Este capítulo es patrocinado por: las constantes amenazas de Yess de que no abandone mis proyectos por ponerme a jugar en la Switch.
Koyoharu Gotouge | Kimetsu no Yaiba
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—¿Qué fue lo que te pedí que hicieras, Tomioka?
—Descubrir de quién estoy enamorado.
—No es descubrir, solo reconocerlo. Porque mira, eres imbécil, pero no esa clase de imbécil.
Sanemi llevaba un buen tiempo gritándole y su conversación se podía resumir en eso.
Habían pasado tres meses desde aquel bello día en que escupió un pétalo y la muerte comenzó a respirarle en la nuca. Si sabía el tiempo exacto no era porque llevara la cuenta, sino porque Sanemi se lo hacía saber cada vez que iba de visita. Que era a diario, por cierto. Tocaba a su puerta y gritaba «¿YA MORISTE?» y él abría la puerta con un «No, aún no».
Sanemi solía tener esa actitud tosca con él, pero era una buena persona. Una mala persona no se tomaría la molestia de corroborar su estado de muerto o vivo todos los días. Aunque Shinazugawa no era tan directo como Shinobu, Giyuu pudo comprender que lo consideraba su amigo. Otra agradable sorpresa antes de morir.
—¿Reconocer?
—Exactamente, ¿y qué es lo que has hecho? Pasarte todos los malditos días en la finca de Kochou y ser su criado personal.
—Tiene mucho trabajo y necesita ayuda.
Sanemi le soltó una grosería que le pareció sorprendentemente creativa y siguió refunfuñando.
Giyuu tomó al pie de la letra eso de 'pasar más tiempo juntos' y Shinobu estaba encantada con su presencia, aunque el 'pasar tiempo' significó ayudarle en todo lo que hiciera falta; seguía atendiendo enfermos, cuidando de las niñas, investigando venenos. Era una mujer muy ocupada mientras los demás ex cazadores tomaron su nueva vida como un retiro.
Cada día que pasaba con ella su enfermedad empeoraba y le era más difícil ocultar su tos sangrienta llena pétalos. Hasta el momento tuvo suerte de ocultárselo a ella y los demás, pero no sabía qué tanto de esa suerte seguiría con él. Aún así, tomarse esas molestias valían la pena porque Shinobu era… simplemente ella. Giyuu no estaba seguro de cómo describirla.
La chica que ponía nombres raros a sus peces.
La chica que tenía tres tipos de sonrisas.
La chica que trataba a las niñas como si fueran sus hijas.
La chica con miles de secretos que él iba a descubriendo poco a poco.
—Regresa, idiota —Sanemi le tronó los dedos frente a su cara—. Aún no te mueres. Tenemos que trazar un plan.
Giyuu hizo una mueca porque se estaba fastidiando un poco. Sanemi era quien no aceptaba su muerte cuando él ya lo había hecho desde el principio.
La muerte estuvo presente en su vida desde niño y siempre fue consciente de su propia mortalidad. Así que su proceso pasó de "moriré pronto, a moriré en el trabajo, a merezco morir, a creo que viviré, a definitivamente moriré pronto".
—¿Cómo sabes que amas a alguien de esa forma?
—Solo lo sabes y ya.
—Oh.
No ayudaba en nada.
—Ya lo sabes, Tomioka —le dijo, con el tono calmado que lo ponía más incómodo—. Tú sabes quién es.
Tal vez no era un gran entendido de las emociones humanas porque, en medio de las batallas llenas de muerte y tragedia, una parte de su cerebro prefirió dormirse para evitar un poco el trauma. Y aún fuera de todo peligro le era difícil deshacerse de viejos hábitos.
Aunque la verdad era que, en lo más profundo de sí, Giyuu lo intuía.
—Le preguntaré a Mitsuri.
—Cuando quieras dejar de perder el tiempo —le dijo, levantándose y dando por concluida su visita matinal—, me buscas. Ya hablé con Tamayo y tienes suerte de tener opciones, pero necesitas tomar una decisión cuanto antes. Tiempo no te sobra.
