Core admitía que no era el Frisk más viejo que había existido alguna vez, aunque suponía que llegaría más lejos que ninguno. Tenía conocimientos bastos sobre muchos de ellos y se había encontrado con un par que lo superaban en edad, pero podía dar la inmortalidad por el hecho de que uno tan experimentado como él nunca habría en ningún universo. Y es que quizá ellos eran mayores, pero ninguno tenía acceso al multiverso infinito con solo existir ni era consciente de tantas verdades que muchos ignoraban.

Él era el indicado para llevar la verdad a la humanidad y la monstruosidad, él era un testigo silencioso de cada minúscula acción que alguien cometía y también sus diferentes versiones alternas a lo largo del multiverso.

Se podría decir que era el Frisk más sabio que nunca existiría, pero aunque aquello le hiciera inflar el pecho de orgullo e hiciera a su ego flotar... Hasta él creía que todavía le quedaba mucho por mejorar si quería considerarse a sí mismo alguien con la virtud de la sabiduría.

Seguía siendo un criajo al lado de mucha gente, pero les llevaba la ventaja solo por su gran don.

Muchos solían preguntar si era un dios caído del cielo que había tomado una forma humana para no deslumbrar a los mortales con su verdadera apariencia, si era una criatura nacida de la nada y con la intención de ser la más poderosa que haya existido, solían preguntar si acaso era una divinidad creada con un propósito que va más allá del entendimiento de sus pobres almas mortales. Veían en él un misterio, una verdad que ninguno era capaz de soportar, una verdad que eran indignos de oír.

Y Core se reía nada más para no llorar, porque no había otra respuesta a sus intrigantes que no fuera "Soy la creación de un accidente, no tengo propósito, solo voy de pana".

No los culpaba por tener altas expectativas con respecto a su origen y objetivo en la vida, pero a veces creía que exageraban un poco cuando empezaban a delirar sobre dioses en el mundo mortal. Eso, o quizá Core ya estaba muy acostumbrado a ser lo que era como para ponerse a analizar a profundidad lo impresionante que era a ojos de la gente normal.

En fin, la gente tenía ideas raras sobre los seres como él.

¿Un dios? Qué risa. Core no era más que un crío todavía. Él era consciente de que ni siquiera fue creado con buenas intenciones, ni siquiera con la intención de ser creado en primer lugar, todo lo contrario. Quizá para otros ser él mismo sonaba muy cool cuando mencionaba todo el rollo guay de ser inmortal y omnipresente, pero...

En momentos como este, observando a sus amigos, los monstruos de su universo, la soledad lo envolvía en su manto negro y sofocante. Sentía amargura cuando llegaba él ese recuerdo nefasto y desgarrador del día en el que dejó de ser un simple humano, del día en que su nombre dejaría de ser Frisk.

Core sabía que los Frisk de distintos mundos no siempre tienen un pasado claro. Muchos creadores preferían saltarse la molestia de crearle padres biológicos con una personalidad que era la excusa válida para abandonarlos e irse con Toriel —maltratadores en su mayoría—, o directamente mencionaban que era huérfano y por ende no tenía un hogar al cual anhelar volver. Le parecía curioso, porque para ser el héroe de una aventura subterránea no solía escuchar casi nada de ellos y su vida antes de caer al subsuelo. Era como si Frisk y Chara fueran hojas en blanco que el creador veía perfectos para plasmar lo que tuvieran en mente, o directamente un dolor de cabeza cuando se trataba de volverlos algo más que simples humanos que movían los hechos.

Core era de los pocos afortunados con un pasado escrito, pero no por eso era algo bonito. Desafortunado por la guerra, Core había perdido a sus padres a los nueve años. Ellos eran lo único que le quedaba luego de que su pequeño e infantil mundo se viera sacudido por los vanos intereses violentos con hambre de poder de los adultos, y cuando se quedó sin nada solo podía aspirar a buscar ese ansiado lugar que sus padres prometieron que verían juntos algún día: El monte Ebott.

