Capitulo # 4

Pasado

Era la una de la mañana la primera vez que se despertó. Se levantó golpeando la puerta de la habitación siguiente donde provenían los diferentes gritos y discusiones.

La segunda vez era la 1:45 AM. Partió el cartel pegado a la puerta que decía "Get out".

La tercera vez fue a las 2:30 AM, su irritación era más que evidente. Irrumpió en la habitación de su hermano, recibiendo las miradas de sus amigos en bucle.

- ¡¿Podrían dejar de usar esta casa para hacer sus reuniones de mierda?! – exclamó - ¡O dejarlas de hacer en la noche, al menos!

- Viejo, relájate un poco – respondió Shikadai, el amigo que se tomaba todo con una calma extrema – eres joven. Solo… relájate.

No tuvo que pensar mucho para descubrir qué amigo le dio marihuana a Boruto hace un año, año en el que su madre vigilaba a los tres hermanos con suma dedicación.

- ¡Es miércoles! ¡Mañana hay clases! – discutió indignado. Sonaba como su madre, lo sabía, pero el que interrumpieran su sueño era algo que lo ponía de los nervios.

- Deja de quejarte, Kawaki – esta vez intervino el rubio que tiene por hermano – además, tú vas a clase solo a dormir.

El tic en su ojo derecho comenzaba a potenciarse, estaba harto, quería sacar a cada uno de esos mocosos y hacerlos comer petróleo de ser necesario. Podía hacerlo. Sus padres no estaban en casa, Himawari se había quedado en la casa de los abuelos y no tenía algún otro testigo. Solo eran una manada de hormonales adolescente, por supuesto que podía contra ellos. El primero sería Shikadai, el pelo puntiagudo se la debía, así podría meterse su paciencia por el culo.

-Podrías utilizar esa agresividad para ayudarnos – sugirió Mitsuki con su distinguida expresión sin emociones. El chico que tenía una extraña fascinación por las serpientes.

Los amigos de Boruto eran las personas más raras que conoció en su vida, y es que, todo el grupo podría pasar como una mala película sin sentido. Shikadai Nara, el chico flojo para todo excepto para ingerir drogas alucinógenas, fácilmente podría conocer a todos los camellos del barrio. Boruto lo defendía a capa y espada, lo consideraba un genio incomprendido.

Mitsuki, conocido en toda la ciudad por la hazaña de llevar su criadero de serpientes a la feria de ciencias, ocasionando que "accidentalmente" se escaparan. En ese entonces salió en las noticias y periódicos del país con encabezados de todo tipo, aun guarda algunos volúmenes de recuerdo.

Chouchou Akimichi, la gordita que se la pasaba comiendo, en todo momento, en cualquier lugar, de la manera más glotona posible y sin vergüenza alguna. Siempre hablaba de chicos, coqueteaba con ellos sin importar que apenas los haya conocido.

Iwabe, el que repitió tres años y seguía sacando notas bajas, aun si los exámenes y tareas eran las mismas. Los rumores decían que los profesores este año lo iban a dejar pasar porque querían librarse de él lo antes posible.

Metal lee, quien tenía una obsesión con el ejercicio, siempre lo encontraría al menos haciendo sentadillas en una boda, graduación o funeral.

Inojin, el chico que tenía un talento para dibujar pero que solo dibujaba erotismo, de sus propias experiencias o de su imaginación. Tenía talento desde su punto de vista, siempre y cuando no algún adulto no viera sus creaciones.

Sumire, la tímida del grupo se desmayaba cada vez que sentía vergüenza. Sus pocas habilidades sociales habían hecho que con suerte pudiera soltar dos oraciones con él desde que la conoció.

Y por supuesto estaba, Sarada Uchiha. La mejor amiga del rubio y la que consideraba más normal del grupo, si la pudiera describir de manera corta como al resto sería; egocéntrica, nerd, salía cada semana con un chico diferente y la que tenía un futuro prometedor como alcohólica.

- ¿En qué? – preguntó rendido.

- Estamos planeando un atentado a la casa blanca – respondió seco Mitsuki.

Podría continuar soñando en estos momentos, pero todos los anteriormente mencionados – excepto la Uchiha, quien no se encontraba – lucían serios, estaban rodeando un mapa y una casa echa de cartulina robada del cuarto de Himawari.

Kawaki cerró la puerta, se recostó en la cama de Boruto para escuchar el plan. El sueño se le había espantado hace mucho.

-La fraternidad de Grimmjow – aclaró. Boruto estaba sentado en una silla con ruedas, apoyándose en el espaldar – será el lunes que viene. Estarán en parciales. Los tomaremos desprevenidos.

Grimmjow. El peliazul que le rompió el corazón a la Uchiha, el que la hizo llorar y ser vulnerable, el que la hizo sentir vergüenza de sus sentimientos. Era un verdadero hijo de puta y mira que él no era una dulce mariposa con sus novias.

Al parecer la fraternidad se llamaba Arrancar, ahí, en la habitación número 6, el peliazul dormía. Habían observado sus movimientos estos días. La casa estaba ocupada por once personas, pero el lunes a las ocho de la mañana, la mayoría se iban a sus clases y solo quedaban dos sujetos en ella, solo ahí es cuando el ataque comenzaría.

Por un momento creyó que quien estaba mal de la cabeza era él, pero ahí estaba su hermano menor, demostrando que él y sus amigos necesitaban más de una terapia.

¿Hacía falta introducir a su hermano? Boruto Uzumaki, rencoroso y vengativo, lo llevaba a explotar esa creatividad inmensa para hacer planes, acompañado de su enérgica personalidad que no hacía más que meterse en problemas.

Si lo pensaba bien, se podría decir que, fue la primera vez donde Sarada no participaba en esos planes, también donde Boruto mantenía un secreto lejos de los oídos de la Uchiha.

Como había predicho, Sarada no sería capaz de contarle a Boruto lo sucedido con su exnovio, por lo que se tomó la libertad de contarle al rubio. Sabía que no debía meterse; no era su asunto y no eran amigos. La única conexión relevante ahí era que ella era mejor amiga de su hermano, y a su vez, que estuvo en el lugar equivocado esa noche con la azabache.

No le debía nada. Mucho menos su silencio.

El que le haya contado podría costar más resentimiento hacia su persona.

No le importaba, no eran amigos.

El tema está en que, las razones que lo llevaron a contarle con detalle lo que había pasado en esa banca del parque en la madrugada, no fueron porque haya visto a Boruto pasar meses de la manera más deprimente posible lejos de su amiga, o porque como mejor amigo tenía el derecho de saber. No. Él pelinegro lo había hecho porque sabía que armaría un plan de este calibre, uno que se sincronizaría con sus propios deseos de ver Jaegerjaquez sufrir.

