- Bueno, Batman, – dijo Constantine, odiando todo sobre esto, – tengo que pedirte algo.
- Hn. – Dijo Batman, y Constantine supo que tenía toda su atención, aunque no dejó de ver las pantallas acomodadas frente a él. Turno en los monitores. A Constantine le alegraba que la Liga de la Justicia Oscura no tuviera que hacer eso.
(Al menos, él creía que no tenían qué. Si alguien en algún momento le dijo que sí, lo había olvidado rápido.)
- Necesito que investigues a quién me dejó esta carta. – Dejó caer la carta en el escritorio junto a Batman y flexionó sus manos. Sí, la magia en esa cosa era algo, pero era pasiva, por lo que podía ver; rastros tomados al estar alrededor de algo infinitamente más horrible. Era segura. Probablemente. No había lastimado a ninguna de las personas que la habían tocado entre el escritorio en el Salón de la Justicia y el Almanaque, que él supiera.
Batman levantó la mirada de forma breve antes de tomar la carta. La leyó, rápido, sin que su postura cambiara en nada.
- Hm. – Dijo, con el tono de su gruñido un poco más contemplativo. – ¿Lo que dice esta carta es legítimo?
- Bueno, – dijo Constantine, – solo digamos que leerla se sintió… – Su rostro se torció mientras intentaba encontrar las palabras para describir lo que había sentido. – Sí. Aun si este tipo no tiene todo lo que dice tener, tiene… bastante. Hay rastros en la carta, mágicamente hablando.
- ¿Cuál es el efecto de ello?
- No tengo idea. – Dijo Constantine. – Ni siquiera noté esto. Al menos, podría usar cualquier hechizo que quiera en mí. El alma es bastante íntima.
Apretando un botón, las pantallas se oscurecieron. – No deberías estar aquí arriba si estás comprometido.
- ¡Oye, ni siquiera supe de esto hasta hace diez minutos!
- Regresa a tierra. – Batman se levantó y se cernió sobre él. – Voy a investigar quién envió esta carta y te diré lo que encuentre.
Lo más probable es que eso fuera lo mejor que Constantine iba a conseguir. Honestamente, ni siquiera quería estar en esta trampa mortal voladora glorificada.
Pero no le gustaba sentir que lo estaban echando.
- Voy a necesitar que me regreses la carta. Tengo que hacerle mis propias pruebas. Tener una idea de con qué estamos lidiando. Cosas mágicas.
Batman se la regresó. – Te acompañaré a los Tubos Zeta.
- ¿A qué te refieres con que alguien compró tu alma? – Preguntó Zatanna. – Creí que la habías vendido hace años.
- Sí, pero supongo que las almas pueden ser revendidas. Debí haberme dado cuenta de que los demonios intentarían replicar toda la mierda bancaria que tenemos aquí.
- ¿Perdón?
- No importa. – Dijo Constantine, recargándose hacia atrás en la silla. Se inclinó de forma peligrosa, con la pata débil doblándose. – Sí la vendí. La vendí un montón. Hice que nadie pudiera reclamarla sin que los otros enloquecieran. Puse unos límites de tiempo en algunas de las primeras, eso funcionó bien, pero, eventualmente, eso ya no funcionó, nadie haría un trato así, y me di cuenta de que mi alma era una causa perdida de todas formas… – Metió sus manos en sus bolsillos y jugueteó con la tapa de su botella.
- No te atrevas a empezar a beber mientras estoy aquí.
Él se movió hacia adelante. – Por lo que sé, lo que está escrito en la carta es cierto, en lo que respecta a ser el dueño. Todo lo de perdón y de reunámonos, no tanto.
Tenía unas ideas de cómo lidiar con ello. Pero no estaba seguro de que funcionaría, y el tipo –si siquiera era un tipo– era un extraño total.
Se encogió de hombros. – Esperaba una segunda opinión. – Y tal vez un poco de… confort. Algo. Parecía que las únicas veces que veía a Zatanna hoy en día era si los Tontos de la Justicia se metían con cosas a las que nadie cuerdo se les acercaría.
(La extrañaba.)
(Extrañaba cuando estaban juntos.)
(Lo cual era estúpido de su parte. Pero nunca dijo que no lo fuera.)
(Pero ella quería mantener las cosas profesionales. Así que él lo intentaría.)
Zatanna caminó alrededor de la mesa. Estaba claro que, a excepción de la carta, Constantine puesto mucho esfuerzo en limpiarla (arrojándola a la superficie más o menos plana más cercana, el asiento de un viejo sofá.)
- No sé qué más puedo decirte. Hay magia aquí, pero son rastros, y están… confusos. ¿Te molesta?
- Adelante, amor. – Y ahí quedó lo de ser profesional. Pues lástima. Algunas cosas simplemente salían solas.
Zatanna asintió, sin siquiera darse cuenta. – Alever sut soterces. – Dijo, contemplando la carta intensamente. Negó con la cabeza. – Alever senoicidlam. No, sin maldiciones, al menos. ¿Eso es bueno?
- Sí, supongo. Pero no necesita maldecirme con la carta si tiene todo lo que dice que tiene.
- No te rindas todavía. Déjame intentar unas cosas más. Azilana le negiro ed sol sortsar socigám ne al atrac. Wow, uh.
- ¿Qué?
- Bueno, como dije, hay toda clase de rastros mágicos en esta cosa. Magia demoniaca, lo cual es de esperarse, un poco de la tuya, algo de lo ambiental que el Almanaque recolecta… pero hay mucha magia espiritual.
- ¿Crees que estamos lidiando con algún chamán? ¿Un invocador? – Además de los demonios y quién sabe qué más, por supuesto.
- Tal vez. – Dijo Zatanna. – Hay muerte, también, pero no sabría decirte si es magia de muerte o nigromancia.
