DE IMPERTINENCIA Y AMABILIDAD
Una Lizzy Bennet de 16 años, estaba caminando enérgicamente con su hermana mayor en su brazo por Hyde Park en Londres. Hacía 1 año que había salido a la sociedad por obligación de su mamá, y decidió juntamente con su tía que, para evitar maquinaciones y presiones de su madre, prefería "pasar la temporada" en Londres con sus tíos Gardiner donde había una sociedad más amplia.
Ciertamente esta información no era del todo equivocada; pero lo que no sabía la Sra. Fanny Bennet, era que, por insistencia de Lizzy y Jane, las salidas a eventos públicos y bailes, estarían lo menos cargadas posible de la búsqueda de maridos. A esto, los Gardiner, quienes consideraban que salir desde los 15 años era excesivo, estuvieron de acuerdo, solo haciendo hincapié que una Jane de 19 años, podría recibir visitas de posibles pretendientes.
–En serio Jane, ¿por qué una mujer debe aprender cosas inútiles para ser considerada una dama completa? No creo que puedas sacar adelante una familia tocando piano o pintando cuadros de flores.
–Lizzy, querida, la administración de una finca depende de los hombres, una dama debe asegurarse de poseer cualidades que agraden a esos hombres. A demás, tampoco creo que ser la campeona en escupir dentro de un cubo a distancia sea algo que saque a flote una hacienda.
–¡Pero ese es mi punto! Lo hago porque me divierte. Hermana, vivimos en una sociedad donde las mujeres dejan de hacer lo que desean porque hay reglas, normas y demasiada apariencia. ¿Cómo puedes conseguir un esposo y conseguir que te ame y respete si no le muestras quién eres verdaderamente? Mira a mamá, cuando conoció a nuestro padre usó todos sus encantos aprendidos, y mira cómo viven ahora. Queridísima Jane, eres la mujer más amable, hermosa y talentosa que conozco, pero me gustaría que te casaras por amor, mereces un hombre que te admire por quien eres.
–Ahora Lizzy, sabes que si bien deseo casarme, no estoy desesperada por hacerlo ahora. Y si estos últimos 4 años he evadido a mi madre de casarme con cualquiera, es porque también espero casarme por amor. No te preocupes querida, sé cómo manejar la situación–. Dicho esto, Lizzy expulsó el aire que no sabía que había contenido. Amaba a su hermana mayor Jane, y esperaba lo mejor para ella, y se aseguraría que lo tuviera.
–También hay cosas que admiro de ti Lizzy. Ayudar a papá a administrar la finca y cuidar de los inquilinos es algo muy admirable. A demás, escuché de papá que a tu edad ya eres más inteligente que él a los 25 años, que si seguías así, él mismo te nombraría un erudito más prominente de Cambridge aunque no puedas ir.
–Papá solo exagera Jannie. Sabes que tuve que tomar por mi cuenta la administración de Longbourn porque estábamos casi en quiebra; papá, aunque lo amo mucho, es muy indolente, y no administró bien la finca teniendo muchas pérdidas. También los inquilinos se vieron afectados por esto, y tenían sus casas en muy malas condiciones. A demás, nuestra dote de por sí es muy pequeña, casi inexistente; mamá gastaba más de lo que se le asignaba y papá no estaba interesado en corregir eso.
–Y aun así has hecho un trabajo maravilloso Lizzy. A los 13 años yo estaba pensando en cintas, encajes y vestidos. Mientras tanto tú pensabas en estrategias para sacar a flote la empresa de papá. ¿Sabes?, aunque siempre me acusas de ser demasiado amable, no fue hasta mis 16 años que empecé a cuidar a otros. Recuerdo ese día cuando se acercaba una tormenta, que pensé en ti como un coronel militar, dándole órdenes a Hill y Cook para preparar mantas y caldo lo más rápido posible, y adelantándote con varios sirvientes a las casas de los inquilinos para reparar las goteras y entradas de aire que tenían, sólo para que estuviesen abrigados durante la tormenta.
