazaba y vendía fresas para mantener a su familia, eso era un secreto a voces. Pero Madge asumió que tendría como máximo, un hermano, como Katniss. Recuerda que ellos también perdieron a su padre en el accidente de la mina. Madge siente una opresión incómoda en el pecho al imaginar a Hazelle intentando sobrevivir con cuatro niños a su cargo en la Veta. Debió ser muy duro.

—Yo...debo regresar. En casa notarán que no estoy.

La madre de Gale le asiente y le agradece una vez más.

Camino a casa, Madge no puede quitarse de la cabeza la imagen de la mujer desamparada y cuatro niños en los huesos llorando de hambre. Por primera vez es consciente de lo diferente que es su vida de la del resto del distrito. No le gusta lo que ha descubierto. No quiere ser parte de esa injusticia.

Las cosas tienen que cambiar, cueste lo que cueste.

oOo

Camina por el límite de la pradera, junto a la valla que rodea el Distrito 12. Reconoce la piedra gris a lado de un tronco caído y comienza a contar sus pasos. Cuando llega a treinta, se acerca al arbusto más próximo y mueve las ramas para dejar libre la valla. Ahí está. El otro agujero en la zona en la que falla la electricidad. Se dispone a atravesarlo.

―¡Ay!

Madge se toca la parte lateral del muslo, donde se ha enganchado el extremo mal cortado de un alambre. Ir con vestido ha sido mala idea, y si el vestido tiene la falda a medio muslo, aún peor.

Ignora el dolor y camina con cuidado sosteniendo el volante celeste de la falda, sigilosa y con la mayor rapidez posible. Sabe que nadie la vio pasar por el agujero en la valla, pero nada le asegura que los agentes de la paz no pasarán por ahí pronto.

Se interna en el bosque siguiendo ese camino que ya conoce de memoria. Antes de marcharse al tercer Vasallaje de los Veinticinco, Katniss le enseñaba a cazar; ahora que no está, Madge sigue escabulléndose para practicar por su cuenta. La rebelión estallará en cualquier momento y ella no piensa quedarse al margen.

Llega a una especie de fuerte de madera oculto entre arbustos y toma el carcaj de Katniss, apoyado en una de las paredes. El de Gale es el café oscuro de al lado; pero desde que el chico trabaja en la mina, ya no tiene tiempo para salir a cazar. Ha perdido una gran fuente de ingresos.

Por si fuera poco, Haymitch se ha marchado junto a Peeta y Katniss, así que Hazelle ha dejado de trabajar y recibir la paga del antiguo vencedor. Madge lo sabe y por eso intenta ayudar a la familia sin que Gale lo note: a veces deslizándole en el bolsillo un billete de mayor valor al que debería darle por las fresas o dando propinas a Vick cuando se ofrece a ayudarla a cargar con las compras que hace en la tienda de pinturas del distrito. Al menos para eso, agradece que Gale nunca le preste mucha atención a ella.

La rubia avanza hasta a un pequeño estanque donde encuentra conejos y ardillas merodeando. Un venado mediano se asoma para tomar agua. Ella toma una flecha y prepara el arco. Un animal de un tamaño como ese debe dar muchísimo dinero. Madge no lo necesita, pero conoce mucha gente en el Distrito 12 a quienes salvaría del hambre durante al menos una semana.

Está a punto de soltar la flecha cuando otra a gran velocidad pasa por encima de su hombro derecho, le roza el cabello y termina sobre el torso del animal.

―¡Podrías haberme matado! ―encara furiosa al recién llegado.

―Tengo una puntería perfecta, Undersee.

―Podría haberme movido mientras soltabas la flecha.

Él ignora su reproche y camina hacia donde cayó el venado herido, se agacha junto a él y coloca una mano sobre su cabeza.

―Ya… Tranquilo, ya pasará.

Madge nunca lo ha oído habla con tanta suavidad. Él toma un cuchillo, le da el golpe de gracia y cierra los ojoso. Ella hace lo mismo. Es necesario, y lo que se debe hacer cuando uno caza; pero ninguno es lo suficientemente insensible para no odiar ver cómo se extingue la vida de los ojos del animal. Luego, Gale comienza a despellejarlo y, al fin, le responde.

―Pero no sucedió, ¿seguirás quejándote?

No insiste. No está de humor para oír ningún comentario ácido del chico. Por lo menos, desde que le dio la medicina, Gale ya no se ha mostrado tan antipático con ella. Pero aún la evita de manera muy poco sutil cuando coinciden en casa de Katniss.