Constantine gruñó. – La diferencia es académica. Estoy jodido. Supongo que debería agradecer que no me dio con una compulsión para ir y arrastrarme frente a él, sintió la necesidad de darme una advertencia antes de torturarme por diversión o lo que sea que les guste hacer a los nigromantes.
Zatanna hizo una mueca, pero hablaba por sí solo el hecho de que no negó que fuera una posibilidad.
- Solo prométeme que no buscarás a esta persona tú solo.
- Sí, el murciélago está en esto. Lo conoces. Tipo alto que da miedo. Detective de fama mundial. Tan aburrido que da miedo con todas sus reglas.
- Eso no es lo que quise decir. – Dijo Zatanna. – Vas a necesitar respaldo mágico para esto. Llámame. O al menos alguien que sepa lo que hace.
Lo opuesto a lo que quería hacer, en realidad. Las personas morían a su alrededor lo suficiente sin que él tuviera que arrastrarles a sus problemas, y este era un problema masivo.
- No te prometo nada.
Como Constantine en realidad no podía hacer nada más sobre la carta o lo que decía (además de gritar en su mente y maldecirse a sí mismo), decidió seguir con su vida. Exorcismos, investigaciones, un poco de apuñalar vampiros, unas cacerías de fantasmas (decepcionantemente secas). Cosas normales.
Al menos, era normal hasta que los demonios empezaron a huir de él. Usualmente no hacían eso, ni siquiera los débiles. Él tenía una reputación, pero no una así. Su reputación era de ser un tramposo y un estafador… y alguien que provocaba que las personas cercanas a él murieran. Nada de eso ahuyentaba a demonios sanguinarios, quienes eran difíciles de matar, y quienes usualmente tenían alguna conexión con el viejo Lucy.
Pero ahora estaban huyendo, y no solo los débiles. Ni siquiera estaban peleando con él. Que no le arrojaran fuego infernal era agradable, pero los demonios no eran agradables. Nunca.
Así que, ¿qué más podía hacer, además de atrapar uno?
Caminó alrededor del círculo, confirmando que la pelea con el diablillo no hubiera borrado ninguna de las líneas. Había cometido errores así antes, y nunca eran bonitos.
- Entonces, – dijo, encendiendo un cigarro, – ¿por qué un demonio como tú huiría de mí?
El demonio, de forma predecible, le gruñó. Constantine puso los ojos en blanco. Típico.
- Voy a volver a preguntarte otra vez, y si no respondes, las cosas se van a poner muy feas para ti. – Señaló al círculo. – Léelo si no me crees.
El demonio se arqueó como un gato, lo cual fue una decisión interesante considerando que no tenía forma de gato.
- Nos estabas persiguiendo, John Constantine. – Dijo en una voz grave que contradecía su tamaño.
- Sí, y usualmente esa es su señal para atacarme. ¿Qué cambió?
El demonio se rio, molesto y agudo como una tetera hirviendo. – ¿Qué cambió? ¿Qué cambió? John Constantine, tú sabes qué es cambió.
- Sígueme la corriente.
El diablillo se rio y comenzó a caminar dentro del círculo. – ¿Quién es tu dueño, John Constantine? – Le preguntó con una voz sedosa. – ¿Dónde está tu alma, John Constantine? No está contigo. No está con el Primero de los Caídos. No está con ninguno de los príncipes del infierno, o con ningún dios en su palacio. ¿Quién es tu dueño, John Constantine?
- ¿Qué, estás diciendo que solo porque Lucy ya no tiene derecho sobre mi cuando muera, ya ninguno de ustedes está interesado? Intenta otra vez.
- ¡Tonto! – Gritó el demonio, y ahora sonaba perturbadoramente humano. – ¡Tonto! ¡Tonto! Un tonto eres, pero nosotros no, oh no. No, no, no, no lo somos. ¿Qué cosa podría robarles? ¿Qué cosa podría satisfacer a tantos demonios? ¿Qué cosa podría tener tal esencia que se aferra a ti incluso ahora? ¿Quién es tu dueño, John Constantine?
Esas eran unas buenas preguntas. – ¿Tienes un nombre para mí, o estás diciendo que no sabes, solo estás tan asustado por la idea que estás temblando en tus botas? Escamas. Lo que sea.
- No te burles de nosotros, John Constantine. – Dijo, sonando como un verdadero demonio una vez más. – ¡No somos tontos! Sabemos que sufrirás.
Sí, bueno, ese era el estado natural del universo, ¿no? En cualquier caso, no parecía que este pequeño punk tuviera una idea de lo que estaba hablando. No solían ser muy inteligentes, solo lo suficiente como para repetir lo que oían de los demonios más poderosos y lo suficientemente tontos como para entregar esa información cuando se les amenazaba con hechizos de atadura básicos.
Lo mandó de vuelta al Infierno con un gesto de sus dedos.
Entonces. Quien fuera o lo que fuera que había conseguido el alma de Constantine, daba el suficiente miedo como para que los demonios no quisieran llamar su atención al involucrarse con Constantine. Lo cual no era, bueno, no bueno. La historia de su vida.
Había sabido que tenía que ser algo malo, seguro. Tenía que serlo, para conseguir todos los contratos de Constantine. Constantine no le había vendido su alma a cualquiera. Esos tres primeros bastardos en especial tenían poder. Mierda, habían curado su cáncer de pulmones terminal. Parcialmente para evitar una guerra, pero principalmente por ser infantiles.
Aunque siendo sinceros, después de eso, él no había sido tan perspicaz. O cuidadoso con sus palabras. Pero sabía que siempre y cuando el viejo Lucy tuviera sus ojos en él y un dedo en su alma, nadie se atrevería a recolectar.
