LAZOS ATADOS

GALIA BEKSINSKI


Antecedentes: Esta historia está hecha para el foro La Noble y Ancestral Casa de los Black, más en concreto para el apartado: ¡Feliz Cumpleaños! Como es el caso, este escrito va dirigido a la usuaria: MissyBlackQueen, cuyo cumpleaños es el 27 de octubre, así como debe partir con la premisa de una historia donde Andromeda y Narcissa se reconcilian después de la batalla de Hogwarts, por lo que espero no haberme ido por las ramas en su desarrollo. Asimismo, parte de la inspiración para escribir la historia me vino luego de escuchar la grandiosa música del artista Nils Frahm, el grupo barcelonés Berlinist y el grupo dark ambient Raison d'Être, los recomiendo ampliamente. De paso anuncio que esta historia estará compuesta por tres capítulos.

Disclaimer: Nada del universo de Harry Potter es mío, todo es de J. K. Rowling. Yo solo tomo lo ya creado para divertirme y divertiros a vosotros.

Sin más que decir, espero disfruten la lectura, especialmente tú: MissyBlackQueen.

Género: Drama, Angst, Family.


NOTA IMPORTANTE: Me disculpo de antemano por la tardanza a la hora de publicar esta historia, la universidad apenas y me deja tiempo para escribir.


(I)

ANDROMEDA

Agosto de 1998

Una silenciosa lágrima cae al vacío e impacta en el suelo de madera con una dolorosa determinación.

Sus manos acunaban una fotografía mágica, tomada un año atrás. En ella estaban las personas más queridas para ella: su esposo, quien la miraba con todo aquel amor que surgió entre ellos desde sus lejanos días de colegio, la abrazaba con una calidez que solo él era capaz de transmitir; su hija miraba al frente con una sonrisa luminosa en su rostro de cambiantes facciones y su yerno que, aunque se le miraba algo afectado, la alegría se le notaba en la lejanía, a la par que abrazaba a su hija con la misma intensidad con la que su esposo lo hacía con ella.

Otra lágrima se deslizó por su pálida mejilla.

La casa se encontraba silenciosa, apta para perderse en las más profundas introspecciones. Se paró del sofá en donde estaba y depositó la fotografía en una pequeña tarima sobre la chimenea, no sin antes rozar con añoranza los rostros de sus seres queridos. A su paso por las escaleras se encontró con distintas vivencias, congeladas en el tiempo y cuyos sentimientos traspasaban el vidrio de los marcos. Ted y ella espléndidos con sus vestimentas nupciales, ansiosos por comenzar una nueva etapa como marido y mujer. Una bebé Nymphadora, dormida plácidamente en la cuna y envuelta con una suave mantita de algodón, así como años después estrenando el uniforme antes de su primer día en Hogwarts. Ted y ella en medio de unas veraniegas vacaciones en la playa, acompañados de su pequeña hija que jugueteaba alegremente entre la arena tostada. La alegría que los envolvió cuando Dora alcanzó convertirse en auror, exhibiendo orgullosa su certificación al lado de ella, Ted y Alastor Moody. Su hija y Remus Lupin el día que ambos decidieron unir sus vidas oficialmente, solo estaban los novios y el oficiante de la ceremonia, no había nadie más en aquel momento pleno tanto de amor como de peligros. Finalmente, llegó a la planta superior y con ese lugar la última foto, en ella se retrataba a una Nymphadora agotada, pero plena, abrazando a un pequeño bultito, a su lado estaba un Remus con una expresión de alivio en el rostro al contemplar al fruto de su amor con la mujer más maravillosa que pudo haber conocido.

Esta vez su vista se vio nublada ante la marea de dulces recuerdos que vinieron a su mente. Los amaba. Los extrañaba. Los añoraba a todos con una desesperación inconmensurable. Era absolutamente consciente que en una guerra de grandes magnitudes había pérdidas, pero que tales pérdidas se hayan traducido a la desaparición de su familia casi por completo… Era tan doloroso como el cruciatus más potente, era como si varias dagas se hubieran clavado en su corazón para nunca salir de ahí.