La leyenda se sabe, nadie vuelve después de visitarlo, y él no fue una excepción a la regla. Recorrió kilómetros a la intemperie, víctima del clima, la guerra y las necesidades básicas que no podía tener sin ningún adulto que velara por su bienestar, todo para que al llegar a tan anhelado lugar… La lluvia lo obligara a esconderse en la cueva, donde tropezaría para caer directamente en el subsuelo.

El resto es historia, uno no tiene que tener tanto sentido común para saber cuál era la travesía maravillosa que le esperaba en ese mundo subterráneo lleno de monstruos que deseaban aniquilarlo, pero que escondían cada uno un corazón enorme lleno de amor. Frisk quedó totalmente prendado de lo que el bajo mundo le podía ofrecer: paisajes de ensueño, personas extraordinarias, amigos increíbles, unos padres amorosos, la oportunidad de ser para ellos un héroe.

¿Cómo no enamorarse perdidamente de tan bella aventura? ¿Cómo podría desperdiciar la chanche de revivir cada momento una y otra vez. No estaba seguro de cuánto tiempo lo hizo, solo recordaba que en cuanto los monstruos tocaban la luz del sol de la superficie y se introducían a los bosques en busca de señales de la humanidad, él ya estaba reseteando la línea temporal para aparecer nuevamente en la cama de flores doradas que lo recibió la primera y siguientes veces.

Juraba que no fue con una mala intención. Él era tan solo un crío estúpido e inocente que buscaba divertirse y mantenerse alejado de la horrible realidad que lo esperaba en el mundo de los humanos, donde la muerte y la violencia es el pan de cada día ¿Era cruel retenerlos a todos en ese magnífico mundo para alejarlos de tales horrores? La humanidad casi no tenía nada bueno que ofrecer. No pudo entender que estaba siendo egoísta.

Solo fue un cobarde, incapaz de enfrentarse a la realidad que ya conocía y negaba.

Pensó que no habría consecuencias, supuso que mientras nadie supiera nada no tenía por qué preocuparse porque de todos modos nadie recordaba lo que ocurría luego de resetearlo todo, pero… Se descuidó.

¡Y yo, el gran Papyrus…! ¡Seré la mejor mascota!

Frisk sonreía mirando la puesta de sol. Era una nueva ruta pacifista en donde liberaba a todos sus amigos y podían observar juntos el bello escenario crepuscular que teñía la tierra de colores cálidos. Todos estaban ahí: Toriel, Sans, Papyrus, Undyne, Alphys, Asgore… Y veía a varios monstruos dejar las cuevas.

Ya era el momento ideal para volver a reiniciarlo todo, sin embargo no contó que cuando se alejó para hacerlo, uno de sus amigos lo vio.

Core caminaba, mirando una de las tantas pinturas de Ink, en su mayoría de universos que él ya miraba por sí mismo, pero que verlas retratadas les daba una nueva dimensión. Todo estaba ahí, incluido… Él.

Casi nunca miraba las pinturas de Ink, más que nada porque ahora que podía verlo todo no tenía necesidad de hacerlo. Pero hoy se sentía curiosamente aburrido y decidió dar un recorrido en el jardín, jugando consigo mismo a adivinar el universo con solo ver las pinturas. Iba ganando por el momento, y se estaba salvando del aburrimiento, hasta que se topó con esas pinturas.

Sonrió alegremente al principio, lo primero que tenía a la vista era un retrato de él en primer plano con un cielo estrellado en el fondo. Estaba hecho con tanto detalle y cariño que hasta parecía real, y no era la única pintura, había muchas otras de él en otros AUs, también una de él jugando ajedrez con Error Sans y, por redundante que suene, él mismo de espaldas pintando un lienzo en blanco con algo de torpeza. No le parecía que Ink fuese tan sentimental como para tener estas cosas cerca de la puerta de su mundo, pero no se quejaba. Estaba tan ensimismado en la emoción nostálgica pero alegre que no consideró ni por un momento que la pintura que encontraría escondida entre tantas de ellas lo dejaría helado.

