Comentario previo:

Sé que el capítulo anterior se suponía que era el epílogo, pero cambié de opinión y será más como un entremés. Consideren este capítulo como la segunda (y última) parte de esta historia.


En retrospectiva


I

A sus diecinueve años, muchos consideraban a la señorita Stein una mujer solitaria. No le gustaba demasiado la gente de su edad y prefería pasar el tiempo leyendo novelas de romances prohibidos y crímenes despiadados. Cuando no estaba leyendo, le gustaba estar con su abuelo, el doctor Samuel Ashton Stein. Cierto día, ella se encontraba de visita en la granja donde él vivía ya retirado de la práctica profesional, dedicando los días a poner sobre papel el conocimiento que acumuló a través de los años.

—¿Por qué este esqueleto tiene solo dos fechas, abuelo?—preguntó ella y Samuel, que estaba buscando algo en sus libros, volteó a verla.

—¿Wick?—respondió él.

—Sí, los otros dos tienen tres fechas, pero este no.

Samuel se quitó los lentes y caminó hacia donde estaba su nieta. Aún podía recordar aquel mes, había sido uno de los más emocionantes de su vida. Se detuvo frente al esqueleto y en lugar de ver el rostro del hombre, vio la cara estoica de la señorita Bennet.

—El día de la muerte de este hombre y el día cuando se inició el proceso de limpieza fueron seguidos, por eso solo se hizo una inscripción. La otra es del día que mi padre me lo dio para usarlo en mis estudios.

—¿Y quién era el hombre?—preguntó ella, emocionada por el tono tan serio de su abuelo, eso significaba alguna historia interesante.

Samuel le indicó a Samantha que tomara asiento junto a la ventana, desde donde se podía ver el resto del jardín de hierbas de su ausente esposa. Habían pasado ya demasiados años, y gracias a los periódicos y alguno que otro conocido, él sabía que era el único aún con vida de los que estuvieron aquella tarde. Tal vez era momento de contarle a alguien los extraordinarios eventos que involucraron al señor Darcy, quien se adentró en la política y la Corona le concedió un título por sus servicios años más tarde; del señor Gardiner, fundador de uno de los imperios textiles más poderosos del sur del país; de Lydia Dalton, colaboradora en diseño de una casa de moda muy recurrida por la aristocracia; o el doctor Stein y su hijo Samuel, ambos profesionales reconocidos con medallas por sus aportes en anatomía y la estructura del sistema nervioso, respectivamente.

—Te contaré una historia, pero debes prometer que no le dirás a una sola alma. Estoy depositando toda mi confianza en ti, querida.

—Lo prometo, abuelo.


II

Una tarde de agosto, el doctor Stein se encontraba revisando los libros que había recibido esa mañana mientras que Samuel traducía una publicación en francés sobre el sistema circulatorio. Cada quien estaba en sus asuntos cuando la señora Hilton anunció la llegada de un visitante.

—A menos que sea su majestad, no puedo atender, Hilton. Si es urgente irá Samuel—la interrumpió Stein.

—Es el señor Darcy, señor. Está en la recepción.

—Pero él usualmente está en Pemberley durante el verano, no aquí—dijo él, más para sí mismo que para el ama de llaves—. Hágalo pasar de inmediato.

Samuel se disponía a dejar la oficina para darle privacidad a su padre pero este lo detuvo y le pidió que se quedara. Darcy saludó al doctor y a Samuel, quien a lo largo de los años se había vuelto un rostro amigable.

—Darcy, por mucho que me da gusto verte, espero que esta visita no sea por cuestiones de salud.

—Necesito ayuda—dijo él, mirando a ambos hombres apenas la puerta se cerró.

—¿Sucede algo con su familia, señor Darcy?—preguntó Samuel, quien jamás había visto al caballero ser tan directo.

—No, ellos están bien, gracias, pero se trata de Wickham—hizo una pausa y agregó—Él está muerto.