-Estoy dentro.

No necesitó escuchar todo el plan.

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El lunes a las 9:01 AM el plan dio inicio. Kawaki, Shikadai y Boruto estarían dentro de la casa como los principales perpetuadores, fueron escogidos por su rapidez y efectividad a la hora de actuar. Chouchou, Iwabe y Mitsuki estarían vigilando fuera de la casa en puntos estratégicos, donde sus habilidades de discreción serían bien implementadas. Sumire y Metal estarían en un punto alto, cerca de la facultad de los Arrancar para vigilar desde otra perspectiva, y así, sus debilidades sociales no serían puestas como desventaja en la operación. Inojin sería el conductor, el único al que sus padres le prestaron el auto sin preguntas al respecto.

¿Los dos sujetos que quedarían en la fraternidad? Shikadai y Boruto se encargaron de amarrar a un rubio en la habitación diez, y Kawaki a un chico en la habitación ocho. Todo marchaba de acuerdo con el plan, a pesar de ser universitarios, eran predecibles como cualquier hombre.

Estaban dispuestos a hacer un desastre. Uno que sea visible y los sacará de quicio, pero también uno silencioso que pasara desapercibido, tanto como la traición hacia la amiga del rubio.

Una vez dentro, mojaron todo apunte que vieron, orinaron donde pudieron, cortaron ropas y sábanas, cambiaron los potes de shampoo por aclarante, quemaron los discos duros de sus computadoras, no perdonaron ninguna habitación. Dejaron huevos de serpiente a punto de eclosionar (cortesía de Mitsuki) en sitios estratégicos, para que, en unos días, cuando creyeran que limpiaron el desastre ocasionado, los bebés de Mitsuki los tomara por sorpresa. Pero cuando llegaron a la habitación de Grimmjow – quien para descaro de todos seguía teniendo fotos de él con Sarada en su mesa de estudio –, fue cuando explotaron todo con más convicción.

-¡Hasta aquí llegó la calma! – exclamó Shikadai mientras partía una puerta del closet.

Una vez terminaron, la llamada de Mitsuki los alertó apurándolos en salir. No se molestaron en desamarrar a los otros dos.

La única habitación donde no pudieron hacer nada fue la #4, donde la puerta estaba cerrada con pestillo desde el inicio.

- ¿Debimos romper las fotos? – preguntó Boruto bajando por las escaleras.

- Las tomé – respondió el pelinegro, esquivando los muebles que habían tirado – te las doy en el auto.

Cuando salieron, Mitsuki, Iwabe y Chouchou los apuraban.

- ¡Sumiré vio como salían corriendo hacia acá! ¡alguien les debió avisar! – Exclamó Iwabe.

- ¡Rápido!¡Rápido! – se oía el claxon de Inojin.

De pronto el sonido de sus respiraciones apresuradas y el claxon del auto pasaron a un segundo plano cuando el ruido de los vidrios partiéndose ocuparon protagonismo. Chouchou había tirado una piedra hacia la ventana del segundo piso.

- Mierda…

- ¡Suban a la gordita antes que una piedra llegue a mi auto! – gritó Inojin sin soltar el chirriante claxon.

De la misma manera en que llegaron, pero de manera desorganizada, los siete se metieron al auto. No sabe si los vieron, pero la ventaja de camino que tenían era extensa. Llamaron a Sumire y Metal para reunirse en el centro comercial, dejaron toda evidencia en el carro para que Inojin, Shikadi e Ibawe condujeran a las afuera donde se quemarían los desperdicios.

Kawaki le entregó las fotos a Boruto en el ajetreo; eran fotos típicas de pareja, ninguno podía creer como alguien que se ve tan enamorado – o al menos en la foto – haría algo así.

No admitió lo divertido, emocionante y liberador que fue.

El pelinegro se separó del grupo de raros; a partir de ahí, no eran su problema.

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El lunes 06 de octubre cuando pasaban las clases, Sarada tuvo una revelación mientras veía el campo de futbol desde lo alto en el salón. No porque creyera en mensajes del universo, pero sí porque era fácil leer la situación. No era estúpida. Algo raro pasaba, y sus amigos estaban involucrados. Su grupo era un total de veinticinco personas y justamente hoy habían faltado los ocho personajes que tenía como amigos.

Al parecer no había sido la única que había tenido tal revelación; el profesor Iruka y el director Kakashi se habían dirigido hacia ella con la intención de preguntarle gentilmente el paradero de estos.

Puede que les haya dado la gripa de otoño. Les dijo como respuesta.

Si bien era buena para decir mentiras propias o seguir la de otros, esta vez sus amigos dejaron muchos huecos al aire. Sintió cierto fastidio al no tener conocimiento de esto, no quería parecer caprichosa, pero cabía la posibilidad de que, adredemente, no la hayan incluido. Quiere decir, ¡con justa razón! Estos meses se había perdido muchas cosas, muchas salidas y absurdos planes, sin embargo, la invitación a ser parte seguía ahí, aun si la negativa por tener que ir a otro lado saltaba como excusa. Esta vez, ni un mensaje, llamada o comentario.

No era una niña llorona. Al menos, no lo sería más. Tuvo suficiente con el desborde emocional que tuvo frente al mayor de los Uzumakis.

Y es que, su rostro debía verse deprimente, sus familiares se han mostrado preocupados por lo delgada y ojerosa que se ha visto estos meses, la decadencia en sus notas y las llamadas de atención en la escuela, pese a eso se han abstenido de dar opiniones, pero esta vez, desde que rompió con el peliazul, no pudieron evitar observarla con una lupa encima a cada movimiento que daba.

Lo curioso era que, ninguno sabía que tuvo novio, solo que algo había pasado. El único que tenía conocimiento era su primo Obito, pero él era bueno guardando secretos.

Se prometió controlar sus sentimientos y no ser presa de un mal recuerdo, pero en esas circunstancias, su exnovio utilizándola, sin motivaciones para seguir, y siendo cruelmente apartada por sus amigos, hacia que el nudo en su garganta sea casi incontrolable.

Entre clases aprovechó un espacio para subir al piso por encima del suyo, ese donde estaba ubicado el último grado, por consiguiente, donde cursaba el hermano de su mejor amigo. Los amigos cercanos de Kawaki consistían en Eida – una peliazul, flequillo y un lunar sobre el pómulo, y Code – un pelirrojo, con aire relajado que siempre le sacaba conversación cuando coincidían en la casa Uzumaki. También la llamaba por sobrenombres como si fuesen cercanos.

Se acercó a este último, ya que la chica era más reservada. Tampoco se sentía en confianza para hablarle. La ponía incomoda la manera que recelosa de observarla.