Se mordió el labio con incomodidad, era como si el recuerdo volviese fugazmente a su mente.

Solo escuchaba sus propios gritos al principio, una sinfonía de alaridos de indescriptible dolor que destrozaban sus cuerdas vocales. Era la inimaginable sensación de no solo estarse quemando vivo, sino de estar desapareciendo. Después de unos instantes de asimilación, Frisk miró hacia arriba. Muy en la cima, asomado en los barrotes del puente de metal, Sans lo observaba quemándose vivo en las profundidades del núcleo con una expresión de desprecio infinito.

Luego de haber casi reiniciado la línea temporal, Sans lo había tomado con su truco azul y habían aparecido en Hotland. Nunca había estado tan asustado y arrepentido mientras el esqueleto lloraba de rabia al reclamarle que lo que había hecho era un acto egoísta y repulsivo donde eran prisioneros del tiempo, sin oportunidad de avanzar en la vida. Frisk se vio contagiado por el llanto y se disculpó, pero estaba tan presa del shock que pocas fueron sus palabras antes de que aquel que fue su amigo lo dejó caer por el barandal.

Su visión se estaba nublando y empezaba a dejar de escuchar su propia voz, siendo reemplazada por el sonido de un pitido agudo. Le imploró de nuevo a Sans, suplicó, lloró, juró que nunca volvería a hacer lo que hizo, pero tras darse cuenta de que nada bastaría para que le perdonara la vida lo único que pudo pensar en ese momento fue en buscar su opción de reseteo y volver todo a como era antes para evitar semejante desastre.

Se arrepintió de hacerlo un segundo después, cuando, en vez de reaparecer en la cama de flores que amortiguaba su caída en el subsuelo, un dolor agudo y horripilante atravesó su alma y se vio a sí mismo envuelto en mareante confusión.

Frente a él también apareció una niña de su edad, con ojos carmín y mejillas rosas, que lo miraba con profunda tristeza y solo susurró su nombre.

Ella desapareció, y ahora, ante sus ojos había todo a la vez que no había nada, miles de millones de paisajes a la vez, acciones diferentes de sí mismo. Era como si su consciencia aún activa se hubiese dividido en fragmentos que alguien esparció en distintos lugares. Uno de ellos era la puesta de sol, sus amigos veían el ocaso juntos como se supone que debía ser en cada final de sus rutas pacifistas, pero... Se sentía diferente. Sans llegó antes de que pudiera siquiera correr hacia Toriel para advertirle de lo que había ocurrido... O lo que ocurriría, y se vio obligado a permanecer quieto mientras veía cómo se desarrollaba todo.

Cada uno de ellos partió lejos como lo recordaba, sin necesidad de que él estuviese ahí. No lo pensó dos veces para acercarse a Toriel en cuanto todos se fueron, ella se veía pacífica mirando el paisaje, pero su mirada se notaba muy confundida e inquieta.

Qué extraño... Siento que algo falta.

Frisk desistió de tocar su mano para que notara su presencia, aturdido cuando el resto se preguntaba lo mismo "¿No había alguien más con nosotros? ¿Cómo logramos salir del subsuelo? ¿Qué era esa sensación faltante?" Toriel se alejaba de la cueva para volver con los demás y ni siquiera había volteado atrás. Ninguno se había preguntado dónde estaba él, ni siquiera mencionaron su nombre.

Nadie...

Otro pedacito de su consciencia estaba en un curioso espacio que le hacía pensar en Alicia en el país de las maravillas, pues era un hermoso jardín repleto de todo tipo de hermosas plantas, flores, árboles y... Puertas de colores con nombres y símbolos escritos flotando en distintos lugares del espacio. Era un bello lugar que podría despertar la curiosidad de hasta los más amargos, maravillar a los más inconmovibles. Sin embargo él seguía ahogado en tantas emociones, tantas cosas a la vez, tantas consciencias divididas en distintos lugares...

