—¡Ron! ¡Shhhhh! Estás haciendo mucho ruido y vas a despertar a Malfoy —dijo Harry en un susurro—. Esto es una misión de rescate, no lo olvides.
—¡Que se despierte! ¡Que lo haga y sepa lo que es bueno! —Exclamó Ron más alto de lo que debía—. Le tengo muchas ganas, Harry. Ese hurón de mierda…
—¿Qué Ron? ¿Qué pasa con Malfoy? Estamos aquí en parte por tu culpa, así que cállate, por favor —le cortó Harry.
Ron se puso rojo tan rojo que la línea entre su pelo y su frente se difuminó y frunció el ceño, molesto, pero permaneció en silencio. Se estaban adentrando sigilosamente en los terrenos de la vieja mansión. Todo estaba oscuro, habían decidido que el mejor momento era la noche para evitar enfrentamientos directos. Eso era importante si querían evitar que se filtrara lo que le sucedía a Hermione. Y no era únicamente por eso, por supuesto, ante sí mismos nunca habrían dicho aquello, también estaba el frágil equilibrio del mundo mágico. Cada semana había que sofocar un nuevo foco de puro fascismo. Si se sabía que había habido un enfrentamiento entre Harry y Malfoy las tensiones se multiplicarían y volvería a haber escaramuzas entre unos y otros y mil quebraderos de cabeza. Tampoco sería justo para Malfoy, había sido parte activa en los acuerdo que habían llevado a la restauración de la paz. Por supuesto, eso no significaba que confiaran en él a un centímetro de Hermione, pero nadie tenía por qué saberlo.
—¡Mira! ¡Ahí! Hay luz. ¿Crees que…? —preguntó Ron.
—No lo sé, ¡pero baja el volumen! Es posible que sea la habitación de Malfoy.
—¿Entonces…?
Harry se quedó pensativo, valorando las opciones.
—Tenemos que jugárnosla —dijo finalmente, resuelto. —¡Ascendio!
Los cuerpos de ambos se deslizaron hacia la ventana como si estuvieran sobre unas escaleras mecánicas. Ron se quejaba porque lo habían pillado por sorpresa, pero Ron siempre se quejaba. Se colocaron a ambos lados de la ventana, escoltándola, y miraron con cautela en su interior.
Hermione estaba dormida, tumbada en posición fetal, sosteniendo un libro en el que marcaba la página con un dedo. Ni siquiera se había cambiado de ropa, dormía aún con los vaqueros y un jersey en tonos anaranjados que le quedaba enorme. No parecía agitada, pero las ojeras mostraban el cansancio en el que vivía instalada. Nada parecía haber cambiado y, de pronto, tanto Ron como Harry sintieron el pellizco del remordimiento.
Ron no era una mala persona. Al menos eso era lo que se decía a sí mismo. Tal vez algo infantil, sí, pero no malo. No quería que a ella le pasara nada malo, de hecho deseaba solo cosas buenas para Hermione. Sencillamente… No podía más. Nunca había sabido lidiar con nada demasiado serio. Ni siquiera cuando estaban intentando destruir a Voldemort. Las emociones nunca habían sido su fortaleza. En líneas generales, se repetía, no podía entender nada de lo que estaba pasando. Eso no era culpa suya. ¿Acaso tenía sentido que Hermione hubiera rechazado de aquella manera la posibilidad de ser felices los dos juntos en aquel mundo nuevo en el que no había nada que temer? ¡No! ¡Ninguno!
—¡Ron! —siseó Harry—. ¡Despierta! ¡Vamos! Recuerda, tú la hechizas y yo la cojo. ¡Rápido!
Harry se llevó una mano al bolsillo trasero de su pantalón y sacó una pequeña ganzúa. Siempre la llevaba consigo, con el tiempo había aprendido que los magos solían ser muy precavidos, pero casi nunca tenían en cuenta los métodos muggle. Con un poco de suerte los Malfoy entrarían en esa categoría.
Se acercó a la ventana y empezó a hurgar en la cerradura. Era vieja y parecía oxidada, así que probablemente no supondría un gran problema. Con un par de movimientos precisos de muñeca pudo escuchar el clic que anunciaba que tenían vía libre. Con un gesto de cabeza indicó a su amigo que avanzara y entrara primero.
—¡Desmaius! —Susurró Ron y Harry estaba ya al lado de ella, atrapándola.
Ambos se movían con la sincronización de los que llevaban toda una vida luchando juntos. Hermione ni siquiera se había movido o sobresaltado. Todo seguía en silencio, solo el viento a través de la ventana rompía aquella quietud. Los dos amigos se quedaron parados por un momento, escuchando, asegurándose de que Malfoy no se hubiera enterado de nada. Sus hombros estaban tensos y sus ojos abiertos como gatos.
