Yup, la frase del summary hace alusión a la primera línea del libro "Orgullo y Prejuicio", un clásico. Perdón Jane Austen por usarlo para un fic de Sylvain caliente.
Notas: Azure Moon Route. Ubicado después del B-Support.
Fire Emblem: Three Houses © Intelligent Systems / Nintendo
•••
A Sylvain jamás le daría pena admitir que tiene sueños eróticos. Ese tipo de cosas son lo más natural del mundo en hombres sanos como él, además ¿quién podría culparlo? Solo es una víctima más del cuerpo femenino. El número total de mujeres que le han parecido atractivas, lo suficiente para dedicarles uno que otro pensamiento lascivo, es considerable.
Excepto con Ingrid, claro.
¿La razón? Porque conoce a Ingrid desde que eran niños. Es decir, la primera vez que la vio portaba una espada de madera y atacaba a dos niños llorones (llamados Felix y Dimitri) interpretando a los caballeros. Lo primero que pensó y le dijo fue que parecía más monstruo que caballero, con su pelo desordenado y su cara llena de barro. La pequeña Ingrid no se lo tomó nada bien porque, en un movimiento demasiado rápido para alguien de su tamaño, le asestó un puñetazo en la cara.
Así fue que sellaron los cuatro su amistad: con la violencia de la heredera de Galatea.
A partir de entonces crecieron juntos y pasaron todos esos momentos de la adolescencia que prometieron no volver a mencionar. Comparten sueños, dolores y tragedias que les hacen saber, en un acuerdo tácito, que serán mejores amigos para siempre.
Por lo tanto, se entiende que «Ingrid» y «sexo» no puede ni debe ir en la misma línea. Es poco más que incorrecto.
Excepto que esa noche su inconsciente llegó a la conclusión que de incorrecto no tiene nada y creó una imagen de ambos.
Una de ella encima de él, donde admira sin pudor el rebote de sus pechos, montándolo con brusquedad mientras él sujeta con firmeza su cintura y acelera el movimiento. Donde todo es frenético y sudoroso hasta que Ingrid se deja caer y pega sus bonitos pechos a su torso sin detener sus caderas, con su cabello desordenado enmarcando su rostro, hasta que lentamente se le acerca al oído para susurrar un tembloroso "Sylvain".
Es justo ahí cuando se despierta. Durante esa noche se queda largas horas mirando el techo, con una fuerte erección que le hace sentir culpable.
—¿Vas a ir, Sylvain? —pregunta Felix.
—¿Eh? —responde y se gira a verlo, mientras caminan fuera de los salones hacia el comedor. Al parecer están manteniendo una conversación de la cual no puso la menor atención—, ¿adónde?
—¿Pero qué mierda pasa contigo? —le cuestiona su amigo, mirándolo como el gran idiota que ambos sabían que era.
El pelirrojo suelta una risa desganada e intenta contestar con algún comentario ingenioso que nunca llega a decir. Así que Felix vuelve a hablar, con los ojos entrecerrados.
—Es el cumpleaños de no sé quién —repite y mira al frente, sin dejar de caminar a su lado—, y Annette le organizó una fiesta sorpresa. Nos invitó. Ingrid y yo asistiremos, ¿qué hay de ti?
Con la mención de Ingrid a su mente regresan imágenes de sus sueños, de sus pechos y sus gemidos. Por lo que se establece un incómodo silencio durante unos eternos segundos.
—Oh, no lo sé —contesta con un tono falso de desinterés—, me encantaría, claro. Sin mí la fiesta sería un fracaso total, pero me temo que tengo otros planes para el día… el, uhm.
—El día siete.
—El siete, sí. Estaré ocupado.
Nota por el rabillo del ojo que Felix lo está mirando fijamente mientras él se limita a sonreírle de vuelta. Una sonrisa grande y desvergonzada que no debería levantar sospecha.
—Estás actuando extraño —le suelta y chasquea la lengua—, pareces más estúpido de lo normal.
—Ouch, Felix… mis sentimientos.
—¿Peleaste con Ingrid?
La pregunta lo deja tan descolocado que detiene el paso, como si su cerebro no pudiera procesar tanta información al mismo tiempo. Un corto circuito al mantener las acciones de caminar, hablar y reprimir imágenes eróticas. Un acto que obviamente lo deja en evidencia.
—No —responde aturdido.
