Caperupucca Roja


Había una vez, en una tierra muy lejana, una pequeña niña, muy bonita y con un corazón enorme. Ella era conocida por usar dos moños redondos, tan redondos como balones, bajo una caperuza roja. Su nombre era Pucca, pero todos la llamaban Caperupucca Roja. Ella vivía en el restaurante de sus tíos, Ho, Dumpling y Linguini en el pequeño poblado de Sooga.

El restaurante de Ho, Dumpling y Linguini era el lugar más popular de la aldea. Sus fideos eran conocidos dentro y fuera de Sooga, amados por todos aquellos que habían tenido la fortuna de probarlos. No obstante era un local pequeño, solo contaba con tres cocineros, los dueños del local, Dada, el conserje y Caperupucca, la repartidora.

Caperupucca Roja tenía una motocicleta, pequeña, pero veloz. Con ella podía recorrer toda Sooga e incluso los alrededores. Ningún lugar estaba demasiado alejado y no había tarea que fuera demasiado complicada para la joven reportera. Era usual que el restaurante estuviera lleno y que Caperupucca tuviera muchas entregas por hacer. No obstante ella siempre tenía tiempo para lo que más amaba hacer, perseguir a Garu y robarle un beso.

—Caperupucca Roja —la llamó su tío Ho —, tenemos un pedido de Garu.

—¿De Garu? —preguntó Linguini —. Creí que había hecho un voto de silencio.

Caperupucca Roja estaba enterada de ello. Ella también había hecho un voto de silencio, uno que terminaría cuando lo hiciera el suyo. Conocía a Garu y sabía que era demasiado honorable para faltar a su palabra.

—Y lo hizo, es solo que Abyo estaba de visita e hizo el pedido por él.

Caperucca Roja apresuró a sus tíos. Deseaba ir a ver a Garu cuando antes y darle muchos besos. No lo había besado en tres días y, para ella, eso era una eternidad.

—¿Escucharon lo del lobo?

Los tres cocineros y Caperupucca negaron por lo que Dada decidió continuar con su relato.

—Ha habido muchos reportes sobre un lobo. Son muchos los que lo vieron en el bosque y dicen que es muy peligroso.

—La casa de Garu queda en las afueras de Sooga.

—Caperupucca, será mejor que no entres al bosque.

—Incluso si te toma más tiempo.

Caperupucca quería obedecer a sus tíos y lo habría hecho si no hubiera ocurrido el incidente. Su motocicleta se había quedado sin combustible a mitad del camino y el bosque era el camino más cercano. Sus deseos por ver a Garu, por besarlo eran mayores a cualquier cosa en el mundo.

Además la tentación era fuerte.

—Hola, niña ¿a dónde vas?

Caperupucca se volteó al escuchar esas palabras. Hasta ese momento había creído que estaba sola, pero un vistazo bastó para confirmar que cerca de ella se encontraba el lobo del que Dada le había advertido.

—¿Me tienes miedo? —le preguntó el lobo con tono burlón —. No deberías, te aseguro que todos esos rumores sobre mí no son más que comentarios mal intencionados.

A Caperupucca no le interesaba el lobo. Garu era su prioridad y no estaba dispuesta a permitir que algo así la detuviera. Su motocicleta fallaba y si no podía repararla, iría caminando.

—El bosque es grande y podrías perderte. Mi nombre es Tobe y déjame ayudarte.

Esas palabras bastaron para que Caperupucca se detuviera. Si el lobo sabía de un atajo podría tomarse menos tiempo para llegar a casa de Garu.

Tobe no cumplió con su palabra. Él había prometido decirle cuál era el camino más rápido a la casa de Garu, pero le mintió. La ruta que le mostró sí conducía a la casa de Garu, en eso no mentía, pero era larga y se demoraría el doble del tiempo que le habría tomado si hubiera ido por las afueras del bosque.

Tobe tomó el camino que lo llevaría a casa de Garu, el verdadero atajo y llegó primero. Tobe odiaba a Garu, tiempo atrás había prometido destruirlo y planeaba aprovechar el hecho de que estaba esperando por un pedido.

—Fideos —llamó Tobe y su imitación femenina era bastante convincente.

El plan de Tobe no fue exitoso. Atacó a Garu en cuanto salió de la casa, confiado en que bajaría la guardia, pero no fue así. Había logrado engañar a Garu, pero el ninja sabía que Pucca saltaría a su encuentro en cuanto lo viera y se había preparado para esquivarla.

—Tuviste suerte, pero eso terminará pronto.

Garu no creía que hubiera tenido suerte. Confiaba en su habilidad, pero estaba seguro que, si hubiera sido Caperupucca quien lo emboscó, habría tenido éxito. Ella no era una ninja, ni siquiera tenía entrenamiento de kunoichi, pero Caperupucca Roja era la creatura más veloz del mundo y su fuerza era incomparable.

Garu se preparó para pelear. Bloqueó todos los ataques de Tobe e incluso le devolvió varios, no todos fueron efectivos. Ambos se habían enfrentado en innumerables ocasiones y todos esos enfrentamientos habían terminado de dos maneras diferentes.

—Eres fuerte, Garu, debo admitirlo, pero no lo suficiente. Esta vez no podrás escapar de tu futuro y yo te destruiré.

El rostro de Garu denotaba fastidio. No era la primera vez en que Tobe le dedicaba esas palabras, de hecho lo había hecho en tantas ocasiones que comenzaba a tornarse aburrido. Si Garu pudiera hablar, le habría pedido que se callara y que dejaran que fueran sus puños los que hablaran.

La batalla terminó cuando Tobe y Garu desenvainaron sus espadas. No porque hubiera un ganador, sino por la intervención de una tercera figura.

Caperupucca Roja había golpeado a Tobe con tanta fuerza que lo mandó a volar. Ella había corrido tan rápido que se demoró muy poco en completar el recorrido. Descubrir que le habían mentido la había hecho enfurecer, pero no tanto como el ver que alguien lastimaba a Garu. Para Caperupucca era imperdonable el que lastimaran a Garu o el que intentaran conquistar su corazón.

Garu intentó escapar de Caperupucca Roja, la conoció lo suficiente para saber lo que haría. No estaba equivocado, pero no logró escapar. La repartidora fue mucho más veloz y lo atrapó con prontitud. Tomó los fideos y comenzó a alimentar a su amado, intercalando la comida con besos y mimos.