Giyuu solo asintió en silencio hasta que un intenso ardor creció en su pecho. Ante los ojos de sorpresa de Sanemi, miles de pétalos violetas salieron por su boca, acompañados de sonidos desagradables y una tos fuerte que sacudió su cuerpo. Arcadas, sangre, espasmos y dolor. Las flores burlándose ante sus ojos:
"No te queda mucho tiempo".
Más tarde de ese mismo día, después de limpiar los vómitos del hanahaki en su hogar, continuó con esa insufrible tarea del autodescubrimiento romántico.
Sanemi se mostró escéptico por su decisión de buscar consejo de Kanroji, pero le parecía racional creer que alguien que llamó a su técnica "aliento de amor", fuera altamente versado en, pues, el amor. Tenía sentido. Seguramente no fue la primera persona que lo pensó.
Por lo tanto iba en busca de la persona que podría ayudarle. Con la única e inigualable ex Pilar del Amor.
—Mitsuri —le llamó en el mismo instante que la vio de frente—: ¿qué es el amor?
Pregunta directa y al grano, no tenía tiempo.
—¡¿Eeeh?! —soltó un chillido y rápidamente su rostro se puso tan rosa como su cabello—, ¡ah, pero ah dios, es tan…! ¡AH!
Le empezó a soltar un discurso ininteligible cargado de grititos agudos del que solo entendió un tercio y del que sus dudas, solo le aclaró un uno por ciento. La chica hablaba rápido y decía cosas sin sentido, era muy difícil entender el punto.
No sabía que su pregunta pudiera generar un pesado discurso existencial.
—En conclusión —finalizó la chica, tomando una gran bocanada de aire—, confío completamente en el poder del amor. Y lo sabrás cuando sientas un ¡boom!, y luego un ¡bam!, y a veces un ¡ka-plam!
—Ya —asintió Giyuu, fingiendo que le fue de ayuda. Decepción es poco—, gracias.
La chica alzó el pulgar, dio saltitos y corrió, gritando que tenía algo importante que decirle a Obanai. Algo que a Giyuu no podría importarle menos.
Fue estúpido de su parte creer que Shinobu no se enteraría.
—Vaya, Tomioka-san, ¿por qué no me lo contaste?
—¿Contarte?
Por suerte, solo de cierta parte.
—Que tienes dudas sobre el amor, Kanroji-san dijo que le preguntaste sobre el tema. Bueno, nos lo dijo a todos —mencionó con una sonrisita.
Giyuu soltó un suspiro mientras se dejaba curar por ella, unas heridas por un malentendido que terminó en conflicto. Sonaba más interesante de lo que era. En realidad, se metió en problemas por sus nulas habilidades sociales, que terminó en algo así como una pelea a puño limpio.
Mas Shinobu siempre estaba ahí para él. Lista para curarlo (y burlarse).
—¿Qué dijo?
—Oh, bueno, que gracias a ti y tu pregunta descubrió lo que siente por Iguro-san —meneó la cabeza, sin dejar de sonreír—, hasta ahora ¿puedes creerlo? El interés del uno por el otro era obvio para todos, excepto para ellos.
—¿Le gusta Iguro?
—Ah, y tampoco para ti. Claro, ¿por qué no me sorprende? —comenzó a reírse con mirada burlona.
Giyuu rodó los ojos y siguió en su sitio, sin intención de seguir hablando. Tenía su propio debate mental. No estaba seguro de cuánto tiempo le quedaba de vida, si su enfermedad tendría cura o si podría sobrevivir mágicamente al mantenerse en la ignorancia. Sanemi le recomendó descubrirlo antes de decidir qué hacer, pero Giyuu no tenía idea de cómo averiguarlo.
No había ninguna chica con la que sintiera, en palabras de Kanroji, una explosión por dentro que hiciera: ¡kaboom!