La primera de ellas se clavó cuando la noticia de la muerte de Ted Tonks llegó a sus oídos. No podía creerlo. No quería creerlo. Pero cuando vio aquel cuerpo, magullado y casi irreconocible supo que, efectivamente, se trataba de él, del amor de su vida, al descubrir el anillo de plata que ella le había entregado el día que renunció a su ancestral apellido. Ese día estaba acompañada por su hija, quien la abrazó fuerte al momento. Lloraron juntas, consolándose la una a la otra ante el horrible descubrimiento.

Luego de eso estuvo triste, ensimismada en sus recuerdos y adecuándose a la idea de no volver a ver a aquel hombre que derribó las barreras y los prejuicios impuestos, conquistando de a poco su corazón. Tampoco es que tuviera mucho tiempo para pensar en ello, ya que, con la batalla a la vuelta de la esquina, sus ocupaciones para con la Orden se vieron multiplicadas, lo que le brindó una pequeña vía de escape ante el dolor.

La segunda y la tercera daga se clavaron cuando ocurrió la Batalla de Hogwarts, esa noche aciaga en la que su alma se paralizó y su corazón se desgarró en mil fragmentos. Ella no asistió al conflicto, puesto que un mes antes había nacido el pequeño Teddy, por lo que ella se ofreció a cuidar del bebé mientras sus padres iban a luchar por el bando de la luz. Conforme recordaba eso, sus pasos la llevaron al cuarto de su nieto, abrió la puerta y lo vio, durmiendo inconsciente de las maldades y tristezas del mundo.

Recordaba aquel desgraciado dos de mayo, ¿cómo olvidarlo?

El día había comenzado como cualquier otro, pero su intuición de madre le indicaba que algo iba a pasar. No se equivocó en lo más mínimo, pues era solo cuestión de tiempo a que estallara la hecatombe. Ese día Dora y Remus estaban cenando en casa. Eran apenas las seis y media de la noche cuando requirieron la presencia del matrimonio mediante un patronus incorpóreo. Cuando aquella pequeña niebla parlante apareció a mitad de la sala de su hogar, un sudor frío corrió por su frente y por su nuca, y el pavor atenazó su corazón. El mismo miedo que la inundó a ella, era el mismo que sintieron ellos, pero el deseo de ver acabada esa era de terror fue más fuerte que todo. Se abrazaron entre lágrimas, con la promesa de verse de nuevo cuando la batalla acabase. Abrazaron a Teddy, quien repentinamente se había mostrado inquieto, intuyendo lo mismo que su abuela, pero ante el añorado calor materno se quedó profundamente dormido. Posterior a eso, se marcharon con aplomo hacia el castillo para luchar por un mundo libre de tantas maldades.

Repentinamente la casa quedó en silencio. Esperó en la sala de estar, donde la habían dejado. Las manecillas del reloj giraban de una forma tortuosa. Pasó la madrugada en vela, con una taza de té de tilo con canela y el corazón latiéndole a mil cada segundo. Cada mínimo ruido la sobresaltaba: escuchaba una tabla crujir y se ponía en alerta al instante, escuchaba un chillido de la cocina e iba a ver... Su respiración acelerada era otro aspecto que delataba su nerviosismo.

Por favor, por favor…

Rogaba con fervor. Deseaba con toda su alma que su hija y su yerno pudieran salir vivos de aquel enfrentamiento y, en ocasiones, cuando las emociones eran muy fuertes, unas cuantas lágrimas salían de sus ojos.

De repente, a las tres de la madrugada, el pequeño Teddy estalló en uno de sus llantos nocturnos, sobresaltándola. Fue rápidamente a ver el estado del bebé, asegurándose de que todo estuviera en orden. Afortunadamente era solo una de sus descargas nocturnas, así que lo cambió al instante y lo acunó en sus brazos. Lo meció con una suavidad tranquilizadora y, durante el acto, lo llevó escaleras abajo con el propósito primo de hacerse compañía mutuamente. Allí el bebé se quedó dormido, mientras la abuela se deshacía en preocupaciones.

