Se podría decir que Saotome Ranma era la viva imagen del hombre ideal.

Él era atlético y físicamente atractivo, a pesar de tener más de cuarenta años, mantenía un cuerpo sano y saludable mediante ejercicios rutinarios y un estilo de vida activo. Varios de sus conocidos se mantenían en forma mediante ejercicios pasivos, como trotar o ir en bicicleta al trabajo. Ranma sobresalía entre los demás adultos contemporáneos con su estricto régimen de ejercicios que incluía una sesión de levantamiento de pesas, abdominales y katas básicas del ahora extinto 'Todo Vale'.

Era atractivo y carismático, emitía una energía de confianza y seguridad que atraía a mujeres de todas las edades. Era alto y usualmente usaba trajes en sus viajes de ida y vuelta a su trabajo, ganándose la mirada de mujeres maduras y madres solteras por igual, y aun así su personalidad carismática y su físico continuaba resultando atractivo para mujeres veinte años menores que él.

Él tenía un talento natural para cualquier cosa o actividad que necesitara o quisiera hacer. Aprender a tocar algún instrumento, o practicar alguna nueva actividad física – con un poco de práctica y tiempo para aprender las bases él lo podía lograr.

El rango de habilidades que Ranma había adquirido a lo largo de su vida parecía infinito. Sin embargo, ninguna de las actividades que había aprendido había logrado llenar el vacío que existía dentro de él.

Ranma tenía el rol de proveer por su familia, disfrutaba de una exitosa carrera en el ámbito laboral, lo que le aseguraba una vida cómoda para su mujer y su hijo.

Su habilidad natural de superar cualquier reto, hacía que subir la escalera corporativa fuera mera cuestión de tiempo. Con su encanto y carisma le resultaba fácil ganarse a sus superiores, obtener el apoyo de sus compañeros, y en última instancia hacerse con un cargo importante dentro de la empresa.

Tenía una esposa a la cual amaba y respetaba, un hijo por el cual daría la vida, y una familia que era tan parecida al ideal de una familia tradicional japonesa que se había ganado la envidia de sus compañeros y amigos.

"Akane y tú se llevan tan bien, ¿Es en serio que ustedes nunca discuten?"

"Tu hijo es tan tranquilo y respetuoso, ¿Dime, cómo lo haces?"

Ranma parecía estar viviendo una existencia perfecta. Una esposa amorosa, una carrera exitosa, un cuerpo saludable, una casa propia en un vecindario tranquilo y un hijo por el cual vivir. Ranma no tenía la más mínima razón para quejarse.


Ranma Saotome, único hijo de Genma y de Nodoka, practicante y futuro heredero del Todo Vale era un hombre sencillo. La vida nómada y espartana que había llevado junto a su padre por más de una década le había moldeado de esa manera. Las artes marciales eran su vida, así había sido desde que él tenía uso de razón y así lo seguiría siendo, pues sobre sus hombros reposaba el legado de su familia. Ranma había jurado fortalecer su escuela de artes marciales, convirtiéndola en la mejor de todas. O de lo contrario, los sacrificios y penurias que había pasado junto a su padre en el desolado e incierto camino no tendrían el más mínimo significado.

En sus viajes, Ranma había conocido a personas maravillosas, amigos y rivales de los cuales apenas se acordaba, pues su padre y él no solían quedarse mucho tiempo en un mismo lugar. También había conocido lugares maravillosos, aprendido bajo diversos maestros y probado deliciosos manjares… Él realmente era feliz.

En su larga travesía, aunque le avergonzaba admitirlo había incurrido al hurto y al robo.

El joven artista marcial acallaba su conciencia, diciéndose que era un sacrificio más en el camino de ser el mejor, dejándose guiar por los planes descabellados, aunque eficientes, de Genma.

Karma. Quizás esa fue la razón por la que padre e hijo fueron maldecidos en las profundidades de China.

La maldición golpeó duramente a Ranma, quien había perdido todo el control por el cual había sacrificado tanto por conseguir. Afortunadamente, según el guía de Jusenkyo la maldición era reversible con un poco de agua tibia.

A Ranma se le había ocurrido quedarse en Jusenkyo, con la esperanza de encontrar el esquivo manantial del hombre ahogado. Tristemente, el hambre le venció y decidió seguir a Genma y al guía a una pequeña aldea.

El banquete fue delicioso, lleno de exóticos manjares y bebidas deliciosas. El festín le salió caro al duo de artistas marciales, quienes se vieron obligados a huir por sus vidas de la aldea Amazona.

