1) Gracias por sus comentarios, los leo con mucho cariño.

2) Este capítulo es un poquito más largo. Pero realmente no sabía dónde cortarlo, así que perdonen si se vuelve un poco tedioso.

3) Alguien me dijo que estaba perdido con los personajes, entiendo, yo también lo estaría después de tanto tiempo sin actualizar. Así que explico:

* Lord Oxford: Maximilliam Oxford (o Liam, como le dice Elizabeth). Hijo de Lady Amanda Oxford. Fue el primer pretendiente de Lizzy, considerado un hermano mayor muy querido, por la similitud de caracteres.

* Lord Berkshire: Thomas Berk (o Thommy, como le dice Elizabeth). Hermano de Lady Dianne (o Anne/Annie, como le dice Elizabeth). Fue el segundo pretendiente de Lizzy, considerado ahora un muy buen amigo, casi hermano en la actualidad (para dar una mejor idea, es como si fuese un primo que se crio con ella, o sea, existe ese cariño de hermanos, pero camaradería de amigos ¿se entiende?)

* Duque Lancashire: Vicent Lancaster III. Fue el tercer pretendiente de Lizzy. Si bien nunca fueron taaan íntimos, había buena amistad. Pero se casó y pues, a la esposa del Duque no le gustó la amistad de su esposo con Lizzy, así que le prohibió el contacto.

4) Disfruten la lectura.

CAPÍTULO XIX

Un suspiro que contenía emoción, llenó por un momento el vagón de viaje en que se encontraban las dos hermanas Bennet mayores, la Srta. Lucas y Lucy, la criada que acompañaba a las damas hasta sus hogares. La emoción contenida, era de Charlotte Lucas, quien estaba emocionada por llevar buenas noticias a sus padres, pues, no solo había pasado unas semanas idílicas en Londres con gente de alta sociedad, sino que había asistido al debut de la hermana de un Conde y, para aumentar su dicha, había un hombre amable y muy atractivo, que había mostrado interés en ella y había solicitado visitarla en Lucas Lodge en un futuro cercano.

Afortunadamente, dos noches atrás, en el debut de Lady Dianne, las expectativas de las señoritas que llenaban el carruaje, habían sido superadas con creces: un hombre amable, respetuoso, de buen renombre y dueño de una finca modesta en Staffordshire, fue presentado por el Conde de Oxford, a Charlotte, y éste al ver a la morena de Hertfordshire, quedó encantado. Cabe decir, que el hombre de 34 años, conocido como Jacob Harrington, pidió el baile de apertura y de cena a la dama en cuestión, y, luego de declararle que sus intenciones eran más que honorables, reclamó un tercer baile, el de cierre, prometiendo que, dentro de pocas semanas, visitaría a su padre para formalizar una relación.

La Srta. Lucas, que no estaba en edad de casadera, que no se consideraba bonita más allá del promedio, y que opinaba que la felicidad en el matrimonio era cuestión de suerte; estaba encantada con el hombre y llegó a la conclusión que, de formalizarse una relación y futuramente un matrimonio, podría ser lo suficientemente feliz para no quejarse ni un ápice de ello.

Por otro lado, Jane Bennet estaba radiante, más allá de lo acostumbrado, pues había podido hablar con el Sr. Bingley y aclarar los malentendidos entre ellos. De su larga conversación con el hombre, en la que dejaron pasar 3 bailes por no querer desaprovechar el tiempo, pudo confirmar lo que su hermana le había dicho innumerables veces, y que ella misma, había descubierto por las malas: que Caroline era una persona mala, odiosa y venenosa. La Srta. Bingley, no solo había enviado una carta a Jane expresando que no volverían a Netherfield y alentando un apego inexistente entre su hermano y la Srta. Darcy, sino que, había engañado a su hermano desde su partida, citando cartas –también inexistentes de parte de Jane, diciéndole que, a raíz de su partida, había descubierto que el cariño hacia el hombre, era una mera emoción.

