Disclaimer: Pucca pertenece a su creador, Boo Kyoung Kim. La trama me pertenece.

Palabras: 1020.


Aquel día era uno común y corriente en la aldea Sooga, los aldeanos con sus quehaceres, caminando de aquí a allá y… ¡Qué diantres, saltemonos esta parte!

Pucca persigue a Garu como hacía desde que le conoció. Ambos ya habían pasado por todos los lados que ellos sabían de la aldea, uno queriendo huir y la otra atrapar. Pero parecía que por primera vez la carrera no tenía fin, porque ya llevaban alrededor de dos horas corriendo.

Sí, tenían aguante, producto de esas carreras diarias por varios años.

Pero la suerte se le acabó al joven ninja de dieciséis años, cuando la adolescente de catorce se le tiró encima, atrapándolo de una vez. Y empezó la conocida ronda de besos, corazones y risitas por parte de la muchacha, y los gruñidos, bufidos y las ganas de sacudirsela de encima de parte del ninja.

Pasaron varios minutos donde Pucca saciaba sus ganas de besar a su enamorado, riendo entre beso y beso, cuando un trueno bastante profundo la hace detenerse en seco. Se irguió un poco para admirar el cielo, y se dió cuenta que el celeste que tanto adoraba mirar se había convertido en un encapotado cielo oscuro, tirando a negro.

El ninja observaba lo mismo. Aquello tenía toda la pinta de inminente tormenta en la que, por cómo iban, ellos iban a estar en medio. Carraspeó un poco llamando la atención de la azabache, haciéndole señas para que se quitase de encima y poder ponerse en pie.

La joven entendió y se apartó de Garu, poniéndose de pie a la par que él. No lo hubiera hecho de no ser por el clima, que por cierto un ventarrón había pasado y la había hecho tiritar de lo helado que estaba. Por primera vez el viento le pareció como cuchillas que penetraron su piel hasta sus huesos.

Mientras ella se abrazaba a sí misma para conseguir un poco de calor ante el súbito bajón de temperatura, el ninja analizaba el lugar en el que estaban. Bastante alejados de su hogar, y ya ni se diga del Goh Rong. Incluso usando todas sus velocidades a mil podrían llegar a refugiarse en la aldea o en su hogar.

Lo confirmó cuando gruesas gotas empezaron a caer, haciéndole maldecir mentalmente.

No queriendo dejarla tirada en medio de la lluvia, Garu tomó la mano de Pucca halandola con él cuando empezó a correr con todo lo que tenía. Sabía que ella le seguía el paso perfectamente por lo que no se preocupó. Y realmente no reparó en nada más, pues la lluvia arrecia con más fuerza en cuestión de segundos, cayendo con todo lo que tenía.

Siguieron corriendo, atravesando bambúes y árboles, pero realmente había perdido la esperanza de llegar a su hogar intacto. Solo quería un techo donde resguardarse para que la tormenta calmase un poco y pudieran continuar sin dificultades.

Un carraspeo suave lo hizo detenerse y voltear, Pucca le señalaba un lugar a unos metros de ellos. Con la vista ágil de todo un ninja, identificó rápidamente el sitio. Habían encontrado un pequeño santuario abandonado, pero que se veía aún fuerte para soportar el horrible clima.

Sin pensárselo mucho corrieron hasta ahí, llegando rápido y parándose bajo el techo. Ya fuera del agua, se dió cuenta cuan empapados estaban. De pies a cabeza, escurrían en líquido, no había una sola parte de su cuerpo y ropa que no estuviera mojada. Su pelo estaba aplastado contra su cráneo, y hacía rato que sus coletas se habían desarmado, por lo que sus hebras estaban totalmente libres.

Miró de reojo a Pucca. Ella tampoco había corrido con suerte evidentemente. Su característico suéter rojo se pegó a su cuerpo marcando cada curva, pero no traslució. Gracias a Dios. Se había quitado los zapatos, seguramente para dejar de sentir incomodidad al menos ahí. Su cabello tampoco estaba sujeto a sus moños, entre tanta carrera éste se había soltado, y ahora estaba completamente empapado y escurriendo.

Necesitaban una toalla con urgencia.

Escaneó con rapidez el interior del pequeño santuario, pero estaba vacío. Menuda suerte.

Tal vez debieron seguir corriendo, total, empapados ya estaban pero al menos tendrían una toalla para secarse. Aunque habría sido difícil avanzar, pues la visibilidad del lugar era casi nula.

Mientras Garu yacía perdido en las posibilidades de llegar a su hogar sanos y salvos, Pucca temblaba del frío. Vamos, ella amaba el invierno, pero siempre se encontraba abrigada para esos tiempos. Hoy solo traía su típica ropa de primavera, que definitivamente no era calientita para recibir agua helada de los cielos.

Se abrazó. Buscaba el calor desesperada, le estaban empezando a tiritar los dientes. Entonces su bombilla se encendió sobre su cabeza. Miró de soslayo al ninja, que seguía mirando hacia la aldea, distraído como pocas veces. Ella aprovechó.

Tomó su brazo rápidamente antes de que lo quitara por reflejo, y se aferró a él. Pegó su cuerpo lo más que pudo, para poder sentir el calor que emitía su amado ninja. Y rápidamente obtuvo lo que quería, el calor natural del joven llegó a ella como una calma, permitiendo su cuerpo relajarse.

Claro que ajena a los rojos de todos los tonos posibles del ninja, que a parte de haberse puesto tieso como una vara, no esperaba todo el cuerpo de la joven contra su brazo. Y el calorcito que ella emitía se hizo más grande con el paso de los segundos, quitandole el frío que sentía pero que no admitía.

Tal vez está incómoda así…

Caviló un poco en la posición, y antes de que su mente volviera a ser lógica y razonada, rápido la abrazo contra su pecho, poniendo su barbilla sobre su cabeza evitando que ella le mirase. Por otro lado Pucca estaba sorprendida, con su rostro contra el pecho del ninja, donde el corazón bombear se sentía con fuerza.

Pero no le dió muchas vueltas, y con mejillas sonrosadas cerró los ojos disfrutando el momento y el abrazo. Así quedaron, pues, durante el tiempo que la tormenta duró.

Al día siguiente amanecieron engripados y con fiebre. Pero fue un buen momento, que ellos atesorarían en su corazón.


¡Poco a poco, se completan los días!