Felix frunce el ceño porque por supuesto que no le cree. Aunque, ahora que Sylvain lo piensa, el que imagine que está enojado con ella es mejor a saber la verdad (es decir, que lleva bastantes días levantándose con una erección). Mil veces mejor. No quiere pensar lo que haría Felix si se enterara que la imagina sin ropa.
—No es de mi incumbencia, pero arréglalo —le dice, con los brazos cruzados—, pídele disculpas, es probable que sea por tu culpa. Ah, y hablando del diablo —añade Felix, mirando a alguien detrás de él.
En ese instante todo su cuerpo reacciona y se tensa, girándose bruscamente para mirar a nadie más que la culpable de su reciente calentura. Ingrid va hacia ellos y, a pesar de la distancia, puede notar el ligero rubor debido al calor del verano. Su querida amiga de la infancia que se ve tan segura y tan radiante… tal como en sus sueños. Él siente que se le seca la garganta.
—Ah, tengo el estómago un poco revuelto —comienza a decir—, me parece que no podré acompañarlos a comer. Se los pagaré después.
Y mientras se aleja rápidamente, puede notar antes de huir, como los ojos verdes de Ingrid se clavan en él.
Sylvain tiene una teoría del porqué de sus más recientes sueños.
Fue ingenuo de su parte creer que, al parar sus amoríos con las chicas, no tendría consecuencias. Quizá su cuerpo se acostumbró a cierto estilo de vida, pero es difícil saberlo.
Antes de que comenzaran los sueños tuvo una discusión con Ingrid sobre los problemas que causaba. Escapa de su entendimiento por qué ella pone empeño en limpiar su nombre, si él es un caso perdido. No le pesa admitirlo, es más, hasta él está harto de sí mismo. Es consciente que es un noble cualquiera, un inútil más con "la suerte" de tener emblema.
Pero Ingrid continúa a su lado, pensando que vale lo suficiente como para tomarse la molestia de defenderlo.
«Y deja de bromear con que no te importa si te lastiman o te matan. Prométemelo, por favor».
Ingrid se lo pidió con tanto ahínco que terminó cediendo. Le juró que, de una vez por todas, ya no se metería en problemas… con las mujeres.
Tal vez porque llegó la hora de actuar como el adulto que se supone que es. Además ese día la vio harta y cansada y Sylvain recuerda las palabras de Felix sobre 'no ser un egoísta que lastima a la gente con sus acciones'. Si hay alguna mujer a la que no desea herir, es a Ingrid.
Pero unos meses más tarde, comenzaron los sueños.
Al principio no quiso darle mucha importancia, supuso que era entendible que su subconsciente le traicionase así y creara situaciones incorrectas con la persona menos indicada.
Lamentablemente su subconsciente se lo tomó como un reto personal y a partir de ese primer sueño, cada maldita noche tuvo uno más intenso que el anterior.
A grandes rasgos (y omitiendo bastantes detalles) en sus sueños ella susurra su nombre y lo acerca con los brazos. Su cuerpo reacciona al tenerla tan cerca y no puede frenar el deseo de sentir su cuerpo desnudo debajo del suyo. Le es imposible cuando ve su bonito cabello suelto y sus ojos verdes opacados por la excitación, cuando Ingrid lo besa con ardor como si le exigiera que se entregara por completo. Y en cada sueño Sylvain, sin dudar, lo hace.
Pero está harto de despertarse sintiéndose más mierda que nunca y más duro que antes.
Ya no puede estar a su lado sin que le asalten los recuerdos de sus sueños, mucho menos cuando Ingrid le dirige una mirada inquisitiva. Su corazón siempre se detiene por un segundo con el miedo de que descubra todo, entonces le suelta una excusa barata antes de irse.
No solo es la culpa de ser tan primitivo y estar caliente por su mejor amiga, también es por el profundo miedo de dañar su amistad y perderla.
Sylvain anhela que nada cambie, que sean mejores amigos al final de sus días y que esté con él hasta que dejen de respirar.
La idea de un día girarse y no encontrarla es paralizante cuando menos, porque Ingrid representa lo más estable de su vida inestable.
Pero sigue siendo el impulsivo y autodestructivo y noble inútil de siempre. Su cuerpo no es inmune a la amistad sincera. Debió imaginarse que alguna vez iba a ocurrir, porque es el gran Sylvain Jose Gautier, el experto en arruinarlo todo.
Se cubre el rostro con las manos conteniendo su frustración, intentando pensar en otra cosa pero es inútil, la imagen de Ingrid está clavada en su mente.