Cuando estuvieron seguros de que todo seguía igual volvieron a la ventana. Harry cargaba con el cuerpo de Hermione, por lo que en esta ocasión Ron se fue ocupando de no dejar huellas y de amortiguar la bajada.
Apenas cinco minutos después de haber llegado allí estaban perdiéndose en los terrenos de la mansión, arropados por la noche que eliminaba a su paso todo rastro de su presencia.
Pronto llegaría un nuevo día y Draco dormía.
Ignorante.
Despertó con la sensación de tener una resaca terrible. Durante horas había sido incapaz de dormirse, así que finalmente había tomado una o dos pociones para dormir sin sueños. Si era sincero consigo mismo, y al fin y al cabo estaba allí solo así que podía serlo, en realidad habían sido tres pociones.
El alcohol, las drogas o el sexo sin compromiso habrían sido estrategias mucho más razonables visto en perspectiva. Desde luego, así no iba a ser de ninguna utilidad para ella ni iba a lograr salvarla ni…
Oh, así que iba a ser una de esas resacas, ¿no? Autoodio, autocompasión y la sensación de que le habían dado una paliza. No había tenido pesadillas pero ahí estaba, viviendo una nada más despertar.
Genial.
No, no era nada que no mereciera.
Tenía que salir de la cama, empezar con el día y dejar de dar tanta lástima, así que se dio un par de tortazos que lo espabilaron un poco y tiró de la colcha con fuerza, dejando que el frío hiciera el resto del trabajo.
—¡Vamos allá! —Dijo en voz alta sintiéndose idiota.
Pero no le importaba demasiado sentirse idiota. Necesitaba aquellas frase motivacionales, aquellas instrucciones estúpidas y sentirse un poco menos él mismo, empezar un nuevo día de cero y hacer las cosas un poco mejor.
Se levantó y fue derecho a la cocina. Si quería que todo mejorase, la clave estaba en empezar por un buen desayuno… ¿No? Tal vez era mejor darle más espacio, desaparecer de su vista durante todo el día o… No, definitivamente no. Desayuno. Ella parecía reaccionar a la comida contra su propia voluntad. Forzaría aquello y… Y dejaría de darle vueltas.
Eso era.
Porque, ¿dónde se había metido Draco Malfoy? ¿Se había quedado atrapado en el lóbulo occipital de Hermione? Necesitaba su seguridad y su resolución para salir adelante.
Así que ese era el plan, prepararía a Hermione un desayuno completo, algo que le diera fuerzas para la siguiente incursión. Porque iba a ser la definitiva, lo sentía en el estómago. Y no sabía si era una intuición fiable o si solo se trataba de que si iba mal…
Cogió su varita con fuerza y con un giro de muñeca hizo que instrumental e ingredientes empezaran a salir de la alacena y del frigorífico haciendo más ruido del necesario para no escucharse a sí mismo. Sí, eso haría, tortitas, alubias y champiñones. ¡Y un humeante English Breakfast!
Pero… ¿qué pasaría si todo iba mal? No, no podría salir adelante, no sin…
—¡Y hash brown! —exclamó en voz alta—. ¿Cómo he podido olvidarlo?
Estaba siendo ridículo hablando solo y montando todo aquel escándalo, así que rezó porque no se despertara y bajara y lo encontrara hablando consigo mismo y moviéndose por la cocina de un lado a otro, como un desquiciado.
Sacó del congelador patatas ralladas, esta vez haciendo menos ruido y haciendo que la cocina bajara también el volumen. Entonces toda la casa volvió a la calma. Estaba mezclando las patatas y dándoles forma manualmente cuando se dio cuenta de que, tal vez, había demasiada calma.
Miró hacia la ventana y vio que el sol ya estaba bastante alto, así que no debía de ser muy pronto. Tal vez le habría costado dormirse después del espectáculo del día anterior. Tal vez estaba cansada y era una gran idea que descansase. Tal vez…
Pero una molesta opresión se había apoderado de su pecho y necesitaba asegurarse. Confirmar que ella seguía allí y, después, seguir preparando aquel pantagruélico desayuno. Nada excesivamente neurótico, solo un vistazo.
Dejó todo el instrumental trabajando por él y subió con rapidez al primer piso. Cuando llegó a la puerta de la chica llamó con los nudillos. Suavemente al principio, con más energía conforme pasaban los segundos y no recibía ninguna respuesta.
—Hermione, ¿estás ahí? —dijo intentando que no se manifestara la tensión en su voz.