**La memoria de Jane se fue hasta ese momento. Donde Lizzy antes de salir con los sirvientes, se volvió a Jane y le dijo:
–Jane, una vez que la Sra. Hill y Cook tengan todo listo, ve con 2 doncellas y 2 sirvientes a las casas de los inquilinos lo más pronto que puedas. La mayoría ha tenido bajas cosechas por la plaga que azotó el mes pasado, por lo que el caldo les vendrá bien. Empieza desde el oeste con nuestros inquilinos, y termina con los inquilinos de Netherfield–. Y con eso, Elizabeth Bennet, de 13 años, salió con 4 sirvientes y varias tablas de madera para reparar techos y ventanas, bajo un cielo encapotado, a hacer algo que nunca antes había visto hacer a su padre.
Más tarde, cuando estuvo todo listo, no vio a su hermana en ninguna de las casas visitadas. Cuando estaba ocupando la última casa de los inquilinos de Netherfield, encontró a Lizzy revisando las corrientes de aire de una pareja de ancianos, los Sres. Robert, quienes se sabía que últimamente no gozaban de buena salud.
Ver a esta pareja de esposos agradeciéndole a su hermana pequeña por preocuparse por ellos cuando no era su trabajo llenó el corazón de Jane. Cuando ella misma les dio el caldo y las mantas, la gratitud hacia ella fue tan grande, que al salir del lugar empezó a llorar, sintiéndose egoísta por pensar en joyas y vestidos, cuando personas importantes para la comunidad como los Roberts estaban pasando por momentos difíciles.
Desde ese día, Jane Bennet se comprometió consigo misma a ser menos frívola y tratar de comprender a todos. Agrandando más así, su corazón ya antes bondadoso.**
–Era nuestro deber hacerlo querida. Y aunque los inquilinos de Netherfield no son nuestra responsabilidad, muchos son muy ancianos o muy jóvenes para hacer las cosas por sí mismos, y aunque no tienen arrendador, si tenemos la posibilidad de ayudarlos, debemos hacerlo. A demás, aunque no es lo correcto y no debería ser nuestro trabajo, una de las razones por las que los ayudamos es porque a la finca de papá le pagan una comisión en libras o en bienes para poder seguir ayudándolos.
–Oh, Lizzy, no sabía, ¿papá sabe de esto?
–Por supuesto que lo sabe Jennie. Tuve que decirle lo que estaba pasando cuando empezaron a darme muestras de agradecimiento que no podía aceptar; por lo que hice una reunión con todos ellos y llegamos a un acuerdo. No es algo obligatorio que deben hacer, pero ellos sienten que sí y por eso lo hacen. Luego de hablar con ellos, estuve casi 6 meses jugando con la administración sobre si funcionaba el acuerdo con ellos en favor de nosotros, y cuando el saldo final fue positivo, se lo dije a papá.
–Imagino que la idea le encantó. Lizzy eres un genio.
–No lo diría de esa manera Jane, pero gracias por el cumplido. Claro, a papá no pareció importarle en ese momento. Pero después de tres años, Longbourn empezó a producir de 900 libras anuales a 3000 libras al año. Así que hice algo en el camino que fue bueno.
–¡Eso es espléndido! Aunque me gustaría que no tuvieses que hacer esas cosas y disfrutaras como alguien de tu edad, te agradezco.
–¿Y ser como esas insoportables señoritas que solo saben tocar la misma canción en el piano, bordar, coser biombos y no tener nada en la cabeza esperando que un hombre diga algo sumamente ridículo para reírme hipócritamente solo para que me note? Querida, creo que me conoces mejor que eso. Aunque disfruto haciendo cosas de damas, sé que es importante tener algo más que una cara bonita. Tú eres la belleza de la familia, puedes tener a cualquier hombre que desees; pero yo no soy tan agraciada como tú, debo tener al menos un nivel de inteligencia suficiente para saber diferenciar de un hombre idiota que no puede mantener a una familia, a un hombre lo suficientemente sensato para mantener una conversación coherente por al menos 30 minutos.
–Lizzy, hermanita, eres muy dura contigo misma y con los hombres. Aunque sé que hay muchos que son difíciles de digerir como el Sr. Showen, no todos son así. Y sé que hay un hombre muy inteligente y honorable encantado de tener a una mujer como tú por esposa.