Se excusa en que, si ella no se volviera cada día más bonita, todo sería más fácil.
—Sé que estás ahí, Sylvain —suena muy intimidante incluso detrás de la puerta—. Y sabes que podría abrirla a la fuerza si tú no lo haces.
El juicio final, piensa él. Una forma de expiar sus pecados.
Piensa más cosas así de ridículas porque no sabe manejar el estrés. Se queda mirando la puerta, sin hablar desde que llegó Ingrid.
Es obvio que pasaría porque la conoce lo suficiente para saber que, si va a ignorarla por semanas, llegará un punto en el que ella le sacará de su escondite como el cobarde que es. Pero aún al prevenir esa reacción, escucharla tan molesta le desconcierta.
Suspira y se arma con los restos de valor que tiene y se prepara para abrirle la puerta a una rubia iracunda.
—Buenas noches, señorita Galatea —su voz es firme y perfectamente ensayada—. Un poco atrevido llegar a estas horas a mi habitación, ¿no le parece?
El contraste entre sus sueños y la realidad es impresionante. Ingrid está hecha una furia y se ve muy lejos de su fantasía… donde ella llega a su cuarto con una sonrisa, se lanza a sus brazos y le rodea con las piernas. Sylvain traga saliva y se fuerza a enfocarse en la Ingrid real: la de ojos asesinos.
—Deja de actuar, Sylvain —no espera a que la deje pasar y se cuela a su recámara, cerrando la puerta de un golpe—. Sabes bien por qué estoy aquí. Si hay algo que te molesta te agradecería que me lo dijeras y no me hagas adivinar con Felix.
Sylvain ríe de forma desganada y se rasca el cuello, pensando qué contestarle, pero tarda demasiado y su silencio solo la enfurece más.
—Ni te atrevas —comienza ella, lenta y amenazante—, a negar que me has estado ignorando. ¡Si estás enojado conmigo solo dímelo y ya! Nosotros hablamos, Sylvain, cuando me molesta algo de ti te lo digo al instante, y pensé que tú… que tú…
La voz de Ingrid comienza a temblar y se calla de forma abrupta. Aquello toma a Sylvain por sorpresa porque descubre a su amiga con la vista fija en el suelo, con los brazos tensos y apretando los puños.
Cualquier resquicio de erotismo y vergüenza dentro de su mente termina por desaparecer, quedando solo la cruda realidad del presente.
—Oye, Ingrid… yo…
Que ahí, frente a él, está la última chica de Garreg Mach que le faltaba por lastimar.
—Nada, déjalo —suspira y se toma el puente de la nariz—, es solo que han sido semanas complicadas.
Sylvain asiente con la cabeza y en silencio toma asiento en la orilla de su cama, dejándole espacio para sentarse. Ella entiende la invitación y se pone a su lado, su mirada desviándose a sus propias manos, retorciéndose de forma nerviosa.
—¿Qué ha pasado Ingrid? —le pregunta Sylvain, cortando el silencio.
—¿Qué? ¿Ahora te interesa?
—Siempre me interesa —le contesta sin dudarlo. Un poco dolido, bastante indignado—, eres mi mejor amiga. Todo lo que te pase me importa.
Puede verla rodar los ojos y relajar un poco los hombros, como si esas palabras fueran las que necesitaba escuchar. Continúan en silencio un poco más y Sylvain no se atreve a hablar esperando que ella lo haga.
—Mi padre —comienza Ingrid, mirando sus uñas—, no ha dejado de enviarme cartas. Ya sabes de qué van: que deje mi sueño de volverme caballero y me case de una vez, que soy la última esperanza de la familia Galatea y es mi obligación por tener emblema —sus ojos se apagan, su voz cada vez más baja—. Pero también me escribe sobre la situación política… y se ve muy mal, Sylvain. Últimamente muchas casas se opusieron a la Iglesia y por lo tanto al reino de Faerghus y aquí en la Academia no paran los rumores de un posible conflicto y yo… tengo miedo. Tengo pesadillas sobre una guerra, llevo días durmiendo mal… y después, tú —al fin se gira a verlo, pero su mirada no coincide con la furia de sus palabras—, dejas de hablarme.
—Lo siento —atina a decir, sintiéndose culpable.
Durante semanas se ahogó en un drama de fantasías sexuales con su amiga de la infancia, mientras dicha amiga lo necesitaba.
El peor amigo del mundo, no le queda duda.