Para lo que le sirvió eso, al final.
¿Con quién negociaría Lucifer? ¿Por qué abandonaría el derecho de torturar a Constantine eternamente post-mortem?
Constantine se estaba hartando de no saber. Estaba tentado a simplemente ir a ese punto de reunión, pero sin más información, eso sería imperdonablemente estúpido. Constantine no era estúpido. Usualmente.
Su comunicador de la Liga de la Justicia (impuesto sobre él por el murciélago) sonó de forma molesta al fondo de uno de sus bolsillos. Había olvidado que estaba en su gabardina. Buscó en sus bolsillos, molesto, mientras sonaba otra vez. Más valía que fuera importante. Lo encontró bajo una bolsa arruada de papas y lo sacó con una lluvia de migajas.
- ¿Qué? – Dijo cortante.
- Constantine. – Vino la voz profunda y grave de Batman. – Tengo noticias.
Bueno, mierda. – ¿Vas a compartir esas noticias este siglo?
- Sería mejor discutirlo en persona. No tienes una computadora segura.
- Jesús. – Dijo Constantine. Habría discutido pero, técnicamente, Batman estaba haciéndole un favor. – Está bien, paranoico demente. ¿Dónde?
"Dónde" resultó ser un cuarto de interrogación de bajo riesgo en el Salón de la Justicia. Constantine no era un fan de este arreglo, pero lo entendía. Estaba comprometido, o lo que sea, y los cuartos de interrogación eran privados y tenían pantallas para video.
Por otro lado, era en Estados Unidos, y ni siquiera los Tubos Zetas podían ayudar con el desfase horario. Y lo peor, era que no se podía fumar.
Batman lo escoltó personalmente al cuarto, y prendió la pantalla principal con un control remoto. Fotos de un adolescente pálido con ojos azules y cabello negro aparecieron. Fotos escolares, principalmente, pero algunas parecían identificaciones, una era la portada de una revista, y otra parecía como un avatar en un video juego.
- ¿Reconoces a este chico?
- ¿Uno de tus hijos? – Preguntó Constantine.
- Responde la pregunta.
- No, no lo conozco. ¿Debería?
- Él es el que entregó la carta.
- Estás bromeando.
Como respuesta, Batman presionó el control otra vez, mostrando videos de vigilancia del escritorio principal del Salón de la Justicia tomados desde varios ángulos. Los videos empezaban viéndose normal, la característica grabación de alta calidad y precio de una organización asociada con Batman
Pero entonces, estática las cubrió. No la suficiente como para obscurecer la figura entrando en la escena, pero suficiente para ser obvio. El chico de las fotos. Caminó hacia el escritorio, tuvo una corta charla con la recepcionista durante la cual entregó la carta, y se fue, llevándose la estática con él.
- Bueno, mierda. – Dijo Constantine. Había pasado tiempo desde que había visto a un demonio tomar una forma así, pero suponía que éste se debió de haber enterado que tenía un punto débil con los niños. O tal vez este era un niño. Un niño demonio. Constantine creía haberse encargado de todo esto, pero no habría sido la primera vez que la cagara, y toda esta situación era una colección de cagadas.
- ¿Sabes qué pudo haber causado la estática?
- Un montón de hechizos, pero apuesto a que Zatanna ya te había dicho eso.
- Hm. – Dijo Batman. – El nombre del chico es Daniel Fenton. Tiene quince años, y su mayor reclamo a la fama es descubrir que un gorila de lomo morado prestado a su zoológico local era hembra. También hace apariciones ocasionales en los tableros del videojuego 'Doomed', donde es un jugador bien conocido.
- Un demonio jugando videojuegos. Ahora lo he visto todo. – No es que los demonios no pudieran tener pasatiempos, solo que a él no le importaba saberlo si no era relevante para sacarles la mierda a golpes o engañarlos para que tomaran un baño de agua bendita. Aunque bueno, existía la posibilidad de que 'Daniel' no fuera un demonio. – ¿Hay un punto en esto?
- Estableciendo los hechos. – Dijo Batman. – Es posible que te lo hubieras encontrado en el Internet.
- ¿Parezco alguien que juega videojuegos?
Batman presionó otro botón, y un mapa apareció en la pantalla, con un punto parpadeante en medio de la nada, Estados Unidos. – Daniel vive con su hermana mayor, Jasmine, y sus padres, los doctores Jack y Maddie Fenton en Amity Park.
- ¿Amity Park? – Repitió Constantine.
- ¿Te es familiar?
- Creo que lo investigué una vez. Se supone que tiene muchos espíritus. Tal vez el velo es un poco delgado, pero no se compara con la Torre de Londres, o el Museo Británico. No creerías lo que todas esas tumbas robadas pueden hacer juntas. Tú ciudad permanentemente nublada tiene más espíritus. Es un camino sin salida.
- Tal vez no. Los doctores Fenton son amigos con el billonario Vladimir Masters, pero sus ingresos provienen principalmente de sus inventos patentados, los cuales incluyen tostadoras de "marcas" personalizadas, papel de baño de alta eficiencia, equipo de acampar ultraligero, varios tratamientos contra el envenenamiento por radiación, y varios objetos que han sido marcados como clasificados por el Departamento de Seguridad Nacional y el Departamento de Energía, por su uso de fuentes de energía peligrosas.
Las cejas de Constantine se alzaron. Científicos locos metiéndose con radiación usualmente no eran su especialidad. O algo que manejara, en realidad. – ¿Crees que buscaron en lo oculto por su "fuente de energía peligrosa"?