- Hey – saludó al pelirrojo cuando este se levantó de su puesto para saludarla - ¿Sabes dónde está Kawaki?

- Kawaki, Kawaki, Kawaki – canturreó – el único que conozco no llegó a clases hoy.

- ¿Tampoco él? – preguntó extrañada.

- ¿O sea que usas a mi muchacho para saber qué pasa con tu noviecito? – negó con la cabeza - ¡Eso es horrible!

La azabache chasqueó la lengua un poco irritada, acostumbrada a que la gente insinuara una relación inexistente entre el rubio Uzumaki y ella.

No podía escribirle a Boruto. Hacía tiempo no se hablaban, no se dirigían la palabra o alguna mirada, incluso si compartían todas las clases y vivieran en la misma calle. Ni siquiera se atrevió contarle que había cortado con Grimmjow, sentía vergüenza con él y el resto de sus amigos por cómo se había olvidado de ellos.

Siempre vio, desde pequeña, como Chouchou hablaba de los chicos que se enamoraba, que, para desgracia del oyente, era muy seguido. Sabía que no era fea y que su apariencia física siempre la hacía tener pretendientes, pero estos eran tan aburridos que hacía que su atención se perdía. Nunca los consideró novios, sin embargo, para chicos como Kawaki, quien una vez la acusó de ser una fácil, les resultaba difícil entender cuando una mujer salía con varios y no podía decidir por ninguno.

Cuando llegó Grimmjow, alguien mayor que ella, tan atractivo y con una personalidad casi tan dominante como la suya, se perdió; por fin tenía algo suyo, pero también sentía como era de alguien más.

- ¿No has hablado con él? – preguntó.

- Tesoro ¿te parece que Kawaki responde preguntas? – le acomodó la trenza en su hombro derecho – podría estar robando, ya conoces sus inicios. O podría estar enfermo, ¿quizá… en la universidad estatal?

Su pregunta la hizo con un deje de insinuación, mirándola con su sonrisa macabra y burlona.

- ¿En la estatal? – preguntó confundida y sin inmutarse a su cercanía.

- No me prestes atención, digo cosas al azar – respondió restándole importancia, la rodeó con su brazo por sus hombros. Susurró a su oído – los rumores dicen que terminaste con Jaegerjaquez, ¿le rompieron el corazón a la dulce Uchiha?

- No es asunto tuyo.

Ignoró su comentario. Code era el tipo de chico que soltaba absolutamente todo lo que se le pasara por la cabeza, no dejaba ningún pensamiento sin compartir, con esa extraña manera suya de fastidiar a la gente.

En una esquina estaba la otra amiga del Uzumaki mayor, Eida, pretendiendo escuchar a su compañera, pero viendo la interacción de ambos desde lejos. Sarada nunca entendió a la chica, no sabía cuál era su problema y el por qué siempre la miraba como si fuera su enemiga mortal.

A diferencia de Code que siempre fue amigo de Kawaki desde que ingresó al colegio, la peliazul había llegado a sus vidas hacia dos años; al comienzo como hija de un socio de sus padres, siempre la veían en desayunos o reuniones de negocios, aunque no fue hasta hace un año que fue trasferida a la clase del Uzumaki, y es que, con Chouchou especularon que todo fue premeditado por la chica y su familia, pasó de formar parte del colegio privado para mujeres más respetado del país a un colegio de ricos que tenía la peor fama de chantajear a los directivos con puestos en el gobierno, escándalos de lavados de dinero y bullying sin precedentes.

Las interacciones entre ambas eran pocas o casi nulas, y siempre resultaban en comentarios pasivo agresivo, la azabache no era tonta, sabía que no le caía bien, no había rencores, el sentimiento era reciproco.

Cualquier persona notaría como Eida se guardaba sus comentarios cuando estaba cerca, siempre mordiéndose la lengua y apretando de más su boca, sus intenciones estaban claras en su mirada, no obstante, la Uchiha trataba al menos, de no darle la atención que quería.

Sabía que solo era cuestión de tiempo para tener un encuentro con ella.

No importaba cuándo o cómo, de palabras o golpes, ella no se quedaría atrás. Algo tenía claro, no sería quien comenzaría sino quien terminaría su posible pelea.

- Me pregunto … - inhaló el pelirrojo meditando lo que diría – ¿ahora que terminaste las ligas mayores, vas por un pez un poco más pequeño, pero si lo suficientemente grande como para controlar tu hambre?

- ¿Qué estupideces dices?

- Boruto sería muy obvio ¿no te parece, princesa? – se acercó aún más, si es que eso era posible - ¿Kawaki, tal vez?

Sarada le dio un golpe con su codo en las costillas, zafándose del pelirrojo y viendo como este se reía como solo sabía hacerlo; con un escándalo.

- Gracias por la plática, imbécil.

- ¡Adiós, mi amor!

Los demás alumnos hombres comenzaron a molestar al pelirrojo con golpes y silbidos, ya que, desde su vista, fue rechazado por la Uchiha.

Terminó las clases y se fue a pie a su casa. Sus notas habían bajado drásticamente y tenía que ponerse al corriente, así que destinó el resto de las materias para organizarse, al menos sus estudios la distraerían de ponerse a llorar como tonta. Decidió en el camino pasar por la casa Uzumaki, ambos padres de su mejor amigo llegarían juntos para la cena, como su rutina de siempre. De cualquier manera, solo yendo a su residencia sabría qué sucedió con ellos.

Frente a la gran casa se encontraba mal estacionado el auto de los padres de Inojin, con la rueda de los neumáticos marcadas en la grama. No tuvo necesidad de tocar cuando escuchó sonidos dentro de la casa.

A pesar de todo, los seguía considerando sus amigos. Incluso si no fuese recíproco. Así que entró por la puerta detrás – aquella que se deslizaba y siempre dejaban abierta –, subió por las escaleras y mientras más se acercaba a la puerta con un cartel roto de "Get Out", más escuchaba el alboroto.

-¿Qué diablos les pasó? – preguntó ante la vista de sus amigos con moretones y sangre por sus rostros.

No respondieron, todos evitaban su mirada y se encogían en sus propios puestos con la esperanza de pasar desapercibidos. La cama con sábanas blancas manchada.

- ¡Respondan! – exclamó. Estar estupefacta era mínimo con la emoción que sentía, lucían como si hubieran peleado con animales, con las camisas rasgadas, el cabello hecho un desastre y sus rostros hinchados.

- ¿Por qué te deberíamos responder a ti? – preguntó a la defensiva el rubio Uzumaki, su hermano al lado, en peor condición que todos los presentes, rodó los ojos.

- Porque soy tu amiga.