Cuando los primeros rayos matinales llenaron la sala de estar, sus cansados ojos vigilantes finalmente se cerraron, no sin antes dejar a Teddy en su cuna. Estuvo un rato así, hasta que un sonido de chasquido la despertó a las nueve y media de la mañana del día siguiente. Hubo una ligera esperanza en su interior de que se tratara de su hija y su esposo, pero solo era Kingsley Shacklebolt; se le veía agotado, con las vestiduras rasgadas y algunas heridas en su rostro moreno.

—Hola, Kingsley —saludó con el corazón en un puño —. ¿Cómo ha ido todo? ¿Y Nymphadora? ¿Y Remus?

Al preguntar sus nombres el semblante del auror se transformó completamente a uno de tristeza absoluta. No sabía cómo dar esa noticia. Mientras tanto Andromeda, al ver su expresión, comenzó a sentir un nudo en el estómago que poco a poco iba en crescendo.

—¿Kingsley?

—Lo siento... —fueron las únicas palabras que pronunció, y cuyo significado rompió su mundo en mil fragmentos.

Un par de húmedos torrentes se deslizaron por sus mejillas al tiempo que sus rodillas impactaron en el suelo. No, no, no… No podía ser. Los sollozos fueron secundados por un grito contenido que salió desde lo más profundo de sí. Kingsley, sin saber qué más decir, la abrazó con fuerza consoladora.

Era regla general que los padres se fuesen antes que los hijos, pero que esta tesitura fuera a la inversa… Con este pensamiento en mente, otro grito salió de sus labios.

Su hija, su querida Nymphadora… Aquella pequeña criatura que salió de sus entrañas para darle un nuevo significado a su vida. Aquella niña que con sus travesuras llenaba de alegría la casa. Aquella mujer que tras mucho esfuerzo y trabajo duro logró convertirse en una auror competente y en una excelente madre y esposa… Fallecida por mano familiar. Eso era lo que más la afectaba.

Remus, quién se había ganado su cariño de suegra al ver su afán protector con Nymphadora, había fallecido justo al lado de ella de una forma casi poética.

De las preguntas que habían asolado su mente eran: ¿qué pasaría con Teddy? El pobre niño había quedado huérfano y sin nadie más que ella para hacerse cargo de él. Fue entonces que de entre los mares embravecidos de su tristeza, surgió una determinación poderosa. Ella misma cuidaría de su nieto con el mismo amor con el que ella había criado a su hija en su tiempo. No iba a ser fácil, eso estaba claro, pero tomaría la tarea como que su nombre era Andromeda.

Volviendo a los días del presente, contempló a su nieto con infinito cariño. Se inclinó y depositó un beso en su frente, sintiendo ese reconfortante aroma que solo los bebés son capaces de emitir. Acarició suavemente su ligera cabellera multicolor, la cual pasó de ser rojo bermellón a verde esmeralda. Sonrió divertida por tan singular reacción, olvidándose en parte de las preocupaciones que la atenazaban. Estuvo un rato velando su sueño hasta que finalmente despertó.

—Hola, pequeño. ¿Cómo estás? —lo saludó con una sonrisa mientras abrazaba al bebé.

Recordó en ese momento que debía ir a Diagon Alley para comprar algunas cosas que necesitaba. Fue entonces que bañó al pequeño quien reía a carcajadas entre el agua tibia, sacando en el proceso algunas sonrisas en Andromeda, quien hacía caras para entretener al bebé. Después de eso lo vistió con un conjunto que le quedaba fenomenal. Posterior a eso lo puso en el columpio para bebés y con magia lo hizo mover para mientras ella se cambiaba de ropa. Una vez lista, puso a Teddy en un cochecito y al comando de: Caldero Chorreante, desapareció en la chimenea en medio de las llamas verdes.

Continuará...


Nos vemos en el próximo capítulo, el cual será desde el punto de vista de Narcissa.