- Posiblemente. – Dijo Batman. – Además de sus inventos, son moderadamente bien conocidos en las comunidades caza fantasmas, lo cual explica su presencia en Amity Park. Sin embargo, todo lo que han escrito en el tema indica que creen que los fantasmas tienen una explicación estrictamente científica. También, – continuó Batman, y las orillas de su boca se fruncieron un poco más, – creen que los fantasmas no sienten y no piensan.
- Entonces, no tienen idea de lo que están hablando. Solo unos grandes cerebros que fueron atrapados por la clase de fraudes que comenzaron la locura de las sesiones espiritistas. Genial. Estoy seguro de que Deadman amaría hablar con ellos. Si pudieran verlo. – Se frotó la barbilla. – Pero deben haberse encontrado con algo real si su hijo está haciendo todo esto. O si lo que luce como su hijo está haciendo todo esto.
- ¿No crees que Daniel Fenton sea el del video?
- Déjame ponértelo así. Las probabilidades de que un niño cualquiera pudiera engañar a los demonios a los que les vendí mi alma son las mismas a que tú desarrolles un sentido del humor. En el mejor de los casos, solo está poseído, o es alguna clase de fenómeno como Klarion.
Batman gruñó como respuesta. – Hace aproximadamente seis meses, Jack Fenton compró un 'autentico contrato demoniaco de alma' en Ebay.
Constantine abrió y cerró su boca varias veces. – Estás bromeando.
- Como bien sabrás, no tengo sentido del humor.
- Dios mío. ¿Ebay?
- El vendedor era un hombre llamado Eric Chambers. Zatanna lo investigó esta semana. Él es, al parecer, un demonologo principiante quien quería 'salirse del juego' y estaba en el proceso de vender toda su parafernalia mágica. Le vendió varias versiones adicionales de tu contrato a otra compradora en Amity Park. Una asociada conocida de Daniel Fenton llamada Samantha Manson. ¿Alguno de esos nombres te suena familiar?
- No exactamente. – Dijo Constantine. – Pero… ¿Ebay? – Nunca había creído que su alma fuera algo especial, pero al menos creía que valía lo suficiente como para no ser revendida en Ebay. – ¿Y cómo es que ese tal Chambers los consiguió?
- Al parecer, los demonios que invocó ya no los querían, y él estaba bajo la impresión de que podía "ponerte a su servicio" si conseguía las suficientes. – Entonces el tipo que tenía su alma ni siquiera había sido el primero en tener la idea. Brillante.
- ¿Eso es todo?
- Podría decirte las calificaciones y hábitos de navegación de Daniel Fenton. – Dijo Batman. – Y aquellos de sus amigos y asociados cercanos. Además de sus padres y su reciente involucración contigo, es ordinario.
- ¿Entonces el asunto con el gorila es ordinario?
- La mayoría de las personas tienen al menos un evento excepcional en sus vidas. Sería más extraño si no lo tuviera. – Pausó, viendo duramente a Constantine. – ¿Cuál es tu primera impresión?
- Que me van a joder-
- Respecto a cómo Daniel Fenton se involucró en esto. -
- Como dije, ese probablemente no es Daniel Fenton. Si tuviera que adivinar… si tuviera que adivinar, diría que después de que el papá de Fenton consiguió ese contrato, se puso a jugar con él. Algo como un contrato genuino puede ser usado para muchas cosas. Tiene las firmas mágicas tanto del demonio original como la de cualquier pobre bastardo que lo firmó. Si tienes eso, puedes llamar al demonio. – Levantó las manos, imitando una báscula. – Demonio, adolescente estúpido sin experiencia… – La inclinó a un lado. – Tú me entiendes.
Y sí, ¿no era genial que podía causar la muerte de las personas al simplemente dejar su basura botada por todos lados? No había aprendido nada de la arena del sueño.
- ¿Crees que Daniel Fenton invocó a un demonio que lo poseyó, el cual entonces procedió a recolectar tus contratos?
- Sí. ¿Puedes poner una foto del contrato que Jack Fenton compró?
Batman examinó el control brevemente, para entonces pasar rápidamente por varias diapositivas, deteniéndose, al fin, en un clásico contrato demoniaco de alma. Constantine había firmado muchos como ese, así que tuvo que entrecerrar los ojos y leerlo detalladamente línea por línea. No es como que se hubiera memorizado la escritura de cada demonio con el que hiciera un contrato. De hecho, se había memorizado la escritura de exactamente cero demonios. No escribían mucho, y u obtenías rallones ilegibles o escritura gótica igualmente ilegible.
Llegó al nombre y maldijo. – Ese tipo no tiene el poder para ir contra el Primero de los Caídos. – Se rascó la barbilla vigorosamente.
- Es posible que Chambers les enviara un contrato diferente a los Fenton, – dijo Batman, – o que Daniel fuera… infectado después de recibir los otros contratos. – Aparecieron más fotos en las pantallas. – Sin embargo, hay un problema con esta teoría.
- ¿Sí? – Preguntó Constantine, ya escaneando los contratos. Al murciélago no le gustaban las ideas de Constantine. Nada nuevo.
- El comportamiento de Daniel no tuvo ningún cambio significativo en esos seis meses. Pero si regresamos a poco más de un año atrás, a cuando estaba entrando en la preparatoria, sus calificaciones decayeron y varias acciones disciplinarias se anotaron en su registro. Las calificaciones de sus amigos cercanos sufrieron golpes similares, aunque más leves, al mismo tiempo.
- Crees que pudo haber sido poseído antes.
- Creo que algo le pasó en ese tiempo. No estoy convencido de que fuera posesión.
Constantine negó con la cabeza. – Para empezar, ninguno de esos tipos es lo suficientemente fuerte. Tal vez si estuvieran trabajando juntos… nah. Ninguno de ellos podría trabajar juntos. Es por eso que les escogí. – Se frotó los ojos. – Pero tampoco creí que alguien podría conseguir todos mis contratos, así que quién sabe.