Cayó de rodillas en el jardín y las lágrimas descendieron hasta manchar el césped. Sí, mancharlo. No eran cristalinas, eran negras como petróleo puro, como tinta, aunque seguían conservando su composición aguada. Sus manos eran grises. Un pedacito de su consciencia era él mismo corriendo hacia la casa de Asgore para verse en un espejo. Y aunque ese "él" no estaba en el jardín, la imagen llegó a su mente tan clara y horripilante que fue el único momento en que se sintió como si todo pedazo perdido se uniera a lamentarse.

Era la única ocasión en la que recordaba haberse sentido unificado por el mismo sentimiento y la misma reacción. Lloró a gritos echándose sobre el suelo. No respiraba y no sentía necesidad de hacerlo, el dolor se había esfumado por completo, no podía sentirlo ni aunque se rasguñara histéricamente como hacía ahora.

Gritó hasta el punto que cualquiera se quedaría sin aire, rasguñó su piel como si quisiera castigarse por el resultado al cual había llegado, se tiró del cabello en medio de la histeria. Frisk hizo todo lo posible para sentir dolor, para sentir necesidad, para sentir algo... Lo que sea, pero no fue así.

Frisk finalmente lo supo, su existencia se había borrado en el mundo. Nadie lo recordaba.

Llamó a Chara, aquella niña que apareció ante sus ojos por ese minúsculo instante, sollozó su nombre esperando sentir su presencia pero era como si se hubiese esfumado para siempre. Estaba solo.

Luego un sonido lo desconcertó. Fue como tras haber estado bajo el agua alguien lo hubiese sacado de ahí violentamente. Lo único que necesitó para reaccionar fue escuchar su voz.

Oye... ¿Estás bien?

Fue tan sorprendente que dejó de sollozar para levantarse abrúptamente en un torpe intento por alejarse. Fue entonces que lo vio, era igual a Sans, pero era más bajito que él, estaba lleno de manchas de tinta, tenía una vestimenta muy interesante, arrastraba con él un enorme pincel, uno de sus ojos era una estrella y... Lo más curioso es que al contrario de su viejo amigo, este ser tenía más rango de expresividad. No tenía una eterna sonrisa, solo una boca cerrada y una mirada de indulgencia.

Frisk se alejó torpemente sin levantarse del suelo al igual que un pez fuera del agua. Era la viva imagen de su asesino ¿Cómo no podría tenerle miedo? Pero este se veía algo diferente, pues cuando le vio tan vulnerable y asustado no pudo hacer más que ablandar su expresión y arrodillarse cerca.

No te asustes, no te haré daño.

Tuvo sus dudas para confiar en él, pero seguía siendo Frisk, era fácil confiarse de los desconocidos que le ofrecían la mano con una sonrisa compasiva. Además... ¿No fue así cuando conoció a Toriel? Oh, su amorosa madre monstruo... Había estado tan aterrado cuando cayó al subsuelo por primera vez pero ella lo guío con cariño y ternura, haciendo que su miedo se esfumara por completo.

Se quedó callado e indeciso, observando la sonrisa cálida de aquel extraño y pudo percibir en él el mismo aura familiar y protector de Toriel. Era el aura de paz que te confiere un padre o madre, por lo que no tardó más de un minuto en aceptar su ayuda. Le costó levantarse estando tan tembloroso, pero aquel extraño se esforzó en mantenerlo estable, llevándolo de la mano hasta un rincón del jardín.

Frisk supuso que lo había interrumpido en su auge de inspiración o algo parecido, porque había un caballete con lienzos a medio terminar y cubetas de pintura por doquier. Tal parecía ser que él era artista, y uno muy talentoso a juzgar por esas obras de arte que ya terminadas se exhibían flotando en el aire cerca de las puertas.

Aquí, ven. Siéntate. –Le indicó amablemente.

Frisk vio los almohadones que estaban en el suelo y obedeció sentándose con él. En ningún momento le soltó, como temeroso de que se lastimara, pero mirándolo con fascinación inigualable. Se sintió como un bicho raro, pero claro... ¿Quién no tendría la misma reacción si apareces de la nada en su territorio?