Boruto se levantó tambaleando, riendo de manera amarga y sin gracia alguna. Si la situación no fuera seria, se habría reído por su labio inferior inflamado, pero la mirada que le dio nunca fue suficiente para paralizarse.

- ¡Ahora eres nuestra amiga! ¡Pero hace cuatro meses no! – Exclamó.

Sabía que tenía razón, pero había algo detrás que lo molestaba más que eso. Tendría que haberlo. El resto de sus amigos guardó silencio sin querer meter más leña al fuego, el pelinegro hizo un esfuerzo por mantenerse despierto por si acaso el rubio se le ocurría sobresaltarse, no por la existencia de posible daño físico sino porque conocía a su hermano, siempre decía cosas que luego terminaba arrepintiéndose.

-Vine por eso mismo – tragó saliva con la mirada vacía – sé que no he sido buena amiga este tiempo, por eso quería… disculparme con todos ustedes.

Boruto le dio una mirada de advertencia a Chouchou impidiendo que esta quisiera levantarse y abrazarla.

-Muy tarde.

La azabache los miró a todos una vez más, y los únicos capaces de verla eran los Uzumakis ahí presentes, el resto miraba su regazo más interesante. Boruto con el ceño fruncido y Kawaki con pesar. El mismo asqueroso pesar que vio en su rostro esa madrugada, no era fácil de identificar para alguien que tenía el mismo nivel de sensibilidad que un psicópata, pero ahí estaba. Seguía conservando esa indiferencia incluso con su rostro lastimado, pero ahora, sus ojos la miraban fijamente, más intenso, casi como si le estuviera enviado un mensaje telepáticamente.

Cuando se dio la vuelta para agarrar la manija de la puerta vio, sobre la mesa, vio varias fotos familiares. Era ella y Grimmjow. Las agarró y se giró bruscamente para verlos. Shikadai se dio un golpe con la palma de su mano en toda la frente, el sonido sonó como un aplauso a la decepción que sentía.

- Un trabajo tenías, Boruto – se quejó Shikadai – solo uno.

- ¿Grimmjow los golpeó? – preguntó horrorizada. ¿¡cómo podía ser posible!? ¡Con razón se veían tan mal!

- ¿Y qué si fue así? – nuevamente preguntó Boruto, cruzándose de brazos – No te interesa. No es tu asunto.

- ¿Qué no es mi asunto? – preguntó ya comenzando a enojarse – ¡¿mi ex los golpea hasta el punto donde ni Ibawe puede mantenerse despierto y no es mi asunto?!

- ¡No debemos decirte nada! ¡No lo mereces! ¡No pintas nada aquí!

- ¿Qué rayos te sucede? ¡Dices mucho, pero se entiende poco! ¡Vamos di lo que quieras decir de una vez!

- ¡Cuatro meses, Sarada! Sin saber nada de ti, y lo primero que sabemos, lo hacemos por boca de Kawaki – Gritó - ¡Kawaki! Pensé que éramos amigos, que nos contábamos todo.

El cuerpo del rubio hablaba por si mismo, con movimientos exasperados y señalando al recién nombrado con rabia.

- No se lo dije a Kawaki porque quisiera sino porque lo necesitaba – respondió sin creérselo – él estaba solo en el lugar equivocado.

- ¿Y después de eso qué? – silencio. No sabía cómo reaccionar, la voz del rubio si bien sonaba enojada su expresión comenzó a decaer, mordiendo sus labios ante las lágrimas que comenzaron a brotar – le dijiste a él, y de eso ya hace dos semanas, como si eso te bastará, como si el resto no importara.

Kawaki intentó ignorar la manera despectiva y agria con la que su hermano se refirió a su persona como él. Decidió no decir nada porque comenzaba a escuchar un silbido en su oído derecho.

- Porque no sabía cómo acercarme, Boruto. Sé que hice algo mal, pero… yo intenté, en serio… - susurró lo último con la voz rota y los ojos lagrimosos.

Seguían siendo los niños que lloraban por quien bañaban primero cuando apenas tenían pañales. O cuando comenzaron a aprender a manejar bicicleta, haciendo berrinche por quien dejaba primero las ruedas entrenadoras. Podría todo el mundo ponerse en su contra, pero no él, por más desagradable que pueda llegar a ser, siempre serían Uchiha y Uzumaki.

- Ya abrácense par de mierdas – ordenó Kawaki mientras empujaba levemente a su hermano menor.

El resto soltó un suspiro al unísono cuando ambos se abrazaron, dejando atrás esa orgullosa posición que el rubio estaba empeñado en ocupar desde un principio y que, a su vez, había convencido de llevar a los presentes, en caso tal que la Uchiha hiciera preguntas al respecto.

Cuando se separaron, Sarada tiró su mochila al suelo sin cuidado, se sentó como pudo a los pies de la cama donde yacía, Ibawe desmayado roncando por entre todo el alboroto.

Vio al resto de sus compañeros con una sonrisa en su rostro y tratando de limpiarse los ojos; las chicas estaban intactas, al parecer quienes habían llevado del bulto eran los varones. Ibawe, pese a estar desmayado no parecía tener lesiones graves, en comparación con Kawaki, que seguía consciente, pero era el que peor se veía.

- No entiendo nada – comentó - ¿cómo es posible siete de ustedes hayan quedado así contra una persona?

- ¡Ojalá hubiera sido contra una persona! – exclama Inojin – ¡fueron diez universitarios contra nosotros siete!

- ¡Oye! Nosotras también estábamos ahí – manifestó su amiga.

- Chouchou, tú solo diste la cara cuando partiste la ventana con el ladrillo – explicó Shikadai con un una mano en sus costillas.

- Sigo sin entender.

- Destruimos su fraternidad, eso pasa – comentó esta vez Mitsuki.

No necesitó preguntar por qué. Una mezcla de emociones atravesó dentro ella, una parte culpa por los resultados físicos de los chicos, pero también confort por lo que hicieron por ella.

-Me hubieran dicho – declaró – los hubiera ayudado.

- Resulta que la princesa ignora todos los planes a los que la hemos invitado estos cuatro meses – reveló Boruto sin estar enojado esta vez.

Sarada rodó sus ojos.

- Les hubiera dicho dónde guarda su auto – susurró.

El rubio rio y luego soltó maldiciones quejándose por el dolor

- ¡Maldita sea! – Exclamó Inojin - ¡al menos destruir su auto hubiera recompensado que hayan pinchado mis llantas!

- Y que hayan casi matado a Kawaki… - agregó Shikadai.

Sarada se levantó, fue escaleras abajo para traer hielo suficiente, también agarró del baño principal un botiquín de primeros auxilios, entró al cuarto y lo puso en el centro. Con Sumire y Chouchou ayudaron a los quienes a duras penas se podían mover.