- ¿Estás seguro de que la posesión es la única solución?
- Dios, no. Diablos, podríamos estar lidiando con un cabal de homo magi, o alguien que volvió de la tumba y en serio me odia, eso explicaría la magia de muerte en la carta, cuando menos, o tal vez hay un dios por aquí a quien le encanta verme sufrir. Estoy en blanco. Nunca había oído de este niño. Nunca había oído de su familia. Apenas he oído de Vlad Masters. No tengo nada.
- Hm. – Dijo Batman. – ¿Qué planeas hacer?
- ¿Asumo que ignorarlo por siempre no es algo que me dejarás hacer?
- No.
- Entonces supongo que voy a tener que investigar.
- En ese caso, – dijo Batman, sacando un gran sobre de papeles de su capa de alguna forma, – tendrás que saber más sobre Daniel Fenton, sus asociados, y Amity Park. – Botó la carpeta en la mesa con un golpe seco.
- Genial. – Dijo Constantine. – Justo lo que quería. Tarea.
Constantine y Zatanna usaron el tubo zeta a la ubicación más cercana a Amity Park. Batman les había conseguido un auto en renta 'imposible de rastrear', el bastardo paranoico. Los demonios usualmente no tenían las habilidades necesarias para rastrear matrículas.
Pero bien, podía haber más que demonios involucrados. Aun si tampoco los nigromantes tenían habilidades fuera de la nigromancia.
¡Pero podía haber chamanes! ¡Ellos eran bien conocidos por sus habilidades tecnológicas!
Sí, claro. Era posible, pero no probable.
- Podría teletransportarme, ¿sabes? – Le dijo a Zatanna. – Ambos podríamos teletransportarnos.
- ¿En el territorio de un mago desconocido?
Constantine puso los ojos en blanco y recargó su cabeza contra la ventana del auto. - Me sorprende que el murciélago no venga con nosotros.
- Sabes que sí viene. – Dijo Zatanna. – Diría que las probabilidades de que ya esté ahí son 50-50, si tuviera algún deseo de apostar contigo.
- ¡Oye! Podría cumplir. ¡Ahora tengo un trabajo estable!
Zatanna negó con la cabeza. Constantine bufó.
- Voy a tomarme una siesta. Puede que sea la última.
- John, – dijo Zatanna, – no vas a morir. ¿No crees que esto es un poco… excesivo, considerando todas las cosas de las que te has escapado antes?
- Nadie había tenido toda mi alma antes. Y ya me voy a dormir. Despiértame cuando lleguemos ahí.
Muerte.
Eso es lo que sacó a Constantine de sus sueños y lo llevó a una pesadilla, y de ahí a la vigía. La sensación no se disipó. Se hizo más fuerte.
Volteó a ver a Zatanna, quien seguía manejando. Sus nudillos estaban blancos, sus hombros tiesos.
- Qué diablos. – Dijo Constantine con voz tosca.
- Ha estado creciendo en cuanto más nos acercamos a Amity Park. – Dijo Zatanna. – No se siente… activamente maligno… es más como si estuviera cubierta por espíritus. Ha estado creciendo lentamente.
Constantine pasó saliva e intentó quitarse las lagañas de los ojos. – Eso- ¿dónde estamos?
- A diez minutos de Amity Park.
- No. He estado en Amity Park. No se siente así. Es aburrido.
- Bueno, – dijo Zatanna, cansada, – algo cambió. Al menos sabemos de dónde agarró la carta toda esa magia de muerte.
Constantine respiró hondo por la nariz. – Sí, hay suficiente aquí para que yo la sienta. Dios. – Su piel se estaba erizando. Se sacudió con todo el cuerpo. – Mejor me quedo despierto. ¿Te molesta si pongo mis protecciones?
- Adelante.
Constantine entró al comedor y miró a su alrededor. Era bastante estadounidense. Retro. Callado. No muy limpio, pero Constantine había estado en lugares peores. El aire olía fuertemente a canela, café, y chocolate caliente. No era la clase de lugar en el que usualmente negociaba por su alma, o negociaba su alma, según fuera el caso.
Un agresivo cartel de "No Fumar" estaba puesto junto a un cartel alegre de "toma asiento". Constantine le mandó una mirada fulminante. A veces parecía que ya no había dónde fumar en todo el mundo.
Daniel Fenton, fácilmente reconocible por una legión de fotos escolares y una identificación del campamento de astronautas junior, estaba sentado solo en una mesa, con una taza de chocolate caliente con crema frente a él. Mecía sus piernas adelante y atrás mientras escribía en una libreta. A unas mesas de distancia, sin ser tan sigilosos como claramente creían, estaban sus amigos Manson y Foley.
Zatanna había entrado al comedor antes que él, claro está, y Batman probablemente estaba… en algún lado. Solo Dios sabía dónde. Constantine conocía gente que se podían hacer invisibles y cambiar de formas que no eran tan buenas como Batman.
Antes de entrar, Constantine había terminado de poner sus protecciones. Sus bolsillos estaban llenos de toda clase de pruebas, encantos, y apotropaicos. Al meter sus manos en sus bolsillos, una botella de spray cupo fácilmente en ésta.
Caminar hacia la mesa se sentía como caminar a su ejecución. Hizo la comparación con confianza, porque tenía la experiencia necesaria. Cuando se detuvo junto a la mesa, Fenton levantó la mirada. Al principio su expresión fue de confusión, pero en menos de un segundo sonrió, claramente contento.
Constantine también tenía experiencia en rociar demonios con agua bendita.
Fenton se sobresaltó, pero no empezó a aullar o derretirse. Lástima.
- ¿Me acabas de rociar con agua bendita? – Preguntó Fenton, parpadeando con una expresión de sorpresa realista.
