Disclaimer: No poseo los derechos de Pokémon.
Hace unos años escribí dos fanfics relacionados con el Aureliashipping llamados Pokémon Rebirth y Pokémon Rebirth Family. He decidido reescribirlos y unirlos en uno solo, y de paso terminar el segundo pues quedó inconcluso. Con que solo uno disfrute de este nuevo fic me doy por satisfecho.
Capítulo 1: Lylia Aether
Lylia tenía cuatro años cuando su padre desapareció para siempre de sus vidas. Nadie le dio nunca una explicación de lo sucedido. Al ser tan pequeña, el recuerdo de su padre se fue difuminando poco a poco hasta que apenas pudo recordar su rostro.
Sin embargo, ser pequeña no implicaba que no se diese cuenta de lo que sucedía a su alrededor. Siempre fue alguien lista, demasiado solía decir con desdén un científico llamado Fabio.
Su madre, Samina Aether, era la presidenta de la fundación Aether. Un paraíso creado para aquellos Pokémon que habían sufrido abusos de cualquier tipo por parte de los humanos.
Samina era una mujer de carácter fuerte que dirigía a sus empleados con firmeza pero siempre de manera justa. Jamás hizo algo que perjudicase a los demás o a la fundación y todas sus órdenes eran acatadas de forma inmediata y sin reparo alguno. Sin embargo, desde la misteriosa desaparición de su marido Polo no había vuelto a ser la misma.
Lylia se daba cuenta del enorme esfuerzo que su madre hacía para intentar que todo volviese al status quo, a pesar de que ya no era posible. Gladio, el hermano mayor de Lylia, se ocupaba de mantenerla distraída cuando Samina se encontraba deprimida. Gladio no quería que Lylia viese a su madre en un estado tan sombrío.
Pero ella se dio cuenta de todo esto. Aun así, fingió lo contrario pues no quería dar problemas a su familia, quería ser una buena niña.
Lylia tenía siete años de edad cuando decidió salir fuera de casa en un día lluvioso para poder jugar fuera. Sin embargo la lluvia caía con fuerza y tan solo consiguió quedar completamente calada. Su madre, al verla, en lugar de enfadarse también salió y ambas jugaron bajo la lluvia durante un rato, riendo y divirtiéndose como solían hacer antes. Tras esto se ducharon y durmieron juntas en la cama de Samina. Al día siguiente ambas estaban resfriadas y con algo de fiebre pero una enorme sonrisa iluminaba sus rostros.
Gladio las cuidó mientras observaba feliz como su madre y su hermana volvían a estar unidas. Por desgracia aquellos momentos de felicidad eran cada vez más escasos, pues una oscura sombra se cernía sobre la familia Aether.
Lylia acababa de cumplir nueve años cuando ocurrió el "incidente". Algo proveniente de otro mundo la atacó. Durante su rescate sucedieron una serie de acontecimientos demasiado traumáticos para la joven. Por lo que su cerebro guardó aquellos recuerdos en su subconsciente dejándola parcialmente amnésica.
Lylia no recordó nada de aquel incidente. Tan solo sabía que desde aquel día no pudo volver a tocar a ningún Pokémon. El solo hecho de acercarse a uno provocaba temblores y escalofríos incontrolables por todo su pequeño cuerpo.
Debido a esto Lylia ya no podía estar más en la Fundación Aether, un lugar lleno de Pokémon. Por lo que su madre la envió a vivir de forma permanente a la mansión que poseían en la isla de Melemele.
Durante las siguientes semanas Lylia se dedicó a estudiar a los Pokémon que acudían a su jardín privado. Que les tuviese fobia no iba a impedir satisfacer su curiosidad sobre aquellas maravillosas formas de vida. Su mayordomo Hobbes la animaba y ayudaba en sus investigaciones.
Su hermano Gladio la visitaba siempre que podía pero llegó un punto en el cual se quedó a vivir con ella de forma permanente y apenas iba a la fundación. Lylia le preguntó un día el porqué de aquello.
—…Prefiero que no hablemos de eso. —le respondió de forma cortante su hermano mientras su rostro se ensombrecía.
Lylia se había dado cuenta de que cada vez sonreía menos y evitaba hablar de su madre o de la fundación. La sombra que se había apoderado de su familia crecía cada día.