Lo que las hermanas Bennet no sabían, era que, mientras hablaban en el parque, un joven conde llamado Maximilliam Oxfordshire, estaba escuchando su conversación embelesado por la naturalidad e inteligencia de Lizzy; al notar las palabras de la Srta. Jane a su hermana menor, decidió intervenir a favor de la bella dama.
–Buenas tardes señoritas, lamento interrumpir–, pero antes que continuara hablando, una Jane estoica lo interrumpió.
–No se preocupe señor, ya nos íbamos–. Dicho esto, apretó a su hermana con más fuerza y dieron la vuelta. El joven Maximilliam no queriendo dejar pasar la conversación, y realmente interesado en conocer a la Srta. "Lizzy", se les acercó nuevamente, y los Gardiner estando cerca de las chicas, se acercaron para ver qué pasaba.
–Esperen–, pero en ese momento, Edward Gardiner le dice, amablemente pero en un tono que no deja espacio para rechazo:
–Señor, le agradezco que se aleje en este instante de mis sobrinas, no queremos tener problemas–. El conde Maximilliam se aleja 2 pasos levantando ambas manos en estado de rendición y les dice:
–Disculpe Señor, no quería molestar. Soy el Conde Oxfordshire; no tenía intenciones de imponerme sobre sus sobrinas o ustedes, solamente las escuché hablar y consideré que ese es el tipo de conversaciones, que mi madre, Lady Oxfordshire disfruta escuchar. Y ya que sé, que las señoritas no están solas, agradecería las presentaciones.
El Sr. Gardiner lo pensó por un momento y volteó a ver a su esposa Madeline. Ambos tuvieron una conversación silenciosa y asintieron al mismo tiempo, volteándose a ver al conde, hicieron las presentaciones.
–Soy Edward Gardiner, ésta es mi esposa Madeline Gardiner. Y ellas son mis sobrinas Jane Bennet y Elizabeth Bennet.
–Es un placer conocerlos a todos ustedes. Y ya que las presentaciones están en orden, me gustaría invitarlos a tomar el té conmigo y mi madre en Oxford House de aquí a dos días–. Los Gardiner después de un momento de deliberación, aceptaron gustosamente, ya viendo un poco del carácter de Lizzy en el Conde.
Esa tarde en Oxford House, el Conde le cuenta a su madre sobre la familia Gardiner y sus sobrinas, riendo mientras le contaba sobre la vivacidad de la Srta. Elizabeth. Lady Amanda, escuchaba mientras veía la mirada risueña de su hijo, preguntándose quién era esta joven. No queriendo hacer suposiciones hasta conocerla, le dijo a su hijo que los debía invitar a tomar el té. Cuando el Conde le dijo que ya lo había hecho, se sorprendió, ya que en sus 20 años nunca había invitado a una mujer a su casa, y hacerlo con una que acababa de conocer en el parque, fue aún más sorprendente.
Sí, definitivamente quería saber quién era esta Elizabeth Bennet, y qué haría con ella.
En Gardiner's, estaba una Madeline intrigada sobre qué había pasado para que un Conde al que no conocían, se les acercara a sus sobrinas en el parque, e invitara a todos a tomar el té. Si bien le recordó a Lizzy, no tuvo dudas que se acercó por la belleza de Jane, porque, aunque habían muchas mujeres hermosas en sociedad, Jane tenía una gracia y aire de realeza en sí misma.
–Niñas, ¿de qué estaban hablando antes que el Conde se les acercara?
–De lo insípidas que son las mujeres que buscan aprender cosas solo para complacer a un hombre, tía Gardiner.
–Lizzy, no hables de esa manera– reprendió Jane. –Pero fue muy vergonzoso e irrespetuoso que alguien más estuviese escuchando nuestra conversación tía, era muy personal. Sobre todo porque Lizzy, como ya puedes ver, estaba descargándose sobre lo tonto que es la idea de aprender actividades femeninas para atraer a un hombre con quien no puedas tener una conversación inteligente por 30 minutos.
Madeline no dijo más sobre el tema, y recordó que el Conde dijo que a su madre le gustaría tener una conversación de ese tipo. Así que al final, la impertinencia de su sobrina rendía frutos. De igual manera, hablaría con ella mañana para que modulase un poco lo que hablara.