- Tengo que saber con qué estoy lidiando. – Dijo Constantine.
- Bueno, no soy un demonio. – Su ceño se frunció un poco. – O un diablo.
- ¿Entonces qué eres? – Preguntó Constantine.
Fenton se encogió de hombros. – No lo sé. ¿Un demonologo novato? No tengo entrenamiento en estas cosas, y tal vez sea por eso que todo esto pasó. – Se acercó su chocolate caliente a sí. – Oh. Le diste a mi crema batida con tu agua…
- ¿No tienes entrenamiento?
- No en esto. – Remarcó Fenton. – Tengo que ir a la escuela.
Y al campamento de astronautas, asumiendo que éste realmente fuera Daniel Fenton y no algo poseyendo o fingiendo ser él.
- Pero bueno, ¿vas a sentarte, o…? – Fenton lo miró de arriba abajo.
Constantine lo fulminó con la mirada y se sentó. Y le arrojó sal (purificada) a Fenton.
- Oye, – se quejó Fenton, – vas a arruinar mi chocolate caliente. Rayos. – Levantó la taza, pegándola a su pecho.
Constantine aprovechó la oportunidad y tomó su libreta, pasando las hojas.
- ¿Matemáticas? – No pudo evitar decir.
Fenton volvió a poner la taza en la mesa y se acercó para recuperar su libreta. – Como dije, tengo que ir a la escuela. Por eso solo puedo estar aquí los sábados. Te perdiste las últimas reuniones. – Fenton resopló. – Sé que esto no es lo más ideal, pero ¿podemos trabajar juntos en esto? En realidad no quiero ser dueño de tu alma.
- Oh, sí, buena forma de mostrarlo, colega. Sé a quién y a qué le vendí mi alma, y no creo que negociaras con ellos sin ningún entrenamiento. – O que fuera humano, pero siempre y cuando siguiera manteniendo la fachada, probablemente no intentaría comerse la cara de Constantine.
- No dije que no tuviera ningún entrenamiento. Solo que no en esto. No sé exactamente qué puedes hacer además de malas decisiones relacionadas a demonios, pero tuviste semanas para investigar. Tienes que saber de los fantasmas.
- Tal vez. ¿Y ellos qué?
- Mis padres los investigan. Luchan con ellos, a veces. Es complicado. Los demonios no fueron mucho más difíciles de manejar.
- Les vendí mi alma a archidemonios.
- Sí, y ellos apestaban, la verdad. – Fenton se mordió el labio. – Mira, sé que no confías en mí. Yo no confiaría en mí, pero lo que hice para conseguir tus contratos no fue nada que nadie más pudiera hacer. La mayoría ya no los quería. El primer montón se lo compré a un tipo en Ebay. Uno de ellos me pagó para quedarme el contrato, porque odiaba bastante la muñeca en la que lo escribiste. La mayoría de los demás solo querían que te causara problemas, lo cual creo que sí pude hacer.
A Constantine ya se le había olvidado la muñeca. – ¿Y los archidemonios? Sé bien que han esperado poder torturarme por siempre, así que dudo que simplemente te fueran a entregar los contratos solo para "causarme problemas".
- Oh, sí. A ellos les robé. También hubo unas personas a las que golpeé.
- Los demonios no son personas. Son demonios.
- Claro que son personas. Solo son personas malvadas. Pero solían ser ángeles o algo, ¿no?
- … no. – Dijo Constantine.
- Okey, bueno, – Fenton se volvió a encoger de hombros, – siguen siendo seres que piensan, ¿no? Así que son personas.
Honestamente, Constantine no sabía qué decir a eso.
- Bien. – Fue lo que dijo. – No vas a decirme cómo conseguiste los contratos o qué eres. ¿Es mucho pedir que te dignes en decirme por qué hiciste esto?
- Soy un adolescente, ¿por qué hacemos lo que hacemos? – Fenton tomó un sorbo de su chocolate. – En sí, creí que sería gracioso.
- ¿Disculpa?
- Creí que sería gracioso. Digo, mi papá compró el primero, porque pensó que le ayudaría en su investigación de los fantasmas, pero no pudo, así que me dejó quedármelo. Le pregunté a Jhonny al respecto, y me dijo sobre tus contratos, así que yo-
- ¿Quién es Jhonny? – Interrumpió Constantine. – ¿Un amigo demonio tuyo?
Él sí tenía una estrategia, más o menos. La mayoría de los seres mágicos ultrapoderosos tenían un límite a la molestia y la falta de respeto que toleraban, aun cuando estaban disfrazados. Constantine tenía un don en encontrar esos límites.
También, tal vez, el acto del adolescente ingenuo lo estaba confundiendo. Era bastante convincente.
- No, para empezar, él está muerto, no-
- Oh, ¿así que aceptaste consejos sobre demonios de alguien que apareció muerto justo después de hablarte de mí? Eso suena brillante.
- Él es un fantasma. Ha estado muerto al menos desde los noventas, y dudo que tuvieras algo que ver con eso. Creo que Jhonny murió en los ochentas.
- ¿Un fantasma te habló de mí?
- Sí. No sé qué es lo que los hechiceros o magos como tú puedan hacer o sentir, pero si investigaste Amity Park, deberías haber visto que hay muchos fantasmas aquí. No es solo una trampa de turistas. Esa… es una de las otras cosas de las que te quería hablar, si conseguía juntar suficientes contratos tuyos para convencerte de venir.
- ¿Qué quieres decir?