Samuel nunca había conocido a ese hombre, y Stein lo conoció varios años atrás cuando George Darcy estuvo enfermo. No había escuchado el nombre en al menos cuatro años, cuando Darcy de forma casual le dijo que este desistió de ser párroco. A Stein el hombre nunca le agradó, ya que desde que lo conoció le pareció que el afecto hacia el padrino dependía bastante de lo que este le ofrecía.

—No es como que la humanidad hubiera perdido a la mejor persona, Darcy. No vale la pena lamentar eso.

—No tengo problema con la idea de él ya muerto—respondió Darcy muy serio— el problema son las circunstancias bajo las que se ha dado su muerte.

Darcy prosiguió a contarles sobre cómo conoció a la familia Bennet y más tarde el encuentro con Wickham en Meryton. Después hizo mención de la señorita Elizabeth Bennet en Lambton y las noticias sobre la señorita Lydia que huyó con Wickham bajo la impresión de que se casarían. Los motivos de honor y reproche por no intervenir antes les parecieron ensayados y se inclinaban a pensar que se relacionaba más con la añoranza con la que Darcy mencionó a la señorita Elizabeth, más no comentaron al respecto.

—La señorita Bennet me dijo que él la atacó y que las heridas de Wickham fueron producto de defenderse, pero la sangre... era demasiada. Necesito sacarlo sin que la gente sepa lo que ha sucedido. Esto arruinaría a la familia Bennet por completo, ya es suficiente malo que es sabido que ella huyó con un hombre sin compromiso alguno.

—Darcy, lo que nos pides no es lo mismo que sacar un cuerpo del cementerio o de un hospital. Esto es mucho más complicado—dijo Stein.

—¿Cuánto costaría que lo hicieran?—dijo él sin ocultar su desesperación.

Stein se recargó de su silla para pensar en lo que su visitante proponía.

—¿El cuerpo tiene una complexión semejante a la de usted, señor Darcy?—preguntó Samuel y él asintió. Eso le daba esperanza a Darcy de que al menos uno de ellos lo estaba considerando.

—¿Sabes si el señor Wickham estaba enfermo al día de hoy?—insistió el más joven mientras Stein seguía debatiendo el asunto.

—No, la señorita Bennet solo me comentó que él había tomado bastante.

—¿Le dijo la señorita cuánto tiempo demoró el señor Wickham en morir después de que ella clavó el atizador?

Darcy continuó respondiendo algunas preguntas más a Samuel, la siguiente más grotesca que la anterior hasta que finalmente el doctor interrumpió el cuestionario.

—¿Qué nombre diste cuando fuiste a buscarlo?

—Davies, no sabía si alguien de la casa de la señora Younge sabría algo se mí y avisaría a Wickham.

Satisfecho con la respuesta, Stein continuó.

—Podemos trabajar con eso—dijo él, su tono más seguro sobre su participación—Convencerás a tu amigo de Watford a venderme un lote de sus tinturas, y me refiero a uno completo, no solo lo que él decide enviar aquí—pidió Stein.

Darcy respiró aliviado, y aunque sabía que no sería fácil persuadir a su amigo de Derbyshire, quién era bastante celoso de la exclusividad de ciertos productos, él estaba seguro que hallaría una forma.

—Considérenlo un hecho—dijo Darcy.

—Y cubrirás los gastos por el carruaje que tendré que alquilar—Darcy asintió, y Stein agregó—Sé que él era el ahijado de tu padre, pero tú sabes lo que hago con los cuerpos. Asumo que no hay impedimento moral de tu parte sobre la manera en la que yo disponga con los restos del señor Wickham.

Darcy hizo una mueca, él esperaba la ayuda de los Stein para mover el cuerpo y enterrarlo en algún lado, por eso quería pagar. La idea de que lo limpiaran y vendieran le parecía un agravante más a las circunstancias ya críticas, no obstante, el doctor parecía no estar realmente interesado en el dinero que él podía ofrecer.