A partir de aquel día la comunicación entre Lylia y su hermano solo fue en descenso. Su hermano se pasaba el día fuera entrenando y su madre seguía viviendo en la mansión Aether.
Las pocas veces que su madre los veía solían hablar de cosas de poca importancia y casi siempre eran interrumpidos por las llamadas telefónicas que esta recibía de forma constante. Un día Lylia se dio cuenta de que apenas conocía si propia familia.
Lylia tenía diez años cuando las visitas de su madre podían contarse con los dedos de una mano. Durante esas escasas visitas apenas prestaba atención a lo que Lylia decía o hacía. Su mirada parecía perdida en algo que solo ella podía ver. Ese algo no era su familia pensaron muchos, más estaban equivocados.
Samina, quien siempre había sido una madre algo sobre protectora, comenzó a controlar a sus hijos de una forma enfermiza. Les obligaba a comer solo lo que ella consideraba bueno para su salud, imponiéndoles dietas que obviamente no habían sido consultadas con expertos.
Los obligaba a llevar ropas seleccionadas por ella misma, poniéndose furiosa si los veía cogiendo algo que no encaba en sus nuevos cánones de moda. Incluso llegó a controlar lo que leían o veían por la televisión.
Todo este control lo ejercía a través de sus bien pagados empleados, quienes siempre le daban informes del día a día de sus hijos. Incluso Hobbes, a regañadientes, se vía obligado a seguir sus mandatos.
Lylia y su hermano aprendieron muy pronto a no llevarle la contraria a su madre. Preferían evitar a toda costa esa fría, calculadora y dura mirada que les dirigía las pocas veces que estaba en la mansión.
—Madre. —dijo Lylia un día. Su madre estaba sentada en un enorme sofá en el salón de la mansión de Melemele leyendo un libro.
—¿Qué ocurre, pequeña? —le preguntó Samina con aquella falsa sonrisa que usaba cada vez más.
—E-el vestido blanco que me has regalado…no me gusta mucho, me siento muy i-incómoda con el —comentó Lylia apretando sus ropas fuertemente. Sus piernas temblaban ligeramente, le sudaban las manos y no se atrevía a mirar a su madre a los ojos pero aun así logró reunir algo de valor—. Y-y también me preguntaba si mi hermano y yo podríamos comer un poco más durante la cena. Casi siempre acabamos teniendo hambre.
Lylia contuvo la respiración tras terminar de hablar.
—Lylia, querida —dijo su madre de forma deliberadamente lenta, levantándose del sofá sin prisa alguna—. ¿Cuántas veces te he dicho que no mirar a alguien a los ojos cuando hablas es signo de debilidad?
—L-lo siento. —contestó rápidamente Lylia a la vez que levantaba la vista. Se arrepintió enseguida al ver la fría mirada esmeralda de su madre.
—Disculpándote solo consigues quedar como alguien inferior —le respondió su madre mientras su falsa sonrisa desaparecía—. Aunque tal vez ya lo seas.
Lylia se mantuvo callada, ya no le temblaban las piernas pues el miedo la tenía completamente paralizada.
—Verás, Lylia —dijo su madre poniendo una mano sobre su cabeza, haciendo que casi diese un respingo—. Todo lo que hago es por vuestro bien. ¿En serio crees que una niña tan miedosa puede saber más sobre belleza, moda o comida que su madre?
—…
—¡Exacto!, la experiencia es algo que se obtiene con la edad y tú querida apenas has empezado a caminar por este mundo —Samina se detuvo un momento apretando ligeramente la cabeza de Lylia sin llegar a hacerle daño del todo-. ¡Sígueme!
Ambas caminaron hacia un enorme espejo que había en una esquina del salón.
—Dime Lylia, ¿qué es lo que ves cuando miras al espejo? —le preguntó su madre poniendo una mano sobre su hombro derecho.
—… —Lylia podía sentir como la mano de su madre pasaba de su cabeza a su hombro, apretándolo con bastante fuerza.
—Yo te lo diré. Veo a una persona fuerte, decidida, valiente, inteligente, independiente y bella. —dijo su madre con una pura y sincera sonrisa.
Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Lylia. No sabía que su madre pensase eso de ella.