Otra cosa que había podido descubrir, y para lo que aún no tenían respuesta ninguno de los dos enamorados, era que Charles al salir de Netherfield, había enviado un correo al Sr. Bennet en Longbourn indicándole su partida, la cual estaba motivada por asuntos comerciales urgentes, y que esperaba que fuesen resueltos en un lapso no mayor a una semana. Lamentablemente, tales inconvenientes se alargaron más allá de lo esperado, al punto que, para la fecha del baile de Lady Dianne, no estaban solucionados. Como no supieron qué pensar al respecto, decidieron preguntar en un futuro próximo, al hombre involucrado.

Aun así, lo más destacado de la noche para Jane, fue la seguridad del Sr. Bingley sobre sus intenciones para con ella, en las que le aseguró de corazón y como caballero, que nunca dejó de pensarla, y que si bien se había sentido triste por lo que su hermana había relatado de esas supuestas cartas, él no creería nada hasta que Jane misma se lo dijera a su cara. Por eso, en sus planes estaba ir directamente a Hertfordshire a penas fuesen solucionados sus inconvenientes comerciales. También le pidió perdón, por no insistir en corresponder con su padre para saber de ella, y por el daño causado por Caroline, de la que aseguró, que tomaría cartas en el asunto y no dejaría pasar por alto la afrenta causada.

Elizabeth, a su vez estaba feliz por Charlotte, ya que conocía sus grandes preocupaciones sobre el matrimonio. No quería que su amiga terminara como institutriz para evitar ser carga a sus padres, habiendo expresado en antaño la idea. Por ello se alegraba que fuese un hombre de buenas costumbres que se interesara en ella, y no como una sustituta para posibles hijos, sino como su primera esposa. También estaba extasiada por Jane, pues todo había resultado mejor de lo que esperaba. Aunque estaba un poco blanda luego de hablar con su tía Madeline y Lady Amanda, el conocer las circunstancias de la partida del Sr. Bingley, las razones de su no retorno, y las artimañas empleadas para que desconociera del estado de su hermana más querida, hizo que confiara un poco más en él, y volviera a su lugar de hombre honorable.

Para su hermana de acogida, Lady Dianne, el baile había sido un éxito: su tarjeta de baile nunca estuvo vacía, no fue necesaria la "intervención de emergencia" del Conde Oxford, al que habían designado como su haz bajo la manga, en caso que un socio de baile indeseado apareciera; en caso tal, Dianne solo debía decir que estaba ya ocupado el baile, y ésta acudiría a Maximilliam. Con respecto a los posibles pretendientes, para el momento en que Lizzy partió de Londres, ninguno había hecho alguna visita, pero la Srta. recién debutada, no estaba interesada en algún compromiso a corto o largo plazo, pues disfrutó el baile y quería estar soltera por unos años más. Aunque, como le aseguró a Lizzy, nadie manda en el corazón, por lo que, si el suyo era comprometido, sería bien recibido.

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La bienvenida que recibieron las jóvenes en sus respectivos hogares, fue lo suficientemente calurosa como para olvidar que habían estado afuera por pocas semanas.

En el caso de los Lucas, Charlotte y sus buenas noticias fueron excelentemente recibidas, desde sus hermanos pequeños, hasta su padre que a veces era un poco tonto, estaban felices por su pretendiente, y prometieron que sería muy bien recibido cuando visitara. Aunado a la emoción de su cortejo, María y Lady Lucas estaban muy satisfechas por la calidad de las prendas adquiridas en su viaje, la cual, era más sofisticada que las que acostumbraban a adquirir cuando visitaban la capital. Sin embargo, en un pedido de Lizzy a su buena amiga, Charlotte se guardó la información sobre con quién compartió en Londres, y la obvia conexión que había entre las familias Oxford y Berkshire, con su vecina más cercana.