La Uchiha se acercó con las cosas frente a Kawaki para limpiar primero las heridas que manchaban con sangre su rostro; su ceja y pómulo izquierdo, la cortadura vertical en su labio inferior y el resto de los golpes que comenzaban a volverse morados. Kawaki se dejó y no objetó, decidió que la última pelea por el día sería con ese peliazul, no con la azabache.

De fondo podía escuchar la historia de cómo y qué hicieron en la fraternidad donde su ex vivía. Realmente no podía creerlo, estaba fascinada con la historia; no sabía qué le daba más pesar, si los rostros de sus amigos o él no haber sido parte.

- ¿Qué hacías tú ahí? – preguntó. Golpeó su mano cuando este quiso ayudar a limpiarse, el pelinegro le devolvió una mirada de muerte.

- No fue por ti si eso piensas, Uchiha.

- No pensé eso. Solo hice una pregunta – limpió con delicadeza la sangre que seguía saliendo, también la ya seca, desinfectó y no le importó tomarse su tiempo. Nunca pensó que tendría al pelinegro tan cerca y tan manso a la vez.

Kawaki no sabía qué responder, cerca, Mitsuki intervino:

- Kawaki fue nuestro as bajo la manga – respondió – solo en caso de que nos descubrieran íbamos a necesitar de alguien que supiera pelear. No salió como pensamos.

- Esperen, esperen, esperen – ordenó la azabache – dijeron que no los siguieron cuando huyeron en el auto ¿qué pasó?

- Pasó que nos separamos en el centro comercial, ya sabes, para dispersar la atención – dijo Inojin.

- Nueve adolescentes juntos; muy sospechoso – aclaró Sumire.

- Exacto – concordó Inojin – con Shikadai e Ibawe nos condujimos para desaparecer las evidencias, Kawaki apenas tocamos el centro comercial dijo que iba a la casa de un amigo, Sumire y Chouchou aprovecharon para comprar cosas. Cuando Boruto, Mitsuki y Metal iban por el parqueadero para salir ¡los sujetos aparecieron! ¡Iban con bates! Resulta que los tipos que amarraron en la fraternidad reconocieron a Boruto, por suerte Chouchou y Sumire dieron con ellos y enseguida nos llamaron. Nosotros llegamos primero que Kawaki pero ¡Tenías que ver la paliza que le estaban dando a Boruto!

- No fue una paliza… - susurró Boruto con sorna.

- Amigo, creo que vi tu cabeza rebotar – intervino Metal por primera vez.

- Lamento decir esto, Sarada, pero ese tipo con el que salías es un animal – habló entre dientes la pelimorada.

- ¡Tiene razón! ¡Era muy violento! – exclamó horrorizada Chouchou como si estuviera recordando los eventos.

- Casi parecía un lunático – susurró Shikadai – se veía como disfrutaba hacernos mierda, se reía y mientras estábamos en el suelo… nos retaba por más.

Sarada se lo imaginó. Grimmjow Jaegerjaquez desde pequeño practicó boxeo en su ciudad natal, ahora en Tokio, como pasatiempo luchaba en apuestas clandestinas organizadas por miembros de la universidad contra otras universidades, esto, de manera ilegal. Lo había visto pelear, por supuesto que sí, sabía perfectamente a lo que sus amigos se referían, pero lo que una vez le gustó tanto de él como para pensar que se había enamorado de una persona apasionada, que no se rendía y siempre busca nuevos retos, ahora era más paralizante imaginarse a sus amigos en esa situación.

Nunca le tuvo miedo al peliazul, él siempre fue, a su vez, apasionado con ella, nunca se rindió con ella, y siempre buscó crecer su relación con ella, todo lo que pensó que era sobre un ring, lo era con ella, pero enamorado. O al menos eso pensó, no entendía, seguía sin entender cómo llegaron a esa situación.

- ¿A quién se cargó Grimmjow? – preguntó curiosa. Desde lo que conoce, no se iría por el más débil y como todos lo eran, seguro los retó a ir todos a la vez contra él.

- Al comienzo fue contra Metal, pero él lo esquivaba; hay que admitir que su velocidad lo salvó de quedar en coma – respondió Shikadai – pero después se fue contra Boruto, es la paliza que Inojin decía.

- Mierda… - la azabache se pasó las manos por el cabello en frustración, después siguió limpiando las heridas del Uzumaki mayor.

Chouchou terminó de limpiar a Inojin y Shikadai para luego intentar despertar a Ibawe.

-Afortunadamente Kawaki apareció y derribó al lunático – siguió contando Inojin - ¡lo tomó por sorpresa! Jajaj estábamos perdiendo y cuando llegó, ya no lo parecía tanto.

- ¿Y ganaste? – preguntó sorprendida mirándolo desde arriba.

- ¿Luzco como un ganador?

- ¡Por supuesto que perdió! – declaró Sumire escandalizada limpiando a Boruto con más fuerza – ¡Ese sujeto está tan mal de la cabeza, se emocionaba cada vez que Kawaki lo golpeaban!

- Nos dejaron tirados en el parqueadero. Fueron Chouchou y Sumire quienes nos acomodaron en el auto como si fuéramos un mal juego de Tetris, la gordita condujo hacia acá, si apenas sabe conducir en una situación normal, el hacerlo con dos llantas pichadas fue un sufrimiento para mis costillas.

Si en algún momento su agitado corazón consideró el volver con él por lo arrepentido que se veía, con esto eliminaba cualquier posibilidad. Suspiró agotada.

- Lo siento, chicos – comentó.

- Nosotros nos metimos en esto. Sabíamos las consecuencias – manifestó Boruto.

- Sin embargo, pude hacer algo – dijo – Ulquiorra me mandó un mensaje "van detrás de ellos", no le respondí porque no entendía nada.

- ¿Ulquiorra?

- El de la habitación cuatro, a la que dijeron que no pudieron entrar, esa.

- ¿Por qué te advertiría? – preguntó Boruto extrañado.

- Él fue quien me advirtió sobre Grimmjow – respondió con la mirada perdida, tratando de concentrarse en limpiar – también me escribió "lindo ladrillo".

- Eso fue cortesía mía – intervino Chouchou orgullosa – no sabía que era de los buenos.

Ya no solo se sentía culpable por ser la principal causa del terrible escenario donde se encontraban sino también por el recelo que surgió a partir de los comentarios hacia el peliazul; porque sí, era un imbécil en toda regla, pero también lo seguía queriendo, más sabía que no era un monstruo, tal vez un lunático, pero no un monstruo.