—¿Qué tanto piensas, Tomioka-san? —preguntó Shinobu, acercándose a él, sin quitar la sonrisa burlona en su rostro.
—Kochou ¿crees en las almas gemelas?
Ella se irguió lentamente y lo miró extrañada, como si él acabara de hacer una voltereta triple mortal hacia atrás.
—Vaya ¿a qué viene todo eso? —preguntó al recomponerse, con el dedo índice posando en la mejilla—, no me digas que…
—¿Lo crees? —le interrumpió, esperando su opinión en todo ese asunto.
Shinobu contuvo una carcajada y se tapó la boca con una mano, retomando la compostura jovial después de un breve lapso.
—Oh, no, no. Para nada —su respuesta fue ligera y cantarina, como ella—. Si te soy honesta, creo que "el amor predestinado" es una fantasía a la que se aferran las personas. Ya sabes, para no sentirse solas.
Giyuu frunció el ceño. No era la respuesta que esperaba.
De cualquier manera ¿qué respuesta esperaba? Lo que le contestó tenía todo el sentido del mundo… viniendo de ella. Aun así algo incómodo se movió en su pecho y deseó con todas sus fuerzas que no llegara otro ataque de pétalos.
—Ya veo —carraspeó y antes de poder contenerlo volvió a hablar—, entonces ¿jamás…? Uh.
—¿Qué cosa, Tomioka-san? —le instó Shinobu, levantando una ceja y con un pequeño tono de malicia entre sus palabras—, ¿vienes a hacerme las mismas preguntas existenciales que a Kanroji-san? Oh, es tan poco propio de ti, ¿ha pasado algo de lo que no me he enterado?
Giyuu tragó saliva.
—No.
—Oh, vaya —le miró de reojo un momento y volvió a buscar algo entre el estante de los medicamentos—, bueno. Si tú lo dices… ah, y sobre tu pregunta. No, jamás me he enamorado.
—Entiendo.
—¿Y tú, Tomioka-san? —murmuró con voz distraída, acercándose a él para ponerle un poco de antiséptico en la herida de su labio inferior.
En realidad Giyuu no recordaba haberse herido el labio hasta que sintió el ardor del alcohol en la herida, y después notó lo cerca que estaba ella. Vio que Shinobu tenía el ceño un poco fruncido por la concentración, y a esa distancia descubrió lo largas y abundantes que eran sus pestañas.
Ella movió sus labios ligeramente y después de unos segundos comprendió que le estaba hablando.
—¿No piensas responder, Tomioka-san? —ella alzó la mirada y sus ojos violetas mostraban diversión—, llegas y haces preguntas personales, pero no estás dispuesto a ser cuestionado. Qué egoísta.
Un largo silencio se instaló entre ellos hasta que él se resignó a contestar.
—No lo sé.
Shinobu meneó la cabeza y apretó los labios, conteniendo la risa.
—Somos más parecidos de lo que alguien creería, ¿verdad? —se movió con elegancia lejos de él y comenzó a guardar sus cosas, mientras él se quedaba en su sitio, limitándose a escucharla—. A Kanroji-san le encanta hablar sobre amor, pero pocas veces puedo seguirle el ritmo.
Giyuu recordó su anterior charla con Mitsuri, cuando comenzó a reaccionar con frases inconexas llenas de gritos y sonrojos. Asintió con la cabeza, a él también le costaba entenderla.
—En todo caso ¿cuál es el amor ideal , Tomioka-san? Todos dan por hecho saberlo. Todos dicen que es de lo mejor que podría pasarte —suspiró—, qué fastidio.
—Sí —con los últimos percances que estaba teniendo en su vida, Giyuu no podría estar más de acuerdo.