Cercano al Lucas Lodge, en Longbourn, la Sra. Bennet se alegró de tener a sus hijas mayores de vuelta. Como siempre, alabó la belleza de Jane y mencionó que estaba más radiante que nunca. También lamentó que no hubiese llegado con la noticia de algún pretendiente, pero todo esto fue olvidado al notar la calidad y belleza de su vestido de viaje. Lamentablemente, en una casa con 6 mujeres, de las cuales 3, eran apasionadas por la moda, tal comentario fue recibido con algarabía y regocijo, olvidando completar los saludos y respuestas de cortesía sobre el viaje, para pedir, o exigir, ver los nuevos trajes de sus hermanas.

Elizabeth estaba feliz de regalar entre sus hermanas menores sus vestidos viejos, los cuales no eran realmente viejos, pues, aunque estuvo 2 años sin ir a Londres, era común que su tía Gardiner, junto con Dianne y Lady Amanda le enviaran regularmente vestidos para cualquier ocasión. Además, muchos de esos vestidos al ser sofisticados, no los usaba en el campo, por lo que estaban realmente nuevos. Sin embargo, en una nueva perspectiva de madurez que tuvo en este viaje, habiendo compartido otra faceta de vida con Jane y Dianne, decidió repartir equitativamente sus prendas, otorgando a Mary colores que no fuesen marrón y beige, que ayudaran a resaltar su belleza natural, y agregando vestidos modestos a sus hermanas menores.

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Una vez hubieron descansado de su viaje, Jane y Lizzy decidieron ir al estudio de su padre y averiguar sobre el estado de las cartas del Sr. Bingley, pues ambas tenían curiosidad, y sabían que, aunque su padre era un poco indolente, no haría sufrir a alguna de sus hijas solo por diversión. Así mismo, Jane quería ponerlo de sobre aviso sobre su trato y entendimiento con Charles, y quería que su padre estuviese prevenido para una futura visita.

Cuando las hermanas entraron al estudio de su padre e hicieron un extenso resumen sobre sus travesías en Londres, hicieron la pregunta que carcomía a ambas.

–Padre, el Sr. Bingley asegura que envió a usted una carta el día que partió de Netherfield. Aunque no pongo en duda su credibilidad, quisiera saber por qué no dijo nada de ella, permitiendo que Jane fuera aturdida por nuestra madre–, preguntó Elizabeth. Jane, a su lado, no dijo nada, solo estaba expectante por escuchar su respuesta.

–Hijas, saben que las amo y no haría nada para lastimarlas a conciencia. Si bien recibí una carta de Netherfield un día antes que la Srta. Bingley se comunicara con Jane, la carta no la pude leer–, hizo una pausa, miró a sus hijas a los ojos y siguió explicando. –La carta la deseché luego del segundo intento de ser leída, pues quien la hubo escrito, que ahora sé que fue el Sr. Bingley, tenía una letra tan mala, que solo se divisaban garabatos. Aunado a esto, el intermedio y final estaba manchado, pues, supongo que, en la prisa por enviar la misiva, olvidó dejar secar la tinta, borrando el resto del contenido–, exhaló con pesar y prosiguió. –Si hubiese sabido que el contenido era importante para Jane, me hubiese esforzado por corresponder al hombre y aclarar los malos entendidos.

A todo esto, Jane Bennet, conocida por ser una mujer sensata, locuaz y medida en sus emociones, lo único que pudo hacer fue reír. Rio más fuerte que nadie lo había hecho nunca, rio como jamás lo volvería a hacer, rio como si no hubiese un mañana, rio por lo ridículo de la situación, rio porque se había solucionado el malentendido y rio hasta las lágrimas. Elizabeth y su padre solo podían sentir alegría, pues habían visto que esa risa alegre, escandalosa y despreocupada, era la manera en que Jane estaba drenando la frustración, incertidumbre y tristeza contenida en las semanas lúgubres que había pasado cuando el grupo de Netherfield se fue.