—Y al lado estás tú —término diciendo su madre, cuya sonrisa paso a ser algo siniestra mientras que la de Lylia desapareció al instante—. Si realmente quieres llegar a ser una mujer como yo tan solo debes hacerme caso, querida.
Lylia tuvo que reprimir un quejido al sentir como el agarre de su madre aumentaba de forma brusca.
—Si quieres ser una niña buena y guapa debes comer, vestir y vivir tal y como yo te diga —la mirada de su madre adquirió ese tono frío y calculador al que Lylia temía cada vez más—. ¿Entendido?
—S-sí…
—¿Sí qué?
—Sí… madre.
—Mucho mejor —dijo su madre soltándola. Le había dejado una pequeña marca roja en su hombro—. ¿Lo ves cómo estás más guapa cuando obedeces a tu madre?
Con once años Lylia entró a estudiar en la escuela Pokémon. Debería haber entrado hacía un año pero su madre había insistido en darle la mejor educación posible contratando profesores particulares ella misma.
Tras varias agitadas conversaciones, Hobbes había convencido a Samina de que Lylia necesitaba estar con personas de su edad para poder desarrollarse mejor como persona. Samina aceptó aquello, aunque Hobbes sospechaba que la mujer veía a Lylia como a una mascota a la que había que cuidar demasiado.
—Menudas tonterías piensas. Creo que me estoy haciendo viejo. —murmuró Hobbes, avergonzado ante semejante pensamiento.
En la escuela Pokémon, dirigida por la directora Sonsoles, conoció a muchas personas y entabló amistad con cinco en especial: La alegre Lulú, el apasionado Kiawe, la impredecible Nereida, el comilón de Tilo y el inteligente Chris. Gracias a ellos y a su mayordomo Hobbes no se sentía tan sola.
El profesor que les impartía las clases se llamaba Gabriel Oak y era bastante gracioso…o al menos lo intentaba con sus juegos de palabras y chistes malos relacionados con nombres de Pokémon.
Muy pronto Lylia demostró ser, junto con Chris, una de las alumnas más inteligentes de la escuela. Lo cual le ganó la admiración de muchos de sus compañeros.
Unos meses después dos hermanos gemelos provenientes de Kanto, Elio y Selene, llegaron a la escuela Pokémon. Gracias a ellos Lylia conoció muchas cosas de aquella lejana región que tanto daba que hablar en los periódicos.
Lylia tenía catorce años cuando su hermano abandonó la mansión.
—Quiero ser más poderoso —le dijo Gladio muy serio. Un poco lejos de allí había un umbreon que aguardaba en silencio a su entrenador—. Así podré protegerte cuando más me necesites.
Lylia le necesitaba en ese momento, pero no le dijo nada pues no quería que su hermano se arrepintiese de su decisión.
Lylia lo vio marcharse entre lágrimas. Su relación con su hermano no había sido la mejor en los últimos años pero sabía que siempre podía contar con él. Ahora todos los miembros de su familia la habían abandonado en cierto modo.
Lylia sintió como Hobbes ponía una mano sobre su hombro en un intento de consolarla.
—Estoy seguro de que el señorito Gladio regresará antes de lo que cree —dijo apenado el viejo mayordomo con una pequeña sonrisa—. Lo que usted debe hacer es seguir estudiando y superarse cada día.
Lylia asintió ligeramente con la cabeza mientras veía como su hermano caminaba hacia la salida de la mansión.
A los pocos días de la marcha de su hermano la directora Sonsoles dio una gran noticia a la clase de Gabriel Oak.
—El profesor Kukui, el investigador más importante de Alola, ha contactado conmigo pues necesita un nuevo ayudante para un trabajo de varios meses —les comentó la directora a todos los alumnos reunidos delante de ella—. Sois la mejor clase de toda la escuela, así que he decido que el alumno que logre la mejor puntuación en los exámenes finales podrá trabajar durante unos meses junto a él.
—¡Qué emoción! —exclamó Lulú—. Podré probar mis recetas con un famoso investigador Pokémon.
—Parece interesante —dijo Nereida en un tono neutro—. Sé que su laboratorio está cerca del mar.
—Me temo que no podrá contar conmigo —comentó Kiawe apenado—. Entre el rancho, la escuela y mis clases de danza tengo todos los días ocupados.
—¿Tú crees que ese profe me pagará si soy su ayudante? —preguntó Elio a Tilo—. No me vendría mal aumentar mis ahorros.