—Me ignoras y me miras tan… raro —agrega, para su sorpresa—, como si te diera asco.
—¿Asco? —le pregunta Sylvain.
—Eso creí —añade ella—, no lo sé. Nunca me habías mirado así.
Sylvain vuelve a reír nervioso y voltea el rostro. No es el momento ideal para ponerse incómodo, Ingrid lo necesita más que nunca y él sigue con sus reacciones ridículas.
—No, no era eso. En realidad no es nada importante.
—¿Entonces… por qué me ignorabas?
—No… es por una tontería, Ingrid. Créeme. Pero no estoy molesto contigo, ni te tengo asco, ni nada. Perdón. Quiero decir, no tienes de qué preocuparte. Sí, verás, volveremos a la normalidad a partir de ahora.
Ella resopla con fuerza, un sonido para nada femenino. Lo que le hace sentir tranquilo porque prefiere, por mucho, a la Ingrid enojada que a la Ingrid triste.
—¿Cómo podría quedarme tranquila con eso? —le reclama—. Debe ser algo terrible si no puedes contarme… oh, no. Por favor dime que no te volviste a involucrar con una mujer casada.
—¡Hey! Un par de cosas —levanta las palmas en señal de inocencia—. Primero, la de esa vez no me avisó que estaba casada. Segunda, aun así era demasiado guapa para dejarla pasar y por último, pero más importante —hace una pausa teatral—, cumplí mi promesa al pie de la letra.
Ingrid levanta una ceja.
—Debe ser peor de lo que me imagino si me sueltas una mentira así.
—Por la diosa, Ingrid. Te soy honesto —sin pensarlo la sujeta por los hombros y la chica da un brinco de sorpresa—. Me pediste tener más cuidado, ¿no? Pues considéralo hecho. No quiero darte más problemas. Créeme cuando te digo que jamás haría algo que pudiera herirte, Ingrid… bueno, al menos no a propósito. Pero entiendes lo que intento decir, ¿verdad?
La rubia ladea la cabeza, pensativa, analizando su rostro en busca de una señal de mentira.
Hasta el momento en que sus ojos se encuentran Sylvain es consciente de la escena en general: la tiene tomada por los hombros, sus cuerpos están cerca, ambos en la cama y solos en la habitación. Esa misma escena se ha repetido hasta el hartazgo con otras chicas, muchas de las que olvidó cara y nombre; las que solo le buscaron por su Emblema y él solo por sus cuerpos. Un tratado honesto, fácil, casi indoloro. A veces todos ganan.
Y sería tan pero tan ridículamente fácil acortar la distancia entre ambos. Se dice a sí mismo que, en cuestión de minutos, sus fantasías podrían trasladarse a la realidad. Advierte el impulso de la costumbre.
En ese momento no puede explicarse su ansiedad por besarla, ni de unir sus cuerpos, o descubrir si sus gemidos son tal como se ha imaginado durante las noches. Sus pensamientos son neblina, los ojos le miran hasta el alma, toma un poco de aire, ella guarda silencio.
«Sylvain, ¿yo qué soy para ti?».
«Eres mi amiga. De las más antiguas, de hecho».
Quita las manos de sus hombros.
Todas esas chicas, sin nombre y sin cara, comparten la peculiaridad de desaparecer de su vida en un instante.
Las relaciones son volátiles. La gente se engaña todo el tiempo. El amor romántico es una estupidez.
Pero es consciente de que el nombre y la cara de ella ya están marcados en lo más profundo de su existencia, lamentablemente. Sabe que si decide irse de su lado, dejaría un hueco que no podría llenar con recuerdos.
Ingrid Brandl Galatea no solo es una chica con Emblema, una noble que sueña con convertirse en caballero. Es más simple e importante que eso: es su mejor amiga.
Dicha amiga quien lo mira con una ceja alzada, juzgándolo profundamente.
—Dime, Sylvain, ¿en serio no te doy asco? Es tan raro que me mires así.
—¿Así cómo, Ingrid? —se levanta de la cama y suelta la risa más falsamente honesta que puede. Camina con impaciencia por el cuarto—. Creo que ya dejamos todo en claro. No estoy en ningún problema. He tomado mis precauciones. Soy un hombre nuevo, un noble ejemplar. Vamos que al fin la familia Gautier se sentirá orgullosa del tremendo noble que me he vuelto. He sido tan aristocrático que puedo sentir la envidia de Ferdinand a mis espaldas y-
—Ya, ya —lo interrumpe Ingrid, suelta un suspiro y se estira sobre su cama, desperezándose—. Ya entendí, no vas a contarme qué sucedió.