Ante la adversidad, Ranma se esforzó en entrar en 'su' otro cuerpo, aprovechado las nuevas fortalezas y debilidades que ofrecía un cuerpo de mujer.

Padre e hijo terminaron volviendo a Japón debido a la insistencia de Genma, quién entre promesas de aprender la otra rama del Todo Vale le convenció.

En un moribundo Dojo la conoció. Ella le recibió con una sonrisa y le ofreció su amistad.

Ranma aceptó, pensando que quizás el tiempo que estaría viviendo con los Tendo no sería tan malo.

Sus esperanzas se extinguieron al observar como ella le rechazó, y le insultó al descubrir su maldición, en el proceso agriando cualquier incipiente sentimiento de amistad entre ellos.

Y se suponía que esa era la mujer con la que debía casarse. ¡Qué mal chiste!

Indignado, y a su pesar, sintiéndose traicionado juró que nunca iba a casarse con esa grosera marimacho.

Tristemente, la lengua es la perdición del cuerpo.

Los meses en la casa de los Tendo pasaron volando entre secuestros, discusiones y uno que otro torneo épico de artes marciales.

Ranma nunca antes se había quedado tanto en un solo lugar. Añoraba la vida simple de la calle, donde solo su padre y él eran los protagonistas. Era evidente que había mejorado a pasos agigantados en Nerima, aprendido nuevos estilos y encontrado nuevos y viejos rivales. Sin embargo, los problemas y complicaciones amenazaban con aplastarle bajo su peso.

Ranma quería huir. Sin embargo, había alguien que se lo impedía; su prometida.

En la joven llamada Akane, había encontrado no solo a la chica que aparentemente llenaba un vacío en su corazón, sino a alguien a quien quería proteger. Ese fue el sentimiento que experimentó después de vivir un tiempo a su lado, la necesidad de proteger algo, en este caso, el corazón tierno y la sonrisa amable de su prometida. Quizás por eso no se atrevía a contarle la verdad acerca de P-chan, pues no quería mancillar la inocencia de Akane. Le enojaba que Ryoga se aprovechara de la confianza que Akane había depositado en él, le enfurecía que Shampoo se aprovechara de las inseguridades de Akane, detestaba que Nabiki se aprovechara de la ingenuidad de su hermana, y sobre todo, se odiaba a sí mismo por no atreverse a hacer nada para remediarlo, se despreciaba por haberle traído tantos problemas a la familia Tendo, en especial a Kasumi y Akane. La decisión lógica era que él y su padre desaparecieran de la vida de los Tendo, pero ni su padre ni él querían marcharse de la casa Tendo. Su padre por simple pereza, pues la vida del camino era muy dura, y Ranma no se quería ir del Dojo, no sin Akane, al menos.

Y se odiaba por pensar así.

Un año. Un año fue suficiente para que las dudas que habían estado plagando a Ranma se disiparan y terminara hablando con Akane de sus sentimientos. Para su sorpresa, ella también se sentía igual que él.

El más grande sueño de Genma y Soun se había cumplido frente a sus narices, y ellos no tenían la más mínima idea.

La pareja mantuvo sus amoríos en secreto durante un tiempo, pero la aplastante ansiedad de ser descubiertos resultó ser demasiado para ellos. Ambos sabían que no podrían ser felices en Nerima, no cuando había tantos problemas sin resolver.

En un impulsivo momento de pasión Ranma y Akane Saotome desaparecieron de Nerima.

Para Ranma, estar de vuelto en el incierto camino con solo la tenue luz de las estrellas como su guía fue algo mágico, poder compartir su dicha junto a su esposa le hacía desear partir en un viaje sin fin.

Eventualmente, tuvieron que asentarse pues Akane no compartía el amor de Ranma hacia la vida nómada, poniendo fin a las fantasías del artista marcial.

Kyoto fue el lugar elegido por la pareja para hacer una nueva vida desde cero. No por nada en especial. Sino que casualmente su viaje sin rumbo les había dejado allí.

Ranma no tardó en conseguir trabajo, y a insistencia de su esposa, educación. Akane, por su parte, también buscó empleo y se esforzó por reanudar sus estudios.