El chico toma al venado y lo arrastra de regreso al pequeño fuerte que montó con Katniss. La hija del alcalde camina detrás de él, intentando ocultar la punzada de dolor sobre el muslo izquierdo.

―No se suponía que hoy vendrías, tú no cazas los domingos. ―comenta Gale.

―¿Cómo sabes eso?

―Yo vengo los domingos y hasta ahora nunca te había visto. ―antes de que ella pregunte algo más, continúa― Sé que entrenas porque Katniss me dijo que te enseñó y siempre encuentro su carcaj en una posición diferente a la que lo encuentro cada domingo. Lo que aun no comprendo es por qué has venido a cazar un domingo.

Gale está especialmente conversador esa noche. En todo el tiempo que se conocen, nunca ha comenzado una conversación él, y cuando no había más remedio que hablar, siempre ha limitado sus respuestas.

Madge decide ser sincera.

―La rebelión está tomando fuerza, no tardará en llegar a nuestro distrito, Gale.

El chico se pasa el dorso de la mano por la frente. Una mueca desaprobatoria surca su rostro.

―Aquí la gente no se organiza como en esos Distritos, Undersee. La gente no tiene tiempo para eso. Los que trabajan, ni siquiera saben si mañana habrá algo que llevarse a la boca. Así que todos trabajamos extra para conseguir dinero extra. Esa es nuestra principal preocupación. Los que aún no tienen edad para trabajar, están mal alimentados, no tienen energía para organizar una rebelión y ni siquiera tendrían la fuerza mínima para enfrentar a un Agente de la Paz. Si la rebelión estallara, quedaría confinada allá porque acá preferirían bajar la cabeza y sobrevivir, aunque sea continuando sometidos al poder del Capitolio. Además, el trece no existe, son suposiciones que la gente se inventa porque necesita aferrarse a algo que les dé esperanza. —luego voltea a mirarla— en cualquier caso, no veo en qué te afectaría todo esto. Pase lo que pase, la familia del alcalde sigue estando bajo el amparo del capitolio. A ti no te pasaría nada.

Ella lo mira impotente.

Tiempo atrás, Madge encontró una carta dirigida a su padre donde informaban sobre levantamientos en otros distritos. No le hubiese llamado la atención si no hubiese estado firmada por el mismo presidente Snow y el nombre de Katniss Everdeen no hubiese aparecido en ella. Mencionaba de manera muy ambigua al Distrito 13, pero la frase era un sinsentido, probablemente escrita en código.

Para entonces, el Tercer Vasallaje de los veinticinco ya había comenzado y ella no tenía manera de hablar con Katniss. Acudió al único en quien creyó que podría hacer algo.

Se equivocó.

Gale no solo no le creyó, sino que además la acusó de aburrirse en casa e inventar conspiraciones, llamándola niña privilegiada. Al menos ahora ha tenido el detalle de no repetir aquello.

En segundo lugar, el alcalde del Distrito Doce no tiene los privilegios que Gale le atribuye. Si saltara la rebelión, simplemente serían olvidados como simples pobladores o acusados de traición, lo que sería peor.

El chico observa cómo Madge frunce el ceño, inmersa en sus pensamientos. No quiere imaginar lo que pasa por esa cabeza rubia, y no quiere continuar con el tema estúpido de la supuesta rebelión.

―Te diré lo que sucederá: Katniss y Peeta volverán a jugar a ser los trágicos amantes del Distrito 12. El Capitolio volverá a enamorarse de ellos. Pero esta vez, Katniss no saldrá viva de la arena. Se fue dispuesta sacrificarse por el chico del pan y a Snow le conviene que ella muera. No más sinsajo y no más esperanza para una supuesta rebelión. Fin.

―Ella volverá.

Él bufa. Realmente quiere que vuelva; pero tiene que ser realista, Katniss no dejaría morir a Mellarck. Le desconcierta que precisamente sea la hija del alcalde quien quiera mantener su esperanza viva. No se lo merece, no se ha portado bien con ella. Lo mínimo que esperaría es le devuelva el mismo trato. Pero ella no hace eso. La hija del alcalde hace muchas cosas que Gale nunca llega a comprender.

―Como digas.

Madge lo mira mientras él continúa cercenando la carne del venado. Comienza a sentir pesada la mirada de ella sobre sí, así que habla para disipar la tensión.