—¿Darcy?

—Si no hay otra manera, entonces no tengo objeción.

—Es en nombre de la ciencia, Darcy, algo más grande que tú, o yo, o Wickham. Lo haremos pasar por enfermo y lo sacaremos con la ilusión de llevarlo a otro lado para curarlo. Una vez que estemos con el cuerpo, en menos de media hora todo habrá terminado—le aseguró Stein completamente convencido.

—Necesito ir a buscar al tío de la señorita Bennet para informarle de la situación, ¿Cuánto tiempo necesitan para preparar todo?

—Una hora y media—respondió Stein con los ojos en el reloj de péndulo de la oficina—Te veremos allá, esperaremos un par de cuadras antes.

Tras definir el resto de los detalles de lo que harían, Darcy dejó la casa y continuó su camino hacia la calle de Gracechurch.

—Tengo curiosidad—dijo Samuel pensativo—por ver a la señorita que fue capaz de derribar y desangrar a un hombre de la complexión del señor Darcy.

—Definitivamente—respondió él mientras hurgaba en los cajones de su escritorio para sacar utilería, después de todo, estaban por montar un espectáculo.

Samuel salió en busca del señor Jones para el alquiler de un carruaje y así evitar usar el de la familia. Jones, que los conocía de tiempo atrás, sabía que ellos pagaban bien y no objetó a la premura con la que era solicitado el servicio. En la casa, Stein pidió que Hilton preparara algunos cambios de ropa para él y Samuel, comida para el viaje y un maletín con sus cosas para consulta. Hilton no era ajena a lo que harían en la granja, pero prefería no pensar demasiado en ello.

Lydia Bennet resultó ser una muchacha bastante peculiar que a pesar de querer huir de la situación, no objetó a obedecer cada una de las indicaciones que el señor Stein le dio. Acomodó una manta abajo de Wickham tal y como él dijo, limpió la sangre del suelo y del arma. Para alguien tan joven en el problema que estaba, supo dar detalles de la hora de muerte, cómo se dieron cada uno de los golpes y el tiempo aproximado que Wickham estuvo vivo después de sacar el atizador.

Lydia tenía el aspecto de una saludable muchacha de campo, más alta que el promedio y era bastante bonita, por lo que Samuel pensó que si la hermana era físicamente como esta, entonces el señor Darcy tenía motivos suficientes como para tomarse tantas molestias.

Cuando los carruajes se separaron, ellos siguieron hacia las afueras de la ciudad y empezaron el camino hacia la granja Ashton. Ya estaba oscuro y la luna jugó un papel fundamental en facilitar la salida de la capital. Les tomó casi dos horas llegar hasta aquel lugar, y cuando lo hicieron, uno de los empleados los recibió sin mostrarse inquieto por lo que traían en el carruaje. Cuando lo acomodaron en el área designada, ya pasaba de media noche y Stein decidió que descansarían algunas horas. Empezarían a estudiar el cuerpo al amanecer, con la luz de un nuevo día.

La ropa que aún servía la regalaron a Rye, el sirviente que los recibió en la noche. El cuerpo fue limpiado, medido y analizado a detalle. Apreciaron la herida del pecho y el golpe en la cabeza. Stein hizo largos cortes y junto con su hijo, tuvo inicio una larga clase de anatomía.

Tres días después regresaron a la capital y Rye quedó a cargo de cuidar el proceso de maceración.

Semanas más tarde se enteraron del matrimonio de la señorita Bennet con un caballero llamado William Dalton, y más de un mes y medio después del incidente con Wickham, supieron que Darcy dejaría la ciudad para ir a Hertfordshire con el señor Bingley.

En la calle de E*, la vida siguió normal con Samuel trabajando como asistente y aprendiz de su padre. Recibieron el preciado cargamento de productos de Derbyshire, con la novedad de que el pago que hizo el doctor Stein fue devuelto.