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Un rato después que Jane se calmó, que todos en el despacho del Sr. Benet reflexionaron en silencio un rato sobre lo ocurrido en sus vidas en los últimos meses, Lizzy recordó una de sus preocupaciones principales para regresar a casa antes de lo previsto. Y era la relación de su hermana inmediata, Mary con el Sr. Collins. Sorprendentemente, al preguntarle al Sr. Benet sobre ello, éste le dijo que ni el párroco en cuestión, ni su madre y mucho menos su hermana, le habían hablado sobre ello, por lo que lo descartó inmediatamente como esperanzas sin fundamento de la Sra. Bennet.

Alarmada por lo delicado de la situación, y el hecho que todos en la zona consideraran que había un cortejo formal, pero éste no hubiese sido hablado, Lizzy miró a Jane con preocupación. Pero anticipando el despido de su padre para con dicho tema, tácitamente decidieron retirarse e ir a sus habitaciones.

Una vez en la habitación, ambas expresaron su inquietud por la situación de Mary y su no noviazgo con el Sr. Collins, y, teniendo que hablar sobre el futuro de sus hermanas antes de lo esperado, mandaron a llamar a Mary.

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Mary era una joven introvertida, le gustaba pensar de sí misma que era una caja de pandora, la cual tenía muchas sorpresas y secretos que, hasta ahora, nadie se había atrevido a descubrir. Al ser la hermana del medio, para ella era difícil sobresalir de entre la belleza de Jane, la vivacidad de Lizzy, o la exaltación de sus hermanas menores. Por ello, decidió esconderse a sí misma a través de textos religiosos, los cuales, esperaba que en algún momento de su vida hicieran mella en ella misma, y ablandaran un poco su propia mezquindad, pues, siendo sincera, tenía un humor sardónico muy parecido al de Elizabeth.

Cuando el Sr. Collins llegó, le pareció un hombre promedio, pero que tenía una posición relativamente cómoda en la vida, aparentemente no tenía vicios y, lo más importante, era obvio que estaba buscando esposa. Si tenía en cuenta que nadie ofrecería voluntariamente por ella mientras sus hermanas estuviesen solteras, hizo lo posible para llamar la atención del hombre, pues pensó que, al ser ella una ávida lectora de textos religiosos, podría fácilmente desempeñar un papel como esposa de un párroco.

Lo que no le sorprendió, es que no fue la primera, ni segunda elección. Había escuchado a su madre decirle que Jane estaba siendo cortejada, pero que Lizzy tenía el camino libre. Aunque le molestó un poco que su madre nunca pensara en ella, se tranquilizó al saber que Elizabeth nunca aceptaría un traje de un hombre tan tonto. Por eso, cuando el Sr. Reid (quien después se enteró que era el Conde Berkshire) dirigió la atención del Sr. Collins a ella misma, se alegró e hizo lo posible para mantenerlo interesado.

Lo que no esperaba, es que el hombre que consideraba un poco tonto, fuera un idiota por completo. No hacía más que hablar de su benefactora Lady Catherine de Bourgh, lo que esperaba de su vida Lady Catherine de Bourgh, lo que sugería sobre el diario vivir Lady Catherine de Bourgh, cómo se debía comportar una dama, según Lady Catherine de Bourgh, cómo eran las chimeneas que tenía Lady Catherine de Bourgh, cuántas ventanas tenía la mansión de Lady Catherine de Bourgh… Y Lady Catherine de Bourgh, Lady Catherine de Bourgh, Lady Catherine de Bourgh. No conocía a la dama, pero sentía que la odiaba un poco.

Compartir unos pocos días con el Sr. Collins, hizo que cualquier deseo de casarse con el hombre, se evaporara rápidamente. Prefería quedarse soltera el resto de su vida, acompañar a su madre en su viudez y luego irse a la India como misionera, o como institutriz, o algo que ocupara su tiempo. Pero ya había aprendido que sería imposible para ella convivir un mes y mucho menos una vida entera, con su primo. Lamentablemente, el hombre estaba tan lleno de sí mismo, y de Lady Catherine de Bourgh, que no entendía que lo estaba desairando. Sabía que era tonto, pero Mary no podía ser más obvia, hasta la Sra. Bennet se dio cuenta de su desaire y decidió ignorarla a propósito. Pero se había dado cuenta.