Se mordió la lengua las dos veces que la pelimorada hizo su intervención para despotricar contra su ex, sin embargo, al darle la espalda al resto, su ceño fruncido por el tono agrio de voz que utilizó solo lo vio Kawaki, quien no pudo estar más atónito por su reacción, casi hasta ofendido. Le quiso decir algo, pero cuando estuvo a punto, en medio de un sonrojo, la Uchiha presionó con más fuerza la cortadura de su labio; entendió que no era el momento de exponerla frente al resto, no después de haberse por fin reconciliado con sus amigos.

Comenzaba a ser familiar el regañarlo.

- Genial, otro plan fallido – masculló Inojin acostándose en la alfombra – vas volando con esa creatividad de mierda, Boruto.

- ¿Por qué dices que fallamos? – preguntó enérgico - ¡esto es lo más cerca que hemos estado de ser parte de un plan exitoso!

- Que manera de decir que tus planes son, por lejos, deficientes – murmuró Metal.

Sarada terminó de curar al Uzumaki, dejando al resto peleando cuando fue a lavarse las manos.

- Creo que sería bueno si mi mamá los revisa – propuso. El resto dejó de discutir para verla confundidos.

Inojin se río al ver que la propuesta parecía ser seria.

- ¿Y dejar que nos descubran nuestros padres? - giró sobre la alfombra por la irónica situación – eso no va a pasar.

- Hinata y Naruto vienen dentro de poco, al menos que estos dos quieran usar una bolsa en su cabeza dos semanas, no hay forma de ocultar esto. A parte, no sé cómo harás para pasar desapercibido las llantas del carro – explicó – si nos van a castigar por esto, al menos que sepamos antes que no recibieron un golpe serio en la cabeza, chicos.

- Tiene razón – apoyó rendido Kawaki por primera vez – no sé si se han dado cuenta, pero Ibawe no ha despertado desde entonces. Solo digo.

Boruto se levantó apresurado.

- ¡No seremos unos soplones! – exclamó – te arruinan la vida si lo eres en el colegio, no quiero imaginar si lo hacemos con unos universitarios.

- Estaríamos fritos – declaró Shikadai.

- Digamos una verdad a medias – propuso Inojin.

- ¡Lo tengo! Podemos decir que me pelee con Kawaki y por eso estamos así, pero deben irse antes que se den cuenta que hay más personas involucradas – manifestó el rubio Uzumaki.

Los presentes se tardaron en reaccionar a su propuesta, acostumbrados a las malas y sin sentido, ideas del rubio.

- No te ofendas, amigo, pero no creerán que Kawaki quedó peor gracias a ti – anotó Inojin.

Boruto volvió a sentarse, esta vez hastiado de los comentarios de Inojin.

- ¡Una pelea en la cancha! – exclamó Shikadai – la cancha que queda cerca del rio. Jugamos con unos chicos desconocidos después de clase y estos le dieron un balonazo en la cabeza a Ibawe que lo dejó inconsciente, por eso peleamos.

- ¿Y cómo entro yo ahí? – preguntó Kawaki imaginándose la historia – te recuerdo que mi día se basa en ignorarlos.

- Dices que pasabas por ahí y te uniste al ver la paliza que le daban a Boruto – aplaudió Inojin ante la historia.

- Chicos, entre toda la basura de historias que han dicho, esa es la más creíble – apoyó Mitsuki.

- La historia es simple. Así es más fácil de recordar – comentó Chouchou.

Inojin suelta en gritó de irritación levantándose.

- ¡Genial! Se nos olvidó un gran punto – exclamó harto - ¿Qué mierda haré con las llantas?

- Llévalas donde mi tío repara su auto, le pediré que nos cubra y lo pague él. Pero debes hacerlo ahora, ya es tarde.

En la habitación todos los presentes comenzaron a levantarse, votar papeles y algodones llenos de sangre y organizar el cuarto del rubio. Entre tres levantaron a Ibawe que seguía inconsciente, los más doloridos físicamente apoyados del resto.

- Nosotros llevaremos a Ibawe, Boruto, Metal y Kawaki al hospital con tu mamá – anunció Chouchou - ¿O deberíamos ir todos?

- Creo que es lo mejor. Mientras Shikadai puede acompañar a Inojin, les pasaré la dirección – agregó la Uchiha – mi tío los estará esperando, pueden decirle la verdad si quieren, él no nos soplará.

El Uzumaki pelinegro se levanta, conteniendo algún quejido y tratando que su rostro no refleje su estado sale de la habitación diciendo – Yo no iré a ningún hospital, alguien tiene que quedarse aquí cuando lleguen.

- ¿Qué dices, idiota? Deben revisarte. Si es necesario me quedo yo y les explico – intervino la azabache.

- No iré.

- Déjalo que haga lo que quiera, Sarada – comentó el Uzumaki menor – sin embargo, quédate y diles donde estamos.

Boruto le dio una de esas miradas con las que le dice que controle la situación. Que lo apoye. Que lo cubra. La Uchiha asintió.

Se despidió de todos mientras veía como arrancaba el auto de manera chistosa con las ruedas haciendo un esfuerzo extra.

Cuando entró el pelinegro no se encontraba en el primer piso, se apresuró a mandarle un mensaje a su madre diciéndole que sus amigos iban al hospital porque Ibawe se había desmayado.

La azabache subió al segundo piso, ahí en el pasillo, encontró a Kawaki salir de su habitación agarrándose con un brazo las costillas y caminando inclinado, cuando sus ojos se encontraron con los ónix de la Uchiha, lentamente recobró su compostura.

-¿Por qué lo escondes? – preguntó acercándose frente él. El pelinegro por alguna razón estaba enojado, tal vez era el orgullo masculino que solía herirse por cosas que nunca entendería.

No quería que lo vieran así.

- No sé de qué hablas – evadió. Se dio la vuelta para regresar a su habitación, pero cuando estuvo a punto de cerrar, la azabache sostuvo la manija – muévete, perdedora.

- Creí que quien había perdido hoy eras tú.

Kawaki volteó su cuerpo de manera brusca para darle una de sus clásicas miradas, tal vez insultarla en el proceso o quizá culparla del resultado de hoy, sin embargo, al hacerlo el movimiento que realizó fue tan abrupto que todo su cuerpo lo lamentó al instante. Su cara lo reflejó. El agudo dolor recorrió su cuerpo, soltó un quejido de su boca, uno que estaba aguantando desde que llegó.

- ¿Por qué eres tan terco? – cuestionó preocupada y a la vez irritada – sea lo que escondas debajo de la camisa, mi mamá te ayudará.

- No iré, estúpida enamorada – discutió magullado.

Sarada levantó su mano para poder tomar su hombro y así agarrar su peso en caso tal que se desplomase, cuando vio sus intenciones, este capturó su muñeca en la aire, impidiendo cualquier auxilio de la azabache.