—No lo sé, pero tal vez sepa cocinar unas buenas malasadas. —respondió Tilo con ojos soñadores mientras se relamía.
—¿No podéis pensar en otra cosa que no sea dinero o comida? —les preguntó atónita Selene—. Estamos hablando de un hombre cuyos conocimientos podrían ayudarnos en un futuro.
—Hum…Ser ayudante de semejante eminencia…—a Chris se le hacía la boca agua con tan solo pensar en trabajar junto a Kukui.
—Selene tiene razón. Esto podría ser una gran oportunidad para mi futuro laboral. —pensó Lylia muy seria.
Tras estudiar bastante consiguió sacar las notas más altas, para desgracia de Chris que quedó en segundo lugar.
Con quince años Lylia comenzó a vivir y trabajar para el profesor Kukui. Un hombre algo…excéntrico. Su campo de trabajo abarcaba los movimientos Pokémon y le gustaba recibirlos en su propia piel. Al parecer era el mejor "método científico" para estudiarlos.
—¡Ja, ja, ja, ja! ¡No te preocupes tanto Lylia! —le dijo una vez el profesor Kukui. Su bata y gafas de sol estaban destrozadas, tenía un ojo morado y varias heridas por todo su pecho y abdomen. Consecuencias de "estudiar" los movimientos de su lycanroc forma diurna.
Lylia no podía evitar asustarse al pensar en que podría estar frente a un posible futuro cadáver.
Por las mañanas Lylia solía preparar su desayuno y el del profesor Kukui. Al oler el desayuno recién hecho, el profesor y sus Pokémon se levantaban enseguida de la cama. Para cuando Lylia quería darse cuenta ya estaban devorando toda la comida.
—¡Alola Lylia! —decía el profesor Kukui. El hombre iba como siempre, sin camisa, pero tras varios meses trabajando con él, Lylia ya estaba más que acostumbrada.
—Alola profesor.
El profesor la ayudaba luego a recoger la mesa y comenzaban a trabajar, bueno, el profesor trabajaba siempre y cuando Lylia le recordase lo que tenía que hacer y cuando debía hacerlo. Si no, lo más probable es que se pusiese a combatir contra los Pokémon del laboratorio.
Después, Lylia se encargaba de revisar y comprobar que todas las máquinas del laboratorio funcionasen de forma correcta y que los Pokémon se mantuviesen sanos y fuertes realizando diversos ejercicios físicos.
Entonces lavaba y cosía la ropa del profesor. Luego tocaba arreglar las zonas del laboratorio que habían sido destruidas tras algún "experimento" del profesor, ordenaba varios documentos y finalmente llegaba la hora del descanso.
Lylia solía suspirar, resignada a ser la niñera del profesor. Si no fuese por ella seguramente habría muerto hace tiempo por un hiperrayo. Lylia se preguntaba cómo el hombre había sobrevivido tanto tiempo sin ayudantes.
A los pocos días de cumplir dieciséis años Lylia conoció a un misterioso joven de su misma edad. Su nombre era Satoshi "Ash" Ketchum y provenía de pueblo Paleta. Poco sabía Lylia de que aquel joven cambiaría su vida para siempre.
Ash había venido a la región de Alola de vacaciones junto a su madre, su hermano mayor y algunos amigos. Tras varios incidentes relacionados con Tapu Koko, la deidad guardiana de Melemele, Ash decidió quedarse en la escuela Pokémon para poder mejorar y estar más cerca de su meta: Ser un maestro Pokémon.
¿Qué era ser un maestro Pokémon? Ni siquiera la directora Sonsoles parecía tenerlo muy claro. No era algo que saliese si quiera en internet.
Cuando Lylia terminó de trabajar junto al profesor Kukui fue Ash quien se mudó a su casa mientras que ella regresó a su mansión, donde le esperaba muy alegre su mayordomo Hobbes.
A Lylia le sorprendían muchas cosas de Ash. Su forma exagerada de entusiasmarse por cosas tan simples como una evolución Pokémon, ver el atardecer, observar el comportamiento de los Pokémon o probar la comida de Lulú (bueno, ¡eso sí que podía entenderlo!).