- Bueno, no todos los fantasmas son agradables. Lo dije en serio cuando dije que tus demonios apestaban. Eso es comparados con los fantasmas. Y a veces a las personas que vienen a cazar a los fantasmas. – Fenton tamborileó sus dedos en la mesa, nervioso. – Es como lanzar una moneda al aire para ver qué grupo causará más daño. Los Chicos de Blanco en especial son horribles. Sería bueno si la Liga de la Justicia pudiera investigarlos. – Su voz adoptó un tono de esperanza.
- Compraste mi alma para avisarle a la Liga de la Justicia de… chicos de blanco.
- Están con el gobierno. Presuntamente. Nadie sabe qué se les llama exactamente. Y persiguen a la gente gritando sobre muchos y muchos experimentos dolorosos. Los estoy citando.
- Sabes que la Liga de la Justicia tiene una línea de reportes.
- Ya lo intenté. – Fenton tomó un enorme trago de su chocolate.
- No te creo.
- Si se quedan aquí lo suficiente, tus amigos y tú podrán ver a los fantasmas por ustedes mismos.
Constantine ya podía sentir a los fantasmas. O por lo menos, la penetrante y abrumadora sensación de muerte que impregnaba a esta ciudad. No tenía duda de que ocurría algo que necesitaba la atención de la Liga de la Justicia Oscura. Además de lo que sea que estuviera pasando con Fenton.
Pero su atención fue capturada por otros dos puntos.
Uno, que no creía que Fenton hizo todo esto solo por una mezcla entre burlarse de John y llamar la atención de la Liga de la Justicia. Aunque tuviera contactos con fantasmas o no, robarle a archidemonios no era algo que cualquiera hiciera porque sí.
Dos, Fenton dijo amigos. Entendería si hubiera descubierto a Zatanna, pero el plural significaba que también había visto a Batman.
No se permitió reaccionar. – Nadie le roba a archidemonios para hacer un reporte. O por diversión.
Fenton se veía culpable, con un sonrojo extendiéndose por sus mejillas. – No quería mencionarlo, ya no me parecía apropiado. Y la otra cosa no es… relevante.
- ¿Por qué no me dejas decidir a mí lo que es relevante? – Preguntó Constantine, aun cuando todos sus instintos le gritaban mal mal mal. – Esta es mi alma de la que estamos hablando.
- Ya sé, ya sé. – Dijo Fenton. – Pero tú no…- Se volvió a pensar qué decir. – La otra cosa es que unos de mis amigos pensaban que necesitas una intervención. También queríamos ver tu rostro cuando… interviniéramos. Sí, creímos que se vería justo así. – Fenton le apuntó con el dedo.
Constantine hizo su mano a un lado. Casi estaba convencido de que Fenton era… bueno. No normal, pero tal vez no era homicida, ni estaba particularmente interesado en esclavizar a Constantine o torturarlo por la eternidad. Era una mejora, comparado a las otras cosas a las que les había vendido su alma en el pasado. Tal vez.
(Eso de ser un adolescente definitivamente era un punto en la columna negativa. Junto con todo eso de la humillación y la burla.)
- ¿Qué más? – Exigió.
El rostro de Fenton se torció con pena y celos. – Tú puedes subir al Almanaque, ¿no? – Preguntó. – Puedes ir al espacio.
- ¿Y?
- Y, yo quiero ir al espacio. Iba a, um. Iba a… pedirte que me llevaras allá. Solo para ver.
Infiltrarse en el Almanaque era un motivo mucho más obvio, pero… Constantine recordó la identificación del campamento espacial.
- Digo, yo nunca voy a poder ir con mis calificaciones. Luchar contra demonios para hacerlo parecía… más fácil. – Se encogió de hombros, y comenzó a encorvarse. – Iba a devolvértelos, ¿sabes? Tus contratos. No me los quería quedar. O tu alma. – Se volvió a enderezar. – Pero bueno. Nada de eso importa ya. Tenemos un problema que resolver.
- ¿Qué se supone que significa eso?
- Bueno, como expliqué en mi carta, los contratos… explotaron.
- No, espera, ¿a qué te refieres con que no importa?
- Bueno, si esto no hace que dejes de vender tu alma, no sé qué lo hará, la Liga de la Justicia ahora sabe de Amity Park, no voy a hacer que me lleves al Almanaque cuando no te puedo regresar tu alma, y lo de la diversión pasó en el momento en que mi amigo me dijo que esto puede ser permanente.
- ¿Este amigo también está muerto? – Dijo Constantine.
- No, él más bien está en la categoría de nunca vivo.
Lo cual probablemente explicaba la magia espiritual que Zatanna había detectado en la carta.
- Él cree que es porque algunos de tus contratos decían después de morir en vez de cuando estés muerto, así que, como no había nadie más que pudiera reclamar tu alma, todos se cumplieron al mismo tiempo. Y como habían tantos…
- La repetición hace más fuerte a la magia, ya sé, ya sé. – Dijo Constantine. – Leí la carta.
- Esperaba que tuvieras soluciones. Sin ofender, pero no quiero ser tu dueño. Osea, eres una persona.
Constantine no se habría ofendido si Fenton no hubiera empezado esa oración con sin ofender.
- Debiste haber pensado en eso antes de comprar mi alma.
- Iba a regresarla. Sin condiciones.
- Solo un viaje al Almanaque.
- Si en verdad no querías hacerlo, no te habría obligado. – Dijo Fenton.
De alguna forma, Constantine le creía. Lo cual no tenía sentido. Tendría que ver con Zatanna para asegurarse de que no estuviera siendo encantado de alguna forma. Persona encantadora no debería ser algo que los magos pudieran hacer, pero aun así…
- Mira, ¿quieres que lo jure por el Estigio o hay algo más que pueda hacer para convencerte de que dijo la verdad? – Preguntó Fenton. – A los fantasmas parece gustarles el Estigio. – Suspiró. – Dime que tienes algo que pueda arreglar esto. No sé qué clase de efectos secundarios haya por ser el dueño del alma de alguien. No es como que pase todo el tiempo.