—Si una persona no llega a sentir ese tipo de amor ¿entonces está rota? ¿Su vida está incompleta? —aunque su expresión se mantenía bromista, sus movimientos ya no eran tan fluidos y tomaba sus utensilios con un poco más de fuerza—. "Encontrar un buen hombre y casarme". Esa es la felicidad para muchos, pero ¿y qué hay del amor por mi trabajo, por las niñas, por la investigación… por mis amigos? —su voz bajó de tono, hablando más para sí misma—. Es un noble deseo, lo he intentado por ella… lo he intentado tanto. Pienso en ello todas las noches, en qué he fallado, qué más necesito hacer. ¿Podré lograr su último deseo? Aún así, ¿todo lo demás no tiene el mismo valor que…? Ah. En fin. No importa. Disculpa —tomó un largo suspiro y, como por arte de magia, la sonrisa de su hermana volvió a su cara—, vaya, estoy muy habladora hoy ¿no? Paso mucho tiempo con Kanroji-san estos días. Olvida lo que dije.
Las palabras joviales y calculadas volvieron a su discurso, pero Giyuu podía notar los restos de amargura escondidos en el tono de su voz, incluso en sus movimientos. Pequeños detalles que él no notaría, pero sí cuando se trataba de ella. Consecuencia de pasar tanto tiempo juntos, pensó.
—No.
Shinobu paró de hablar y lo miró entre sorprendida y extrañada. Segundos después Giyuu cayó en cuenta que no esperaba una respuesta de su parte. Tal vez ella ni siquiera consideró que le prestaba atención. Ahora se sentía idiota.
—¿No qué, exactamente? —le preguntó en tono bajo, dejando de juguetear con los medicamentos. Al ver que se mantenía callado, siguió presionando un poco más y se sentó a un lado de él, en la camilla del consultorio—. To-mi-oka-san… ¿Vas a jugar con ese papel de misterio todo el tiempo? Te vas a volver predecible.
—No estoy jugando.
—Entonces habla —le ordenó—, ¿qué quieres decir con 'no'?
Giyuu se tomó su tiempo para pensar. Era de conocimiento público que fracasaba con excelencia al hablar, no se diga animar a las personas en vez de molestarlas. Hacer enojar era más fácil, en su experiencia. Estaba divagando.
—No estás rota —contestó, utilizando la misma palabra que ella había empleado.
Esperó que eso fuera suficiente, pero Shinobu lo seguía mirando a los ojos para forzarlo a seguir. Él no sabía qué más agregar.
—Oh.
Pero, una de las cosas que Giyuu sí comprendía a la perfección, era lo difícil de cargar con el deseo de quienes ya no estaban contigo.
—Y creo que la petición de esa persona —habló con cuidado, ella todavía mirándolo a los ojos y él sin poder apartarlos—, era su manera de pedirte que seas feliz.
Shinobu se mantuvo callada y atenta a él, como si buscara algo en sus ojos. Giyuu podía sentir la cercanía de su brazo, un cosquilleo del ligero roce de hombro con hombro. Le parecía una ridiculez ser demasiado consciente de ese tipo de contacto. También era ridículo la impaciencia que le generaba el silencio de Shinobu.
—Vaya —respondió ella al fin, apartó la mirada y el corazón de Giyuu volvió a la normalidad—, bueno, es una forma de verlo. Nunca lo sabremos.
—Yo lo creo —le respondió, mirando sus propias manos, preguntándose si no llevaba ya demasiado tiempo en su consultorio—. Creo que lo que más desean tus seres queridos es que seas feliz.
—Uhm, ya —dio un largo bostezo y recargó la cabeza en su hombro, tomándolo por sorpresa. Shinobu se rió—. Y tú, Tomioka-san ¿deseas que sea feliz?
—Sí.
La risa de Shinobu llenó el lugar, tal vez porque le causó gracia haberle contestado tan rápido.
Giyuu ya no sabía qué pensar o qué decir. Ni qué sentir. Mas sabía que su respuesta era completamente honesta: quería que ella fuera feliz. Sea como sea. Saber que podía hacerla reír, aunque fuera de forma involuntaria, le daba un poco de paz.