La cuestión es que Ash era como un niño de cinco años descubriendo el mundo por primera vez. Esa actitud hizo que Lylia, alguien no muy abierta con los desconocidos, acabase por hacerse amiga de él muy pronto.
Ash tenía una enorme facilidad para llevarse bien con cualquier Pokémon o persona y sus métodos de entrenamiento y estrategias de combate eran un tanto…impredecibles.
Al parecer Ash tenía mucha experiencia acumulada de sus anteriores viajes pero esa experiencia solo salía a flote durante los combates Pokémon. El resto del día se seguía comportando como un niño. Aunque a Lylia no le importaba mucho, le recordaba a cómo eran ella y su hermano hace años.
Lylia vio como Ash retaba a los Kahuna, reyes y protectores de Alola, en emocionantes combates y cómo iba superando poco a poco diversas pruebas y obteniendo cristales Z. Al verlo combatir Lylia se dio cuenta de lo divertido que podían ser los combates si entrenador y Pokémon estaban totalmente coordinados.
Cada día descubría más cosas sobre Ash que le hacían ver el mundo y a los Pokémon de una manera diferente y más divertida.
Durante esa época la vida de Lylia dio un vuelco enorme debido a todos los sucesos que se dieron en los siguientes dos años:
-Se convirtió en entrenadora Pokémon al capturar a la vulpix forma Alola que el profesor Gabriel Oak había traído del monte Lanakila. La bautizó como Shiron.
-Gracias a Ash y a sus amigos fue superando poco a poco su miedo a tocar a los Pokémon.
-Descubrió que su hermano, desaparecido desde hace dos años, había "robado" un experimento a su madre. El cual estaba relacionado con sus traumas de infancia.
-Al parecer su madre estaba usando dos Pokémon legendarios llamados cosmog para estudiar una forma de abrir unos misteriosos portales llamados Ultraumbrales. Lylia y Ash lograron rescatar a uno de los cosmog y lo llamaron Nebulilla.
-Tuvo encuentros muy desagradables con la fundación Aether, el Team Skull, la Unidad Ultra, Necrozma e incluso una nueva y poderosa organización llamada Team Rainbow Rocket.
-Por fin recordó el "incidente" que se produjo cuando tenía nueve años: El inicio de su miedo debido a una terrible experiencia con los extraños y perturbadores Ultraentes.
-Vio como una serie de acontecimientos desencadenó que su madre descendiera en una espiral de locura al querer dominar el poder de los Ultraentes. Gracias a Ash y a sus amigos pudo salvarla de ella misma y de los Ultra entes.
-Incluso viajó por el Ultraespacio, mundo de los Ultraentes, junto a Ash gracias a Nebulilla y al otro cosmog que estaba en la fundación Aether.
-Vivió junto a Ash aventuras muy peligrosas. Por suerte los Pokémon legendarios Solgaleo y Lunala, ambos formas evolutivas finales de los cosmog, les ayudaron a mucho.
-Gracias a la niebla de Tapu Fini descubrió que su padre seguía vivo y que también había dejado un magearna para ella.
Decir que su vida dio un gran vuelco sería quedarse corto.
Tras descubrir que su madre estaba enferma debido a unas toxinas, producidas por el Ultraente conocido como nihilego, Lylia decidió que la única manera de salvarla era yendo a Kanto y pidiendo ayuda a un investigador Pokémon llamado Bill.
Así que cuando Ash ganó la liga Pokémon de Alola, ella y su hermano Gladio partieron hacia Kanto en un barco de la fundación Aether.
Lylia se despidió de todos sus amigos y se alegró de haber recuperado la buena relación que tenían ella y su hermano. Su mayordomo Hobbes fue quien más lloró su partida y le prometió cuidar la mansión en su ausencia.
Lylia se mantuvo firme y no derramó ninguna lágrima hasta que hubieron zarpado. Entonces recordó a recordó al profesor Kukui y a su esposa y a todos sus amigos. Fue entonces cuando lloró. Al menos su hermano y Ash estuvieron ahí para consolarla.
Poco después de cumplir los diecisiete años, Lylia pudo ver con alegría como la recuperación de su madre había sido un éxito. Aún tenía secuelas pero nada grave.
Lo difícil fue recuperar la relación de familia que tuvieron alguna vez. Lo bueno es que tanto Lylia como Gladio estaban más que dispuestos a darle a Samina una nueva oportunidad.