Constantine no tenía una puta idea. La única forma de la que él sabía para salirse de contratos como este era con agujeros legales usados antes de que fueran cobrados. – Voy… a tener que investigar.
- Bueno, – dijo Fenton, - déjame darte mi teléfono. – Deslizó un pedazo de papel por la mesa. – Puedes llamarme si se te ocurre algo. Mientras tanto, si te vas a quedar en la ciudad, deberías investigar a los fantasmas. Hablar con mis padres, tal vez. Pero no les menciones esto.
- ¿Por qué no?
- Amo a mis padres, pero debieron haberse saltado el día en el que le enseñan a los científicos que solo porque puedes hacer algo no significa que debas. En fin, tengo que irme. – Comenzó a meter las cosas en una mochila morada que sacó de bajo la mesa.
- ¿Qué? ¿Por qué? – En lo que a Constantine le concernía, apenas acababan de tocar la superficie del problema.
- Mis amigos y yo tenemos boletos para una película. – Señaló con su pulgar sobre su hombro a Manson y Foley quienes, al parecer, no intentaban mezclarse o ser sutiles. – Sí te perdiste las primeras fechas de reunión.
- ¿Cuál es tu impresión? – Le preguntó Zatanna después, sentándose con él después de que Fenton y sus amigos se hubieran ido por completo.
- Él… es bastante creíble. Pero dice que "no tiene ningún entrenamiento" en magia, lo cual suena a basura, a menos que sus padres sean más verídicos de lo que parecen.
Zatanna se cruzó de brazos y tamborileó sus dedos contra su codo. – Él no mentía. Al menos ninguno de mis hechizos lo detectó.
Constantine resopló por la nariz. – Eso no parece posible.
- No parece que pueda vencer a archidemonios, ¿pero con la ayuda de fantasmas o espíritus? No sabemos quién lo respalda.
- Dios, – dijo Constantine, – no pensé en algo así.
- Porque te fijaste en la teoría del demonio.
- Pero si está siendo respaldado por alguien poderoso, ¿por qué ese ser no compró mi contrato por su cuenta? Eso no tiene sentido.
- No digo que su… patrono, por decirlo así, se lo encomendó. Solo que tal vez tenga apoyo extra.
Una mesera se les acercó, sonriendo alegremente. – Hola, perdón por la tardanza. ¿Han decidido qué van a querer?
- El chocolate caliente se veía bueno. – Dijo Zatanna.
- Adelante. – Dijo Constantine, levantándose. – Yo voy a ver cómo son los padres de Fenton.
- ¿John Constantine? – Repitió Jack Fenton de forma inquisitiva. – ¡Já! ¡Ese es el mismo nombre que estaba en el contrato demoniaco falso que conseguí en Ebay! Qué loca coincidencia, ¿verdad?
- Pudiste haber mencionado el portal al plano astral en tu sótano. – Siseó Constantine en su teléfono. Una vocecita en su cabeza le decía que no debía usar ese tono con alguien que era su dueño, pero él la ignoró.
- ¿Me habrías creído si te lo decía? – Preguntó Fenton con verdadera curiosidad.
Constantine no le habría creído, pero ese no era el punto.
- ¿Y qué lo llamaste? Nunca había oído a nadie llamarlo así.
La voz de Batman resonó por el comunicador. – ¿Qué averiguaste?
- Averigüé que este lugar es una pesadilla. Hay un portal al plano astral en el sótano del niño, ¿sabías?
- Me encontré a un fantasma mientras Constantine hablaba con los Fenton. – Dijo Zatanna, inclinándose mientras mantenía la mirada en el camino. – Era mucho más poderoso que cualquier otro fantasma que haya visto.
- Esas no son buenas noticias considerando lo que descubrí de los así llamados Chicos de Blanco.
- ¿Descubriste algo? – Preguntó Fenton. Donde quiera que estuviera, su recepción era horrible. Su voz se quebraba con tanta estática que hasta podia estar llamando de 1920.
- No. – Dijo Constantine. Le había excusado de tener que ir a las reuniones del Club de la Justicia, lo cual significaba que el fracaso casi valía el dolor de cabeza que la idea de que su alma la tuviera un adolescente le causaba.
- Yo tampoco encontré nada.
- ¿Entonces por qué llamaste?
- Um. – Dijo Fenton. – En serio estoy agradecido de que ustedes sacaran a los Chicos de Blanco de Amity, ¿sí lo sabes, verdad? ¿Y que pusieran a alguien a vigilar aquí por las amenazas mayores?
- Sí. – Dijo Constantine lentamente. – Claro. – Había sido Batman, principalmente, el que se encargó de esas cosas, ya que Constantine tenía prohibido tomar decisiones respecto a Amity Park, pero si Fenton iba a darle el crédito a Constantine, ¿quién era él para negarlo?
- Y, em. Eso fue muy bueno de su parte.
A Constantine no le gustaba a dónde iba esto. Pero al parecer esta era su vida ahora. Recibir denuncias y peticiones dichas de forma rara de… dios, el espeluznante mocoso nigromante que como que era su patrono mágico.
… maldito sea su conocimiento de Calabozos y Dragones. En definitiva era un detrimento a su profesión como un mago real, y todo lo que había aprendido al respecto era contra su voluntad y usualmente culpa de Flash.
- ¿Qué pasa, Fenton?
- ¿Has oído de los Showenhowers?
Notas Originales:
¡Y eso es todo! Siéntanse libres de imaginar a Danny siendo la fuente de Constantine en cuando a Cosas Raras Fantasmales y más o menos su jefe, ¡pero esto es todo lo que voy a escribir al respecto! Gracias por leer.