Sylvain se queda en silencio. Es inútil intentar engañarla por completo. Una enorme desventaja que se presenta cuando una persona lleva conociéndote desde los inicios de tu vida.
—Preferiría no hacerlo —le confiesa en un susurro—. Estoy bien, Ingrid. Confía en mí. No he fallado a la promesa que te hice.
La rubia mira el techo unos segundos y después se levanta de su cama para plantarse de pie frente a él, a pocos centímetros entre ellos. Alzando el rostro y mirándolo con desafío en sus ojos. Sylvain traga saliva.
—¿Lo juras?
—Lo juro —responde con la voz ronca.
Algo debió de ver en sus ojos o percibir en su voz porque el ceño fruncido desaparece y se aleja de él con un paso. Sylvain siente que al fin puede volver a respirar con normalidad.
—Bien, quédate con tus secretos. Solo… no te alejes, ¿está bien? Los tiempos están cambiando, no debemos bajar la guardia. No quisiera que ni tú ni Felix ni Dimitri…
—Hey —le interrumpe Sylvain—, todo está bien. ¿Y qué si hay gente que se quiere sentir un poco rebelde con la Iglesia? Nos hemos encargado de algunos bandidos, ¿no?
—Sí, pero…
—No es que se aproxime una guerra que nos deje en bandos contrarios y nos obligue a matarnos entre nosotros o algo así.
—Un poco extremista. Además… si la profesora Byleth impartiera en otra clase, habrías ido con ella y nos habrías abandonado.
—Probablemente sí, si me lo pidiera. —suspira—. Me conoces tan bien.
—Eres un caso perdido, Sylvain. No sé cómo sigues vivo.
—Porque tengo excelentes amigos que no me dejan morir.
—Siempre dispuestos a salvarte el trasero.
—El trasero más codiciado de Garreg Mach.
—No sé en qué me beneficia salvarte entonces.
—Pues que estás salvando a tu mejor amigo y así estaremos juntos por siempre.
Calla al instante por lo que acaba de decir y siente el pánico de hablar demasiado, pero la sonrisa de Ingrid es amplia y honesta.
Sylvain se permite relajarse y contemplarla y sonreírle de vuelta.
—Me parece bien —le dice Ingrid—. A veces eres un buen amigo. Solo a veces. —calla un segundo y mira a otro lado—. Gracias, Sylvain. Necesitaba hablar con alguien.
—Ya, ¿no estamos demasiado sentimentales? No va con nosotros. Ven, te invito a comer, seguro que nuestro drama te ha abierto el apetito.
Sylvain le abre la puerta galantemente y ella rueda los ojos ante su falso cortejo.
—Qué bueno que vuelves a ser tú. Ni siquiera te burlaste de Felix cuando dijo que iría a una fiesta. Es decir, ¡es Felix! ¿No te parece raro?
—Ah, mi querida y muy ingenua Ingrid, eso es porque la organizó Annette. Créeme que no tiene nada de extraño.
Ella ahoga una exclamación y unos segundos más tarde comienza a reír. Sylvain puede jurar que el mundo regresa sobre su eje ahora que escucha su risa, después de mucho tiempo.
Le parece agradable estar así con ella, el solo caminar a su lado, bromear y oírle decir que seguro está malinterpretando a Felix. Todo encaja en el mundo y funciona como debe de ser.
Deja de lado su inquietud y se convence de que sencillamente está caliente por ella. Que no es para tanto. Que hasta a los mejores les pasa. Que por suerte no es algo más grave como… estar enamorado o una cosa así.
Saberlo le tranquiliza muchísimo, porque eso sí que sería un caos.
•••
N/A:
Tengo bastantes oneshots en borradores de FE3H y no los subí porque no suelen ser tan leídos en español, pero ¿saben qué? Mi brainrot por Fire Emblem no me deja en paz y como es algo que me hace feliz de escribir pues eso seguiré haciendo por un rato más, tal vez alguien por ahí quiera leer un sylvgrid en español, nunca se sabe.
∠( ᐛ 」∠)_
Planeo más de Sylvain/Ingrid, Felix/Anette, Cyril/Lysithea y Yuri/Bernadetta. A ver qué sale.
Hasta aquí mi reporte Joaquín. Si leíste todo esto la verdad muchas gracias jjsaj (ง ื▿ ื)ว