Cuando Darcy había estado ya algunos días en Hertfordshire, recibieron una carta que momentáneamente los preocupó por el caso de Wickham y de inmediato prosiguieron a actuar. Stein volvió a recurrir a su disfraz para hacer una visita al establecimiento de dónde sacaron al soldado.

—Después de que estuvo enfermo y se recuperó, hizo del conocimiento de sus amigos que volvería aquí, y vine a ver si su enfermedad no regresó.

—Sabe—dijo el encargado—es usted la segunda persona que vuelve a preguntar por el señor Wickham. Algunos días después de que él dejó el lugar, vino una mujer a buscarlo. Ella dijo que era su amiga, pero yo pienso que había más que solo amistad—dijo e hizo un guiño para reforzar la insinuación.

—Pobre mujer, no saber lo que ha sucedido con alguien cercano a ella. Quisiera por lo menos hacerle saber que estuvo bien cuidado por el tiempo que lo atendí. ¿Sabe dónde puedo encontrarla?

—¡Por supuesto, señor! La señora Younge dejó una dirección y me dijo que si el señor Wickham volvía, le mandara una nota y ella pagaría de vuelta el envío de la carta. Solo necesito encontrar el papel.

—Es usted muy amable, señor.

El encargado prosiguió a buscar el papel en el que había apuntado la dirección, sin embargo, eso no le impidió seguir hablando.

—Cuando el señor Wickham vino con la muchacha, de inmediato supe que no estaban casados, ellos insistían que lo harían pronto. No sé si se trata de la misma persona, pues bien puede haber más Bennet de esa región, pero hace unas semanas leí en el periódico sobre la boda de una señorita con un militar llamado Dalton.

—No le sabría decir acerca de eso, señor Allen, aunque sí sé que el apellido Bennet es bastante común. Yo conozco al menos cuatro personas con ese nombre y ninguna parece estar emparentada.

—Supongo que nunca lo sabremos—respondió él y encogió los hombros. Le mostró la dirección y algunos minutos más tarde, el doctor estaba fuera de aquel lugar.

En la casa Stein, este le dijo a su hijo acerca de lo discutido con el señor Allen.

—No nos conviene que lo estén buscando. Mañana iré a indagar con Bradshaw a Old Bailey. No sé si la señora Younge conoce esta información, lo más probable es que no sea así.

—Estaba pensando que tal vez podemos convencerla que él se ha ido por iniciativa propia—dijo Samuel.

—¿Ir a verla? No creo que sea muy conveniente y podría crear más problemas.

—Me refiero a escribir una carta. Entre los objetos personales de Wickham había una nota para un caballero con el que supongo que tenía deudas de juego.

—¿Y la tienes?

—Sí—y de un pequeño cuaderno de apuntes extrajo un papel doblado por la mitad—Solo tenemos que pensar en lo que un hombre como él diría y enviarla a la señora Younge. Con un poco de suerte la creerá.

—Eso hará a un lado a la mujer y Darcy se encargará de lo demás con el magistrado en Hertfordshire. Excelente idea, hijo.

—Gracias—dijo Samuel y agregó un reverencia de burla.

La siguiente hora se fue en componer una carta creíble que evocara la personalidad de Wickham.

"Mi estimada señora Younge:

Usted ha de perdonar la formalidad de esta carta, más me temo que es necesario. Si bien los años de amistad entre nosotros permiten algunas libertades, creo que no las merezco en este momento.

Estuve enfermo durante casi una semana y la familia de la señorita Bennet me cuidó con la esperanza de que tras mi recuperación pudiéramos casarnos, sin embargo, la fortuna de ella no es suficiente para que yo lo vea con buenos ojos, por lo que decidí dejar la casa antes de que algo pudiera ser forzado en mi nombre. Sé que tras mi acción la familia de ella no estará muy satisfecha conmigo y que terminaré perdiendo cualquier estima que obtuve de ellos el año pasado, pero es una pérdida necesaria al pensar en mi futuro.