Las buenas noticias no pararon de llegar pues la familia Aether, pues gracias al magearna de Lylia encontraron pistas que les podían conducir al paradero de Polo. La posibilidad de encontrar a su padre hacía que la felicidad de Lylia fuese inmensa, la chica no podía creerse la suerte que estaba teniendo en esos últimos años.
Separándose de Ash, Lylia y su familia se marcharon de Kanto en busca de Polo. La despedida fue emotiva, pues Lylia no sabía cómo agradecerle a Ash todo lo que había hecho por ella.
Incluso llegó a notar un extraño sentimiento formándose en su interior cada vez que pensaba en Ash. Por suerte volverían a reencontrarse varias veces en el futuro, siendo la última vez la más sorpresiva, pues descubrió que su amigo correspondía sus mismos sentimientos.
Cinco años más tarde…
Ash era ya considerado el mejor entrenador Pokémon del mundo, él y Lylia habían viajado juntos durante un año y ambos se encontraban en esos momentos en la región de Alola. Visitando antiguas amistades y recordando viejos tiempos:
-Su hermano Gladio iba a casarse muy pronto con Selene, quien era la actual campeona de Alola. Gladio trabajaba junto a su madre en la fundación Aether y ambos parecían haber recuperado una sana relación de madre e hijo.
-Elio, el hermano gemelo de Selene, era miembro del Alto mando de Alola pero seguía obsesionado con realizar trabajos en los que pudiese obtener mucho dinero.
-Tilo había sustituido a su abuelo como Kahuna de Melemele pero al parecer se tomaba sus responsabilidades de forma relajada. Demasiado según los habitantes de Melemele. Por suerte, su novia Zarala se encargaba de mantenerlo a raya.
-Lulú era cocinera del restaurante más famoso de Alola situado en Akala y estaba casada con Kiawe, quien seguía trabajando en el rancho pero también daba clases de danza tradicional.
-Chris y Nereida también habían empezado a salir juntos. Chris se encargaba de diversos proyectos tecnológicos que hacían de Alola una región menos cerrada al mundo y Nereida daba espectáculos acuáticos además de ganar todas las competiciones de pesca.
-El profesor Kukui seguía vivo y dando guerra gracias a su esposa Pimpinela y su hijo Lei.
Un día Lylia y Ash visitaron la escuela Pokémon de Melemele. Fue allí donde Ash le pidió matrimonio ya que fue allí donde se conocieron por primera vez. Por desgracia para Ash, Lylia se desmayó y tuvo que esperar a que se recuperase para poder conocer su respuesta.
Cuando Lylia tenía veintitrés años se celebró su boda. Asistieron todos los familiares y amigos de la pareja. Debido a que Ash había viajado mucho por el mundo su número de amigos era abrumador. Apenas cabían todos en la iglesia.
Sin embargo, nada de eso le importó a Lylia. En aquellos momentos lo único que podía ver eran los ojos castaños y alegres de su futuro marido mientras el sacerdote hablaba. Aquel sin duda fue uno de los mejores días de su vida.
Otro de los mejores días de la vida de Lylia fue cuando descubrió que estaba embarazada.
El día del parto fue sin embargo horrible, al menos hasta que vio el rostro de su hija. Su pelo rubio y sus verdes ojos eran prueba de la genética Aether, mientras que su color de piel era idéntico al de Ash. Tanto Ash como ella lloraron al ver a aquella pequeña criatura fruto del amor de ambos.
Actualmente Lylia era una investigadora Pokémon de fama mundial que dedicaba todos sus esfuerzos al estudio y entendimiento de Pokémon de otras dimensiones. Su marido Ash era un Maestro Pokémon que recibía desafíos todas las semanas de los mejores entrenadores del mundo.
Ambos tenían una hija de siete años y un hijo de cinco años al que habían adoptado cuando era un bebe.
Cuando llegaba la hora de la cena y Lylia miraba a su familia, recordaba con alegría todos los momentos de su vida. Tal vez, si hubiese tomado decisiones diferentes estaría en otro lugar y con otras personas. Pero eso no le importaba. Jamás cambiaría su vida. Su familia, sus amigos, sus Pokémon… Todos formaban parte de lo que era y de lo que llegaría a ser en el futuro.