Por eso, cuando Jane y Elizabeth la invitaron a una de sus reuniones privadas, le sorprendió un poco, también la intimidó en cierto punto, pues Lizzy podía ser un poco intensa cuando se lo proponía. Al mencionar que querían hablar sobre su relación con el Sr. Collins, soltó un suspiro de exasperación, pero no por ellas, sino por el hecho que estaban llegando ese mismo día de viaje y los chismes habían llegado a ellas. Pero en un consenso de, que ellas sabrían qué hacer para librarse del hombrecito pomposo, decidió hablarles.

Cuando hubo expresado todo, se alegró de saber que sus hermanas la apoyarían, y obligarían a su padre a actuar en favor de Mary.

–No debes preocuparte por nada Mary, somos hermanas y estamos para apoyarnos. Y aunque nuestros padres deberían ser quienes nos protejan de primera mano, sabes que a veces son un poco… descuidados en sus responsabilidades–, dijo con afecto Elizabeth.

–A demás, como Elizabeth te explicó, nuestra dote no es tan pequeña como todos creen. Puedes aspirar más para ti, cariño–, dijo con afecto Jane. –Eres hermosa, y no debes esperar recibir cualquier cosa solo porque piensas que no lo eres.

–Estoy de acuerdo con Jane, eres una gran mujer Mary, y nadie debe decirte lo contrario.

–Pero, ¿cómo creen que reaccionará mamá? –, preguntó un poco aprehensiva la tercera hermana, –No creo que pueda soportar sus lamentos como hizo con Jane cuando el Sr. Bingley se fue–, y después que salieron las palabras de su boca, se dio cuenta de su error. Al querer corregir y disculparse, Jane la calmó y descartó el comentario como cierto.

–No te preocupes por mamá. Si se pone muy bulliciosa, podemos llevarte a Londres como hicimos con Jane. Sé que te vendría bien un cambio de aires–, y animada por la idea, Lizzy continuó. –También podríamos llevarte de compras. Jane obtuvo medio guardarropas nuevo, podemos comprarte uno totalmente nuevo para ti, con colores que se adapten a tu tono de piel, y que resalten tu belleza, ¿qué opinas?

–Me gustaría, pero, no creo que papá esté dispuesto a darme más dinero de mi mesada.

–Tonterías querida. Yo soy quien administra las mesadas de la casa, y como muy pocas veces gasto mi dinero en mi propia ropa, pues tengo buenos patrocinadores–, dijo a Mary guiñando un ojo. –Tengo lo suficiente para que tengas un nuevo vestuario de excelente calidad. No debes preocuparte por eso, solo divertirte.

Un poco más animada por eso, Mary preguntó.

–¿Y cuándo nos iríamos Lizzy?

–Eso debemos coordinarlo con nuestro padre. El primer paso, es hablar con papá para que despida al Sr. Collins; el segundo paso, es esperar que el Sr. Bingley regrese y oficialice sus atenciones para con Jane–, ante esto, Mary abrió los ojos sorprendida, pero antes de poder preguntar, Lizzy continuó. –El tercer paso, es escribir a nuestros tíos para que nos reciban. Y, por último, viajar cómodamente y divertirnos.

No hace falta decir que, después de una conversación tan importante. Las tres hermanas se quedaron hablando de cursilerías hasta la hora de la cena. Mary, que nunca había tenido ese tiempo con sus hermanas mayores, se sintió querida y bien recibida. Sabía que, lo que sea que había ocurrido en Londres, cambió la mentalidad de sus hermanas y cambiaría la dinámica de interacción con ella, y prontamente con Kitty y Lydia.