Silencio.
—Hermione, por favor, haz algún ruido si estás ahí. Solo quiero comprobar que estás bien. —La súplica se había colado entre sus palabras y se detestó por ello.
Ningún ruido, ninguna voz, nada. Empezó a sentir que estaba hablando solo y que había perdido una gran cantidad de precioso tiempo haciendo el idiota en la cocina. No pudo aguantarlo más y giró lentamente el pomo de la puerta, dando tiempo a Hermione, si es que estaba allí, a quejarse o esconderse. Pero no se escuchaba nada. Asomó la cabeza y, como había imaginado aunque no hubiera querido asumirlo, no había nadie allí. En la cama solo había un libro y la marca de un cuerpo encogido sobre la mullida colcha.
—No, no, no —dejó escapar. No podía creerlo, tenían un trato.
En el baño tampoco había nadie. Dio vueltas por la casa, cada vez más nervioso, cada vez más frenético. Abrió y cerró puertas sin parar, volvió a la habitación, por si acaso había dejado algún rincón sin examinar. Dando grandes zancadas atravesó habitaciones cerradas durante décadas, salas, terrazas. Espacios fríos y mohosos a los que ella no daba calor.
Salió al exterior corriendo y siguió corriendo sin parar hasta que la boca empezó a saberle a la sangre con la que intentaban funcionar sus pulmones. Dio vueltas por todo el terreno, esperando (y sin esperarlo a la vez) encontrarla perdida o desorientada, sentada en algún banco, observando algún árbol exótico, alguna flor hermosa. Gritó, gritó una y otra vez su nombre, maldiciones, improperios, sin darse cuenta de que había empezado a llorar.
Se sentó en uno de aquellos bancos en los que no había esperado encontrarla. Agachó la cabeza, doblándose sobre su cintura y permaneció así durante minutos, puede que horas.
No sabía cuánto tiempo había permanecido en esa posición, pero había empezado a sentir la humedad traspasando su ropa y su piel para instalarse en sus huesos. Una ráfaga de aire frío hizo que se moviera, haciendo crujir todo el cuerpo después de tanto tiempo así.
Volvió a la casa arrastrando los pies, dándole vueltas a todos los posibles escenarios. ¿Los acantilados? No… no lo creía, las probabilidades estaban en contra de eso, ella no… No, no quería creerlo.
¿De vuelta al hospital? Ni de coña.
¿Con la comadreja? Menos aún.
Sencillamente se había ido y, para ella, cualquiera opción era seguramente mejor que quedarse allí. Con él. Aquella situación era culpa suya. La había perdido y era culpa suya. Y lo importante no era él, qué va, lo importante era que el mundo mágico la estaba perdiendo y también era culpa suya y de su falta de profesionalidad. Sin embargo, no estaba muy seguro quién sufriría más, si ese mundo para quien era una heroína o él mismo que…
¿Que qué? ¿Que había caminado por su cerebro?
Se llamó estúpido mientras entraba en la casa y siguió repitiéndoselo mientras subía las escaleras hacia las habitaciones, donde todavía podía jugar a creer que seguía allí. Fue hacia su habitación y se acercó a la cama, poniendo una mano sobre la marca de su cuerpo, sobre un par de cabellos perdidos en la almohada. Se sentó en el suelo y cerró los ojos, apoyando su propia cabeza sobre la cama, inspirando hasta encontrar el olor que ella había dejado.
Antes de abrir los ojos supo que no estaba donde debía estar. No olía a Malfoy, la superficie sobre la que estaba tumbada era demasiado blanda y, sobre todo, no se podía mover.
Algo no iba bien.
Abrió los ojos despacio, cautelosa. Frente a la cama en la que estaba había un sofá de tres plazas y en él, para su sorpresa, dormían enredados Harry y Ron. Era una imagen familiar pese a las canas, las arrugas y la sombra negra de una espesa barba en la cara de Harry. Bajó la vista hacia sus propias manos y vio el hechizo que las mantenía atadas. Lo mismo ocurría con sus pies. Una fina corriente se enredaba en ellos.
Suspiró. Desesperanzada. Al parecer, habían sentido finalmente la necesidad de rescatarla. Al parecer, tendría que cambiar de plan si quería lograr descansar por fin. Al parecer, tocaba fingir.
Tal vez fuera lo mejor. Los conocía tan bien como a su propia sombra y Malfoy, sin embargo… Él era un terrible manipulador que podría haber llegado a hacer que cambiara de idea. Ahora estaba lejos. Ahora era la más inteligente en la habitación, era libre para manejar la situación. Libre para…
Libre para echar de menos tener un rival digno.