Su agarre nunca fue fuerte pero la determinación se podía sentir en cada poro de su piel, creando un distanciamiento entre ambos.

Su mirada le recordó el cómo Kawaki y su amiga Eida la miraban siempre, con un resentimiento que nunca entendería.

Probablemente esa sea la razón por la que Code, incluso si su personalidad la irritase, era quien le caía mejor de los tres.

Estaba harta de no entender por qué siempre era con ella su inexplicable actitud de asco. No la conocía.

- Como sea. Muérete si eso quieres – espetó entre dientes. Retrocedió su mano con la misma determinación, casi con el mismo nivel de rechazo que el pelinegro al parecer, le tenía, pero para su sorpresa este no soltó su agarre, todo lo contrario, lo afianzó - ¿Qué mierda te pasa? ¡suéltame!

- Deja de hacer un escándalo – regañó. La Uchiha abrió su boca indignada – Agarra el botiquín y entra… si es que aún te la quieras dar de salvadora.

Una vez ordenó con el poco control que el dolor le permitía conservar, entró a su habitación y al baño dentro de este. Sarada se quedó afuera. Quería que lo siguiera y lo ayudara, al menos, esa fue su interpretación. En su horrible manera de pedir ayuda, el Uzumaki lo hizo.

Con el botiquín en mano y aun fuera de la habitación, sintió como la corbata del uniforme ahorcaba su cuello, dejándola sin aire, corbata que ya había aflojado al salir de clases hacía bastante.

No sabía por qué todo lo que respectaba con Kawaki se volvía cada vez más incómodo.

Se obligó a entrar en la habitación en donde una vez siendo niños con Boruto, entraron a hurtadillas a buscar el balón que había entrado por la ventana mientras jugaban en el jardín trasero. Ese día fue el primero y último en entrar a su territorio, recuerda como fueron atrapados; el pelinegro le rompió las gafas y a Boruto le fracturó el hombro. También espichó su balón de unicornios.

Su habitación era como la de un adolescente cualquiera, con colores neutros y algún que otro afiche en pared. No era consciente si el frio en la habitación era por sus nervios, o porque solía ser así. Olía leve a un producto de limpieza que no lograba identificar. Pocas cosas adornaban el lugar. Cuando notó como el orden predominaba en cada esquina, retiró lo dicho sobre cualquier adolescente.

La habitación estaba a oscuras, así que no logró detallarla más. Sin la presencia del Uzumaki cerca, se acercó a la puerta del baño que estaba medio abierta y donde se podía escuchar un quejido bajo. Ahí se encontraba Kawaki sin camisa e inclinado sobre sus brazos en el lavado. A pesar de tener un espejo frente él, no notó su presencia.

Sarada dejó el botiquín cerca del lavado, aprovechando el ruido para anunciar su llegada.

El pelinegro estaba aun de espaldas en la misma posición, con su musculatura tensada, podía ver los raspones sobre su hombro y media espalda, también el color entre moráceo y verde que bordeaban los moretones.

Sus ojos se expandieron al encontrar en el omoplato derecho como se extendía en tinta el tatuaje de unas enredaderas inconexas.

-¿Disfrutas la vista? – preguntó burlón. Si no está mal, cree que es la primera vez en su vida que bromea con ella.

Puede sentir el rubor por vergüenza aproximarse, pero lo disimula con su reciente sorpresa.

- ¿Por eso no querías ir con mi mamá? ¿Por el tatuaje?

- Dios, eres insufrible ¿No puedes dejarlo de una vez? – ladró.

Se rio por lo autoritario que sonaba, el tono evasivo en su voz y su postura enojada. Abrió el botiquín de primeros auxilios, tiró el contenido encima de la mesa del lavamanos. No le importó que esté mal herido, así que lo agarró del hombro y pasó a sentarlo en el banco que había cerca.

- Se me olvidó que esperas que te ayuden sin rechistar – recriminó. El pelinegro hizo el amague de levantarse por inercia a la toque brusco de la azabache, pero esta afianzo el agarre – deja de ser un niño berrinchudo.

- Ese es tu papel, no te preocupes – masculló. El pelinegro se rindió en su sitio con la esperanza de terminar todo lo antes posible. El toque de las manos frías de la Uchiha sobre su piel expuesta, hacia que no pudiera evitar encogerse y apartar la vista.

Se quedaron en silencio mientras la Uchiha trabajaba, en un silencio y ambiente que podía desesperar a cualquiera. Podía sentir en su espalda como la azabache se tomaba su tiempo, quiso hacer una broma de querer tener más tiempo con él de esa forma, pero sabía que era porque trataba de ser cuidadosa.

El pelinegro estaba molesto, generalmente lo estaba cuando se trataba del grupo de amigos de su hermano, pero ni él sabía por qué era peor con la Uchiha. Eran desesperantes todos, ninguno se salvaba, sin embargo, había un recelo imposible de esconder con ella.

Podía ser la manera amiguera con la que trataba a todas sus novias, y lo bien que hablaban de la pelinegra con él cuando estaban solos. Lo sabelotodo que presumía ser, siempre había un comentario que sobrepasaba el intelecto de cualquiera. Lo privilegiada que era al librarse de problemas por venir de la familia que era, ¡incluso lo acababa de usar con su tío hacía un momento! Y, por si fuera poco, tener que verla en todas partes: en las cena, en las fotos familiares, en el cuadro de honor, en su casa, de camino al colegio y fuera de él… podía hacer una lista interminable.

No recuerda el no haberla odiado nunca. Antes era una niña tonta que solía evitarle, le tenía tanto miedo que no aguantaba mirarlo a los ojos o dirigirle un comentario, fue solo cuando le rompió esas estúpidas gafas rojas que tornó su actitud a una más defensiva.

Desde ese día nunca más volvió a tener un acto amable con él. Poco le importaba, la verdad.

Todo comenzó a cambiar cuando sus amigos y los hormonales de sus compañeros de clase, comenzaron a ver a la Uchiha de otra manera, una en la que involucraban a Kawaki en conversaciones en las que no quería ser parte, preguntado el número de esta, su dirección, su horario de clases. Estaba asqueado. La chica crecía cada vez más, y con eso, su grupo de admiradores.

Eran hombres, hablar de esas cosas era normal entre ellos. Pero cuando llegaron los comentarios subidos de tono y con la intención de querer cogérsela, tuvo por primera vez que poner un alto. Esa vez los imbéciles se disculparon y otorgando su reacción al querer defender a una hermana menor, pero por lejos se sintió así, él lo sabe. No quiso inmiscuirse en descubrir sus razones, así que aceptó el rol de hermano mayor que le dieron solo porque no quería algún rumor de noviazgo.