―Nunca entendí cómo es que Katniss y tú llegaron a ser amigas. Quiero decir, las dos tienen familias y han crecido en circunstancias opuestas. No entiendo cómo dos personas tan diferentes y que lo único que parecen tener en común es no hablar demasiado, llegaron a considerarse amigas.

La rubia se sienta sobre un tronco frente a él. Su amistad fue inesperada, y probablemente Katniss no la haya considerado hasta aquel día en que le dio el prendedor del sinsajo. Sin embargo, si le hubiesen preguntado a Madge, ella tenía claro que Katniss era su amiga desde mucho antes.

El primer día de colegio, su madre la acompañó a la escuela. Fue uno de los pocos días en que los dolores de cabeza la dejaron en paz y Madge atesora el recuerdo como uno de los últimos en que vio a su madre sonreír.

Madge Undersee era diferente al resto de niños del Distrito 12. Hija única del alcalde, pasó el inicio de su infancia entre lecciones de piano y cuentos que una nana le leía. En casa nunca faltó comida, ni tuvo que heredar ropa de nadie, a diferencia de todo el resto de habitantes del distrito. Pero ella no supo lo diferente que era hasta ese día.

Al llegar, la señora Undersee la despidió con un beso y una caricia sobre las coletas rubias. El murmullo de los niños llenaba el lugar y muchos parecían conocerse. Madge nunca había hablado con otros niños antes, ni conocía a nadie de su edad.

En cuanto ingresó al recinto, los niños que la notaron detuvieron sus juegos para mirarla como si le hubiese salido una segunda cabeza. La niña rubia sintió miedo y no comprendía por qué ellos la percibían diferente. Quiso regresar a casa, no le gustaba sentirse extraña, no le gustaba ese lugar lleno de desconocidos que la miraban así…

Hola pequeña, ¿eres la hija del alcalde verdad? ―Madge casi no recuerda el rostro de la mujer de uniforme azul se le acercó para tomarla de la mano.

Solo asintió como respuesta.

Te he reconocido por el cabello, eres idéntica a tu madre. Ven conmigo, te llevaré con los niños de tu edad.

Se dejó guiar hasta un salón mediano lleno de chiquillos jugando y riendo. Algunos llevaban prendas que apenas les entraba, a otros la tela les sobraba, lo mismo con los zapatos. Lo que todos tenían en común es que ninguno llevaba el uniforme tan impoluto, ni era hecho a la medida como el de Madge.

Al notar aquello, intentó cubrirse con el bolso que llevaba, avergonzada, el cual, para su mala suerte, también era nuevo y muy diferente al de los demás.

Tranquila, el primer día siempre es así, pero ya verás como haces amigos pronto.

La mujer la llevó hacia el único asiento vacío y la dejó ahí. Madge miró a su compañera, quien ni siquiera le prestó atención.

Entonces, otra niña morena señaló su uniforme y comenzó a burlarse. Misma que aprovechó cualquier oportunidad para seguir haciéndolo durante los siguientes diez años. Siempre le tuvo envidia. Los que estaban cerca le rieron la gracia. Madge simplemente apretó los ojos esperando que la hora de regresar a casa llegase pronto.

A mí me gusta tu blusa blanca y esas cosas que te sujetan las coletas, son muy bonitas. ―la niña de al lado habló para sacarla de su burbuja de vergüenza.

Madge la miró con timidez.

A mí me gusta tu trenza.

La morena le sonrió mientras acariciaba su propio cabello.

Nunca te he visto en la Veta.

Es que no vivo ahí.

En ese momento ingresó una mujer de mediana edad, quien comenzó a escribir algo en la pizarra. La sala se silenció y todos tomaron asiento en orden.

Me llamo Katniss Everdeen, ―le susurró mientras la maestra se presentaba. Extendió una mano hacia ella― ¿y tú?

Madge Undersee —contestó estrechándosela.

Ambas niñas se sonrieron.

Desde entonces estuvieron condenadas a estar juntas. A ambas se les daba fatal hacer nuevos amigos, eran malísimas para conversar sobre trivialidades y se sentían bien en compañía de la otra.

―Ella fue amable conmigo cuando los demás no veían más que a la hija privilegiada del alcalde.

Gale siente una punzada entre las costillas, una sensación que no había sentido antes. Tal vez es eso que su madre siempre lo ha acusado de no saber reconocer, culpa. Él forma parte de esa manada que nunca la ha aceptado como una más. Nunca se ha molestado en reconocer a la chica detrás de la figura privilegiada.