Agachó la mirada, todavía afligido por lo ocurrido, no era capaz de mirarlo más tiempo si se parecía tanto a... Él.

Pobre criatura inocente... ¿Cómo ha sido que llegaste a mí de esta horrible manera?

El humano —o lo que sea que fuera ahora— se limpió las lágrimas sorbiendo su nariz cuando escuchó aquellas palabras bañadas en ternura y preocupación. No podía evitar pensar en Asgore y Toriel, extrañarlos así le partía el corazón.

Estaba esperando tu llegada, pero no pensé que sería de este modo, de haberlo sabido me habría preparado mejor.

Frisk se armó de valor en sus adentros y devolvió sus ojos hacia el esqueleto. En cuanto lo hizo este le limpió su rastro de lágrimas con un pañuelo que llevaba. Se habría disculpado por mancharlo con sus nuevas lágrimas negras, pero después de pensarlo un poco supuso que no habría diferencia con la tinta que ya lo manchaba a él.

Mi nombre es Ink Sans, pequeña nueva creación, pero todos me llaman Ink. –Se presentó amablemente. Frisk no pudo evitar sonreír pensando en que su nombre sin duda le quedaba como anillo a dedo.

Encantado... Ink.

No sabía si había cometido un error cuando le respondió, porque Ink puso una expresión sorprendida.

¿Sí hablas? ¡Qué fascinante! ¡Pensé que tus cuerdas vocales habrían sufrido pero veo que no!

Frisk ladeó la cabeza, algo consternado. La verdad este no era el tipo de recibimiento que esperaba, en especial cuando tan solo apareció en ese jardín de la nada ¿No debería eso asustar a Ink? ¿Por qué no estaba exigiendo saber su nombre para llamar a la policía? Todas sus dudas se respondieron en cuanto él se liberó de su propia emoción y aclaró la garganta algo apenado.

Increíble, el rubor de Ink era de la gama de los arco iris. Roja empezando por la derecha y finalizando en púrpura por la izquierda.

Lo siento, no quiero asustarte, ya debes estar muy conmocionado por lo que has pasado ¿Verdad? –Frisk asintió, pero con una sonrisa cortés para no hacerle sentir mal. –Mil perdones, es que... Es la primera vez que tengo la oportunidad de ver recibir así a un recién nacido de la creación.

Fue inevitable que sus palabras lo sacaran un poco de onda al principio ¿Recibir a un recién nacido?

¿Recién nacido? Tengo nueve años.

A lo que me refiero es que eres una novedad. Mírate, eres una receta improvisada desde la mitad ¡Eres la obra maestra de un artista que decidió desviarse de su camino!

Todo lo decía tan emocionado que le costaba seguirle el ritmo y mantener su postura amigable ¿Este tipo estaba loco? ¿De estaba burlando de su desgracia acaso? ¿Cómo demonios la tragedia ajena podía parecerle igual que una obra de arte? Estaba tan indignado pero a la vez tan confundido que no podía soltar ningún reclamo.

Sé que todo debe estar sonando muy confuso para ti, pero no te preocupes, yo me encargaré de contarte todo. Me emociona empezar a saber más de ti, Frisk.

Su ira se esfumó, reemplazada con ese sentimiento incrédulo de nuevo.

¿Sabes... Mi nombre?

Sé un par de cosas de ti.

Sin poder salir de su sorpresa, Frisk dejó a Ink tomar sus manos mientras se posicionaba en frente con una enorme sonrisa eufórica.

Tu universo finalmente fue terminado, una nueva creación ha nacido. Bienvenido al multiverso de Undertale, Core Frisk.

Core se alejó lentamente del cuadro, no quería seguir mirando aquella escena traumática de él flotando con su alma azul sobre los límites del núcleo con Sans en frente mientras se descargaba verbalmente con él.

Se rio para sí mismo, y unas pocas lágrimas bajaron por su rostro.

Creían que era un dios, una creación esperada, que tenía un propósito… Pero la verdad era que el día de su nacimiento fue el día de su muerte.