El hijo de Genma se consideraba un hombre satisfecho. El trabajo seguía siendo trabajo: monótono, poco interesante y un fastidio en general, pero todos los días regresaba a casa y ahí estaba Akane. Su jefe podría hacerle pasar un mal rato o simplemente podría pasar por alguna molestia durante su viaje, pero al final del día, Ranma Saotome siempre se revitalizaba con una agradable velada alrededor de la televisión, una agradable cena o cualquier otra cosa que él y Akane sintieran con ganas de pasar su tiempo libre ese día. La convivencia no siempre fue tan fácil, por supuesto. A veces, ellos discutían por cualquier cosa, y aunque Ranma no siempre entendía cuál era el problema, se aseguraba de no ser hiriente o grosero con su esposa, pues no era algo varonil.

A veces resultaba un problema que los dos fueran tan parecidos: ambos eran tercos, tozudos y malhumorados. Pero, cuando todo estaba dicho y hecho, nunca podían guardarse rencor, y cualquier desacuerdo siempre se resolvía rápidamente con un abrazo o un regalo.

Luego vino el embarazo de Akane.

Una noticia que le cayó de sorpresa a Ranma, pues no era algo que la pareja había planeado.

Akane lo tomó bastante bien. Ranma, por su parte, no sabía siquiera que estaba sintiendo.

En nueve meses sería padre. ¿Su hijo será un niño o una niña? ¿Se parecerá más a él o a su madre? Pero la pregunta más importante que impregnó la mente de Ranma fue: Cómo. ¿Cómo se asume la responsabilidad de la vida de un niño? ¿Cómo proteges a algo tan vulnerable, tan inocente? Antes se había creído capaz de poder manejar cualquier cosa, pero ahora frente a la idea de que sería responsable de otra vida le hacía sentir inadecuado, débil.

Él estaba asustado. Era un tipo específico de miedo, del tipo que se siente como un agujero en el estómago y te deja con una sensación horrible y ansiosa. Ranma solía despertarse en medio de la noche con un sudor frío, su corazón acelerado y su cabeza latiendo con un dolor tan intenso que no lograba conciliar el sueño de nuevo. Pasaron muchos días agotados, lo único que mantenía a Ranma en marcha era su tercera, cuarta o quinta taza de café.

En un par de meses, tras la noticia del embarazo de Akane la tranquilidad en la casa Saotome se había desvanecido, ya que no solo él sentía la presión que se cernía sobre el par de futuros padres. Akane había abandonado su trabajo y sus estudios, ya no hablaba con tanta frecuencia, y si los hacía era para discutir.

Ranma se sentía agobiado, los argumentos con su esposa le hacían ver lo peor de su esposa, un lado que nunca había creído existía. Comentarios pasivos agresivos, en ocasiones ella incluso le ignoraba, él no sabía cómo lidiar con ello, por lo que a veces le respondía de la misma manera. La salud de Ranma también se vio deteriorada por su falta de sueño, incluso a veces se olvidaba de comer. En resumen, él se había convertido en un zombi, que se mantenía activo gracias a las copiosas cantidades de café que ingería y a la imperiosa necesidad de mantener las apariencias.

"Estoy bien." "Las cosas marchan de maravilla. ¡Estoy emocionado de ser papá!" Eran sus respuestas a cualquiera que le preguntaba por su esposa.

Aparentar confianza y seguridad se había convertido en una segunda naturaleza para Ranma. No era que él considerara tal honestidad como una debilidad, es solo que… solo sabía cómo demostrar lo que el mundo quería ver. Su padre quiso a alguien a quien heredar su arte marcial, y él se convirtió en el mejor de su generación. Su madre le exigió convertirse en un hombre entre hombres, y él la complació. Soun le había ordenado que se casara con una de sus hijas, y con Akane él se casó. Akane necesitaba de un esposo con buena educación, no a un simple artista marcial errante, y él abandonó su pasión y estudió para complacerla. Necesitaba buenos ingresos para pagar el alquiler y mantener a su esposa e hijo, por lo que se entregó completamente a su trabajo.

¿Quién era realmente Ranma Saotome? ¿Quería acaso hacer todas esas cosas? O en el fondo, hasta ahora tan sólo había llevado una vida para agradar a lo demás, pues era lo 'correcto' ¿Qué debía hacer? Ranma el artista marcial, Ranma el hombre entre hombres, Ranma el esposo, ¿Cuál de ellos era él?

Quizás todo en él era una fachada, un fraude, fraguado para complacer a los demás.

Estas dudas y más aparecieron en la mente del hombre perdido a medida que el embarazo de Akane avanzaba.