―Es difícil, ¿sabes? Nosotros no sabemos si al día siguiente habrá pan, y tú vas a todos lados con esos vestidos que podrían darnos comida para un mes.

Madge tira de la parte posterior de la falda, avergonzada. Definitivamente ha sido una mala decisión ponerse aquel vestido.

―Pero no es tu culpa ―prosigue Gale―. Cuesta aceptarlo, pero he llegado a la conclusión de que simplemente ese fue tu destino.

―Mi vida no ha sido perfecta, Gale. Todos tenemos algo con qué lidiar, yo no me salvo de eso solo por ser la hija del alcalde.

Gale eleva la mirada hasta encontrar sus iris azules. ¿Qué problema podría tener ella? No puede haber nada peor que ver a tu madre dejar de comer y trabajar hasta el cansancio, o peor que escuchar a tus hermanos llorar de hambre. Tal vez su dolor no sea peor, tal vez su dolor sea simplemente diferente.

―He terminado. ¿Quieres una parte? Después de todo, tú lo encontraste.

Ella niega con la cabeza.

―Es mucha carne y no podré venderla —insiste él— Ya no es seguro hacerlo desde que quemaron El Quemador.

—En casa no comemos carne —se le ocurre una idea—. Puedo guardar un poco en el congelador para que no se estropee. Cada semana tendrías que venir a llevar lo que necesites.

Él se lo piensa un momento, pero finalmente asiente. Coloca la carne en cestas y ganchos que trae consigo. Caminan juntos de vuelta al agujero en la valla. Él pasa primero y chequea el perímetro. Cuando verifica que no hay nadie cerca, le hace una señal. Ella se agacha y atraviesa el electrificado, pero cuando intenta ponerse en pie otra vez, cae al suelo con un quejido.

Gale se agacha junto a ella. Chequea con rapidez y encuentra un hilillo de sangre deslizándose por su muslo izquierdo.

―Maldita sea, ¿por qué no dijiste nada?

―No es grave ―murmura ella entre dientes, con la cara contraída de dolor―, se me clavó uno de los fierros de la valla y cuando he intentado ponerme de pie, la herida se ha vuelto a abrir.

El chico le ofrece apoyo para caminar, ella se rehúsa en un principio, pero termina aceptando a regañadientes cuando Gale insiste que no pueden encontrarlos con la carne. Caminan lo más rápido que pueden hasta la casa del alcalde.

—Tendrás que pasar a guardar la carne en el congelador tú mismo, yo iré a desinfectarme la herida —cuando parece que él va a replicar, insiste— Puedo caminar, no te preocupes.

Le indica cómo llegar a la cocina y le pide que no haga ruido, sus padres duermen.

Cuando ha terminado de limpiar y vendarse la herida, regresa a la cocina, pero ya no está. Es probable que se haya marchado sin avisarle. No tenía ninguna obligación de despedirse, se recuerda reprochándose por esperar otro comportamiento por parte del chico.

Regresa por el pasillo, dispuesta a irse a su habitación. Se detiene al ver la luz del despacho de su padre encendida. Se acerca sigilosa y se asoma por la rendija, esperando encontrar a algún funcionario o a su padre.

—Éste es el despacho privado de mi padre, ¿cómo has logrado entrar?

—La puerta estaba abierta —él no se molesta en girar a mirarla, está inmerso en la hoja de papel que tiene en la mano—. Ven, mira esto.

Ella pasa y cierra la puerta con cuidado. Su padre no puede saber que han entrado.

Llega a donde está el chico, y se detiene a su lado. No puede evitar notar lo pequeña que es en comparación al él. Mira el papel. No ve nada que le llame la atención.

—Lee —coloca el índice en el segundo párrafo— aquí: Distrito Trece, Alma Coin.

Ella lo mira asustada.

—Hay más, Madge.

—¿Qué?

Gale casi no puede contener la emoción.

—Hay más documentos que mencionan el Trece. Mira ahí —señala con el dedo una hoja amarillenta con anotaciones en los márgenes, luego pasa a unas hojas menos manipuladas— y acá. ¡Y no son los únicos documentos sobre el distrito! Indican cómo está organizado, y quiénes lo dirigen. Pero no parecen tener información sobre entradas y salidas, ni cómo comunicarse con ellos. Tenías razón, Madge.