—Bueno, Tomioka-san —suspiró, aún recargada en su hombro—, creo que me estoy adelantando. Es la costumbre de creer que no me queda tiempo, pero ahora que Muzan no existe, podemos tomarlo con calma, ¿no lo crees?
La calidez de su pecho se esfumó en un instante.
—Tal vez.
Shinobu se enderezó y se bajó de la camilla de un saltito, Giyuu hizo lo mismo y frente a frente, quedaba en evidencia la gran diferencia de estatura. Ella lo miraba hacia arriba, con una sonrisa relajada y tranquila.
—Y, bien sabes, que la investigación es mi fuerte. El amor debe ser una de las tantas cosas que ya se han analizado —se notaba animada, como si acabara de encontrar un nuevo pasatiempo—. La próxima vez nos veamos, te hablaré de mis descubrimientos. Y tú de los tuyos… bueno, mejor no mantengo esa esperanza.
La chispa en su mirada, la sonrisa traviesa, los mechones púrpura enmarcando su rostro. En conjunto: una chica increíble frente a sus ojos.
En momentos como ese, cuando Shinobu bajaba sus muros y se relajaba ante él, dejaba entrever su forma más pura. Cada vez más frecuente, cada vez más brillante. El corazón de Giyuu comenzó a latir de forma dolorosa y el presentimiento de que algo grande iba a suceder lo aturdió. Tenía que irse.
Pero ella era muy rápida, antes de que pudiera hacer nada Shinobu levantó el meñique y tomó el suyo. En un nuevo pacto, uno que se sentía más íntimo.
—Tú y yo, Tomioka-san —sonrió, entrelazando sus meñiques—. Estamos juntos en esto.
Giyuu guardó silencio.
¿Siempre fue tan bonita?
—Tomioka-san —el semblante de Shinobu cambió, sus cejas se contrajeron de preocupación—. Te ves muy pálido.
—Tengo que retirarme, Kochou.
No le dio tiempo a protestar, después de todo él era el más rápido de los dos. Soltó de forma brusca su mano y se escabulló, dejándola a media frase.
Era la peor forma de despedirse sin levantar sospechas (Sanemi le pidió varias veces mantener todo en secreto) pero la presión que crecía en su pecho le hacía difícil pensar y cuidar de sus movimientos. De hecho ni siquiera alcanzó a encerrarse en su hogar, a poco metros de llegar a su destino un ataque de flores lo alcanzó.
Era el dolor más agudo y punzante que sufría hasta el momento. Apenas si pudo ocultarse entre los altos robles para soltar todas las flores sangrientas que lastimaron su garganta, en un torrente que no parecía tener fin. Se sintió mareado y débil, su ropa quedó manchada de sangre. Un olor metálico y dulzón inundó sus pulmones. Ya no tenía sentido preguntarse por qué ahora su enfermedad parecía querer matarle de una vez.
Enfrentarse a la realidad siempre resultaba amargo.
No podía seguir engañándose cuando la respuesta era muy clara frente a sí, con todas esas flores violetas brotando en una estruendosa explosión que hacía: kaboom.
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N/A:
Me divertí mucho escribiendo esto, sobre todo la parte de Mitsuri y las escenas de hanahaki. La parte más difícil fue Giyuu enamorado (como siempre), la verdad no suelo consumir películas ni libros románticos porque me empalagan, solo me gustan en fanfics o en las migajas que dan los shonens/seinen. Así que... ténganme paciencia, soy novata.
Pero bueno, al fin aceptó sus sentimientos por Shinobu (¡felicidades Giyuu!), a partir de ahora todo va cuesta abajo (lo siento Giyuu). EN FIN espero les haya gustado.
MUCHAS GRACIAS POR LEERME (tenía 0 esperanzas en que gustara porque dije huh, un poco raro el fic. Pero nope, sí gustó y soy feliz, así que wuuu)
Nos leemos en el siguiente capítulo, chaoooo
٩(。•́‿•̀。)۶