Lo dejó ahí y siguió su vida. Ignorando a la Uchiha como siempre.

Pero la hija de puta sin querer sacó el tema una vez más. Comenzó a salir con dos chicos de su grado, los mismos que alguna vez dijeron cosas ordinarias sobre ella. La primera vez lo dejó pasar, el rumor duró una semana, semana en la que se tragó su mal humor, pero la segunda vez; colmó su paciencia. Un tal Matt presumía habérsela cogido.

No dudó en enfrentarla. Le juró que no le importaba con quien dormía pero que al menos que se asegurara con quien lo hacía.

Ese día fue el enfrentamiento más grande de palabras entre ambos. Le dijo, a duras penas, que nunca había tenido nada con ese tipo. El pelinegro la acusó de ser una fácil y ella le dio la cachetada más dolorosa que alguna chica le haya dado en su vida.

Después de dos semanas, ese rumor fue desmentido y la mejilla le seguía doliendo.

Nunca se disculpó.

Sabía que era un imbécil en toda regla, también que esos sentimientos de enojo injustificado eran infantiles, pero ahí seguían. Actualmente, en el baño, con ella cuidado de él y después de ser el saco de boxeo de un universitario, no podía evitar ser hiriente.

-Podrías al menos decir gracias – espetó por lo bajo.

La Uchiha detrás detuvo lo que estaba haciendo, tomándose su tiempo para responder y dejando que el silencio respondiera por ella.

- ¿Qué? – preguntó el pelinegro ante su nula respuesta. Se dio la vuelta, revelando como la parte de sus abdomen también estaba maltratada - ¿No la merezco?

- Todos ustedes, sí – afirmó honesta – pero se siente equivocado agradecerte.

El Uzumaki frunció el ceño y cambió la mirada indiferente. Exhaló abrumado por sus palabras.

- ¿Por qué? Porque no dejé que me golpeara lo suficiente ¿tal vez? – indagó sarcástico.

- ¡No! ¿qué dices?

- No me creas imbécil, no soy como los otros idiotas. Te enoja que hablen mal de ese tipo, incluso después que te utilizó ¡incluso después golpear a tus amigos! – exclamó. Trató de mantener su tono de voz – Sarada, tu no viste lo que yo cuando llegué, la manera en que tu noviecito se reía con cada patada a Boruto.

Sarada tembló en su puesto, desubicándose en su postura y sintiendo como la corbata la ahorcaba aún más, dejándola exhausta físicamente.

-Mira, no superas a las personas de un día a otro – explicó. Tragó aire tratando de recobrar la compostura – Entiendo que está mal sentirse así. No tienes que entender las razones de mi empatía con él, pero no creas que me hubiera gustado verte peor que ahora, incluso si no nos llevamos bien.

La mirada de Kawaki se calmó, sabía que la estaba atacando de manera defensiva a lo expuesta que estaba. A su vista, la azabache estaba teniendo una batalla mental. La contraria se sentó encima del mesón con su mirada baja para seguir viéndolo a los ojos.

Se veía como el día en que la encontró en la banca.

Ya había detallado la cantidad de peso que había perdido hacía unos meses, lo cansada que se veía cuando llegaba tarde al colegio, sin embargo, como se veía hoy le daba lastima. Como si temiera el contestarle, el filtrar de sus palabras una y otra vez, como si le debiera algo.

Él podría ser un imbécil pero nunca atacaba de espaldas.

Se obligó a calmarse.

-¿Por qué está mal agradecerme? – preguntó bajo, viéndola hacia arriba y compadeciéndose de ella, tratando de alguna forma de girar el rumbo de la conversación.

Entiende que ella aun ama a alguien que le hizo daño a su mejor amigo. Entiende, sin siquiera escucharlo, que se odia por sentirse así.

-Porque tu nunca te has disculpado conmigo – susurró automático.

No tenía que preguntar las razones porque las conocía a la perfección.

- Gracias, Kawaki.

- ¿Por qué?

- Por ese día en el parque – sonrió leve. Sus mejillas estaban coloradas – solo por eso te agradeceré.

Ese día por alguna razón sus padres llegaron con una hora de retraso, tiempo suficiente para que la Uchiha pudiera seguir curándolo. El tiempo en ese baño pasó más lento de lo normal. Sarada y Kawaki estuvieron en ese pequeño espacio sin decir nada, incluso el pelinegro tuvo que tragarse todos los quejidos para no romper el silencio que los rodeaba.

El Uzumaki le daba la espalda, pero por medio del espejo podía verla, concentrada y con su mirada de lastima pura. Cuando llegó la hora de curarle la parte abdominal, ambos juraron telepáticamente, el no verse a los ojos, ya era demasiado incomodo como paras subir la tensión.

El plan fracasó como uno cualquiera hecho por Boruto. El director les había informado a todos sus padres la falta colectiva de sus hijos, a quienes habían bombardeado de mensajes y llamadas pero que habían ignorado por estar metidos de lleno en no ser masacrados. Absolutamente todos se coordinaron para no decir nada, revelar nombres o lugares, incluso después de que su historia fuera descubierta al poner el video de las cámaras del dichoso parque donde tuvieron la pelea con desconocidos.

Desenmascarando que nunca estuvieron en ese parque.

El precio de mantener la boca cerrada fue el ser castigados por seis meses.

Lo único que salió bien, fue el arreglo al coche de los padres de Inojin, quien se encargó de tener la plática más larga de su vida con su tío en el Taller.

Cuando Naruto llegó a la casa con Hinata hecha una furia, obligó a Kawaki meterse dentro del coche que iba en dirección del hospital. El grito de su tío Naruto hizo que también se metiera a la par del pelinegro.

Les hicieron miles de preguntas, los regañaron a ambos sin saber qué pasó todo el viaje y cuando llegaron al hospital, los padres de sus amigos también se encontraban en él. Shizune – la jefe de piso – les dio una sala para que pudieran hablar, pero fue un estallido de regaños por todos lados.

Cada vez que un padre hablaba, el castigo se duplicaba. Pero algo podrían estar de acuerdo todos, que, entre todos, quien peor regañaba fue la madre de Shikadai, preguntando a gritos donde estaba su hijo.

Hicieron un voto de silencio.

Dentro de todo Sarada estaba feliz de ser regañada con sus amigos a su lado.

Lo había extrañado.

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Actualizado: 03-07-2023

Próxima actualización: 03-08-2023

No soy fan de Bleach pero cuando era pequeña estuve enamorada de Grimmjow.

Por alguna razón estoy leyendo fics últimamente de Grimm.

Nunca cumplo la fecha de la próxima actualización, siempre me atraso o adelanto unos días.

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Gracias por leer.

Blue Heart.