La chica mira el escritorio de madera de su padre, pasea su mirada por encima de los informes del capitolio, intentando asimilar todo.

―Podemos sacarle mucha utilidad a toda esta información. Solo tenemos que esperar a que Haymitch y Katniss —se detiene abruptamente— Katniss tiene que saber esto, ¡tiene que saber que debe salir viva de la arena!

—Gale…

El chico ignora su llamado y prosigue con su perorata. La toma por los hombros y la mira directamente a los ojos, cómplice por primera vez.

―Y tal vez puedan ingeniarse para sacar a Peeta con vida también.

―Gale.

Esta vez deja de hablar y frunce el ceño.

―¿Sucede algo?

Madge quiere decirle que el Capitolio vigila muy de cerca a su padre. Si esa información sale de la oficina del alcalde, Snow lo sabrá. Madge nunca ha sabido quién es el informante del presidente; pero hay cosas que suceden en la intimidad de su hogar con las que el mismo presidente ha amenazado a su padre.

Tiene que decirle que no pueden decirle a nadie sobre esos documentos. Que si eran secretos era por algún motivo importante. Que deberían permanecer así. Que su padre podría meterse en graves problemas por esa información. Que toda su familia tendría que pagar si esa información se divulga.

Tiene que convencerlo de…

―Llévatelos —susurra finalmente.

El chico abre los ojos sorprendido, la mira sin terminar de comprender.

—¡Llévatelos! —apremia y recoge desesperada todos los documentos que tienen el número trece en su contenido y los empuja contra el pecho del chico— ¡No digas nada! No hables fuerte. Solo escúchame.

Él recibe el montón de papeles, mirándola con cautela. La chica está actuando de manera extraña.

―Pero si me los llevo, tu padre sabrá que…

—Es ahora o nunca, Gale. Es la única oportunidad que he tenido en mucho tiempo de entrar al despacho de mi padre, siempre está cerrado con llave o alguien lo vigila durante el día. Debes tomarlos y marcharte. Ve directamente a un lugar donde puedas guardarlos y solo tú conozcas. No te detengas en el camino, no mires fuera de él, no vayas a ver a tu familia antes de que los hayas ocultado y no hables con nadie.

—El alcalde podría meterse en problemas si estos documentos desaparecen —dice serio.

—El alcalde y su familia han tenido una vida muy cómoda a costa de la gente del Distrito Doce, es hora de devolverles el favor.

El chico la mira conmovido. Esa información podría significar un cambio de vida no solo para él y su familia, si no para mucha gente del distrito. Madge Undersee es un ser humano valioso si está dispuesta a arriesgar su propia vida y la de su familia por personas que nunca la han considerado una de ellos. Solo entonces puede comprender lo que Katniss pudo haber visto en ella.

—¿Qué esperas? —Madge lo empuja hasta la puerta trasera de la casa. Debe irse cuanto antes— ¡Vete ya!

Antes de marcharse, Gale la encara. No sabe hasta qué punto esto le acarreará problemas, tal vez sea la última vez que la vea. En un impulso irracional, la rodea por los hombros.

Ella se deja hacer, sin corresponderle.

—Gracias —susurra sobre su cabello rubio— si logro encontrar una manera de contactarlos o llegar a ellos, serás la primera en saberlo. Mantente a salvo, por favor.

—Lo haré, pero debes irte.

Él asiente y sigue las instrucciones de la chica.

oOo

Al día siguiente, el alcalde busca desesperado el último documento que recibió del Capitolio. Intenta recordar dónde lo puede haber dejado. Se lleva las manos a la cabeza cuando recuerda que no cerró con llave su despacho la noche anterior antes de correr a su habitación para darle a su mujer las medicinas para el dolor. El despacho estaba abierto, pero ¿quién…?

Su hija atraviesa el salón principal en ese momento. Se lleva una fresa a la boca.

Tiene la respuesta ante sí.

—Madge —la mira preguntándose si realmente conoce a su hija—, ¿entraste tú a mi despacho ayer? Hay unos papeles que…

La chica alza la mirada, cuando el azul lo enfrenta, él no necesita terminar la frase. No tiene duda, ha sido ella.

—¿A quién…—de repente siente la garganta seca— a quién se los diste, hija?

—Papá —se acerca a él con una expresión compungida, ¿qué puede decirle? Conocía las posibles consecuencias, y aun así decidió darle los papeles a Gale—, lo siento.