Las deudas a la gente de Meryton y a algunos de mis compañeros en el regimiento de Forster hacen poco probable que yo pueda regresar ahí, y siento que no es muy seguro quedarme en la capital. No tengo mucho dinero conmigo, pero es suficiente para que yo llegue hasta Hampshire, donde conozco a alguien que puede ayudarme.

Lamento tener que decir adiós de esta manera, pero creo que el dolor será menos. Espero verle algún día, pero por favor sepa que si no es así, guardo en la memoria el recuerdo de su compañía y amistad.

G. Wickham"

—Creo que es adecuada—dijo Stein después de leerla por segunda vez.

Samuel asintió conforme con el producto y empezó a practicar el trazo de Wickham. Tuvo que hacer tres borradores, y cuando compararon la cuarta carta con la nota original de Wickham, solo la calidad del papel hizo la diferencia.

Un sirviente fue a dejar la carta a la oficina postal del otro lado de la ciudad al día siguiente. En Old Bailey les informaron de una notificación que llegó de Meryton, Hertfordshire, sobre los cargos contra Wickham por deudas. Se le estaba buscando, pero hasta ese momento no había información.

El capitán Bradshaw, quien alguna vez fue paciente de Stein, preguntó a qué se debía el interés en Wickham.

—Un viejo amigo de ese pueblo me pidió venir a investigar si había algún avance. Él es una buena persona y está entre los afectados, además, me quedaba de paso.

—Me temo que no hay nada por el momento, doctor. El monto, si bien significativo para los demandantes, no se compara con otros casos de gente con mayor peso en sociedad—dijo un poco apenado—pero veré qué puedo hacer.

Los caballeros agradecieron la atención y después de hacer otros encargos regresaron a la casa. Stein escribió una carta a Darcy en la que le indicó quedarse en el campo con su amigo, en lo que Old Bailey recibía el resultado de la intervención en Meryton.


III

—Cuando el capitán Bradshaw le avisó a mi padre sobre el retiro de cargos de Wickham, él volvió a escribir al señor Darcy para decirle que todo ya estaba solucionado. A pesar de las noticias, Darcy no regresó a Londres de inmediato. Al parecer se acababa de comprometer con la señorita Elizabeth Bennet y no quería dejarla tan pronto para atender otros asuntos.

—¿La hermana de Lydia Dalton?

—La misma. Otra de las hermanas Bennet se casó con el señor Bingley, quien siempre fue buen amigo de Darcy.

—¿Y sabe usted algo de las otras?—preguntó Samantha, que amaba los finales felices completos.

—Catherine Bennet se casó con un hombre que conoció en uno de sus viajes a Pemberley, tres o cuatro años después de que sus hermanas se casaron. De quien sé bien lo que fue de su vida es de Mary Bennet, quien tú alguna vez conociste como Mary Morris.

—¿Morris, del hospital?

—Precisamente. Cuando todas sus hermanas se casaron, ella permaneció con sus padres hasta que el señor Bennet falleció, veinte años después de la partida de tres de sus hijas. Durante los casi diez años que el señor Bennet fue viudo, ella asumió el rol de señora de la casa y administrador de la finca. La edad y falta de interés de su padre no ayudaba demasiado y ella cuidó con esmero la propiedad.

—Es una pena que ella no la haya heredado si es que su administración trajo prosperidad a la finca.

—Como decía, un par de años antes de que el señor Bennet muriera, regresó el heredero de Netherfield Park. Era uno de los sobrinos del señor Morris, un hombre que se había ido a Nueva Escocia e hizo gran fortuna con la minería y la construcción de barcos. Morris se casó con una mujer que lo dejó apenas nacieron sus niños, ella se fue con un empresario francés establecido en América y él no volvió a saber de ella sino años después cuando los amantes tuvieron un accidente. Morris llegó con su dinero y un par de niños de cuatro años, no sabiendo una sola cosa del cuidado de una finca, y pidió ayuda a su vecina, la señorita Bennet. Ella no dudó en ayudarlo y los dos se volvieron buenos amigos. Se casaron un año después y él, en lugar de destinar todo su dinero a mantener Netherfield, lo invirtió en proyectos como el ferrocarril y minería en el norte, y como sabes, sus hijos siguieron sus pasos. El señor y la señora Morris fueron todo un ejemplo, y supieron ver hacia el futuro.