La sensación de que, durante toda su vida, solo había estado haciendo cosas porque eso era lo que se esperaba de él, como si fuera una máquina insensible, programada para actuar con eficiencia y sin la capacidad de desobedecer una orden. Ranma llegó a cuestionarse a sí mismo, a pesar de sus circunstancias aparentemente ideales: un trabajo estable, una esposa amorosa y un hijo en camino, si realmente estaba o no en la vida que quería estar.

Algunos días pensaba en simplemente... Huir de todo y de todos de nuevo. Empacar en secreto algo de ropa y suministros y tomar el próximo tren a Sapporo. Destruir su teléfono, encontrar una residencia en un albergue mientras descubría que demonios hacer con su vida. Y tal vez, esta vez, encontraría algo que realmente le hiciera ser feliz. Otro corazón roto en el camino vacío que Ranma Saotome llamaba vida. Nunca lo hizo, por supuesto, pero el pensamiento a menudo rondaba por su mente y se odiaba a sí mismo aún más por ello. Toda esta inquietud, toda esta ansiedad, todo este... dolor, ¿por qué algo tan hermoso como la llegada de un niño- Su hijo - hizo que él experimentara estos sentimientos? En solo esos nueve meses, sucedieron los momentos más bajos de su vida. Sus discusiones e insultos innecesarios hacia colegas y amigos en el trabajo por cuestiones insignificantes. Su primera y única experimentación con la autoflagelación. El mayor deterioro de su salud física en toda su vida, ganó peso y perdiendo el sueño. Akane incluso había amenazado con dejarle una vez que naciera su hijo durante una discusión particularmente acalorada.

Ranma fue testigo de primera mano de cómo su vida se desmoronaba hasta que, el día en que todo volvió a tener sentido para él. El día en que dejó de importar el tipo de hombre había sido hasta ahora, nada de eso importaba más. El día que supo que Dios le había sido puesto en la tierra para proteger la vida de otro ser. El día en que nació su hijo, Keichi Saotome. Mientras observaba a Akane acunar a su hijo recién nacido en sus brazos, Ranma sintió un nuevo sentido de propósito y fuerza en su corazón. No, no era "nuevo", sería más exacto decir "incompleto". Su hijo, Keichi, era la pieza que hasta ahora había faltado en su vida. Una nueva vida, para proteger, para tratar con amor y amabilidad, para enseñar y preparar para el futuro. Ser mejor que su padre. Eso era lo que él necesitaba desde el principio. Alguien que pudiera aprender de sus errores y fracasos, para que Keichi se pudiera convertir en la persona que se le antojara ser, no la persona que el mundo deseara que fuera. Ranma necesitaba a alguien para encontrar ese tipo de felicidad donde él no podía. Y a la inversa, al tener éxito en eso, él encontraría su felicidad. Al darse cuenta de esto, Ranma prometió que se aseguraría de que su hijo fuera feliz. Ranma Saotome se convertiría en la persona que su hijo necesitaba que fuera, no porque Keichi o Akane se lo pidieran, sino porque eso era lo que Ranma realmente quería.

Continuaría esforzándose al máximo para darle a su hijo la mejor oportunidad que pudiera y la libertad de elegir qué tipo de persona quería ser. Él nunca había tenido ese tipo de elección en su vida, después de todo. Siempre había algo externo que influía en sus decisiones: padres, amigos, colegas, jefes, y siempre estaba alterando su personalidad, sus metas, todo su ser para convertirse en la persona que el mundo necesitaba que fuera. No dejaría que su hijo cayera en esta misma trampa. Prometió que a Keichi se le permitiría convertirse en su propia persona, la persona que deseara ser, sin importar lo que otras personas pensaran o quisieran. Ranma Saotome, el fracasado más exitoso, le daría a su hijo la oportunidad de definir su propio éxito.


Notas del Autor:

Esta es la segunda parte de mi historia llamada 'Madre', en ella verán la historia desde el punto de vista de Akane. Disfruté como no tienen idea, ahondar en la mente de nuestro artista marcial favorito.

No sé, quizás en algún momento me anime a escribir una pequeña secuela espiritual desde el punto de vista de Keichi, y las extrañas aventuras que le cuentan sus parientes de cómo era la vida cuando sus padres eran adolescentes.

Este pequeño fic nació de mis ganas de escribir una historia donde Ranma y Akane enfrentaran la ansiedad y temores de ser padres, y me siento orgulloso de decir que me gustó el resultado, y espero que a ustedes también.

¡Saludos!