El alcalde se acerca a ella y acaricia su cabello, suspira con resignación.

—Ojalá hubiera podido sacarte de acá antes, linda.

oOo

Katniss lanza la flecha con el cable enrollado a ella hacia el campo de fuerza. El hilo de oro se vuelve incandescente y se oye una gran explosión. La transmisión de los juegos es interrumpida.

Pronto, el caos invade no solo la arena, sino que se apodera a la vez de todos los distritos. Guardianes de la paz contra civiles, todo es un mar de enfrentamientos, puños, balas y lo que sea que pueda utilizarse para atacar. Los levantamientos en los distritos 3, 4, 6, 8 y 11 parecen lograr reducir a los Agentes de la Paz. En los demás, la población lo tiene más difícil, pero logran igualar a sus oponentes.

El Distrito 12 es el único que no tuvo una rebelión organizada, así que los que se han atrevido a enfrentarse, lo hacen con lo que tienen a la mano. Otros muchos corren a ponerse a salvo en sus casas.

Gale se encuentra en el centro de la plaza, dispuesto a pelear y reducir a golpes a quien tenga que hacerlo. Una mano lo toma del antebrazo y tira de él lejos del enfrentamiento.

—¿Qué…? ―reconoce a la persona que lo ha arrastrado hasta allí― ¿Sae?

La señora se las ha arreglado para encontrarlo en medio del tumulto de gente, no sin llevarse un par de golpes en la cara y brazos.

―Lanzarán bombas. Los aerodeslizadores no tardarán en llegar, tenemos que ponernos a salvo. Corre, ve a por tu familia, sé a dónde podemos ir. Yo avisaré a los que pueda. Nos encontramos en el límite de la pradera y el bosque.

Gracias al robo de los papeles del alcalde Undersee, Gale y Sae, la grasienta, lograron contactar -a través de un intermediario- al distrito 13. Solo recibieron una orden de vuelta: esperar a sus instrucciones. Y no volvieron a saber más de ellos hasta ese momento. Sae no le dice quién ha sido su informante, pero sí que es información fidedigna proveniente del 13.

Gracias al robo de esos documentos, la familia Undersee es puesta bajo estricta vigilancia hasta el día del levantamiento.

Madge mira por la ventana mientras ve a Hazelle y sus hijos caminar con prisa detrás de Gale. Confía que el chico los esté llevando a algún lugar donde puedan estar a salvo. Una lágrima cae por su mejilla, se limpia discretamente y regresa al interior de su vivienda.

Agentes de la Paz, provenientes del Capitolio mantienen a su familia encerrada en su propia casa. Cuando el motor de los aerodeslizadores va haciéndose más nítido, sube las escaleras hasta la habitación de sus padres. El señor Undersee está sentado junto a su esposa. Madge se sienta en el banquillo a lado de la cabecera de la cama.

―Madge… ¿sucede algo, querida? ―su madre le acaricia el cabello. Es una de las pocas veces en que la reconoce y no la confunde con Maysilee.

―No, mamá ―reprime un sollozo―. me alegra que te encuentres mejor.

Su madre le sonríe por última vez.

La bombas caen como lluvia por todo el distrito.


NA

No se imaginan lo que me ha costado escribir esto. Leí la trilogía hace como nueve años y dejé de frecuentar el fandom hace seis. Así que he tenido que consultar más de una vez los libros para recordar algunas cosas. Espero que no se me haya escapado nada y si es así lo siento, la memoria falla.

Ahora, me gustaría hablar sobre el título de esta historia: ¿por qué Charlajo?

Como se menciona en los libros, el Sinsajo era resultado de la unión entre charlajos y sinsontes. Los charlajos habían sido creados por el capitolio para llevar conversaciones de los rebeldes al Capitolio. Pero terminaron siendo útiles para los rebeldes, como Madge en esta historia. Ella no es precisamente una creación del Capitolio, pero sabemos que era privilegiada por la posición de su padre. Además, es gracias a los Charlajos que los Sinsajos pudieron existir, creo que Katniss no hubiese sido el Sinsajo si no hubiese sido porque Madge le dio el prendedor.

Madge me agrada bastante, me hubiera gustado conocer más de este personaje y creo que se le hubiera podido dar un poco más de protagonismo. Me hubiese encantado verla formando parte de la conspiración contra el Capitolio. En fin, eso tiene solución en el mundo del fanfiction.

Espero que hayan disfrutado la historia, ¡gracias por leer!