—Usted los admiraba—dijo ella al escuchar el respeto en la voz de su abuelo.

—Él fue un hombre con un pensamiento bastante progresista—respondió Samuel—y ella siempre fue una persona de valores cristianos muy fuertes, y gracias a que la fortuna de los Morris creció tanto, ellos se preocuparon por promover la educación de los más pobres, y colaboraron para el hospital, fue así como nos conocimos.

—Jamás me hubiera imaginado a personajes tan notables en una situación así, y quién sabe qué hubiera sido de la señorita Lydia si se hubiera casado con Wickham. Me alegra saber que todos obtuvieron su final feliz.

—No todos, querida. La señora Younge conspiró para intentar forzar el matrimonio de una señorita que tenía a su cargo con un noble endeudado y el resultado fue que el cuerpo de ella fue encontrado cerca del puerto en Brighton días más tarde.

—¿Y cuándo fue eso?

—Quince años después de Wickham.

—¿Y cómo es usted se enteró de que ella quiso conspirar, abuelo? En el periódico solo debió de haber salido la identidad de ella y fecha estimada de la muerte, no los pormenores. ¿O es que acaso se unió la señora Younge a su amigo en este estudio?—dijo ella en broma y Samuel sonrió.

—Porque el conde de Hastings me lo dijo, querida. Jamás esperé volver a saber de esa mujer, y sin embargo, cuando el conde estaba muy enfermo, supe lo que sucedió con ella. Yo lo había tratado por los últimos cinco años, pero llegó al punto en el que ningún tratamiento parecía dar resultado. Cuando él estaba a punto de morir, no quería llevarse ese secreto con él, ni quería enterar a su familia de lo que hizo en el pasado. Me dijo que una sirvienta lo enteró de lo que Lord Brackley y la señora Younge tenían planeado, y él contrató a alguien que se deshiciera de los dos.

—¿Los dos? ¿Qué pasó con Lord Brackley?—exclamó ella.

—Lo hallaron en la casa que estaba alquilando en el centro de Brighton.

—Pero era suficiente con remover a su hija del cuidado de la señora Younge. ¡No era necesario matar a dos personas!—dijo ella, para quien la broma del cuerpo de Younge ya no le parecía tan divertida y que estaba verdaderamente perturbada por las acciones del conde.

—Él indicó que su hija regresara a Hastings, pero les hizo creer que Lady Helen estaría de vuelta en Brighton cuatro días después, por eso tanto Younge como Brackley no dejaron la ciudad. Según el conde, Lord Brackley era un hombre de muchos vicios y con más deudas que ningún patrimonio familiar alcanzaría a cubrir. Además, Hastings estaba por anunciar el compromiso de su hija con el heredero del duque de Devonshire. Fue el compromiso más hablado de ese año. Ahí terminó esa historia, con la confesión de un conde vengativo en su lecho de muerte.

—Yo creo que Lady Helen no fue tan ingenua como para no sospechar algo.

—Tal vez, pero no la conozco. Cuando conocí a su padre, ella ya vivía en Derbyshire y era duquesa.

El golpe en la puerta los interrumpió, era el ama de llaves para avisar que la cena estaba servida.

—Esto queda entre nosotros, querida.

Samantha asintió y salieron con rumbo al comedor.

Samantha Stein rompió su promesa, pues diez años después de la muerte de su abuelo, ella publicó una novela inspirada en los hechos que él le contó aquella tarde, pero esa es otra historia.


Ahora sí, Fin.

¡Saludos a todos!